Fermín Valdés Domínguez y José Martí |
La llegada de su íntimo amigo y
compañero de aulas, Fermín Valdés Domínguez a Madrid en 1872 --expulsado de Cuba,
como lo fue Martí el año anterior-- abrió nuevas perspectivas en la vida de Pepe
, en aquél entonces estudiante de derecho en Madrid, sin un familiar cercano,
enfermo de su región ínguino- escrotal derecha ; sin dinero y con solo 19 años
de edad.
Martí padecía de lo que modernamente los
médicos llamamos en inglés “post traumatic stress disorder”, una mezcla de síntomas
orgánicos y depresión severa después de seis meses de duros trabajos forzados
en la cantera de San Lázaro y una salida o expulsión apresurada de su patria.
Fermín quería estudiar medicina
en Zaragoza, lejos del ambiente tóxico político en que estaba sumergido Pepe en
la capital. Valdés era un niño expósito de la Beneficencia, uno de los dos
adoptados por un clérigo guatelmateco muy rico asentado en la Habana. Él ayudó
a Pepe en su traslado y matrícula a la ciudad del Ebro en mayo de 1873. Allí
permanecieron en la casa de huéspedes de Félix Sanz, en Platerías # 13, durante
año y medio, graduándose ambos en tiempo récord: Martí de Derecho Civil y
Canónico y Filosofía y Fermín como médico.
Zaragoza, la provinciana, de unos
80,000 habitantes, era culturalmente la tercera ciudad de España, con una universidad
distinguidísima, numerosos cafés -El Iberia, el Matosi- con cultas tertulias,
la tranquilidad de la Catedral de San Salvador, la Seo, donde Martí
acostumbraba a meditar y con el palco número 13 siempre
abierto a los estudiantes más pobres, dado el temor supersticioso de los zaragozanos por ese número de la mala suerte.
Catedral de Zaragoza |
Allí el duetto, aficionado al teatro, hizo
presencia continua en las obras de las compañías itinerantes de toda España en los
teatros El Principal y el López de Vega.
Fue en el intervalo de una
función, -a decir de la biografía martiana novelada de Jorge Mañach- donde los
ojos de Pepe se toparon con “una bella, blonda y distinguida señorita” como
Fermín la describió en su poesía “Ofrenda de Hermano.”
En aquellos días Martí escribió :
Para Aragón, en
España,/ Tengo yo en mi corazón/ Un lugar todo Aragón,/franco, fiero, fiel, sin
saña.
Si quiere un tonto saber/ porque lo tengo, le
digo/ que allí tuve un buen amigo,/ que allí quise a una mujer.
Se trataba de
Blanca de Montalvo. Sus padres se oponían al romance porque consideraban a los dos
americanos como “aves de paso”. Eso resultó cierto cuando a fines de 1874 ambos
escaparon a Francia y Martí dejó de escribirle a Blanquita.
Las plazas de
Zaragoza asistieron al romance escondido de los jóvenes que hizo muy feliz al
novio. Fermín decía: “Pepe sonríe como no lo había visto por largos años”.
El mismo Martí escribió a su mamá: “Cuando
termino mis clases me gusta pasear por la plaza del Mercado y llegar a la
animada calle de Platerías donde vivimos Fermín y yo. Allí no estamos lejos de
las ruinas romanas, y vivimos como en familia. Mis días en Zaragoza han sido
los más felices de mi vida estudiantil.”
Al paso de los
años ella se casó con un médico: Manuel Simeón Pastor. Blanca bautizó su primer
hijo con el nombre de José.
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