Tuesday, November 22, 2022

La Enmienda Platt ante la historia de Cuba, confrontando al antimperialismo doctrinario

A propósito de la biografía de Oswaldo Payá por David E. Hoffman.

Por: Vicente Morín Aguado.

Adelantándonos a la esperada traducción al español de Give me Liberty, The true Story of Oswaldo Payá and his daring quest for a free Cuba ̶ Simon & Schuster 2022 –, repasamos las 143 páginas iniciales, recuento de la corta vida republicana en Cuba (1902 a 1959), preámbulo necesario para comprender la llegada al poder de Fidel Castro y las posteriores motivaciones del emblemático opositor a la dictadura más larga en la historia de Occidente.


Payá recibió en 2002 el premio Sajárov del Parlamento Europeo, encontrando la muerte una década después en oscuras circunstancias que el gobierno sucesivo de los dos hermanos Castro se ha negado a esclarecer.

El texto introductorio resulta un buen ejemplo de cómo es apreciada hoy la historia de Cuba, en particular de sus relaciones con Los Estados Unidos, vista desde el norte con la honestidad intelectual de un reconocido periodista.

Tal parece que muchos estadounidenses virtuosos sienten algo de culpa al abordar el asunto, por tanto es necesario comentar el tema sin prejuicios, a la luz de los hechos.

Al comenzar, leemos sobre la controvertida Enmienda Platt, aprobada en el capitolio de Washington como parte de la Ley de asignaciones al ejército de 1901, impuesta a la Asamblea de 31 cubanos que en abril de ese año redactaban la carta magna de la república en ciernes.

Tratándose de la soberanía de una nación, el texto era inaceptable, porque de entre seis lacónicos artículos, el tercero decía que: “los Estados Unidos puedan ejercitar el derecho de intervenir para la conservación de la independencia cubana, el mantenimiento de un gobierno adecuado para la protección de vidas, propiedad y libertad individual”.

De paso, se obligaba al naciente estado a ceder hasta 4 puntos de su territorio con el objeto de establecer bases navales norteamericanas y, agregando presión a su declarado dominio sobre el país que es, geográfica e históricamente un archipiélago, la posesión de la Isla de Pinos, parte del territorio nacional, estaría sujeta a discusión futura por tratado.

Recordemos que al firmarse el Tratado de París–diciembre de 1898–, la rendición de España ante los EE. UU determinó para Cuba la ocupación militar de su territorio por el ejército del país vencedor. Simple y llanamente, Leonard Wood, gobernador designado, les dijo a los constituyentes que las tropas interventoras no abandonarían el país si el apéndice votado en Washington no era incluido en la constitución.

Hoffman cita dos cartas de Wood a dos figuras claves de su gobierno, el secretario de guerra, Elihu Root y el presidente Theodore Roosevelt. Al primero le dice: "Estos hombres son todos sinvergüenzas y aventureros políticos cuyo objetivo es saquear la isla". Médico de cabecera de dos presidentes anteriores al momento de ser enviado a Cuba, le escribe al mandatario del momento: "La gente aquí, Sr. Presidente, sabe que no están listos para el autogobierno".

Digamos que esa era la opinión del influyente Wood, pero no necesariamente la de sus interlocutores más poderosos que él. Si mal había un sector imperialista, insuflado por la reciente victoria ante una potencia europea en pleno declive, otros políticos eran pragmáticos y hasta los había claramente simpatizantes del pueblo cubano.

Roosevelt combatió junto a sus Rough Riders en la enconada batalla de la Loma de San Juan, Santiago de Cuba, donde centenares de cubanos, integrados en el ejército libertador, los llamados mambises, junto a los estadounidenses, derrotaron al tenaz defensor ibérico. 

Los patriotas de la Isla estaban organizados militarmente a lo largo de su país, su número rondaba 5 mil efectivos, con experimentados jefes, capaces de hazañas como la invasión de oriente a occidente entre 1895-1896, comparada en la prensa de Nueva York con la marcha de Sherman durante la guerra civil.

La vocación civilista democrática de los rebeldes anticolonialistas era de larga data, apenas iniciada la primera contienda en 1868, se creó una república con poderes civiles dominantes sobre el ejército insurrecto. Cuba no era Puerto Rico o Las Filipinas, ganadas igualmente durante esta breve guerra contra la corona de Madrid, tal realidad influyó notablemente en las relaciones entre ambos países.

De paso, no olvidar que anterior a la enmienda imperialista del influyente senador por Connecticut, estaba una Joint Resolution, votada en el mismo cónclave donde oficiaba Platt, con la significativa afirmación de que “El pueblo de Cuba es, y de derecho, debe ser libre e independiente.”

El autor de la biografía de Payá se extiende con Wood, refiriendo otra carta al célebre hombre del Big Stick, fechada en 28 de octubre de 1901: “Por supuesto, que a Cuba se le ha dejado poca o ninguna independencia con la Enmienda Platt y lo único indicado ahora es buscar la anexión.”

Reproducimos otros párrafos de la misiva en cuestión porque el texto indica otros propósitos, además del anexionista:

“…creo que no hay un gobierno europeo que la considere por un momento otra cosa sino lo que es, una verdadera dependencia de los Estados Unidos, y como tal es acreedora de nuestra consideración. Con el control que sin duda pronto se convertirá en posesión, en breve prácticamente controlaremos el comercio de azúcar en el mundo. La isla se norteamericanizará gradualmente y, a su debido tiempo, contaremos con una de las más ricas y deseables posesiones que haya en el mundo…”

El desprecio, la subestimación del gobernador hacia los cubanos es indignante, razón que le induce al error, valorando inadecuadamente la realidad, algo que, reitero, no hicieron sus superiores en la Casa Blanca.

De momento, subrayamos que, para la potencia americana emergente era lógico reafirmar su espacio propio frente a otros imperialismos y esta decisión no ha de confundirse con la intención anexionista tan manifiesta en el afamado médico militar.

De imperialismos y como consecuencia, el antimperialismo, es bueno recordar una verdad sencilla: la confrontación se remonta a los orígenes de la civilización, está presente en todas partes y épocas hasta hoy, y por lo vivido, así será en las próximas décadas. Centrar esta confrontación en los Estados Unidos es una visión perturbadora, una evidente manipulación política con propósitos espurios.

La manifestación más clara de lo que acabamos de decir, de importancia capital para entender la historia de Cuba, es el antimperialismo doctrinario, cuya génesis está en Lenin, autor del célebre opúsculo titulado El Imperialismo, fase superior del Capitalismo, publicado en Rusia en 1917, semanas después de bajarse del tren inmortalizado en la literatura por Stefan Zweig.

Lenin, una vez en el poder, creó la III Internacional, encargada de difundir el nuevo antimperialismo, cuyo enfoque latinoamericano apuntaría hacia Los Estados Unidos. Al paso del tiempo, los comunistas se han encargado de borrar los demás imperios, sobre todo los creados por ellos mismos, mencionando a uno solo, Los Estados Unidos. Europa imperial, sacándose de encima tan inoportuna estigma de su propia historia, ha sido cómplice, junto a otras potencias, en esta peculiar maniobra política planetaria.

Regresando a Cuba, tuvimos antes que el líder bolchevique preclaros antimperialistas nada doctrinarios, porque no afirmaban como Vladimir Ilich el fin inexorable del capitalismo junto a la obligada dictadura del proletariado, menciono a los tres líderes principales de lo que se llamó “La Revolución de Independencia”, según palabras de dos de ellos: José Martí y Máximo Gómez.

La frase y concepto alude al Manifiesto de Montecristi, de elaboración martiana, firmado por el fundador de nuestra nación, junto a quien fuera, y por elección de sus soldados, no por designación o auto proclama, General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba, Máximo Gómez, un dominicano quien acompañó y firmó junto a Martí el citado documento, de hecho, la segunda declaración de independencia cubana, el 25 de abril de 1895 en la pequeña villa homónima de su país natal.

En el documento, Martí y Gómez afirman: “…Las Antillas libres salvarán la independencia de nuestra América, y el honor ya dudoso y lastimado de la América inglesa, y acaso acelerarán y fijarán el equilibrio del mundo…”

Era un anticipo glorioso del papel político internacional que el pensamiento martiano asignaba a la nación que pretendía fundar al iniciar una nueva etapa de guerra contra España. He afirmado intencionalmente Martí y Gómez porque nuestra historiografía atribuye el pensamiento de este documento trascendental al gran intelectual cubano, menospreciando a su amigo, compañero de armas, el General Gómez, como si el dominicano fuera un iletrado, firmante de documentos que no entendía o no compartiera las ideas que refrendaba.

Gómez fue también antimperialista, aunque mantuviera la firme decisión de no ser protagonista en la política doméstica una vez instaurada la república. De entre muchos, recuerdo el testimonio de Orestes Ferrara, quien llegara a presidente de la Cámara de Representantes, el cual menciona en sus memorias la opinión del militar dominicano al comentar sobre la ocupación yanqui: “Estaré agradecido de los americanos sólo cuando cumplan su promesa, y si la cumplen con decencia, sin agraviar al cubano. De lo contrario, seré un enemigo de ellos como lo he sido de los españoles.”

Nos resta Antonio Maceo, segundo al mando del ejército libertador, de piel negra, nacido libre en los campos de Cuba, quien dejó claras manifestaciones de rechazo a la posible anexión de su país a los Estados Unidos.

Si hemos de agregar otro argumento, reconforta saber que aún a pesar de la clara advertencia de Míster Wood, la Enmienda Platt fue aprobada por la Asamblea Constituyente con 16 votos a favor y 11 en contra, de los 31 posibles.

La República llegó, al fin, el 20 de mayo de 1902, con Tomás Estrada Palma de primer presidente. Hablamos de un maestro de escuela, quien había sido uno de los sucesivos presidentes de la república en armas, también prisionero de los españoles, exiliado en los EE. UU donde adquirió la ciudadanía, creando una prestigiosa escuela privada en Central Valley, cerca de Nueva York.

José Martí lo había rescatado para su nuevo proyecto independentista, al fundar, también exiliado, el Partido Revolucionario Cubano, del cual fuera Estrada Palma Delegado, electo sustituto del apóstol de nuestra independencia al marchar este último junto a Máximo Gómez a los campos de la patria avasallada.

Nacía la República con himno, bandera, escudo, presidente, dos cámaras legislativas y demás atributos al buen estilo norteamericano, incluyendo el sufragio universal para varones, sin distinciones legales, fueros u otras formas de discriminación que vergonzosamente prevalecían en buena parte del país vecino, de cuyo protectorado no podía escapar, asegurado bajo enmienda constitucional.

Muy pronto se pondrían a prueba tales libertades y sus limitaciones.

El exprofesor de Central Valley gobernó 4 años con reconocida honestidad administrativa, dejando un superávit de casi 20 millones de dólares a la hacienda pública. Decidió que no hacía falta un ejército nacional, mejor era una tropa de maestros. La peyorativa y absolutista afirmación de Leonard Wood sobre los cubanos quedaba así desmentida, pero hubo sus peros y de muy mala manera.

Llegadas las nuevas elecciones, Don Tomás decidió que debía reelegirse incondicionalmente, creando para ello lo que llamó el “gabinete de combate.” Hubo fraude electoral ante la evidente victoria de sus opositores liberales, los cuales se alzaron en armas, fresca todavía la belicosidad contra el autoritarismo que habían combatido los cubanos durante décadas de enfrentamientos con la corona española.

