Thursday, September 4, 2025

Entre el mito, la manipulación y los hechos, ¿quién ganó la crisis de los misiles de 1962?

 


Por Vicente Morín Aguado.

En la mañana del 28 de octubre de 1962 John F. Kennedy conversó telefónicamente con su antecesor en el cargo, el veterano general héroe de la 2da Guerra Mundial, Dwight D. Eisenhower, comunicándole detalles del intercambio de mensajes sostenidos con el mandatario soviético Nikita S. Krushov. Era el preámbulo entre norteamericanos antes de publicitar un final feliz, si consideramos las consecuencias en ciernes.

Por vez primera en casi dos siglos, los Estados Unidos quedaron expuestos a una amenaza existencial al instalarse en Cuba 42 misiles de alcance medio con ojivas nucleares a escasos 10 minutos de Washington, cuando no existían interceptores capaces ante tal capacidad agresiva.

Cuba era por tanto, el foco del problema a resolver. Finalmente la Casa Blanca logró la retirada incondicional de los cohetes. Ambos “K” implicados, Castro quedó al margen, intercambiaron decenas de mensajes vía teletipos, el gran archipiélago caribeño quedó bajo cuarentena, de hecho bloqueo naval sin declaración oficial de guerra, hubo dos incidentes que pusieron dedos en los gatillos nucleares y, finalmente, una discusión cara a cara entre representantes de ambos mandatarios.


¿Por qué afirmo incondicional? Porque los cohetes existían, eran una amenaza real y fueron retirados, en tanto la moneda de cambio: la promesa de no invadir militarmente a Cuba, era palabra dicha; adicionalmente, tal actitud estaba en plena concordancia con la política previa de John F. Kennedy respecto a como enfrentar la revolución liderada por Fidel Castro.

No obstante, Castro la armó en público y en privado al conocer el acuerdo soviético-norteamericano, reprochando a Nikita por no tenerle en cuenta ya que, según sus razonamientos, era él, era Cuba, quien corría el riesgo mayor, sujeto a la buena voluntad de su enemigo, considerando, como bien pronto sucedió, que por diversas causas el liderazgo norteamericano estaba sujeto a los vaivenes de una democracia representativa, junto a los avatares de la historia que ahora se movía a la velocidad de los aparatos cósmicos.

Había razones para apartar a Castro, un joven aventurero de 36 años, sin experiencia militar, quien incluso llegó a la osadía de aconsejar a Krushov el 26 de octubre, en carta desclasificada, iniciar el ataque nuclear. Aparte de otras consideraciones, los misiles fueron puestos por Moscú, los operaba Moscú y Moscú los retiró de igual manera. La diferencia es que llegaron en secreto, y regresaron a la vista del mundo entero.

 


La llamada operación Anádyr implicó a unos 42 mil hombres, decenas de bombarderos y aviones cazas, técnicos especializados, buques y otros medios, todo ejecutado en secreto, conformando la mayor operación militar realizada por la desaparecida URSS fuera de sus fronteras en sus siete décadas de existencia.

Al paso de los años, en especial recuerdo la conferencia internacional sobre este hecho histórico, celebrada en La Habana 40 años después, el Comandante cubano repetía un argumento contrario a las evidencias: “Fue un error soviético ejecutar el plan en secreto, nosotros insistíamos en hacer público el acuerdo soviético-cubano”- reiteraba Castro-, argumentando que el secretismo fue interpretado por la parte norteamericana como prueba del carácter ofensivo del armamento instalado en la isla.

Conociendo la reacción de Washington al descubrir las rampas de lanzamiento y demás obras militares, ¿Hubiera sido posible hacerlo proclamando de antemano semejantes planes? No obstante, consta que mientras los cohetes norteamericanos en Europa, incluso los discutidos Júpiter de Turquía que no serán olvidados en este ensayo, fueron instalados con conocimiento previo, el engaño soviético avivó el fuego naturalmente asociado a las consecuencias de semejante maniobra militar.

Antes de abordar el plato fuerte, es decir, Cuba, hablemos de los Júpiter en Asia Menor.

