Thursday, April 29, 2021

A cincuenta años del "Caso Padilla": Heberto es nosotros*

Por Rafael Almanza

Hace un año intentaba yo una breve cronología de la represión contra los escritores y artistas cubanos en las décadas revolucionarias. En 1959 huye Gastón Baquero, comprometido con Batista. En el 60 ya están friendo a nadie menos que al gran martiano vivo, editor de La historia me absolverá (algunos dicen que mejoró el texto): Jorge Mañach, que se exilia enseguida en Puerto Rico, despojado de la cátedra universitaria de la que vivía. En el 61 deciden escapar, espantados por la persecución contra los católicos, Cintio Vitier y Eliseo Diego; después se arrepienten. En ese mismo año… Incluía yo lo más destacado, lo que conocía mejor… pero llegó un momento en el que, aun con esta cuota, empecé a vivir en un horror excesivo. Porque descubrí que las evidencias de la persecución no eran año tras año, sino literalmente mes tras mes, sin excepción de año.

La propuesta de que el llamado caso Padilla —los intelectuales socialistas acaban hablando con la lengua de sus amos— interrumpió un idilio entre el poder y los muchachones inteligentes, por la rebelión personal de Heberto, Belkis y algunos más, integra el número de afirmaciones interesadas de los inteligentes que han estado en un confuso idilio con gente bruta que los financia durante demasiado tiempo. Y desde luego, la hostilidad abarcaba también a periodistas, científicos, tecnólogos, maestros, empresarios de mérito. La crema y nata del país, para nada revolucionaria y mucho menos comunista, debía ser retirada. Este proceso, asombroso en una república liberal donde ni siquiera hubo demasiada Inquisición durante los años medievales de la Colonia, ha sido tan hábil que aun hoy seguimos debatiendo sobre qué pasó o que podría haber pasado, como si lo mismo, y peor, no estuviera pasando ahora. Hay que poner fin a esta debilidad de concepto y de carácter.

Durante años oí las quejas de escritores oficiales acerca de cómo Heberto no se había atrevido a ser héroe o por lo menos mártir, de cuántos beneficios no hubieran adquirido los florones de la cultura oficial si Heberto hubiera dicho y hecho lo contrario de lo que hizo y dijo esa noche. Yo me preguntaba, en cambio, qué hubiera dicho o hecho yo en aquella reunión fatídica. Sigo preguntándome eso, espantado. Cuidado: la degradación de la vida pública cubana puede llevarnos de inmediato a unas circunstancias en la que el proceso contra Heberto Padilla, su esposa y sus amigos llegará a parecer un chiste.Todo lo que vaya contra la libertad individual responsable tiene que ser enérgicamente rechazada por cualquier individuo, inteligente o no, instruido o no, y mucho más por los creadores para la cual esa libertad es el primer requisito. Y por cualquier político que se proclame patriota, porque los Padres Fundadores, y especialmente Varela, Agramonte y Martí, fueron inflexibles en la defensa de esa libertad. Agramonte pidió un disparo de cañón para el que atentase a las libertades individuales. Ninguna maniobra contra la libertad individual responsable es admisible. No existen justificaciones de ningún tipo para eliminarla, ni siquiera la constatación de que hemos fallado en el ejercicio de esa libertad o que el país es pobre y esa libertad merecería ser limitada para conseguir que deje de serlo. No hay pobreza comparable a la miseria de carecer de libertad. Y en cuanto a los errores o debilidades de este o aquel individuo sometido a la presión de la barbarie, ni considerar esos bizantinismos.

Un periodista destacaba hace unos días que ningún comisario cultural integra ahora el nuevo Comité Central. Los emperadores siempre han querido ganarse la posteridad con el cuento de que protegieron el arte, la literatura, la ciencia, las actividades del espíritu. Si ya no hay emperador, desde luego que esas pretensiones se transforman en excesivas para gente más modesta, más interesada en políticos que intenten verificar la hazaña de criar pollos que en escribir canciones o libros. Una rebelión de los herederos de Heberto, jóvenes en su mayoría, pero también tembas y ocambos, marca el fin definitivo del idilio entre el Estado Imperial (aunque antimperialista, excepto en Ucrania), y los escritores y los artistas sin más recursos que los de ese Estado. Los sobornos, pequeños o grandes, han dejado de funcionar.

La política cultural se revela, filológicamente, como oxímoron. Hay demasiada gente fina fuera del juego. Los que están dentro y ostentan algún cartel de finura, se abstienen delicadamente de defender un juego que nunca les gustó y que saben que aceptaron por vulgar o cobarde pragmatismo. Haber hecho daño mes tras mes durante años y años, acaba acumulando daños para los dañosos mismos. La única respuesta que les queda es el enfrentamiento incivil y la violencia de cualquier tipo. Pero con eso, el oxímoron queda al desnudo. Cuántas veces me explicaron los oficialistas que esas represiones habían quedado atrás, que nunca y de ninguna manera volverían a repetirse. Que las libertades para un grupito impecable de ciudadanos cultos seguirían creciendo, que ya casi se podía ser gay o católico y hasta poner una cafetería con el jazz o el rock al que ellos tuvieron que renunciar en aquella época compleja de la feroz lucha de clases. Que los antiguos reprimidos exhibían ahora casas exquisitas, bebían té jazmín y viajaban el mundo; y que lo mejor estaba por venir, porque en fin de cuentas la lucha de clases tiende a disminuir después de los fusilamientos, y Shostakovich, que estuvo parametrado, llegó a volar una avioneta, y Maya Plisetskaia, que al final se hizo ciudadana española y renunció a un país en donde según ella había dudas acerca de dónde venían los niños, viajaba en limusina. Que Brecht estableció las formas para decir la verdad en el socialismo y fotocopiaba sus obras y las escondía en un banco en París. Ni sobornos ni narrativas: silencios cómplices, mutis lo menos teatrales posibles, sepelios sin despedidas de duelo.




El porvenir, sin una sola excepción, está del lado del deber. Puede usted cumplir con su deber, como Heredia, y luego equivocarse o confundirse o lo que sea, porque el deber cumplido ya tiene garantizado el porvenir. Voy a contar cómo el atentado contra la dignidad plena de Heberto Padilla, su esposa y sus amigos afectó mi vida. En 1971 yo tenía catorce años y me interesaba el teatro. Aquel grupo infantil estaba dirigido por una joven actriz habanera, que había aceptado un empleo tan modesto en Camagüey para escapar del sórdido ambiente de Teatro Estudio durante las represiones de la fecha. Ella nos contó lo que pasaba, no sé por qué, a un grupo de niños. Probablemente para desahogarse, o porque nos veía como una generación que podía escapar de ese infierno. Cuando a los dieciocho años renuncié a la beca que me habían otorgado para estudiar Filología en Santiago, tuve en cuenta esa historia, puesto que en esos cuatro años había visto cuán real era lo que nos había contado la actriz Ida. Estudié Economía, fui expulsado de la universidad, etc. Nunca trabajé en Cultura. Tampoco fui miembro de la Unea (perdón, yo lo escribo sin C).Medio siglo después de Heberto, ya no hay forma de barnizar el juego, de poner aire acondicionado y orquídeas en el barracón para culturosos del Campamento Nacional. Incluso las apasionadas discusiones en torno al color y olor de los grilletes resultan también inútiles e inadmisibles, totalmente fuera del juego. La cultura llamada socialista tiene que ser aceptada ahora por sus cultores como barbarie sans phrase, como decía Marx. O quedan fuera del juego, y lo peor, sin un centavo.

Lo mejor es que Heberto y yo vamos a pasar pronto de moda. Ya veo salir de la Catedral camagüeyana rumbo al parque Ignacio Agramonte a esos dos muchachos de dieciocho años, que se vuelven al periodista de Árbol Invertido que está amenazándolos con un micrófono. Padilla fueron ellos, dice el mulato escritor arreglándose la portañuela. La tristeza de Ida, sus desesperados y frustrados deseos de hacer teatro renovador con unos niños (una versión de Abdala, para la que con extraña puntería me escogió como protagonista), su negativa a renunciar a Kafka, a insultar a Vargas Llosa, a declarar inmorales a los homosexuales, me hicieron entender a tiempo que cada cual tiene que defender su libertad como pueda y desasirse de las cómodas y remuneradoras mixtificaciones de la esclavitud y la idiotez voluntarias. La he pasado mal, voy a pasarla peor, pero le estoy agradecido a Heberto por su escándalo, por la lucidez y el coraje de su previo deber cumplido, único en fin de cuentas en aquella época entre nosotros.

Y la rubia, que no sabe nada de arte: ¡Viva Cuba Libre!

*Tomado de Árbol Invertido.

En busca de Pablo de la Torriente, el poeta y brigadista cubano que Miguel Hernández intentó repatriar sin éxito*


Los operarios inician la apertura de la fosa donde estaría De la Torriente, en el cementerio de Montjuïc de Barcelona 

Por Pau Rodríguez
28 de abril de 2021 14:12h


Pablo de la Torriente, escritor cubano y miliciano fallecido en el frente de Madrid, en diciembre de 1936, podría estar hoy más cerca de regresar a su país, más de ocho décadas después. Lo intentó repatriar el poeta Miguel Hernández, con quien trabó amistad en el Quinto Regimiento de Milicias Populares, y que trasladó su cuerpo de Madrid a Barcelona en coche, pero de ahí no pudo hacer más. Su cuerpo se quedó en un nicho del Cementerio de Montjuïc, a la espera de poder embarcar, y no ha sido hasta este miércoles que han empezado los trabajos para abrir la fosa común en la que se cree que está su cadáver, según los testimonios recabados por los historiadores.

