(Conferencia pronunciada por el Dr. Eduardo Lolo en la Sociedad Pro-Cuba de Elizabeth [New Jersey], el 21 de mayo de 2017, con motivo del 115o Aniversario de la proclamación de la República de Cuba.)
Según el primer verso de “The Waste Land” ‒el famoso poema de T.S. Eliot‒ “Abril es el mes más cruel”. Sin embargo, para los cubanos el mes más cruel no es abril, sino mayo. Ese mes cae fulminado, en desigual combate por la independencia de Cuba, quien “♫… no debió de morir. ¡Ay, de morir! ♫” y, un día después, a 7 años de distancia, se llega a la realización de un sueño sublime que se convertiría en horrible pesadilla: el advenimiento de una República que traía en sí misma el germen de su propia ruina. De ahí que sea una celebración agridulce, en que se combinan la alegría y la tristeza, el decoro del inicio que hoy celebramos con la ignominia que daría al traste con la República. Mirar hacia uno obviando el otro componente de la dicotomía resultante constituiría un ejercicio de retórica demagógica. Caricias y golpes parten de una misma fuente: la mano que se tiende amorosa o se recoge en un puño crispado. Entender el paso histórico cubano del sueño a la pesadilla es la única forma de evitar que nuestros sueños de hoy también se conviertan en pesadillas de mañana. Toda celebración del pasado sin la mirada puesta en el futuro se torna una conmemoración pueril.
Sin embargo, comprender la trágica metamorfosis señalada no resulta fácil. Hay que analizar la herencia recibida por la república (tanto lo bueno como lo malo) a fin de separar el codicilo decoroso del legado infame. Sólo así podremos avistar por qué el bochorno terminó venciendo la honra.
Comencemos con la Colonia. España trajo a Cuba tanto lo bueno como lo malo de su civilización: de la hoguera de la Inquisición, al apostolado bondadoso de hombres como Bartolomé de las Casas. La ambición y la avaricia, desgraciadamente, pudieron más que la bondad, y nuestros indios desaparecieron en lo que no puede calificarse sino como genocidio, tanto voluntario como involuntario; esta última modalidad como consecuencia de nuevas enfermedades importadas que actuaron a manera de verdugos. A ello habría que unir las autoinmolaciones colectivas por aquellos aborígenes que prefirieron morir libres antes que vivir esclavos. Al final, de ellos sólo nos quedaron, históricamente obstinados, algunos topónimos, incluyendo el nombre de la nación que amamos.
Para suplantar a los indios, los colonialistas dieron fuerza a una de las prácticas más perversas en la historia de la humanidad: la trata de esclavos comprados en África. Con el advenimiento de los criollos, una suerte de ciudadanos libres de segunda clase comenzaron a sufrir el asfixiante yugo colonial ensamblado allende la Mar Océana. Sus justos reclamos a la Metrópolis fueron siempre respondidos con negaciones y, cuando cegadas las avenidas civiles optaron por la rebelión, con el terror. Hay hechos del todo vergonzosos: el Fusilamiento de los Estudiantes de Medicina (probadamente inocentes todos del ‘crimen’ que se les achacó), el asesinato mediante el garrote vil del bardo Gabriel de la Concepción Valdés (Plácido) por la simple autoría de un poema, la larga pena carcelaria impuesta y luego el destierro del adolescente José Martí por la escritura de una carta a un condiscípulo, la Reconcentración de Weyler, etc. etc. El número de víctimas va de miles a cientos de miles, según la fuente. La razón de entonces, el imperio de la sinrazón.
Paralelamente a lo señalado, la Colonia hizo de la Isla de Cuba un sitio próspero y moderno. Cuando Nueva York era todavía prácticamente una aldea insalubre, La Habana era una ciudad con acueducto, alcantarillado, calles adoquinadas y alumbrado público. A sus teatros (que nada tenían que envidiarle a los de Madrid) venían de gira afamadas compañías teatrales de Europa. Los intelectuales florecían y fundaban instituciones de alto nivel como la Sociedad Económica de Amigos del País. Cuba fue la primera nación iberoamericana que usó máquinas y barcos de vapor (1829) y la tercera del mundo (después de Inglaterra y los EE.UU.) que tuvo ferrocarril (1873). Fue un médico cubano quien primero hizo una operación quirúrgica aplicando anestesia con éter en Iberoamérica (1847) y en 1881 Carlos J. Finlay descubriría el agente transmisor de la Fiebre Amarilla. El tabaco y el azúcar cubanos alcanzaron fama internacional. Y estos son unos pocos ejemplos de los alcances científicos, sociales, urbanísticos y culturales de la Cuba Colonial. Todos los cuales convivían, paradójicamente, con la más atroz represión política. Los dictados de las autoridades eran inapelables, por muy injustos que fueran; los crímenes políticos no sólo quedaban impunes, sino que eran galardonados.
