Por Antonio Gómez Sotolongo.
Todo está asolado por las llamas y sumergido en lúgubre ceniza y los dioses
no querrían que esto se les hubiera permitido. (Marcial. Epigrama 4.44)
Cada 20 de mayo se cumplen un año más de la fundación de la República de
Cuba. De cómo esa República fue sepultada por el castrismo trata este artículo,
el que he documentado con una amplia bibliografía, pero sobre todo con la
experiencia personal que me dejó el haber sido testigo y escudo humano
en el cataclismo.
El Vesubio sepultó a Pompeya y Herculano el 24 de agosto del año 79 d. C., y tantos siglos después hasta los
muertos volvieron a la vida, al menos para conformar la Historia futura de la
Humanidad sustentando nuevas
ideas estéticas. Pero el castrismo no
fue así, como lava de diez volcanes, «compitiendo duramente con el pasado»[1], se derramó sobre la
cultura cubana y la sepultó, con la intención maligna de que nada renaciera
jamás de sus cenizas.
La patria que tanto costó fundar[2], las riquezas que tantas
voluntades necesitó reunir, los miles de inteligencias tolerantes que supieron
empujar con todas las ideas el carro del progreso por un mismo camino, la intelligensia que supo reunirse y constituir una patria con todos y para el bien de
todos, ha estado ardiendo, pieza por pieza, desde hace más de seis largas e
interminables décadas por el fuego del castrismo. Sus llamas
trocaron la patria en campamento y el ara en pedestal.
Hizo falta menos de medio siglo para llevar a Cuba del caos y la hambruna a
los más altos estándares de vida de su tiempo. Si en 1898 la industria y la
agricultura estaban en la ruina total a causa de la destrucción que provocaron
los mambises con la tea incendiaria, si entonces las plagas galopaban sembrando
muerte a su paso y la educación se mantenía muy lejos de lo aceptable a causa
de la indolencia de la metrópoli, bastaron tan solo unas décadas para levantar
la industria, sembrar de maestros y escuelas la Isla y detener la mortandad con
la utilización adecuada de ordenanzas sanitarias, algo que pudo suceder porque
ni la guerra, ni la tea incendiaria de los mambises, ni las restricciones
comerciales, ni las censuras destruyeron en Cuba el libre pensamiento.
En 1902, la salubridad había dado un vuelco notable, disminuyendo la
mortalidad, que había sido de 109,000 en el año 1898, a 25,000 en 1902. A este
cambio contribuyeron, además de las Ordenanzas
Sanitarias[3], la tenaz labor desplegada para erradicar los focos de mosquitos
transmisores de la fiebre amarilla, teoría metaxénica comprobada por el biólogo
cubano Carlos
Juan Finlay Barrés (1833-1915).
España cometió el grandísimo error de no comprender que los capitalistas
criollos querían libertad, pero no para pensar porque eso lo podían hacer,
incluso las universidades de la metrópoli estuvieron abiertas para más de un
desterrado, los criollos querían libertad para multiplicar sus capitales como
era posible a todos los países que habían alcanzado el estatus de repúblicas democráticas,
y eso sí que lo comprendieron perfectamente los norteamericanos.
Es imposible que de las cenizas del castrismo emerja
absolutamente nada. Cuando esta noche termine, quienes se dispongan a hacer una
República con los despojos que haya dejado la dictadura tendrán que comenzar
desde cero, quizás algunas piezas sirvan para colocar en el rompecabezas, pero
habrá muchísimas otras que nunca más aparecerán, que habrán sufrido cambios
irreversibles o estén simplemente muertas, habrá que comenzar de cero porque ni
siquiera tuvimos la oportunidad que tuvo el pueblo hebreo, no tuvimos el chance
que tuvieron los sefardíes.
Durante la colonia y la república la libertad de pensamiento permitió que
miles de intelectuales, científicos, políticos, empresarios, militares y
ciudadanos de todos los estratos sociales conformaran una sociedad capaz de
pensar, sin que pendiera sobre sus cabezas, como espada de Damocles, la palabra
diaria del adoctrinamiento, el que a la corta o a la larga los convertiría en fanáticos.
Ni los gobernadores coloniales, ni los presidentes de la república tuvieron el
poder de vaciar las mentes, dispersar las inteligencias y vigilarlas
sistemáticamente a través de comisarios políticos y/o policiales.
