Wednesday, January 29, 2020

Los dos últimos generales mambises*

Por Alejandro González Acosta

General Carlos García Vélez
Con poco más de un mes de diferencia, ya en tiempos de Fidel Castro, murieron en La Habana los dos últimos generales mambises, y ninguno recibió los honores militares que le correspondían.
1963 empezó mal: el 6 de enero fallecía el general de brigada Carlos Gabriel García Luna y Vélez Cabrera (nacido el 29 de abril de 1867 en el Tejar de Santa Rita, Jiguaní, Oriente), hijo del mayor general Calixto Ramón García Íñiguez, a los 95 años. Poco después, el 10 de febrero, moría el también general de brigada del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo (quien vino al mundo el 5 de junio de 1871, en Puerto Plata, República Dominicana), con 91 años. Con ellos se iba todo un tiempo de heroísmo y valentía ciudadana.
A ninguno de ellos se le tributaron los honores correspondientes a su trayectoria patriótica y su alta jerarquía militar. El nuevo "Gobierno revolucionario" pasaba cuenta así a dos viejos luchadores que no aplaudieron los "nuevos tiempos", y de esta forma infringía además un agravio no solo a sus familiares, sino a sus compatriotas.
Cinco años después, nada menos que en La Demajagua, con gran cinismo, el dictador insular se autonombraría "heredero directo de los mambises": "Ellos hoy serían como nosotros; nosotros, ayer, seríamos como ellos". Y remachó diciendo que aquella gesta independentista iniciada en ese mismo sitio el 10 de octubre hacía un siglo, culminaba con la suya propia: él había alcanzado lo que aquellos no pudieron. Cien años de lucha por la libertad, que se coronaban con una dictadura comunista unipersonal: hicieron bien los dos generales en morirse antes de escuchar esto.
García Vélez había alcanzado el rango de general de brigada por méritos propios, no por ser "hijo de su padre", muy distinto a los militarotes de hoy en la Isla. Cuando casi al final de la guerra Calixto García le presentó la lista de ascensos al generalísimo Máximo Gómez, este advirtió que en la relación no estaba su hijo y se lo reclamó. La respuesta de Calixto fue directa y rotunda: "Yo no asciendo a mi hijo". Entonces, de su propia mano, Gómez agregó el nombre del oficial y este fue promovido.
En su larga y azarosa vida, García Vélez fue mensajero de la Western Union Telegraph Company, pianista profesional y, sobre todo, un gran dentista: fundó en Madrid la segunda revista especializada en odontología más antigua de Europa. Fue el primer ministro plenipotenciario de la República de Cuba ante el Gobierno de México, de 1902 a 1906 (ya como embajador lo sería más tarde), en correspondencia con el envío del representante azteca, Gilberto Crespo Martínez.
Ocupó también las embajadas cubanas en Londres y Washington, con brillante y honroso desempeño. Fue además el líder del Movimiento de Veteranos y Patriotas que demandó el adecentamiento de la vida republicana en oposición a los gobiernos republicanos corrompidos, y una figura de ejemplar conducta ciudadana hasta su último suspiro. Todavía se encuentra inédito su Diario, depositado en su Casa Museo de Holguín, donde es consultado por algunos investigadores: este debe editarse, así como se hizo con el Diario de campaña de Carlos Manuel de Céspedes.
Murió solo, pues su hijo que lo cuidaba tuvo que huir de Cuba perseguido por el nuevo Gobierno. (No he encontrado mucha información sobre él, pero según he podido indagar, Carlos García Vélez Martínez Ybor fue más tarde un prominente miembro de la comunidad cubana en EEUU y vicepresidente del First Federal Savings & Loan Association of Miami, ciudad donde falleció en 10 de marzo de 2004 a los 97 años de edad. Agradeceré cualquier otro dato sobre este personaje.) El anciano venerable, quien poco antes había perdido a su esposa, ya no pudo resistir este último golpe en su muy larga vida. Calladamente y en la sombra del olvido, se iba del mundo el hijo del "León de Holguín", quien ocupara el cargo de lugarteniente general del Ejército Libertador a la muerte de Antonio Maceo.
El general de brigada Loynaz del Castillo no murió solo, pero sí apartado, no por su avanzada edad —pues conservó lucidez y energías hasta su último suspiro— sino por no haber prestado su nombre y prestigio a las nuevas autoridades impuestas. Tenía varios hijos que le sobrevivieron: Dulce María, Enrique, Carlos Manuel y Flor, de su primer matrimonio con María de las Mercedes Muñoz Sañudo, una rica heredera criolla, y otros de sus matrimonios y uniones siguientes.
General Enrique Loynaz del Castillo
Loynaz del Castillo también escribió un Diario de campaña que después de muchas e ingratas gestiones, gracias al empeño de su hija Dulce María quien lo transcribió amorosa y cuidadosamente, y al apoyo decisivo de la entonces funcionaria Lucía Sardiñas, pudo por fin publicarse, cumpliendo así el anhelo supremo de la Premio Miguel de Cervantes: "Ese es el mayor triunfo y la alegría más grande de mi vida", me escribió en una carta.
Loynaz fue el autor del "Himno de la Invasión a Occidente", que fuera considerado como el otro canto republicano junto con el "Himno de Bayamo", de Perucho Figueredo. Este sirvió como aliento musical en la Guerra de los Diez Años, y aquel en la Guerra de Independencia. De hecho, se consideraba el himno de Loynaz como la tonada oficial del Ejército Nacional de Cuba.
Dos robles gloriosos de la lucha por la independencia cubana, no tuvieron al partir de este mundo siquiera el reconocimiento debido a sus ejecutorias, pues los incluyeron en el proceso de reescritura de la historia que hoy continúa desarrollándose desde el Gobierno y a través de sus amanuenses, que necesitaba y reclamaba suprimir la difusión de la verdadera trayectoria de un país joven, a través de las vicisitudes de su búsqueda de la libertad. A ellos se agregarían pronto muchos más, sobre todo con la progresiva adulteración del pensamiento martiano y su amoldamiento a las necesidades del régimen, lo cual se extendería a otros patriotas insulares.
Algún día, en una futura Cuba democrática con ejercicio pleno de las libertades ciudadanas, habrá que reparar esa injuria cometida contra esos dos grandes patricios, los últimos generales mambises, para que reciban finalmente, aunque a destiempo, el homenaje debido a sus vidas ejemplares al servicio de la patria. A ellos y a muchos más.

