Por Roberto Alvarez Quiñones
Es cosa común que muchos comunistas, socialistas o militantes de la izquierda radical acusen a sus adversarios políticos o ideológicos de fascistas. Es el primer insulto fuerte que tienen a la mano. Nicolás Maduro y Diosdado Cabello casi a diario dicen que los opositores venezolanos son fascistas. Y así lo afirman también los medios estatales castristas.
Uno de los factores que contribuye a que exista ese “ïnsulto” es la ignorancia. Resulta sospechosamente ideológico que los académicos de todas partes y los políticos (por miedo a la izquierda, o porque son izquierdistas ellos mismos, o para conseguir sus votos si son políticos), nunca hablen del parecido asombroso que hay entre el socialismo ortodoxo (léase comunismo), como el castrismo, y el fascismo.
Se parecen como dos gotas de agua. Es lógico que los marxistas y militantes anticapitalistas y antisistema --que pululan hoy por doquier-- se nieguen a hacer esa comparación. Pero no lo es por parte del resto de la gente pensante de este mundo. Obviamente, comparar fascismo y comunismo nunca la hicieron los soviéticos, ni en Europa del Este. En la Cuba castrista jamás el tema va a ser abordado por sus think tanks.
Las enciclopedias dicen que el fascismo es una ideología política que plantea el colectivismo por encima del individualismo, coloca al Estado por encima del individuo, rechaza la democracia occidental, el libre mercado, la competencia capitalista, y suprime todos los partidos políticos excepto el fascista, encargado de construir una sociedad perfecta. ¿No es eso socialismo?
Mussolini, fundador del fascismo, fue más claro. Según el historiador César Vidal, el Duce (del latín dux, jefe) dijo en una entrevista a una periodista extranjera: "Durante toda mi vida yo fui socialista internacionalista. Cuando estalló la Gran Guerra vi que todos nuestros partidos, que eran internacionalistas, se convirtieron en socialistas nacionalistas. Eso me pasó a mí y eso es el fascismo".
O sea, el fascismo es un socialismo nacionalista. No es internacionalista, y esa es quizás la única diferencia. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Estado más interventor del mundo era el de la Unión Soviética, y el segundo era el de Italia.
El nazi era un Estado socialista
Es más, el destacado sociólogo y economista austríaco Ludwig von Mises hizo un gran aporte cuando fundamentó científicamente en su obra El socialismo (1947) que en la Alemania nazi lo que había era un Estado socialista. Von Mises aseguró que el partido nazi era "la manifestación más pura y completa del espíritu anticapitalista y socialista de nuestro tiempo".
Ciertamente, en la Alemania hitleriana la propiedad privada capitalista era una ficción. El Gobierno de Berlín, y no los propietarios privados nominales, era el que ejercía el derecho de propiedad: decidía qué se iba a producir, en qué cantidad, a quién se iba a distribuir, los precios y los salarios que se pagaban. Los dueños legales se limitaban a cobrar las pensiones del Gobierno.
El programa del Partido Nazi, "Principio Político-Económico de la Economía Comunitaria" (Volkwirtschaft), tenía como propósito "cubrir las necesidades del pueblo", y no la de lograr "una rentabilidad cada vez más alta" para el capitalista.
Es falsa la afirmación de la propaganda izquierdista de que el fascismo es una ideología de derecha. Por su propia naturaleza es socialista. Los fascistas destacaban sus programas anticapitalistas en favor de los trabajadores y los sindicatos y su odio a la democracia liberal.
En los años 20 el sociólogo italiano Luigi Sturzo consideró que el fascismo era "comunismo negro" (por las camisas negras de Mussolini) y el comunismo "fascismo rojo". En los años 40, Frederik Hayek (discípulo de Von Mises) y Zbigniew Brzezinski, demostraron la simetría ideológica, política e institucional de dichos sistemas. Hannah Arendt, politóloga alemana de origen judío, en Los orígenes del totalitarismo (1951), mostró que son hermanos gemelos.
Adoctrinamiento delirante
Los partidos fascistas y comunistas en el poder exigen absoluta obediencia de las masas y las adoctrinan en forma delirante. Estatizados los medios de comunicación y convertidos en maquinaria de propaganda, siembran en la conciencia nacional la superioridad del fascismo, o del comunismo, y exaltan al "líder supremo".