El primer presidente se mantuvo en sus trece, negándose a un acuerdo con la oposición. Ante la posibilidad real de perder el poder, paradoja de nuestra historia, no serían los americanos imperialistas quienes invocarían el artículo tercero de la consabida enmienda, lo invocó directa y personalmente Tomás Estrada Palma.

Es notorio que Teddy Roosevelt le escribió a su homólogo cubano:

“Bajo su Gobierno, y durante cuatro años, ha sido Cuba república independiente. Yo le exhorto, en bien de su propia fama de justo, a que no se conduzca de tal suerte que la responsabilidad por la muerte de la república, si tal cosa sucediere, pueda ser arrojada sobre su nombre. Le suplico proceda de manera tal que aparezca que usted, por lo menos, se ha sacrificado por su país y que lo deja aún libre cuando abandone su cargo.”

El Icónico presidente representado en los libros de historia comunista con un Garrote al hombro, termina su carta así:

“Mando, al efecto, a La Habana, al Secretario de la Guerra Mr. Taft y al subsecretario de Estado Mr. Bacon, como representantes especiales de mi gobierno, para que presten la cooperación que sea posible a la consecución de evitar la intervención”.

El 28 de septiembre de 1906 Estrada Palma renunció, acompañado de su consejo de ministros, a sabiendas de la presencia en La Habana de la alta representación gubernamental norteamericana cuya única opción fue asumir provisionalmente el poder de acuerdo a las obligaciones derivadas de la controversial enmienda que había invocado el Cubano.

De momento Taft gobernaba a Cuba, designando al abogado Charles Magoon para el cargo, con la expresa misión de ejecutar un censo minucioso de población, leyes complementarias imprescindibles para la administración interna, hasta entonces postergadas y, celebrar próximas elecciones.

Todas las facciones aceptaron de buena gana la intervención, que entre otros detalles, mantuvo flotando el pabellón cubano, evitando herir la sensibilidad patriótica nativa de ver nuevamente flotando en los espacios públicos la bandera de las muchas estrellas. Excepto el gobernador Magoon y algún que otro consejero, los cargos gubernamentales fueron ejercidos por cubanos.

Una vez terminado el censo en 1907, al año siguiente hubo elecciones, desde las municipales hasta las presidenciales, ganando ampliamente el Partido Liberal, que elevó a la presidencia al general de la guerra de independencia José Miguel Gómez. Es bueno recalcar que aún no había un ejército nacional, el cual comenzó a crear este nuevo presidente al asumir su mandato un año después.

Detalles importantes fueron la presencia de representantes a la cámara y senadores negros, parte de la promoción alentada por los liberales, inclusive, el gobernador norteamericano legalizó un partido político nuevo, conocido bajo el nombre de Independientes de Color (PIC), cuya ejecutoria nos lleva a un nefasto momento de la historia republicana igualmente vinculado a la Enmienda Platt.

Los Independientes de Color proclamaban el justo derecho a la abolición de toda forma de discriminación racial, práctica evidente y extendida en la sociedad, aunque fuera constitucionalmente ilegal. Negros y mestizos en general estaban en clara desventaja, escasa representación de acuerdo a su proporción poblacional, herencia de un país que fuera esclavista hasta solo 15 años antes de su independencia.

José Martí, antimperialista nada doctrinario, profundo humanista y demócrata, había advertido el problema, al escribir las Bases del Partido Revolucionario Cubano, creado en el exilio de Tampa y Cayo Hueso. Era muy preciso al respecto el artículo cuarto:

“El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legitimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.”

Sin embargo, lo contradictorio era que los líderes del PIC apelaban a la exclusividad racial al crear su agrupación política, lo que generó una repulsa generalizada, cuyo clímax sería una ley aprobada por iniciativa de un Representante a la Cámara de piel oscura, el culto periodista Manuel Morúa, declarando fuera de la ley cualquier agrupación política promotora de la exclusividad étnica, racial o de otro tipo.

La guerra por la independencia había juntado en los campos de batalla contra el colonialismo a los cubanos sin distinciones raciales, pese a los prejuicios indudables e inevitables, hubo generales negros, algunos redactores de la constitución también y ya se ha dicho, el congreso contaba con miembros de esa coloración de la piel.

En 1912, un periódico muy influyente, El Veterano, editado por los excombatientes libertadores, publicó un titular elocuente y lapidario para los independientes de color:

“Ni blancos ni negros, solo cubanos”.

Pero los dirigentes del PIC, algunos de ellos prestigiosos veteranos, se mantuvieron en sus posiciones, llegando a un extremo que pudiéramos calificar de inmadurez política: se fueron a Washington, recordando que durante la recién concluida intervención les habían legalizado, solicitando ante el Secretario de Estado Knox, interceder a su favor presionando al gobierno de la Isla. El colmo fue escribirle una carta con similares objetivos al presidente Taft, quien nada hizo por apoyarlos, dejando el asunto en manos cubanas.


Viendo que no prosperaban sus aspiraciones, los dirigentes del PIC amenazaron con irse a las armas, presentando un ultimátum a José Miguel Gómez, empeñado entre otras tareas, en la creación del ejército nacional.

El 20 de mayo de 1912 estalló la insurrección al tomar los rebeldes armados la pequeña ciudad de La Maya, en el oriente. El fantasma de la intervención rondaba porque los alzados estaban exigiendo contribuciones a varios propietarios agrícolas, entre ellos azucareros, y el nuevo gobernante decidió estrenar sus recién creadas tropas.

Otra vez eran los mismos cubanos quiénes acudían a la Casa Blanca para que mediara en sus conflictos internos. Lo peor fue que la pretendida insurrección no pasó de una decenas de belicosos insurrectos, sin embargo, la respuesta, cargada por los prejuicios raciales, sería atroz: los cronistas calculan los muertos por centenares, algunas fuentes hablan de hasta 3 mil negros y mestizos ultimados en los campos.

Fue una matanza indiscriminada, sin justificación plausible, que manchó el gobierno de José Miguel Gómez, cuyo balance era positivo en varias esferas de la vida nacional.

Repasando el articulado de la Enmienda Platt, debemos abordar otros aspectos de su real incidencia sobre nuestro país.

El acápite sobre las bases navales quedó finalmente en una sola locación de las 4 previstas, la conocida Base de Guantánamo. La existencia de tal instalación jamás fue cuestionada por gobierno cubano alguno hasta la llegada de Fidel Castro, a pesar de que la Enmienda fue oficialmente derogada en 1934.

No existe una justificación real para decir que se trata de un asunto imposible, los Estados Unidos han negociado, y renunciado, a instalaciones militares de mucho mayor valor que la preterida, casi inoperante base guantanamera, inclusive frente a gobiernos antimperialistas amigos de Castro. Basta citar el canal de Panamá. Sencillamente, se ha interpuesto el antimperialismo doctrinario, patológicamente antinorteamericano, del intransigente barbudo verde olivo.

Nos resta el peculiar caso de la Isla de Pinos, un territorio al sur de la Isla mayor de Cuba, nada desdeñable con sus 2200 km2 de extensión. Geográficamente es parte de la plataforma insular cubana e históricamente fue dependencia española de La Habana desde la temprana colonización de Cuba.

El artículo plasmado en el apéndice plattista seguía las pautas del tratado de París, en la práctica, nada cambió porque jamás Washington ejerció su autoridad sobre el territorio y sus habitantes, que en aquella época llegaron a unos 3 mil. Desde 1901 y sucesivamente, las autoridades municipales de administración, justicia, policía y militares, fueron siempre cubanas.

En la capital, al firmarse entre Cuba y los EE. UU un tratado permanente de relaciones, formalizando lo escrito en la Enmienda Platt, se pasó a negociar el asunto de las bases navales, acordándose de inmediato y paralelo, un segundo tratado por el cual el gobierno norteamericano renunciaba a todo derecho de soberanía sobre la Isla de Pinos.

Era el año 1903 y al siguiente, 1904, los plenipotenciarios John Hay por la parte gringa y Gonzalo de Quesada por la criolla, formalizaron lo antes acordado en el llamado Tratado Hay-Quesada sobre Isla de Pinos. Inmediatamente el senado cubano lo ratificó, el del vecino norteño tardó hasta 1925 en hacerlo, dando vientos a la creciente bandera antimperialista dentro del archipiélago caribeño.

El limbo legal creado por la demora estadounidense en ratificar lo que era un hecho y un derecho, alimentó la inmigración de colonos norteamericanos, ante la creencia, fomentada por inescrupulosos especuladores de tierras (real states), de que la ínsula sureña era o muy pronto sería territorio norteamericano.

En 1905, un centenar de colonos yanquis se reunieron en Nueva Gerona, capital pinera, solicitando a la Casa Blanca la intervención a su favor. La respuesta de Elihu Root los dejó sin aliento. Copio fragmentos de la carta enviada al presidente de la asociación de colonos por quien era entonces Secretario de Guerra y Estado:

"La Isla de Pinos se halla legalmente sujeta a la jurisdicción y Gobierno de la República de Cuba, y usted y sus asociados están obligados a obedecer las leyes del país en tanto permanezcan en la Isla. El Tratado que se halla actualmente pendiente ante el Senado, si se aprueba por ese Cuerpo, renunciará a todo derecho de parte de los Estados Unidos a la Isla de Pinos. El Tratado únicamente concede a Cuba lo que es suyo, de acuerdo con el derecho internacional y la justicia." (Elihu Root, 27 de noviembre de 1905)

Pasaron dos años y, insistiendo en sus pretensiones, uno de los colonos de mayor preminencia, Míster Samuel H. Pearcy, estableció una demanda contra la aduana de Nueva York, reclamando el derecho a no pagar aranceles de importación para tabacos fabricados en la Isla de Pinos, por considerarlos hechos en territorio legalmente de los EE. UU.

El pleito Pearcy Vs. Stranahan, concluyó con una sentencia definitoria del Tribunal Supremo declarando que: “el gobierno cubano ejerce legítimamente la soberanía sobre la Isla de Pinos” y que “este gobierno [de los Estados Unidos] nunca ha tomado, ni ha intentado tomar, esa posesión de hecho y de derecho que es esencial para hacerla nacional.”

En fin, dos de los tres poderes constitutivos de la nación dejaban sin efecto el consabido artículo de la Enmienda Platt, que en la cotidianeidad, carecía de valor alguno.

Finalmente, el 13 de marzo de 1925 fue ratificado el Tratado por los senadores de Washington. En La Habana un joven líder comunista, abiertamente afiliado a la III internacional, convocó a una reunión pública, argumentando que los cubanos nada debíamos agradecerle a los Estados Unidos por el gesto.

Su argumento principal, escrito en octavillas, era el siguiente:

“El darnos a Isla de Pinos es un acto natural, siempre fue nuestra.”

Hasta aquí, repetía lo dicho por Elihu Root a sus compatriotas cuando le reclamaron el supuesto derecho sobre la Isla 20 años atrás, sin embargo, Mella agregaba la cantaleta doctrinaria, inflamada por el apéndice constitucional vigente:

“Isla de Pinos es de Cuba pero Cuba no es libre. Los capitalistas yanquis poseen la tierra, las industrias, esclavizando al pueblo; y el gobierno de Washington, con la Enmienda Platt y con el abuso de la fuerza tiene convertida a la Isla en una colonia. Estudiantes, gritemos: ¡abajo el imperialismo yanqui!”

La Enmienda Platt fue finalmente derogada, por inoperante, y contraproducente además, de acuerdo a la nueva política de otro presidente de apellido Roosevelt, Franklin, el 29 de mayo de 1934.