En Cuba, hasta 1959, la represión y persecución por causas políticas fue la
respuesta de los regímenes que rompieron las normas democráticas ante el
ejercicio que hicieron algunos grupos de ciudadanos, de ideologías diversas,
del derecho a la «legítima resistencia para proteger los derechos individuales
garantizados» por la Constitución[4]. Durante estos períodos
fueron reprimidas las acciones, nunca las ideas y como ninguno de estos
regímenes antidemocráticos se prolongó lo suficiente en el tiempo, ninguno tuvo
el poder necesario para devastar las libertades conquistadas. Del General Don
Tomás Estrada Palma (1835-1908) al General Fulgencio
Batista Zaldívar (1901-1973), ninguno fue capaz de
incinerar la libertad de pensamiento y convertir la violación de los derechos
humanos en un sistemático
crimen de Estado.
Durante la colonia y los años de República aparecieron asociaciones de todo
tipo a lo largo y ancho de la Isla: culturales, fraternales, de ayuda mutua
etc., que propiciaron la convivencia de las ideas por más diferentes que estas
fueran. Por recordar algunas mencionaré las tertulias de Domingo
María de las Nieves del Monte y Aponte (1804-1853), el ilustre venezolano que acogió en su casa, primero en
Matanzas y después en La Habana, a buena parte de la intelectualidad que andaba
la Isla durante la década del 30 al 40 del siglo XIX y en las que «tuvieron
importancia y significación no solo las letras cubanas, sino también las ideas
políticas y sociales de aquella época»; entre otros, acudían a las
tertulias delmontinas el científico Felipe
Poey Aloy (1799-1891); el poeta Plácido (1809-1844); el escritor Ramón
de Palma (1812-1860); el poeta, escritor y
novelista Félix
Manuel Tanco Bosmeniel (1797-1871) y el novelista Cirilo
Villaverde (1812-1894)[5].
El Progreso «(fue en Cienfuegos) una sociedad de
hombres negros cultos que ostentaba (el) mayor prestigio en la ciudad dentro de
las de su clase, (surgió) el 20 de julio de 1879. […] y en (ella) estaba
representada una masa de negros intelectuales, de ideales separatistas»[6].
En los primeros años de la República se conoció en La Habana la Sociedad
de Conferencias «que influyó notablemente en la orientación de nuestra
cultura logrando su propósito de unir a nuestros intelectuales dispersos para
poner su “talento” al servicio de la República». Y si bien es cierto que solo
duró de 1910 a 1911, allí se dieron a conocer; entre otros, los estudios «de
Fernando Ortiz sobre los negros curros, temas filosóficos de Enrique José
Varona», y muchos otros trabajos históricos, investigaciones científicas y
temas literarios[7].
Los teatros también tuvieron sus peñas, entre ellas el saloncillo
del Teatro Alhambra, «donde se charlaba de arte, literatura, finanzas,
amores y amoríos»[8] y
la peña del Teatro Martí, a la que uno de sus más célebres
contertulios, Rubén Martínez Villena, le llamó Peña heterogénea y
rebelde de la terraza del Martí»[9]. Allí iban a charlar y
debatir ideas, entre otros intelectuales de la época, Raúl Roa, Lolo de la
Torriente, Ángel Augier, Rubén Martínez Villena y José Zacarías Tallet.
Al Grupo Minorista o Minoría Sabatina, que se
identificaban con las ideas de la izquierda en la década del 20, pertenecieron;
entre otros, «Enrique José Varona, Emilio Roig de Leuchsenring, Rubén Martínez
Villena, Juan Marinello, Jorge Mañach, José Antonio Fernández de Castro,
Mariano Brull, Alejo Carpentier, Eduardo Abela y Luis Gómez Wangüemert quienes
defendían «la libertad y la democracia», se opusieron a «todas las tiranías del
hemisferio» y abogaron por «la libertad de todos los presos políticos»[10], y si bien es cierto que
algunos de ellos fueron perseguidos, reprimidos y sufrieron cárcel por sus
acciones violentas, siempre prevaleció la libertad de expresión y de
asociación.
Antes de que concluyera la primera década del siglo XX Cuba era otra muy
distinta a la que había nacido en 1902 como República, siendo la última colonia
española en América iba emergiendo a los primeros puestos en todos los índices
que establecían la modernidad. Según registra el número extraordinario
del Diario de la Marina de agosto de 1918, durante la zafra
azucarera 1897-98 Cuba produjo tan solo 220,000 toneladas de azúcar y en la de
1917-18 había elevado su producción a 3,300,000 de toneladas con 199 centrales[11]. Y este crecimiento
continuó, y a mediados del siglo XX, un «central pequeño como el Portugalete,
cuya producción era más bien pequeña, vendió su producción en la zafra de 1951
en dos millones de dólares»[12].
