La reciente publicación de Enrique Del Risco, a quien a veces
me refiero como “el compañero que NO me atiende”, valga la
aclaración, resulta tan bienvenida e instructiva como esa otra obra
aludida por múltiples motivos pero, en especial, por tres razones
principales que me interesa destacar.
En primer lugar, junto al siempre novedoso tema que es la
literatura cubana publicada en el exterior sin atención a las consignas
del régimen castro comunista, nos hallamos aquí con un valioso
aporte panorámico donde se analizan perspicazmente señeras
contribuciones de variados artistas y tendencias. Asimismo, por el
poder de observación, la sagacidad y la originalidad que exhibe el
crítico al enfrentarse con las ideas comúnmente aceptadas en el
momento y ofrecerle al lector una manera diferente, mejor aún, una
nueva visión para comprender lo que tiene ante sus ojos. Una
honesta y audaz forma de percatarse de lo que nos brinda la
realidad y que, por desgracia, ha pasado desapercibida por quienes no
han podido o no han querido ver la inversa cara de la moneda, que es,
como es de esperarse, la mayoría. Por último, estas ingeniosas
exploraciones dan a conocer la atracción, la fuerza y el engaño que
ejerce el quehacer literario vis a vis las manipulaciones del
totalitarismo imperante hoy día, no solo en Cuba sino en muchos
otros lugares por igual, de ahí el subtítulo ‘Ensayos
sobre literatura y poder’.
Decíamos que el Dr. Del Risco nos regala en estas páginas
con un libro tan llamativo e instructivo como sus anteriores, y no
está de más aquí reafirmar que el que escribe y nos saluda
no necesita presentación alguna. Aparte de su muy completa
indagación en El compañero que me atiende, ahí se encuentra
su maravilloso Elogio de la brevedad: Mitos nacionales cubanos
y sus reescrituras literarias en el siglo XX, que va a servirle de
semilla fructífera para esta recopilación; también tenemos Pequeñas
resistencias, Pérdida y recuperación de la inocencia, Leve historia de
Cuba, ¿Qué pensarán de nosotros en el Japón?, V Premio
Iberoamericano Cortes de Cádiz, y su novela Turcos en la niebla, que
recibió el Vigésimo Premio Unicaja Fernando Quiñones en 2018, y que
oficialmente le confirió el espaldarazo al mundo de las letras.
Señalamos que sus trabajos son atractivos no solo por los
temas ‘no correctos’ de hoy día que acomete, políticamente
hablando, sino también por el valor y la serenidad con que
desmenuza los doblesentidos, y por lo que su labor resalta
sobre la homogénea masa circundante. Son todos esfuerzos que a la
vez nos compelan a reflexionar cualquier asunto, que proponen
una lección y que indican el camino alterno para evitar caer
en la trampa de dejar que otros piensen por nosotros y nos
conviertan así en ganado ignorante y sumiso.
Este conjunto de bien meditados y mejor escritos tratados se
abre con dos acotaciones sobre el autor frente al totalitarismo, y
la primera, del conocido escritor argelino francés, Albert Camus,
nos prepara sobre el significado de esta joya que compartimos
con Uds., ya que se refiere a la importancia y al deber del hombre de
letras, cuando precisa: “La nobleza de nuestro oficio siempre tendrá
sus raíces en dos compromisos difíciles de mantener: el rechazo a
mentir sobre lo que sabemos y la resistencia a la opresión”. O dicho
más claro aún: el que escribe siempre tiene que buscar la verdad y
poseer el valor necesario para darla a conocer bajo cualquier
circunstancia, por difícil que sea. Por supuesto, que tal aserto trae a
colación el engaño, la desconsideración, el abuso a que nos tienen
sometidos con los fake news o noticias falsas tanto la prensa como los
medios virtuales de comunicación controlada (Twitter, por ejemplo,
aunque ése ya se enderezó; Facebook, Google, etc), y la llamada
izquierda literaria, con su compromiso eterno con el totalitarismo. Se
sabe también, huelga decirlo, que un ataque frontal con la verdad no
solo es ignorado por muchos de nuestra generación hoy día sino que a
la vez será tergiversado hasta convertir al que se atreva a
enfrentárseles en derechistas, reaccionarios y hasta en nazis, de ser
necesario.
Tengamos presente que cualquier cosa es posible en literatura
con tal de que se emplee mucho mito y muchas situaciones
anacrónicas para alejarse así de la obligación de expresar la verdad,
clara y sonante, por aquellos que aspiran a beneficiarse de la mentira.
