Por Vicente Morín Aguado.
En la mañana del 28 de octubre de 1962 John F. Kennedy
conversó telefónicamente con su antecesor en el cargo, el veterano general
héroe de la 2da Guerra Mundial, Dwight D. Eisenhower, comunicándole detalles
del intercambio de mensajes sostenidos con el mandatario soviético Nikita S.
Krushov. Era el preámbulo entre norteamericanos antes de publicitar un final
feliz, si consideramos las consecuencias en ciernes.
Por vez primera en casi dos siglos, los Estados Unidos
quedaron expuestos a una amenaza existencial al instalarse en Cuba 42 misiles
de alcance medio con ojivas nucleares a escasos 10 minutos de Washington,
cuando no existían interceptores capaces ante tal capacidad agresiva.
Cuba era por tanto, el foco del problema a resolver.
Finalmente la Casa Blanca logró la retirada incondicional de los cohetes. Ambos
“K” implicados, Castro quedó al margen, intercambiaron decenas de mensajes vía
teletipos, el gran archipiélago caribeño quedó bajo cuarentena, de hecho
bloqueo naval sin declaración oficial de guerra, hubo dos incidentes que
pusieron dedos en los gatillos nucleares y, finalmente, una discusión cara a
cara entre representantes de ambos mandatarios.
¿Por qué afirmo incondicional? Porque los cohetes existían, eran una amenaza real y fueron retirados, en tanto la moneda de cambio: la promesa de no invadir militarmente a Cuba, era palabra dicha; adicionalmente, tal actitud estaba en plena concordancia con la política previa de John F. Kennedy respecto a como enfrentar la revolución liderada por Fidel Castro.
No obstante, Castro la armó en público y en privado al
conocer el acuerdo soviético-norteamericano, reprochando a Nikita por no
tenerle en cuenta ya que, según sus razonamientos, era él, era Cuba, quien
corría el riesgo mayor, sujeto a la buena voluntad de su enemigo, considerando,
como bien pronto sucedió, que por diversas causas el liderazgo norteamericano estaba
sujeto a los vaivenes de una democracia representativa, junto a los avatares de
la historia que ahora se movía a la velocidad de los aparatos cósmicos.
Había razones para apartar a Castro, un joven aventurero
de 36 años, sin experiencia militar, quien incluso llegó a la osadía de
aconsejar a Krushov el 26 de octubre, en carta desclasificada, iniciar el
ataque nuclear. Aparte de otras consideraciones, los misiles fueron puestos por
Moscú, los operaba Moscú y Moscú los retiró de igual manera. La diferencia es
que llegaron en secreto, y regresaron a la vista del mundo entero.
La llamada operación Anádyr implicó a unos 42 mil
hombres, decenas de bombarderos y aviones cazas, técnicos especializados,
buques y otros medios, todo ejecutado en secreto, conformando la mayor
operación militar realizada por la desaparecida URSS fuera de sus fronteras en
sus siete décadas de existencia.
Al paso de los años, en especial recuerdo la conferencia
internacional sobre este hecho histórico, celebrada en La Habana 40 años
después, el Comandante cubano repetía un argumento contrario a las evidencias: “Fue
un error soviético ejecutar el plan en secreto, nosotros insistíamos en hacer
público el acuerdo soviético-cubano”- reiteraba Castro-, argumentando que el
secretismo fue interpretado por la parte norteamericana como prueba del
carácter ofensivo del armamento instalado en la isla.
Conociendo la reacción de Washington al descubrir las
rampas de lanzamiento y demás obras militares, ¿Hubiera sido posible hacerlo
proclamando de antemano semejantes planes? No obstante, consta que mientras los
cohetes norteamericanos en Europa, incluso los discutidos Júpiter de Turquía
que no serán olvidados en este ensayo, fueron instalados con conocimiento
previo, el engaño soviético avivó el fuego naturalmente asociado a las consecuencias
de semejante maniobra militar.
Antes de abordar el plato fuerte, es decir, Cuba,
hablemos de los Júpiter en Asia Menor.
La génesis final del entendimiento que puso fin a la
crisis de 1962 se gestó durante una conversación cara a cara entre el embajador
Anatoly Dobrinin y el enviado personal de JFK, su hermano y fiscal general de
los Estados Unidos, Bobby Kennedy.