La génesis final del entendimiento que puso fin a la crisis de 1962 se gestó durante una conversación cara a cara entre el embajador Anatoly Dobrinin y el enviado personal de JFK, su hermano y fiscal general de los Estados Unidos, Bobby Kennedy.

Dobrinin no era un embajador cualquiera, contaba con la absoluta confianza del Kremlin, experiencia y consideración similar a la de un ministro. Al final del encuentro, el ruso envió un cablegrama a Moscú resumiendo los puntos discutidos. Bobby había sugerido encarecidamente la más rápida respuesta posible de Krushov, ofreciendo una línea telefónica confidencial a Dobrinin.

La lectura del cablegrama, ya desclasificado, habla del asunto misiles Júpiter Turquía. Lo esencial era que: EEUU, JFK, aceptaban la exigencia de retirar los cohetes de Turquía, pero debido a que esos misiles eran parte de un acuerdo con la OTAN, la solución requería entre 4 y 5 meses, bajo la condición expresa de no publicitar esta parte de lo acordado.

Sigo citando al diplomático soviético: "¿Y qué pasa con Turquía?" Le pregunté a R. Kennedy.

"Si ese es el único obstáculo para lograr la regulación que mencioné anteriormente, entonces el presidente no ve ninguna dificultad insuperable para resolver este problema", respondió R. Kennedy. "La mayor dificultad para el presidente es la discusión pública del tema de Turquía.”

Subrayo, aclarando otra de las falsas afirmaciones hechas mitos, que en esa conversación no se habló de misiles en Italia.

Respecto a Cuba, el memorando de Dobrinin dice:

“Lo más importante para nosotros", subrayó R. Kennedy, "es obtener lo antes posible el acuerdo del gobierno soviético para detener los trabajos en la construcción de las bases de misiles en Cuba y tomar medidas bajo control internacional que imposibiliten el uso de estas armas. A cambio, el gobierno de los Estados Unidos está dispuesto, además de derogar todas las medidas sobre la "cuarentena", a dar las garantías de que no habrá ninguna invasión de Cuba y que otros países del hemisferio occidental están dispuestos a dar las mismas garantías, el gobierno de los Estados Unidos está seguro de esto".



Considerando que ya era de madrugada en la capital de Rusia, 28 de octubre, la respuesta de Krushov fue rápida: Los R-12 que en apenas 10 minutos alcanzaban a Washington o Nueva York serían de inmediato desmantelados. Algunos analistas aseguran que al menos 10 de los 42 cohetes ya estaban listos para ser utilizados.

Antes de dar una respuesta de alivio a la paranoia de los estadounidenses, Kennedy conversó con Eisenhower. Ofrecemos una transcripción directa de lo hablado sobre Cuba:

Eisenhower: Por supuesto, pero señor presidente, ¿puso alguna condición? ¿en esto?

JFK: No, excepto que no vamos a invadir Cuba. Eso es lo único que tenemos ahora. Pero de ninguna manera planeamos invadir Cuba en estas condiciones. Si podemos sacarlos, [los cohetes], estaremos mucho mejor.

IKE: Estoy muy de acuerdo. Sólo me preguntaba si lo estaba intentando, sabiendo que cumpliríamos nuestra palabra, si intentaría involucrarnos en cualquier tipo de declaraciones o compromisos que finalmente, algún día, podrían ser muy embarazosos. Esto es, supongamos que comenzaran a bombardear Guantánamo

JFK: Correcto.

Eisenhower: A lo que me refiero, estoy bastante de acuerdo en que creo que es una medida muy conciliadora.

hecho. Siempre que no diga eso...

JFK: Correcto. Ah bueno estoy de acuerdo. Ah, sí, es cierto. Creo que lo que tenemos que hacer es mantener... Por eso no creo que se pueda olvidar la historia cubana. Creo que conservaremos suficiente libertad para proteger sus intereses si él…

IKE: Eso es todo lo que quiero...

JFK: -- si él, si se involucran en la subversión, si intentan realizar algún acto agresivo y así sucesivamente, entonces todas las apuestas están canceladas.

