Sunday, September 29, 2019

La intrahistoria olvidada*

Por María del Carmen Muzio


El libro Mujeres de la Patria de Teresa Fernández Soneira viene a llenar un vacío en torno a la participación de las cubanas en las guerras independentistas. El Volumen Uno se refiere a las involucradas en la Guerra de los Diez Años; ya fuera acompañando al esposo en la manigua, como enfermeras o participando en los distintos clubes revolucionarios.

Enjundiosa investigación, libro prologado por la también escritora Uva de Aragón, ofrece desde su inicio una visión de la mujer en el siglo XIX que contrasta con los rigores que soportarían después durante la guerra. El segundo capítulo se dedica a «las precursoras». Aquí resalta desde una figura tan olvidada, –se sabe de ella por Emilio Bacardí– pero con datos fidedignos aportados por la investigadora: Doña Guiomar de Guzmán. Le siguen Isabel de Bobadilla y la Marquesa Jústiz de Santa Ana –autora del famoso Memorial cuando la toma de La Habana por los ingleses.

Un hecho poco conocido es la donación de joyas por parte de habaneras para contribuir a la Guerra de Independencia de los Estados Unidos. Un importante acápite es el dedicado a la mujer negra, comadrona e integrante de cabildos.

Resulta imposible destacar los nombres femeninos que emergen durante las primeras conspiraciones, rescatados por la autora, entre ellas, la participación de Emilia Teurbe Tolón, así como la que pudiera ser «la primera mártir de nuestra independencia»: Marina Manresa.

Entre tantos aciertos de la investigadora es importante sobresaltar los estudios de árbol genealógico que ha logrado desentrañar de nuestras patriotas. Igualmente, para ella no existen fronteras ni prejuicios, pues cuando es necesario nos muestra a la mujer patriota con independencia de su status social. Este es el caso de Candelaria Acosta, la Cambula amante de Céspedes, y quien le cosiera la bandera enarbolada en los campos insurrectos.

Muchas páginas se dedican a las bayamesas, no sólo a Candelaria Figueredo sino también a sus hermanas, en un recorrido del álbum familiar. Asimismo este libro posee el valor de las imágenes que lo acompañan y que visualizan a nuestras patriotas, y que de la mayoría vemos sus rostros por primera vez.

Los sacrificios sufridos por Ana de Quesada en la manigua –junto al triste y controvertido episodio de la captura de Zenea– y luego en el exilio son narrados por las diferentes fuentes consultadas durante la investigación.

La historia y avatares de Luz Vázquez –la inspiradora de La Bayamesa, considerada la primera canción trovadoresca cubana– junto a sus hijas, en especial Adriana del Castillo Vázquez, son muchas de las que se pudiera escribir una novela.

El capítulo dedicado a las mujeres en la Guerra Grande se subdivide por provincias. En Oriente figura María Magdalena Cabrales Fernández, más conocida simplemente como María Cabrales, la esposa del Lugarteniente general Antonio Maceo. No obstante, en esta investigación se nos brinda una imagen poco estudiada sobre una mujer que no se limitó únicamente a ser la compañera del general sino que fue capaz de brillar por sus heroicidades.

Las hermanas Cancino Saurí representan una muestra de las familias cubanas patrióticas junto a sus hijas que no se amedrentaron. Algunas de estas heroínas continuaron luchando en la Guerra del ’95, por lo que la autora nos aclara que continúan en el Volumen Dos. Un ejemplo de ello es el epígrafe dedicado a Rosa María Castellanos Castellanos, La Bayamesa quien prestó grandes auxiliox a los mambises por su conocimiento sobre las hierbas medicinales.

En tan breve espacio es ineludible mencionar a Lucía Íñiguez, la madre del general Calixto García y las mujeres de su familia. Otro acápite importantísimo es el dedicado a la familia Grajales-Maceo. A veces creemos que de tanto escucharlo conocemos estas anécdotas; sin embargo, Teresa Fernández Soneira demuestra nuestro error. Entre ellos, la figura en la sombra, de Elena González Núñez, la esposa blanca de José Maceo. Algunos historiadores tienden a callar, o mencionar en una nota a pie de página, aquellas mujeres que se sacrificaron junto a nuestros patriotas aún sin respaldo legítimo alguno.

Aparecen epígrafes dedicados a familias completas como es el caso, entre otras, de las mujeres de la familia Grave de Peralta; Jardines y Hernández Catá; y Toro Pelegrín.

A Bernarda Toro Pelegrín se le dedica un exhaustivo estudio, y deja entonces de ser exclusivamente la Manana esposa del Generalisimo.

De la provincia camagüeyana no faltan, junto a otras ilustres patriotas –casi invisibles–Ana Betancourt y Amalia Simoni, las Varona o la poetisa Sofía Estévez. De Las Villas y Matanzas también la autora profundiza en muchas, prácticamente ignoradas, y otras no tanto, como Emilia Casanova, esposa del novelista Cirilo Villaverde. Y entre las de La Habana se visibilizan –creo por primera vez– los nombres de las madres de los estudiantes de Medicina fusilados. Fernández Soneira reflexiona en la p. 396: «¿Quiénes fueron las madres de estos estudiantes de medicina? Poco se sabe de ellas y la historia las ha olvidado. Recordemos hoy sus nombres: Manuela Madrigal, Inés Martínez, Emilia Medina Ferrara (venezolana), Francisca Perera, Rosa Pérez Román, María Luisa Piñero, Rosalía Toledo y Leonor Amoedo. ¿Cómo se habrán quedado estas mujeres al perder a sus hijos que eran inocentes? ¿Cuántas de ellas no habrán enloquecido o caído en una gran depresión al saber de la injusta sentencia del régimen español?»

De Pinar del Río es insoslayable mencionar a Isabel Rubio quien se destacara en mayor medida en la próxima guerra.

El capítulo dedicado a las poetisas de la Guerra ofrece nombres más conocidos por su obra literaria: Aurelia Castillo de González; Úrsula Céspedes de Escanaverino; Domitila García de Coronado y Mercedes Matamoros, entre otras que cultivaron en sus versos el amor patrio.

En epígrafe aparte aparecen los nombres de las asesinadas o fusiladas; otras, prisioneras en la Casa de Recogidas; y tampoco falta la breve relación de las capitanas del Ejército Libertador.
Por último, se mencionan los clubes revolucionarios femeninos en Cuba y el extranjero; los clubes secretos; las enfermeras de la guerra; y la relación de los bienes embargados por las autoridades españolas.