Dobrinin no era un embajador cualquiera, contaba con la
absoluta confianza del Kremlin, experiencia y consideración similar a la de un
ministro. Al final del encuentro, el ruso envió un cablegrama a Moscú
resumiendo los puntos discutidos. Bobby había sugerido encarecidamente la más
rápida respuesta posible de Krushov, ofreciendo una línea telefónica
confidencial a Dobrinin.
La lectura del cablegrama, ya desclasificado, habla del
asunto misiles Júpiter Turquía. Lo esencial era que: EEUU, JFK, aceptaban la
exigencia de retirar los cohetes de Turquía, pero debido a que esos misiles
eran parte de un acuerdo con la OTAN, la solución requería entre 4 y 5 meses,
bajo la condición expresa de no publicitar esta parte de lo acordado.
Sigo citando al diplomático soviético: "¿Y qué pasa
con Turquía?" Le pregunté a R. Kennedy.
"Si ese es el único obstáculo para lograr la
regulación que mencioné anteriormente, entonces el presidente no ve ninguna
dificultad insuperable para resolver este problema", respondió R. Kennedy.
"La mayor dificultad para el presidente es la discusión pública del tema
de Turquía.”
Subrayo, aclarando otra de las falsas afirmaciones hechas
mitos, que en esa conversación no se habló de misiles en Italia.
Respecto a Cuba, el memorando de Dobrinin dice:
“Lo más importante para nosotros", subrayó R.
Kennedy, "es obtener lo antes posible el acuerdo del gobierno soviético
para detener los trabajos en la construcción de las bases de misiles en Cuba y
tomar medidas bajo control internacional que imposibiliten el uso de estas
armas. A cambio, el gobierno de los Estados Unidos está dispuesto, además de
derogar todas las medidas sobre la "cuarentena", a dar las garantías
de que no habrá ninguna invasión de Cuba y que otros países del hemisferio
occidental están dispuestos a dar las mismas garantías, el gobierno de los
Estados Unidos está seguro de esto".
Considerando que ya era de madrugada en la capital de
Rusia, 28 de octubre, la respuesta de Krushov fue rápida: Los R-12 que en
apenas 10 minutos alcanzaban a Washington o Nueva York serían de inmediato
desmantelados. Algunos analistas aseguran que al menos 10 de los 42 cohetes ya
estaban listos para ser utilizados.
Antes de dar una respuesta de alivio a la paranoia de los
estadounidenses, Kennedy conversó con Eisenhower. Ofrecemos una transcripción
directa de lo hablado sobre Cuba:
Eisenhower: Por supuesto, pero señor presidente, ¿puso
alguna condición? ¿en esto?
JFK: No, excepto que no vamos a invadir Cuba. Eso es lo
único que tenemos ahora. Pero de ninguna manera planeamos invadir Cuba en estas
condiciones. Si podemos sacarlos, [los cohetes], estaremos mucho mejor.
IKE: Estoy muy de acuerdo. Sólo me preguntaba si lo
estaba intentando, sabiendo que cumpliríamos nuestra palabra, si intentaría
involucrarnos en cualquier tipo de declaraciones o compromisos que finalmente,
algún día, podrían ser muy embarazosos. Esto es, supongamos que comenzaran a bombardear Guantánamo
JFK: Correcto.
Eisenhower: A lo que me refiero, estoy bastante de
acuerdo en que creo que es una medida muy conciliadora.
hecho. Siempre que no diga eso...
JFK: Correcto. Ah bueno estoy de acuerdo. Ah, sí, es
cierto. Creo que lo que tenemos que hacer es mantener... Por eso no creo que se
pueda olvidar la historia cubana. Creo que conservaremos suficiente libertad
para proteger sus intereses si él…
IKE: Eso es todo lo que quiero...
JFK: -- si él, si se involucran en la subversión, si
intentan realizar algún acto agresivo y así sucesivamente, entonces todas las
apuestas están canceladas.
