Saturday, February 29, 2020

EL PADRE VARELA PIONERO DEL PERIODISMO CATÓLICO EN LOS ESTADOS UNIDOS[1]


Dibujo del P. Félix Varela del artista 
Gervasio Esturo, de la colección de la autora

Por Teresa Fernández Soneira

Cuando el Padre Félix Varela[2] llega exiliado a Nueva York en 1823 arriba por los muelles Atlantic Docks. Una fuerza laboral reforzada por inmigrantes europeos descarga el café que viene de Brasil; las pieles de la Argentina, el azúcar de Cuba y el guano del Perú. Al igual que hoy, los inmigrantes y exiliados dan apoyo con la mano de obra y agilizan el proceso de la industria americana. Las familias cubanas que exportan azúcar a Nueva York en esa época envían con frecuencia a sus hijos a esa ciudad para que aprendan el idioma, la destreza en los negocios, y las costumbres del país. España aún gobierna en Cuba, pero los cubanos adinerados empiezan a considerar a los Estados Unidos como un lugar importante. Nueva York ya es entonces una ciudad en constante ajetreo, llena de bullicio y vida que acoge a pobres y a ricos.
Varela es un hombre maduro, de sólidos conocimientos y vasta cultura, y con un temperamento de luchador que derriba obstáculos como es todo aquel que empuña la pluma. Durante la travesía que ha hecho desde España hasta los Estados Unidos, ha estado meditando y se da cuenta que no habrá ya más cátedra en el Seminario de San Carlos de La Habana por lo que ya no tendrá más alumnos. Se pregunta entonces si no es quizás el periodismo una cátedra con un amplio auditorio. Sin pensarlo más decide entregarse a esta empresa y como veremos llegará a ser uno de los pioneros del periodismo católico de Norteamérica.

Tiene una gran facilidad para aprender idiomas y aunque lee inglés, no lo domina. Entonces, siempre con Cuba en la mente y el corazón, mientras aprende inglés se dedica a escribir y publicar El Habanero, en cuyas páginas enseña a los cubanos la manera en que hay que prepararse para lograr la total independencia de Cuba. El Habanero sería el primer periódico en español publicado en los Estados Unidos.
Dos años después comienza a distinguirse en la prensa de Norteamérica. Por entonces existe un movimiento anticatólico que, aunque tiene una finalidad política, recurre al antagonismo religioso. Vemos como se congregan 73 ministros protestantes y fundan en Nueva York la revista El Protestante en la cual desatan una campaña que es un verdadero furor religioso contra la iglesia Católica en la que despliegan una oleada de odios, persecuciones y discriminaciones contra los católicos, siendo incluso destruidas algunas propiedades de la iglesia. Además del idioma y del clima tan distintos a los de su Cuba natal, Varela tiene que enfrentarse a esta intolerancia y fanatismo del protestantismo. Para contrarrestar la campaña de El Protestante se echa sobre sus espaldas la tarea de refutarlos fundando por su cuenta el Protestant’s Abridger and Annotator[3] (El Abreviador y Anotador de El Protestante), donde hace gala de sus cualidades como polemista severo y enérgico que jamás se excede y que nunca ofende. Prueba de ello es su comentario de noviembre de 1839 en el periódico The Catholic Register[4] (El Registro Católico) de Nueva York en el que responde a ciertas críticas del sector protestante: “los protestantes besan la Biblia en señal de respeto y reverencia. Ellos no están besándola como libro sino porque contiene la palabra de Dios expresada en letras y símbolos. No deberían objetar entonces a que nosotros, los católicos, besemos un crucifijo que más profundamente llama la atención a nuestros sentidos y significa lo mismo”.
El 20 de febrero de 1840 escribe el editorial “La educación de los niños Católicos en las escuelas públicas” en el que nuevamente refuta a los protestantes: ‘La verdadera libertad y tolerancia se demostrarían si se tomase a la educación sin interferir con los principios religiosos de nadie. Lo primero que se hace en las escuelas públicas es poner la Biblia Protestante, sin notas ni comentarios, en manos de un niño, dejándola a su libre interpretación. En casi todas las escuelas públicas se utilizan libros que contienen muchos pasajes alterando y ridiculizando nuestra doctrina Católica. Los mismos maestros no dejan pasar la oportunidad para añadir sus sarcásticos comentarios’. Aunque la situación es muy tensa, Varela la maneja con delicadeza y sensibilidad a la vez que pone los puntos sobre las íes.
Entre 1829 y 1832 escribe también para El Mensajero Semanal[5] de Filadelfia y para el New York Register and Catholic Diary (Registro y Diario Católico) de Nueva York. Contribuye con la Revista Bimestre Cubana de La Habana en la que colaboran prestigiosos intelectuales de la época como José de la Luz y Caballero, Felipe Poey, Joaquín Santos Suárez y Domingo del Monte, entre otros, que logran que la revista alcance renombre. Varela también escribe en el periódico La Verdad de Nueva York, en el Repertorio Médico Habanero, y luego en 1836 funda The Catholic Observer.