Al concluir, la investigadora se refiere al Pacto del Zanjón y la Guerra Chiquita: «¿Qué había sucedido en estos diez años de guerra? Luego de un inmenso sacrificio y miles de vidas perdidas, vemos como en aquellos años se forjó la nacionalidad cubana, y el pueblo adquirió una identidad. Aunque ni la Guerra de los Diez Años, ni la Guerra Chiquita trajeron la libertad y la paz a los cubanos, ya se había labrado el camino para seguir conspirando. Tanto en el extranjero como en la Isla se laboraría sin tregua para echar andar la guerra de independencia del 1895 en la que también lucharía y se distinguiría la mujer cubana».
Y con este broche cierra su extensísima y trascendental investigación sobre las patriotas en el guerra del ’68 para dejarnos ansiosos por leer su profundo estudio sobre las del ’95.

Además de los retratos, fotos familiares e imágenes varias, acompaña al texto una Cronología de la Guerra de los Diez Años y un valioso Índice onomástico.

Del Mujeres de la Patria de Teresa Fernández Soneira sólo queda por apuntar que es un libro de imprescindible consulta para aquel que quiera acercarse a la intrahistoria de nuestra Guerra de Independencia escrita por mujeres.

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María del Carmen Muzio Zarranz (La Habana, 1947). Tiene publicadas las novelas El camafeo negro (1989), Sonata para un espía (1990), La Cuarta Versión (2000) y Dios no te va a entender (2015), así como los ensayos Andrés Quimbisa (2001), María Luisa Milanés: el suicidio de una época (2005) y el libro de cuentos para niñosLos perros van al cielo (2004). Ha merecido varios galardones y reconocimientos entre los que destacan su mención en el Concurso Internacional Relato Policial, Semana Negra, Gijón, España (2002) y la del centro “Juan Marinello” por su ensayo sociocultural sobre la figura de Andrés Petit.

*Texto reproducido del blog Gaspar, El Lugareño

Friday, September 27, 2019

IVÁN PÓRTELA: MEMORIA EN EL AZOGUE DEL DESARRAIGO




Por: J. A. Albertini

Se me ha fugado un héroe

sin peto ni coraza,

una verde leyenda

 cortada a la mitad,

un poema inconcluso

con sendos hasta prontos:

uno en los corazones,

otro en la eternidad...

Tomado del poema: A IVÁN, DONDE QUIERA QUE ESTÉS.

Ivonne Martín.



24 de diciembre de 1960. Santa Clara, Cuba. El flaco y largo Ivan Pórtela y yo caminamos por las aceras de la Carretera Central que atraviesa la ciudad: Every night I hope and pray/ A dream lover will come my way/ A girls to hold in my arms/ And know the magic of her charms... Iván canturrea. Andamos el tramo comprendido entre la calles San Miguel y Paseo de la Paz. La noche es fría. Iván cubre el torso con una chaqueta plateada, de material rígido, que simula ser piel y abrocha una cremallera. Faltan dos horas para Navidad. A nuestra derecha corre el muro que, desde lo alto, se asoma al maltratado río Bélico y los vecinos de la ciudad identificamos como "el malecón sin mar". Iván había cenado temprano con su familia. En la sobremesa discute con el padre; hombre culto y periodista de profesión. Iván  defiende las ideas del, recién descubierto por él, existencialismo de Jean Paul Sartre. El padre se molesta y para enfatizar el enojo, tal y como era su costumbre, le llama por el nombre completo. Iván Alejandro Pórtela y Bonachea para de hablar sandeces y ocúpate más de tus estudios de contabilidad. Iván se ofende y para enfatizar parafrasea el título de la recién leída novela de Sartre. ¡Tanta inculta incomprensión me produce nauseas! ¿Qué has dicho bergante...? La madre interviene: ¡Por Dios!, ¿pararán de discutir...? ¡Miren que es Nochebuena...!

Los hermanos Pastora y Salvador, con la boca llena de turrón de almendras, ríen. ¿Desde cuándo eres eso existen...? No sé cómo se dice; Pastora se burla.

Me voy. ¡Imposible estar en esta casa!; Iván exclama y se incorpora de la mesa. ¿Hijo a dónde vas...? Quédate con nosotros y acompáñanos, más tarde,  a Misa de Gallo; la madre pide. Voy jugar ajedrez con José Antonio. Cuando Iván llegó a mi casa aun no estaba lista la cena. Mi abuela, además de lechón asado, siguiendo la costumbre, heredada de su madre madrileña, horneaba un pargo. El pescado se demora e Iván y yo tuvimos tiempo para una partida de ajedrez.

 Mis abuelos Luí Felipe y Marianita, lista la cena le invitan a acompañarnos y aunque reconoce que ya ha comido, haciendo gala de su apetito proverbial se nos une: Siempre estoy hambriento porque tengo una solitaria que exige mucho. A continuación, fingiendo la voz, entabla un dialogo con su hipotética lombriz solitaria. Escucharon; ella exige más alimentos. Mis hermanos Nancy y Cuquito (Luis Salvador +) enlazan una carcajada. Aunque mi hermano Cuquito ríe de buena gana, su rostro aun conserva rastros de la paliza brutal que le propinaron el pasado 11 de octubre a la salida de la iglesia del Buen Viaje. ¿Y cómo se llama tu solitaria?; Nancy, aun riendo, inquiere. Si yo soy Iván por lógico ella es Ivana.

De postre hubo turrones y dulce de cascos de naranja con queso blanco. De sobremesa mi abuela Marianita sirvió un rico vino de fruta bomba elaborado por "Cuadrado"; licorera local.

 Brindamos y mi abuelo Luis Felipe, en tono pesimista, pidió por  un mejor futuro para Cuba.

La embriaguez revolucionaria de los primeros meses del año 1959. Los juicios sumarísimos, las ejecuciones y largas condenas penitenciarias impuestas a  los llamados "esbirros" de la dictadura derrocada del general Fulgencio Batista  al menguar por falta de victimas, rápidamente cedió el paso al encarcelamiento y fusilamiento de revolucionarios que pedían el retorno de la república a la senda democrática y ponerle coto a la creciente influencia comunista, en todos los sectores del desenvolvimiento nacional.

A Nuestra derecha, cruzando el asfalto, la recientemente construida, de arquitectura moderna, iglesia presbiteriana hace tañer sus campanas eléctricas. A la siniestra, pegado al muro, el parque infantil del Club de Leones (en el presente parque de pioneros José Luis Miranda) viste de negro el follaje, a ratos rumoroso, de los arboles.