Esos aspectos negativos de la Colonia fueron denunciados por cubanos y españoles dignos por igual. Se buscó inútilmente reformar el sistema y, cerradas todas las puertas, se comenzó la lucha por la independencia. La Conspiración de los Rayos y Soles de Bolívar, la expedición dirigida por Narciso López, la Conspiración de la Escalera, el Grito de Yara, etc. fueron actos heroicos, no pocas veces desesperados, de esos criollos que no podían seguir viviendo en la ignominia. El último esfuerzo independentista, fomentado y dirigido en sus inicios por José Martí, llega a un punto de estancamiento que hacía imposible la victoria a ninguno de los dos bandos en pugna. Teddy Roosevelt, un joven neoyorquino de visión histórica, empuja entonces al reticente gobierno norteamericano a tomar parte del conflicto, de donde resulta la derrota de la España colonialista.
El período de la Intervención Norteamericana se caracterizó, como el colonial, por la combinación de luces y sombras. Por el lado positivo propició el desarrollo de la infraestructura sanitaria y educativa de acuerdo con las prácticas estadounidenses, entonces a la vanguardia del mundo, por lo que los programas de enseñanza y la salud pública alcanzaron niveles que ni siquiera la Europa de entonces tenía. El primer tranvía y el primer automóvil que se conocieron en Latinoamérica circularon en la Habana en el año 1900. La administración se compuso en base a los conocimientos y los méritos de los aspirantes, no por favores políticos como era común en los demás países latinoamericanos de la época, en práctica todavía increíblemente vigente. No en balde todo el adelanto alcanzado por Cuba en unos pocos años.
De manera paralela se le impuso a la joven nación en tránsito a la república el afrentoso Tratado de París y la deshonrosa Enmienda Platt. El Tratado de París (que no firmó ningún cubano, dicho sea de paso) hizo permanentes el robo de medios y haciendas a los mambises, cuyas propiedades confiscadas por el gobierno colonial habían sido distribuidas entre los integristas (tanto españoles como criollos) a manera de pago o pitanza por la lealtad o la traición de los premiados, según el caso. Hasta donde tengo entendido, es el único ejemplo en la Historia de la Humanidad en que los vencidos se quedan con las propiedades y haciendas que le arrebataran injustamente a sus legítimos dueños, los vencedores. La Enmienda Platt, por otra parte, daba al gobierno de los EE.UU. la potestad de intervenir militarmente en Cuba cuando le pluguiera, como si fuera una colonia en el traspatio en vez de una república independiente. Y bien que hizo uso de esa autodispensada concesión impuesta a los cubanos, aunque hay que reconocer que casi siempre a regañadientes.
Así, pues, la República de Cuba nacida el 20 de mayo de 1902 recibe como herencia un alto grado de desarrollo tecnológico, educativo, sanitario, urbanístico, social y cultural que venía fomentándose desde la Colonia y fue incrementado por la Intervención Norteamericana. Pero, al mismo tiempo, un lastre político que incluía el caudillismo, la intransigencia, la injusticia, la corrupción, la violencia, la impunidad y otros elementos negativos afines cimentados y practicados durante siglos. No en balde Máximo Gómez, una vez arriada la bandera de los EE.UU. e izada la cubana en la ceremonia oficial de instauración de la nueva nación, dijo: “Creo que hemos llegado.” Dicha expresión es, incuestionablemente, dubitativa: implica que el hablante no está convencido de que lo que va a decir a continuación sea un hecho; hay más deseo que certeza; se aspira, esperanzadoramente, a que lo que aparezca al término de la frase se haga realidad, mas no se está seguro. Mucha razón tenía el veterano soldado en dudar del resultado de su propia heroicidad: no, no se había llegado del todo.