La segunda parte de este ensayo abordará, rememorando la imprescindible presencia de Oswaldo Payá, otra enmienda a las constituciones cubanas, cuya resonancia para la libertad es mucho mayor, está vigente y coacciona hasta con la pena de muerte las acciones por restablecer la democracia en Cuba.

Saturday, November 5, 2022

"Salí de Cuba con la soga al cuello”: entrevista a Manuel Reguera Saumell*

Por William Navarrete

PARÍS, Francia. – Nació en el antiguo central azucarero Francisco cuando Gerardo Machado comenzó su primer mandato (1928), estudió Arquitectura en la Universidad de La Habana, trabajó en el Plan Director de La Habana como urbanista, escribió piezas de teatro muy exitosas y hace más de medio siglo que salió de Cuba rumbo a Barcelona, tierra de sus ancestros paternos, en donde ya había vivido de niño. Es Manuel Reguera Saumell y su novela La noche era tan joven y nosotros tan hermosos es probablemente uno de los libros más reveladores de los años que precedieron el triunfo de la Revolución de 1959 con una intriga en la que el ingrediente homoerótico (el cambio de orientación sexual de uno de los personajes de la trama) lo convierte en un agudo narrador en este ámbito.

Reguera Saumell es el autor de la obra que mejor describe la vida circense en la Cuba republicana. El circo era el único espectáculo que llegaba a los pequeños pueblos de la Isla. Su pieza Tulipa (llevada al cine luego por el director Manuel Octavio Gómez) es la obra por excelencia que rinde homenaje a tantos artistas circenses que hicieron soñar a miles de niños en los campos de la Cuba de otros tiempos.

Pude entrevistarlo en medio de varias peripecias y tuvimos que posponer nuestro intercambio porque se infectó de COVID-19, enfermedad que rebasó a sus 93 años.


―Cuéntame de Francisco y de la vida en ese pueblo recóndito en torno a un central azucarero cubano en la década de 1930.

―Francisco fue el nombre del fundador de la fábrica de azúcar, el asturiano Francisco Rionda Polledo, quien la construyó en 1899 a pocos kilómetros del puerto de Guayabal, al sureste de Camagüey, y que hoy se llama Amancio Rodríguez. Después de la división administrativa de la Isla de 1976 ese sitio ha quedado en la provincia de Las Tunas. Una hermana de Francisco se casó con Alfonso Fanjul, el abuelo de los Fanjul actuales, y por esa razón cuando nací ya el central estaba en el giro de este poderoso consorcio azucarero en el que entrarían luego, por alianzas maritales, los Gómez-Mena. Pero lo más conocido de ese sitio ha sido desde entonces la canción de Benny Moré “Francisco-Guayabal”, que todo el mundo ha escuchado, inspirada en el tramo que recorre el tren entre el central y el puerto.

Lo que queda del central Franciso, hoy Amancio, en Las Tunas (Foto: Cortesía)


Francisco era esencialmente un pueblo de estilo norteamericano. Todo recordaba la organización de una comunidad del sur de Estados Unidos en que las infraestructuras, el urbanismo, las construcciones de casas de maderas con techos de zinc a dos aguas y la vida cotidiana eran más americanas que cubanas. Ese tipo de pueblo era muy corriente en la antigua provincia de Oriente (Chaparra, Macabí, Banes, Felton, Nicaro, Preston, etc.). En el batey (casas y comercios en torno a un ingenio) mi abuelo materno era el empleado más viejo de la fábrica de azúcar y mi padre, un catalán originario de Canyellas, naturalizado en Cuba, tenía una quincallería llamada La Postal en la que se vendía todo tipo de productos.

Cuando nací me llevaron a vivir a Canyellas (un pueblo al sur de Barcelona en donde mi abuelo paterno era el maestro de la escuela) y allí viví hasta los ocho años. De modo que regresé a Francisco en 1936 y terminé mis estudios primarios en el ingenio.

―¿Consideras que el germen de tu obra futura se debe a la vida en Francisco?

―Excepto el circo, que sí ocupa el centro de mi pieza Tulipa, la infancia en aquel pueblo es algo que he querido borrar de mi memoria. No creo que haya tenido una infancia feliz. Yo era tímido, huraño y feo, y solo quería pasar desapercibido. Para colmo, en mi familia, supongo que como en todas las familias, había problemas. Me daba clases un cura apellidado Falgueras que había colgado el hábito para unirse a una monja carmelita que, aunque no lo creas, se llamaba Carmelita. La monja era alcohólica y se refugiaba en mi casa a pasar sus melopeas porque era una protegida de mi tía.

De aquel paisaje recuerdo los paseos con mi padre que tenía un barquito en el puerto de Guayabal con el dentista y el médico del pueblo. Me llevaba de excursión por la cayería de los Jardines del Rey y de la Reina y lo único que recuerdo es que detestaba profundamente aquellas expediciones en sitios que ahora la era castrista ha descubierto para el turismo, pero que en aquel entonces permanecían completamente vírgenes y plagados de mosquitos.

―A tu infancia en Francisco siguieron tus estudios secundarios y el bachillerato en los Escolapios de Camagüey.

―A los 14 años me internaron en Camagüey para estudiar en los Escolapios de esta ciudad. Fueron cinco años de encierro en los que el único contacto con el mundo exterior eran las misas en la hermosa iglesia neogótica del internado. Entonces pasaba los fines de semana más aburridos del mundo en casa de mis padres en Francisco. No recuerdo nada especial de aquel plantel de curas. Todo era estúpidamente normal. El único un poco diferente era el padre Ullastres, que impartía música y se había dado cuenta de que yo era un poco diferente de mis compañeros de plantel, casi todos guajiros catetos, enviados por sus familias adineradas a estudiar en aquel instituto. El único alumno que sabía que Beethoven no era un jugador del equipo Almendares era yo. Por eso el padre Ullastres me llevaba al Teatro Principal y en ese mismo sitio me presentó al gran Jorge Bolet después de haber interpretado a Chopin durante un concierto inolvidable. Los Escolapios se caracterizaba por tener un equipo de baloncesto muy bueno, pero a mí no me interesaba el deporte. Es más, cada año teníamos que hacer un espectáculo en un estadio, que llamaban field-day, y había que practicar ejercicios de calistenia para aquel aburrido show. Mi interés era tan escaso que siempre me equivocaba de movimiento.

―Fue entonces, al finalizar tu bachillerato, que decidiste estudiar arquitectura y, para esto, te instalaste en La Habana y matriculaste en la Universidad. ¿Qué recuerdos tienes de aquel periodo?

―Empecé a estudiar en la Universidad a principios de 1950. Me gradué de arquitecto con especialidad en urbanismo. En esa época vivía en 25 y N, en El Vedado, pues era el barrio en donde cursaba estudios. Parte de mi estancia en la Escuela de Arquitectura coincidió con los movimientos estudiantiles contra el gobierno de Batista. Había dos grupos: los del 26 de Julio y los del Directorio Estudiantil que dirigía José Antonio Echeverría, hasta que el primero absorbió prácticamente al segundo. Echeverría también empezó sus estudios de arquitectura en 1950 y era compañero mío de clases. Muchas veces le pasaba mis notas porque él faltaba con frecuencia ya que estaba en todo ese rollo político. Hasta que lo mataron en 1957 como todo el mundo sabe. Para vergüenza mía nunca participé, ni me inmiscuí, en nada de eso.

Además, la universidad era un relajo pues abría y cerraba constantemente. La prueba es que comencé en 1950 y ocho años después todavía no me había graduado. Eso hizo que dos de las asignaturas que me faltaban las terminara tras el triunfo de la Revolución. Mi tesis de grado fue en un pueblo llamado Jaruco, en el campo de La Habana, en donde tuve que trazar el Plan Director. Una labor que creo que ejecuté francamente bien.

―¿En qué condiciones te sorprende el triunfo de la Revolución de 1959?

―Yo fui de los imbéciles que creyó en aquel triunfo. En esa época ya había empezado a trabajar en el Plan Director de La Habana, en el ámbito del urbanismo, y el triunfo de la Revolución coincidió con un periodo de gran creatividad, al menos en lo que me tocaba. Hubo un momento en mi vida, ya en 1959, en que alternaba mis actividades como arquitecto (por las mañanas) con las de asesor del Conjunto Dramático Nacional de Teatro que dirigía Gilda Hernández (por las tardes).

En 1961, la Unión de Escritores de la Unión Soviética hizo una invitación para que escritores de la Isla fueran a visitar Moscú y entonces Marta Arjona (que era buena amiga mía) me envió junto a Onelio Jorge Cardoso. Estuvimos un mes allí, pero con la crisis de Bahía de Cochinos nos obligaron a regresar. Mientras a mí todo lo que vi en la Unión Soviética me pareció tremenda basura, Onelio, que era comunista, estaba encantado y me decía que aquello le parecía un cuento de hadas. No me explico cómo.

El dramaturgo, novelista y urbanista cubano Manuel Reguera Saumell
Manuel Reguera Saumell con el grupo de teatro aficionado del Ministerio de la Construcción, en 1965 (Foto: Cortesía)


―¿Es entonces cuando te metes de lleno en el teatro y escribes tus primeras piezas?

―En realidad, mi estancia en la universidad coincidió con mis primeros pasos como dramaturgo. Fue Rine Leal (muy buen amigo mío) quien me pidió que escribiera una obrita para sus alumnas. Lo hice y la titulé Sara en el traspatio. Cuando Rine la leyó consideró que valía la pena que la ampliara a tres actos. En 1959, obtuve con ella el primer premio nacional que daba la Dirección Nacional de Teatro. La puesta en escena fue de Rubén Vigón y se estrenó en el Teatro de Bellas Artes, un 23 de abril de 1960, con un reparto inicial en el que estaban Mary Munné, Rosa Felipe y Lidia Hernández, aunque más tarde se volvió a escenificar con otros actores entre los que recuerdo a Lida Triana, Octavio Álvarez, Mercy Lara y Marianela Rosa.

Como había ganado aquel premio la llevaron por diferentes teatros de ciudades y pueblos de provincias, pues conectaba muy bien con el público ya que tenía algo de telenovela y en aquella época la gente era aficionada a este género. Rine decía que él me consideraba “el cronista del pueblo”, lo cual nunca supe si debía tomarlo como un elogio. Fue entonces que se puso en el teatro Arlequín, dirigida también por Vigón, y esta vez con María de los Ángeles Santana, Juanita Capdevila, Miguel de Grandy, Carmelina Banderas, entre otros.

El dramaturgo, novelista y urbanista cubano Manuel Reguera Saumell
Manuel Reguera Saumell con el elenco de “Las Máscaras” compuesto por Antonia Rey y Miriam Gómez. En segundo plano, Silvio Falcón, Andrés Castro y Silvia Planas, ICAIC, 1967 (Foto: Cortesía)


Luego, en 1961, vino El general Antonio estuvo aquí, interpretada por Ernesto Contreras, Melva Rojo, Carlos Peña, Mequi Herrera y otros que olvido y que pasaron por la sala de El Sótano. Le siguió Recuerdos de Tulipa, en 1962, también en El Sótano, dirigida por Vigón y con Idalia Anreus, Bernardo Menéndez, Dora Marbritt, Jorge Losada, Sindo Triana y Sandra Gómez. Por último, de ese periodo, La calma chicha (1963) por el Teatro Experimental de La Habana y con Verónica Lynn e Idalia Anreus.

Cuando ocho años después decidí abandonar el país, el oficial de Emigración decidió que cuatro piezas mías (Propiedad particular ―premio UNEAC―, Copérnico, La hora de los mameyes ―para televisión― y Quirino con su tía) debían ser revisadas y las echó en un cesto de basura antes de mi salida. Por supuesto, nunca más aparecieron y hoy las doy por perdidas.