Dream lover where are you? / With a love, oh so true/ And a hand that I can hold/ To fell you near as I grow old... Iván entona con más vigor.

Qué bien suenan esas campanas eléctricas, digo. Quisiera ver cómo son. ¿Tendrán badajo...? La misma pregunta me hago; Iván responde. Hace frio, manifiesta y sube el zíper del 'jacket'.

Someday, I don't know how/ I hope she'll hear my plea/ Someway, I don't know how/ She'll bring her love to me...

Teresita Calderón la pone en su programa de las tardes. Ha sido una de las últimas canciones de música popular norteamericana que ha entrado al país. Es bonita; la canta Bobby Darin, comento sin detener el paso.

Iván me mira de soslayo. En uno de sus gestos característicos tuerce los labios en mueca que pretende ser sonrisa. José Antonio, la canto para que la disfrutes, ya no volverás a escucharla en la radio. ¿Qué dices...? Lo que oyes. Se acabó el 'sueño de amor', enfatiza con ironía triste.

Me detengo; lo interrogo con la mirada y explica: Hace unas horas el gobierno revolucionario de Fidel Castro, intervino el Gran Hotel y la emisora Radio Teatro Cloris. Al dueño Orfelio Ramos Valdés lo señalan como colaborador del régimen de Fulgencio Batista. ¿Teresita y su programa que pintan en todo eso...? No quieren escuchar más música americana. Ahora es tiempo de musicalizar los poemas 'antiimperialistas'  de Nicolás Guillen y oír al trovador Carlos Puebla.

¡Qué barbaridad!, exclamo. Desde que tomaron el poder no paran las injusticias. El 12 de octubre pasado fusilaron, mejor dicho asesinaron, en La Campana, pegado al pueblo de Manicaragua,  al presidente de la Federación Universitaria Central Porfirio (el Negro) Remberto  Ramírez, junto a Plinio Prieto, Sinesio Walsh, Ángel Rodríguez del Sol y José Palomino Colón. Y tu Iván, enfatizo, fuiste testigo de la golpiza que le dieron a mi hermano  Cuquito, el día once, del mismo mes, a la salida de una misa en la iglesia del Buen Viaje, por haber ido a pedir por la vida de los condenados. ¡Quince años tiene Cuquito!  Dos, fueron dos, compañeros de bachillerato, mayores que él, quienes cometieron el abuso; el morito Miyar y el Curro. ¡Cuánto rencor en tan breve tiempo!  

Nosotros no estamos lejos de la edad de Cuquito y si al alcance del odio planificado y dirigido por los fidelo- comunistas, Iván señala.

¿Cómo te enteraste...? ¿De qué...? De las intervenciones y la suspensión del programa de Teresita. Hoy en la tarde fui a su casa, en el barrio Macuca. Ella me lo dijo. Aun no es noticia oficial. Mañana lo será.

Las campanas eléctricas no paran de sonar y  la atmosfera de la clara noche invernal se preña con  el mensaje musical de una  paz precaria.  Iván vuelve a cantar: Dream lover until then/ I'll go to sleep and dream again/ That's the only thing to do/ 'Til all my lover's dreams come true...

Paro la marcha y le tomo de un brazo. Si tienes idea de ir a Misa de Gallo no cuentes conmigo. No me disgusta ir a misa. Soy existencialista y católico también. Pero si tienes una propuesta mejor...,  desliza con la mirada socarrona que pocas veces logra disimular. Vamos a casa de Pedro Corzo. Allí, esta noche deben estar reunidos; tomando vino, hablando y bailando, Pedro y Aquilino Álvarez Triana, 'Yayo' Pedraza, Pepe 'el  Sátiro', los hermanos Monagas, Matías Drake, Pepe 'Trinchera', Miriam Sánchez, Elvira, la hermana de Pedro, Lourdes Agüero, Violeta Zorrilla, 'Mime' Pérez,  y algunas otras muchachitas del grupo. ¿Y cómo lo sabes? Mi hermano Cuquito me lo comentó esta tarde. ¿Él iba...? Ya debe estar allá, respondí. Bueno, Paris bien vale una misa, dijo y la socarronería se hizo suspiro de agrado.

Entonces, modificamos el rumbo. Caminamos a lo largo de las aceras de la Carretera Central hasta torcer izquierda en la calle Virtudes y llegar a la vivienda identificada con el número 61, esquina a la calle Joaquín Trista. ¡Pupy, llegaron los que faltaban!, la madre de Pedro nos recibe y sonríe. Estrella, Pupy es nombre para un crio, no para el tarajalludo que tiene por hijo, Iván bromea. Para una madre los hijos siempre serán pequeños, Estrella responde, acentúa la sonrisa y su figura se nimba, por siempre, con risas juveniles y la armonía vocal del grupo argentino Los Cinco Latinos que, desde un ángulo de la sala, atrapados en un elepé que gira dentro en un tocadiscos,  eleva el canto de  Estela Raval: Siempre, quiéreme siempre/ tanto, tanto como yo a ti...

 ¡Son las doce; es Navidad!, una voz femenina advierte. Estela Raval y Los Cinco Latinos concentrados en las vueltas del elepé no se enteran que ya es Navidad; 25 de diciembre de 1960. Ellos cantan y cantan... nunca, nunca me olvides/ dime, dime que si...

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La noticia me llegó en febrero de este año 2019. A 59 años y escasos dos meses de aquella noche del 24 de diciembre de 1960, preludio de Navidad. Lo supe por el editor y amigo Juan Manuel Salvat. El poeta Iván Pórtela, había muerto en México el 13 de enero. Arribó a la nación azteca en 1964, a los 21 años de edad, como exiliado político. Allí Iván, arrastró la lejanía de la patria. Padeció carencias de toda índole pero nunca dejó de hacer poesía. Realizó estudios universitarios, tuvo un hijo y fue un reconocido, querido por colegas y alumnos, profesor de literatura, filosofía, arte y mitología. De sus 74 años de existencia, vivió 53 en México. No obstante, jamás dejo de cargar con  "La cruz de caña" y el recuerdo hiriente de Cuba. Presumo, le conocí bien, que ni la muerte pudo atenuarle el dolor del desarraigo, impuesto por falsos hermanos.