La consellera de Justícia de la Generalitat, Ester Capella, el concejal de de Derechos de Ciudadania de Barcelona, Marc Serra, y el cónsul general de Cuba en la ciudad, Alain González, han participado en un acto para recordar su figura al tiempo que, a pocos metros, una excavadora comenzaba a perforar el pavimento de ese punto del cementerio en el que hay una fosa con, al parecer, once cuerpos. El emplazamiento es justo al lado del nicho 3.772, donde estuvieron los despojos de Pablo de la Torriente hasta 1939. Acabada la guerra, su cuerpo fue exhumado y, según testimonios de la época, enterrado a escasa distancia de allí.


"Es el inicio de su viaje de regreso a casa", proclamó el cónsul cubano. Pero para ello todavía queda. Primero, hay que confirmar que efectivament el cuerpo se encuentra en la fosa. Y para lograrlo, los arqueólogos deben extraer el ADN de los fallecidos y cotejarlo con los de los familiares. Más allá del caso de De la Torriente, la Generalitat también podrá comprobar si el resto de enterrados son represaliados durante o después de la Guerra Civil.

De la Torriente es poco o nada conocido en España, pero en Cuba se le recuerda como un periodista de referencia de la primera mitad del siglo XX, un escritor que se enfrentó a la dictadura de Gerardo Machado, que se tuvo que exiliar varias veces a Nueva York y que fue ejemplo de internacionalismo al combatir contra el levantamiento franquista lejos de su tierra. A día de hoy da nombre al Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau en La Habana. Pablo de la Torriente

Nacido en Puerto Rico y establecido en Cuba con su familia desde niño, De la Torriente decidió viajar a España como corresponsal en cuanto estalló la Guerra Civil, aunque rápidamente se alistó para combatir con los republicanos. “Me voy a España ahora, a la revolución española, en donde palpitan hoy las angustias del mundo de los oprimidos”, dejó escrito en su correspondencia desde Nueva York.

Desde el inicio, alternó sus crónicas con su participación en la guerra, asumiendo el cargo de comisario político en el batallón de Valentín González, ‘El Campesino’. Fue en el frente madrileño donde conoció al joven Miguel Hernández, del que anotó a finales de noviembre del 36: “Desucbrí a un poeta en el batallón, Miguel Hernández, un muchacho considerado como uno de los mejores poetas españoles [...] Estuvimos trabajando en los planes para publicar el periódico de la brigada y la creación de uno o dos periódicos murales”. La amistad entre ambos, sin embargo, duró poco, puesto que el cubano cayó en combate un mes después, el 19 de diciembre, en un enfrentamiento en Majadahonda.

La huella que dejó De la Torriente en Miguel Hernández fue tal que este le dedicó el poema Segunda Elegía –la primera hacía referencia a Federico García Lorca–, que incluía versos como el siguiente: “Pablo de la Torriente / has quedado en España /y en mi alma caído: / nunca se pondrá el sol sobre tu frente, / heredará tu altura la montaña / y tu valor el toro del bramido”.

El cadáver fue inicialmente enterrado en el Cementerio de Chamartín de la Rosa, en Madrid, pero meses después, ante el avance de las tropas franquistas, Miguel Hernández y otro poeta, Antonio Aparicio, trasladaron su cuerpo a Barcelona con la intención de que se pudiese repatriar. Así lo dejó escrito este último. El cuerpo del escritor cubano fue inhumado en el nicho 3.772 el 13 de junio de 1937, pero debido a la guerra, según dice la Generalitat, nunca se pudo acometer la repatriación.

Décadas después, y a raíz de las pesquisas llevadas a cabo por la asociación Amical de las Brigadas Internacionales, se tuvo conocimiento de esa fosa en la que estarían De la Torriente y otros cuerpos. En 2018, la Generalitat, el Ayuntamiento y el Consulado General de la República de Cuba firmaron un convenio para los trabajos de recuperación, que han empezado este miércoles, y eventual repatriación.

Tomado de El Diario.

"El grito vivo de Los Plantados, los presos políticos de Cuba"*

Por Darío Prieto


Un día Fidel Castro dijo que en Cuba no había presos políticos. Así que se ordenó a estos que cambiasen su uniforme caqui por el azul de los presos comunes. Pero hubo muchos que se plantaron y se negaron. Aquellos «plantados» fueron entonces víctimas de represión, torturas y fusilamientos que se prolongaron décadas. Su historia ha sido acallada y ocultada en Cuba, mientras que en el exterior apenas es conocida.

José Pujals Mederos fue uno de esos «Plantados». Estuvo 27 años encarcelado y recobró la libertad en 1988, tras lo cual partió al exilio, como todos los que estuvieron en su situación. José era tío de Leopoldo Fernández Pujals, el empresario cubano-estadounidense afincado en España que acababa de fundar Telepizza por aquella misma época. El ex preso político le relató a su sobrino todas las penalidades que había sufrido y le presentó a otros represaliados por el régimen castrista. Fernández Pujals decidió entonces que había que contar esa historia con una película y puso en marcha un largo proyecto que ha tardado 20 años en llegar a término.

El resultado es 'Plantados', un largometraje dirigido por Lilo Vilaplana que se estrenó en la pasada edición del Festival de Cine de Miami y que llegó este miércoles al BCN Film Fest de Barcelona.

La película reconstruye las atrocidades que sufrieron quienes rechazaron el uniforme de preso común, por lo cual quedaron en calzoncillos o, directamente, desnudos. Uno de los supervivientes es Ángel de Fana, quien explica a 'Crónica' desde Miami que «los propios cubanos no conocen lo que sucedía en aquellos años de presidio político, cuando no había internet, cuando no había forma de que se sacara la noticia, cuando había incluso un silencio en el mundo muy grande acerca de lo que sucedía en Cuba». Según él, «nadie escuchaba y quien escuchaba, no lo transmitía».

Por eso aplaude la película financiada por Fernández Pujals. Ésta, dice, subraya la dignidad de los represaliados políticos. «No es que seamos valientes, porque hubo momentos en los que sentí miedo y ese temor es normal en esa situación», rememora. «Pero había un coraje personal y colectivo que dio lugar a que fuéramos capaces de resistir esas cosas. Y eso, a través de los años, nos hacía más fuertes, más capaces no solamente de soportar los maltratos, sino de enfrentarlos. Además, en mi caso, soy católico y creo que me ayudó mucho también la fe».

«Éramos, además, muy rigurosos moralmente. Y esto es algo que muy pocas veces se habla», prosigue De Fana. «En todos los presidios del mundo hay relaciones homosexuales forzadas y robos. Pero nosotros, con el transcurso del tiempo logramos que eso no existiera. No quiere decir que no hubiera un homosexual, que los hubo, pero tenía que ser pasivo. Y si alguien robaba, lo 'botábamos' nosotros mismos. Eso nos protegía contra los guardias, que eran corruptos, eran inmorales. Entonces, ellos veían nuestra conducta y nos tenían que respetar».

Ernesto Díaz Rodríguez, exiliado igualmente en Miami, completa la reconstrucción con sus recuerdos. «A Eduardo Capote Rodríguez, un maestro, una persona sensible, humilde, le cortaron las manos, le destrozaron con el filo de los machetes en el patio número 1 de la prisión de La Cabaña». Y más: «Niños de 14 o 15 años caían en prisión por algo sencillo: robaron una radio porque no tenían posibilidades de conseguirla legalmente en Cuba. Los carceleros los metían dentro de las celdas de los peores criminales, que estaban condenados a muerte por cometer asesinatos en la propia cárcel, y durante la noche los violaban, no cesaban de dar gritos. Y después, en presencia de esos oficiales, los asesinaban a puñaladas mientras esos niños llamaban a la mamá. Esos son recuerdos que nunca los puedo arrancar de mi pensamiento. Han pasado 30 años, pero sueño todavía con ello».
Ernesto Díaz Rodríguez, 22 años encarcelado como preso político.
Ernesto Díaz Rodríguez, 22 años encarcelado como preso político.PLANTADOSFILMS
Agapito Rivera, 24 años encarcelado como preso político en Cuba.
Agapito Rivera, 24 años encarcelado como preso político en Cuba.
Ignacio Cuesta Valle, 29 años encarcelado como preso político en Cuba.
Ignacio Cuesta Valle, 29 años encarcelado como preso político en Cuba.
Ángel de Fana, 20 años encarcelado como preso político en Cuba.
Ángel de Fana, 20 años encarcelado como preso político en Cuba.

El diario oficial del régimen, 'Granma', se apresuró a calificar la película como «bodrio», lo cual llena de satisfacción a su director. «Le dije a una amistad que vive en la isla que me guardase el periódico para tenerlo como una condecoración. Que la película sea atacada por un medio tan impresentable como ése es un motivo de orgullo para mí», se jacta Vilaplana.

El proyecto llegó a manos del cineasta después de un azaroso recorrido: primero se contrató a un guionista francés, que escribió un argumento nada crítico con el castrismo y que reconoció su admiración por Fidel. Luego Fernández Pujals lo llevó a Hollywood para hacer allá una película con la productora de Mel Gibson, pero el nuevo guionista no admitió ningún cambio que le sugirieron los plantados supervivientes. Entonces De Fana y Díaz Rodríguez conocieron a Vilaplana por su trabajo como director de la serie Leyendas del exilio para América TeVé. Y se lo presentaron a Fernández Pujals, quien le encomendó el proyecto, que ha tenido que permanecer un año congelado debido a la pandemia.