*Publicado originalmente en Diario de Cuba

Tuesday, January 28, 2020

Monday, January 27, 2020

Brevísima historia de la cervecería Polar

Por María Alina Lorenzo
A los cubanos nos deja perplejos eso de que la cerveza Polar sea venezolana. Creo que los venezolanos viven lo mismo. Por eso redacto este articulito.
En 1911 en la ya zona industrial de Puentes Grandes y con la ayuda de la Beer Company International de Holanda y Boston (Heineken), se comienza a comercializar la Cerveza Polar y Trimalta con capital de los Zorrillas y Giraudier catalanes radicados en Cuba y cuya familia, además de dueña de la cervecera, eran accionistas mayores de las grandes ligas de béisbol cubano. La cerveza tenia un excelente gusto y muy digestiva contaba con el salón sevillano aledaño a la fábrica donde se presentaban orquestas de la época en vivo y se podía refrescar con el exquisito sabor Polar que decía: "La cerveza del pueblo y el pueblo nunca se equivoca". La Polar mantuvo un nivel alto en el mercado cervecero en Cuba desde su primera salida al mercado que se mantuvo hasta 1960 cuando es expropiada.
El 14 de marzo de 1941, 30 años después de ya estar afianzada en el mercado cervecero la Polar cubana, el joven abogado caraqueño Lorenzo Alejandro Mendoza Fleury comienza la historia de la cervecera Polar de Venezuela con una pequeña planta en el pueblo Antinamo cerca de la capital venezolana Caracas y que hoy dicho pueblo es una parroquia del municipio Libertador de Caracas. La industria fue evolucionando y ganando el mercado cervecero venezolano hasta la actualidad que se convirtió en un emporio familiar que amplió su comercialización a alimentos que forman parte hoy de la alimentación venezolana.
Como pueden leer las dos industrias nada tiene que ver una con otra a pesar de compartir algunas coincidencias como que a las dos la identifican un oso polar pero cuando se analizan no están en la misma posición ni en el mismo entorno. La cubana fabricaba cerveza como la venezolana pero nunca amplió su mercado a otro producto que no fuera el cervecero. La venezolana invadió el de los alimentos. Los dueños quien sabe si se conocieron pero no hay bibliografía que lo asevere. 
En l958 Cuba poseía 5 fábricas de cerveza que producían cerca de 30 millones de litros anuales para una población aproximada de 6 millones de habitantes. Si se tiene en cuenta el reducido consumo que del producto hacían las mujeres y los menores de edad, se puede inferir el alto consumo per cápita del producto entre los bebedores. Tres eran las marcas que se disputaban el mercado:
Hatuey, (1930) de la Empresa de Rones Bacardi. Tropical-Cristal (1888) de la familia Blanco-Herrera, condes de la Mortera. Polar (fundada en 1911), de los Zorrilas y Giraudier.
La calidad del producto era tal que las similares extranjeras no lograban penetrar el mercado interno. Nadie podía competir en precio y calidad con nuestras cervezas a pesar de que algunas firmas foráneas lo intentaban. Los fabricantes de cerveza y la población se veían mutuamente beneficiados por una colaboración espontánea. Los primeros tenían sobrados motivos de gratitud al verse distinguidos con la preferencia pública y la población se favorecía por algunos servicios de utilidad social patrocinados por aquellos.
Así las cosas, los Blanco Herrera, principales accionistas de la Cristal, eran patrocinadores del deporte popular, inaugurando en l929 el Gran Stadium Tropical de la Avenida 4I en Marianao donde un año después, en l930, se celebrarían los II Juegos Centroamericanos.
Los Zorrillas y Giraudier, fundamentales accionistas de la Polar acaudillaban la publicidad de las grandes ligas del béisbol cubano y promovían el esparcimiento en los flamantes salones de los jardines aledaños a la fábrica. El beneficio era mutuo porque propiciando el bienestar público los productos se anunciaban.
Pero indudablemente el empresariado industrial capitalista, en su mayoría, estaba imbuido de sentimientos de amor a la nación. Prueba de ello fue el regocijo que mostró la familia Bacardí tras el triunfo fidelista de l959, calificando a los hermanos Castro de “cruzados de la libertad “. Los Blanco Herrera, por su parte, hicieron generosas donaciones de tractores y arados para la reforma agraria y convirtieron la entrada del stadium en almacén de equipos agrícolas donados para el INRA (Instituto Nacional de la Reforma Agraria). No sospechaban que aquella revolución autodefinida más verde que las palmas era un melón de cáscara verde y rojas entrañas. 
En resumidas cuentas nuestros padres y abuelos solían divertirse en el salón Sevillano de la Polar o en el Mamoncillo de la Tropical al ritmo de Beny More y su banda gigante o con Roberto Faz y su conjunto. Estos bailes en modo alguno eran frecuentados por las clases pudientes sino por lo más humilde y genuino de nuestro pueblo. Pero el mayor consumo de cerveza tenía lugar en bares y cantinas, tratándose de los jóvenes. Los menos jóvenes, hombres de hogar y familia, preferían hacerlo en la bodega de la esquina. Aquí, en un ambiente familiar, conversaban con el dependiente; entre cuentos y anécdotas, saboreando una cerveza espumosa que entonces costaba veinte centavos o si lo prefería o requería, un vaso de ”lague” que costaba diez centavos. En el primer caso tenía derecho a un “saladito” de jamón y queso y en el segundo era beneficiado con algunas aceitunas. El vaso rebosante de cerveza bien fría goteaba sudoroso líquido. En la vitrola un bolero de Ñico Membiela o de aquel flaco de oro que se llamaba Orlando Vallejo. En el cielo, y entre nubes grises, abundantes claros de luz solar que llamaban a la esperanza.