Iván se ha ido; no está. Ya no volverá a enviarme esas temperamentales cartas (me niego a llamarlas correos electrónicos) que periódicamente, desde las márgenes del lago Tenochtitlán me hacía llegar. Ya no volveré a responderle con el encabezado de "Flaco malévolo". Se ha ido sin volver a Cuba. Se fue sin  andar y desandar; desandar y andar, una vez más, las calles estrechas, a veces adoquinadas, de Santa Clara. Se fue sin llenar sus pulmones, una vez más, con el aire fétido que desprende el cauce contaminado del rio Bélico y soñar, como entonces, con Paris, el Sena, los existencialistas de post guerra e invitarme al cine Silva, a tanda de cinco de la tarde, para asistir al estreno del film francés "Adua y sus amigas". Por entonces, postrimerías de 1960,  era amigo de Dulce Arango y yo de Yolanda Consuegra. Ambas, como nosotros, eran cinéfilas. Fueron los tiempos en que la cinematografía norteamericano, salvo algunas excepciones, comenzaba a prohibirse en la Isla y las producciones  sovietices, encabezadas por "La balada del soldado", se imponían en las salas de proyección.  

Tampoco, ya están la mayoría de los que llenamos, aquella noche de Nochebuena y albor de la Navidad de 1960, la casa de Pedro Corzo. Yayo Pedraza y Pepe el Sátiro fueron engullidos por un exilio temprano (Operación Pedro Pan). Pepe Trinchera se extravió en las calles de Miami El rastro se ha perdido. ¿Habrán muerto...?. Los demás, los de aquella noche; acoso, presidio, dispersión, exilio y múltiples formas de perecer lejos del  olor a petricor que despide la tierra materna en días de lluvia.

No obstante, Iván y yo estamos. Volvemos, con memoria persistente, a estar aquella Nochebuena de 1960. Hace frio y suenan las campanas eléctricas del hermoso templo presbiteriano. Caminamos, no dejamos de andar. Iván sube la cremallera de su chaqueta plateada y canta: Dream lover where are you... Calla y siento que la distancia trata de imponerse. ¡No calles!, exijo. Canta, no pares de cantar si no la noche nos borrara de la memoria del tiempo. Responde con su clásica sonrisa socarrona y...Dream lover untill then/ I'll go to sleep and dream again/ That's the only thing to do/ 'Till all may lover's dream come true...

Wednesday, September 25, 2019

Castrismo, y fascismo, el mismo perro…


Por Roberto Alvarez Quiñones



Es cosa común que muchos comunistas, socialistas o militantes de la izquierda radical acusen a sus adversarios políticos o ideológicos de fascistas. Es el primer insulto fuerte que tienen a la mano.  Nicolás Maduro y Diosdado Cabello casi a diario dicen que los opositores venezolanos son fascistas. Y así lo afirman también los medios estatales castristas.

Uno de los factores que contribuye a que exista ese “ïnsulto” es la ignorancia. Resulta sospechosamente ideológico que los académicos de todas partes y los políticos (por miedo a la izquierda, o porque son izquierdistas ellos mismos, o para conseguir sus votos si son políticos), nunca hablen del parecido asombroso que hay entre el socialismo ortodoxo (léase comunismo),  como el castrismo, y el fascismo.

Se parecen como dos gotas de agua. Es lógico que los marxistas y militantes anticapitalistas y antisistema --que pululan hoy por doquier-- se nieguen a hacer esa comparación. Pero no lo es por parte del resto de la gente pensante de este mundo. Obviamente, comparar fascismo y comunismo nunca la hicieron los soviéticos, ni en Europa del Este. En la Cuba castrista jamás el tema va a ser abordado por sus think tanks.

Las enciclopedias dicen que el fascismo es una ideología política que plantea el colectivismo por encima del individualismo, coloca al Estado por encima del individuo, rechaza  la democracia occidental, el libre mercado, la competencia capitalista, y suprime todos los partidos políticos excepto el fascista, encargado de construir una sociedad perfecta. ¿No es eso socialismo?

Mussolini, fundador del fascismo, fue más claro. Según el historiador César Vidal, el Duce (del latín dux, jefe) dijo en una entrevista a una periodista extranjera: "Durante toda mi vida yo fui socialista internacionalista. Cuando estalló la Gran Guerra vi que todos nuestros partidos, que eran internacionalistas, se convirtieron en socialistas nacionalistas. Eso me pasó a mí y eso es el fascismo".

O sea, el fascismo es un socialismo nacionalista. No es internacionalista, y esa es quizás la única diferencia. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, el Estado más interventor del mundo era el de la Unión Soviética, y el segundo era el de Italia.

El nazi era un Estado socialista

Es más, el destacado sociólogo y economista austríaco Ludwig von Mises hizo un gran aporte cuando fundamentó científicamente en su obra El socialismo (1947) que en la Alemania nazi lo que había era un Estado socialista. Von Mises aseguró que el partido nazi era "la manifestación más pura y completa del espíritu anticapitalista y socialista de nuestro tiempo".

Ciertamente, en la Alemania hitleriana la propiedad privada capitalista era una ficción. El Gobierno de Berlín, y no los propietarios privados nominales, era el que ejercía el derecho de propiedad: decidía qué se iba a producir, en qué cantidad, a quién se iba a distribuir, los precios y los salarios que se pagaban. Los dueños legales se limitaban a cobrar las pensiones del Gobierno.

El programa del Partido Nazi, "Principio Político-Económico de la Economía Comunitaria" (Volkwirtschaft), tenía como propósito "cubrir las necesidades del pueblo", y no la de lograr "una rentabilidad cada vez más alta" para el capitalista.

Es falsa la afirmación de la propaganda izquierdista de que el fascismo es una ideología de derecha. Por su propia naturaleza es socialista. Los fascistas destacaban sus programas anticapitalistas en favor de los trabajadores y los sindicatos y su odio a la democracia liberal.

En los años 20 el sociólogo italiano Luigi Sturzo consideró que el fascismo era "comunismo negro" (por las camisas negras de Mussolini) y el comunismo "fascismo rojo". En los años 40, Frederik Hayek (discípulo de Von Mises) y Zbigniew Brzezinski, demostraron la simetría ideológica, política e institucional de dichos sistemas. Hannah Arendt, politóloga alemana de origen judío, en Los orígenes del totalitarismo (1951), mostró que son hermanos gemelos.

Adoctrinamiento delirante

Los partidos fascistas y comunistas en el poder exigen absoluta obediencia de las masas y las adoctrinan en forma delirante. Estatizados los medios de comunicación y convertidos en maquinaria de  propaganda, siembran en la conciencia nacional la superioridad del fascismo, o del comunismo, y exaltan al  "líder supremo".

El fascismo emergió al finalizar la Primera Guerra Mundial. Aunque Italia fue uno de los aliados vencedores no recibió  mucho crédito por ello. Mussolini, agitador izquierdista, se aprovechó de ello, exacerbó el resentimiento italiano e impulsó un nacionalismo revanchista que canalizó en 1919  al crear los Fasci Italiani di Combattimento, grupos armados que en 1920 pasaron a ser el Partido Nacional Fascista de Italia.

