¿Podría la belleza salvar el alma? Más específicamente, ¿podría la belleza literaria de un libro, salvar el alma?
El alma cuando está sola se puede marchitar. Es por lo general, lo que sucede con muchas plantas delicadas, que si no se atienden y se dejan a la más terrible soledad, pierden su belleza y hasta su sombra.
El alma si no es fuerte, si no cuenta con una esencia de gran energía espiritual, lo más probable es que sucumba ante los arrebatos irracionales del ego que la increpa, que la induce a entregarse al mundanal ruido de los oropeles. El alma entonces perdería su sombra.
Sin embargo, entre los aspectos del alma se encuentra la necesidad ineludible de amar y ser amada. Y es lo que le vale al alma para salvarse. Esto es lo que otorga un libro de relatos como El buscador de sombras de nubes, de Ivette Fuentes de la Paz. Amar la vida, estimular al lector en la potencialidad de vivir, y sentir que la vida la puede amar a ella, y de hecho, al lector, como una búsqueda incesante, recíproca, de libertad y amor, como acontecía con la Maga (de Rayuela), cuando se perdía entre las calles para cruzarse con Oliveira mediante el azar; así vivieron un tiempo en París, perdiéndose y reencontrándose por las calles de la Ciudad Luz.
El alma de esta escritora cubana está volcada en este libro de relatos en busca del lector perdido; en busca también de su sombra como identidad, porque cuando se posee sombra se tiene corporeidad; se tiene una existencia mortal que aspira a la belleza eterna de cada alma; se tiene el sentir de ser carne y de ser divino.
Este cuaderno de relatos que hoy presentamos tiene esencias del alma de Ivette Fuentes encerradas en sus 118 páginas de textos; historias compaginadas y entrelazadas por palabras gustosas, por personajes extraordinarios que van de la ternura al dolor y de este al deslumbramiento, y por sueños de historias que comienzan en este mundo y terminan en la región de lo inefable.
Leer este libro es encontrar un camino hacia el verdadero reino de uno mismo; es llegar a esa belleza interior que todos tenemos en nuestro más remoto fondo y sentir la luz; y sentir además que son las palabras las que nos llevan hacia esa Imago personal que se nos descubre en un momento que aparenta ser fugaz pero que es eterno, indeleble; el momento de la develación de nuestro ser que se abre a la vida.
Este es un libro que siempre es presente y que, por tal, es eterno; perdura ante toda época y todo cambio de estilo; ante toda oscuridad y ante toda luz porque está hecho de la luz misma que surge de lo más profundo de Ivette Fuentes. Es poesía y narrativa, y es deseo perenne de volver a empezar siempre. El que ama la pintura, amará este cuaderno porque habla de los colores del alma; esa complejísima mezcla de matices que desborda la imaginación y solo se puede sentir y no explicar. El que ama la música, amará estos cuentos porque en ellos hay un ritmo poético de marcado acento angélico, delicado marcar de sílabas, palabras que se unen a otras con el sentido de lograr la verticalidad del texto, en el que la noción del tiempo humano se difumina para dar paso al continuo de un afecto tan sonoro como la melodía misma del universo.
Todo lo que entrega este cuaderno es sensibilidad; entrega una paz inquietante, una tristeza deslumbrante y un goce de esperanza por los amores perdidos. Nos hace reivindicar nuestra dignidad como seres humanos cuando nos da el derecho a la belleza; aun cuando estemos solos sabremos que algún día alcanzaremos la sublimación del presente eterno, del sosiego magnífico, del estado inquebrantable del alma redimida. Nosotros, al leer El buscador de sombras de nubes, hallamos la posibilidad de reivindicar a personajes históricos como María Antonieta; de facilitarle al pintor la “secreta combinación” de los colores; de darle la vida a un hombre con la muerte; de que la niña, en un círculo de sombra, encuentre a su padre; de que “la planta y la mariposa sean la materia de sus recuerdos”; y, entre tantas cosas más, de darle esperanzas al “buscador de sombras de nubes que pisa el borde de su cuerpo”, y se queda solo, eterno, en la paciente espera de su luz.
*Estas palabras del autor fueron escritas para la presentación del libro de Ivette Fuentes de la Paz, El buscador de sombras de nubes y otros cuentos, en el Primer Festival Vista del Arte y la Literatura Independiente de Miami, en diciembre de 2014.
©Manuel Gayol Mecías.
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