Debo decir que debo al interés y dedicación de Rosa Ileana Boudet que se hayan salvado mis otras cinco piezas pues fue ella quien las rastreó en revistas, libretos y otras fuentes y las reunió en un libro que publicó por Ediciones de La Flecha y tituló Teatro incompleto de Manuel Reguera Saumell.

Edición cubana de “Recuerdos de Tulipa” (Cortesía)


―Pero se salvó La soga al cuello

―Se salvó, pero fue la que me ahorcó. La soga al cuello, de 1967, fue mi última obra en Cuba y el detonante de mi salida. Había sido representada por Taller Dramático y dirigida por Gilda Hernández. Actuaban en ella Miguel Navarro, Eduardo Moure, Amelia Pita, Magali Boix, Yolanda Arenas, René de la Cruz, Juan Troya, Albio Paa, Helmo Hernández y José Hermida.

La trama se desarrollaba en una casa de gente de pueblo en El Vedado en donde se generó una discusión entre personajes a favor del régimen y desafectos a este. El caso era que gran parte del público reía y aplaudía cuando intervenían los desafectos al régimen, a manera de catarsis colectiva. Dos de los actores ―Amelita Pita y René de la Cruz― estaban molestos por lo que sucedía en la sala. Ellos eran los comisarios políticos del grupo y buen “par de ya sabes qué”.

Así y todo, la pieza fue escogida para representar a Cuba en el Festival Internacional de las Artes en México en 1968 y en esa puesta la actriz Lillian Llerena se aprendió su papel en una noche por deserción de Yolanda Arenas. El propio Nicolás Guillén, con mucho tacto, me anunció que no había presupuesto para mí en Cultura, pero Carballido Rey, que era un buen amigo, consiguió que la Universidad de Guadalajara me invitara para dictar conferencias. Por supuesto, el Gobierno cubano me negó el permiso de viaje y el propio Guillén me hizo saber que lo sentía mucho porque él se había opuesto a esa prohibición. Y aunque parezca mentira, mi padre había estado preparando silenciosamente todo en México para que la embajada española allí me acogiera, algo que ni siquiera mi madre, Tony (mi pareja) y yo sabíamos, aunque los esbirros de la Seguridad cubana sí.

Fue en ese momento en que me di cuenta de que el Gobierno me había incluido en la lista de los apestados. Por decirlo de alguna manera, y valga la redundancia, salí de Cuba con la soga al cuello.

―Siempre has dicho que si te pidieran salvar una de tus obras no dudarías en escoger Recuerdos de Tulipa, una pieza de teatro que luego fue llevada al cine por Manuel Octavio Gómez. ¿Por qué consideras que es una obra importante para ti?

Recuerdos de Tulipa toca un tema que tiene que ver con el universo de mi infancia. En los pueblos de campo cubanos había muy pocas distracciones y la llegada del circo era el acontecimiento más esperado del año y, tal vez, el único. El Circo Santos y Artigas plantaba su carpa cada año en el central en que vivía. En una carpa aparte bailaba una mulata llamada Tulipa y la atracción principal era que se encueraba prácticamente durante la función. Por supuesto, a los niños no nos dejaban entrar y para mí aquel espectáculo era como la fruta prohibida. Tulipa, que era una hermosa mulata que actuaba, decían, con mucho histrionismo, acaparaba la atención de los niños que no podíamos asistir a sus funciones.
Afiche de “Tulipa”, de Manuel Octavio Gómez, ICAIC, 1967 (Cortesía)
Su estreno como pieza de teatro fue bastante accidentado porque Vigón se había empeñado en que Elena Burke (con quien tenía gran amistad) hiciera el personaje, pero Elena se “echó para atrás” porque era muy arriesgado que alguien con su prestigio se prestara para encueramientos y otras licencias. Al final lo hizo Idalia Anreus.

Luego, a Manuel Octavio Gómez, quien había terminado de filmar La salación, se le ocurrió llevarla al cine con el nombre de Tulipa. A él le interesaba el mundo del circo y lo desgarrador del personaje protagónico, que se encueraba, pero se mantenía digna, algo que no sucedía con Beba, una joven que se preparaba para remplazarla en el espectáculo pues ya Tulipa iba perdiendo su lozanía. El director ya había filmado Los cuentos del Alhambra (que no de La Alhambra), es decir, del teatro habanero Alhambra, y era aquel universo entre teatro de varieté y circo lo que le atraía.

Finalmente, en la película actuaron verdaderos circenses, además de Alejandro Lugo, Alicia Bustamante, Rafael Eguren, Teté Vergara, José Antonio Rodríguez, Daisy Granados y Omar Valdés. Hubo varios problemas porque Anreus se negó a que la filmaran mostrando los senos y Daisy Granados, que entonces acababa de debutar en la actuación y era una joven bellísima, se quejó de los excesos del actor que hacía pareja con ella pues “se pasaba de rosca” en las escenas y hubo que cortarlas casi todas.

El rodaje terminó en 1966 y se estrenó en el cine América el 19 de octubre de 1967.

―¿Fue entonces que presentaste (como se decía entonces) la salida de Cuba y te fuiste?

―Ni sueñes que fue fácil. En 1968 fui a la UNEAC a presentar mi “dimisión”, que era un requisito para poder pedir la autorización de salida de la Isla. Me recibieron Nicolás Guillén, Marta Arjona y Lisandro Otero. Los dos primeros siempre fueron afables conmigo, pero Otero era una verdadera hiena y me dijo que me esperaba el mismo destino que a los demás, o sea, que a los “desertores”. ¿En qué consistía ese destino? Muy simple: En picar piedra, por cierto, junto a José Escarpanter, en la cantera de Somorrostro. Algo terrible, pero para mí muy reconfortante porque pagaba así el error de haberme codeado con aquella “gentuza revolucionaria”. Me lo tenía merecido, sin contar que con aquellos dos años de trabajo forzado no tendría ya nada que agradecerles.

El dramaturgo, novelista y urbanista cubano Manuel Reguera Saumell
Manuel Reguera Saumell con Amelia Peláez en el estudio de la pintora (Foto: Cortesía)


―Frecuentaste a muchas personalidades del ámbito de la cultura, algo que te convierte en testigo vivo de muchas personas que han dejado huellas en la historia cubana. ¿A quiénes recuerdas en especial?

―Era muy amigo de la pintora Amelia Peláez, que vivía en La Víbora, y la conocí porque un día fui a su casa y me presenté, pues me gustaba mucho lo que hacía. Desde entonces y hasta mi salida fuimos amigos, y llegué a tener una colección fabulosa de sus obras que se quedó en Cuba y, como sucede con quienes nos fuimos, se la repartieron. También fue el caso con Antonia Eiriz, que conocí gracias al arquitecto Eduardo Rodríguez y a quien pude volver a ver durante mis viajes a Miami. El pintor Víctor Manuel era también íntimo amigo mío, e incluso vecino, pues vivía como yo en el último piso de un edificio de La Habana Vieja y para pasar del mío al suyo solo tenía que brincar un muro bajito que separaba a ambos edificios. Lydia Cabrera era otra gran amiga, que también pude volver a ver en Miami junto a su compañera María Teresa “Titina” Rojas. Y la cantante Elena Burke, que estuvo a punto de convertirse en la Tulipa de mi obra, pero como ya conté antes, la escena del desnudo no se adecuaba con su imagen.

El dramaturgo, novelista y urbanista cubano Manuel Reguera Saumell
Con Lydia Cabrera y María Teresa Rojas, en Coral Gables, Miami (Foto: Cortesía)
―Cuando llegas al exilio decides no revalidar tu título y, en realidad, te dedicas a la enseñanza.

―En efecto, revalidar era muy engorroso y con más de 40 años peor. Por eso al llegar a Barcelona comencé a trabajar en la Escuela de Artes Dramáticas Adrià Gual o EADAG, también grupo de teatro, que funcionó hasta 1975 y había sido fundada por Ricard Salvat y María Aurelia Capmany. Justamente entré en su consejo de dirección sustituyendo a esta última. Allí dirigí la puesta en escena, en 1971, de la pieza La casa vieja, de Abelardo Estorino; La mandrágora, de Maquiavelo y mi propia obra La soga al cuello, que dirigí en 1974 en la escuela y con el grupo de la Escuela de Estudios Artísticos de L’Hospitalet, y estrenamos el Día Mundial del Teatro en aquel año.

―Más tarde incursionas en la novela y desde entonces has escrito varias. Y en todas hay siempre personajes homosexuales y contenido homoerótico.

―Mi primera novela fue Un poco más de azul (2004), seguida de La noche era joven y nosotros tan hermosos (2007), ambas por ediciones Barataria. Luego escribí El adolescente pálido (2009) y, por último, Retrato de Oswolt Krell (2015). En Un poco más de azul, que se desarrolla en la época convulsa de las revueltas contra la dictadura de Batista, hay un jugador estrella de pelota que es gay. En La noche era joven y nosotros tan hermosos el protagonista es homosexual y sus relaciones también. En El adolescente pálido, la trama ocurre ya en los primeros años del castrismo y es notorio el ambiente homofóbico en medio de las delaciones, la paranoia y los castigos brutales. Y en la última los protagonistas tienen una relación ambigua y ocurre en épocas del Mariel cuando el Gobierno incitó a la población a realizar actos de repudio contra quienes deseaban irse del país. No sé por qué, pero esos personajes surgen espontáneamente cuando escribo.
El dramaturgo, novelista y urbanista cubano Manuel Reguera Saumell
Con la pintora Antonia Eiriz, en Miami (Foto: Cortesía)

―En 2011 recibiste el Premio René Ariza y en esta ocasión fuiste homenajeado en Miami. ¿Qué vínculos has tenido con el mundo cubano y con la capital del exilio?

―Hay dos personas en el exilio a quienes debo mucho por su interés en mi obra y su ayuda desinteresada. Son la escritora y especialista de teatro Rosa Ileana Boudet y el escritor Juan Cueto-Roig. La primera, reunió desde California, en donde vive desde hace un tiempo, mi teatro incompleto. El segundo, ha releído mis tres últimos manuscritos con inmensa paciencia, corrigiendo y sugiriendo arreglos, y le debo el gran interés que manifiesta por mi obra. Miami aparece también en el epílogo de mi novela Un poco más de azul. Hay un momento en que el narrador dice que allí todo “tiene un bis”: la cerveza Hatuey, el café Pilón, la mantequilla Guarina, etc., y que toda la “Sagüesera” (el South West) se convirtió en un “bis” de La Habana.

También Recuerdos de Tulipa fue montada y presentada en 2014, en Miami, por Belkis Proenza y estrenada con un elenco maravilloso. Yo no pude asistir por problemas de salud, pero me contaron los detalles y, al parecer, la puesta duró tres meses y el teatro estuvo siempre lleno.

Afiche de “Tulipa” para el teatro durante su puesta en Miami en 2014 (Cortesía)
En cuanto a Cuba por dentro, ni quiero hablar de eso. Hace 10 años me diagnosticaron un cáncer del que pensé que no iba a sobrevivir. Entonces, queriendo ver por última vez el sitio donde nací, fui a la Isla después de más de cuatro décadas de ausencia. De más está que te diga que no hallé nada de lo que me resultaba familiar. Todo me resultó desesperadamente decepcionante. Mediocre. Me hospedé en el hotel Capri y después atravesé la Isla hasta Santiago. Desolación y miseria fue lo que vi. Un desastre. El cáncer no me llevó finalmente, pero el disgusto de haber visto a Cuba en tal estado muy bien hubiera bastado para que no te hiciera el cuento. ¡De milagro todavía estoy aquí!