El obispo de Boston le encomienda en 1838 la dirección de un periódico destinado a la juventud norteamericana: The Children’s Catholic Magazine. Esta revista para niños fue una de las primeras publicaciones dedicada a la juventud católica de Estados Unidos entre 10 y 16 años, y se publicó entre marzo 1838 y febrero de 1840. Varela fue su director a partir del segundo número. Un año después escribe para The Catholic Expositor y en 1840, a petición del obispo John Dubois[6], dirige el New York Catholic Register. Incansable, continua su labor y un año más tarde funda con la ayuda del padre Constantine Pise, The Catholic Expositor and Literary Magazine donde aparece la producción teológica más completa y madura de su pluma.
Como si todo esto no fuera ya suficiente, colabora con el Truth Teller (El Narrador de la Verdad) y con The New York Freeman’s Journal and Catholic Register (Diario y Registro Católico Libre de Nueva York). Escribe hasta altas horas de la noche; es una intensísima labor periodística la que despliega el Padre Félix Varela en estos años. En la biblioteca que este poseía se encontraron colecciones completas de historiadores griegos y latinos en sus lenguas originales, prueba de que poseía una cultura vasta y completa. Además del español y el inglés, entendía perfectamente el alemán, el portugués, el francés y el italiano. La plataforma sobre la que sustentó sus argumentos y polémicas estuvo siempre fundamentada en fuentes e idiomas originales.
En las primeras décadas del siglo XX, la Iglesia norteamericana comenzó a valorar la labor periodística del P. Félix Varela. En 1898 el padre D.A. Merrick, S.J. publicó en la revista Mensajero un artículo titulado "El Apóstol Cubano de Nueva York" [7], y en 1927 el Padre William F. Blackestee realizó un extenso trabajo para la Sociedad Católica de la Historia de Filadelfia en el que hace resaltar no solo la solidez de los conocimientos científicos y religiosos del Padre Varela, sino también su sorprendente dominio de la lengua inglesa. Dice Blackestee: “Con su penetrante visión, estilo grácil y un dominio asombroso de la lengua inglesa, derrotó de la forma más completa a sus más audaces y formidables opositores en las controversias literarias y en los debates públicos” [8]. El padre Varela también aparece en el Diccionario de Biografía Americana editado en 1936 y en el libro Pioneros del Periodismo Católico de la Sociedad Católica de la Historia de los Estados Unidos[9] donde se le hace justicia por sus innumerables contribuciones.
Iglesia de la Transfiguración

Además del periodismo, Varela fundó en Manhattan dos parroquias: la Transfiguración y St. James donde se distinguió como pastor dedicado a cuidar de los pobres y desamparados de la ciudad, particularmente de los inmigrantes irlandeses. El Venerable Padre Félix Varela Morales fue el primer sacerdote cubano incardinado[10] en lo que entonces era la Diócesis de Nueva York. Como había deseado desde su llegada a Norteamérica en 1823, con su pluma luchó por la justicia, los valores cristianos y la libertad para creer en Dios por lo que desempeñó una verdadera cátedra en los 30 años que permaneció exiliado en los Estados Unidos.
En este mes de febrero que conmemoramos los 167 años de su deceso en San Agustín de la Florida, recordamos al Venerable Padre Félix Varela Morales como abanderado de la fe católica, patriota, músico, científico, teólogo, periodista y figura clave en la historia de Cuba y los Estados Unidos. Es un santo que espera el milagro.





Bibliografia





Blakeslee, Father William F: “Félix Varela”, Catholic Historical Society, Vol. 38, No. 1, marzo, 1927, pp. 15-46.



McCadden, Joseph: Felix Varela: Torch bearer from Cuba, 1984.



Merrick, D.A.: “The Cuban Apostle of New York”, Messenger, 1898, pp. 613-26.



Piqueras, José Antonio: Félix Varela y la prosperidad de la Patria criolla, Fundación Mapfre, Edición Doce Calles, Madrid 2007.



The New York Catholic Register, Gallagher & Smith pubs. 1839-1840.



The Protestant’s Abridger and Annotator, Félix Varela Ed., New York, 1830.



 

[1] Este escrito es un resumen de la entrevista que me realizó el locutor y periodista Miguel Alberto para Radio Fe (que luego se convertiría en Radio Paz), el 19 de abril de 1991,  en el Programa Amanecer.
[2] Félix Varela y Morales (La Habana, Cuba, 20 de noviembre de 1788 - San Agustín de la Florida, 25 de febrero de 1853) fue un sacerdote, maestro, escritor, filósofo y político cubano que tuvo un importante desempeño en la vida intelectual, política y religiosa en la Cuba de la primera mitad del siglo XIX.​ Es considerado uno de los forjadores de la nación cubana.
[3] The Protestant’s Abridger and Annotator, publicado por George F. Buncer y el P. Félix Varela, en el 224 Cherry Street de Nueva York, comenzando en 1830.
[4] The New York Catholic Register, Gallagher & Smith pubs. publicación semanal, 1839-1840.
[5] En el que colaboró con José Antonio Saco. El primer número apareció el 19 de agosto de 1828 en New York redactado por Félix Varela y José Antonio Saco. Los números del 2 al 32 fueron editados en Filadelfia, y a partir del 33 y hasta el final, de nuevo en Filadelfia. De contenido variado. Colaboraron en sus páginas Gaspar Betancourt Cisneros, Tomás Gener, Ramón Vélez y José Estévez. El último número publicado corresponde al 29 de agosto de 1831.
[6] John Dubois (Paris 1764-Nueva York 1842), fundador de St. Mary’s College y tercer Obispo de la diócesis de Nueva York.
[7] D. A. Merrick: “The Cuban Apostle of New York”, Messenger, 1898, pp. 613-26.
[8] Father William F. Blakeslee: “Félix Varela”, Catholic Historical Society, Vol. 38, No. 1, marzo, 1927, pp. 15-46
[9]  Publicado en 1930.
[10] Vincular de manera permanente a un eclesiástico en una diócesis determinada.

Tuesday, February 25, 2020

El museo y la montaña


El palacio Westman, antigua sede del Museo de Historia Natural y lugar de trabajo de Erik Ekman en Suecia

Por Ernesto Fumero Ferreiro
En la foto de arriba aparece un edificio de Estocolmo donde, durante seis años, trabajó un científico sueco que tendría cierta conexión con Cuba. Entre otras cosas es la primera persona que se conoce llegó a la cima del Pico Turquino.


