Monday, April 7, 2025

El antiguo distrito financiero de La Habana*

Banco Metropolitano en La Habana, ex First National City Bank de Nueva York

Por Yaneli Leal

El puerto de La Habana fue durante mucho tiempo la llave de la economía de la ciudad. Vehículo de comercio fundamental, definió su desarrollo urbano, industrial y cultural. Su entorno fue el hogar de las principales compañías comercializadoras del país, de agencias de seguro y, a inicios del siglo XX, de la banca. Entonces resultaba más que conveniente instalar oficina donde se efectuaba la mayor parte de los negocios. Por lo que, a medida que la clase alta trasladaba su domicilio lejos de la vorágine del centro histórico, crecía el número de compañías que establecían allí su sede. A escala urbana esto tuvo su expresión en la sustitución de viviendas y comercios por monumentales edificios de emporios financieros. Los nuevos bancos y comercios revalorizaron el espacio colindante al puerto, perfilando aún más su carácter.

La gran inyección de capital que recibió la industria cubana al iniciar la República, multiplicó la presencia de sucursales bancarias cubanas y extranjeras, que facilitaron el crédito para poner en marcha nuevos espacios productivos y modernizar los existentes. Así empezó a crecer en altura La Habana Vieja, mucho más de la cota que habían marcado los palacetes decimonónicos.
Una buena parte de las instituciones asumieron la forma del rascacielos norteamericano y sus sistemas constructivos, mostrándose como verdaderos alcázares financieros que dominaron la ciudad. De conjunto definieron una especie de distrito entre las calles O'Reilly, Compostela, Amargura y Mercaderes, destacando la calle Aguiar como pequeño Wall Street habanero con una docena de instituciones financieras en solo cinco cuadras, entre Empedrado y Amargura.
Banco H. Upmann

El primero construido fue el banco H. Upmann (1902-1904), en la esquina de Mercaderes y Amargura. Respondía a los bancos propiedad de comerciantes que, como consecuencia natural de sus operaciones, daban crédito a sus clientes —por lo general hacendados— para la compra de los productos que ofrecían, cuyas deudas eran saldadas después de la cosecha. Otros comerciantes-banqueros fueron Narciso Gelats, quien venía de la industria naviera, y las familias Pedroso, Mendoza, Astorqui, Zaldo y Gómez Mena. En el caso del asturiano Juan Antonio Bances, fue a la inversa, provenía de la banca, instaló oficina en 1853 en Obispo 117-119, y terminó invirtiendo en la industria tabacalera con reconocidas marcas de puros. Se dice que su oficina fue la primera en sistematizar el envío de remesas hacia Asturias en el siglo XIX.

Algunos se instalaron en viviendas que remozaron como casa bancaria, otros rentaron oficinas dentro de otras sucursales y otros construyeron su propia sede, en las que no escatimaron en usar materiales modernos y lujosos, y una iconografía asociada a la función que representaban. Cada uno es expresión del crecimiento del negocio familiar expandido hacia la banca, cuyo éxito a veces conllevó la construcción de otra sede más grande y moderna. Es el caso del Banco Pedroso, cuyo primer inmueble, de 1913, es el edificio de dos plantas de Aguiar 305, entre Obispo y O’Reilly, con iconografía clásica para distinguir el poder económico, la seguridad y estabilidad de la compañía. En la década de 1950 fue sede del Banco Hispanocubano, pues el Banco Pedroso se había construido otro edificio racionalista en Aguiar y Empedrado. Con él ganaba amplitud, se actualizaba a los códigos modernos y permanecía en el centro neurálgico del comercio. En 1958, estableció una sucursal dentro del hotel Havana Hilton.

Antigua sede del Banco Pedroso


En las dos primeras décadas del siglo XX, era importante que el edificio bancario manifestara desde su fachada el poder y seguridad de la compañía. Por eso se emplearon códigos clásicos dentro de un diseño ecléctico que hizo recurrente el uso de frontones, columnas, medallones, cornucopias, etc. Incluso pueden verse arcos de triunfo conformando la fachada de la primera sede del Royal Bank of Canada (1903-1904), luego Bolsa de La Habana en Obrapía 257; y en la portada del Banco de La Habana (1915), en Cuba 314.

Todo ello unido al empleo de materiales lujosos que hacían referencia al poder económico de la institución. Fue notable la herrería de hierro forjado, los lucernarios, los pavimentos de mármol, la luminaria de bronce, los bellos mostradores de maderas preciosas y las majestuosas puertas. Las del Banco H. Upmann, por ejemplo, están elaboradas en una sola pieza de caoba, traída especialmente del Cauto.