*Tomado de Cibercuba

Fallece el dramaturgo Manuel Reguera Saumell

Por Felipe Lázaro

En la madrugada de este viernes 4 falleció en Barcelona, Manuel Reguera Saumell, autor, entre otras de Recuerdos de Tulipa, llevada al cine, y de Un poco más de azul. Había nacido en Camagüey en 1928. Se graduó de arquitecto en la Universidad de La Habana. 
En 1959 obtuvo el primer Premio Nacional de la Dirección de Teatro por Sara en el traspatio y el Premio José Antonio Ramos, de la UNEAC, por Propiedad particular. Entre sus obras cuentan El general Antonio estuvo aquí, La calma chicha y La soga al cuello. Es también autor de varias novelas. En 2011 recibió el Premio René Ariza. Uno más que se nos va sin ver a Cuba libre.

Thursday, November 3, 2022

Historia de los nombres de las calles de La Habana (Extramuros)

Por Emilio Roig de Leuchsenring,

ÁGUILA
Por un águila que aparecía pintada en una de las tabernas existentes en dicha calle. El Ayuntamiento, por acuerdo número 530, de 16 de febrero de 1912, varió el nombre de Águila por Rafael María de Labra, en honor al ilustre abolicionista español nacido en Cuba. De acuerdo con la Base 1a , indicamos se restituya el nombre de ÁGUILA. El nombre de Labra proponemos se traslade a la calle Camino de Ronda, hoy Carlitos Aguirre. 




ALCANTARILLA 
Por una alcantarilla que en ella existía, junto al Arsenal. Por acuerdo número 114, de 18 de mayo de 1921, aprobado el día 25, el Ayuntamiento dió a esta calle y a su continuación la de Vives el nombre de Avenida Dr. Ruiz de Luzuriaga, en memoria del político y exconcejal Dr. Vicente Ruiz de Luzuriaga. La Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo acordó en 1928 trasladar a las calles de Alcantarilla y Vives el nombre de Avenida España, que se había visto en la necesidad de quitar a la calle Diecisiete de El Vedado, para conservar en dicho barrio la nomenclatura de números y letras. Recomendamos sea confirmado este acuerdo, con una ligera modificación, denominando en lo sucesivo esta calle y la de Vives: REPÚBLICA ESPAÑOLA.


AMISTAD
No hemos encontrado en ninguno de los autores que consultamos el origen de esta calle, que, según La Torre se trazó en 1735, con otro rumbo, y hacia 1818 se le dio la actual dirección. En 23 de abril de 1903 se cambió a esta calle su nombre por el de Aldama en homenaje al gran patriota y revolucionario Miguel Aldama, que vivió en el suntuoso palacete por él construído en la esquina de esta calle con la de Reina, el que fue saqueado por los voluntarios españoles la noche del 24 de enero de 1869. De acuerdo con la Base 1a , sugerimos se le restituya el nombre de AMISTAD, con que es hoy generalmente conocida. Y confirmamos la recomendación que hizo la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo, en 1928, de dar el nombre de Aldama al parque situado frente al palacete del prócer, donde se encuentra colocado su busto.

ANIMAS
Debe su nombre a lo solitario y desamparado que era este lugar. Se llamó antes De la Reunión, De las Canteras y De las Animas. Por acuerdo número 279, de 25 de agosto de 1920, aprobado el día 28, se varió este nombre por General Aguirre, en memoria del general de la guerra de independencia José María Aguirre y Valdés, fallecido en la Sierra el 29 de diciembre de 1896 y trasladados sus restos a La Habana el 15 de octubre de 1899. De acuerdo con la Base 1a proponemos se restituya el nombre de ANIMAS. Sugerimos también se dé el nombre General Aguirre a una de las calles transversales a la Calzada de Ayestarán, en el Reparto Ensanche de El Vedado.

APODACA

Por el capitán general Juan Ruiz de Apodaca, Conde de Venadito, que gobernó la Isla correctamente de 1812 a 1816. Por acuerdo del Ayuntamiento, número 658, de 2 de Marzo de 1928, se le cambió el nombre por el de Dr. Diego Tamayo, en homenaje a este ilustre patriota, revolucionario y hombre de ciencias, que falleció el 2 de octubre de 1926. De acuerdo con las Bases 1a y 4a , indicamos la restitución del nombre de APODACA.

BELASCOAIN
El capitán general don Leopoldo O'Donnell uno de nuestros más tiránicos gobernantes de la época colonial, conocido en la propia península por el apodo de “el tigre de Lucena” le hizo dar durante su mando (1843-48) este nombre por su amigo el teniente general D. Diego León, conde de Belascoaín, que murió trágicamente en Madrid en 1841. Por acuerdo número 67, de 20 de noviembre de 1911 se le cambió el nombre por el de Padre Félix Várela, en homenaje a la memoria del esclarecido patriota, revolucionario y filósofo cubano. Y por acuerdo número 169, de 13 de diciembre del mismo año rectificó su anterior acuerdo el Ayuntamiento, resolviendo que el nombre fuese Padre Várela. De acuerdo con la Base 2a , recomendamos la conservación del nombre de PADRE VARELA.

CAMINO DE LA RONDA
Se denominó así por haber sido, efectivamente, camino de la ronda cuando los terrenos y edificaciones que ocupan la Universidad eran Pirotécnica. Debido a influencias políticas y gubernamentales, el Ayuntamiento, por acuerdo número 648, de 28 de febrero de 1928, dió a esta calle el nombre del joven Carlitos Aguirre, hijo del Sr. Charles Aguirre y sobrino del Dr. Orestes Ferrara, quien falleció trágicamente mientras presenciaba una corrida en la plaza de toros de Bayonne, Francia, el 2 de septiembre de 1923. Variada hoy por completo la topografía de la zona donde se encuentra dicha calle, recomendamos se confirme el acuerdo de la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo de suprimir el nombre de Camino de Ronda y, prescindir, desde luego, del de Carlitos Aguirre, dándole en definitiva el de LABRA, que hemos propuesto quitar a la calle de Águila.

CAMPANARIO
Denominada antes Del Campanario Viejo por el primitivo campanario que tuvo la iglesia parroquial de Guadalupe, cuyo fondo da a esta calle en uno de sus ángulos con la de Salud. Por acuerdo número 454, de 4 de septiembre de 1916, ejecutivo, se le cambió el nombre por el de General Aranguren, en homenaje al heroico coronel del Ejército Libertador Néstor Aranguren y Martínez, que nació en esta calle el 14 de febrero de 1873 y murió luchando en la finca La Pita, cerca de Campo Florido, el 27 de febrero de 1898. De acuerdo con la Base 1a , recomendamos se le restituya el nombre de CAMPANARIO, trasladando el nombre de Aranguren a una de las calles, paralelas a la Calzada de Ayestarán, del Reparto Ensanche de El Vedado.

Intersección de Belascoaín y Campanario


CÁRCEL
Por el edificio de la Cárcel, cuyo costado da a esta calle y en cuyo lugar se está construyendo actualmente el palacio para los Tribunales de Justicia. Por acuerdo número 109, de 2 enero de 1922, aprobado el 11, el Ayuntamiento, a solicitud de la Asociación de Estudiantes de Medicina, le cambió el nombre por el de Capitán Capdevila, rindiendo tributo a la memoria del militar español Federico R. y Capdevila, defensor de los estudiantes de medicina, inmolados en 27 de noviembre de 1871 por las hordas de los voluntarios peninsulares. Por haber variado la topografía del lugar, por encontrarse esta calle inmediatamente cercana al sitio donde ocurrió aquel crimen político y por tratarse de una de las muy contadas personalidades oficiales de la Metrópoli que supieron durante la época colonial cubana, colocarse al lado de la justicia y del derecho, sin dejar por ello de ser españoles, recomendamos se deje a esta calle el nombre de CAPDEVILA.

CARLOS III, PASEO DE
Se dió a este paseo, que antes se denominó De Tacón, aquel nombre en homenaje que aparece, según la inscripción existente en el pedestal de la estatua levantada en los comienzos de la vía, tributado por “el pueblo de La Habana” a dicho monarca, el año de 1803. Por acuerdo del Ayuntamiento de 7 de mayo de 1902, se le cambió el nombre por Avenida de la Independencia, aunque posteriormente, en 9 de enero de 1918, el Ayuntamiento, por acuerdo número 110, aprobado el día 14, destinó la cantidad de $150,000, distribuída en tres presupuestos sucesivos, para la pavimentación de la calle G y Paseo de Carlos III, que formarán la Avenida de los Presidentes.
Aunque fue ésta la primera calle de la ciudad de La Habana, a la que se cambió el nombre después del cese de la dominación española en la Isla, imponiéndosele como nombre lo que constituyó el ideal cubano de tantos años —la independencia—, proponemos que se le restituya a dicha avenida el nombre de PASEO DE CARLOS III, por las razones siguientes:

1ª Porque el pueblo la ha continuado denominando, ininterrumpidamente, de esta manera.

2ª Porque al nombre de Carlos III no podemos aplicarle la Base 2a , pues dicho rey fue uno de los más esclarecidos monarcas que tuvo España (1759-1788), cuyas acertadas disposiciones gubernamentales se reflejaron en esta Isla, principalmente a través de quien puede calificársele el mejor de los gobernantes que tuvo España en Cuba: el teniente general Don Luis de las Casas (1790-1796). Durante esa época se inicia el desarrollo de la cultura en la Isla; se crean en España las Sociedades Económicas, que en La Habana y en Santiago de Cuba reciben el nombre de Sociedades Patrióticas; ve la luz el primer periódico, de noticias oficiales, sino literario, que ha existido en Cuba: el Papel Periódico de la Havana; se funda la casa de Beneficencia; se inaugura la primera biblioteca pública; se decreta, mediante el establecimiento del Real Consulado, el comercio libre de América con Europa, que abre la Isla al comercio mundial, suprimiéndose para ello el monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla y la concesión hecha a Cádiz; y se derogan multitud de impuestos que aprisionaban la industria.

3ª Porque esos merecimientos de Carlos III y beneficios que proporcionó a Cuba fueron reconocidos de manera solemne y pública por la Sociedad Patriótica de La Habana al premiar, en el concurso abierto en 1794 para inquirir qué estatuas debían colocarse en el nuevo Paseo de Extramuros, la Memoria que presentó D. Tomás Romay, señalando como “los cuatro sujetos de la antigüedad que más derecho tenían a la gratitud nuestra”, a Cristóbal Colón, Juan Francisco Caraballo, Martín Calvo de la Puerta y Carlos III. Esta Memoria del Dr. Romay fue considerada por el obispo Trespalacios de contener conceptos subversivos, acusando al gobernador D. Luis de las Casas de alentar en los cubanos ideas perjudiciales a la soberanía española. De esas estatuas sólo se erigió la de Carlos III, costeada por suscripción llevada a cabo entre los miembros de la Sociedad Patriótica.

4ª Porque dichos merecimientos y beneficios fueron reconocidos, además, públicamente el año 1924, por la Academia de la Historia de Cuba y la Sociedad Económica de Amigos del País, al pronunciarse contra el proyecto entonces existente de quitar la estatua de Carlos III del Paseo de su nombre.