Sunday, January 26, 2020

HISTORIA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE CUBA (1800-1961). UNA REPÚBLICA EN FORMACIÓN

 Eduardo J. Tejera. HISTORIA POLÍTICA Y ECONÓMICA DE CUBA (1800-1961). UNA REPÚBLICA EN FORMACIÓN. Madrid, Dykinson S.L, 2019, 417 páginas

El autor nació en La Habana y es ciudadano dominicano desde 1962. Es doctor de Economía de la American University, Washington DC. Ha escrito numerosos libros de economía e historia. Se destacan  entre sus obras: Diego Vicente Tejera, patriota, poeta y pensador cubano (1980). Una  Década de Desarrollo Dominicano, 1963-1973 (1973), Diagnóstico de la Economía Dominicana (1981), Las Reformas Estructurales Dominicanas (1993). Debate Económico Dominicano (2001), Causa de Dos Américas: Modelo de Conquista y Colonización Hispano e Inglés en el Nuevo Mundo (2005). La ayuda de España y Cuba a la Independencia Norteamericana (2010), Historia de la Secretaría de Relaciones Exteriores de la República Dominica (2019). El autor está condecorado con la Orden de Isabel la Católica, en grado de Encomienda de Número de España. También es miembro de la Fundación Carlos III y Miembro Correspondiente de la Academia Dominicana de la Historia.

 DESCRIPCIÓN:
El autor narra la evolución política, social y económica de Cuba del siglo XIX, una etapa formativa de la sociedad y economía, los años de la intervención norteamericana 1898-1902 y de la fundación de la República de Cuba de 1902 y su evolución hasta el 1961. La obra concluya en 1961, año en que el líder de la Revolución, Fidel Castro, declaró que él y la Revolución eran marxista leninista, lo que cambió radicalmente el modelo político y económico del Estado. Tejera resalta la importancia y crecimiento de la economía colonial durante el siglo XIX, que formó una clase media y mercantil muy avanzada, que sentó las bases para el desarrollo en la etapa de capitalismo mixto republicano. Después describe en cada capítulo los gobiernos y políticas económicas de cada presidente cubano, la evolución política y el desarrollo económico alcanzado, en  medio de conflicto internos, corrupción e iniquidades sociales. Pero destaca que a pesar de estos males la economía creció notablemente durante el período de 1902 a 1959 y la sociedad alcanzó importantes éxitos en los indicadores económicos y sociales poco conocidos. La obra es principalmente una historia económica de la Isla con datos fiscales, monetarios y del comercio exterior. 