Sin embargo, el aspecto negativo del legado recibido no pudo arruinar lo mucho bueno presente en el otro polo histórico del codicilo. Los alcances de la República de Cuba entre 1902 y 1958 basados en la herencia positiva harían una relación sorprendente pero tediosa por su dimensión. Veamos algunos pocos ejemplos de décadas disímiles:
La Habana fue la primera ciudad del mundo en tener telefonía con discado directo en 1906. Un año después estrena el primer Departamento de Rayos X de Iberoamérica. En mayo de 1913 despega de La Habana el primer vuelo aéreo internacional en Latinoamérica. En 1918 se promulga la primera Ley de Divorcio aprobada en América Latina. En 1922 Cuba fue la segunda nación del mundo en inaugurar una emisora de radio comercial y la primera en radiar un concierto de música y presentar un noticiero; seis años después ya tenía 61 emisoras de radio, convirtiéndose en el primer país del mundo en número de emisoras por cada cien mil habitantes. En 1937 Cuba decreta por primera vez en Iberoamérica leyes que establecen la jornada laboral de 8 horas, el salario mínimo y la autonomía universitaria. En 1940, Cuba se convierte en el primer país de Hispanoamérica en tener un presidente de raza mixta blanca-negra (Fulgencio Batista), electo democráticamente por sufragio universal cuando la gran mayoría de su población era de la raza blanca, adelantándose en 68 años a los EE.UU. (Paradójicamente, es el mismo personaje que en 1952 daría un golpe de estado a otro Presidente electo democráticamente, convirtiéndose en dictador).
Cuba fue igualmente el primer país en Iberoamérica en otorgar el derecho al voto a las mujeres y legislar la igualdad entre sexos y razas. Fue el segundo país del mundo en emitir señales comerciales de televisión (1950) en blanco y negro y luego a color (1958). El primer hotel del mundo con aire acondicionado central se inauguró en La Habana en 1957 (el Hotel Riviera) y un año antes el primer edificio de apartamentos fabricado de hormigón (El FOCSA). En 1954 Cuba ocupa el tercer puesto en Iberoamérica en el consumo de carne per cápita y un año después se convierte en el segundo país latinoamericano con menor mortalidad infantil. En 1956 la ONU reconoce a Cuba como la segunda nación de Iberoamérica con los más bajos índices de analfabetismo, y el siguiente año como la mejor del área en número de médicos per cápita, el mayor porcentaje de viviendas electrificadas y el más alto consumo calórico diario por persona. En 1958, Cuba es el país de Iberoamérica con más automóviles y más electrodomésticos por cada cien mil habitantes, así como el que contaba con más kilómetros de líneas férreas por kilómetro cuadrado. Durante los años cincuenta, Cuba tenía el segundo lugar en entradas per cápita de Iberoamérica, superando, por ejemplo, a Italia y más del doble a España. A pesar de su pequeño tamaño y que sólo tenía 6.5 millones de habitantes, Cuba ocupaba en 1958 la posición 29 entre las economías mayores del mundo. El desarrollo de la prensa escrita y las artes fue igualmente asombroso. Para no seguir alargando la relación, baste recordar que a finales de los años cincuenta La Habana era la ciudad del orbe con el mayor número de salas de cine (358) superando a Nueva York y París, que ocupaban el segundo y tercer lugar, respectivamente.
Y aunque todo lo anterior no implica que la Cuba republicana fuera el Paraíso Terrenal, no es menos cierto que resulta difícil de entender y doloroso de reconocer que prácticamente todo lo anterior se haya revertido dramáticamente, en extraña degeneración del mármol en barro. Ello se debió al hecho de que las deficiencias en el orden político arrastradas desde la Colonia, y de algu-na forma mantenidas por la Intervención Norteamericana, siguieron en la república un desarrollo semejante a los aspectos positivos señalados. Por un lado, de lo bueno se pasó a lo mejor; por el otro, de lo malo a lo peor. La interrupción periódica del orden constitucional en forma de cuartelazos, asonadas palaciegas, revueltas caudillistas, intentos de perpetuidad en el poder, corrupción administrativa a todos los niveles y otros males resultantes destruyeron la República no obstante todos sus logros. Junto al sueño sublime hecho realidad, se fue agigantando una pesadilla no menos real. Al final vencieron las sombras, que devoraron hambrientas casi todas las luces cultivadas desde la Colonia.
El pueblo cubano, sin embargo, no ha permanecido inerte ante la largo tiempo atrás cimentada debacle de su historia. En la etapa colonial sirven de ejemplo máximo los mambises; los cuales, aunque siempre en franca minoría dentro de la población, y atacados por integristas, anexionistas y autonomistas, nunca cejaron en su lucha, a pesar de saberse discriminados, marginados o simplemente ignorados. La Colonia los despojó de todos sus bienes materiales y la Intervención Norteamericana sancionó inapelablemente el indigno pillaje; pero no pudieron hurtarles su patriotismo ni oscurecer su sueño.
Más adelante, durante la república, no fueron pocos los que denunciaron y se enfrentaron a la corrupción, el compadrazgo, el caudillismo y otras aberraciones semejantes o consecuentes que aniquilaron el sistema republicano. Cierto que sus esfuerzos fueron vanos; pero no los principios que los motivaron. Valgan de muestra los jóvenes estudiantes universitarios, quienes no dudaron en más de una ocasión en empuñar bisoños las armas cuando todas las vías civiles les fueron cerradas.