5ª Porque juzgamos que dados el desarrollo, crecimiento y embellecimiento actuales de La Habana, el Paseo de Carlos III resulta una vía inadecuada para llevar el nombre de Avenida de la Independencia, debiendo ser reservado éste para denominar alguna de las más extensas y suntuosas avenidas que existan en la ciudad y sus cercanías, tales como la gran Avenida que parte del paseo de Carlos III hasta el límite del término municipal de La Habana, y a su prolongación hasta el Cacahual.

6ª Porque consideramos improcedente el haberse hecho extensivo, según expusimos, al Paseo de Carlos III, el nombre de Avenida de los Presidentes que lleva la calle G de El Vedado, ya que esta última avenida ha sido desnaturalizada por completo en el propósito que se persiguió al denominarla Avenida de los Presidentes, pues después de colocarse, como ya se ha hecho, en su comienzo y final, respectivamente, las estatuas de D. Tomás Estrada Palma y el general José Miguel Gómez, es imposible erigir allí nuevas estatuas de expresidentes o futuros presidentes de la República, y se ha prescindido, además, de esa avenida, levantando en otro lugar de la ciudad la estatua del Dr. Alfredo Zayas; por todo lo cual no tiene finalidad alguna esa prolongación que se ha querido dar a la Avenida de los Presidentes haciendo extensivo este nombre a una vía, como el Paseo de Carlos. III, tan distinta, topográfica y ornamentalmente, a aquella otra.
Sugerimos, igualmente, que se dé el nombre de CALZADA DE LA INDEPENDENCIA a la calzada que parte del Paseo de Carlos III hasta el límite del Término Municipal de La Habana y a su prolongación hasta el Cacahual.

CARNERO
Estando reducida esta calle a una sola cuadra y habiéndose unido a la de Hospital, por acuerdo número 91, de 27 de abril de 1921, aprobado el 5 de mayo, el Ayuntamiento le cambió el nombre a ambas vías por el de General Freyre de Andrade, veterano de la guerra de independencia, político y alcalde de La Habana de 1912 a 1916, que falleció el 29 de enero de 1929. De acuerdo con la Base 4ª, proponemos se haga extensivo a esta calle la restitución del nombre de HOSPITAL que más adelante sugerimos para esta última vía.

CONCORDIA 
Se llamó así por la logia masónica de este nombre que había en ella. Por acuerdo número 516, de 16 de febrero de 1910, aprobado el día 26, el Ayuntamiento acordó dar a esta calle el nombre de Enrique Villuendas, en memoria de dicho coronel de la guerra de independencia y miembro de la Convención Constituyente de 1901. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos la restitución del nombre de CONCORDIA. Indicamos, asimismo, sea trasladado el nombre de Enrique Villuendas a una de las calles transversales a la Calzada de Ayestarán en el Reparto Ensanche de El Vedado.

CONSULADO
Debe su nombre a que al constituirse por Real Cédula de erección de 4 de abril de 1794, el Consulado de La Habana, que tan señalados beneficios produjo a nuestra expansión comercial, el capitán general e insigne gobernante D. Luis de las Casas procuró que las pocas viviendas que existían en este lugar se alineasen en una calle con aquella denominación. Los barracones de negros bozales que allí se encontraban fueron destruídos en 1822, casi en su totalidad, por un incendio, desapareciendo el último de ellos en 1836. El Ayuntamiento, por acuerdo de 18 de junio de 1902, le dio el nombre de Estrada Palma. De acuerdo con la Base 1ª, y existiendo ya en el barrio de la Víbora una importante calle que desde su apertura lleva el nombre de Estrada Palma, proponemos se restituya el de CONSULADO.

CORRALES
Por los corrales para reses que en ella existían entre las calles de Aguila y Angeles, al fondo de la iglesia de Guadalupe. Se denominó también De Vives o De La Habana, el primer nombre por el capitán general Vives, y el segundo, según afirma La Torre, “porque teniendo más sombra que la Calzada del Monte, van por ella a La Habana los de la barriada del Sur, logrando acortar una cuadra que se perdía por la indicada Calzada (pues había que hacer un rodeo) hasta 1855 en que se ha dado mayor rectitud a la Calzada por la Puerta de Tierra”. El Ayuntamiento, por acuerdo número 134, de 8 de enero de 1923, le cambió el nombre por Panchito Gómez. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de CORRALES, y reproducimos la proposición que en 1928 hizo la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo de que por la administración municipal se erigiese un busto al heroico ayudante del general Maceo, caído gloriosamente con éste en los campos de la revolución, en el mismo parque donde se levanta la estatua del Titán de Bronce; e indicamos, además, sea trasladado el nombre de Panchito Gómez a una de las calles paralelas a la Calzada de Ayestarán, en el Reparto Ensanche de El Vedado.

CRESPO
Según José María de la Torre, debe su nombre al abogado, oidor, síndico y catedrático D. Ignacio Crespo y Ponce de León, natural de La Habana y uno de los fundadores de la Academia de Jurisprudencia, de la que fue secretario en 1831. Se denominó también Del Recreo, por los baños de mar titulados El Recreo o De Romaguera. Después de la caída de la dictadura machadista y ocupando la presidencia el Dr. Ramón Grau San Martín, tuvo lugar, el 14 de enero de 1934, un acto público para colocar en la esquina de dicha calle con la de San Lázaro una lápida de mármol que decía así: “A México.—El pueblo de Cuba agradecido por su cooperación al gobierno revolucionario del Dr. Grau San Martín.—Enero XIV, de MCMXXXIV.—Octavio R. Spíndola”. Aunque no hemos encontrado ni en la Gaceta Oficial ni en el Boletín Municipal que se tomara acuerdo alguno por el Ejecutivo o por la Alcaldía, en los periódicos Ahora y El Mundo, del día 15, aparece que el día anterior “se celebró la ceremonia de cambiar el nombre de Crespo por Reyes Spíndola”, y en el número de Carteles del día 21 se dice que “como homenaje a México por haber sido el primer país que reconoció al Gobierno revolucionario del Dr. Grau San Martín, se dio el nombre de Reyes Spíndola, Encargado de Negocios de México a la antigua calle de Crespo”. En los primeros días del siguiente mes de febrero fué destruída dicha lápida por unos desconocidos. Y posteriormente se ha colocado otra lápida en bronce, que existe en la actualidad y dice así: “A México.—El pueblo de Cuba agradecido por su cooperación decidida al Gobierno revolucionario.—Octavio R. Spíndola.—Enero 14 de 1934”. Aunque se hubiese en realidad realizado el cambio de nombre de esta calle, que oficialmente no aparece así, proponemos que de acuerdo con la Base 1ª, se continúe denominando calle de CRESPO tanto más cuanto que ya existe en La Habana una calle, la de Cristina, que se denomina Avenida de México. La expresión pública de gratitud, por las razones antes indicadas, al Sr. Reyes Spíndola, Encargado de Negocios que fué de México en nuestro país, queda perpetuada con la lápida en aquel lugar existente.

CRISTINA
Por la Reina María Cristina, esposa de Fernando VII, que reinó en España de 1833 a 1843. Por acuerdo número 8, de 21 de noviembre de 1921, aprobado el día 30, el Ayuntamiento dió a esta calle el nombre de Avenida de México, correspondiendo al acuerdo adoptado por el Concejo Municipal de la ciudad de México, de denominar República de Cuba a una de las calles de esa capital. De acuerdo con la Base 2ª, por tratarse de una nación amiga y por las mismas razones que motivaron el cambio de nombre, proponemos se conserve el nombre de AVENIDA DE MÉXICO.

Calle Escobar

ESCOBAR
Por el regidor D. José María de Escobar, que vivió en una de las primeras casas que se construyeron en esta calle, esquina a la calle de Zanja, y gozaba de popularidad y simpatías en la barriada. Se llamó antes De Matamoros, por el vecino D. José Matamoros. Por acuerdo número 378, de 26 de enero de 1928, el Ayuntamiento dió a esta calle el nombre de Bartolomé Masó, como homenaje al insigne general y presidente de la República en armas durante la revolución de 1895. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de ESCOBAR, y se traslade el nombre de Masó a una de las calles paralelas a la Calzada de Ayestarán en el Reparto Ensanche de El Vedado.

ESTRELLA

Porque en la primera casa de esta vía, esquina a la calle del Aguila y frente al Campo de Marte existía un gran farol en forma de estrella. Se llamó antes Del Sol. Por acuerdo número 181, de 8 de agosto de 1921, aprobado el día 15, el Ayuntamiento le varió el nombre por Barnet, en memoria del revolucionario y médico Dr. Enrique P. Barnet y Roque, que falleció el 23 de septiembre de 1916, en la ciudad de Nueva Orleans. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de ESTRELLA.

GALIANO
Por D. Martín Galiano, ministro interventor de obras de fortificaciones, que construyó un puente que llevó su nombre, sobre la Zanja Real en la dirección del antiguo trazado de esta calle variándose la posición de dicho puente en 1836 por el general Tacón y reemplazándose en 1839 por otro para colocar el ferrocarril. Estuvo cerrada en la calle de San Miguel hasta 1842. El terreno donde se encuentra la iglesia de Monserrate y una parte inmediata se conoció por el nombre De la Marquesa, por pertenecer a la marquesa viuda de Arcos. En el tramo comprendido desde San Miguel hasta San Lázaro, cerrado en aquella calle por una manzana de casas, se llamó De Montesinos, sin que el Dr. Pérez Beato, de cuya revista El Curioso Americano, tomamos esta noticia, conozca quién fuera este Montesinos. Por acuerdo número 26, de 28 de noviembre de 1917, aprobado en 17 de diciembre, el Ayuntamiento le varió el nombre por Avenida de Italia. Por tratarse de una nación amiga indicamos se conserve el nombre de AVENIDA DE ITALIA.

Calle Galiano hacia 1910


GERVASIO
Según La Torre, se denominó así por D. Gervasio Rodríguez, empleado de Hacienda y propietario en esta calle, esquina a la de Lagunas, de una estancia en la que tenía una famosa conejera. En sus Cuadros viejos, Alvaro de la Iglesia dice que este D. Gervasio, que era jardinero de Dª Micaela Jústiz, sembró en la estancia que dicha señora poseía cerca de la iglesia de la Salud, una semilla de mango de las primeras que introdujo en Cuba D. Felipe Alwood, cosechando el primer año de producción cinco mangos, de los que dos se vendieron a onza de oro cada uno. Se llamó también De las Animas, porque en la casa esquina a la calle de Salud, de Dª Cipriana de Castro, había un retablo de Animas. Por acuerdo número 237, de 13 de marzo de 1922, aprobado el día 30, el Ayuntamiento le varió el nombre por Rafael Martínez Alonso, ex-concejal y representante a la Cámara que murió asesinado el 14 febrero de ese año a consecuencia de rencillas políticas personalistas. De acuerdo con la Base 1ª, indicamos sea restituido el nombre de GERVASIO.

HOSPITAL
Porque conducía al antiguo hospital de San Lázaro. Por acuerdo número 91, de 27 de abril de 1921, aprobado en 5 de mayo, el Ayuntamiento le varió a esta calle y a su continuación la de Carnero el nombre de Hospital por el de Freyre de Andrade. De acuerdo con las Bases 1ª y 4ª, proponemos se le restituya «1 nombre de HOSPITAL, haciéndolo extensivo también, según indicamos ya, a la calle de Carnero.