(Presidential
papers. JFKPOF-TPH-41-2)
Video: https://youtu.be/0bZd-hmwGP4
Si se entiende correctamente, y este es el punto, en la
mente de Kennedy, reforzada la idea por las sospechas de su veterano
interlocutor, estaba el presupuesto de que Cuba debía cumplir una condición: No
involucrarse en acciones subversivas que pusieran en peligro la seguridad
nacional de los Estados Unidos porque en ese caso, lo acordado, la promesa
hecha a Krushov, perdería su efecto, sería cancelada.
Han pasado 63 años, los lectores han de juzgar si Fidel
Castro y sus sucesores actuaron tal y como JFK presuponía al darle a los
soviéticos la consabida promesa de no invadir a Cuba.
Consideraciones finales:
John Fitzgerald Kennedy fue asesinado 11 meses después.
Nikita Serguéievich Krushov desapareció para siempre de la escena política en
1964, en tanto Fidel Castro, su hermano Raúl y el actual gobernante designado
por voluntad de este último, mandan en Cuba hasta hoy. Jamás hubo un tratado,
un acuerdo formal, en los Estados Unidos requiere votación del Senado, respecto
al entendimiento de octubre de 1962.
Lo que si existe es una Resolución Conjunta de ambas
cámaras legislativas norteamericanas, votada en el apogeo de la crisis, antes
del acuerdo, donde se decía:
“Estados Unidos estaba determinado a prevenir -por
cualquier medio que fuera necesario, incluyendo el uso de armas- que el régimen
marxista-leninista de Cuba extendiera, por la fuerza o la amenaza de la fuerza,
sus actividades agresivas o subversivas a cualquier parte de este hemisferio, y
a prevenir la creación o uso de una capacidad militar apoyada externamente en
Cuba, que pudiera poner en peligro la seguridad de Estados Unidos (…)”. (United States: “Proclamation 3504.
Interdiction of the Delivery of Offensive Weapons to Cuba. October 23,
1962”, AJIL, Vol. 57, Num. 2, 1963.)
Kennedy estuvo en lo cierto cuando afirmó a su antecesor
en la presidencia que el único requisito efectivo era la promesa de no invadir
a Cuba. Para el ex senador por Massachusetts tal promesa concordaba plenamente
con sus planes respecto la historia reciente de la rebelde isla caribeña. La
prueba mayor es que un año atrás negó el apoyo aéreo a la Brigada 2506 en el
momento crítico de la batalla, después de llevar ventaja inicial en su
enfrentamiento con las fuerzas castristas en Bahía de Cochinos.
Mas tarde Kennedy asumió la responsabilidad de los
hechos, del fracaso del desembarco de abril de 1961. En octubre de 1962, era
comprensible que aceptara el compromiso de no invadir militarmente a Cuba. Lo
que el ejecutivo de la Casa Blanca no tuvo en cuenta es que su entendimiento
era con Krushov, Fidel Castro nunca se consideró parte de tal acuerdo porque
los cohetes como llegaron se fueron.
Aunque fuera justificada la exclusión del dictador cubano
de tan urgentes tratativas en busca de una solución a lo que se había
convertido en una crisis mundial, el hecho tuvo consecuencias que se arrastran
hasta hoy.
Epílogo:
Es evidente que las posteriores administraciones
norteamericanas respetaron la línea roja de no invadir a Cuba en tanto de
ninguna manera, ni siquiera submarinos en tránsito, regresaran las armas
nucleares a Cuba. Sin embargo, tampoco había una obligación de atarse a la
promesa y menos aún, la URSS estaba en condiciones de impedir una acción
militar norteamericana si llegaba la ocasión.
Esta situación alude a la llamada Doctrina Brezhnev,
según la cual si un país socialista aliado de Moscú se encontraba de cualquier
manera en una situación capaz de conducir al quiebre del sistema socialista,
entonces, como sucedió en Checoslovaquia, Hungría o Polonia, las tropas
soviéticas acudirían en consecuencia.
Corría el año 1993, Mario Vázquez Raña, empresario
mexicano, propietario de El Sol de México, entrevistó al General de Ejército
Raúl Castro Ruz, a la sazón Ministro de Defensa si equiparamos su cargo con
similares, a la vez sucesor oficial de Fidel Castro. Copiamos la confesión
hecha por quien años después asumiría la presidencia de su país.