El edificio como tal es un palacete construído en el año 1800 por un magnate de la construcción, como vivienda para su familia. Actualmente radican en él oficinas y es la sede de una veintena de organismos, desde agencias estatales como el Consejo Sueco para la Enseñanza Superior hasta la representación local de la firma Bacardí. Entre 1828 y 1916 el edificio fue propiedad de la Academia de Ciencias Sueca y sede de su colección de historia natural, lo que con el tiempo se convertiría en el Museo de Historia Natural.


Esta era la época en que los museos de historia natural estaban de moda y la colección sueca aumentaba su volumen cada año así que en 1901 la Academia comenzó a construir la actual sede del museo a donde se mudarían en 1916. 

La sala de mamíferos del Museo de Historia Natural durante la época en que Ekman trabajó allí
Pero sería en este edificio donde el museo contrataría para su Departamento de Botánica a Erik Leonard Ekman, en marzo de 1908. Ekman se había graduado en Botánica el año anterior, en la Universidad de Lund, y acababa de pasarse tres meses en Argentina coleccionando plantas. Durante sus años en el museo Ekman escribió una serie de artículos de botánica, especializándose en la flora sudamericana, mostrando en ello un especial talento para la sistematización de las plantas. Sin embargo, al parecer el trabajo de oficina en el museo no era todo a lo que Erik aspiraba y en 1913 envió una solicitud para un estipendio que le financiara dos años de trabajo de campo en Sudamérica. El estipendio le fue aprobado y en febrero de 1914 dejaba el museo y Estocolmo. Su primera parada fue nuevamente en Lund, donde defendió su tesis de doctorado el 2 de marzo y unos días más tarde partía con rumbo a América.
Erik Ekman


La idea era pasarse dos años en Brasil, en la zona de Pernambuco, pero a petición de dos profesores, la Academia de Ciencias le puso como condición al estipendio que hiciera una parada en el Caribe, a coleccionar ciertas especies. Debería pasarse un mes en Cuba y ocho meses en La Española, antes de seguir viaje a Brasil. A Erik Ekman no le gustaba mucho la idea pero no tenía otro remedio que aceptarla así que en abril de 1914 llegaba en barco a la Habana. Inmediatamente se puso a coleccionar plantas en los alrededores de la ciudad pero pronto sus planes de viajar en un mes tuvieron contratiempos. Primero hubo un brote epidémico en Cuba que limitaba sus posibilidades de viaje, luego esas posibilidades se vieron limitadas por revueltas violentas en Haití y República Dominicana; para el verano comenzaba la Primera Guerra Mundial, lo que hacía el viaje más difícil aún. A todas estas, Erik descubría que la flora cubana estaba mucho menos clasificada que lo que se sabía y que habían cientos de especies desconocidas para las Ciencias. Para acortar la historia: la estancia de un mes en Cuba se convirtieron en diez años.

Cuando Erik se dio cuenta que estaría en Cuba más tiempo de lo esperado decidió irse a Oriente y más específicamente al pueblo de Bayate, del que había oído hablar en la Habana. En Bayate había un asentamiento sueco con varios cientos de habitantes nórdicos. La mayoría venían de otros asentamientos suecos en Minnesota y otras regiones en Estados Unidos, pero otros habían venido directamente de Suecia. Los colonos suecos se dedicaban principalmente a la producción de azúcar, aprovechando los altos precios del producto en esa época y habían construído hasta su propio central (el Palmarito del Cauto) desde donde se transportaba el azúcar en tren hasta Santiago. (La zona de Bayate se encuentra actualmente cubierta por el embalse de agua Protesta de Baraguá. Lo único que quedó fuera del agua fue el cementerio que actualmente queda en las afueras del poblado Mella, antiguo Miranda.)
Celebración sueca de Midsommar en el pueblo de Bayate, Oriente
En Bayate Ekman se dedicó a coleccionar plantas, muchas de ellas, como ya se ha contado, totalmente desconocidas. Desde allí salía a sus expediciones que a veces duraban meses. En estas acostumbraba a dormir en tiendas de campaña o simplemente en hamacas a la intemperie. Pero Ekman no se contentaba con las plantas y quería también un poco de aventuras así que un día de abril de 1915 le pidió a su amigo Johan Nyström que le acompañara a subir la montaña más alta de Cuba, el pico Turquino, de la que había oído que nadie nunca había escalado. Johan, además de su finca, era el dueño del Nyströms Café & Restaurang, donde él y su esposa Cristina servían especialidades suecas. Ya para abril la zafra azucarera había terminado y Johan tenía menos que hacer así que aceptó la invitación de Erik y unos días más tarde salían los dos suecos con rumbo al Turquino.

Al llegar a un poblado cerca de su base Erik preguntó a sus habitantes si alguien podría guiarlos por los trillos de la zona. Dos hombres se ofrecieron de voluntarios: Joaquín y Regino. Pero cuando estos se enteraron que la aventura consistía en subir al Turquino decidieron consultar a los orishas. Por suerte los santos dieron su aprobación y los cuatro hombres salieron de expedición un poco más tarde. Pero cuando se acabaron los trillos se dieron cuenta que la expedición no estaba muy bien pertrechada que digamos. Ni siquiera tenían sogas para escalar así que en ocasiones tuvieron que emplear lianas para ello. También la comida empezó a terminarse antes de lo calculado y finalmente tenían solo un poco de boniato y miel en su mochila. Por suerte también pudieron cazar algunas jutías con las que completar la dieta. Por fin en la medianoche entre el 17 y 18 de abril llegaron a su meta. Erik Ekman fue el primero en llegar a la cima.