Como este, otros bancos se integraron a la escala de la ciudad decimonónica con un diseño apaisado: la Bolsa de La Habana (1904), el Banco Gelats (1908-1910), The Trust Company of Cuba (1911-1913), el Banco de La Habana (1913-1915), el Banco Mendoza (1915) y The National City Bank of New York (1923-1925). Otros optaron por ganar en altura, beneficiándose de una mejor iluminación y ventilación y sacando provecho de las parcelas con múltiples espacios de alquiler, todo convenientemente conectado por modernos ascensores eléctricos de tecnología estadounidense. Sin embargo, crearon un desbalance a escala urbana, al no existir correspondencia entre la altura del edificio y el ancho de la calle.



Incluso estas torres asumieron la estética clasicista, haciendo énfasis en la decoración de la planta baja y del cornisamento. A manera de columna, el cuerpo central quedaba despejado, marcado por el ritmo de las ventanas. Entre estos exponentes herederos de las escuelas de Chicago y Nueva York estuvieron el Banco Nacional de Cuba (1907-1909), The Bank of Nova Scotia (1914), The Royal Bank of Canada (1917-1919), el Banco Gómez Mena (1918), el Banco de La Libertad (1918-1919), el Banco Comercial de Cuba (1918-1921) y The Canadian Bank of Commerce (1923).

Durante la primera mitad del XX, algunos bancos se refundieron pero los inmuebles siempre mantuvieron su función original. La crisis de 1920 hizo quebrar algunos como el Bances y el Banco de La Habana, antes de Zaldo y Cía. La sede de este último fue comprada por The National City Bank of New York, quien al igual que otras empresas extranjeras mantuvieron su poder financiero en una época tan difícil para la economía cubana. Este banco no solo compró el inmueble, sino que le hizo reformas, y en 1925 se construyó su casa matriz en O’Reilly entre Compostela y Aguacate, donde antes estuvo el convento Santa Catalina.



De más está decir que este movimiento económico pereció hace muchas décadas, en las que estas joyas de la arquitectura habanera han sobrevivido con distinto grado de conservación, y salvo casos excepcionales han conservado las funciones bancarias (H. Upmann, Gelats y The Trust Company). Algunas han sido adaptadas con fines muy diversos, como el Banco Pedroso, por mucho tiempo policlínico y hoy Dirección Municipal de la Vivienda y albergue; el Banco de La Habana, como Empresa de Seguros Internacionales de Cuba (ESICUBA); y el Banco Nova Scotia, actualmente Fiscalía General de la República. Otros han sido rehabilitados como instituciones culturales, como el Banco Mendoza, actual museo Numismático, y el Gómez Mena, sede del Instituto Cubano del Libro.


Por otra parte, la fiebre hotelera del grupo empresarial de la Fuerzas Armadas, GAESA, ha puesto su garra sobre antiguos colosos del centro histórico como las antiguas sedes del Banco Nacional de Cuba y el National City Bank of New York. Hoy son manifestación de un emporio bien distinto, que lamentablemente no tributa ni al desarrollo de la bahía ni de la ciudad.

*Tomado de Diario de Cuba

Friday, April 4, 2025

Félix Varela: A Latino Defender of Modern Philosophy without Neglecting his Faith*


By Vicente Medina

Few philosophers and scholars in the Anglophone world have heard of or have known about the Cuban presbyter/philosopher Félix Varela y Morales. Even those who might have come across his name in a 1997 postage stamp honoring him as part of the Great American Series collection are probably unaware of his contributions to our American culture, including his selfless commitment to helping mostly the newly arrived dispossessed members of the Irish community of New York during the nineteenth century. Varela—who crossed the Atlantic to escape from political oppression at home—engaged in a dialogue among expatriates and also among US writers and scholars, thereby contributing to the formation of an eclectic multiethnic culture.

Here, political exiles (like Varela) found a social milieu where they could freely express their iconoclastic political ideas, including criticizing and advocating against tyrannical regimes in the Americas without jeopardizing their lives or their freedom. In Varela’s case, he never went back to Cuba and died in St. Augustine, Florida, at the age of sixty-five in 1853.

Until recently, the intellectual and scholarly contributions of nineteenth century Latino/a political exiles who chose to live in the U.S. have been neglected. Fortunately, contemporary Latino/a scholars, such as Nicolás KanellosRodrigo Lazo, and Carmen E. Lamas, have engaged in an excavation project of prominent Latina/o writers who resided in the nineteenth century U.S. Accordingly, their transatlantic voices have started to be heard, and justice is beginning to be done to their substantive contributions to our culture. As a Cuban priest, philosopher, and political activist in the U.S., Varela’s voice is prominent among them.