El director incide en el hecho de que la dictadura comunista cubana es todavía un tabú entre la intelectualidad occidental. «Los festivales de cine y todas las instituciones están permeadas por la izquierda», lamenta. «Ésta es una película hecha en Miami, que aquí no es que se produzca mucho cine, y menos, cine latino, y el Festival de Cine de Miami no quería que participara», denuncia. «Así y todo, ganamos el premio del público. Llenamos siete salas en el estreno, mientras que el resto de películas no llenaban una. El presidente del festival no apareció ni por la conferencia de prensa ni en el estreno. Pero había películas que venían de la isla, patrocinadas por el Consejo Nacional de las Artes Escénicas de Cuba, y que recibían un tratamiento especial». En cuanto al pase de Barcelona, las entadas se agotaron rápidamente, lo cual genera un sentimiento agridulce en Vilaplana: «Doy gracias al festival, pero tampoco la pusieron a concursar».

CELDAS TAPIADAS

Aún así, el propio hecho de que alguien la vea es una alegría para todos los que han participado en el proyecto. «Mis compañeros y yo estuvimos en la cárcel de Boniato durante siete años consecutivos, prácticamente desnudos, en los calabozos de castigo. Las celdas estaban tapiadas y el calor, asfixiante. Teníamos que echar, cuando disponíamos de ella, un poquito de agua en el piso y tendernos sobre ese charquito para poder resistir el calor. Ahí estuvimos sin visitas, sin correspondencia, sin contacto con nuestros familiares. Recuerdo que a mi tía la desnudaban y la hacían saltar en cueros, a una anciana, para humillarla a ella también», relata Díaz Rodríguez. «Pero no estábamos dispuestos a hacer concesiones a un régimen que representa el odio y la maldad. Éramos conscientes de que luchábamos por una causa justa: que en Cuba retornara un sistema democrático, con justicia social, con libertad de expresión, con todas esas cosas que se practican en los países donde hay una verdadera libertad», prosigue el autor del libro 'Rehenes de Castro', que escribió durante su encarcelamiento en cajetillas de cigarrillos y papel fino que escondía de los guardianes. Y pese a los horrores sufridos, proclama: «No fueron capaces de derrocarnos. Sin que parezca una arrogancia de parte nuestra, y lo digo con toda honestidad, nosotros salimos victoriosos de esa etapa de enfrentamiento con el régimen comunista».


Fotograma de 'Plantados', la película, dirigida por Lilo Vilaplana.

 

UNA ADVERTENCIA

De Fana apunta igualmente que «'Plantados' no es tan importante como un recuerdo del pasado, sino como una advertencia del presente y del futuro. Los pueblos no deben olvidar los errores que cometen y los crímenes que se han cometido para quitar la libertad, para hacer daño».

En ese sentido, destaca una iniciativa: «Un hijo de uno de los plantados, Nerín Sánchez, está consiguiendo firmas para que la Real Academia de Española, reconozca la palabra plantado con ese significado que queremos que se quede: estar firme en sus principios, en sus valores y rechazar la ignominia».

Por todo ello, De Fana dice sentir «una gran repugnancia» cuando ve a partidos como Unidas Podemos, que mira para otro lado ante los crímenes del régimen cubano, cuando no lo apoya directamente: «Partidos políticos que dicen defender los derechos humanos hacen todo lo contrario al apoyar regímenes como el de Cuba y el de Venezuela. Y es peligroso. El pueblo español tiene que estar muy atento para no dejarse embaucar por la política de izquierda, que lo que va a hacer es dañar la libertad y la prosperidad. Está demostrado».

«Tiene que existir justicia con los que han cometido crímenes horrendos, pero no queremos que haya venganza, porque ésta disminuye la sensibilidad humana», sentencia Díaz Rodríguez antes de acabar con un mensaje positivo: «Si algún día Cuba llega a ser libre, sentiremos que nuestro sacrificio no fue en vano. Y lo estamos sintiendo ya cuando vemos a la juventud que se está rebelando. Hoy Cuba está llena de 'plantados' de un extremo a otro».

José Óscar Rodríguez, 22 años encarcelado como preso político

"Nos metieron en una celda de 20 pulgadas de ancho [medio metro] y seis pies [1.80 metros] de altura. Y en cada una metían a tres y a cuatro. El baño se sellaba y teníamos que orinar hacia fuera. Las heces las envolvíamos en un periódico que nos daban para limpiarnos y lo poníamos a la entrada para que hiciese de dique y no entrara eso y se llenara de gusanos".

Ernesto Díaz Rodríguez, 22 años encarcelado como preso político

"Recuerdo que en ese calabozo donde me tenían puesto en confinamiento solitario las ratas caminaban por mi cuerpo durante la noche. Me despertaba a veces de madrugada y había cuatro o cinco cucarachones grandísimos comiéndome los labios".

Gloria Argudín, 10 años encarcelada como presa política

"Yo estuve en el presidio político de mujeres de Plantada. Una madrugada me abrieron un hueco en el suelo en el bosque de Topes de Collantes, me pusieron delante de él y me dispararon con balas de salva como si me fueran a fusilar igual"

Basilio Guzmán Marrero, 22 años encarcelado como preso político

"Llegó mi madre con un grupo de muchachas. Conocía a mi madre, pero no conocía a los demás. Y le pregunté a mi madre: '¿Y ellos quién son?'. Una de ellas tenía un hijo en los brazos. Y mi madre me dijo: '¿Tú no reconoces a tus hijas?'"

Aracelis Rodríguez Sanromán, 15 años encarcelada como presa política.

"Fue algo terrible. Porque éramos una familia campesina muy unida y fuimos prácticamente diezmados por el gobierno comunista de Cuba"

Antonio López Muñoz, 28 años encarcelado como preso político

"Cuando entrábamos a los baños, desde el primer piso ellos nos daban en la cabeza con la culata del fusil".

Tomás Fernández, 18 años encarcelado como preso político

"Virgilio, cuando va a salir a que lo fusilen, me dice: 'Tomy, voy a gritar un ¡Viva Cuba libre! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Directorio Revolucionario Estudiantil! que les van a traquetear los cojones'"


*Tomado del periódico español El Mundo. Cortesía del autor. 


Wednesday, April 28, 2021

La sombra de Padilla

 


En el 50 aniversario de la famosa "autocrítica" Heberto Padilla la artista Coco Fusco acaba de estrenar un performa consistente en la lectura colectiva de su texto por un grupo de artistas, activistas, escritores e intelectuales cubanos de la isla y el exilio. En dicha lectura participamos Carlos Aguilera, Lupe Álvarez, Katherine Bisquet, María Antonia Cabrera Arus, Sandra Ceballos, Armando Correa, Néstor Díaz de Villegas, Rafael Díaz-Casas Julio Llópiz Casal, Eilyn Lombard, Martica Minipunto, Yanelys Nuñez Leyva, Amaury Pacheco, Orlando Luis Pardo Lazo, Alexis Romay, Iris Ruiz, Abel Sierra Madero y los miembros de la AHCE Mabel Cuesta y Enrique Del Risco. El diseño es de Hamlet Lavastida.
Se han hecho eco del performance medios como Index on CensorshipThe Show RoomHyperallergicDiario de CubaEl Nuevo Herald,  Clarín (Argentina) etc.



Sunday, April 25, 2021

NUEVO LIBRO DE RAÚL EDUARDO CHAO

Acaba de aparecer publicada por Ediciones Universal la obra Viejas estampas cubanas: Historias, costumbres y tradiciones de la Cuba eterna, de Raúl Eduardo Chao. El editor describe el libro como una colección de “relatos nostálgicos de una Cuba Libre que ha dejado de existir, y de caminos ya transitados que queremos retomar con estas lecturas, aunque ni podamos ni pensemos volver atrás.” Y da algunos ejemplos: “El estruendoso centelleo de un poderoso cañón desarrollado por un Coronel de las tropas de Antonio Maceo, la infortunada muerte del atrevido Chacumbele, y el rescate al galope de un valioso prisionero cubano escoltado por una formidable caballería Española. Esas son tres de las 32 estampas cubanas que se presentan en este libro. Las estampas son anécdotas populares que forman parte de la historia informal de un pueblo. Se arraigan y perduran en la tradición y son conocidas por más gente de las que recuerdan la historia oficial. Nadie sabe a quién se le ocurrió darle a un ciclón de principios del siglo XIX el nefasto nombre de La Tormenta de la Escarcha Salitrosa. Pero más de 200 años después, los pinareños saben a qué ciclón se le dio ese título, por donde pasó y qué estragos hizo. Conocer estas pequeñas narrativas es parte del espíritu de un pueblo; viñetas y detalles que complementan la historia que presentan los libros, y que son mucho más fáciles de recordar.”

La colección narra hechos de diferentes tonalidades, que van de lo festivo o folklórico a lo histórico y trágico. Entre ellas se destacan, entre otras, “Historias de piratas”, “Las matinée en los cines de barrio”, “El globo de Matías Pérez”, “El Rescate de Sanguily”, “La Fiesta del Guatao”, “Einstein en La Habana”, “Chacumbele, el mismito se mató”, “Los atroces sucesos del Reparto Orfila”, “Rutas de las guaguas (la de atrás viene vacía)”, Chibás y el último aldabonazo”, “Un platillo volador en La Habana”, “La Estigmatizada”, “El encuentro entre Castro y Lojendio”, etc.