Al llegar al lugar comprobaron que no había ninguna huella humana por lo que llegaron a la conclusión de que eran las primeras personas en visitarlo. La noche estaba fresca y decidieron hacer una gran hoguera. A falta de nada mejor que compartir los dos suecos y los dos cubanos compartieron una botella de ron Bacardí, ese mismo ron que hoy tiene su representación en Suecia en el antiguo trabajo de Ekman. Por la mañana Erik escribió un mensaje que guardó en la botella de ron  vacía, indicando que ellos habían estado allí. La botella se cubrió por un montículo de piedras en la cima de la montaña.

En la cima se quedaron por unas horas para disfrutar del paisaje. Ese era el Pico Real del Turquino y con ayuda de un instrumento para ello, Erik Ekman midió su altura: 1974 metros sobre el nivel del mar. Como líder de la expedición Erik se tomó el derecho a nombrar otros cuatro picos en el macizo montañoso que carecían de nombre. Al segundo más alto (1872 m) le dio el nombre de Pico Cuba y al tercero (1734 m), el de Pico Suecia. A otros dos picos le dio los nombres de sus guías cubanos: Pico Joaquín (1686 m) y Pico Regino (1606 m). Al regresar a Bayate le escribió a la oficina cubana encargada de ese tipo de registros, en la Habana, que anotó la altura de la montaña y aprobó los nombres propuestos por Ekman.

A pesar de que Ekman era un hombre extremadamente comedido en sus gastos, el dinero de su estipendio se fue gastando con el tiempo, sobre todo tras un viaje a Haití en 1917 donde enfermó de malaria y de donde regresó a Bayate tras tres meses y medio. En Bayate se dedicó entonces a trabajar en las fincas o construyendo caminos. De más está decir que la Academia de Ciencias Sueca no estaba para nada contenta con lo que había pasado con el viaje de Ekman pero cuando en 1920 comenzaron, por fin, a llegar sus envíos, cambiaron de tono completamente. La colección era en extremo valiosa y sobrepasaba todas las expectativas. Pronto todos los desacuerdos estaban olvidados y nuevos financiamientos fueron aprobados. Desde Cuba Ekman envió a Suecia 50 mil ejemplares de unas 20 mil especies diferentes, 850 de ellas totalmente desconocidas para las Ciencias.

Por fin, en 1924 Ekman se fue de Cuba y viajó nuevamente a Haití. Ya para entonces la mayoría de los suecos de Bayate se habían marchado, igual de rápido que como habían aparecido, fundamentalmente a causa de la debacle del precio azucarero de 1920-1921. En Haití Ekman estuvo hasta 1928 cuando se trasladó a República Dominicana. Desde la Española envió incluso más ejemplares que desde Cuba, incluídas 960 nuevas especies. También en esa isla midió la altura de su montaña más alta, de algo más de 3000 metros sobre el nivel del mar.

A pesar de sus largos años de viaje, Erik Ekman no había olvidado a Suecia. En su diario puede leerse cuánto extrañaba a su país y sus deseos de un día regresar para pasar su años maduros en el museo, estudiando sus plantas. Pero para finales de 1930 un nuevo estipendio era aprobado para su anhelado viaje a Sudamérica. Desgraciadamente un nuevo obstáculo impidió este viaje o su regreso a Suecia. Erik había enfermado de malaria. No era ni mucho menos la primera vez pero sí sería la última. Murió el 15 de enero de 1931 en Santiago de los Caballeros. Tenía 47 años.

El oráculo Martí


Por Alejandro González Acosta


“Apóstol de Cuba”, “Santo de América”, “Asceta de la Patria”, “Místico del Deber”, “Moisés Americano” y hasta “Cristo Cubano”, los numerosos epítetos que le dedicaron a Martí con profusión entusiasta, sepultaron rápidamente su verdadera esencia humana, débil y falible como cualquier otra. Se le asumió o lo impusieron como algo incontestable, y resultó hasta de utilidad; tanto, que cuando alguna discusión amenazaba extenderse y con riesgo de derrota, un opinante hábil podía emplear mañosa y arteramente para cerrar la misma a su favor con uno de sus pensamientos como verdad revelada: “Como dijo Martí…” Y es que cuando Él hablaba por la boca de otros, los demás callaban y asentían, resignados y obedientes. Esto lo percibieron y aprovecharon muy tempranamente los políticos insulares. Citar a Martí era y es el mejor tapaboca, la cláusula hermética de cualquier discusión, porque “habló el Oráculo”.


Los sacerdotes del templo de Delfos, cuenta James George Frazer en La rama dorada, masticaban hojas de laurel –con cierto contenido de alucinante arsénico- e inhalaban los vapores sulfurosos que brotaban por una grieta desde las entrañas del templo, para caer en un estado de conciencia alterada, lo cual les permitía emitir “profecías”, que eran frases o palabras, confusas e inconexas, sibilinas y enigmáticas, que luego los intérpretes o sacerdotes debían traducir para los vulgares consultantes. Esto ofrece la prueba que desde siempre entre el oráculo y el devoto han mediado los exégetas, con sus intereses propios. Así, con esa intervención, lo más espeso se convertía en claro y lo más ilógico en profético. La anfibología y la polisemia ayudaban mucho en esto, así como el equívoco y la oscuridad. Aplicando esto, Martí fue moldeado como nuestro Augur Mayor. Él es el objeto de nuestra bibliomancia: es el Aleph supremo de los cubanos. Como los antiguos sacerdotes de Apolo, masticamos los laureles de su corona y aspiramos los vapores de su mausoleo para caer en trance patriótico.