Wednesday, January 22, 2020

Réquiem para La Habana*

Por Alexis Romay
La Habana cumple quinientos años. La hermosa Habana: mi ciudad natal, la ciudad que me vio crecer, la ciudad de mi juventud, la ciudad de mis miedos, la ciudad de la que me escapé, la ciudad que simultáneamente me enseñó que todos los hombres (y las mujeres, pero no te pongas a pedir demasiado) eran iguales y que debería estar agradecido a la revolución pues bajo la dictadura previa alguien como yo ni siquiera sería considerado persona. La ciudad en la que aprendí que alguien como yo significaba un ciudadano con características y que ambos eufemismos eran usados para referirse a mestizos y negros. La ciudad en la que los policías que me detenían a diario por el color de mi piel eran de mi tez o más oscuros. La ciudad en la que vivía con el temor de que me fueran a matar por el crimen de caminar, en esa piel, en un país que, en teoría, había erradicado el racismo.
La ciudad que se hizo indistinguible de su gobierno. La ciudad en la que aprendí a hablar en código. La ciudad en la que perfeccioné el arte del lenguaje corporal. La ciudad en la que aprendí la importancia del subtexto. La ciudad en donde la violencia doméstica es normalizada. La ciudad en donde aprendí a amar. La ciudad en la que aprendí que el amor era aceptable siempre que no cruzara las líneas raciales.
La ciudad en la que su junta militar prohibió a Celia Cruz. La ciudad en la que no pude leer la obra de Guillermo Cabrera Infante porque sus libros estaban proscritos. La ciudad que escondió I Love Lucy de su audiencia natural. La ciudad que hizo todo lo posible por borrar los logros de los cubanos que vivían mares allende, por ser considerados contrarrevolucionarios. La ciudad en la que este texto no podría haber sido publicado ni en mis años mozos ni ahora. La ciudad en la que sus habitantes tienen el derecho a decir que odian visceralmente al presidente… de los Estados Unidos. La ciudad en la que el periódico Granma, “el órgano oficial del Partido Comunista de Cuba”, publicó epítetos raciales para referirse al anterior presidente de los Estados Unidos. La ciudad que me enseñó —que te enseñó— a llamar “revolución” a una dictadura.
La ciudad que me enseñó lo que significa el odio. La ciudad que me enseñó a odiar. La ciudad en la que me inculcaron específicamente que odiara a mis parientes exiliados que vivían en los Estados Unidos; los mismos parientes que nos enviaban dinero, comida, vitaminas, zapatos, ropa; los mismos parientes sin los cuales no habríamos podido sobrevivir luego del colapso del bloque socialista de Europa del Este; los mismos parientes que no deberíamos mencionar; los mismos parientes a quienes debíamos colgarles un sambenito: gusanos.
Oh, La Habana, o lo que queda de la ciudad que simultáneamente me enseñó que el racismo había sido erradicado con la llegada de la dinastía Castro y que no era de buenos modales mencionar la raza.
La ciudad que me enseñó que yo valía menos que mis colegas blancos, que tenía pelo malo, que me tenía que casar con una mujer de piel clara para “mejorar la raza”, que los blancos que no eran inteligentes eran “una lástima de color y pelo”. La ciudad en la que mis amigos blancos me hablaban de lo mucho que querían a sus abuelos racistas y se aseguraban de decirme cuán racistas eran (los abuelos, se entiende). La ciudad en la que la madre de una amiga les inspeccionaba (in)discretamente la encía a los muchachos que querían salir con su hija para ver si la tenían demasiado oscura (la encía, se entiende); la ciudad en la que me decían que me cortara el pelo bien bajito para que no se notaran mis ancestros negros.
Los hombres le explican cosas a Rebecca Solnit. Los americanos me explican La Habana a mí.
Cuando los americanos me preguntan si puedo ir a La Habana… Fíjate que los americanos no me preguntan si he ido a La Habana o si tengo en planes ir. Me preguntan si puedo ir. ¿Tengo permiso para ir a la tierra en la que están enterrados mis abuelos? Es rara la ocasión en la que reconocen lo anómalo de la pregunta. Jamás abordan quién tendría que darme permiso o por qué tendría que pedir permiso yo en lugar de simplemente ir. Algunas veces los americanos están ansiosos por decirme que tienen un viaje venidero a la isla. ¿Hay algún lugar que deberían visitar? Pero, ¿cómo le dices a alguien, en un tono educado, que es inmoral que te traten como a un rey en un país en el que los nativos son considerados piltrafa de quinta categoría. Eso era obvio bajo el apartheid. ¿Por qué no es igual de obvio bajo Castro y sus acólitos?
He comparado a Cuba con Westworld, el documental de HBO que muestra un parque temático en el que los visitantes se permiten privilegios con los cuales sus habitantes no podrían ni soñar. He compartido ese ensayo con los viajeros en potencia. Aun así, van. Y, cuando lo hacen, se la pasan de maravilla en la ciudad en la que no quise ser padre. La ciudad que me hizo quien soy. La ciudad de la que tuve que huir para ser quien soy. La ciudad en la que no podría caminar con mi esposa sin ser blanco del acoso policial y la subsiguiente humillación por incurrir en algo doblemente peligroso para un cubano mestizo o negro: caminar de la mano de una mujer blanca y caminar de la mano de una extranjera. ¿Puedo ir? ¿Ahora que cambió el apellido, pero la dictadura sigue igualita? Para decirlo en palabras de Barak Obama, uno de sus más recientes visitantes: “quédate con el cambio”.
¿Qué hay que celebrar de una ciudad dilapidada? ¿Qué hay que celebrar de una ciudad cuya gente prefiere una balsa y noventa millas de tiburones e incertidumbre a vivir un día más bajo un régimen que ha durado seis décadas? ¿Celebración de qué? ¿Por qué no guardamos un luto colectivo ante esta tragedia?
De vuelta a la pregunta: además de hablar y escribir a placer, cosa que me hace persona non grata para el régimen cubano, hay impedimentos (meta)físicos para que visite o regrese a La Habana. En primer lugar: uno visita un zoológico, un museo, a un amigo. ¿Pero puede uno visitar su pasado? ¿Sigue ahí donde lo dejó? Heráclito nos recuerda que nadie puede nadar dos veces en el mismo río, pues tanto la persona como las aguas han cambiado. De igual modo: La Habana no es la misma ciudad de hace un par de décadas. Y yo no soy el mismo hombre.
Cuando mis amigos americanos me preguntan la edad les respondo que no tengo. Piensan que es un chiste. Pero lo digo en un sentido literal: no pertenezco a ninguna generación. Desde que me les escapé a los Castro he vivido fuera de los límites del tiempo y el espacio. Eso es precisamente la condición del exilio: existir fuera del tiempo y el espacio natural de uno.
Pero lo cierto es que viajo a La Habana siempre que quiero. Me explico: a través de la literatura, el cine, la música. Fue esa Habana, que alguna vez me perteneciera, la que me vino a la mente hace diez años cuando viví en Roma durante un par de meses. Ahora, en su quinto centenario, quiero evocar a esa ciudad en la distancia con un poema que escribí entonces y que todavía revela mi verdad:
Los pasos perdidos
—a los Mallozzi–Sammartino
Con estos zapatos
que conocen el polvo de la ciudad eterna,
que intuyeron la gloria que vivió el Palatino,
que supieron andar las veredas insomnes
de una Ostia Antica inerte,
que subieron colinas y montes y estamparon
una huella profunda que yo quise indeleble
en la bella campiña cercana a Colleferro,
que habitaron a gusto a la sombra tranquila
del barrio dedicado a ese Jano Bifronte,
que tuvieron tropiezos hasta ayer memorables
entre los adoquines y las piedras que acaso
por el correr del tiempo y los pasos ajenos
fueron desnivelados en la ruta que antaño
indicaba que todos los caminos del mundo
llevaban al viajero a la Roma que añoro,
que todavía recuerdan el susurro del río
durante esos paseos nocturnos al Trastevere
con amigos que quiero abrazar a menudo,
que marcaron un gol y luego otro y que dieron
un pase celestial y una patada injusta
en la tibia de un tipo que parlaba italiano
y no era mi enemigo sino solo adversario
en cancha improvisada en el patio espacioso
de una sobria academia
entre adultos que fueron, quién lo duda, muchachos
que corrían jadeando tras el balón de cuero
mientras la primavera imponía su encanto,
que en su afán de pisar los lugares comunes
se fueron desandando con este escriba a cuestas,
a conocer Pompeya, a husmear en Herculano,
a recorrer las calles de Piano di Sorrento,
y que un día volverán a la tierra de Dante
a recitar los versos antiguos e inmortales
que nos legó Petrarca para nuestra fortuna
y yo declamaré con mi acento cubano
mientras el sol se acuesta por siempre en la Toscana
y un buen vino acompaña las buenas compañías
y esos bellos sobrinos que no son consanguíneos
de mi hijo ni míos y que quiero a distancia
me recuerdan, qué dicha, que familia, por suerte,
no se escribe con sangre,
con estos zapatos que ahora calzo, queridos,
jamás caminaré las ruinas de La Habana. 
*Tomado de la revista Replicante