O sea, otra manera soez de tergiversar la verdad para su
conveniencia. Y ahí en primera plana tenemos lo sucedido al pobre
Camus, al héroe responsable de la literatura maqui contra la opresión
nazi, cuando se enfrentó solo pero con puro coraje a la izquierda
totalitaria de Jean Paul Sartre y compañía en su país de adopción. Y
esto es, sin lugar a dudas, en lo que se ha convertido ese noble
quehacer literario en estos tiempos plásticos en que vivimos, y de
esto, de abrirles bien los ojos a los ignorantes, los tontos útiles y a los
que no quieren pensar por sí mismos, es de lo que se trata esta
valiosa aportación de nuestro crítico. Porque una vez que nos
alejemos de la verdad y comencemos a lidiar con quimeras estamos
ya muy cerca de ignorar los muchos abusos represivos que se
cometen por doquier y que conducen, inevitables, al control de los
débiles, al totalitarismo y a la falta total de libertad. Y de esto la
segunda acotación que introduce el ya clásico Los que van a escribir te
saludan, huelga decir, viene a reforzar de manera más visual, más
plástica y más dramática la cita anterior –para eso es cubano su autor-
-, y a la vez establece la única actitud a seguir cuando estamos en
peligro de perder nuestra autonomía y, por ende, nuestra libertad
individual y artística. Hay que luchar a diario.
En breve, al lidiar con el socialismo democrático en boga
hoy día, siempre debemos recordar el conocido proverbio sobre la
consecuencia a sufrir con la rendición ante el poder del totalitarismo,
sea literario o político: “El poder corrompe. El poder absoluto
corrompe absolutamente”. Y el artista que se precia de serlo prefiere
una espantosa muerte a tener que claudicar sus ideales.
Hay, por lo tanto, machaca el profesor Del Risco en estos escritos,
no bajar la guardia, saber estar al tanto de los trucos de los que se
vale el poder para engañarnos, tener valor para siempre decir la
verdad por mucho que cueste, y, sobre todo, mucho menos
rendirse ante el totalitarismo, llámese comunismo, castrismo, o
asesinato en masa contra indefensos niños, mujeres y ancianos, como
ocurre en Ucranía (mientas escuchamos estas palabras). Este es,
en resumen, el mensaje central de este valiente y gallardo libro.
Los que van a escribir te saludan es una esmerada colección de
veinte experimentos con el único fin de inculcarnos la importancia
y la imperiosa necesidad de luchar para poder disfrutar de una
democracia, en un universo donde las irracionalidad, la
irresponsabilidad y la ñoñería están de moda. Comienza con el
aceptado origen de la literatura cubana en Espejo de paciencia y se
extiende hasta el presente con exámenes sobre Julio Cortázar,
Roberto Bolaño, Néstor Díaz de Villegas, Gleyvis Coro Montanet, y
Virgilio Piñera, entre otros.
La función del presentador de un libro, al escoger los ensayos
que desea subrayar para resaltar su valor o su mérito en detrimento
de los restantes, nunca es nada fácil de lograr, pues cada selección nos
da su clave y ofrece el por qué de su inclusión. Aun así, quisiera
discutir, someramente, algunos apuntes de ‘los cinco reconocimentos
sobre la obra de Virgilio Piñera, “la referencia más importante para las
últimas generaciones de escritores cubanos”, como lo califica nuestro
escritor, y su audaz, autónoma y solitaria posición contra las
elucubraciones del brillante José Lezama Lima y del grupo Orígenes.
Después pasaremos a discutir unas muy Interesantes y originales
narraciones de Roberto Bolaño y Julio Cortázar.
Virgilio Piñera es un buen ejemplo del escritor autónomo que
se esmera en continuar su derrotero vital sin dejarse llevar por
distracciones de ninguna clase y mucho menos por ocuparse del
camino que otros toman. En sus muchas aportaciones – tengan
presente que escribió poesía, teatro, cuentos y novela, Piñera
exploró los temas de la locura, el absurdo, la alienación con
personajes muchas veces en situaciones ridículas o grotescas y
siempre utilizando el sentido del humor.
Virgilio Piñera es el estudioso eterno de la actuación del cubano
en la historia, y, como tal, se sorprende ante las declaraciones de José
Lezama Lima y del grupo Orígenes, en especial con el mito de la
excepcionalidad, que en la opinión de otro estudioso, no es más que
un “mito compensatorio destinado a paliar el sentimiento de
inferioridad que produjo en las capas ilustradas de la isla… el retraso
en independizarse de España”.