Raúl Eduardo Chao recibió su doctorado de la Universidad Johns Hopkins y después de un breve paso por la industria estuvo 18 años en el mundo académico como Profesor Titular y Director de los Departamentos de Ingeniería Química en las Universidades de Puerto Rico y Detroit. En 1986 fundó la exitosa empresa consultora The Systema Group. Como autor, ha escrito numerosos artículos y una veintena de libros sobre la Historia de Cuba, entre los cuales se destacan, entre otros, Contramaestre (2007), Jimaguayú: La Guerra Hispano-Cubano-Americana (2011) y Rescatando a Martí (2016), que le valieron su membrecía en la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp. Él y su esposa Olga viven en Lakeland, Florida.

ENTREVISTA A MANUEL GAYOL MECÍAS POR SU LIBRO AURELIO DE LA VEGA: IMPRESIONES DESDE LA DISTANCIA/ IMPRESSIONS FROM AFAR

Por Jesús Hernández Cuéllar

- ¿Cuál es el objetivo de este libro sobre estos dos gigantes de la cultura cubana? ¿Dónde coinciden Aurelio de la Vega y José Lezama Lima?

Ante todo, debo aclarar que este no es un libro sobre José Lezama Lima y Aurelio de la Vega, sino un libro acerca de este último excepcional compositor de música culta. Lo que sucede —y naturalmente, para mí no deja de ser un hecho feliz— es que el ensayo final del volumen viene a ser un largo texto de análisis comparativo entre Lezama Lima y De la Vega, y a los que han tenido el libro hasta ahora les ha llamado la atención el trabajo sobre estas dos figuras, porque es el más extenso.

El volumen consta también de un magnífico prefacio del Dr. Eduardo Lolo, a quien se lo agradezco porque lo hizo con toda su sinceridad de excelente ensayista, y asimismo porque el libro ha sido publicado por la Editorial de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio, Corp., en coordinación con mi casa editora que es Palabra Abierta Ediciones. Aparte del prefacio, los otros trabajos en el libro, son mi prólogo, siempre necesario; un artículo crítico sobre el formidable documental que hizo el cineasta Camilo Vila acerca de Aurelio; una entrevista que le realicé a nuestro compositor y que tiempo atrás la había publicado en mi revista Palabra Abierta; un ensayo en el que relaciono algunas obras de Aurelio con la música de las esferas, porque así lo sentí cuando escuché esos sonidos estelares. Siento que la música dodecafónica suya anda muy bien entre los sonidos que hacen la rotación de algunos planetas. Y esto viene desde Pitágoras y sus discípulos. La escuela pitagórica siempre insistió en que la música nos llega desde el universo. Y esto, además de histórico, es realmente genial hoy en día. Y bueno, el ensayo final es del que habíamos empezado hablando, el análisis comparativo entre José Lezama Lima y Aurelio de la Vega. Aquí, me importó y me encantó muchísimo darme cuenta de cómo “lo poético” es tanto para la literatura (fundamentalmente la poesía) como para la música (las buenas canciones trovadorescas, por ejemplo, pero para mí, esencialmente, la música clásica).

Creo que esto fue una digresión necesaria, y bueno, dicho esto, ahora respondo a tu pregunta:

Por una parte, que creo es fundamental, el libro tiene el sentido general de tratar de recuperar la verdadera Historia de los casos Lezama Lima y De la Vega, que desde hace 62 años han sido escamoteados por la dictadura castrista, y en esta línea me propuse cumplir también con mi condición de miembro de la Academia de Historia de Cuba en el Exilio, que tiene esta misión como objetivo principal, cada vez que se toque un tema histórico de la Isla.

En este caso específico de Aurelio de la Vega y José Lezama Lima, ambos son, como bien dices, gigantescas figuras de la cultura cubana (Lezama en la literatura y Aurelio en la música clásica) y los dos conforman un aspecto muy trascendental de la historiografía literaria y musical de Cuba, en la que hay que insistir, todo lo que podamos, en el hecho de cómo realmente fueron las cosas en relación con ellos o con cualesquiera otras figuras, temas o aspectos de lo que ha ocurrido en Cuba desde 1959 y mientras dure ese régimen en el poder. Y es imprescindible decir las cosas cómo fueron, y aun cuando otros hayan puesto ya esas verdades en la palestra, y hasta mejor de lo que he podido hacerlo yo, de todas formas, a mí se me hace necesario insistir en cómo realmente sucedieron los hechos.

Desde esta perspectiva, mi libro intenta no solo insistir, como ya dije, en los eventos sucedidos a uno y otro, sino asimismo en encontrar las coincidencias y diferencias entre Lezama Lima y De la Vega, explorar esa zona umbral entre lo poético de un poeta y narrador, y lo poético de un compositor de música clásica. El hecho, en extremo interesante, de cómo funcionan las mentes de un poeta extraordinario y la de otro poeta que nos habla con sonidos, y en qué manera pueden encontrarse esos vasos comunicantes, esos hilos ocultos, esas coincidencias geniales, entre dos creadores, a pesar de estar situados en diferentes campos de la creación. Aquí, me gustaría recomendar al lector el libro del famoso neuropsiquiatra (ya fallecido) Oliver Sacks, titulado: Musicofilia, Editorial Anagrama, Kindle Edition, location 3472.

De la Vega coincide con José Lezama Lima en muchas cosas; en otras, por supuesto, como ya he dicho, difieren. Aquí solo voy a manifestarte una de las más estrechas vinculaciones entre ambos creadores (incluso, sin haberse conocido personalmente), y es la búsqueda de la universalidad, o sea poner a Cuba en el tapete del mundo. Lezama siempre quiso que el mundo se reflejara en la cultura de Cuba, pero también que las raíces literarias y artísticas de la ínsula reverberaran y destellaran en el mundo. De aquí, los mitos, las leyendas, lo ficcionable de los hechos históricos eruditos, el hermetismo barroco, la imaginación en gran apariencia descabellada, lo local cubano, la flora y la fauna, etc. De aquí también la diversidad del grupo Orígenes. Por su parte, Aurelio de la Vega insistió siempre en la necesidad de lo universal hacia Cuba; por ello mismo indagó en Beethoven, en Brahms, en Mahler, en Szymanowski, en Shoenberg y en Berg, y en muchos más, por su puesto. Por darte un ejemplo, él quería que la música cubana se fusionara con “otras de carácter universal”. De alguna manera, en ambos, se podía percibir el sentimiento martiano de “injértese en nuestras repúblicas el mundo, pero el tronco ha de ser nuestras republicas”.

 - ¿Cómo surgió esta idea, tomando en cuenta que hablamos de figuras que proceden de dos disciplinas aparentemente distintas, como son la música y la literatura?

Bueno, esta idea del libro surgió porque yo había venido escribiendo algunos ensayos sueltos sobre Aurelio y sus composiciones, me fui alimentando durante un tiempo de los conciertos que daba  el Coro Verdi (The Verdi Chorus), dirigido por Anne Marie Ketchum de la Vega, su esposa, y me fui compenetrando a nivel intuitivo con esa majestuosa atmósfera que me ofrecía el Coro, con sus sopranos, mezzo sopranos, tenores, barítonos y bajos magníficos en interpretaciones de grandes compositores italianos, franceses, alemanes y rusos.  Pongo, como  ejemplo, las actuaciones del Coro Verdi en la primavera de 2019, que se titularon L’Amore et la Vita, en las que pude escuchar extractos de las óperas The Elixir of Love, The Daughter of the Regiment, Lakm, La Rondine, y muchas más en conciertos de otras temporadas. Entonces un día, hablando con Aurelio sobre Jose Lezama Lima, salió en la conversación la posibilidad de un análisis comparativo, y le dije que no sabía cuándo y no le prometía nada, pero que iba a indagar, a recopilar datos sobre Lezama y él, y que le avisaría. Al cabo de un tiempo (yo llevaba alrededor de cuatro años y medio escribiendo textos sobre Aurelio) y me di cuenta de que con esos textos podía organizar un libro sobre él y su música. Le hablé de la idea y me pidió ver los trabajos en su conjunto, se los envié y al cabo de unos días me llamó y me contagió de su entusiasmo. De hecho, me dijo: “Vamos a hacer el libro, yo lo voy a traducir al inglés”, y al tiempo de medio año más, me mandó la traducción, pero que en realidad era su versión libre de mis textos. Y quedé fascinado. Ello para mí fue una demostración más de su espíritu creador, su dinamismo y su fuerza, elementos todos vivos aún al cumplir los 95 años de edad.

En realidad, el sentido de “lo poético” une a la literatura y la música. Ya mencioné a Sacks y su libro Musicofilia. Pero asimismo Octavio Paz lo define muy bien cuando dice: “El poema es un caracol en donde resuena la música del mundo y metros y rimas no son más que correspondencias, ecos, de la armonía universal”.   

- Es bien conocido que tanto De la Vega, por muchos años, como Lezama Lima, durante largos períodos, fueron ignorados por la cultura oficial cubana. ¿Por qué ocurrió esa inaceptable cancelación de ambos creadores?

Lo has dicho muy bien, Jesús: “inaceptable cancelación”. Es “inaceptable” porque los ataques, censuras y congelamiento a escritores que permanecieron y han permanecido en Cuba son hechos abominables, acciones que fueron y son dirigidas contra seres que quedan aislados, convertidos en aparatos parlantes, humanos sensibles que son violentados por una represión psicológica y social, por una ignominia que se hace pública, y que se transforma en fenómeno social abyecto, debido a que involucra a los creadores con funcionarios y hasta con buena parte del pueblo. Todo esto rompe el valor de los derechos humanos.

