Por Jorge Ignacio Domínguez
Tras el fracaso de la expedición de Fernandina en los primeros días de enero de 1895, José Martí tuvo que ocultarse. El gobierno español había contratado a los agentes de la Agencia Pickerton para descubrir su paradero. El objetivo era hacer que el gobierno norteamericano lo detuviese por violación de la neutralidad en los asuntos cubanos con la que el gobierno estadounidense estaba comprometido.
¿Dónde pasó José Martí esas dos semanas, desde su apresurado regreso de la Florida hasta su definitiva partida? En ese lugar escribió algunas de sus cartas más importantes, y allí firmó el “acta de independencia” de Cuba: la Orden de Alzamiento para iniciar la Guerra del 95.
La casa —ya veremos después dónde estaba realmente— fue uno de los centros gravitacionales de la comunidad cubana de Nueva York. Allí vivían dos matrimonios cuyo destino se fundió varias veces con el de la Isla de Cuba: el del Dr. Ramón Luis Miranda y Luciana Govín, y el de la hija de estos, Angelina Miranda, y Gonzalo de Quesada, discípulo y amigo cercano de Martí.
Luciana Govín era a su vez la hija de Félix Govín, el cubano más rico de Nueva York hasta su muerte en 1891. Luciana, principal heredera y albacea testamentaria de su padre, era una activa corredora de bienes raíces, y administraba su pequeño imperio desde la casa familiar. La fortuna heredada de su padre —y que debería compartir con su hermano vivo y los hijos del hermano muerto— equivaldría hoy a una suma de entre 16 y 36 millones de dólares.
Esa fortuna estuvo muchas veces a disposición de la causa cubana, aunque habría que señalar la probable falsedad de la más dramática escena de fervor patriótico que nos ha llegado: el ofrecimiento del famoso cheque en blanco durante los días cruciales en que Martí se refugió en su casa. Pero está fuera de toda duda que ayudó generosamente a la causa, y que era la persona a acudir cuando había que pagar la fianza de algún cubano detenido por conspirar contra España en el suelo oficialmente neutral de Nueva York.
No es ocioso recordar que una promesa incumplida de Félix Govín estuvo a punto de expulsar a Martí de la historia de Cuba. El famoso encontronazo con Máximo Gómez y Maceo en el Hotel Griffou en 1884 fue de alguna manera provocado por Govín. Según cuenta el general y doctor Eusebio Hernández, entre otros, el acaudalado Félix Govín había prometido a Gómez y a Maceo donar cien mil pesos y buscar dos amigos que donaran cada uno cincuenta mil, "si juntos [Gómez y Maceo] se ponían al frente del movimiento".
Tras la llegada a la ciudad de los dos patriotas, relata Eusebio Hernández, Govín informó a los conspiradores que no podría ayudarlos, pues "en aquellos momentos tenía pendiente una reclamación al gobierno español que fracasaría si le demostraban que alentaba una revolución separatista". Fue entonces que se decidió enviar a Martí y a Maceo a México a buscar fondos, y en esa conversación fue donde Gómez le dijo a Martí que se limitara a cumplir sus órdenes, lo que ocasionó la famosa respuesta de Martí sobre las fundaciones de pueblos y campamentos, y su apartamiento de la causa independentista.
Pero volvamos a 1895. El esposo de Luciana Govín, el Dr. Miranda, era el médico personal de Martí y mantenía una consulta en la misma casa. Además, era el presidente de la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana, organización que también tenía sede oficial en la casa. El Dr. Miranda, graduado de la Sorbona, era médico de renombre en Nueva York. Ante una epidemia de fiebre amarilla, por ejemplo, los periódicos de la ciudad buscaban sus comentarios de experto. Y de todos es conocido el cariño reverencial que Martí sintió por él.
Gonzalo de Quesada, por supuesto, fue muy cercano colaborador de José Martí en sus años finales en Nueva York. Su admiración apasionada por Martí era correspondida por el cariño paternal que este le dedicó. Se olvida habitualmente que Gonzalo, además de ser “el discípulo” de Martí, era un neoyorkino; un señor cuyo inglés era más sofisticado que su castellano y casado con la heredera de una fortuna inmensa. Un abogado graduado de la Universidad de Columbia. Un hombre con conexiones en el mundo de los negocios y de la prensa de Nueva York.
Angelina, por su parte, fue también admiradora de Martí, desde antes de su boda con Quesada ,y contribuyó con su dinero a la causa martiana repetidas veces. Y después de la muerte de Martí fue la principal animadora del Club Hijas de Cuba, que se reunía en su casa.
Esa amistad casi familiar de Martí con toda la familia se puede rastrear en cartas, notas y referencias en el periódico Patria. Quizás la más reveladora de todas sea que Martí daba a Angelina “recibos” por el tiempo que le robaría al esposo para las labores de la independencia.
Esa casa, que fue uno de los centros de la comunidad cubana de Nueva York y uno de los lugares más frecuentados por José Martí, sería también su refugio último.
Pero, ¿dónde estaba?