La situación de la intelectualidad en Cuba era muy distinta a la de otros
países del área y sus profesionales tanto de las artes, las letras o las
ciencias estaban entre los más aptos y libres del mundo, lo usual entonces era
que Cuba recibiera inteligencias de todos los confines del planeta, es por eso
por lo que Alejo Carpentier sostiene que:
… la evolución cultural de Cuba, en estos últimos
veinte años, es algo asombroso. Asombroso, no tanto por la obra realizada -que
aún es escasa- sino por lo que revela acerca del proceso de maduración de la
mentalidad colectiva. En lo que va del 1920 al 1940, puede decirse que La
Habana abandonó sus vestimentas de ciudad provinciana, abriendo los brazos a
los grandes vientos del mundo[13].
Y si el resultado de la «maduración de la mentalidad colectiva» propició
que en 1902 los cubanos se dieran la mejor Constitución posible en aquellas
circunstancias, en 1940 fueron capaces de crear una Carta Magna que fue ejemplo
de sabiduría y civismo, y que borró todos los lastres de la primera.
En ella estaban garantizados los derechos y los deberes de los ciudadanos y
resguardaba su soberanía al garantizarles la libertad de pensamiento:
Art. 37- Los habitantes de la República tienen el
derecho de reunirse pacíficamente y sin armas y el de desfilar y asociarse para
todos los fines lícitos de la vida, conforme a las normas legales
correspondientes, sin más limitaciones que la indispensable para
asegurar el orden público. […]
Art. 40- Las disposiciones legales, gubernativas o de
cualquier otro orden que regulen el ejercicio de los derechos que esta
Constitución garantiza, serán nulas si los disminuyen, restringen y adulteran.
Es legítima la resistencia adecuada para la protección
de los derechos individuales garantizados anteriormente. […]
Art. 47- La cultura, en todas sus manifestaciones,
constituye un interés primordial del Estado, son libres la
investigación científica, la expresión artística y la publicación de sus
resultados, así como la enseñanza, […].
Art. 87- El Estado cubano reconoce la existencia y
legitimidad de la propiedad privada en su más amplio concepto de función social
y sin más limitaciones que aquellas que por motivos de necesidad pública o
interés social establezca la Ley [14].
La libertad de pensamiento y de reunión propició que los grupos de
intelectuales continuaran proliferando por toda la nación; entre ellos,
el Grupo de Renovación Musical (1942-1948) y el Grupo
Orígenes (1944-1956).
El Grupo de Renovación Musical, se ocupó de transformar la
música cubana de conciertos y estuvo integrado por los alumnos que tomaban
clases en 1942 con el profesor José
Ardevol Gimbernat (1911-1981) en el Conservatorio
Municipal; entre ellos Harold
Gramatges (1918-2008), Edgardo
Martín Cantero (1915-2004), Julián
Orbón Soto (1925-1991), Argeliers
León Pérez (1918-1991), Hilario
González (1920-1996), Serafín
Pro Guardiola (1906-1977), Gisela
Hernández Gonzalo (1912-1971), Juan Antonio
Cámara (¿?), Dolores Torres (¿?), Virginia
Fleites (1916-1966) y Margot Fleites (¿?).
Según Alejo Carpentier, «Al fundar, con algunos alumnos aventajados,
el Grupo Renovación Musical, Ardevol aspiró a establecer una
escuela […] de músicos sólidamente preparados en lo técnico, conocedores de los
grandes modelos del pasado y de las mejores realizaciones del presente», su
intención y su trabajo estuvieron encaminados a «dotar de un respeto casi
religioso por el oficio, situando por encima de todo, el culto de la forma».
Ardevol entonces «habituaba a los del grupo […] a prepararse para un concierto,
a mostrarse las obras y a criticarlas sin miramientos»[15].
Amadeo Roldán |
Proponer tales principios estéticos, después del triunfo de las obras
de Amadeo
Roldán y Gardes (1900-1939) y Alejandro
García Caturla (1906-1940), pudo ser motivo de
grandes descalificaciones si entonces la tolerancia y el respeto por las
libertades no hubieran estado tan arraigados en la intelectualidad cubana. Así
que del experimento brotaron algunas obras neoclásicas y jóvenes como Julián
Orbón pasaron por el Grupo «como un meteoro antes de
declararse disidente»[16], en frontal contraste con
Harold Gramatges, quien se mantuvo «fiel a las ideas del sector más austero
del Grupo […] y ajeno a toda especulación sobre el
folklore»[17][17].