Monday, January 20, 2020

Trago amargo*

Por Luis Leonel León
Desde siglos antes a la fundación de la República de Cuba, el famoso ron cubano, proveniente de la caña de azúcar, ha estado ligado a la historia de la isla caribeña. Y aunque la mayoría de los cubanos conoce el Ron Havana Club -sin duda la más internacional de sus marcas- muy pocos saben lo que hay detrás de la icónica etiqueta.
De ahí que Radio Televisión Martí haya producido el documental Trago amargo, cuyo propósito es contar “la verdadera historia del Ron Havana Club” y que se estrenará el 31 de enero.
La historia
El filme, dirigido por Joe Cardona y Magdiel Aspillaga, tiene su génesis en la puesta en escena de Amparo, escrita por Vanessa García, dirigida por Victoria Collado y producida por Broadway Factor, que recrea el devenir de los patriarcas de este ron, desde cuando Ramón Arechabala dirigía la empresa licorera en Matanzas, hasta su pérdida, cuando el régimen revolucionario se la confiscó y él fuera llevado a prisión. Luego se fue a España para afincarse en los Estados Unidos, donde permaneció hasta el final de sus días con su esposa Amparo y sus descendientes.
En los años 70, el Ron Havana Club fue vendido a Bacardí, quien ha peleado en tribunales de Estados Unidos por la legitimidad de la marca contra el régimen cubano y su distribuidor internacional, la empresa francesa Pernod Ricard.
La odisea de quienes fueron despojados de su propiedad, la lucha contra el olvido, el pleito legal, lo vivido por la familia Arechabala y su experiencia en el exilio, motivaron a Cardona a investigar para hacer realidad Trago Amargo, a cuya realización invitó a Aspillaga.
De Amparo a Trago Amargo
Cardona tuvo acceso al montaje de Amparo, una pieza teatral de inmersión que revolucionó la escena teatral de Miami, donde el público transita, en apretada pero amena síntesis, por la historia de los Arechabala, pero también por las últimas seis décadas de la historia cubana.
El documental Trago amargo, donde participa parte del elenco de Amparo, nació del impacto del teatro para instalarse en la historia. Fue entonces cuando el creador de casi una treintena de filmes descubrió la verdadera historia del Havana Club.
“Vagamente conocía que el Havana Club había existido antes del 59. Y no me sorprendió porque se ha visto el caso en tantas otras instancias y ejemplos, y yo creo que esa es la razón por la que es importante este documental. Porque representa y refleja tantas otras familias que fueron despojadas de su propiedad y del país. Y la familia Arechabala es ejemplar en este caso”, destacó el director de premiados documentales como Adiós patriaJosé Martí: Legacy of Freedom y Café con leche.
Aspillaga, quien vive en Estados Unidos desde hace poco más de una década, reconoce que aunque ya había leído detalles de la historia del Ron Havana Club, no fue hasta la producción del documental que pudo adentrarse a profundidad en el tema. “Para mí fue totalmente revelador”, exclamó el realizador de los filmes NeuralgiaVedado y El regreso de la mujer de Onán, quien en Miami ha trabajado como director creativo de publicidad.
“Yo me crié con el Havana Club. Inclusive en la época mía la gente ponía las botellas en las repisas. Es casi un ícono bastante fuerte. Desconocía esa historia, y creo que gran parte del pueblo cubano desconoce también la historia que hay detrás (…). Cuba lo exporta bastante como un ícono, inclusive político, ideológico. Detrás de esa exportación ideológica, por decirlo de alguna manera, que ellos pretenden detrás del ron, existe esta historia de robo, de apropiación, de todo lo que está detrás, me pareció increíble. Me dije: ¡Guao, qué es esto!”, relató en el programa Simplemente Karen el director, guionista y editor de filmes que van desde el documental y el video arte hasta la ficción.
“En mi casa se palpaba Cuba. Yo creo que mis abuelos jamás se fueron de Cuba emotivamente. Y eso me afectó mucho de muchacho, de niño. Nunca me obligaron a estudiar nada sobre Cuba. Tuve plena libertad de estudiar lo que me diera la gana. Fui a estudiar a la Universidad del Sur de la Florida, en Tampa, donde está Ybor City, y me acuerdo que mi primer fin de semana me topo con una estatua de Martí, y me acuerdo de los cuentos de mi abuelo, de las aventuras de Martí en Ybor y los tabacaleros. Y ahí comienza, bueno, son treinta y pico de años de la odisea de mi interés por Cuba”, confiesa Cardona, ganador en 2019 del premio David Burke al periodismo que entrega la Agencia de Medios Globales de Estados Unidos (USAGM).
El también autor de Havana: Portrait of YesteryearEl vuelo de Pedro Pan, Celia the Queen, y Sister, entre otras películas que han sido transmitidas por PBS (la televisión pública de Estados Unidos), la búsqueda de identidad lo lleva a "hacer cine y trazar estas historias. Porque son historias que si no se cuentan es obvio que se pierden y se olvidan. Para mí se convirtió en una obsesión que no se olvidasen”.
"Es una historia de sacrificio, expropiación y litigio, exilio y legado familiar. El filme cubre la relación cercana que existe entre el ron y la identidad cubana. Definitivamente el ron es parte del ADN cubano", afirma Cardona.
“Millones de cubanos en la isla, nacidos bajo la revolución, crecieron pensando que el Havana Club era algo creado después del 59, el nombre, su logotipo, se convirtieron como en una insignia del gobierno castrista,” recalca Aspillaga.
En Trago amargo, además de una pesquisa de sus identidades, sus realizadores abren una travesía por aspectos, a veces poco conocidos, de la historia de Cuba, con el ron como protagonista y testigo principal. El equipo incluye a los productores Christina Sansón y Álvaro Alba, quien además escribió el guión junto a Cardona.
El documental, de 57 minutos de duración, se estrenará el próximo viernes 31 de enero por Televisión Martí y sus plataformas digitales.