INDUSTRIA
Porque los agentes que en 1830 tuvieron a su cargo el fomento del reparto donde se encuentra esta calle, hicieron de la venta de solares y fabricación de casas, una industria. Se denominó también Del Diorama, porque en ella se encontraba el Diorama que construyó en 1827 el pintor Juan Bautista Vermay, director que fué de la Academia de San Alejandro y autor de los cuadros históricos que adornan el Templete, y fue destruído en 1850. Por acuerdos números 21 y 80, de junio 15 y julio 6 de 1923, el Ayuntamiento acordó dar a esta calle el nombre de Raimundo Cabrera, en homenaje al patriota y publicista de este nombre, que falleció en nuestra capital el 21 de mayo de 1923. De acuerdo con la Base 1ª, indicamos la restitución del nombre de INDUSTRIA. Proponemos sea trasladado el nombre de Raimundo Cabrera a una de las nuevas calles innominadas del Reparto Ensanche de El Vedado.

INFANTA, CALZADA DE LA
Por la infanta Isabel, hija de Fernando VII y María Cristina, después reina con el nombre de Isabel II (1843-1868). Equivocadamente suponen algunos que esta calle lleva ese nombre por la infanta Eulalia, la que llegó a La Habana en compañía de su esposo D. Antonio de Orleans, el 8 de mayo de 1893, cuando ya hacía muchos años que dicha vía se denominaba Infanta. Por acuerdo número 91, de 27 de abril de 1921, aprobado el 5 de mayo, el Ayuntamiento dio a esta calle el nombre de Avenida del Presidente Menocal, que en aquellos días terminaba su segundo período presidencial. De acuerdo con la Base 3ª, proponemos se suprima el nombre de Avenida del Presidente Menocal; y no pudiendo, de acuerdo con la Base 2ª, restituírsele el nombre de Infanta, indicamos sea ratificado el acuerdo que tomó en 1928 la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo de darle el nombre de AVENIDA DE CALIXTO GARCÍA.

JESÚS PEREGRINO
Por un retablo de Jesús Peregrino que tenía el famoso negro conspirador Aponte, que vivió en esa calle y fue ahorcado el año 1812. Se llamó también De Interián, por Pedro Interián, dueño principal de aquellos terrenos. Por acuerdo número 184, de 10 de enero de 1912, aprobado el día 18, el Ayuntamiento le varió el nombre por Néstor Sardiñas, muerto en la guerra de independencia. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de JESUS PEREGRINO.

JOVELLAR
Por el capitán general Joaquín Jovellar y Soler, que gobernó la Isla de 1873 a 1874 y de 1876 a 1878, e hizo, por lo tanto, armas contra los libertadores cubanos en los años finales, de la revolución de Yara. Hoy ostenta el nombre de Veintisiete de Noviembre, impuesto por acuerdo del Ayuntamiento de 26 de noviembre de 1903, en rememoración de la luctuosa fecha del fusilamiento, el 27 de noviembre de 1871, de los 8 estudiantes mártires de la Facultad de Medicina, sacrificados por la barbarie de los Voluntarios españoles de La Habana; y porque esta calle conduce a la antigua entrada de la actual Universidad, construida en los terrenos de lo que fue Pirotécnica militar. De acuerdo con la Base 2ª, indicamos se le deje el nombre de VEINTISIETE DE NOVIEMBRE, haciéndolo, a su vez, extensivo a la calle, prolongación de ésta, que actualmente se denomina Avenida de la Universidad.

LEALTAD
Por la cigarrería que con ese nombre existió en la esquina a la calle de Salud, propiedad en 1831 de José María Morejón y Rojas. Se llamó antes De Leal, según La Torre “tal vez por alguno de este apellido”; de San Francisco; y también De Fideos, por una casa de fideos que en ella había y fue destruída por un incendio en 1818. Por acuerdo número 91, de 27 de abril de 1921, aprobado el día 5 de mayo, el Ayuntamiento le varió el nombre por Martín Morúa Delgado, como tributo a la memoria del revolucionario, publicista y hombre público de este nombre, que falleció en esta calle el 28 de abril de 1910, según lo perpetúa una lápida que existe colocada en la esquina de Reina. De acuerdo con la Base 1ª, sugerimos se le restituya el nombre de LEALTAD, así como que sea trasladado el nombre de Morúa Delgado a una de las calles transversales a la Calzada de Ayestarán en el Reparto Ensanche de El Vedado.

MALECÓN
Comenzó a construirse esta amplia y hermosa avenida durante el Gobierno norteamericano de ocupación militar, recibiendo el nombre oficial de Avenida del Golfo, y el popular de Malecón, con el que siempre ha sido conocida en su primitivo tramo de la Punta a lo que era antes caleta de San Lázaro, frente a la Beneficencia. Posteriormente este tramo ha recibido los siguientes nombres: por acuerdo de 12 de junio de 1902, el de Avenida de la República; por el de 2 de diciembre de 1908, el de Avenida del General Antonio Maceo; y, finalmente, por el de 6 de diciembre de 1909, número 204, aprobado el día 18, el nombre, que hoy tiene, de Avenida Antonio Maceo. Pero el ya mencionado tramo del Malecón ha sido prolongado en uno y otro de sus extremos, por lo que es necesario denominarlos, como al efecto lo realizó en 1928 la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo. El acuerdo por ella tomado, nos permitimos reproducirlo en este informe, recomendando a la Alcaldía lo adopte. El referido paseo, en toda su extensión, comienza en la Capitanía del Puerto y terminará en las márgenes del río Almendares, estando ya casi definitivamente construído. Los tramos a denominar, en que naturalmente puede dividirse, son los siguientes: Primero: El tramo, que comienza en la Capitanía del Puerto y termina inmediatamente después del Castillo de la Punta, proponemos se le denomine MALECÓN DE CESPEDES en homenaje al primer presidente de la República en Armas y máximo caudillo de la revolución de 1868. Segundo: El tramo comprendido desde el Castillo de la Punta hasta la antigua calle de Marina, o sea lo que es hoy Avenida Antonio Maceo: MALECÓN DE MACEO. Tercero: El tramo que comienza en la calle de San Lázaro hasta pasado el Parque del Maine: MALECÓN DE WASHINGTON. Cuarto: El tramo que comienza en el Parque de Maine hasta la calle G, inclusive: MALECÓN DE PI Y MARGALL, en homenaje al insigne repúblico español, defensor decidido y constante de los derechos de Cuba Libre, cuyo nombre hemos quitado a la calle de Obispo. Quinto: Al tramo comprendido desde la calle G hasta el río Almendares: MALECÓN DE AGUILERA, como tributo a la memoria del esclarecido patriota y revolucionario, iniciador de la guerra de 1868, Francisco Vicente Aguilera, cuyo nombre quitamos a la calle de Maloja.




MALOJA
Porque en aquellos alrededores existían extensas siembras de malojas y por ello los malojeros vendían en la esquina del Peñón sus sobrantes, y en la segunda cuadra después de este lugar habitaba un cadete de caballería dedicado también a la venta de este forraje. El Ayuntamiento, por acuerdo de 5 de marzo de 1906, le dió el nombre de Francisco V. Aguilera, no colocándose los rótulos hasta el día 23 de septiembre de 1910. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de MALOJA. El de Aguilera, ya hemos indicado se dé a uno de los tramos del nuevo Malecón.

MANRIQUE

Por el presbítero D. José María Manrique, natural do Güines, que vivía en la esquina de Zanja. Se nombró también Del Campanario Nuevo, por el campanario nuevo de la iglesia de Guadalupe, terminado en 1838. Antes se llamó De Terranova. Por acuerdo número 280, de 27 de junio de 1922, aprobado el día 3 de julio, el Ayuntamiento le varió el nombre por Antonio María Lazcano, en homenaje a este educador que nació en el número 131 de dicha calle. De acuerdo con la Base 1a , sugerimos se le restituya el nombre de MANRIQUE.

MARINA
Por su inmediata proximidad al mar, y residir en ella primitivamente numerosos pescadores y hombres de mar que guardaban sus botes y redes en estos lugares. Por acuerdo número 377, de 9 de octubre de 1918, aprobado el día 15, el Ayuntamiento le varió el nombre por el de Avenida Washington. Formando hoy esta calle parte del trozo del nuevo Malecón al que hemos propuesto se denomine Washington, sugerimos sea conservado el nuevo nombre de AVENIDA DE WASHINGTON.

NEPTUNO
Porque salía a la fuente de Neptuno, existente en la antigua Alameda de Isabel II. Se llamó antes de la Placentera, y de San Antonio. Por acuerdo número 377, de 9 de octubre de 1918, aprobado el día 15, se le varió el nombre por Zenea, como homenaje a la memoria del poeta Juan Clemente Zenea, fusilado en los fosos de la fortaleza de la Cabaña, el 25 de agosto de 1871. De acuerdo con la Base 1ª, y existiendo, además, una estatua de este poeta en el Paseo de Martí, proponemos se le restituya, el nombre de NEPTUNO.

PERSEVERANCIA
Según La Torre le fue dado este nombre por los ingenieros que trazaron las calles en 1818, y debido a la perseverancia que tuvieron al realizar esa labor. A esta calle el Ayuntamiento le cambió el nombre antiguo, por acuerdo número 375, de enero 20 de 1925, por el de Embajador Torriente, debido al éxito feliz que en aquella fecha logró el internacionalista y diplomático Dr. Cosme de la Torriente, con la aprobación por el Senado de los Estados Unidos, del Tratado que reconocía los plenos derechos de Cuba sobre la isla de Pinos; y por acuerdo 242, de 5 de diciembre de 1927, el Ayuntamiento le dio el nombre de Joaquín Albarrán, en honor del ilustre médico cubano que ejerció sobresalientemente su carrera en Francia, donde murió el 17 de enero de 1912. De acuerdo con la Base 3ª, en el primer caso, y con la Base 1ª, en ambos, recomendamos la restitución del nombre de PERSEVERANCIA.

POCITO
Esta calle de la antigua barriada de Pueblo Nuevo se denominó así por un pozo que había en ella. Se llamó también De Cervantes, por Tomás Agustín de Cervantes; y antes de San Miguel. Por acuerdo número 114, de 18 de mayo de 1921, aprobado el día 25, el Ayuntamiento le varió el nombre por Fernando Quiñones, político muerto trágicamente en el Paseo de Martí por motivos de orden personal. De acuerdo con la Base 1ª, indicamos la restitución del nombre de POCITO.

PRADO
Por haberse denominado Nuevo Prado o Paseo a la alameda que se construyó en 1772. Se llamó Calle Ancha desde la Calzada del Monte al Arsenal, por el ancho considerable que tenía este tramo. Por acuerdo del Ayuntamiento de 7 de noviembre de 1904, recibió esta calle el nombre de Paseo de Martí. Como única excepción a la Base 1ª, y por tratarse del máximo Apóstol de las libertades cubanas, recomendamos se deje a esta calle el nombre de PASEO DE MARTI.

PRINCIPE ALFONSO o CALZADA DEL MONTE
Por el príncipe Alfonso de Borbón, después rey de España, con el nombre de Alfonso XII (1874-1885). Por acuerdo de 10 de junio de 1902, el Ayuntamiento le dió el nombre del Generalísimo Máximo Gómez, que hizo por esta calle, al frente del Ejército Libertador, su entrada en la capital, el 24 de febrero del año 1899. De acuerdo con la Base 2ª, recomendamos se le conserve el nombre de MÁXIMO GÓMEZ.