Félix Varela y Morales was born on November 20th, 1788, in Havana, Cuba. As his leading biographer, José Ignacio Rodriguez explains, he was a polymath, priest, philosopher, pedagogue, theologian, and an elected representative of Cuba to the Spanish Cortes in 1821 who initiated a profound philosophical and pedagogical reform in nineteenth century Cuba. Varela studied at the Royal and Conciliar College and Seminary of San Carlos and San Ambrosio of Havana (henceforth, San Carlos Seminary). In the same seminary, the Bishop of Havana, Juan José Días de Espada y Fernández de Landa, appointed Varela as a young professor, encouraging him to continue reforming the teaching of philosophy and natural sciences in the light of modern philosophy and science. By embracing the modern inductive method in science and eclecticism in philosophy, his teaching in the seminary contrasted with the teaching of late scholasticism and its outmoded appeal to authority, i.e., the controversial magister dixit, at the Royal and Pontifical University of St. Jerome of Havana.

In March 1820, King Ferdinand VII of Spain was forced to restore the Constitution of 1812—the same constitution that he abrogated in 1814. There was a call to reconvene the Spanish Cortes, and Varela was elected delegate in 1821 to represent Cuba in the Cortes. However, prior to his departure, Bishop Espada asked him to establish a course on constitutional law at the San Carlos Seminary. Since this was a challenging new course having no precedent in Cuba or Latin America, there was no textbook on this subject matter. Consequently, he was asked to promptly write a textbook for it: Observaciones sobre la constitución de la monarquía española. While this was  a liberal text defending the principles of natural rights and arguing against the ills of tyrannical governments, he did not yet embrace the practice of religious tolerance, which was part of the liberal creed in the Anglophone world. Nevertheless, at the Cortes, the philosopher/priest reluctantly turned politician defended liberal projects favoring Cuba’s autonomy, promoting the recognition of the independence of American colonies from Spain, and demanded the progressive abolition of the odious practice of slavery in Cuba.

Regrettably, the Cortes were disbanded and Varela, fearing for his life, chose to look for political asylum in New York. Once in the U.S., and disenchanted with Spain’s despotic monarch, he moved to Philadelphia where in 1824 published the first three volumes of the newspaper El Habanero: Papel Poliítico, Científico y Liiterario discussing new scientific and literary developments but also promoting Cuba’s independence from Spain. Meanwhile, back in New York, he continued publishing El Habanero and translated Thomas Jefferson’s Manual of Parliamentary Procedures with his own commentaries showing his commitment to the values of American republicanism.

As vicar general for the archdiocese of New York, he founded several journals among which are The Truth Teller (1825–1855), New York Catholic Diary (1835–1836), The Catholic Observer (1836–1837), The Catholic Expository and Literary Magazine (1841–1843), and The Catholic Expositor (1843–1844), to mention only a few.  In these publications, Varela wrote essays not only defending Catholic orthodoxy, but also philosophical essays, such as his Essay on the Doctrine of Kant, and Letter of an Italian about the doctrines of Félicité de Lamennais, an influential and controversial nineteenth century French priest and philosopher who abandoned the priesthood in opposition to the Pope. Varela argued against both. According to him, Kant’s transcendental philosophy led to epistemological skepticism and pantheism. Similarly, he contended that Lamennais’s appeal to the general consent of the majority as the only criterion of truth led him to implicitly accept pantheism, too.

Varela published several works that transformed the teaching of philosophy and natural sciences in Cuba. In 1812, he published the first two volumes in Latin of his Instituciones philosophiae eclecticae  [Lectures on Eclectic Philosophy], but, for the first time, in 1813–1814, he published the third and third volumes in Spanish. In this work, he embraced the eclectic method by choosing compelling arguments independently of their provenance, thereby avoiding the anachronistic magister dixit of late scholasticism. Also, his Elenco de 1816 [Notes of 1816]he continued his anti-authoritarian argument by contending that “the Patristic Fathers have no authority on philosophical matters, and we ought to focus only on the reasons that support such matters.” In the same work, he went even further, advocating for the first time that, like men, women should be instructed in the natural sciences.