El caso del “elitista anticubano De La Vega” (como oficialmente le llamaban los señores castristas a nuestro compositor) fue un poco diferente. Como Aurelio emigró a Los Ángeles, el régimen no pudo patalearlo en Cuba, y los organismos oficiales adecuados se han encargado desde lejos de tratar de interferir con su carera musical ascendente por diversos medios. Aparte, desde luego, de aplicarle el sistema estalinista de borrar su nombre y existencia de todo el canon cubano.

Y es “cancelación” porque los seres humanos para el régimen castrista son simplemente números. En el caso de una persona, esta tiene que estar “dentro de la ‘Revolución’ y nunca fuera de ella”; para los dirigentes y fanáticos “revolucionarios”, cualquier persona se puede quitar y poner en el tablero de la vida como si nada. Los creadores, en este caso, tienen que estar en función de la idea revolucionaria. Los poemas tienen que ser claros, defensores de la causa o de los conceptos que ella prodiga, deben ser coloquiales, prosaísticos, con metáforas que son válidas únicamente si su sentido es muy realista y si hasta el significado es cercano a las consignas. Así, la música, aun cuando de por sí sea abstracta, no puede ser sino nacionalista, local, o música extranjera que entre al país con un sello ideológico que proyecte una cultura “revolucionaria”, una cultura de la “nueva” realidad. Nada de estas “cualidades” encontró el régimen castrista en Lezama Lima o en De la Vega.

Encontraron, eso sí, la creación independiente, el afán por la diversidad y la unidad, por lo universal en lo cubano; encontraron el hermetismo barroco de la letra y el sonido, el deseo de revolucionar de verdad la música y las letras. Encontraron la libertad de expresión, la resistencia y la proyección de una cultura sobre la base de lo nuevo y de un lenguaje y sonidos herméticos que hacían pensar y sentir con legítima autenticidad.

- ¿Cómo crees que tomarán este texto tuyo los comisarios de la cultura en La Habana? 

Pues imagínate, espero lo peor. He intentado decir las cosas como realmente pasaron (y pasan) en la relación entre la dictadura y estos dos ingentes creadores de la música y las letras. En Cuba, mientras la dictadura esté viva, aun cuando esté agonizando, nunca dejará que mi libro circule públicamente. De eso estoy muy seguro. Sin embargo, aspiro a que de alguna manera se lea allí, aunque fuera a retazos, a trozos de párrafos y capítulos. Pero también algo bueno para mi libro es que muchos cubanos fuera de la Isla lo podrán leer en libertad, criticarlo y debatirlo. Ellos, los comisarios políticos, podrán decirme lo que quieran, eso no me importa en lo más mínimo. Además, ¿qué puedo hacer sino contar la verdad como han sido las cosas?, y en esto Aurelio y yo somos una misma página a dos manos, y coincidimos enteramente en que toda verdad es un mar de amargura para los fanáticos.

¿Cómo lo tomarán los círculos intelectuales de la Isla, que no forman parte necesariamente del oficialismo cultural?

Bueno, aquí voy a hacer una aclaración, y es que yo no soy ni músico ni musicólogo. Creo que estoy un poco cercano a la poesía, pero fundamentalmente a “lo poético”, que es por lo que me atrevo a entrar en distintas dimensiones. Lo que sí creo que soy es un ser sensible, como muchos seres humanos que somos capaces de valorar una obra musical desde una perspectiva poética, y esto si sale bien, modestia aparte, como creo que ha pasado con mi libro, pues bienvenido sea. Seré feliz.

Quizás algunos me quieran echar en cara que me he metido en un campo minado, sin mirar las consecuencias, porque no soy crítico ni especialista en música clásica. Pero todo proyecto, y toda obra, no están exentos de riesgos. Los escritores siempre estamos caminando sobre el filo de una navaja; estaríamos, probablemente, como el “mulo ante el abismo” de Lezama Lima. Pero la crítica peor podría ser de parte de los musicólogos, o de aquellos que son compositores ya reconocidos, tanto de música clásica como de la popular cubana. Hay conceptos que pueden ser polémicos, como, por ejemplo, diríamos, el nacionalismo musical; el porqué se conoce más a Cuba por la música popular que por la clásica; si los compositores de la alta música debieron o no —me refiero ya en toda la historiografía de la música cubana— politizar la música. Y, en fin, nada de esto me es ajeno.

Lo que me importa es que al Maestro Aurelio de la Vega y a su esposa Anne Marie Ketchum, directora del Coro Verdi de Los Ángeles, le gustaron mis ensayos y se dieron a la tarea de traducirlos, y entre Aurelio y yo estuvimos unos tres o cuatro meses ocupados de una manera obsesiva, se podría decir, en arreglar una enorme cantidad de errores técnicos en el pase de los programas Word a PDF y de este al programa de Kindle Direct Publishing, que es adonde finalmente se subió todo el proyecto.

Ahí están en Amazon, en dos tipos de libros, uno en blanco y negro y otro en color, con unas 53 fotos de Aurelio y de Lezama, con el apoyo y colaboración asimismo de Alexandria Library Publishing House, de Modesto Arocha.

Ojalá estos ensayos tengan una escalera en ascenso; para mí, la tienen:

 

(blanco y negro) https://www.amazon.com/Aurelio-Vega-Impresiones-distancia-Impressions/dp/B08FNMPCZC

 

(color) https://www.amazon.com/Aurelio-Vega-Impresiones-distancia-Impressions/dp/B08FP5NNPC

 

Pero sobre todas las cosas, el haber escrito este libro y verlo publicado me hace feliz. Gracias mil por esta entrevista, mi estimado amigo.

 

Manuel Gayol Mecías

8 de abril de 2021

Eastvale, California

 

Centenario de Cándido, el conguero cubano que cambió el jazz*

Por Luis Leonel León
El autor con el músico

El pasado jueves habría cumplido 100 años Cándido Camero, el virtuoso percusionista cubano que contribuyó a transformar el jazz. Una de las más extraordinarias y humildes personas que he conocido. Nacido en el barrio habanero de El Cerro el 22 de abril de 1921, falleció en Nueva York el 7 de noviembre de 2020, a sólo 5 meses de celebrar su centenario.

En la película Cándido manos de fuego, dirigida por mi amigo Iván Acosta, hay una frase del cantante Tony Bennett, en cuya profundidad vale la pena aventurarse: “Cándido llegó a Estados Unidos con sus 3 congas y la música de jazz cambió para siempre”.

Durante su carrera, tan larga y bendecida como su vida, compartió grabaciones y escenarios con estrellas de la banda sonora del siglo XX: Billy Taylor, Dizzy Gillespie, Stan Kenton, Charlie Parker, Miles Davis, Tito Puente, La Lupe, Celia Cruz, Duke Ellington, Dinah Washington, Lionel Hampton, Mongo Santamaría, Buddy Rich, Billie Holiday, Cachao y Clark Terry, entre otros.

Participó en más de 700 grabaciones musicales. Sin duda, uno de los grandes instrumentistas cubanos de todos los tiempos y el único percusionista de la isla ganador del Jazz Master Award, que otorga National Endowment for the Arts, el más alto galardón para un músico de jazz en Estados Unidos. Pero pese a sus logros, en Cuba los medios de comunicación masivos, controlados por la censura estatal, no mencionan al gran Cándido.

No fue un activista contra el castrismo, pero nunca elogió nada que tuviera que ver con la Revolución. Aunque se radicó en Estados Unidos antes del fatídico 1959, dejó saber que mientras en Cuba imperase un régimen comunista él no iba a regresar, lo cual sigue siendo una afrenta para el comunismo. Sabía que habían convertido su país en un infierno del que muchos de sus colegas y compatriotas tuvieron que escapar, no pocos arriesgando la vida, en busca de libertad y progreso. A través de cientos de cartas se enteró de las penurias de sus familiares y ayudó en todo lo que pudo.

Hay una anécdota sobre la cual he escrito, pero vale la pena recordar. Julián Camero llegó a Miami en una balsa en 1993. Nunca había visto a su abuelo en persona. Sólo le conocía por fotografías. Entregó su número telefónico a las autoridades de Emigración y cuando llamaron a Cándido, su respuesta fue tan simple como emotiva, tal como él era: “Estaré muy feliz de hacerme cargo de mi nieto”.

“Me preguntó si yo quería quedarme con él y le dije que sí. Me fui a Nueva York y me consiguió trabajo, me enseñó muchas cosas, siempre me dio muy buenos consejos, prácticamente fue quien me formó porque cuando uno llega de Cuba viene con una ideología equivocada. Le debo mucho y siempre estará en mi corazón. Mi abuelo fue para mí un ejemplo en todo”, me contó Julián justo el día en que falleció Cándido.

En Cuba sólo escuché hablar de él una vez. Y no en los medios, por supuesto. Fue en uno de esos bares de esquina que aún quedaban con vida, aunque desgarrados, en La Habana Vieja de los años 90. Después de asistir a la presentación de un libro en el Palacio del II Cabo decidí tomarme un par rones adulterados, un clásico del llamado Periodo Especial. Allí quiso el destino que me encontrara con un viejo guitarrista, con quien terminé compartiendo una botella, y además de ejecutar increíbles versiones de filin y bolero, me dijo algo que jamás olvidaré:

“Los buenos músicos de antes no le interesan a la Revolución porque fueron grandes antes de que llegara Fidel. No fueron a sus escuelas de arte ni le dieron casas ni le cantaron a Fidel. Esta es la verdad. Lo demás, tocayo, es pura muela para confundir a la gente. Tú, para estar informado, siempre lee el periódico Granma de abajo para arriba y de derecha a izquierda”.