Pero Orígenes estaba de moda, será popularísimo y por eso
añoraba levantar un edificio de mitos y de valores
nacionales que pudiesen ser comunicados a sus compatriotas a
través de una expresión común teniendo siempre presente el
modelo de Occidente. Por eso, su total aversión al paisaje local de
la isla, a la poesía vanguardista, a la poesía negrista, a la literatura
social, y al igual su admiración por un catolicismo ético y estético,
pues aunque querían evitar el modelo europeo a toda costa,
paradójicamente sí estaban muy interesados en imitar los
códigos de la fundación de la civilización occidental. Sufrían, como
especificó un observador, de la “necesidad de la creación de una
patria no geográfica, sino histórica”, y por ahí empujaron.
Por su parte, contra la posición del excelso grupo, subraya
nuestro creador, Piñera se destaca como “el más consistente
productor de un discurso diferente de lo nacional... un discurso /con/
construcciones menos rígidas, pero, por la misma razón, mucho más
complejas y representativas”. Es así que nuestro autor no subordina
lo cubano a la tradición occidental -dice-, sino más bien “usa esta
última como instrumento de sus búsquedas particulares” /y/ explora
los caminos que le ofrece la marginalidad del creador que ignora la
búsqueda de una imagen posible y se sumerge en sus circunstancias
particulares. Al mismo tiempo, pone énfasis en lo que bautiza
como “su fatídica condición insular” y opuesto a los originistas,
“reduce los emblemas de lo nacional a su expresión más sobria y
neutra”. Así lo vemos cuando declara magistral e irónicamente, y lo
cita Enrique:
Me detengo en ciertas palabras tradicionales:
El aguacero, la siesta, el cañaveral, el tabaco,
Con simple ademán, apenas si onomatopéyicamente,
titánicamente paso por encima de su música,
Y digo: el agua, el mediodía, el azúcar, el humo.
Y establece de este modo su autónoma posición y de la misma
forma reduce la retórica Origenista.
Otro estudio que merece destacarse por ser uno de
los ensayos más sagaces de esta colección y que a la vez
puntualiza las estrechas relaciones entre literatura y
poder, es Estrella distante, del chileno Roberto Bolaño, a quien
el Dr. Del Risco reconoce nada menos que como “el prosista que
dinamitó discretamente la literatura de la quimera y del mito”.
Sucede que en una de sus clases en la universidad, nuestro
profesor estaba interesado en que sus estudiantes descubriesen las
conecciones entre estética y violencia, a propósito de esa novela
mencionada. Para ello, los conmina a que se concentrasen en Carlos
Wieder y Raúl Zurita, dos de los personajes de la obra, y encontrasen
alguna posible similaridad entre ellos.
Mientras los aludidos analizan las características extremistas de
la figura de la derecha, el personaje de la izquierda literaria pasa
desapercibido por completo, aunque exhibe idénticas cualidades, y
paso seguido el escritor se lo demuestra a la clase. Como estudioso de
la literatura que es, el pedagogo comprende la atracción que ejerce el
progresismo y la novedad en mentes aún en estado de formación, y
más aún la natural inclinación del ser humano por dejarse arrastrar
por lo común y por la mayoría. Es debido a ese eslabón entre
los dos sujetos, que resulta interesante y que, además, es necesario
indicar, ha sido pasado por alto por los estudiosos de sus escritos, que
se impone el averiguar el por qué de este canto a coro repitiendo lo
trillado por mentes que se consideran inteligentes.
Enrique Del Risco comienza a seguir las declaraciones
del chileno en entrevistas a la prensa, y descubre que cada vez que el
mismo defiende el status quo de la literatura hispanoamericana
moderna se le observa “distante”, como su novela, repitiendo
consignas hueras de la izquierda literaria sin sentir el menor apego
por ellas.