Subsequently, in 1818, Varela published his magnus opus Lecciones de filosofía in three volumes. In part II of this work, he anticipated the contemporary global debate about removing monuments built to honor vicious ideas, including those celebrating former slaveholders and tyrants. He argued that “The people would have wished to destroy by fire the monuments and statues built to honor tyrants.” In 1819, he published his Miscelánea filosófica in Cuba continuing his defense of inductivism over the Aristotelian syllogistic method, including defending a pragmatic approach similar to the one found in William James’s Pragmatism (1907). Like the American Pragmatists, he contended that no one should bother with explanations of state of affairs whose possible truth or falsity might have no practical results. If that were to be the case, the issue in question would be idle or just a philosophical curiosity.

Later he published a second edition of his Miscelánea in Madrid 1821, and a third edition in New York 1827. He worked and published an expanded edition of his Lecciones de filosofía while residing in Philadelphia in 1824. His Lecciones, like his Miscelánea, were popular not only in Cuba but elsewhere in Latin America. That explains why he revised and updated them in a third edition in 1828, a fourth edition in 1832, and a fifth (and last edition) in 1841.

While residing in New York, he published his Cartas a Elpidio [Letters to Elpidio]: the first volume was published in New York in 1835, and the second volume was published in Madrid, Spain in 1836 (and in New York in 1838). These letters were addressed to the Cuban youth, but not only to them, because he dedicated his fifth letter to religious toleration. Given the prevalent intolerant sentiment of the Protestant majority at the time in New York, Varela’s letter defending religious toleration from a Catholic perspective was innovative and courageous. He expected that his Cartas were going to have a positive impact, especially among the Cuban youth, but, unfortunately, his expectations never materialized. So disheartened was Varela about the poor reception of his Cartas on the island that, while he had planned to write a third volume, he never managed to do so. Or, if he did, it has not been found.

Varela was one of the very few, if any, nineteenth century Latino philosophers who wrote in favor of religious toleration. He defended religious tolerance as a means to maintain social peace. He understood that without social peace the evangelical work of the Church was virtually impossible to carry out. His views on religious tolerance, nonetheless, evolved over time. While teaching in the San Carlos Seminary, in his Elenco de 1816 [Notas of 1816]  sec. 52, he wrote, “against advocates of religious tolerance we defend the view that not all religions are good because the Catholic religion is the only true one.” However, when he became a political exile in the US, he developed a broad liberal view of religious toleration. He admired the broad legal tolerance existing in the US to the extent that he wrote: “I do not believe that there is any other country in which this point is observed so strictly, and this is the basis of its peacefulness.”

Varela’s change of heart about religious toleration could be seen as a result of his personal experience and his pragmatic approach, be that in philosophy, science, or politics. He understood that serving those in need was of paramount importance for him; however, without social peace that was infeasible. As a political exile living in New York in 1838, he changed his previously intolerant view for a broad liberal view of religious toleration.

Of course, having experienced the religious diversity in New York where Protestants and Catholics maintained a somewhat peaceful but tense modus vivendi, Varela recognized the virtue of religious tolerance for maintaining and even fomenting a peaceful coexistence as stated above. And yet, he was well aware that, while religious toleration was legally recognized, their modus vivendi was precarious at best. This was the case because anti-Catholic sentiment among the Protestant majority was widespread resulting at times in mob violence, such as the one that burned down St. Mary’s Church in New York City in 1831.

Like Varela, Latino philosophers, such as the Venezuelan Andrés Bello and the Argentine Juan Bautista Alberdi, displayed a virtue that oftentimes has been ignored—namely, their pragmatic eclecticism. Rather than solely focusing on philosophical speculation for its own sake, they used their philosophical skills to try to improve their societies, be they as pedagogues, politicians, and/or diplomats.

Varela’s free spirit in philosophy, science, and politics can be a role model for public intellectuals. He opposed the authoritarian practice of the magister dixit. Also, he embraced modern science and philosophy to overcome social prejudices and superstitious beliefs in society. Moreover, he advocated against the despicable practice of slavery, while being a paladin for Cuba’s and Latin American nations’ independence from Spain. At a time when women were conceived of as being unfit for higher education, he courageously recommended that they, like men, be instructed in the natural sciences. He was an advocate against despotic and tyrannical regimes, thereby favoring a republican form of government.

Given the present wave of authoritarianism at home and abroad, we can certainly learn from Varela’s argument against the controversial magister dixit in philosophy and, most importantly, from his argument against tyranny in politics. And yet, we need not forget that his faith was a source of spiritual strength and a pole star for his philosophy. As a result, he was an admirable public philosopher without neglecting his faith.


*Published at Blog of the APA

Tuesday, April 1, 2025

UMAP o Esclavitud de la Juventud.