Cada vez que recuerdo esto siento una mezcla de tristeza y risa. Luis, también se llamaba, era un hombre muy simpático y a pesar de vivir en pésimas condiciones no parecía acabar de cumplir 71 años. Me contó de sus andanzas por las noches de la música habanera, “antes de este desastre”. Sentí que su imagen y testimonio era un vacío del arte y la historia de la Isla. Tuve la sensación de escuchar, de viva voz, las narraciones de Guillermo Cabrera Infante.

Me habló de muchos músicos. Y entre los nombres que mencionó, junto a Celia Cruz, Bebo Valdés y Cachao, estaba Cándido. Fue la primera vez que oí hablar de los sonidos que emergían de sus 3 tumbadoras, que por sus 3 afinaciones parecía ser tocadas por más de un conguero. Jamás oí hablar otra de Cándido. Lamento tanto haber olvidado su apellido y no haberle visto nunca más.

Pero al poco tiempo de exiliarme en Estados Unidos, tuve la inmensa suerte de que Iván Acosta me presentara a Cándido. Desde entonces fui a visitarle cada vez que viajé a Nueva York, una ciudad que quiso tanto como su Habana. Y aunque nunca vivió en Miami, pues la escena del jazz y el jazz latino se ha desarrollado en la Gran Manzana, siempre se sintió seducido por la nostalgia cubana que empapa cada día las calles de Miami. De hecho, una vez me dijo en una entrevista:

“Me gustaría vivir aquí lo que me queda de vida. Ver a tantos cubanos siempre me llena de emoción. Doy gracias a Dios por todo esto”. Fue durante su último viaje a Miami, hace dos años, cuando celebramos su cumpleaños 98 en la galería de la WDNA, la emisora especializada en jazz donde ofreció su último concierto para los miamenses. Esa vez fue figura central en The Master of Mambo, el tributo al gran Israel “Cachao” López en el Adrienne Arsht Center. También asistió a presentación en la librería Books and Books de dos títulos de Acosta: El super. Edición 40 años y Con una canción cubana el corazón, donde aparece su música, y rodamos escenas para la película Centenario: Cándido El rey de las 3 congas.

Hace menos de 6 meses, mientras Iván y yo conversábamos con Cándido sobre lo increíble y hermoso de cumplir 100 años, “el viejo”, como cariñosamente le decíamos, nos comentó que le encantaría celebrar en Miami su centenario. “Si Dios quiere”, nos decía, “para comer picadillo, arroz con frijoles y plátanos fritos en El Versailles y La Carreta de la calle 8”.

La verdad es que en todos los viajes que hacía a Miami siempre pedía el mismo plato y era capaz de dictarle los ingredientes a la camarera. Hasta mi esposa copió la receta del picadillo cubanoamericano de Cándido. De su buen apetito tenemos muy simpáticos recuerdos. Sobre todo Teresa, la esposa de Iván, tan buena maestra como cocinera, entre cuyos fanáticos culinarios siempre estará Cándido. Un personaje sin par.

Siento que se haya ido de este mundo sin ver terminada Centenario: Cándido El rey de las 3 congas, el documental que estamos produciendo Iván y yo en su homenaje. Sucedió como con Tito Puentes y Calle 54, la película documental de Fernando Trueba, que rescató figuras del jazz latino y que el gran percusionista estadounidense de origen puertorriqueño, conocido como El rey de los timbales, tampoco llegó a ver terminada.

En el cementerio Woodlawn del Bronx, en New York, donde fue sepultado, un grupo de amigos celebraron el centenario de Cándido. Entre ellos, Iván Acosta, Bobby Sanabria, Roberto y Robin Marrero, Julián Camero, Virginia Ramos, Andrés Martínez, Cyrila y Amaury Acosta, con quien Cándido hiciera sus últimas grabaciones en 2017 en Thompson Studios, en el Soho. Esta tarde, al pie de la tumba del gran conguero, Amaury estrenó Gracias Maestro, una de las piezas del proyecto, del cual emergerán los dos últimos discos de Cándido Camero, donde se revisitan algunos de sus clásicos como "Thousand Finger Man", "Mambo inn", "Jingo", "Conga Jam", "Dancing and prancing", "Rock n Shuffle", "Samba funk" o "Ghana spice".

Grupo de amigos celebrando el centenario de Cándido en el cementerio Woodlawn

Este testimonio de Amaury Acosta resume el sentimiento de no pocos hacia Cándido: “Esta canción resuena profundamente en mí. Me recuerda la cálida sensación de los muchos paseos que solía tomar por la décima avenida para visitarlo su casa en West End Avenue. Y específicamente el último, en el otoño de 2020. Evoca muchos recuerdos de estar sentado en su sala, en su sofá de cuero, escuchándolo hablar sobre su épica vida. La voz en off final es una nota de voz de mi iPhone, esa última vez que lo visité. Sabía que era un momento importante que necesitaba ser documentado. Él se estaba relajando mientras su asistente en el hogar, Cyrila, estaba haciendo café y ella me decía que él quería ir a la playa y tocar sus congas”.

Cándido es reconocido como el padre de la percusión cubana moderna. Desde hace varias décadas se convirtió en una leyenda y una cátedra para percusionistas, no sólo congueros, sobre todo en el ámbito del jazz, el jazz latino y los ritmos afrocubanos. Hay una frase que decimos hoy, en su centenario, y que no dejaremos decir quienes le recordamos con cariño y admiración: “Gracias Maestro”.

Wednesday, April 21, 2021

INVESTIDOS DOS NUEVOS ACADÉMICOS

El pasado martes 20 de abril se llevó a cabo de forma “virtual” el Acto de Investidura del Dr. Eduardo Palmer y del Prof. Lilo Vilaplana. Como es habitual en nuestras actividades online, sirvió de Directora Técnica y Maestra de Ceremonia la Dra. Liliana Soto-Marini, Secretaria de Relaciones Públicas de nuestra institución.


El primer académico investido fue el Dr. Eduardo Palmer (1931), abogado, productor de cine y televisión, quien fundó en La Habana en 1954 la corporación Cuban Colorfilm la cual producía, entre otras obras, un noticiero fílmico. Junto a los demás estudios de cine de Cuba, dicha compañía pasó a manos del ICAIC. El nuevo académico salió de Cuba en 1960, desarrollando en el exilio una exitosa carrera en el campo del cine y la televisión tanto en los Estados Unidos como en la República Dominicana. El Dr. Palmer ha producido más de 40 documentales sobre Cuba y coproducido varios largos metrajes. En 1984 comenzó la producción y dirección de un programa semanal titulado "Planeta 3" que se exhibió durante 11 años en 16 países de América Latina. En el 2018 publicó el libro Mis 6 Guerras que trata de los eventos que cubrió realizando especiales para la TV dedicados a la lucha en el clandestinaje en Cuba en 1960, las guerras civiles en varios países de Hispanoamérica y las invasiones de Granada y Panamá. En 1996 fue a residir a Miami, donde trabajó en TV Martí desde 2002 hasta 2012, cuando se retiró a los 81 años de edad. El título de su Discurso de Investidura fue “Misión: mostrar la realidad de Cuba desde 1960.” Respondió a su discurso el Lic. Iván M. Acosta Fernández, Vicepresidente de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio.

El segundo académico investido fue el Sr. Lilo Vilaplana (Nuevitas, Camagüey, 1968), laureado director de cine, televisión y teatro, quien inició su su vida artística entre montajes de teatro y Talleres Literarios. Entre los galardones por recibidos por Vilaplana se encuentran el Premio EMMY al mejor programa de habla no inglesa en horario estelar en EEUU con El infierno de Montoya y el premio al mejor cortometraje de América Latina en el FICABC en España con La muerte del gato. En televisión ha dirigido exitosas series como El Capo, con un total de tres temporadas en el aire. También ha sido director de exitosas telenovelas. Entre sus últimas entregas se destacan la serie historiográfica de documentales Leyendas del Exilio I y II así como sus cortometrajes Los ponedores e Irene en La Habana. Es profesor y realiza frecuentemente talleres para actores y directores. También ha dictado en varias oportunidades cursos de  Dirección de Actores. Su libro Un Cubano Cuenta ha sido editado en Colombia y en República Dominicana. Este año se publicó en Miami una versión ampliada del mismo bajo el título de La muerte del Gato y otros cuentos. Su más reciente obra es el largometraje. Plantados, donde además de Director, fue uno de los guionistas. El título de su Discurso de Investidura fue “El reto de hacer Plantados. Génesis, investigación y guion.”. Respondió a su discurso el Dr. Eduardo Lolo, actual Presidente de la AHCE

El Discurso de Clausura estuvo cargo del Dr. Octavio De la Suarée, Editor del Anuario Histórico Cubano-Americano y Secretario de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp.

La Junta Directiva de nuestra institución felicita a los nuevos académicos, quienes honran a la institución con sus membrecías.

Los Peones Negreros: más se perdió en Cuba*

 Por Alejandro García

La historiografía tradicional española sobre la guerra de Cuba, en su versión más extendida, incide mucho en el abuso que los pérfidos estadounidenses cometieron sobre una pobre pequeña potencia de segunda fila, arrebatándole por la fuerza bruta su queridísima colonia aprovechándose de un conflicto interno; nos sabemos bien la película, pero solo a partir del incidente del Maine y las operaciones bélicas de 1898. También hace mucho hincapié en toda la histeria literaria de después de la previsible derrota, el pesimismo y el lamento del regeneracionismo, con ese sentido del pathos tan nuestro, que si la «España sin pulso», que si los nacionalismos, que si la fiesta terminó y hay que fregar los platos. Este análisis sesgado es mitología pura y dura que pasa de puntillas por un buen montón de factores clave sin los cuales es incomprensible todo el proceso. Entre otras cosas porque dejan en no muy buen lugar a unos cuantos «padres de la patria», pero sin los que no se entiende cómo y qué fue lo que realmente se perdió en Cuba; en la liquidación de los saldos del imperio hubo un grupo crucial para comprender no solo este turbio asunto, sino los convulsos acontecimientos de la política peninsular: el poderoso lobby negrero.