(Presidential papers. JFKPOF-TPH-41-2)

Video: https://youtu.be/0bZd-hmwGP4

Si se entiende correctamente, y este es el punto, en la mente de Kennedy, reforzada la idea por las sospechas de su veterano interlocutor, estaba el presupuesto de que Cuba debía cumplir una condición: No involucrarse en acciones subversivas que pusieran en peligro la seguridad nacional de los Estados Unidos porque en ese caso, lo acordado, la promesa hecha a Krushov, perdería su efecto, sería cancelada.

Han pasado 63 años, los lectores han de juzgar si Fidel Castro y sus sucesores actuaron tal y como JFK presuponía al darle a los soviéticos la consabida promesa de no invadir a Cuba.

Consideraciones finales:

John Fitzgerald Kennedy fue asesinado 11 meses después. Nikita Serguéievich Krushov desapareció para siempre de la escena política en 1964, en tanto Fidel Castro, su hermano Raúl y el actual gobernante designado por voluntad de este último, mandan en Cuba hasta hoy. Jamás hubo un tratado, un acuerdo formal, en los Estados Unidos requiere votación del Senado, respecto al entendimiento de octubre de 1962.

Lo que si existe es una Resolución Conjunta de ambas cámaras legislativas norteamericanas, votada en el apogeo de la crisis, antes del acuerdo, donde se decía:

“Estados Unidos estaba determinado a prevenir -por cualquier medio que fuera necesario, incluyendo el uso de armas- que el régimen marxista-leninista de Cuba extendiera, por la fuerza o la amenaza de la fuerza, sus actividades agresivas o subversivas a cualquier parte de este hemisferio, y a prevenir la creación o uso de una capacidad militar apoyada externamente en Cuba, que pudiera poner en peligro la seguridad de Estados Unidos (…)”. (United States: “Proclamation 3504. Interdiction of the Delivery of Offensive Weapons to Cuba. October 23, 1962”, AJIL, Vol. 57, Num. 2, 1963.)

Kennedy estuvo en lo cierto cuando afirmó a su antecesor en la presidencia que el único requisito efectivo era la promesa de no invadir a Cuba. Para el ex senador por Massachusetts tal promesa concordaba plenamente con sus planes respecto la historia reciente de la rebelde isla caribeña. La prueba mayor es que un año atrás negó el apoyo aéreo a la Brigada 2506 en el momento crítico de la batalla, después de llevar ventaja inicial en su enfrentamiento con las fuerzas castristas en Bahía de Cochinos.

Mas tarde Kennedy asumió la responsabilidad de los hechos, del fracaso del desembarco de abril de 1961. En octubre de 1962, era comprensible que aceptara el compromiso de no invadir militarmente a Cuba. Lo que el ejecutivo de la Casa Blanca no tuvo en cuenta es que su entendimiento era con Krushov, Fidel Castro nunca se consideró parte de tal acuerdo porque los cohetes como llegaron se fueron.

Aunque fuera justificada la exclusión del dictador cubano de tan urgentes tratativas en busca de una solución a lo que se había convertido en una crisis mundial, el hecho tuvo consecuencias que se arrastran hasta hoy.

Epílogo:

Es evidente que las posteriores administraciones norteamericanas respetaron la línea roja de no invadir a Cuba en tanto de ninguna manera, ni siquiera submarinos en tránsito, regresaran las armas nucleares a Cuba. Sin embargo, tampoco había una obligación de atarse a la promesa y menos aún, la URSS estaba en condiciones de impedir una acción militar norteamericana si llegaba la ocasión.

Esta situación alude a la llamada Doctrina Brezhnev, según la cual si un país socialista aliado de Moscú se encontraba de cualquier manera en una situación capaz de conducir al quiebre del sistema socialista, entonces, como sucedió en Checoslovaquia, Hungría o Polonia, las tropas soviéticas acudirían en consecuencia.

Corría el año 1993, Mario Vázquez Raña, empresario mexicano, propietario de El Sol de México, entrevistó al General de Ejército Raúl Castro Ruz, a la sazón Ministro de Defensa si equiparamos su cargo con similares, a la vez sucesor oficial de Fidel Castro. Copiamos la confesión hecha por quien años después asumiría la presidencia de su país.