El gran sueño de Mussolini era el de resucitar el Imperio Romano. Se inspiraba en los antiguos césares. Por eso levantaba su brazo derecho para saludar, como en la Roma imperial. Hitler luego haría lo mismo.

Mussolini fue hasta 1915 el tercer líder en jerarquía del Partido Socialista Italiano, y director de su órgano propagandístico, Avanti. Sufrió prisión por su activismo socialista. Como ateo, arremetió contra la Iglesia Católica y escribió una novela anticlerical Claudia Particella, l’amante del cardinale Madruzzo (1910).

Lenin manifestó su admiración por Mussolini. Luego de crearse el Partido Comunista de Italia en 1921, le dijo en el Kremlin a Nicola Bombacci, uno de los fundadores, junto con Antonio Gramsci, de dicho partido: "En Italia solo había un socialista capaz de guiar al pueblo hacia la revolución, Benito Mussolini".

La palabra nazismo es la contracción de Nationalsozialismus, vocablo alemán que significa nacionalsocialismo. El partido nazi, fundado en 1920, tenía por nombre Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, y su antecedente fue el Partido Obrero Alemán (DAP), que existió entre 1919 y 1920.

Fascistas y marxistas siembran en la población el odio a un enemigo imaginario interior o exterior, para alentar el nacionalismo, que en rigor es racista. Como afirma Mario Vargas Llosa, "si crees que pertenecer a un determinado país o nación, o a una raza, o a una religión es un privilegio, un valor en sí mismo, crees que eres superior a los demás… por eso el liberalismo desde la época de Adam Smith ha visto en el nacionalismo esa forma de colectivismo, de renuncia a la razón por un acto de fe".

Un líder supremo endiosado, y protagonismo militar

Lo primero que hizo Fidel Castro al asaltar el poder fue inventar un enemigo monstruoso y hacerle creer a los cubanos que eran más inteligentes y valientes que el resto de los latinoamericanos por construir el socialismo y enfrentarse al gigante Goliat yanqui.

Hoy, pocos cubanos saben que entre el 70% y el 80% de la economía cubana está en manos de los militares. Ni siquiera conocen el nombre de GAESA. El abrumador protagonismo de los militares en la economía es precisamente uno de los factores que identifica a un Estado fascista. El de Cuba está militarizado hasta el tuétano

En ambos sistemas totalitarios se identifica al líder supremo con la nación. El Duce (Mussolini), el Führer (Hitler), el Caudillo (Franco), el Comandante en Jefe (Fidel Castro) o el Comandante de Acero (Kim Il Sung, su hijo y su nieto) son buenos ejemplos, así como los de Hugo Chávez, Juan Domingo Perón y otros líderes populistas socialistas.

El Estado fascista, y el comunista intervienen en todos los aspectos de la vida del individuo, al que libera así de su "miedo a la libertad", al decir del  psicólogo alemán Erich Fromm. No existen los derechos individuales.

No hay sitio para el individuo

No hay sitio para el individuo, que es suplantado por la entelequia abstracta de "las masas" y "el pueblo". El partido único se dedica a alienar al individuo y convertirlo en un número estadístico que solo cuenta para formar una dócil masa humana. La misma que agita banderitas en la Plaza de la Revolución en La Habana.

Como decía José Ortega y Gasset, el hombre-masa es aquel "cuya vida carece de proyectos y va a la deriva… y por eso no construye nada". O sea, ese zombie social pierde la capacidad de evaluar críticamente la realidad en que vive. Delega el ejercicio de pensar en sus líderes, que "sí saben"lo que hay que hacer.

El mariscal Hermann Goering, segundo jerarca nazi, en el juicio de Nuremberg al finalizar la Segunda Guerra Mundial, dijo que "Con voz o sin ella, al pueblo siempre se le puede llevar hasta el punto que sus dirigentes quieran. Eso es fácil".

Mussolini resumía la filosofía fascista con una frase:   "Todo en el Estado, nada contra el Estado, nada fuera del Estado". Fidel Castro cubanizó y actualizó esa misma frase, que él conocía muy bien desde que era admirador de Mussolini cuando estudiaba en el Colegio de Belén: "Dentro de la revolución (léase Estado) todo, contra la revolución, nada, ningún derecho". ¿Casualidad?.

Moraleja: el castrismo y el fascismo son el mismo perro con diferente collar.

Sunday, September 22, 2019

The Afro-Cuban universe of LYDIA CABRERA

Centro Cultural Cubano de Nueva York 
invites you to explore

The Afro-Cuban universe of

LYDIA CABRERA

 
On the 120th anniversary of her birth

With foremost Cabrera scholar
MARIELA GUTIERREZ
 
FRIDAY, OCTOBER 4, 2019

6:30 PM
 
COLUMBIA UNIVERSITY
School of International & Public Affairs
Conference Room 802
Amsterdam Ave. @ 118th St., NYC



FREE AND OPEN TO THE PUBLIC

Friday, September 20, 2019

JOSÉ MARTÍ Y EL ALDEANO VANIDOSO*


Por Eduardo Lolo



Cree el aldeano vanidoso que el mundo entero es su aldea, y con tal que él quede de alcalde, o le mortifique al rival que le quitó la novia, o le crezcan en la alcancía los ahorros, ya da por bueno el orden universal sin saber de los gigantes que llevan siete leguas en las botas y le pueden poner la bota encima, ni de la pelea de los cometas en el Cielo, que van por el aire dormidos engullendo mundos. Lo que quede de aldea en América ha de despertar. Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan de Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras. Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra.