Cádiz, 1812. En plena Guerra de la Independencia, los liberales españoles, ante el vacío de poder dejado por Fernando VII, proclaman una constitución; es el principio del fin del Antiguo Régimen. En el texto se define España como la «reunión de los españoles de ambos hemisferios», lo que insinuaba algún cambio de estatus de los habitantes del imperio colonial hispano. Sin embargo, años más tarde, en la Constitución liberal de 1837 y ya independizada la mayor parte de las colonias, la cuestión se aplazaba sine die. Olvido deliberado que obedece, cómo no, al interés económico. Durante la época de la independencia americana, la isla de Cuba se mantuvo bajo dominio español, dado que era básicamente una enorme base de operaciones militares sometida a férreo control: estaba comandada por un capitán general nombrado desde la península, que reunía en su persona todos los poderes de un auténtico virrey. También era un gran negocio: su economía estaba orientada a la producción de tabaco y azúcar, procesado en complejos llamados «ingenios», que hacían amplio uso de la mano de obra esclava. Estos sumaban una cuarta parte de la población de Cuba, prueba viviente de que la importación de negros era también una apetitosa fuente de ingresos. Tráfico que por otra parte era ilegal desde principios de siglo, pequeño detalle que no impedía a una oligarquía peninsular —que iba desde negreros como Julián Zulueta hasta la propia familia rea— amasar enormes fortunas al amparo de esta indefinición política.

Así que hasta mediados de siglo más o menos, Cuba era un vacío legal que tenía a todo el mundo contento; los terratenientes criollos con sus plantaciones y esclavos, los empresarios peninsulares llevándoselo crudo con el transporte de negros, aranceles hiperproteccionistas y la exportación de azúcar. No se movía ni una leve brisilla en el Caribe español. Esta prosperidad cerrada a cal y canto era observada atentamente por la enorme y emergente república vecina, cuyos sucesivos intentos de comprar Cuba deberían haber puesto en guardia a las autoridades españolas. Pero por el momento, el balance de potencias permitía graciosamente a España mantener la soberanía: Gran Bretaña y Francia no querían una Cuba estadounidense, ni los norteamericanos una isla británica.

Este equilibrio interesado se iba a romper hacia mediados de siglo. El primer paso fue la liberalización del comercio, abriéndose la exportación a otros países. Pero el mercado europeo optará por el azúcar de remolacha, convirtiéndose los Estados Unidos en el principal cliente de los productores cubanos (en 1890 compraban más del noventa por ciento del azúcar isleño). Además, era una nación que toleraba la esclavitud, por lo que algunos criollos acariciaron la idea de la anexión, buscando mayor autonomía, menores impuestos y sus negros garantizados. Todo este sueño incongruente de una extraña república liberal esclavista se hundirá cuando los confederados pierdan la Guerra de Secesión en 1865. A partir de aquí, optaron por la vía reformista (dado que España el asunto de los esclavos no lo tocaba) para mejorar sus condiciones económicas. El rechazo del régimen de Isabel II a conceder cualquier tipo de autonomía a los propietarios cubanos arrojó a unos cuantos a las filas independentistas.

La revolución democrática de septiembre de 1868 en España —la Gloriosa— que echó a la reina del país, parecía que iba a traer por fin un estatus legal de provincia española a la isla, con la concesión de derechos civiles y abolición de la esclavitud, todo prometido por los revolucionarios. Sin embargo, a esas alturas pocos cubanos creían en las promesas de la administración española, que les había negado todo eso durante décadas. Los vientos de reforma llegan tarde: Carlos Manuel de Céspedes, un hacendado criollo, proclama la independencia cubana desde su ingenio de La Demajagua, en lo que se conoce como el Grito de Yara. Además, promete la emancipación de los esclavos que se le sumen. El primer independentismo cubano estará por tanto formado por dos sectores sociales: los negros y mulatos en busca de su liberación, y los pequeños propietarios criollos pidiendo derechos. Las guerrillas insurgentes comenzaron una feroz guerra de saqueos, sabotajes y emboscadas. El capitán general Lersundi contaba con tan solo siete mil hombres en la isla, que empleó a fondo para ahogar en sangre la revuelta, pero la rebelión crecía y los independentistas pronto controlaron las provincias Oriental y Camagüey. Justo en el peor momento posible para el flamante gobierno peninsular, que verá cómo el asunto cubano le explota en la cara.

Guerra de Cuba: embarque en el puerto de Barcelona de voluntarios catalanes en 1870, cuadro de Ramon Pedro Pijoan


Una de las reivindicaciones principales de las clases populares que se sumaron con entusiasmo a la Gloriosa, punto fuerte del programa reformista de Prim, era la supresión de las odiadas «quintas». Se trataba de levas obligatorias de reclutas que el Estado sancionaba cuando necesitaba tropas; después de décadas de guerras carlistas e intervenciones en Marruecos, Cochinchina o México, la población estaba muy cansada ya del carísimo tributo de sangre que pagaba y las diputaciones hacían todo lo posible por buscar dinero con que eximir a sus chicos del combate. Con el inicio de las hostilidades, Prim tuvo que ciscarse en su promesa y decretar una «quinta» de veinticinco mil hombres para Cuba, lo que provocó que las mujeres madrileñas salieran a protestar airadamente. Por otro lado, el nivel de motivación, eficacia y entrenamiento de esta clase de tropas era muy dudoso.

En estas circunstancias, las familias burguesas con intereses en Cuba y los negocios negreros decidieron buscarse la vida por su cuenta para acabar con la rebelión. Frontalmente opuestos a cualquier modificación del status quo, desde el Banco de la Habana movieron sus abundantes capitales. Gente como Güell, Antonio López o Colomé por parte de la burguesía catalana, o negreros como Sotolongo o Pulido formaron el «partido español» y se dedicaron a reclutar los llamados «Voluntarios del Orden» por dieciséis reales cada uno (más del doble de lo que cobraba un peón albañil). Estos batallones de grato recuerdo en toda la isla se dedicaron a combatir a los independentistas, incendiando o saqueando casas y haciendas y cometiendo todo tipo de tropelías contra los civiles «sospechosos».

Guerra de Cuba, el embarco en el puerto de Barcelona de los voluntarios catalanes en 1870, de Ramon Pedro Pijoan.

Prim veía con claridad que la solución pasaba por una mayor autonomía, otorgar la ciudadanía española y abolir la esclavitud, términos que negociaba con los Estados Unidos, siempre presionando al gobierno español. Así llegó a Cuba el general Dulce, con la misión de negociar con los sublevados y pacificar la isla. Esto no lo podía consentir de ninguna manera el «partido español» de los negreros, así que se dedicó a sabotear los esfuerzos por pactar con Céspedes —asesinato del general Arango—. Dulce salió de Cuba echando pestes de los salvajes «voluntarios españoles» que «ensuciaban la bandera» patria dejando al gobierno en una curiosa paradoja. Por una parte, deseaba aplicar en Cuba la Constitución de 1869 y convertirla en provincia, pero por otra se veía atado de pies y manos ante los intereses del lobby negrero, que a fin de cuentas estaba pagando la guerra.

En este contexto, los ministros demócratas responsables de la cartera de Ultramar, Manuel Becerra y Segismundo Moret después, intentaron sacar adelante un proyecto de ley abolicionista, que se presentó al Congreso en 1870. La ley Moret preveía la libertad de vientres (los hijos de esclavo nacían libres), así como un impuesto especial a la esclavitud, la liberación de los ancianos, de los esclavos del Estado o de aquellos que ayudaran a las tropas españolas. Era una ley escalonada, con mucho jabón para no perder apoyos de aquellos que en definitiva estaban financiando la lucha. Aun así, la oposición fue firme, destacando especialmente en su labor obstruccionista en el Parlamento los diputados Cánovas del Castillo y Romero Robledo.

Mientras todo este jaleo tenía lugar en el Congreso, los del «partido español» seguían haciendo negocietes no muy limpios aprovechándose del conflicto: Manuel Calvo, copropietario de la naviera Antonio López y Compañía continuaba con el transporte de negros. Firma que además tenía la concesión exclusiva del traslado de tropas españolas a la isla; ingreso doble para el Marqués de Comillas. Manuel Girona, director del Banco de Barcelona, recaudaba fondos para contratar «voluntarios españolistas» y con la otra mano hacía préstamos a la Diputación barcelonesa para pagar la redención de los quintos de la ciudad. Estos eran el bando de los «patriotas». Pero esto no es lo peor; en su huida hacia adelante, no se detendrán ante nada.