Por su parte el Grupo Orígenes estuvo integrado
fundamentalmente por los colaboradores de la revista del mismo nombre que
circuló desde 1944 hasta 1956: Ellos fueron Virgilio
Piñera (1912-1979), Ángel
Gaztelu (1914-2003), Fina
García Marruz (1923), José
Lezama Lima (1910-1976), Eliseo
Diego (1920-1994), Lorenzo
García Vega (1926-2012), Octavio
Smith (1921-1987), Cintio
Vitier Bolaños (1921-2009), Gastón
Baquero (1914-1997), Cleva
Solís (1918-1997), Mariano
Rodríguez Álvarez (1912-1990), René
Portocarrero (1912-1985), Agustín
Pi (1919-2001), Bella García Marruz
(1921-2006), Julián
Orbón Soto (1925-1991) y José
Ardevol Gimbernat (1911-1981) y sus propósitos
aparecieron en el primer número de la revista:
No le interesa a Orígenes formular un programa, sino ir lanzando las flechas de su
propia estela. Como no cambiamos con las estaciones, no tenemos que justificar
en extensos alegatos una piel de camaleón. No nos interesan superficiales
mutaciones sino ir subrayando la toma de posesión del ser. Queremos situarnos
cerca de aquellas fuerzas de creación, de todo fuerte nacimiento, donde hay que
ir a buscar la pureza o impureza, la cualidad o descalificación de todo arte.
Toda obra ofrecida dentro del tipo humanista de cultura, o es una creación en
la que el hombre muestra su tensión, su fiebre, sus momentos más vigilados y
valiosos, o es por el contrario una manifestación banal de decorativa simpleza.
Nos interesan fundamentalmente aquellos momentos de creación en los que el
germen se convierte en criatura y lo desconocido va siendo poseído en la medida
en que esto es posible y en que no engendra una desdichada arrogancia[18].
Y en el número 16, celebrando el cuarto aniversario de la revista, los
editores enfatizan su vocación democrática y de tolerancia:
Hemos procurado que la diversidad sea nuestro balance
y nuestra euforia. Todo podrá tener acogida en nuestras páginas, menos la
chusma, lo frío informe, lo apresurado y el rezagado que quiere ahora pasarse
de listo cuando todos sabemos que llegó tarde a la fiesta[19].
El propósito de crear con todos y para el bien de todos, lo define Lezama
en el número 31 como: «un estado de concurrencia, pero nunca un modo grupal de
operaciones y coincidencia de criterios»[20], un concepto que se
manifiesta al «recordar a autores tan diferentes entre sí y respecto a Lezama
como Eliseo Diego, poeta intimista de lenguaje sobrio, y Virgilio Piñera, cuya
obra existencialista, insolente e irónica pareció siempre obsesionada»[21].
Muchos ideales convivieron, muchas ideologías conformaron la intelligentsia cubana,
pero después del 1 de enero de 1959 quienes se niegan a integrar la feligresía
del comunismo son sepultados por la lava de diez volcanes.
Durante los días 16, 23 y 30 de junio de 1961 en la Biblioteca Nacional
José Martí, en La Habana, Castro habló a los remanentes de la intelectualidad
cubana y quedó marcada con fuego la norma de las normas, la Ley tribunicia que
regiría el pensamiento cubano y que inoculó su esencia a la llamada
«Constitución de la República de Cuba»: «Dentro de la Revolución: todo; contra
la Revolución ningún derecho»[22]. Y por supuesto, aquí la
palabra Revolución es el eufemismo que sustituye la palabra
que contiene el real significado de la frase: Tiranía.
Desbrozando inteligencias disidentes, diez años después, Castro convocó
el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura, y en una
extensísima declaración final dictó; entre muchas otras normas, que:
El arte es un arma de la revolución.
Un producto de la moral combativa de nuestro pueblo.
Un instrumento contra la penetración del enemigo.
La revolución socialista en sí es el más alto
logro de la cultura cubana y, partiendo de esta verdad insoslayable,
estamos dispuestos a continuar la batalla por su más alto desarrollo[23].
Ante la Carta Magna de 1940, que permitió la consolidación del pensamiento
cubano, se levantó otra que prohíbe todas las libertades y que por lo tanto
suprime la soberanía de los ciudadanos al dictar lo siguiente:
ARTÍCULO 1. Cuba es un Estado socialista de
derecho y justicia social, democrático, independiente y soberano, organizado
con todos y para el bien de todos como república unitaria e indivisible,
fundada en el trabajo, la dignidad, el humanismo y la ética de sus ciudadanos
para el disfrute de la libertad, la equidad, la igualdad, la solidaridad, el
bienestar y la prosperidad individual y colectiva.