Con los textos de Martí sucede como con el Talmud, el Corán, la Torah y la Biblia entre algunas denominaciones cristianas: se abre por cualquier lugar buscando consejo o inspiración, y se fija una frase para iluminar el presente. Esa práctica adivinatoria es tan antigua como otras supercherías, pero aún funciona. El Sefirot martiano tiene para todas las necesidades, gustos, intereses y motivaciones. Porque lo que define no es el texto, sino la mirada sobre él. Martí es, pues, la Palabra Revelada y el Verbo Encarnado, pues la misma Cuba en persona se le presentó dentro de una manigua en llamas, y en la cumbre del Turquino le confió sus tablas, y desde entonces habla por su boca: es su Voz. Los fundamentalistas dicen: No hay más patria que Cuba y Martí es su Profeta.

Un “pensamiento martiano” tiene el peso, la autoridad irrebatible y contundente de una sura o una aleya, como un versículo bíblico, porque su autor es al mismo tiempo taumaturgo y pontifex maximus. Sus frases se repiten como mantras para alcanzar el nirvana patriótico. Y sobre todo, tienen un carácter apocalíptico en su doble acepción: como revelación y como purificación por la destrucción. Sus Obras Completas son la deontología integral y total del cubano. Martí es el orfebre de la palabra, y el gambusino del pensamiento, pero también alquimista de la historia, ingeniero de la nación, estrategos de la nacionalidad, y padre de la patria; mas esa paternidad es transferible y opera por contagio, y algunos hasta se arrogan el privilegio de que “les baje Martí” en el cuarto fambá de la nación, y entonces hable también por sus bocas. Ese rito colectivo derivó hasta invocaciones, brindis y misas martianas, celebrados con toda solemnidad.
Imagen de Geandy Pavón


Martí es también el homúnculo del que brota Paracelso, para sentarse a escribir la historia, después de trazarla. Es a la vez la piedra filosofal, miliar y angular de la cubanidad: que mueva esas piedras sólo quien esté limpio de todo pecado antimartiano. Su lema supremo es: Noli me tangere. Nunca hay que hundir el dedo en la llaga de su costado para aceptar su divinidad. Su verbo encendido es nuestro Zohar, pero de tanto deglutirlo y consumirlo, también se nos ha condensado en las entrañas, y es la piedra Bezoar que los cubanos llevamos dentro, y nos protege de todos los venenos del malvado mundo. Es el arúspice indiscutible que señala el único camino cierto e invariable de la patria. Cuba vive sólo bajo el signo de Martí, el más omnímodo del Zodíaco ideológico. Sus textos son nuestra Cábala: objeto de consulta y veneración, nunca de cuestionamiento. Sus contemporáneos en su mayor parte lo despreciaron o ignoraron, pero nosotros sus extemporáneos estamos condenados a seguirlo. Todos somos inoculados con el virus martiano, una especie de droga legalizada que viene al nacer junto con la vacuna para el sarampión. Estamos tan sobreideologizados, que esto ha provocado la saturación: ya no nos cabe ni un mililitro más de Martí; como ha dicho Rolando Sánchez Mejías en alguna de sus Historias de Olmo: los cubanos “están llenos de contenido patrio”.

Quizás por todo lo anterior, privarse de Martí y ponerlo a escala humana sea aún para muchos cubanos, más que una herejía, una emasculación.

Martí tiene frases para todo, como la Biblia. En una obra tan vasta como la suya es normal que suceda esto, pero no lo es tanto que todo lo suyo se acepte como verdad indisputable, cual si fuera Palabra de Dios. Pero se explica porque Martí ha sido la religión oficial de Cuba desde hace muchos años. Al morir víctima de una desdichada torpeza, era casi menos que un apestado, rechazado y menospreciado por los generales, quienes apenas lo toleraron por ser sólo un civil. Por los españoles era visto como un traidor a sus raíces y su formación. Estuvo en el medio de tirios y troyanos: unos le decían “Capitán Araña”, y otros “Pepe Ginebrita”. En realidad, por su carácter, tenía de cubano lo mismo que un ornitorrinco: su mejor amigo desde la infancia, Fermín Valdés Domínguez, se burlaba cariñosamente de él por su solemnidad extrema, su invencible tremendismo y su acartonado sentido trágico de la vida.

Una vez que descubrieron el rico filón, la inagotable mina polisémica de su obra, todos echaron mano de él, pero lo peor es que desde el poder han impuesto su pensamiento como ejemplo de vida perfecta y línea de conducta indeclinable. Desde muy temprano, Martí fue un saco de donde surtirse ampliamente por los políticos y ciertos intelectuales.
Escultura de Pedro Pablo Oliva


Pero cuando más descarnada y descaradamente se ha manipulado a Martí ha sido sin dudas durante el castrismo, desde su mismo embrión, con la sangrienta asonada fallida del Cuartel Moncada. Cada acto, cada discurso de Castro estuvo respaldado por algún “pensamiento” martiano, traído a oportuna colación. El colmo fue que, al explotar la Fuga de Mariel, cuando más de 120 mil cubanos escaparon de la cárcel insular, el gobierno colocó carteles por numerosos sitios con una frase de Martí “hecha” para la ocasión: “Hay que cargar los barcos de esos insectos dañinos, que le roen el hueso a la patria que los nutre”. El Apóstol, renacido, le bajó y se encarnó como uno más de los vociferantes que frente a la Embajada del Perú en La Habana gritaban: “¡Qué se vaya la escoria! ¡El que no salte es gusano!”

