Por Guillermo A. Estévez *
Cuando llegaba la hora de establecerse la nueva república de Cuba, en 1901, la mayoría de los cubanos pensaban en el Generalísimo Máximo Gómez para que rigiera los destinos del país. El hecho de que no había nacido en Cuba no importaba. Bastante ya había demostrado su amor por ella. El Generalísimo, sin embargo, no aceptó. Dijo que el era soldado, no político. Y también dijo que él sabía quien era la persona ideal para ese puesto: Tomás Estrada Palma.
El 20 de mayo de 1902 en el Palacio de Gobierno en La Habana. En el centro pueden observarse al Presidente Tomás Estrada Palma. al Generalísimo Máximo Gómez y al General Leonard Wood.
Desde 1884, cuando Don Tomás regresó de Honduras a Estados Unidos casado y con su primer hijo la familia se había establecido en Central Valley, situado a cincuenta millas al norte de la ciudad de Nueva York, donde vivió por casi 20 años. Allí habían fundado una escuela, el Instituto Estrada Palma, una verdadera institución bicultural y bilingüe que enseñaba tanto a niños latinoamericanos como a americanitos locales.
En 1887, José Martí se apareció un buen día de visita y re-encendió la antorcha de la idea de la libertad de Cuba. Martí se sintió bien en la amistad entablada con el estadista experimentado, desarrolló un gran respeto, cariño y confianza hacia él. Martí iba a Central Valley cuando se sentía un poco desanimado, iba a hablar de la Cuba futura con Don Tomás, de educación, de economía, de política, de reconstrucción, de derechos humanos, de deberes cívicos, de la igualdad…
Una de las últimas visitas que hizo Martí antes de partir para Cuba en su fatídico viaje fue a Central Valley. Una de las últimas cartas que escribió fue a Don Tomás. A la muerte del Apóstol, Estrada Palma tomó las riendas del Partido Revolucionario Cubano, y fue nombrado “Delegado” por unanimidad de todos los “clubes” cubanos en Estados Unidos. Poco después fue nombrado Ministro Plenipotenciario del Gobierno de Cuba en Armas.
Desde 1895 hasta el final de la Guerra Cubano -Hispano–Americana, desde Nueva York, Don Tomás dirigió el esfuerzo exterior por la independencia de Cuba. Manejó los fondos recaudados con inmenso sacrificio por los trabajadores cubanos en todos los Estados Unidos con honestidad impecable. Compró armas y municiones; organizó y envió 73 expediciones armadas en apoyo a los mambises.
También Estrada Palma estuvo a la cabeza del esfuerzo y triunfo diplomático monumental e histórico que hubo de garantizarle a Cuba su independencia, la Resolución Conjunta del Congreso de Estados Unidos, firmada por el Presidente McKinley, que declaraba, en primer lugar “que el pueblo de la isla de Cuba es, y de derecho debe ser, libre e independiente.”
Estrada Palma y su grupo ganó a la opinión pública norteamericana, desde personajes importantes hasta la gente de pueblo. Había ferias cubanas en muchas ciudades, había obras de teatro sobre “Cuba Libre;” hasta estaban expuestas en cera las figuras de Maceo y Máximo Gómez en el Museo de Cera (llamado “Eden Musée”) de Nueva York. Y obreros y oficinistas y profesionales americanos también donaban su poquito de dinero para la causa.
En el esfuerzo por la independencia la figura de Estrada Palma brilló como hombre honesto, administrador admirable y diplomático hábil. Mientras tanto, Doña Genoveva Guardiola de Estrada Palma y los seis hijos estuvieron pasando severos aprietos y necesidades económicas en el pueblito de Central Valley.
En 1898, al finalizar la guerra, Don Tomás regresó a Central Valley, a su casa, a su familia y a su Instituto. Ya habían padecido mucho; hacía falta dinero. Ya él tenía cerca de 70 años. Quería regresar y regresó al magisterio.
La intervención americana en Cuba marchaba relativamente bien. Había paz y había reconstrucción de la infraestructura y de la destrucción devastadora e inhumana de tres años de guerra, pero más que nada, había el entendimiento entre todos del contenido de la Resolución Conjunta del Congreso de los Estados Unidos: Los americanos se marcharían y tendríamos gobierno propio.
Las elecciones presidenciales estaban señaladas para el 31 de diciembre 1901. Máximo Gómez ya había dicho redondamente que él no se postularía. En julio de 1901, el Generalísimo , impaciente, agarró a uno de sus hijos por la mano y se embarcó hacia Nueva York, a Central Valley, a hablar con “Tomasico” en su casa.
La Patria llamaba una vez más, le dijo. Había que hacer un sacrificio más. Estrada Palma –dijo Gómez– era el único capaz de iniciar los destinos de Cuba por un camino honesto. Estrada Palma conocía a los americanos, y era el único capaz de mantener la cuerda floja de que fueran amigos, pero no amos. Don Tomás lo pensó por un tiempo; recibió el apoyo por escrito de un grupo de generales mambises, y accedió a seguir sirviendo a Cuba. El 31 de diciembre de 1901, en voto popular y secreto, fue electo Presidente de la República de Cuba.
Casi seis meses después, en lo que fue por siglos el Palacio de los Capitanes Generales españoles –ahora Palacio de Gobierno– en La Habana, se unieron en ceremonia solemne el Gobernador Leonardo Wood. Y otros dignatarios norteamericanos, el Presidente Electo Estrada Palma y su Consejo de Ministros, veteranos mambises, personalidades cubanas e invitados. Al acercarse el mediodía, el Generalísmo Máximo Gómez, también presente, dijo a los que lo rodeaban su famosa frase: “Ya hemos llegado!”
A las doce meridiano el Gobernador Leonardo Wood leyó la carta enviada por el presidente Teodoro Roosevelt en la cual se le adjudicaba el gobierno de Cuba a Tomás Estrada Palma, primer presidente electo. El General Wood abrazó a Estrada Palma y ordenó arriar la bandera americana. Inmediatamente después, el General Emilio Núñez izó la bandera cubana en el Castillo del Morro, a la vista de los miles de cubanos que bordeaban el Malecón. La bandera de la estrella solitaria también se izó en el Palacio de Gobierno y en todos los edificios públicos a lo largo y ancho de la isla.
De las gargantas de la gigantesca multitud que rodeaba el Palacio de Gobierno, de los hombres, mujeres y niños frente a la entrada de la bahía en el Malecón, de todos cubanos en todos los rincones de La Habana y de las provincias brotaba: “VIVA CUBA LIBRE!” La alegría era ensordecedora. Se cantaba el Himno de Bayamo, y se tocaba el Himno Invasor, las campanas repiqueteaban en todas las iglesias, y se oían cohetes, y se veían fuegos artificiales, y banderas, y escudos y abrazos entre extraños. Era una esplendorosa expresión de la identidad cubana: júbilo, triunfo, victoria.
Los elementos de la naturaleza también cooperaron: día soleado, cielos despejados, mar azul turquí. A las doce y 20, los miembros del Tribunal Supremo de Justicia tomaron el juramento y Don Tomás Estrada Palma se convirtió en el primer Presidente de “Cuba Libre”.
* El autor es Director, Retirado del International
Rescue Committee, Inc., Secretario de Derechos Humanos de la Unión de
Ex-Presos Polítcos Zona Norte; Miembro del Comité Internacional de
Ex-Presos Políticos Cubanos