En diciembre de 1870 Prim fue asesinado, posiblemente por instigación del duque de Montpensier, candidato al trono que ocuparía Amadeo de Saboya y que podría ocultar intereses cubanos detrás, aunque solo sea por la curiosa coincidencia de que nada más diñarla el militar catalán, el nuevo ministro de Ultramar, Ayala, paralizó la Ley Moret. Pero con el apoyo del nuevo monarca los gobiernos no cejaron en su propósito reformista: en 1872, el gabinete de Ruiz Zorrilla insistió en presentar al Congreso otra ley abolicionista. Aquí los negreros sacaron las uñas y las carteras, afilaron sus colmillos y echaron espumarajos por la boca: por todo el país se fundaron los llamados «Círculos Hispano-Ultramarinos» (Barcelona por los Güell, Madrid por el marqués de Manzanedo, Valencia, Sevilla, Jerez, etc.), asociaciones de empresarios con intereses en Cuba que formaron una red de presión política nunca vista hasta la fecha.

Con una contumacia sin límite, se dedicaron a difundir la idea de que abolir la esclavitud era «antipatriótico», desatando una oleada de histeria vociferante a través de los periódicos que controlaban. La campaña contra el gobierno arreció; la medida era el hundimiento económico de la nación, la traición a la patria y la fractura de España. Los «Círculos» y la posterior «Liga Nacional» de productores exigía dimisiones y mano dura con un gobierno que llevaba a España al desastre, los diputados conservadores trabajaban duro en las Cortes… Este brutal acoso al Ejecutivo se cobró sus frutos: coincidiendo con un alzamiento carlista y el descontento de los federales republicanos, el rey se vino abajo ante la presión negrera y abdicó, huyendo de este país de pesadilla. En 1874 estaban íntimamente conectados con los sectores políticos que conspiraron para derribar a la I República, siendo los alfonsinos, los militares y los negreros las tres caras de una misma moneda. La pieza que amalgamaba todo era el papá de la Restauración Monárquica, Antonio Cánovas del Castillo, muy implicado en el lobby cubano; emparentado con los Sotolongo, su hermano José era director del Banco Español de Cuba y su cuñada Mercedes Tejada O’Farrill procedía de una ilustre familia negrera. Su colega político Romero Robledo estaba casado con la hija del mencionado Zulueta.

Aunque había sido ministro de Ultramar y conocía a la perfección el problema cubano, Cánovas optó por favorecer a sus amiguetes con más inmovilismo, adornado eso sí con alguna que otra reforma. Con cien mil soldados ya en la isla, el general Martínez-Campos llegó en 1876 para terminar la guerra, cosa que logró tras negociar con los rebeldes la Paz de Zanjón dos años después. Para ello tuvo que hacer concesiones reformistas: España se comprometía a otorgar a Cuba un estatus similar al de Puerto Rico, abolir la esclavitud, implantar la libertad de prensa, ayuntamientos, autorizar la formación de partidos políticos e incorporar diputados cubanos al Parlamento. Pero cuando Martínez-Campos defendió en el Congreso lo que había firmado en Zanjón, los antiabolicionistas hicieron lo de siempre y el general quedó con el culo al aire sin poder cumplir lo pactado.

Tras la Guerra Chiquita (1879-80), el independentismo se retiró a sus cuarteles de invierno y se dedicó a organizarse políticamente. En 1892 José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, cuyo objetivo era evidente. La secesión era un proceso imparable, más habida cuenta de la torpe e interesada visión de Cánovas sobre el asunto: Cuba era innegociablemente suelo español y por ello una cuestión de orden interno y no un problema internacional, ficción que mantenía a pesar de las continuas injerencias estadounidenses. No aceptaría presión o mediación alguna de otras potencias y se negaba a negociar con los rebeldes cualquier tipo de acuerdo autonomista. Así las cosas, en 1895 volvió a estallar la guerra, en plena minoría de edad de Alfonso XIII.

Asesinato de Antonio Canovas del Castillo en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), por el anarquista italiano Michele Angiolillo, 8 agosto 1897. (DP)

Al general Martínez-Campos le tocó dirigir las operaciones, y cruzó toda la isla con sus tropas, por entonces la abrumadora cifra de trescientos mil soldados desmoralizados, mal armados y en muchos casos enfermos. Pero los cubanos obtenían suministros y voluntarios de los Estados Unidos, estaban mejor preparados, altamente motivados y jugaban en casa; contraatacaron la retaguardia española con emboscadas que rápidamente se ocultaban en la manigua. Martínez-Campos se dio cuenta de que no podría ganar la guerra sin tomar medidas drásticas contra los civiles simpatizantes y dimitió. Cánovas decidió mandar entonces a un tipo hoy muy popular en Cuba, un general pequeñajo y bigotón con muy malas pulgas: Valeriano Weyler. Este pedazo de animal reagrupó a las tropas españolas y tuvo la feliz idea de dividir la isla abriendo trochas transversales de norte a sur, dotándolas de redes de torretas y blocaos que impedían el tránsito de la población. Los cubanos debían «reconcentrarse» en las áreas designadas a tal efecto. Sí, como suena, el visionario de Valeriano tiene el dudoso honor de inaugurar la infausta moda de los campos de concentración que tanto éxito tendrá en el siglo XX.

Obviamente la opinión pública internacional —sobre todo Estados Unidos— no se quedó quieta mirando. En mitad de un clima de agresivo imperialismo, con España sin un triste aliado debido a su «autismo» en política exterior y el comercio del azúcar colgando de un hilo, el gobierno del presidente McKinley pasó a decidir la intervención en la isla de una santa vez. Con fuerte apoyo de la opinión pública y una campaña de prensa que se hacía eco de los atropellos de Weyler (los reales y los inventados), los intereses económicos prevalecieron; los norteamericanos no podían permitirse más destrucciones en la isla, la paralización del comercio del azúcar y las pérdidas que conllevaba la incertidumbre en Wall Street, en vista de que España era inoperante para resolver el temita. Solo había dos finales posibles para impedir la entrada de los Estados Unidos en el conflicto y perder la isla: o se ganaba YA a guantazos (Cánovas), o se concedía YA la autonomía (Sagasta). Cánovas le puso la decisión a la regente María Cristina encima de la mesa y esta optó por la primera opción. Pero en verano de 1897 el líder conservador se tomó unas vacaciones en el balneario de Santa Águeda. Eternas, puesto que fue asesinado por un anarquista italiano, aunque de nuevo se sospecha de intereses cubanos. A Sagasta le tocó tragarse el sapo de la previsible crisis final y consumación del archifamoso desastre.


Asesinato de Antonio Canovas del Castillo en el balneario de Santa Águeda (Guipúzcoa), por el anarquista italiano Michele Angiolillo, 8 agosto 1897


La concesión de autonomía llegaba, otra vez, muy tarde. Estados Unidos tenía decidida la ocupación; en febrero de 1898 el Maine cumplía su «misión» de fabricar un casus belli estallando en el puerto de La Habana. En contra de lo que se suele creer, todos los políticos españoles eran perfectamente conscientes de que era imposible resistir a los norteamericanos y deseaban una rápida derrota lo más indolora posible. Tenían muchísimo miedo de que entregar la isla sin lucha desairase a los militares, así que perderla manu militari ante una superpotencia era una salida honrosa que no pondría al régimen de la Restauración en riesgo de caída. Los empresarios que tan furiosamente habían defendido no conceder ni el más mínimo cambio colocaron sus bienes lo mejor posible ante el previsible cambio político. La prensa y la Iglesia desataron una furibunda campaña patriotera tras la declaración de guerra de abril del 98, pero la respuesta popular no fue tan entusiasta. Al contrario, el español de a pie estaba hasta el moño de la guerra cubana, de ver a sus familiares morir o volver con enfermedades crónicas y del tremendo coste económico que soportaban; las derrotas fueron recibidas con indiferencia por la población. Tras una heroica e inútil resistencia de los famélicos campesinos de uniforme que defendían la isla, por los acuerdos de París, España reconocía a Cuba como Estado independiente, vendía a Estados Unidos las islas Filipinas por veinte millones de dólares y las Palaos, Carolinas y Marianas a Alemania por veinticinco millones de pesetas.

Tras el último acto de este drama que en definitiva padecieron en sus carnes las clases bajas españolas y cubanas, se abrió un lúgubre y desmesurado debate sobre el Desastre. Muchos políticos, intelectuales y escritores (Unamuno, Baroja, Valle-Inclán, Joaquín Costa, y un largo etcétera) hicieron gala de un pesimismo sin límites y se dedicaron a hablar en términos exagerados de la degeneración de España y de la necesidad de modernizarla, sanearla y ponerla bonita y reluciente. En el fondo la realidad no era tan fúnebre como pueda parecer: el sistema político de la Restauración sobrevivió intacto, e incluso se le dio un impulso con las reformas regeneracionistas. La crisis había comenzado mucho antes y no tenía que ver con Cuba, sino con el difícil encaje que tenían las fuerzas políticas emergentes como el obrerismo, los partidos al margen del sistema de turnos o los nacionalismos periféricos.

Cuba no fue arrebatada por los estadounidenses, sino por la avaricia inflexible de un grupo de sinvergüenzas que tenían en la isla su particular gallina de los huevos de oro, y la incapacidad de los gobiernos españoles para dar salida a las aspiraciones de unos súbditos que tampoco pedían más de lo que se disfrutaba en España o terminar con el penoso tráfico de seres humanos. ¿Los empresarios del lobby negrero? Pues después de forzar una abdicación, de estar detrás de nada menos que cuatro conflictos y posiblemente un par de magnicidios, cerraron el negocio de la trata y siguieron con sus otras actividades empresariales como si nada. A otra cosa mariposa. Mención de honor para la burguesía catalana, que tras la guerra decidió que Madrid no había hecho suficiente para defender sus intereses y se arrojó en brazos del catalanismo de la Lliga Regionalista. Nada nuevo bajo el sol.


*Tomado de Jotdown