El fascismo emergió al finalizar la Primera Guerra Mundial. Aunque Italia fue uno de los aliados vencedores no recibió mucho crédito por ello. Mussolini, agitador izquierdista, se aprovechó de ello, exacerbó el resentimiento italiano e impulsó un nacionalismo revanchista que canalizó en 1919 al crear los Fasci Italiani di Combattimento, grupos armados que en 1920 pasaron a ser el Partido Nacional Fascista de Italia.
El gran sueño de Mussolini era el de resucitar el Imperio Romano. Se inspiraba en los antiguos césares. Por eso levantaba su brazo derecho para saludar, como en la Roma imperial. Hitler luego haría lo mismo.
Mussolini fue hasta 1915 el tercer líder en jerarquía del Partido Socialista Italiano, y director de su órgano propagandístico, Avanti. Sufrió prisión por su activismo socialista. Como ateo, arremetió contra la Iglesia Católica y escribió una novela anticlerical Claudia Particella, l’amante del cardinale Madruzzo (1910).
Lenin manifestó su admiración por Mussolini. Luego de crearse el Partido Comunista de Italia en 1921, le dijo en el Kremlin a Nicola Bombacci, uno de los fundadores, junto con Antonio Gramsci, de dicho partido: "En Italia solo había un socialista capaz de guiar al pueblo hacia la revolución, Benito Mussolini".
La palabra nazismo es la contracción de Nationalsozialismus, vocablo alemán que significa nacionalsocialismo. El partido nazi, fundado en 1920, tenía por nombre Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y su antecedente fue el Partido Obrero Alemán (DAP), que existió entre 1919 y 1920.
Fascistas y marxistas siembran en la población el odio a un enemigo imaginario interior o exterior, para alentar el nacionalismo, que en rigor es racista. Como afirma Mario Vargas Llosa, "si crees que pertenecer a un determinado país o nación, o a una raza, o a una religión es un privilegio, un valor en sí mismo, crees que eres superior a los demás… por eso el liberalismo desde la época de Adam Smith ha visto en el nacionalismo esa forma de colectivismo, de renuncia a la razón por un acto de fe".
Un líder supremo endiosado, y protagonismo militar
Lo primero que hizo Fidel Castro al asaltar el poder fue inventar un enemigo monstruoso y hacerle creer a los cubanos que eran más inteligentes y valientes que el resto de los latinoamericanos por construir el socialismo y enfrentarse al gigante Goliat yanqui.
Hoy, pocos cubanos saben que entre el 70% y el 80% de la economía cubana está en manos de los militares. Ni siquiera conocen el nombre de GAESA. El abrumador protagonismo de los militares en la economía es precisamente uno de los factores que identifica a un Estado fascista. El de Cuba está militarizado hasta el tuétano
En ambos sistemas totalitarios se identifica al líder supremo con la nación. El Duce (Mussolini), el Führer (Hitler), el Caudillo (Franco), el Comandante en Jefe (Fidel Castro) o el Comandante de Acero (Kim Il Sung, su hijo y su nieto) son buenos ejemplos, así como los de Hugo Chávez, Juan Domingo Perón y otros líderes populistas socialistas.
El Estado fascista, y el comunista intervienen en todos los aspectos de la vida del individuo, al que libera así de su "miedo a la libertad", al decir del psicólogo alemán Erich Fromm. No existen los derechos individuales.
No hay sitio para el individuo
No hay sitio para el individuo, que es suplantado por la entelequia abstracta de "las masas" y "el pueblo". El partido único se dedica a alienar al individuo y convertirlo en un número estadístico que solo cuenta para formar una dócil masa humana. La misma que agita banderitas en la Plaza de la Revolución en La Habana.
Como decía José Ortega y Gasset, el hombre-masa es aquel "cuya vida carece de proyectos y va a la deriva… y por eso no construye nada". O sea, ese zombie social pierde la capacidad de evaluar críticamente la realidad en que vive. Delega el ejercicio de pensar en sus líderes, que "sí saben"lo que hay que hacer.
El mariscal Hermann Goering, segundo jerarca nazi, en el juicio de Nuremberg al finalizar la Segunda Guerra Mundial, dijo que "Con voz o sin ella, al pueblo siempre se le puede llevar hasta el punto que sus dirigentes quieran. Eso es fácil".
Mussolini resumía la filosofía fascista con una frase: "Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado". Fidel Castro cubanizó y actualizó esa misma frase, que él conocía muy bien desde que era admirador de Mussolini cuando estudiaba en el Colegio de Belén: "Dentro de la revolución (léase Estado) todo, contra la revolución, nada, ningún derecho". ¿Casualidad?.
Moraleja: el castrismo y el fascismo son el mismo perro con diferente collar.
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