Pablo Medina's THE CUBAN COMEDY

The Cuban Cultural Center of New York
and  INSTITUTO CERVANTES
invite you to the New York City launch of

Pablo Medina's


 THE CUBAN COMEDY

A love story set in post-revolutionary Cuba,

steeped in political satire,

poetry, and the lightest touches

of magical realism...

~

"A literary triumph!"

--NBC NEWS



THURSDAY, JANUARY 23, 2020

7 PM 


~
INSTITUTO CERVANTES
211 East 49th St. (bet. 2nd & 3rd Aves.), NYC
 

Saturday, January 18, 2020

La venganza de Cirilo



Por Enrisco

A veces la literatura es la guerra por otros medios. Como la política o las cenas familiares. Como pasó con la novela Cecilia Valdés, la mulata que fue mito. Su autor, Cirilo Villaverde, se había mudado a Nueva York en 1848 porque en Cuba un tribunal español lo condenó a muerte y quizás pensó que el clima de la isla no era el más apropiado para su salud. Acá se unió al general venezolano Narciso López que conspiraba para liberar a Cuba del despótico poder español y entonces… bueno ya se vería.

Como Nueva York todavía no tenía ni estatua de la Libertad, ni puente de Brooklyn, ni teatros de Broadway y el único atractivo turístico era marcharse a Europa, Villaverde se dedicó a hacer patria: fue secretario de López cuando preparaba sus expediciones a Cuba, testigo de la creación de la bandera cubana y redactor de artículos explicando que antes de estar sometida a España era preferible que Cuba fuera de otro, lo que de paso lo convirtió en precursor del bolero.
Después de que los españoles ejecutaran a Narciso López —mientras el otro (Estados Unidos) no parecía dispuesto a arriesgarse para obtener Cuba—, Villaverde se inclinó por la independencia. No por mucho tiempo: en Filadelfia conoció a Emilia Casanova. Del intercambio de impresiones sobre su mutuamente admirado Narciso López pasarán a casarse el 8 de julio de 1855. A su primer hijo lo llamaron (¿adivinan?) Narciso.
Tras una amnistía regresan a vivir en Cuba en 1858 pero dos años después vuelven a Nueva York para siempre. O casi. Acá los sorprende la guerra de independencia cubana de 1868 que Cirilo recibe con entusiasmo y más artículos. Y colabora con Emilia en la organización de expediciones en apoyo a los insurrectos. Pero luego del fracaso del Virginius las cosas pintaban para los independentistas color Titanic tras el encuentro con el iceberg.
Así fue. Como pasó con el Titanic, al principio no se notó mucho. Los mambises creyeron que podían seguir dando machete como aquellos músicos que pulsaban sus instrumentos durante el hundimiento del Titanic. Hasta que empezaron a preguntarse si tenía sentido seguir. Justo entonces Villaverde regresó al manuscrito de una novela que comenzara cuarenta años antes sobre los amores imposibles entre la mulata Cecilia y el señoritingo blanco Leonardo. Imposibles no porque se abstuvieran de meterse mano sino porque (aunque no lo sabían) eran medio hermanos: al padre de Leonardo, Don Cándido Gamboa, ser esclavista y racista militante no le había impedido aparearse con negras esclavas y, como subproducto de su intercambio cultural, engendrar a la bella Cecilia.
¿Y qué tienen que ver los amores interraciales de dos medios hermanos con la guerra que se acababa? Pues que Cirilo tenía una memoria de elefante y reprodujo La Habana de medio siglo antes con tal precisión que se siente la presencia del último de los tornillos de las calesas en las que los cocheros esclavos paseaban a sus dueños. Y como la guerra de independencia era una batalla contra la realidad colonial Cirilo supondría que reproducir una realidad tan fea con tanto detalle era una forma de combatirla.
Quien fuera comentarista de modas, cronista campestre, conspirador fallido, preso, fugitivo, periodista comprometido, organizador de expediciones y diseñador de patrias llegó, tras décadas de exilio, a publicar en 1882 en su imprenta “El Espejo” de la calle Cedar la novela que lo consagraría como el mayor novelista cubano del siglo. Ya podía morir tranquilo, pero como tampoco tenía apuro esperó más de una década para hacerlo. Y el que había pasado su vida en el exilio regresó cadáver a su patria, para lo mismo que aquel que pedía que si moría en Madrid lo enterraran en Barcelona y viceversa.
Para seguir dando guerra.