Nuestro historiador, que se autodefine como poseedor de poco
sentimentalismo y de haber sido curado por igual del engaño de las
revoluciones por la experiencia[i] sufrida en su propia carne, se decide
en especial a estudiar con mucha atención las declaraciones del
novelista chileno de época reciente. Encuentra ahí declaraciones
insólitas como la siguiente, donde el novelista no solo comparte
con sus lectores parte de su técnica artística sino que por igual insinúa
el cambio que se iba efectuando en su producción artística. Lo
establece de esta forma cuando declara: “Yo cojo el mundo de la ultra
derecha, pero muchas veces, en realidad, de lo que hablo ahí es de la
izquierda. Cojo la imagen más fácil de ser caricaturizada para hablar
de otra cosa”. En otras palabras, escoge al derechista Wieder
para subrayar el mismo extremismo que en la realidad exhiben los
antagonistas de la orilla opuesta. Bolaño se refiere aquí, señala el
antólogo, “al mundo a veces heroico y muchas veces canalla de la
literatura en general… y llega a la conclusión de que las diferencias
ideológicas y políticas no son más que pura circunstancia”.
Los perseguidos, subraya, se pueden convertir en perseguidores tan
feroces como los que le precedieron”. En otras palabras, el chileno
reconoce lo que el cubano sabe muy bien, que la afiliación política no
es nada importante frente a lo decisivo que son “la intensidad de las
convicciones y el grado de escrúpulo con que se asuman”.
En fin, la intransigencia del extremismo totalitario. Y pasa a
presentar la ironía del vil asesinato del poeta Roque Dalton en El
Salvador por los criminales del Frente Farabundo Martí, que se auto
titulaban ‘poetas’.
A fin de cuentas, el relato Estrella distante está encaminado a
ajustar cuentas con el Bolaño de la primera etapa, cuando el poeta y
el guerrillero eran indistinguibles, “tiempos -como apunta Del Risco-
en que se le exigían a los hechos que se plegaran a las abstracciones
del materialismo histórico / y donde / se recetaban revoluciones para
cada malestar de la condición humana”.
Ahondando más en sus investigaciones sobre el tema de la
quimera y el mito, tanto en Bolaño como en otros autores, asunto que
ya le había llamado la atención, el investigador descubre
el abundante uso de anacronismos en la literatura hispana de la
segunda mitad del siglo XX y cómo esa literatura del“Boom” abunda
en lugares trillados. De ahí su reencuentro con ya olvidados mitos
como el del Paraíso Reencontrado, la Revolución Definitiva, el
Continente Joven y Excepcional, Desangrado y Violado
por los Vampiros Internacionales Pero Esencialmente Inocente, etc.
Es así que esta segunda etapa del escritor chileno con
publicaciones como Estrella distante, La literatura nazi en América,
Los detectives salvajes y 2666, no es otra cosa que “una cura personal
de desintoxicación” contra ese opio responsable, a fin de cuentas, de
la desaparición y muerte de toda una generacíón de jóvenes llenos de
ideales y de sueños que fueron engañados por líderes egoístas,
abusadores y malvados. El mensaje del escritor chileno va dirigido a
sus antiguos compañeros de generación con el conocimiento y el
pesar de que “toda Latinoamérica está sembrada con los huesos de
estos jóvenes olvidados”. “En sus libros -explica nuestro crítico-
deben leerse con mucho cuidado cuidado el examen del tiempo y los
sueños compartidos con toda una generación para descubrirle su
simetría invertida”.
El próximo y último estudio que vamos a discutir se titula
"Nitrógeno y mangostas: Cortázar y la Revolución cubana", muy
apropiado por tratarse por igual de otro ejemplo de las relaciones
entre la literatura y el poder. Como Uds. recordarán, al escritor belga
argentino se le reconoce por todo el mundo por sus contribuciones
estéticas del arte por el arte y había sido, por lo mismo, criticado con
frecuencia por la izquierda literaria. Ya entrado en años, Cortázar
decide visitar la popular isla de Cuba entonces, tal y como dijo “para
hablar con los amigos de la casa y hacerme una idea más clara de
algunas cosas”. Y así, ya a finales de 1966, llega a La Habana y pasa
unas cuatro semanas ahí, empapándose de los cambios efectuados
por la revolución del disparate. De regreso a París, donde reside,
escribe un breve cuento titulado “Con legítimo orgullo”, que por
razones deconocidas se excluye de la edición Alfaguara de sus Cuentos
completos. Es ahora que el novelista Del Risco, como crítico literario y
creador de poderosa imaginación que es, reconoce la oportunidad de
inmiscuirse para aclarar este relato de raíces cubanas desde dentro.