Todos hemos sido víctimas de esto. Quizás los cubanos más jóvenes, con otro pensamiento, logren algún día desembarazarse de ese peso, para intentar otra república futura, porque aquella con la que soñó Martí ha sido y es un fracaso rotundo, a pesar de su inspiración y omnipresencia. Y quizás lo ha sido por eso mismo, por estar bajo una estrella que, en verdad, ilumina poco, pero mata muy bien.


Debe terminarse ya con la idolatría martiana, con esa hiperdulía que quiere verlo como el profeta cubano hasta el fin de los tiempos. Ya hemos tenido más de cien años de culto a su figura y su pensamiento y es hora de crecer y buscar otros modelos con mayor actualidad y apego a las circunstancias.

Invitación

La Academia de Historia de Cuba en el Exilio los invita al siguiente programa de actividades culturales:

Sunday, February 23, 2020

José Martí en Fernandina Beach, La Florida.


Por Karen Cabrera



En la casona conocida como The Florida House Inn, fundada en 1857 en el corazón del distrito histórico de Fernandina Beach, estuvo alojado Martí en febrero de 1893.



Este inmueble, construido originalmente por el político y abogado de origen judío David Yulee como hospedaje para los trabajadores de un proyecto ferroviario que nunca se completó, sirvió de albergue a soldados de la Unión durante la guerra, y una vez terminada ésta, fue convertido en hotel donde se albergaron figuras de la talla de los Vanderbilt, los DuPont y los Carnegie.

 

En la primavera de 1893, José Martí se alojó en The Florida House, mientras preparaba el llamado Plan Fernandina, con el cual pretendía promover una guerra corta, sin grandes desgastes para los cubanos. Tras el fracaso de este plan, que supuso un duro revés para la causa de la independencia, Martí decidió viajar a Montecristi, en la República Dominicana, para reunirse con Máximo Gómez y seguir adelante con los planes de pronunciamientos armados en la Isla.



Frente a The Florida House existe una placa, colocada en un soporte de concreto, y dedicada a José Martí en ocasión de su estancia en la vivienda. La placa reza:





“Florida House
José Martí
1853-1895




Patriota y poeta cubano, campeón de la libertad y del respeto a la dignidad humana, quien residiera aquí en febrero de 1893 durante su lucha por la independencia de su país.



Fernandina Beach, 28 de enero de 1990.
En el aniversario de su nacimiento.




Donado por 
-El Club Latinoamericano de Jacksonville
-La Asociación Cultural Hispanoamericana de Jacksonville”



Saturday, February 22, 2020

Martí y Magritte



Por Alejandro González Acosta. Ciudad de México


Cuando el belga René Magritte (1898-1967) exhibió en 1928 su célebre lienzo con la pipa negándose a sí misma (Ceci n’est pas une pipe), hizo más que un cuadro: expresó una lección de filosofía y de política. Porque una imagen como tal es sólo eso, no lo representado, lo cual es mucho más complejo. La obra que figura a Venus no es Venus misma, sino tan sólo su reflejo a través de la visión del pintor o el escultor: es un artificio humano, un “engaño fatal de los sentidos”.

Como un buen comunista (aunque permaneció serenamente en la Bélgica ocupada por los nazis), Magritte sabía muy bien de la manipulación ideológica y de los espejismos que propicia el arte, según demostró en la serie La trahison des images (1928-1929), donde se incluye su célebre cuadro. El pintor, quien comenzó haciendo publicidad comercial con su arte, fue después un entusiasta colaborador del padre de la propaganda soviética, Willi Münzenberg, a su vez inspirador de Joseph Goebbels.

Lo anterior viene a cuento por los recientes sucesos del grupo autodenominado “Clandestinos”. Y quizá puede servir para algunas reflexiones.

Los cubanos padecemos a José Martí como una pesada herencia que compromete y obliga: casi desde su muerte, se construyó progresivamente una imagen de él para que fuera el referente absoluto de todos sus compatriotas.

Quizá cuando Jorge Arche (1905-1956) pintó su célebre retrato Martí con guayabera (1943), donde el personaje con una mano en el pecho parece emerger del lienzo, lo hizo pensando militantemente para que los cubanos sustituyeran con él la vigilante cromolitografía omnipresente en casi todos los hogares criollos del Sagrado Corazón de Jesús, que nos recibía con sus ojos hipnóticos y persecutorios desde el lugar de honor en las salas. Así se fue creando la iconografía hagiográfica martiana, preparando su canonización y su elevación a los altares de la Patria. 


Hace muchos años escuché entre asombrado y desconcertado a un buen amigo, declarando en público que ya debíamos desembarazarnos de Martí y dejarlo por fin dormir en paz el sueño de los justos. Con el tiempo he ido asimilando aquella idea, y hoy le reconozco que tenía toda la razón. Quizá la precoz audacia de la declaración me turbó, y a la larga ese movimiento telúrico interno provocó una sana reflexión ajustadora.

Pero probablemente algo de eso también estaba en la intención, consciente o no, de los iconoclastas “Clandestinos”.

Ahora debemos considerar algo muy obvio: una ofensa a “Martí” (el busto) no es un agravio a Martí (la persona). No es siquiera un ataque a Martí sino al “otro Martí”, el largamente fabricado por la propaganda (la imago política), el espejismo, el símbolo, el emblema, la justificación, la coartada de todo lo que ha padecido el pueblo cubano en las seis últimas décadas.

Porque una ofensa al Martí real, sólo pudieron hacerlo (y además lo hicieron), quienes lo conocieron y trataron: sus contemporáneos. El “Martí” manchado ahora no es El Apóstol (“sin mácula”): es sólo un burdo y tosco amasijo de yeso, un sepulcro blanqueado, un simulacro, una ilusión de los sentidos, una ficción, con un colorante añadido.