Friday, January 17, 2020

Rafael Serra y la Liga

Por Enrisco
Imagínense la vida sin teléfonos inteligentes, ni internet y sin papel toalla. Así era en 1884 incluso en Nueva York, pero peor: la gente se alumbraba con lámparas de keroseno y hasta el más bruto de los teléfonos, de los que para comunicarte con quien querías debías primero conectarte con un desconocido, solo estaba a disposición de unos cuantos. Imagínense entonces la vida de los inmigrantes negros, pobres, caribeños.
Eso fue lo que encontró el afrocubano Rafael Serra a su llegada Nueva York. Pero no se intimidó. Venía de Cuba donde a la esclavitud todavía le quedaban un par de años para ser abolida. Allá, ante la miseria espantosa de sus compatriotas negros, había buscado ofrecerles una posibilidad de ascenso y reconocimiento social. Pero como no existía aún el reguetón se le ocurrió apelar al viejo recurso de la educación.
Para ello fundó en 1879 en su Matanzas natal la Sociedad de Instrucción y Recreo La Armonía que tenía “por objeto el socorrerse sus asociados mutuamente y establecer una escuela gratuita de niños con el auxilio de socios de beneficencia”. A las autoridades españolas en Cuba no les hizo gracia la idea de que los afrocubanos se instruyeran y al año siguiente Serra tuvo que marcharse al Miami de la época: Key West. Allí estará hasta que en 1884 marcha con su familia a Nueva York, una ciudad donde no le regalaban nada a nadie. Y menos si eras negro y extranjero.
En 1888 Serra empezó a elucubrar la creación de una sociedad “consagrada al auxilio de la clase de color”. Al año siguiente la sociedad empezó a funcionar en casa de los hermanos Juan y Gerónimo Bonilla y el 22 de enero de 1890 la llamada oficialmente “Sociedad Protectora de la Instrucción La Liga” inauguraba su sede en el corazón de Greenwich Village (74 West Third Street), a unos pasos de Washington Square. Su primer presidente será Germán Sandoval, líder de la comunidad afrocubana en la ciudad durante décadas, y en sus estatutos se propone “procurar por todos los medios prácticos, activos y generosos, el adelanto intelectual y la elevación del carácter de los hombres de color nacidos en Cuba y Puerto Rico” y “facilitar recursos a los jóvenes pobres que ya hubiesen terminado su primera enseñanza”.
En el barrio que se convertiría en el corazón de la contracultura norteamericana del siglo XX cubanos y puertorriqueños se reunían semanalmente a adquirir una cultura que fuera más allá de jugar dominó y tomar cerveza. Sus profesores eran tanto negros como blancos: entre ellos Manuel de Jesús González, Gonzalo de Quesada, Enrique Trujillo, Benjamín Guerra, el boricua Sotero Figueroa y hasta el mismísimo Dios en la Tierra y Apóstol de la Independencia cubana, José Martí.
Años más tarde Serra, creyendo que eso le haría un favor a La Liga, afirmará que fue “fundada en Nueva York en 1890, por nuestro egregio Martí y sus fieles seguidores”: con Martí ascendido a la cúspide de la gloria patria Serra confiaba que asociándolo con La Liga esta se salvaría del olvido. Tenía razón: para la mayoría de los cubanos de hoy La Liga es “la escuela en Nueva York donde Martí le daba clases a los negros”. Otra manera de hacerla trascender sería asociándola con las raíces del reguetón pero tampoco hay que exagerar.
La Liga funcionó hasta 1895, cuando muchos de sus miembros se incorporaron a la guerra de independencia y Martí al panteón de sus mártires. Al finalizar la contienda Serra regresaría a Cuba donde le plantó cara al racismo confiando en que algún día sería eliminado.
La muerte le llegó a los 51 años, en 1909, acontecimiento triste y repentino que, por otra parte, le evitó unos cuantos disgustos y decepciones en el futuro.

Thursday, January 16, 2020

Las madres de los estudiantes de Medicina*



Por Teresa Fernández Soneira (tomado del blog Gaspar, El Lugareño)

El 27 de noviembre de 1871 fueron fusilados en el paredón de La Punta, en La Habana, ocho estudiantes del primer año de medicina de la Universidad de la Habana. Es un capítulo negro en la historia colonial de Cuba. Los estudiantes fueron acusados de profanar la tumba de un periodista español en el cementerio de Espada, pero todo fue una falsedad y un invento para asesinar a ocho indefensos e inocentes jóvenes estudiantes cubanos. En total eran cuarenta y cinco estudiantes, ocho de ellos condenados a la pena de muerte: Alonso Francisco Álvarez y Gamba; José Ramón Emilio de Marcos y Medina; Carlos Augusto de la Torre Madrigal, Eladio Federico González y Toledo, Juan Pascual Rodríguez y Pérez, Anacleto Pablo Bermúdez Piñera, Ángel José Eduardo Laborde y Perera y Carlos de Jesús Verdugo y Martínez, este último quien ni siquiera estaba en La Habana cuando ocurren los hechos, sino en Matanzas.

¿Quiénes fueron las madres de estos estudiantes de medicina? Poco se sabe de ellas y la historia las ha olvidado. Recordemos hoy sus nombres: Manuela Madrigal, Inés Martínez, Emilia Medina Ferrara (venezolana), Francisca Perera, Rosa Pérez Román, María Luisa Piñero, Rosalía Toledo y Leonor Amoedo. ¿Cómo se habrán quedado estas mujeres al perder a sus hijos que eran inocentes? ¿Cuántas de ellas no habrán enloquecido o caído en una gran depresión al saber de la injusta sentencia del régimen español?

