Por Eduardo Lolo
Estimado amigo Alexei:
Es un placer saber de ti. Espero que tú y los tuyos estén bien de salud. Muy interesante el artículo cuyo enlace me envías en tu más reciente Email y del cual solicitas mi opinión. Una rápida lectura del mismo me basta para percatarme que está lleno tanto de verdades como de escamoteos y datos que no pueden confirmarse. Interpreto que su objetivo es reducir la importancia del independentismo decimonónico en Cuba y empequeñecer la historia cubana de la época a una simple dicotomía de dos polos únicos, suprimiendo el resto del espectro político criollo de entonces. Es cierto que hubo cubanos integristas hasta el último momento de la etapa colonial; muchos de ellos honestos en sus convicciones; otros, verdaderos bandoleros que utilizaron su militancia en el Cuerpo de Voluntarios para seguir haciendo sus desmanes impunemente.
Los cubanos que apoyaron activamente la independencia de Cuba entre 1895 y 1898 formaban, en realidad, una minoría de la población. Pero no todos los que se mantuvieron contrarios o al margen de la gesta independentista formaban parte del movimiento integrista dominado por el Partido de Unión Constitucional. Había otras tres preferencias o actitudes históricas entre los cubanos del período: los anexionistas, los autonomistas, y los indiferentes. Estos últimos, aunque no tengo dato alguno que confirme mi conjetura, creo que constituían el conjunto mayoritario, formado por personas que no confiaban en los otros grupos en pugna o que preferían, por diversas razones (miedo, instinto de conservación, responsabilidades filiares, económicas, etc.), mantenerse fuera del ruedo de la historia. Sumados los tres (anexionistas, autonomistas e indiferentes), considero que superaban en número a integristas e independentistas.
No tengo estadística alguna que corrobore lo anterior pero un vistazo a la Cuba actual pudiera servir de punto de inferencia histórica, pues se trata del mismo país. En la Cuba de hoy los herederos del independentismo decimonónico (disidentes, opositores, periodistas independientes, etc.) forman una minoría tan ignorada por el resto de la población como los mambises del 95. Y yo diría que hasta más heroica, pues enfrentan a mano limpia, ante la pasiva mirada de los indiferentes actuales, al símil moderno (en su versión dramáticamente corregida y trágicamente aumentada) del colonialismo español: el totalitarismo castrista y su séquito. Las Brigadas de Acción Rápida son la versión fidelista de lo peor de los Voluntarios, como los Pueblos Cautivos fueron la copia de la Reconcentración de Weyler. Una nueva modalidad de anexionismo semeja algo así como la interpretación satírica de un pasaje de realismo mágico: si los EE.UU. no invaden Cuba, los cubanos “invaden” los EE.UU.; nada, que si no vienen, yo voy, en paródica versión de la anécdota de Mahoma y la montaña.
Todo lo anterior conduce a la más desvalida desesperanza como única visión de la Cuba del presente. Entre indiferentes, castristas y “anexionistas”, los nuevos mambises no tienen posibilidad alguna de triunfo más allá de la honrosa satisfacción del deber cumplido. Para quienes los reprimen o voltean la cara, no son más que románticos suicidas políticos. El contraste es bien simple: para castristas, indiferentes o neo-anexionistas no importan los medios con tal de llegar al fin; para los descendientes históricos de los mambises, el medio es tan o más importante que el fin; el decoro histórico como alabarda. De lo que puede colegirse que a España debemos mucho más que la rica lengua que heredamos y los miles de peninsulares que siguieron llegando a la Isla en tiempos de la república para enriquecerla con su sudor (entre ellos mi abuelo Baldomero Lolo). En efecto, tan importante como el idioma y el trabajo honrado de los nuevos inmigrantes iberos llegados a Cuba entre 1902 y 1959, recibimos el espíritu quijotesco que hemos logrado sobreviva, indoblegable, durante tantas décadas de escarnio dictatorial. Desde ese punto de vista, nuestra maltrecha patria sigue siendo “la siempre fiel Isla de Cuba”: semper fidelis a lo mejor y más genuino de España, que lo negativo del codicilo recibido (y cultivado con perverso esmero por malos cubanos) no ha podido (ni podrá nunca) vencer. Saludos, por Cuba siempre, de
Eduardo Lolo
Nueva York, 2 de septiembre de 2019
No comments:
Post a Comment