El
país azteca ha sido sitio de asilo para varios exilios: en el siglo XIX muchos
cubanos descontentos con la situación colonial en la isla vinieron para México;
pero también de otras naciones latinoamericanas acudieron a esa tierra numerosos
emigrados, algunos exiliados, como resultado de las guerras civiles y
disturbios que también trajo, junto con la independencia, la emancipación
americana. También, México fue la tierra de tránsito para exiliados que
finalmente se dirigían a Estados Unidos –entonces las ciudades más populares
eran Filadelfia (“paraíso de conspiradores latinoamericanos” lo llamó Martín
Luis Guzmán para esa época”), Boston y Nueva York.
José María Heredia |
Tres
figuras capitales marcan la presencia de Cuba en México durante el siglo XIX:
José María Heredia, José Martí y Pedro Santacilia.
José
María Heredia y Heredia (Santiago de Cuba, 31 de diciembre de 1803 – Ciudad de
México, 9 de mayo de 1839), fue el pionero de los exilios políticos cubanos en
México. Vivió aquí durante dos etapas, una primera siendo niño y acompañando a
su padre, como alto funcionario español, y otra, procedente de Estados Unidos a
donde huyó disfrazado por haberse visto involucrado en la Conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, que fue la segunda y
definitiva. De todos los países donde residió (incluida Cuba) fue en México
donde pasó la mayor parte de su vida y realizó la mayor parte de su obra, que
hoy puede considerarse binacional, tanto cubana como mexicana. Su importancia
está siendo crecientemente reconocida en su patria de adopción, de la cual,
falseando la verdad, en algún momento hasta se declaró nativo.
José
Julián Martí Pérez (La Habana, 28 de enero de 1853 – Dos Ríos, 19 de mayo de
1895) estuvo en dos ocasiones en México, pero dejó una honda huella: la
primera, de apenas tres años, en 1875, donde trabajó intensamente en varios
periódicos (Guillermo Prieto, que lo conoció a él y a Heredia, decía que “hasta
los obituarios habría redactado si lo hubieran dejado” en la Revista Universal), dictó varias
conferencias, amó y sufrió de amores, contrajo matrimonio aparentemente en el mismo sitio que Heredia (aunque muchos repiten
que fue en el santuario, en realidad fue en la casa del Canónigo del mismo,
residente en la Calle del Niño Perdido,
hoy Eje Central “Lázaro Cárdenas”), el Sagrario Metropolitano, con Carmen Zayas
Bazán y marchó con ella hacia Guatemala, embarcando en el Puerto de Acapulco,
donde disfrutó su luna de miel.
Pedro Santacilia |
Y
una figura de relativamente menor trascendencia, pero también muy importante:
Andrés Clemente Vázquez Hernández (San Julián de los Güines, 22 de noviembre de
1844 – La Habana, 23 de febrero de 1901). Este fue escritor, político, orador,
pedagogo, diplomático y de modo destacado, un gran ajedrecista, como jugador e
impulsor de ese arte deportivo. Escribió estudios históricos y diplomáticos,
varias obras sobre ajedrez y varias novelas, una de las cuales, Enriqueta Faber: ensayo de novela histórica
(1894), sobre un curioso y temprano caso de travestismo en Cuba, que al parecer
será llevada al cine próximamente.
Otro
caso es el de Ildefonso Estrada Zenea, primo del poeta fusilado en Cuba, Juan
Clemente Zenea, quien también estuvo en México, invitado por el entonces
poderoso Santacilia, quien lo empleó como Redactor (alguna fuente señala que
como director) del diario Oficial de la Federación.
Muy
interesante y poco conocido, es el caso del poeta y dramaturgo cubano Juan
Miguel Lozada, que fue el autor de uno de los himnos nacionales mexicanos que
precedieron a la elección del definitivo actual. También colaboró con la
Sociedad Patriótica de Cuba y su Comisión de Historia el 10 de agosto de 1830 (Memorias, Tomo XII. Habana, Imprenta del
Gobierno, 1841. Se asoció con el músico aventurero Nicolas-Charles Bochsa
(Montmedy, 9 de agosto de 1789 – Sidney, 6 de enero de 1856), un virtuoso del
arpa amancebado con la gran cantante inglesa Anna Bishop, para su “Marche mexicaine” que gozó de efímera
popularidad y fue considerada como una suerte de protohimno nacional mexicano.
Lozada se menciona en el Teatro del Circo su comedia en un acto “en extremo
graciosa”, “El médico chino”, concluyendo un recitativo del Liceo Artístico y
Literario, en la Sección “Revista habanera” del 1 de agosto de 1847, Compañías
de las Damas, y su “hermoso drama” “Los amantes de Granada”. Después se anuncia
la impresión de esta comedia junto con otra.[1]
Poco más se sabe de Lozada y en las historias literarias cubanas no se
encuentra su nombre.
[1] Vid. Samuel Máynez Champion, “Una probada de su propio chocolate”, Proceso, 8 de octubre de 2018.
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