Vísperas del año nuevo 1990, El muro de Berlín derribado, la URSS de Gorvachov en medio de serias contradicciones políticas internas, Raúl Castro arriba a Moscú con una misión secreta, confirmar qué haría la Unión Soviética en caso de una posible intervención militar norteamericana. Al efecto, el 29 de diciembre de 1989 es recibido en el Kremlin. Así se lo contó al entrevistador mexicano:

“Presta atención, Mario, la respuesta del máximo dirigente soviético fue tajante: en caso de agresión norteamericana a Cuba, nosotros no podemos combatir en Cuba afirmó textualmente, porque ustedes están a 11 mil kilómetros de nosotros y agregó: ¿Vamos a ir allá a que nos partan la cara?”

“La parte soviética nos hizo saber que no estaba en disposición de plantearle a Estados Unidos ningún tipo de advertencia en relación con Cuba, ni siquiera recordar a Washington el compromiso de (John F.) Kennedy de octubre de 1962, el cual siempre era puesto en duda por cada nueva administración yanqui.”

Lamentablemente, dentro del exilio cubano aún se deja escuchar con insistencia la versión falseada de que hubo un pacto secreto entre EEUU y la URSS que salvó a la llamada Revolución Cubana al impedir una intervención militar norteamericana. Los hechos prueban que tal pacto jamás existió, en todo caso el bien llamado “entendimiento” entre Kennedy y Krushov del 27 al 28 de octubre sin que ambos hombres de estado se dieran la mano o firmaran documento alguno.

Tampoco hubo impedimento estratégico de tipo militar capaz de frenar a los Estados Unidos, ni de frenarlo ahora, si decidieran una intervención militar en Cuba.

Fidel Castro por su parte, desconoció tener obligación alguna de colaborar ante el presupuesto de no exportar la subversión antinorteamericana, pro comunista, donde quiera que le fuera posible hacerlo, contando con el apoyo económico y militar de la desaparecida Unión Soviética. La única línea roja conservada, puede decirse que por parte de la URSS y Rusia, ha sido evitar la presencia de armas nucleares en la isla caribeña.

Por último una pregunta: ¿Quién salió ganando de la confrontación llamada Crisis de octubre de 1962?

Nicolai Leónov, Teniente General de la KGB al mando de su departamento de análisis, amigo de Raúl Castro y su biógrafo reconocido, comentó antes de morir a los 93 años que el Gran derrotado fue Estados Unidos porque «tuvo que aceptar la Revolución Cubana y comprometerse a no atacar la isla, lo que suponía reconocer su primera gran derrota en el hemisferio occidental y un gran revés para la doctrina Monroe». (Swissinfo.ch obituario. 22 abril 2022).


Leonov al centro con Raúl Castro a bordo del barco "Andrea Gritti" en 1953 meses antes del asalto al cuartel Moncada


Si valoramos los hechos durante la década del sesenta, rebajando el tono grandilocuente, el compromiso de Kennedy dio un importante respiro a Castro en sus primeros años de gobierno, no obstante, Washington alcanzó un resultado permanente de importancia estratégica:

El Nuevo Mundo, América, ha permanecido hasta hoy libre de armas nucleares. Una amenaza de 10 minutos en 1962, cuando no había sistemas efectivos de intercepción, significaba un problema existencial para el territorio conjunto que en geografía, población y economía constituye el fundamento de la gran nación estadounidense.

La retirada de los Júpiter no significó un equivalente como peligro ofensivo nuclear, incluso estos cohetes ya estaban siendo sustituidos por sistemas mejorados, Polaris primero y luego Poseidón, con la impronta de los submarinos. Además, EEUU conservó instalaciones balísticas propias y otras junto a sus aliados en la OTAN, al igual en ASIA, algo imposible de contrabalancear por la URSS o Rusia actualmente.

La decisión de La Casa Blanca en cuanto a no invadir a Cuba ha obedecido a otras razones políticas que no son parte de este breve ensayo sobre la Crisis de octubre de 1962. También está claro que la URSS antes o Rusia ahora, no defenderían a la dictadura más prolongada del hemisferio occidental en caso de un ataque norteamericano.

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