Con tal fin, introduce al ficticio erudito Julio Mestre, que puede o no
ser descendiente propietario de Valdeflores, una respetada casa
de licores de México. Así que esta narración de Cortázar se nos ha
convertido ipso facto en un llamativo teatro dentro del teatro, que si
pudiera parecer confuso a primera vista nos sirve a la vez para
reflexionar sobre el estado de ánimo de los personajes y del
investigador. El citado Mestre analiza el texto a fondo, pero por más
que se rompa la cabeza no logra comprender el por qué de la
exclusión de esta historia de los Cuentos Completos de Cortázar.
Vamos a compartir la trama con Uds, que, en breve, es la
siguiente. Cada noviembre todos los pobladores del país se entregan a
un extraño ritual, que es la recogida de hojas secas, solo que en lugar
de recogerlas directamente utilizan para ellos mangostas, luego de
rociar con anterioridad las hojas caídas con extracto de serpiente. A
los niños se les encarga de vigilar el comportamiento de las
mangostas, y, como es de esperarse, son los que más
se divierten. Los viejos están a cargo de las pistolas de aire
comprimido con las que se pulveriza la esencia de las serpientes sobre
las hojas secas. Los adultos, por último, dirigen a las mangostas,
llenan las bolsas de arpillera con las hojas secas que han recogido las
mangostas y las llevan a hombros hasta los camiones municipales.
Las serpientes se cazan en las ‘temibles’ expediciones en las
selvas del norte, donde nadie quiere ir por su cuenta y, se
sobreentiende, existe el castigo para los que dejan de cumplir con la
norma de la recolección de hojas secas, como también para los que
piden que se pulverice el extracto de serpiente con más cuidado y por
igual a los que incurren en cualquier otra falta menor, casi siempre
relacionada con el ejercicio de la critica o de la simple curiosidad.
Y, valga la aclaración, la penalidad no es siempre castigo; se trata
más bien de una costumbre tan natural como la campaña misma y a
nadie se le ocurriría protestar.
Mientras más lee, más cuenta se da Mestre de la poca crítica
que existe sobre este cuento, raro en los escritos de Cortázar, donde
todas sus narraciones son objeto del más mínimo escrutinio.
Asimismo se fija en el carácter cíclico y repetitivo de la obra –indica
Del Risco--, en el principio de orden que exhibe, en la funcionalidad
del mito, en el absurdo, en la latente ironía, la racionalización de
componente irracional, en fin, y llega a la conclusión, que se
encuentra aquí “frente a una alegoría de cierta realidad concreta,
política por más señas”.
Tampoco olvida Mestre que ya Cortázar había publicado la
narración Casa tomada, una crítica en clave a la pasividad
de la sociedad argentina ante el ascenso del peronismo y al igual le
gustaba satirizar -cito al profesor otra vez- “el empecinamiento de la
humanidad en generar ciertos rituales absurdos”.
Es así que Mestre comprende que cuando Cortázar escribe su
cuento irracional acababa de escuchar al Máximo líder, o al Fuhrer cubano,
más bien, sugerir, sin prueba alguna, que un país pequeño como Cuba
estaba al producir más nitrógeno que Francia, que a la vez era el
mayor productor del mundo.
Mestre continúa sus investigaciones revelantes y descubre el
significado simbólico y verdadero de la frase del publicista argentino a
una amiga cubana cuando comparte con ella y le escribe:“¡Qué
trabajo cuesta salir de tu país!”. No se trataba de lo bien que uno la
pasaba uno allá como creían los ilusos, sino más bien de la férrea
represión y encierro de la dictadura castrista con sus habitantes. Por
igual, comprende el interés del autor por informarse más sobre
la UMAP, o Unidades Militares de Ayuda a la Producción, ya que había
comprendido muy requete bien su función represiva como campos de
concentración.
En resumen, esta colección de ensayos literarios de Enrique
Del Risco resulta imprescindible para cualquier lector interesado en la
literatura cubana de todos los tiempos. Pone en claro el engaño inicial
y la manipulación forzosa del totalitarismo en todas sus facetas, y,
asimismo, establece a las claras la estrecha relación existente entre la
literatura, cuando deja de ser autónoma, y se convierte en un lacayo
más del poder absoluto.
Necesito, por último, destacar el nombre del filósofo Jorge
Brioso, a quien nuestro crítico le dedica esta obra, y a quien, después
de leerme su El privilegio de pensar, también recomiendo
encarecídamente a todos Uds. Muchas gracias.
Octavio de la Suarée, PhD
*Texto leído en la presentación del libro de Enrique Del Risco Los que van a escribir te saludan en la Biblioteca Pública de Union City, NJ, sábado 30 de abril, 2022, 2.00 pm.
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