De los demás estudiantes encarcelados, trece debieron purgar seis años de presidio figurado, entre ellos Fermín Valdés Domínguez. Diecinueve de ellos fueron castigados a pasar cuatro años de presidio, otros cuatro en reclusión por seis meses, y todos con incautación de sus bienes. Solo dos fueron absueltos. Pero debido al revuelo de la opinión pública mundial, antes de seis meses el rey Amadeo I decretó el indulto de los jóvenes que guardaban presidio.
Dibujo a plumilla de la patriota Emilia Casanova
publicado en  el libro Apuntes Biográficos de Emilia Casanova, Nueva York, 1874.
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Al mes de cometerse el atroz crimen, la matancera Emilia Casanova de Villaverde quien residía exiliada en Nueva York dedicada a trabajar por la libertad de Cuba, pide a varias cubanas en esa ciudad que la acompañen a visitar al presidente de los Estados Unidos, Ulises Grant, para abogar por los estudiantes encarcelados. La patriota Ana Betancourt apunta: “En diciembre fui invitada por la señora de Villaverde para que la acompañase con doce señoras más a Washington. El objeto de esta comisión era pedirle al Presidente Grant en nombre de las madres de los estudiantes que se habían escapado de la muerte y se hallaban arrastrando una cadena en el presidio de La Habana, que interpusiese todo su influjo para con el gobierno de Madrid, para ver si conseguía se les conmutase la pena del presidio por la del destierro”. Fueron indultados a los pocos meses, pero obligados a trasladarse todos a España. Cuatro de ellos fueron sentenciados a seis meses de encierro, y no fueron excarcelados en La Habana hasta extinguir completamente su condena”.

Ana Betancourt:
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Y continúa Ana Betancourt:
El día de nuestra salida fue la de Villaverde a buscarme y al llegar al paradero me declaró que ninguna de las otras señoras habían querido acompañarla. Le dije que me parecía algo ridículo el que nos presentásemos solas las dos. Me contestó que ella tenía ya formado su plan y que aunque las otras no fuesen, aparecería como que estaban enfermas en el hotel. Así lo hizo presente al Sr. Presidente, el que nos dio una cordial acogida; nos alentó mucho y por último nos dijo que si hacíamos de manera que no se trasluciese el objeto de nuestra entrevista con él, casi estaba seguro de conseguir lo que le pedíamos. Para alejar toda sospecha, se hizo circular que habíamos ido a pedir la beligerancia. Estos nos ponía en ridículo, pero ¿qué nos importaba el ridículo si lográbamos salvar aquellos inocentes niños del presidio, y devolver la paz al corazón de sus madres? Cuando el éxito coronó nuestra empresa; cuando se supo que los estudiantes habían sido sacados del presidio y enviados a España por nuestra intervención, entonces callaron. Siempre agradeceré a Emilia el que me hubiese asociado a ella para esa misión tan santa y tan caritativa(1).
En este incidente aparece también Concepción Capdevila Pina (Sancti Spiritus, 1884–La Habana, 1956), hija del capitán español Federico Capdevila, quien había sido el defensor de los estudiantes. Y también vemos a Dolores Sirvén Borrás, esposa del doctor y profesor de medicina de la Universidad de La Habana, Juan Manuel Sánchez de Bustamante, quien valientemente intercede ante el gobernador de La Habana por los estudiantes para que la soldadesca española no se los llevara del aula.

Pensamos que tanto Concepción Capdevila como Dolores Sirvén abogaron por estos muchachos, y estuvieron unidas a las madres de los estudiantes de medicina y a sus maridos en la defensa de estos.
Después de estos sucesos, Dolores Sirvén y su esposo Juan Manuel, que era español, tuvieron que exiliarse. “La familia de Dolores”, dice un descendiente, el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, “estuvo muy envuelta en la lucha contra España y algunos miembros fueron fusilados. Tomás Sirvén, el padre de Dolores, tuvo que salir al exilio”(2). Luego del Pacto del Zanjón, los esposos Sánchez de Bustamente-Sirvén regresaron a Cuba en 1880.

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Nieves Xenes, nació en la finca Santa Teresa cerca de Quivicán en La Habana, el 5 de agosto de 1859. Al cumplir los diecinueve años se traslada para La Habana y comienza a escribir versos en los que exalta las bellezas naturales de Cuba y su amor por la patria. Cuando el incidente de los estudiantes de medicina, Nieves les dedica unos versos(3) :

Con orgullo rendid vuestro amoroso tributo
A los estudiantes de Medicina
A la memoria bendecida del hermano
Que tierno y generoso supo
a la patria consagrar su vida.

Como él, luchad por conquistar un día
de la gloria los lauros inmortales,
palpitantes sentid como él sentía
de la doliente humanidad los males
Como él con noble y varonil denuedo,
ante la torva faz de la injusticia,
alzad la frente y defended sin miedo
el bien, la libertad y la justicia.

Y a la patria, abrumada de dolores,
que el triste seno desgarrado siente,
la corona de abrojos punzadores
¡arrancaréis de la abatida frente!


Monumento dedicado a los estudiantes de Medicina.
La Habana
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*Texto incluido en el libro de Teresa Fernández Soneira: Mujeres de la Patria, contribución de la mujer a la independencia de Cuba, vol. 1, Ediciones Universal, Miami, 2014, pp 451-455.
  1. Sarabia: Ob.cit., p.89.
  2. Correspondencia con el Dr. Alberto Sánchez de Bustamante, Orlando, Florida, 24 de diciembre de 2012.
  3. Domitila García de Coronado: Álbum poético, fotográfico de escritoras y poetisas cubanas. Impr. El Fígaro, La Habana, 1926.