Por más de siete décadas, en los libros de historia de Cuba, en las biografías y estudios diversos se ha repetido que José Martí pasó esas dos semanas definitivas en el número 116 oeste de la calle 64 de la ciudad de Nueva York. Esos mismos libros dicen a veces que se trataba de la casa de Gonzalo de Quesada y otras que era la casa de su suegro, el Dr. Ramón Miranda.
Esa casa —la del 116 oeste de la calle 64— desapareció a fines de la década del cincuenta o principios de la del sesenta del siglo pasado cuando se construyó el Lincoln Center.
Hay tres razones poderosas por las que se aceptó siempre esa dirección como verdadera.
En 1941, Luis Rodolfo Miranda, sobrino del Dr. Miranda y comandante del Ejército Libertador, publicó el libro Reminiscencias cubanas de la guerra y de la paz. Luis Rodolfo Miranda conoció de cerca de José Martí siendo adolescente y vivió en la casa de su tío, el Dr. Miranda. En su libro reproduce varios artículos. Hablando de Martí, afirma que tuvo “la dicha de acompañarle constantemente” 1 durante esas dos semanas de su estancia en casa del Dr. Miranda. E indica, de manera inequívoca, que la casa se hallaba en el 116 oeste de la calle 64.
La segunda razón es el libro de Blanca Z. de Baralt, El Martí que yo conocí, publicado en 1945. La Sra. de Baralt relata la conocida anécdota del abrigo olvidado por Martí en su casa el día en que partió hacia Cuba. Tras explicar que en 1895 ella vivía en el “número 135 oeste calle 64”, añade que a “dos puertas de nuestra nueva casa vivían el Dr. Ramón L. Miranda, su esposa Luciana Govín, su sobrino Luis Rodolfo Miranda y el joven matrimonio Angelina Miranda y Gonzalo de Quesada”. 2
Esos dos testimonios de personas tan cercanas a Martí son dos de las razones por las que se aceptó la dirección de la calle 64 como verdadera. La tercera razón parece ser que nunca se han comparado esos testimonios con documentos de la época.
Hace dos años, sin embargo, la lectura de una de las cartas que Martí escribió desde Santo Domingo en febrero de 1895 me hizo dudar de la dirección establecida. Comencé a buscar documentos de la época.
La carta que generó mis dudas es un breve mensaje de Martí a Gonzalo de Quesada, escrita desde La Vega, República Dominicana, el 18 de febrero de 1895, donde el remitente indica la dirección del destinatario bajo su nombre: 349 W. 46th St., New York.
¿Por qué dirigía Martí la carta a la calle 46 Oeste y no a la 64 Oeste donde se suponía que vivía Quesada, y donde Martí habría vivido sus últimas semanas?
Durante mi investigación pude hallar 24 documentos originales, de entre 1892 y marzo de 1895 que indican que los Miranda-Govín y los Quesada-Miranda Govín vivían en esa época en la misma casa, en el número 349 oeste de la calle 46. Entre esos documentos están cartas de José Martí a Gonzalo de Quesada, varios artículos de periódicos, el Directorio de la Ciudad de Nueva York, el Registro de Asociaciones Caritativas, varias publicaciones médicas, telegramas, etc.
Entre los 24 documentos hallados que indican que la dirección correcta es el 349 de la calle 46, los más significativos son éstos:
1. En la década del noventa del siglo XIX existió en Nueva York Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana, presidida por el Dr. Miranda. La Sociedad, sobre la que Martí escribió un bello artículo, residía en su propia casa del Dr. Miranda, y en su junta directiva estaban dos de los más cercanos miembros clave del Partido Revolucionario Cubano: Gonzalo de Quesada y Benjamín Guerra.
En el Directory of the Charitable, Eleemosynary, Correctional and Reformatory Institutions4 de Nueva York de 1892 aparecen los nombres y direcciones de la Sociedad. Allí podemos ver que Quesada y el Dr. Miranda vivían en la misma casa, en el 349 oeste de la calle 46:
2. En el volumen 107 del New York City Directory5, publicado en julio de 1894, aparecen los nombres y la dirección del Dr. Miranda y de Gonzalo de Quesada:
3. El periódico The Sun, el 19 de mayo de 1894 relata6que un pariente de Luciana Govín, esposa del Dr. Miranda, había intentado asesinar al médico en su casa. Allí se indica claramente que ambos vivían en el 349 oeste de la calle 46. El caso parece haber resonado en la ciudad. The New York Times publicó ese día un artículo7 semejante donde se indica la misma dirección.
Con ligeras variaciones, los dos artículos cuentan que el Dr. Miranda había pedido a Lorenzo Govín, de 28 años, que desistiera de hacerle proposiciones amorosas a una de las criadas de la casa. El joven, al que describen en los periódicos como epiléptico y enfermo mental, comenzó a merodear la casa armado de una pistola y un “pesado bastón”. Finalmente, el joven se presentó en la casa gritando amenazas de muerte contra el Dr. Miranda. Fue entonces que la familia lo denunció a la policía y el joven fue detenido.
