Los reformistas cubanos de principios del siglo XIX, encabezados por la sacarocracia criolla y la doctrina fisiocrática de Arango y Parreño, consolidaron la economía de plantación esclavista bajo la consigna «sin azúcar no hay país». Décadas más tarde, los autonomistas —y algunos anexionistas e independentistas— de finales del mismo siglo afirmaban que «sin concentración y centralización azucarera no había nación». Este cambio de enfoque revela una transformación del espíritu capitalista en la agricultura, que fundamentó la regionalización económica a través de la expansión de los Centrales azucareros, la división del trabajo entre industria y agricultura, y la creación de un mercado interno para trabajadores asalariados, arrendatarios y pequeños propietarios, formando entre 1880 y 1898 la base de la nación cubana.
El
manuscrito El azúcar de Cuba. Capitalismo, Nación y Región…, escrito
en 1992, permaneció inédito durante treinta años. Una versión limitada y
resumida fue publicada en 2015 bajo el sello Unos y Otros Ediciones, y ahora,
Ediciones Exodus presenta la versión completa, que incluye ilustraciones,
mapas, croquis cartográficos, anexos y conclusiones. En 1993, el texto fue
discutido en la sección de trabajo de la UNHIC en Granma, Bayamo, con la
historiadora Fe Iglesias, como oponente. La obra recibió una mención en el
Premio Nacional de Investigación Cultural de 1994 y, en 1999, se utilizó en
charlas en el Department of History de la
University of Florida en Gainesville.
El
análisis se desarrolla en ocho capítulos:
Capítulo I: El capitalismo en la industria y
manufactura azucarera de la región
Capítulo III: La guerra de los Diez Años
Capítulo IV: Expansión y concentración azucarera en la región
de Manzanillo
Capítulo V: Inversión de capitales y tecnología en la
industria azucarera (1880–1889)
Capítulo VI: La tierra y el sistema del colonato
Capítulo VII: Impacto de la guerra en la industria azucarera
(1895–1898) y su reconstrucción
Capítulo VIII: Origen del batey, centralización azucarera y el
poblado de Campechuela
Con
más de 200 notas y citas a pie de página, el relato y las conclusiones de esta
investigación están basados en un 80 % en fuentes documentales, bibliográficas
y periodísticas de primera mano. Entre la documentación consultada destacan los
libros talonarios del Registro de la Propiedad de Manzanillo, Bayamo y Santiago
de Cuba entre 1880 y 1898; las Antiguas Anatadurías de Hipotecas de Manzanillo
(1860-1878); los libros de Sociedades Anónimas y Comerciales de Manzanillo del
Registro de la Propiedad; los Protocolos notariales (escrituras y registros de
contratos de propiedades rústicas e ingenios centrales); las Actas Capitulares
del Cabildo de Manzanillo y cientos de legajos y expedientes de los fondos
documentales del Archivo Histórico de Santiago de Cuba.
El azúcar de Cuba. Capitalismo, Nación y Región. Centralización yconcentración azucarera en Manzanillo (1880-1898) pretende llenar el vacío positivista en la
historiografía económica cubana señalado por el historiador Juan Pérez de la
Riva en su obra inconclusa La conquista del espacio cubano. Asimismo,
se propone subrayar que el espacio conquistado por la centralización azucarera
se entrelaza con el concepto del espacio interior de mundo explorado
por Rainer María Rilke en su poema de 1914 De casi todas las cosas proviene
una invitación al contacto y en el ensayo de Gastón Bachelard La
poética del espacio.
A través de todos los
seres se extiende el único espacio:
Espacio interior de mundo. Los pájaros vuelan silenciosos
a través nuestro. Oh, yo, que quiero crecer,
miro afuera y en mí crece el árbol.
Me preocupo, y en mí está la casa.
La
expansión territorial del Central no se orienta exclusivamente hacia
el exterior, como sugiere Juan Pérez de la Riva al hablar del «batey y su
dinámica del crecimiento demográfico y territorial», sino que también se
proyecta hacia el interior, apropiándose de espacios previamente abiertos. ¿Qué
implica, en este sentido, el espacio interior como concepto poético?
El
Central no se limita a ser un complejo socioeconómico que atrae
capitales, tecnologías, obreros, arrendatarios, colonos, vías de comunicación y
tierras desde el exterior. Es, ante todo, un armazón interior que fomenta la
convivencia y actúa como un contenedor para el espacio cultural en expansión,
formando parte de la región histórica y poética en el espíritu de la nación.
Los
relatos previos sobre ingenios-centrales carecían de una profundidad
analítica y filosófica respecto a la conquista del espacio interior,
limitándose a tratar el tema desde una perspectiva socioeconómica sin abordar
el impacto existencial del Central. Esta falta de reflexión ha
impedido una comprensión completa del Central como ente en el mundo o
como estructura creadora de espacios, regiones y localidades para la
convivencia. Tal conquista ha sido fundamental en la formación de la
nacionalidad, la nación y el espacio regional.
Ramiro
Guerra, en Azúcar y abolición en las Antillas (1927), no se opuso a la
centralización azucarera, como se ha interpretado erróneamente, sino al
monocultivo y al predominio del colonato sobre otras formas de tenencia de la
tierra. En su obra autobiográfica Mudo testigo, destacó la importancia
de un mundo interior para el capital fisiocrático.
Ante
la modernidad capitalista de la gran industria, Rilke observa:
«Ruera, digo, y entonces,
estaba, era, la verdad pura, cuando el verso
me habló: a través de todos los seres se extiende el único espacio.
Todas las cosas encontré allí conjuradas a la convivencia,
todo lo existente oscilaba en su lugar, imperceptiblemente, en un mismo.»
El
estudio de la regionalización de la conquista del espacio cubano, tanto en su
versión interior como exterior, mediante la concentración y centralización
azucarera, es esencial para descifrar las razones que propiciaron la creación
de la conciencia colectiva de la Nación Cubana y la configuración sociopolítica
y espiritual de la imagen de la isla en los albores de la República
capitalista.
Treinta
años después, Alberto Lamar escribió una novela significativa, Vendaval en
los cañaverales, que muestra cómo la burguesía nacional propietaria de
centrales azucareros había perdido la noción del espacio interior de mundo,
desencadenando una crisis en el patriotismo cubano.
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