José Martí

“Nuestra América” (1891)

Martí escribió “Nuestra América” en base a lo observado y vivido (más bien sufrido) en Cuba, México, Guatemala, Venezuela y unos Estados Unidos recién salidos de su última fase de expansión territorial. Según sus conclusiones, el espíritu de aldeano vano como actitud vital presente en nuestros países y la consecuente fragilidad del entramado socio-político de sus naciones en ciernes o a medio hacer, como que servía de magneto y caldo de cultivo para la intervención de cualquier poderoso foráneo aguijoneado por la codicia. Debido a la cercanía territorial, su historia reciente y las intenciones de algunos de sus políticos y aventureros contemporáneos, Martí vio a los Estados Unidos como la amenaza mayor. Y aunque dejó aclarado en el mismo ensayo que “Ni ha de suponerse, por antipatía de aldea, una maldad ingénita y fatal al pueblo rubio del continente…”, lo cierto es que no pudo prever el pronto fracaso irreversible de esos últimos representantes de la ambición imperial norteamericana. Mucho menos fue capaz de imaginar la conversión del amenazante coloso del norte en una especie de guerrero benevolente que en los siguientes cien años liberaría de diversos yugos opresores a más de una docena de países (comenzando por Cuba) sin anexarse ni una pulgada de los territorios redimidos por el valor y el sacrificio de sus hijos. Igualmente, aunque consciente del peligro de las ideas socialistas, Martí tampoco vaticinó la amenaza de lejanas potencias que germinarían luego adscritas al socialismo tales como la Alemania Nazi y la Unión Soviética, efímeros imperios ideológicamente emparentados que tuvieron a Latinoamérica en el colimador y que él no llegó a conocer. Sí creo que concluyó espantado que la condición de aldeano vanidoso no se disiparía fácilmente (de ahí su desesperado llamado) y se convertiría en una especie de síndrome histórico generalizado, lo cual podemos constatar a inicios del siglo XXI en que es posible y hasta probable que una nueva potencia emboscada en el futuro (China o un todavía inexistente Imperio Árabe, por conjeturar sólo dos ejemplos) trate de aprovecharse impunemente de la debilidad de los países-aldeas de América Latina.
Retrato de Martí por el pintor sueco Herman Norrman, único que le hicieran en vida pintado del natural

Pero en el ínterin, pigmeos que llevan siete pulgadas en las botas se las han ingeniado para ser vistos, a través del falaz cristal de aumento de la demagogia, como gigantes salvadores. Y gracias al engaño resultante se han aprovechado de la dispersión histórica inherente al síndrome del aldeano vanidoso para hacer del conjunto de aldeas mal llamado nación su propio imperio enano. De ahí la caterva perenne y grotesca de dictadores y dictadorzuelos que han mal decidido los destino de nuestros pueblos, convertidos en feudo o capellanía de populistas de toda laya desde el fin de la colonia hasta nuestros días. Martí conoció algunos de cerca, recibió sus zarpazos, tuvo que retirarse compungido al calor y la protección de la democracia norteamericana, y temió su emergencia en la república soñada que le costaría la vida.

Sus temores estaban, desgraciadamente, muy bien fundados. En Cuba el síndrome del aldeano vanidoso permea toda su historia: desde los lejanos tiempos de la colonia hasta las postrimerías del longevo castrismo. Veamos si no:

Durante el período colonial la sociedad cubana fue testigo inerte de hechos verdaderamente bochornosos. Sirvan de ejemplos el fusilamiento de un grupo de estudiantes universitarios inocentes de todo delito, o la larga condena a trabajos forzados de un adolescente y su posterior deportación por la redacción de una carta a un condiscípulo. Si la llamada Reconcentración de Weyler costó la vida por inanición a miles de campesinos (quienes fueron forzados a abandonar sus tierras y a permanecer en condiciones infrahumanas en las ciudades) fue porque en general las instituciones sociales y religiosas de la época se hicieron de la vista gorda al tiempo que en sus umbrales morían de hambre los reconcentrados. La táctica mambisa de la Tea Incendiaria (consistente en la quema intencional de cañaverales) no fue más que una patriótica reacción a la actitud mayoritaria de hacendados y dueños de ingenios azucareros que se negaban a admitir que los campos de Cuba se habían convertido en zonas de combate independentista.

Luego, con la intervención norteamericana, hasta donde tengo entendido no hubo protesta importante alguna por los ignominiosos artículos del Tratado de París que hicieron permanente el robo de medios y haciendas a los mambises, cuyas propiedades confiscadas por el gobierno colonial habían sido distribuidas entre los integristas a manera de recompensa por la lealtad o la traición de los premiados, según el caso. Hasta el empréstito concertado para licenciar a los miembros del Ejército Libertador (convertidos en poco menos que indigentes por las injustas apropiaciones señaladas) tuvo no poco políticos criollos opuestos: el aldeano desagradecido.

Durante la corta etapa republicana el espíritu de aldea se mantuvo incólume, ya que también en Cuba “la colonia continuó viviendo en la república”. Es más, fue dicha anacrónica permanencia, entre otros factores, la que propició su fin. A muy pocos importaba la corrupción de los políticos nativos que suplantaron a las autoridades coloniales españolas, con tal de que el tiburón salpicara mientras se bañaba, en aceptación cónsona con el choteo cubano indagado por Mañach. A los políticos se les dejaba hacer y deshacer (más bien lo último casi siempre) con tal de que no interfirieran con la alcancía de ahorros privada de cada cual, por lo general siempre abierta a las ‘salpicaduras’ de los ‘tiburones’ en ejercicio. La mayoría de los intelectuales emigraban asfixiados, se encerraban en una tropical ‘torre de marfil’, o se ponían al servicio del caudillo de turno a manera de “bribones inteligentes”, como calificara Martí a sus homólogos decimonónicos. El carácter popular de las revoluciones fue siempre escamoteado por los ya señalados pigmeos que llevaban botas de siete pulgadas, convertidos entonces en gigantes de artificio. Recuerdo un injustificado golpe de estado al cual se enfrentaron solamente un puñado de estudiantes valerosos, abandonados a su propia suerte hasta por el mismo Presidente constitucional por el que arriesgaban la vida. Los ejemplos son numerosos.