Esta es la copia de los primeros párrafos del artículo del Times:
3. El Charities Directory8 de la Ciudad de Nueva York, publicado en 1895, incluye nuevamente una lista de los miembros de la directiva de la Sociedad de Beneficencia Hispanoamericana. Allí aparecen el Dr. Miranda y Gonzalo de Quesada como residentes del 349 oeste de la calle 46.
Martí en el 349 oeste de la calle 46
El hecho de que ambas familias vivieran en la calle 46 entre 1892 y 1895 no prueba necesariamente que viviesen en esa casa en la segunda quincena de enero de 1895, cuando Martí se quedó con ellos. Pero también hay documentos que evidencian ese detalle esencial.
1. Al regreso de Fernandina, en enero de 1895, José Martí le escribe a Juan Gualberto Gómez. Los detalles esenciales de la carta los pone en clave para evitar revelar el lugar donde se oculta en caso de que la carta sea interceptada. Dice así:
Me enoja hablarle a medias. Si pudiese resolver por mí, ya le estaría diciendo. No puedo, en la nueva situación, y hay mar por medio. Si aguardan, todo marche al rescoldo: yo volaré, de un modo u otro.
La dirección nueva—sólo para ella tengo tiempo—es: S. Dressner trescientos cuarenta y nueve oeste, calle cuarenta y seis—y en el sobre interior, ponga para María.10
2. El 29 de enero, en su siguiente carta a Juan Gualberto Gómez, Martí le reitera:
“…si ve que esperar, en las condiciones en mi carta explicadas, es posible o indispensable, aunque no sea grato, y decide recomendarlo así, telegrafíeme entonces la palabra venda a la misma dirección nueva que le di, y así podré irme más tranquilo, y con mayor firmeza…”11
3. El 29 de enero le escribe también a Serafín Sánchez, que está en Nueva York, y le dice:
“Si nada pudo enviar hasta el recibo de esta carta, alce en la noche cuantos cientos pueda, y por la noche avise el giro, el viernes mismo por la noche, o el sábado, al rayar, a G. De Quesada, —349 W. 46 St.—El sábado antes de las doce necesito tenerlo todo…”12
Cambio de dirección
Y entonces, ¿cómo apareció la otra dirección en los libros de Luis Rodolfo Miranda y Blanca Z de Baralt? ¿Cómo se explica que dos personas distintas recuerden medio siglo después que Martí se quedó en la calle 64 y no en la 46?
El hecho es que ambos matrimonios se mudaron del 349 oeste de la calle 46 al 116 oeste de la calle 64 en el mes de abril de 1895, menos de tres meses después de la partida de José Martí.
1. El 25 de abril de 1895, en la sección de bienes raíces de The New York Times14, se anuncia la venta de la casa, como se puede ver aquí:
2. Probablemente se hayan mudado de la casa unas semanas antes de la anunciada venta. En este caso, el dato viene de epistolario mismo de Martí. Supo éste, en los campos de Cuba, que la familia amiga que lo había ocultado por dos semanas en enero se acababa de mudar. Cinco días después del anuncio de la venta en el Times, escribe desde Cuba a Gonzalo de Quesada:
“¿Cómo los caliento a todos en mi pecho y les doy de este aire puro de libertad? Ya no vivirán en la sala inolvidable donde les dije adiós. ¿Trabajan mucho, como yo trabajaba? ¿Y Carmita, y mis niñas?”15
3. Dos años y medio después, a principios de octubre de 1897, muere Luciana Govín de Miranda. Su obituario en The New York Timesaclara específicamente el cambio de direcciones. Dice el segundo párrafo del obituario:
Cuando José Martí estaba en este país en 1895 e intentó sin éxito enviar una expedición filibustera a Cuba desde la Florida, se refugió por dos semanas en la casa de la Sra. Miranda, que estaba entonces en el número 349 de la Calle 46 Oeste. Martí le confió a ella muchos de sus planes para llevar a cabo la guerra, y dejó en su poder numerosos documentos. Poco después, cuando Martí abandonó Nueva York para unirse al general Gómez en Santo Domingo, la Sra. Miranda colaboró con grandes sumas de dinero como ayuda a la causa cubana. 16
Un amigo, estudioso de la vida de Martí en Nueva York, me dijo en tono de sorna que no creía que el redactor de obituarios del New York Timesconociera nada de la familia de Luciana Govín, por lo que no confiaba en su artículo. Le dije, y repito ahora, que precisamente por eso es confiable. El redactor de obituarios no podría haber inventado el dato de ninguna manera. Hizo la aclaración porque alguien de la familia le pidió que la hiciera. Y debió ser Gonzalo de Quesada, pues era él quien mantenía los contactos con la prensa estadounidense en todos los asuntos relativos al Partido Revolucionario de Cuba.
La casa del 349 oeste de la calle 46 sigue hoy en pie. En su sótano se encuentra ahora el club Swing 46. En una de sus habitaciones se decidió el inicio de la Guerra de Independencia. Y allí vivió José Martí los últimos días de su vida en Nueva York.