Solo tenemos derecho al socialismo como ideología, solo aceptando el
socialismo y/o comunismo podemos acceder a los demás derechos. Así nos quitaron
la soberanía.
Pero el más indiscutible de todos los artículos de esta constitución, el
que consagra al régimen como una dictadura constitucional perfecta es
el siguiente:
ARTÍCULO 5. El Partido Comunista de Cuba,
único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de
la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente
vinculación con el pueblo es la fuerza política dirigente superior de
la sociedad y del Estado.
Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la
construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista. Trabaja por preservar y fortalecer la unidad patriótica de los cubanos y
por desarrollar valores éticos, morales y cívicos[24].
Es muy probable que en el futuro, aunque ya no seamos los mismos, por el
golpe obstinado de la piqueta sobre diez capas de piedra volcánica, aparezca
una isla y, quizás, vuelva a abalanzarse sobre ella una multitud de
inteligencias dispuestas a fundarla de nuevo. Ojalá que el castrismo,
como lava de diez volcanes, no sepulte también su memoria. Ojalá.
Este artículo fue publicado el 20 de mayo de 2012
en el blog del autor. En línea: https://eltrendeyaguaramas2epoca.blogspot.com/2020/05/como-diez-volcanes-el-castrismo.html
[1] Cfr.: Guevara, Ernesto. 1988. El socialismo y el hombre en Cuba.
La Habana: Editora Política, p. 8
[2] Cfr.: Jiménez, Guillermo. 2008. Los propietarios de Cuba. La
Habana: Ciencias Sociales.
[3] Cfr.: Barnet, Dr. E. B. Barnet. 1906. «Report from the delegate from Cuba».
Washington: Government Print Office. En Transactions of the Second
International Sanitary Convention of the American Republics, p. 117
[4] F. C., reconoció la legitimidad de ese derecho al ser juzgado por
planificar y ordenar el ataque al cuartel Moncada en la madrugada del 26 de
julio de 1953. Cfr.: Castro, Fidel. 1971. «La historia me absolverá». En Cinco
documentos. La Habana: Ciencias Sociales, p. 93
[5] Cfr.: Pascual, José A. 1964. Peñas y Tertulias. Enfoque panorámico
y micro enfoque sicológico. La Habana: Ágora.
[6] Sueiro, María V. Tres ramas de un tronco común: los hermanos
Jiménez Berroa en el contexto sociocultural de Cienfuegos a finales del siglo
XIX.
[7] Pascual Ob. Cit. P. 59, 60
[8] Ídem, 63
[9] Ídem, 64
[10] Ídem, 67
[11]Camallonga, José. 1918. Diario de la Marina. Agosto. Edición
Extraordinaria, p. 23
[12] Bosch, Juan. 1999. Cuba, la isla fascinante. Santo Domingo:
Alfa y Omega, 233
[13]Cfr.: Carpentier, Alejo. «Panorama de la música en Cuba. La música
contemporánea». En Revista Musical.
[14] Constitución de la República de Cuba. 1940. [En línea] [Fecha de
consulta 09 de mayo de 2020] Disponible en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2525/36.pdf
[15] Carpentier, Alejo. 1961. La música en Cuba. La Habana:
Luz-Hilo, p. 186
[16] Ídem, 188
[17] Ídem, 192
[18] Lezama, José. 1944. «Presentación». En Orígenes, núm. 1, p. 5
[19] Los editores. 1947. «Cuatro años». En Orígenes, núm. 16, p. 46
[20] Lezama, José. 1952. «Señales. Alrededor de una antología». En Orígenes,
núm. 31, p.64
[21] Mataix, Remedios. 2000. La escritura posible. El sistema poético de
José Lezama Lima. Lleida:
Universidad de Lleida, p. 98
[22] Castro, Fidel. 1987. «Palabra a los intelectuales». En Pensamiento
y política cultural cubanos. Antología. Tomo II. La Habana: Pueblo y
Educación, p. 29
[23] «Declaración del primer congreso nacional de educación y cultura
(fragmento)». En Pensamiento y política cultural cubanos. Antología.
Tomo II. La Habana: Pueblo y Educación, p. 213
[24] Constitución de la República de Cuba, 2019. [En línea] [Fecha de
consulta 09 de mayo de 2020]
http://www.sld.cu/anuncio/2019/01/07/en-pdf-nueva-constitucion-de-la-republica-de-cuba
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