El espanto y molestia suscitados indica quizás que somos herederos, sin estar muy conscientes, de aquel “culto a las reliquias” de los monarcas hispanos post-tridentinos, sumado con el poderoso fetichismo autóctono: algunos sentirán que han “mancillado” al orisha intocable, a la misma imagen sacrosanta de la patria enardecida.

Una “ofensa a Martí”, a la persona Martí, a José Julián Martí y Pérez, sólo pudo hacerse antes del mediodía del 19 de mayo de 1895, cuando cayó en un potrero, acribillado a balazos y, según alguno, rematado a machetazos. A partir de ese momento nada puede ofenderlo, injuriarlo ni conturbarlo. Lo demás, en verdad, ya no tendría importancia para él. Con ese gesto “sacrílego” pueden ofenderse aquellos que se han forjado una imagen de Martí para consumo personal, la que han incorporado metabólica y psicológicamente, la que nos vendieron y compramos, o forjamos independientemente. Hay que dejarse de cuentos y de cuentas.

No hay que ilusionarse demasiado con estas y otras acciones “emergentes” con visos de “subversivas”. La apatía, la indiferencia y la resignación de la mayoría del pueblo cubano prometen una larga esclavitud y un resignado sometimiento. Si el sacrificio semanal de las “Damas de Blanco”, si las declaraciones de la Amnistía Internacional, los pronunciamientos de Reporteros sin Fronteras, si los centenares de disidentes –que como Wilde se niegan a decir su nombre verdadero de opositores- no han logrado nada, menos podrán hacerlo unos bustos manchados que sólo sirven para desatar la histeria purificadora del régimen. Mucha razón tuvo Cicerón cuando advirtió: “Cuando un pueblo está decidido a ser esclavo y se halla degradado, es una locura tratar de animar de nuevo en él el espíritu de orgullo y honor, de libertad y amor a las leyes, pues abraza con entusiasmo sus cadenas, con tal que lo alimente sin ningún esfuerzo de su parte”. Creo que es aún más ardua e irremediable la situación cuando el pueblo cubano, por miedo, soporta las cadenas sin recibir siquiera alimento ni cuidado alguno de sus tiranos que sienten asegurada eternamente su opresión, consagrada por los usos y costumbres de un pueblo que hace rato dejó de ser tal para convertirse en una masa informe.

Insisto: “Martí”, como la célebre pipa de Magritte, que tanto ocupó por su paradoja al mismo Michel Foucault, NO es Martí: es sólo su imagen manipulada y nada más. Ceci n’est pas Martí, aunque la mirada, víctima de un trompe-l’oeil, de un hábil trampantojo, nos indique algo distinto, pero esto es un asunto no de la vista, sino de la memoria y la conciencia.

No hay que equivocarse ni andarse por las ramas: al manchar de rojo unos bustos espantosos, realmente horribles, sólo han hecho un acto de ajuste estético y político por encima del referente. El ataque que involucra es en realidad al que convirtió esos bustos en una vacía repetición infinita e inocua, a quien lo utilizó como señuelo para disfrazar su hambre de poder y de gloria, y a ese y sus herederos va dirigida la marejada roja.

José Martí en Zaragoza*

Por Arsenio Rodríguez Quintana

En la casa de José Martí en Zaragoza. En casa de José Martí en Zaragoza... Aquí vivió José Martí en esta ciudad”. La tarja indica el edificio en el que se alojó el joven de 20 años recién llegado a Zaragoza en 1873. La calle Platerías y el número 13 siguen siendo los mismos .

José Martí (poeta, periodista, dirigente político y considerado como el héroe de la independencia de Cuba) residió en Zaragoza desde mayo de 1873 hasta noviembre de 1874, periodo en el que realizó su último año para conseguir la titulación de Bachillerato en el Instituto Goya y obtuvo los títulos de Licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras por la Universidad de Zaragoza.
Entonces, el instituto y la universidad ocupaban un mismo edificio en la plaza de la Magdalena, en el actual solar del Instituto Pedro de Luna.
Martí se adentró en el mundo de la filosofía, se interesó en el transcendentalismo del filósofo alemán Krause, relacionando a este con el filósofo norteamericano Emerson. Ambos filósofos fueron verdaderamente admirados por Martí.

Aunque se licenció en Derecho y en Filosofía y Letras con sobresaliente, Martí no pudo recoger sus títulos porque no tenía dinero para que se los expidieran. La Universidad de Zaragoza corrigió esa situación a título póstumo en 1995 y descubrió un busto en bronce, que es el que todavía se mantiene en la entrada del edificio Paraninfo.

ÉL mismo confesaba en sus Versos Sencillos escritos en 1891, en aquella Zaragoza de la I República, “tuve un buen amigo, y allí quise a una mujer” de los cuales sabemos sus nombres: Fermín Valdés era el amigo y la joven Blanca Montalvo su primer y gran amor, que también vivía, como él, en la C/ Manifestación y a la que recordaría más tarde en sus Versos Sueltos:

“Para Aragón en España
tengo yo en mi corazón
un lugar, todo Aragón,
franco, fiero, fiel, sin saña.
Si quiere un tonto saber
por qué lo tengo, le digo
que allí tuve un buen amigo,
que allí quise a una mujer”.

*Tomado del blog del autor. Para más información ver este artículo.

Friday, February 21, 2020

Cuba en Washington, 1897


Por Guillermo A. Belt



Gonzalo de Quesada y Aróstegui
Los cubanos estuvimos muy adelantados. En el número de periódicos, cines, cabezas de ganado por habitante, entre otras cosas. Basta consultar las estadísticas de Naciones Unidas para 1958. En el mundo menos conocido de la diplomacia tampoco nos quedábamos atrás.