Vísperas del año nuevo 1990, El muro de Berlín derribado,
la URSS de Gorvachov en medio de serias contradicciones políticas internas,
Raúl Castro arriba a Moscú con una misión secreta, confirmar qué haría la Unión
Soviética en caso de una posible intervención militar norteamericana. Al
efecto, el 29 de diciembre de 1989 es recibido en el Kremlin. Así se lo contó
al entrevistador mexicano:
“Presta atención, Mario, la respuesta del máximo
dirigente soviético fue tajante: en caso de agresión norteamericana a Cuba,
nosotros no podemos combatir en Cuba afirmó textualmente, porque ustedes están
a 11 mil kilómetros de nosotros y agregó: ¿Vamos a ir allá a que nos partan la
cara?”
“La parte soviética nos hizo saber que no estaba en
disposición de plantearle a Estados Unidos ningún tipo de advertencia en
relación con Cuba, ni siquiera recordar a Washington el compromiso de (John F.)
Kennedy de octubre de 1962, el cual siempre era puesto en duda por cada nueva
administración yanqui.”
Lamentablemente, dentro del exilio cubano aún se deja
escuchar con insistencia la versión falseada de que hubo un pacto secreto entre
EEUU y la URSS que salvó a la llamada Revolución Cubana al impedir una
intervención militar norteamericana. Los hechos prueban que tal pacto jamás
existió, en todo caso el bien llamado “entendimiento” entre Kennedy y Krushov
del 27 al 28 de octubre sin que ambos hombres de estado se dieran la mano o
firmaran documento alguno.
Tampoco hubo impedimento estratégico de tipo militar
capaz de frenar a los Estados Unidos, ni de frenarlo ahora, si decidieran una
intervención militar en Cuba.
Fidel Castro por su parte, desconoció tener obligación
alguna de colaborar ante el presupuesto de no exportar la subversión
antinorteamericana, pro comunista, donde quiera que le fuera posible hacerlo,
contando con el apoyo económico y militar de la desaparecida Unión Soviética.
La única línea roja conservada, puede decirse que por parte de la URSS y Rusia,
ha sido evitar la presencia de armas nucleares en la isla caribeña.
Por último una pregunta: ¿Quién salió ganando de la
confrontación llamada Crisis de octubre de 1962?
Nicolai Leónov, Teniente General de la KGB al mando de
su departamento de análisis, amigo de Raúl Castro y su biógrafo reconocido, comentó
antes de morir a los 93 años que el Gran derrotado fue Estados Unidos porque «tuvo que
aceptar la Revolución Cubana y comprometerse a no atacar la isla, lo que
suponía reconocer su primera gran derrota en el hemisferio occidental y un gran
revés para la doctrina Monroe». (Swissinfo.ch obituario. 22 abril 2022).
Leonov al centro con Raúl Castro a bordo del barco "Andrea Gritti" en 1953 meses antes del asalto al cuartel Moncada
Si valoramos los hechos durante la década del sesenta,
rebajando el tono grandilocuente, el compromiso de Kennedy dio un importante
respiro a Castro en sus primeros años de gobierno, no obstante, Washington
alcanzó un resultado permanente de importancia estratégica:
El Nuevo Mundo, América, ha permanecido hasta hoy libre
de armas nucleares. Una amenaza de 10 minutos en 1962, cuando no había sistemas
efectivos de intercepción, significaba un problema existencial para el
territorio conjunto que en geografía, población y economía constituye el
fundamento de la gran nación estadounidense.
La retirada de los Júpiter no significó un equivalente
como peligro ofensivo nuclear, incluso estos cohetes ya estaban siendo
sustituidos por sistemas mejorados, Polaris primero y luego Poseidón, con la
impronta de los submarinos. Además, EEUU conservó instalaciones balísticas propias
y otras junto a sus aliados en la OTAN, al igual en ASIA, algo imposible de
contrabalancear por la URSS o Rusia actualmente.
La decisión de La Casa Blanca en cuanto a no invadir a Cuba ha obedecido a otras razones políticas que no son parte de este breve ensayo sobre la Crisis de octubre de 1962. También está claro que la URSS antes o Rusia ahora, no defenderían a la dictadura más prolongada del hemisferio occidental en caso de un ataque norteamericano.