El advenimiento del castrismo fue una consecuencia directa del síndrome del aldeano vanidoso ‒ya endémico‒ que de la colonia pasó a la intervención norteamericana y de esta a la república. El nuevo ‘héroe redentor’, transformado en el Máximo Truhán, supo hacer de su orden el orden universal del aldeano sobre cuyos hombros se alzara, aunque después lo despachara, una vez inservible, de un puntapié. Cuando comenzaron las ‘intervenciones’ (léase incautaciones inapelables) de las compañías norteamericanas, algunos empresarios criollos como que hasta se alegraron al verse libres de tamaña competencia. Me viene a la memoria el caso de un magnate industrial que invirtió una fortuna comprando vacas de alto rendimiento lechero en el Canadá como su ‘aportación voluntaria’ a la Reforma Agraria, entonces el juguete preferido del tirano de estreno. Me imagino que con ello pretendía congraciarse con el nuevo patrón nacional y, consecuentemente, mantener su lucrativa empresa a salvo. Durante semanas estuvieron las reses abandonadas en los predios cercados con urgencia de su fábrica, en el corazón de La Habana, llenando de pestilencias el medio alrededor, pues el objeto de la onerosa dádiva no se dignaba recogerlas. Finalmente llegaron unos camiones en los cuales unos barbudos cargaron con apremio y sin cuidado los sorprendidos animales. La torpe manipulación de un personal no calificado para semejante tarea dio como resultado que algunas vacas tuvieran que ser sacrificadas de inmediato, sin importar su valor. Pero aun así supongo que el famoso empresario habrá suspirado aliviado al ver partir las costosas reses aunque fuera para el matadero (al menos los vecinos de su fábrica respiraron más a gusto), pensando que la aceptación del dispendioso presente por parte del nuevo pigmeo-agigantado-por-artimaña le garantizaba indemnidad en medio del caos. Su alivio, sin embargo, fue fugaz: poco después, sin previo aviso, al llegar una mañana a la puerta del edificio de la administración de su industria, lo esperaba un grupo de milicianos armados. El que parecía de más autoridad simplemente le pidió la llave de entrada al inmueble y, sin más explicación que su empresa había sido intervenida por la Revolución, lo mandó de vuelta a casa: en el orden particular del atrabiliario dictador emergente no había espacio para el orden universal del aldeano vanidoso
.

Así, mediantes las llamadas “reformas” ‒en realidad deformas‒ pasaron al Estado (ya convertido en señorío del Máximo Truhán) las grandes industrias y fincas agrícolas o de recreo pertenecientes a empresarios criollos. Bancos, comercios importantes, medios de prensa, centros de enseñanza, y otras empresas de envergadura fueron fácil presa de la ‘nacionalización’ a decreto de bayoneta. Pero aún así el síndrome del aldeano vanidoso no disminuyó; simplemente saltaba de un estrato social a otro, de cada peldaño de la escala económica al inferior. Dueños de propiedades y negocios de menor cuantía nunca imaginaron que les tocaría a ellos. ¿Quién podía pensar que a un Jefe de Estado le interesaría hacerse dueño de una ‘bodega’ de barrio, de un ‘conuco’ y hasta de un ‘puesto de fritas’? Pero uno a uno fueron sintiendo todos sobre el cuello el peso de la bota de siete pulgadas, que en realidad se sentía como de siete leguas por aquellos que habían duramente laborado toda una vida para levantar su hacienda ‒por muy humilde que fuese‒, perdida de un demagógico plumazo inesperado.

Un tanto igual pasó con la penalización de la homosexualidad. Las llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (más conocidas como la UMAP, por sus siglas) no eran más que inhumanos campos de concentración donde eran mantenidos prisioneros por años jóvenes varones homosexuales únicamente por su condición de tales. Hasta donde tengo entendido, las pocas instituciones no gubernamentales todavía existentes en el país tales como las iglesias y logias masónicas nada hicieron para, al menos, denunciar públicamente semejante atrocidad. Era, simplemente, un problema de ‘los mariquitas’ que algo malo tenían que haber hecho, pues ¿acaso no eran harto conocidos los homosexuales del ámbito gubernamental que permanecían libres y disfrutando, como siempre, de sus prebendas? Para el aldeano vanidoso heterosexual, la UMAP era un elemento fuera de su orden universal y, por lo tanto, del todo lejano, cuando no intrascendente.

La reacción de los aldeanos vanidosos frente a otros hechos aún más trágicos no fue diferente. Sirven de ejemplo la mudez, la ceguera y la sordera que se autoimpusieran ‒como una versión pusilánime de la conocida máxima pictórica japonesa‒ ante los crímenes de los eficientes pelotones de fusilamiento, los denominados “Pueblos Cautivos”, las cárceles atestadas de presos políticos, los infaustos llamados a filas en las “misiones internacionalistas”, etc. etc. El aldeano vanidoso, rehusándose a admitir la realidad o fingiendo desconocerla, se encerraba a cal y canto en su ridículo orden universal y, como en la historia o leyenda judía, aguardaba quedo para que la muerte pasara de largo frente a su casa, estampada por una no siempre indeleble marca de inmunidad comprada con su silencio, en la mayoría de los casos más temeroso que cómplice.

En la actualidad, imprevistas circunstancias adversas tales como la debacle económica resultante de la pérdida o disminución de los subsidios extranjeros con que parasitaba el régimen y la catálisis del involuntario cambio ejecutivo del Máximo Truhán al Mínimo Tahúr, han obligado a la gerontocracia en el poder a relajar ligeramente el dogal asfixiante con que mal ha sobrevivido el pueblo cubano por más de 5 décadas. Y de nuevo el síndrome del aldeano vanidoso anda de plácemes: un laureado dramaturgo señalaba con alegría que ya en Cuba había libertad porque podía decir que era homosexual sin que se lo llevaran preso; un zapatero remendón agradecía a la Revolución la ‘actualización del socialismo’ que le permitía ganarse unos pesos reparando los calzados raídos de sus vecinos sin tener que hacerlo en la clandestinidad; y la alta jerarquía católica rezaba por la salud del Máximo Ateo y consideraba un acto de misericordia gubernamental propiciado por la Iglesia la conmutación de penas carcelarias por el destierro forzado a algunos presos políticos, sin que el aldeano vanidoso con sotana hiciera referencia alguna a que eran reos inocentes, encarcelados durante años sin razón alguna. La larga noche del castrismo parece haber provocado en algunos la mutación del Síndrome del Aldeano en el Síndrome de Estocolmo.

Lo anterior no implica que en todas las etapas de la historia de Cuba no haya habido hombres y mujeres inmunes al síndrome del aldeano y lo hayan enfrentado con dignidad, constancia y sacrificios. Siguiendo la fórmula martiana, siempre han existido cubanos que han llevado en sí el decoro de muchos. En la etapa colonial los mambises constituyen el ejemplo máximo. En efecto, aunque siempre en franca minoría dentro de la población y atacados por integristas, anexionistas y autonomistas, los enérgicos independentistas no cejaron en su lucha redentora a pesar de saberse discriminados, marginados o simplemente ignorados por la mayoría de aldeanos vanidosos. La Colonia los despojó de todos sus bienes materiales y la Intervención Norteamericana sancionó inapelablemente el indigno pillaje; pero no pudieron hurtarles su patriotismo.

Más adelante, durante la república, no fueron pocos los que denunciaron y se enfrentaron a la corrupción, el compadrazgo y el caudillismo que a la postre ‒entre otros factores‒ diera al traste con el sistema republicano. Cierto que sus esfuerzos fueron vanos; pero no los principios que los motivaron. Sirvan de ejemplo los jóvenes estudiantes universitarios, quienes no dudaron en más de una ocasión en empuñar bisoños las armas cuando todas las puertas civiles les fueron cerradas.