Por Pedro Corzo

El realizador cubano Lilo Vilaplana y el incansable luchador contra el totalitarismo castrista, Reinold Rodríguez se han comprometido a llevar al cine una de las tragedias más dolorosas que ha padecido la juventud cubana, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción.
Hicieron un excelente trabajo con la película “Plantada” sin pasar por alto “Plantados”, por eso estamos seguro que esta será testimonio de inmenso valor como los anteriores.
El sadismo de la alta jerarquía del castrismo, Fidel Castro, Raúl Castro y Ernesto Che Guevara con la complicidad de todo el alto gobierno, dispusieron una trama represiva que buscaba afectar gravemente a los jóvenes que mostraban de diferentes maneras sus opiniones contrarias a la Revolución, militarizándolos en primer lugar, segundo obligando a realizar trabajos contarios a sus capacidades y tercero generando alrededor de los conscriptos una sarta de mentiras y manipulaciones con el objetivo de incapacitarlos socialmente
Los primeros y permanentes objetivos fueron la iglesia, la oposición política, la prensa libre y las actividades económicas independientes, parte de una extensa y penosa relación.
En 1960 y 61, Guevara y Raúl Castro iniciaron una persecución oficial contra las prostitutas, proxenetas y homosexuales, pero también contra todo individuo que no ocultara su rechazo al nuevo orden.
Los apresados en las redadas fueron concentrados en la península de Guanahacabibes. La versión oficial afirmaba que esas personas tenían que ser rehabilitadas y según informaciones de la época en esa región llegaron a estar recluidos más de 4000 personas de ambos sexos, todos, como denuncio en su momento un documento de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, mayo de 1963, que refiere “todo eso sin una sentencia escrita, hecho por un capitán de policía, sin procedimiento ni base legal y mucho menos constitucional.
Mientras esto ocurría las cárceles se iban abarrotando de prisioneros políticos. El paredón ensordecía y el acoso contra los que decidían abandonar el país, dio origen a los siempre presentes mítines de repudio.
En noviembre de 1963 los Castro implantaron el Servicio Militar Obligatorio, un novedoso método para encerrar la juventud. El SMO, fue otro instrumento de opresión e ideologización que debería ser profundamente estudiado.
La capacidad creativa para reprimir y controlar no se agotaba e inventaron las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP), un siniestro plan que tenia como objetivo someter a la ciudadanía.
Miles de jóvenes fueron literalmente secuestrados. Sacados de sus casas, centros de estudios y seminarios religiosos. Engañados unos y otros apresados por la policía, sin argumentos que justificaran arrestos y menos la deportación forzosa a la que fueron sometidos. Nunca fueron acusados formalmente y menos juzgados por un tribunal por espurio que este fuera.
En su mayoría estaban en edad militar, pero no eran llamados al SMO porque la dictadura los consideraba, aun mas, “desechables”. El régimen no los quería con armas. No eran confiables. Eran jóvenes desafectos que incurrían en el pecado original de no creer en el castrismo.
Los transportaron a la fuerza a campos de concentración alambrados. Vigilados por militares. Obligados a sobrevivir en una miseria extrema. Recluidos en condiciones inhumanas, obligados a trabajo forzoso en la agricultura. Les controlaban las visitas. Eran castigados con frecuencia. Golpeados por esbirros uniformados que disfrutaban el dolor que causaban. Algunos cometieron suicidio, otros asesinados por los carceleros y también hubo fusilados como el joven Alberto de la Rosa.
La UMAP duró varios años. Se calcula que al menos pasaron por sus galeras 25,000 jóvenes. Raúl Castro, su arquitecto dijo: “en el primer grupo de compañeros que han ido a formar parte de las UMAP se incluyeron algunos jóvenes que no habían tenido la mejor conducta ante la vida, jóvenes que por la mala formación e influencia del medio habían tomado una senda equivocada ante la sociedad y han sido incorporados con el fin de ayudarlos para que puedan encontrar un camino acertado que les permita incorporarse a la sociedad plenamente”.
La UMAP fue un instrumento sofisticado de represión política que en base a los prejuicios existentes pretendía desacreditar a las victimas. Decir que la UMAP se implementó para buscar la reeducación social de los reprimidos es falso, el único objetivo era destruirlos por ser contrarios al régimen, es tan absurdo e irracional como defender la dictadura de los hermanos Castro o creer que cuando desapareció la UMAP, terminó la represión, un error, porque en poco tiempo inventaron otras Brigadas como la de Columna Juvenil del Centenario.