REFUGIO
Según La Torre, “porque pasando por ella el capitán general Ricafort, se levantó una tempestad que le obligó a refugiarse en casa de una señora viuda de un tal Méndez, a la cual hizo varias visitas el señor general, agradecido de la buena acogida que dicha señora le hizo en aquella ocasión, y mandó a que a dicha calle se le impusiera el nombre de Refugio”. Se llamó también de la Merced. Por acuerdo número 279, de 27 de junio de 1922, aprobado el 3 de julio, el Ayuntamiento le sustituyó el nombre por General Emilio Núñez, como homenaje a dicho jefe revolucionario, ex[1]vicepresidente de la República, fallecido en esta capital el día 5 de mayo de ese año. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de REFUGIO. Y recomendamos sea trasladado el nombre de General Emilio Núñez a una de las nuevas calles innominadas del Reparto Ensanche de El Vedado.

REINA, CALZADA DE LA
Este nombre se le dió al ser reconstruída y hermoseada la calle en 1844, como homenaje a la reina Isabel II, que el 10 de noviembre de 1843 comenzó a gobernar la Monarquía española, dejando en la Historia triste recuerdo por sus intrigas y desaciertos políticos y sus liviandades. Se llamó primero Camino de San Antonio, por el ingenio de San Antonio el chiquito, propiedad del regidor D. Blás de Pedroso, que existía en aquel lugar. Esta calle constituyó hasta 1735, en que se hizo un puente en la Calzada del Monte, la principal salida de la ciudad para el campo. Nacía en la antigua Calle Real (Muralla), atravesaba el Campo de Marte y seguía hasta el citado ingenio. Se llamó también de San Luis Gonzaga, por la ermita consagrada a este santo, que había en la esquina de la Calzada de la Beneficencia. En 1835 fue prolongada la calle al construirse el Camino Militar o Paseo de Tacón. Por acuerdo número 377, de 9 de octubre de 1918, aprobado el día 15, el Ayuntamiento le varió el nombre por el de Avenida de Simón Bolívar. De acuerdo con la Base 2ª, proponemos se conserve la actual denominación, redactada así: AVENIDA DE BOLIVAR.

REVILLAGIGEDO
Por D. Juan Francisco Güemes y Horcasitas, conde de Revillagigedo, capitán general que gobernó discretamente la Isla de 1734, a 1745, durante cuya época, aunque comenzó el monopolio de la Real Compañía de Comercio de La Habana, creada por la Corona, Güemes, reorganizó el Ayuntamiento habanero, fue erigido el Hospital de San Lázaro, regularizó la justicia y organizó la limpieza de la capital y su puerto. Por acuerdo número 114, de 18 de mayo de 1921, aprobado el día 25, el Ayuntamiento le varió el nombre por General Quintín Banderas, en homenaje a este veterano de la revolución libertadora. De acuerdo con la Base 1ª, indicamos se le restituya el nombre de REVILLAGIGEDO.

SAN JOSÉ
Dice La Torre que se denominó así por el Intendente D. José Valiente. Se llamó también De Dolores y de Santa Rosa. Ostenta, hoy el nombre de José de San Martín, debido a acuerdo número 257, de 15 de agosto de 1920. Reproduciendo lo acordado en 1928 por la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo, recomendamos que, por tratarse de uno de los próceres de la independencia sudamericana y constituir la imposición de ese nombre un homenaje de Cuba a las repúblicas de la Argentina, en cuya tierra nació aquél, y a las de Chile y del Perú, que libertó, proponemos se le conserve el nombre de SAN MARTIN.

SAN LÁZARO
Porque conducía al Hospital de este nombre. Se le nombró después Calle Ancha del Norte, aunque nadie la denominase así. Por acuerdo de 17 de noviembre de 1905, el Ayuntamiento le dió el nombre de Avenida de Maceo. Por acuerdo número 204, de 6 de diciembre de 1909, aprobado el día 18, el Ayuntamiento le varió de nuevo el nombre, denominándola Avenida de la República. Por no juzgar adecuado el nombre de Avenida de la República, a una calle como ésta, si extensa, no de extraordinaria, importancia, belleza y suntuosidad, y de acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el primitivo nombre de SAN LÁZARO, desde el Paseo de Martí hasta la Universidad, dejándose el nombre de Avenida de la República, según expusimos al hablar del Paseo de Carlos III, para denominar alguna de las dos importantísimas vías que allí señalábamos.

SAN MIGUEL
Por D. Miguel de Castro Palomino, propietario de una estanca que esa calle atravesaba. Por acuerdo número 74, de 16 de diciembre de 1921, aprobado el día 29, el Ayuntamiento le varió el nombre por General Manuel Suárez, en memoria de este prócer de la independencia De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el nombre de SAN MIGUEL, y sea trasladado el nombre de General Manuel Suárez a una de las calles transversales a la Calzada de Ayestarán, en el Reparto Ensanche de El Vedado.

SAN NICOLÁS
Por encontrarse en ella la iglesia de este nombre. Se le denominó antes de San Cayetano. Por acuerdo del Ayuntamiento, número 262, de 16 de diciembre de 1927, se le cambió el nombre por General Alemán, veterano de la guerra de independencia y secretario del Despacho del Presidente Machado, fallecido el 15 de enero de 1930. De acuerdo con las Bases 1ª y 4ª, proponemos se le restituya el nombre de SAN NICOLÁS.

SAN RAFAEL
Según La Torre, nombre arbitrario dado por los comisionados para la delineación de esta calle. Se llamó antes De Los Amigos; Del Monserrate, porque conducía a la puerta de este nombre, de las murallas; y Del Presidio porque en el lugar donde después se fabricó el teatro de Tacón, hoy Nacional, había una corrección a cargo de un tal Juan Naranjo. Por acuerdo número 114, de 18 de mayo de 1921, aprobado el día 25, se le varió el nombre por General Carrillo, en honor del veterano y entonces electo vicepresidente de la República, general Francisco Carrillo, fallecido el 11 de mayo de 1926. De acuerdo con las Bases 1ª y 4ª, indicamos se le restituya el nombre de SAN RAFAEL.

SITIOS
Por acuerdo número 303, de 1º de septiembre de 1922, aprobado el día 9, el Ayuntamiento resolvió denominar esta calle, Víctor Muñoz, como homenaje al distinguido periodista de este nombre, que fué vicepresidente del Ayuntamiento, fallecido en New York el día 25 de julio de ese año. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos se le restituya el antiguo nombre de SITIOS, quedando ya perpetuado el homenaje público a la memoria de Víctor Muñoz con la lápida que existe colocada, por acuerdo municipal de aquella misma fecha, en la casa donde nació tan brillante escritor, Avenida de Italia y San Rafael.

SUAREZ
Por habitar en varias casas de esta calle individuos de la familia del antiguo cirujano mayor del Hospital Militar, Dr. Miguel Suárez, entre otros los Dres. D. José Miguel y D. Antonio y el licenciado D. José de Jesús. Se denominó antes Del Palomar, por un palomar que existía entre las calles de la Misión y de la Esperanza, construído sobre un portal de madera de un vecino que llamaban “Tío Juan Domínguez”. Por acuerdo número 237, de 13 de marzo de 1922, aprobado el día 30, el Ayuntamiento le varió el nombre por General Silverio Sánchez Figueras, caudillo de la guerra de independencia. De acuerdo con la Base 1ª, indicamos la restitución del nombre de SUAREZ.

TROCADERO
Por haberse recibido en esta ciudad la nueva de la toma del Trocadero de Cádiz, el año 1823 cuando se trataba de darle nombre a esta calle. Era conocida antes por Del León de Oro. Por acuerdo número 151, de 15 de junio de 1921, aprobada el día 17, el Ayuntamiento le varió el nombre por América Arias, como homenaje a la respetable, caritativa y altruista dama, señora viuda del general José Miguel Gómez, que falleció en esta ciudad el 20 de abril de 1935. De acuerdo con las Bases 1ª y 4ª proponemos se le restituya el nombre de TROCADERO.

VIRTUDES
Por las logias masónicas de las Virtudes Teologales que se celebraban en la casa esquina a la calle de Industria, única existente en aquel lugar. Se llamó también Del Sacramento o Del Sentimiento, y de la Cuerería, por conducir a la tenería de D. Francisco Cairo. Por acuerdo número 282, de 25 de agosto de 1920, ejecutivo, el Ayuntamiento le cambió el nombre por Major Gorgas, como homenaje al general del Ejército americano Dr. William C. Gorgas, que durante la ocupación militar prestó eminentes servicios de saneamiento de esta Isla. De acuerdo con la Base 1ª, proponemos la restitución del nombre de VIRTUDES.

VIVES
Porque se construyó después del segundo incendio de Jesús María, en 1828, durante el gobierno del Capitán General D. Francisco Dionisio Vives, (1823-1832), en cuya época fueron perseguidos, encarcelados y desterrados numerosos cubanos revolucionarios, y ejecutados en horca en la plaza mayor de Puerto Príncipe, el 16 de mar/o de 1826, los patriotas Francisco Agüero y Velazco y Andrés Manuel Sánchez, protomártires de la independencia de Cuba. Por acuerdo número 114, de 18 de mayo de 1921, aprobado el día 25, el Ayuntamiento le varió el nombre a esta calle y a la de Alcantarilla por Avenida Dr. Ruiz de Luzuriaga, en memoria del político y concejal Dr. Vicente Ruiz de Luzuriaga. Según indicamos ya al hablar de la calle de Alcantarilla, y habiéndonos visto obligados, por lo estatuido en la Base 7ª, a quitar el nombre de Avenida de España a la calle Diecisiete de El Vedado, proponemos, que por tratarse de una nación amiga, se acepte lo acordado en 1928 por la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo, trasladando aquel nombre a las calles de Vives y Alcantarilla, modificado en esta forma: REPÚBLICA ESPAÑOLA.


ZANJA
Porque por ella corría la Zanja Real que surtió de agua a esta ciudad. Por acuerdo número 338, de 24 de marzo de 1916, ejecutivo, el Ayuntamiento le varió el nombre por Finlay, en homenaje a la memoria del esclarecido hombre de ciencias Dr. Carlos J. Finlay, descubridor de la trasmisión de la fiebre amarilla por el mosquito. Aunque en 1928, la Comisión de Historia, Ornato y Urbanismo, acordó dejar a esta calle el nombre de Finlay, como nunca ha sido conocida por tal nombre, y como además, tan ilustre benefactor de la humanidad ha recibido ya el homenaje de admiración y gratitud de nuestro pueblo erigiéndosele una estatua en el parque que lleva su nombre, en la Calzada del Padre Varela, frente a la Secretaría de Sanidad y Beneficencia, y existe en el Reparto Naranjito una calle principal y urbanizada que lleva su nombre, nos permitimos recomendar se le restituya a esta calle el nombre antiguo, histórico y popular de ZANJA.

ZULUETA
Por D. Julián Zulueta y Amondo, coronel de voluntarios, presidente del Casino Español, teniente alcalde municipal, gobernador político interino varias veces, que aunque prestó indudables servicios a la ciudad en asuntos de beneficencia y obras públicas, y desaprobó el fusilamiento de los estudiantes el 27 de noviembre de 1871, se pronunció en favor de la trata y esclavitud, como aprovechado negrero que era, y en contra de la independencia de Cuba, expresando, según afirma D. Francisco Calcagno en su Diccionario Biográfico Cubano, al Conde de Valmaseda, que le consultó sobre asuntos de la insurrección: “A los cubanos conviene darles todo, todo menos la independencia”. Por acuerdo número 534, de 22 de marzo de 1909, aclarado por el número 596, de 7 de abril, aprobado el día 17, el Ayuntamiento resolvió denominar esta calle con el nombre de Ignacio Agramonte, en memoria del glorioso caudillo de la Guerra de los Diez Años. De acuerdo con la Base 2ª, proponemos se le conserve el nombre de AGRAMONTE.