Los decenios del castrismo dieron como resultado un incremento del síndrome del aldeano vanidoso, catalizado por la institucionalización de la represión y el miedo como método de (des)vida permanente. Pero, incluso en las peores circunstancias de la Historia de Cuba, siempre ha habido personas que llegaron a desarrollar una dignidad y un valor que los hicieron inmunes, retando briosos al seudogigante y sus botas de horror. Los métodos de lucha han sido diversos; el fracaso, desafortunadamente, compartido. Unos blandieron armas; otros esgrimieron ideas; miles padecieron la cárcel injusta; muchos ofrendaron sus vidas; más de un millón terminó en el exilio. Y no veo en la actualidad ni siquiera un indicio de alivio efectivo en la tensión del dogal que nos permita avizorar al menos un lejano destello de esperanza de mejora real proveniente de la monarquía gerontocrática. En Cuba, a pesar de los pronósticos halagüeños de arúspices oficialistas y nigromantes ingenuos o mercenarios, nada sustancial ha cambiado con las recientes reformas del Mínimo Tahúr. Y si algo llegara a cambiar sería, siguiendo la fórmula de Lampedusa, para que todo siga siendo igual.

Mas, aunque ni un ápice de libertad y prosperidad podemos esperar de la dinastía castrista y su séquito bufo, no todo está perdido. En medio del mar de temerosos aldeanos vanidosos de la Cuba actual, existen islas del decoro que nos salvan como pueblo. Aunque penetrados por indignos agentes gubernamentales en su papel de bribones inteligentes o víctimas de la señalada mutación de síndromes, cubanos de más recientes generaciones aportan novedosos elementos y energías a una lucha que parecía perdida. Organizados en grupos de defensores de los derechos humanos o embriones de partidos políticos democráticos, actuando como periodistas o bibliotecarios independientes, dedicando clandestinamente sus noches frente a una computadora de harapos cibernéticos como novatos ‘blogueros’ o experimentados cibernautas, lo cierto es que hoy está tan viva como siempre la resistencia al gigante de atrezo y sus herederos en la falacia. Humildes curas de pueblo que llevan sus sotanas con dignidad siguen el ejemplo de sacerdotes tales como Félix Varela y Eduardo Boza Masvidal, aunque en el intento corran el riesgo de acabar como sus modelos y de hecho tengan que terminar enfrentándose a la jerarquía eclesiástica a la cual deben obediencia.

Pero, más allá de consideraciones políticas coyunturales, el Síndrome del Aldeano Vanidoso tiene curación. Incluso me atrevo a aseverar que existe una vacuna infalible al alcance de todos: el ideario martiano. Quién sufrió toda su vida del ataque o la indiferencia de los aldeanos vanidosos de su época, supo desarrollar en su corta vida un elíxir infalible desperdigado en toda su obra. La República fracasó por lo que no tuvo de Martí. Si queremos ser totalmente inmunes a tan nefasto síndrome, hay que estudiar su obra. Verdadera y profundamente. Y hay que leer a quienes se han encargado en libertad de estudiarla, dedicándose a la interpretación, sistematización y ordenamiento de su pensamiento. Junto a las Obras Completas de José Martí deben ocupar un sitial de honor en los libreros de las casas de cada cubano los estudios martianos de Jorge Mañach, Medardo Vitier, Félix Lizazo, Roberto Agramonte, Humberto Piñera, Rosario Rexach y Carlos Ripoll, por poner los ejemplos más emblemáticos. Sus trabajos actúan como llaves para abrir de par en par las arcas martianas.

Porque es el caso que el pensamiento martiano, por su carácter imperecedero, es tan válido hoy como lo fuera ayer: Trincheras de ideas siguen valiendo más que trincheras de piedra. No podemos continuar con la colonia viviendo en la república, a las órdenes de gamonales famosos con palabras de colores aupados por petimetres prebendados, pensadores canijos y bribones inteligentes. Ya bastante hemos purgado en las tiranías nuestra incapacidad para conocer los elementos verdaderos del país. Si en una futura etapa postcastrista la república no abre los brazos a todos y adelanta con todos, muere de nuevo. Lo que quede de aldea en Cuba ha de despertar, ciertamente y para siempre. O nunca tendremos esa república con todos soñada y para el bien de todos jamás alcanzada. De nuestro horno es la hora. Y no ha de verse más que luz, más luz.





*(Tomado de la Introducción a: Eduardo Lolo, Lo que quede de aldea. Más sobre José Martí, Segunda edición. Miami: Alexandria Library, 2014.)

Thursday, September 19, 2019

CONFERENCIA MAGISTRAL DE LA DRA. MARIELA A. GUTIÉRREZ EN COLUMBIA UNIVERSITY SOBRE LYDIA CABRERA


Estimados colegas y amigos de la AHCE,
Me complace hacerles llegar una muy cordial invitación a que me acompañen el próximo 4 de octubre, 2019, en el School of International & Public Affairs (Conference Room 802) de Columbia University, situada en Amsterdam Avenue @ 118th Street, New York, N.Y., en mi conferencia titulada LYDIA CABRERA Y LA AFROCUBANÍA DE SU UNIVERSO NARRATIVO
en la ocasión del 120 aniversario del natalicio de la ilustre escritora y etnóloga cubana Lydia Cabrera.
Para más detalles véase, por favor, el documento/enlace adjunto.
Será un honor y una alegría para mí tenerlos conmigo ese día.
Les envío a todos un muy cordial saludo,
Mariela A. Gutiérrez, Ph.D.
Dr. Mariela A. Gutiérrez
Professor (Full) of Hispanic Studies
Miembro de Número, Academia Norteamericana de la Lengua Española
Miembro Correspondiente, Real Academia Española de la Lengua
Miembro Fundador del Consejo Editorial de RANLE (Revista de la Academia
Norteamericana de la Lengua Española)
Miembro del Consejo Editorial de BANLE (Boletín de la Academia
Norteamericana de la Lengua Española)
Miembro Pleno de la Academia de la Historia de Cuba
Líder Académico 2011/Profesor Huésped Distinguido 2012 y 2015, TEC de Monterrey
NACAE's Educator of the Year Award 2011
U.W. Distinguished Professor Award 2009
U.W. Award for Excellence in Research, 2006
U.W. Distinguished Teacher Award 1993
Department of Spanish & Latin American Studies
University of Waterloo
200 University Avenue West
Waterloo, Ontario, N2L-3G1
Canada