Gonzalo de Quesada y Aróstegui fue el primer representante diplomático de Cuba en los Estados Unidos, aún antes de la independencia. El 5 de enero de 1897 el Consejo de Gobierno de la República en Armas lo nombró encargado de negocios en los Estados Unidos, país donde había trabajado junto a José Martí para mantener el espíritu combativo de los emigrados cubanos.



El joven abogado y gran amigo de Martí no perdió tiempo. Poco después de su nombramiento estableció la oficina de la legación de la República en Armas en el elegante Hotel Raleigh, en la avenida Pennsylvania, una de las vías emblemáticas de Washington. Dos meses después la bandera de Cuba insurrecta se izaba en lo alto del Raleigh para celebrar la toma de posesión del Presidente William McKinley el 4 de marzo.




Los simpatizantes de los patriotas cubanos no pudieron contener su emoción al ver la bandera de la pequeña república en ciernes ondeando tan orgullosa como la del enorme y poderoso país a cuya protección aspiraban. Eso escribió, palabras más o menos, un periodista en el diario The Evening Star, el más importante de la capital en aquellos tiempos que hoy queremos recordar.



La República en Armas vive en el recuerdo. El hotel Raleigh también. Fue demolido en 1964, como Cuba en 1959.

Tuesday, February 18, 2020

Ejecuciones masivas del castrismo

Por Pedro Corzo

En Cuba se fusiló, se masacró en sitios inimaginables, no solo en campamentos militares o lugares previamente designados para tan macabra acción. Las ejecuciones tuvieron lugar en patios de escuelas, en curvas de carreteras, en parques, farallones de las sierras, en cementerios y patios de viviendas. En esa gestión fueron alumnos aventajados del nazismo y del estalinismo, los engendradores del totalitarismo cubano.

Matar para el régimen castrista fue una especie de acto de purificación porque la muerte de los otros lo afianzaba en el poder. Cuando el pueblo cubano pueda acceder sin restricciones al conocimiento pleno de los trágicos sucesos con los que la dictadura dinástica de los hermanos Castro ha marcado al país, de seguro quedara profundamente conmovido ante el costo humano a la nación del experimento revolucionario.

Conmoción que tendrá que sumar a las ya acumuladas precarias condiciones de vida que padece, a la destrucción material del país y a los constantes  fracasos de todos los proyectos gubernamentales, a pesar del gran esfuerzo realizado por el sector de la población que creyó fervientemente en las promesas del Caudillo.

No pocos “compañeros” participaron en las depredaciones de la dictadura, pero son escasos los que tienen una visión integral del pasado sangriento,  ya que el control ejercido sobre la información ha sido muy estricto  a la vez que ha estado fundamentado sistemáticamente en una campaña de intimidación de la que se requiere mucha entereza para sustraerse.

Esa puede ser una de las causas por las que más de un victimario cree ciegamente que los abusos fueron aislados y los crímenes inexistentes, tal y como muchos respetables ciudadanos alemanes negaron frenéticamente  el Holocausto.

Los crímenes de sangre de la dictadura castrista se remontan a las numerosas ejecuciones realizadas en el periodo insurreccional en llanos y montañas, también, a los actos terroristas contra la población civil que ejecutaron los insurgentes. Sin embargo, después del triunfo de la insurrección, cuando el país estaba presto para sembrar la paz y cosecharla abundantemente, la nación se introdujo en una vorágine de asesinatos masivos, apuntalados en ejecuciones sumarias individuales, razón por la cual los expresos políticos Miguel Guevara y Santiago Díaz Bouza, escribieron un libro que titularon  “La Muerte se viste de Verde”. Ya que aquellos horrendos asesinatos colectivos se apuntalaban en ejecuciones individuales, encierros de miles de personas además del desplazamiento forzoso de campesinos.

El primer asesinato en masa del nuevo régimen ocurrió en la madrugada del 11 de enero de 1959. Raúl Castro, ordeno la ejecución de 71 personas acusadas de haber cometido crímenes durante su asociación al depuesto régimen de Fulgencio Batista. La orden fue cumplida. Varias excavadoras abrieron una zanja, los hombres fueron parados ante la misma y asesinados despiadadamente, después, la tumba colectiva fue cubierta con tierras por las mismas maquinas que la habían abierto.

Dos años después, abril de 1961, fueron fusilados en La Cabaña ocho patriotas, una cifra superior al promedio diario de los hombres que allí eran ejecutados. En 1962, según diferentes fuentes, entre decenas y centenares de cubanos fueron fusilados como consecuencia de los arrestos de los complotados en la fracasada conspiración cívico-militar de agosto de ese año.

En junio de 1963, cuando los fusilamientos eran prácticamente diarios, 21 hombres fueron ametrallados frente a una loma de hierba y tierra en la Ceiba, montañas del Escambray. Llevaban casi tres años presos sin juicio. 

En 1964 la Fortaleza de La Cabaña fue sede de otro fusilamiento en masa. Catorce guerrilleros, algunos llevaban más de cuatro años alzados en armas, fueron capturados gracias a una hábil maniobra de la seguridad del estado castrista y a la traición de uno de los colaboradores de los insurgentes, el tristemente famoso Alberto Delgado y Delgado.

La ejecución de 1964, al parecer, fue el último fusilamiento masivo, aunque los asesinatos de grandes grupos continuaron como se puede apreciar en el asesinato de más de cincuenta personas al hundir la embarcación XX Aniversario en el Rio Canimar, 1980, y posteriormente los 41 asesinados, entre ellos 10 niños, embarcados en  el remolcador Trece de Marzo el 13 de julio de 1994.