Los decenios del castrismo han sido la culminación de la pesadilla, catalizada por la institucionalización de la represión y el miedo como método de (des)vida permanente, como corresponde al terrorismo de estado como sistema político. Casi todos los alcances de la Colonia, la Intervención Norteamericana y la República inaugurada en 1902 se revirtieron por completo. Un ejemplo ilustrativo es la destrucción de la industria azucarera cubana, famosa internacionalmente desde tiempos coloniales. En los años 50 Cuba tenía unas 160 fábricas (llamadas centrales en Cuba) que eran capaces de producir unos 7 millones de toneladas de azúcar anuales, por lo que llegó a elaborar el 25% de la fabricación mundial del producto y recibir el sobrenombre de “la azucarera del mundo” por sus exportaciones. En el año 2011, como resultado de medio siglo de economía socialista, solamente quedaban 56 centrales en pie, de los cuales únicamente 39 estaban en funcionamiento. No en balde la pro-ducción de ese año fue de alrededor de un millón de toneladas (cifra semejante a la lograda en 1894 bajo la administración colonial) para un 0.7% de la producción mundial. Cuba, el principal exportador del producto del mundo, hasta ha tenido que importar azúcar para cubrir su magro consumo nacional racionado. De ahí el sarcasmo trágico del título paródico de un documental que intentó registrar la debacle totalitaria: Arte nuevo de hacer ruinas.
Pero, incluso en lo pudiera catalogarse como la peor etapa de la Historia de Cuba, no han faltado hombres y mujeres que han sido capaces de desarrollar una dignidad y un valor que mantienen vivo el sueño sublime. Unos blandiendo armas; otros esgrimiendo ideas; miles padeciendo la cárcel injusta; muchos ofrendando sus vidas; más de un millón desviviendo en el exilio; son los que, según la fórmula martiana, tienen en sí el decoro de muchos.
Este 20 de mayo de 2017 nada bueno podemos esperar de las supuestas reformas actuales del castrismo y su parásita ‘nomenklatura’, de vergonzoso nepotismo; mas no todo está perdido. Aunque penetrados por indignos agentes de policía y enfrentados al aceitado régimen de terror totalitario y la generalizada inercia pánica de una población horrorizada por décadas, una nueva generación de cubanos en la Isla aporta novedosos elementos y energías a una visión histórica que parecía perdida en el país. Organizados en no por pequeños menos dignos grupos de defensores de derechos humanos o Damas de Blanco empuñando gladiolos, convertidos en escritores y artistas disidentes o contestatarios, fundando embriones de partidos políticos democráticos, actuando como periodistas o bibliotecarios independientes, dedicando clandestinamente sus noches frente a una computadora de harapos cibernéticos como novatos ‘blogueros’ o experimentados cibernautas, etc., lo cierto es que en la Cuba de hoy está tan vivo como antaño el sueño sublime de los mambises.
Juntos el exilio y el insilio tenemos por delante una tarea única: demolida la herencia positiva, el desgaste de la negativa nos permite la segunda oportunidad de comenzar desde cero un diferente intento republicano inmune a toda pesadilla. Las condiciones están dadas y las herramientas al alcance de todos: el ideario martiano. La República instaurada en 1902 fracasó por lo que no tuvo de Martí; consecuentemente, otra tentativa en verdad martiana haría libre de pesadillas una nueva Cuba.
Por lo tanto, no es lógico que miremos hacia la república malograda con el objetivo de repetirla, por cuanto entonces renovaríamos las condiciones que la frustraron. Dijo Martí: "Aquí no somos desterrados, sino fundadores". Se trata de una exhortación a lograr y mantener una postura históricamente activa en el exilio, lejos del derrotismo o el consumismo que amenaza con devorarnos, y en alianza con quienes en la Isla han tomado heroicamente la antorcha de la supuestamente perdida dignidad nacional. En el caso de Martí resulta evidente que su intento era fundar aquella “república con todos y para el bien de todos” a la que dedicó toda su vida hasta entregarla en la manigua. En el nuestro, continuar ese objetivo martiano trunco por el banquete de tiranos en que devino la República de Cuba.
Pero, eso sí: mucho cuidado. No podemos dejar que la nostalgia del ayer nos ate las manos hoy. Debemos cultivar (tanto aquí como allá) la nostalgia de pasado mañana. Es decir: mirar hacia adelante, laborar todos juntos a fin de incorporar, verdaderamente, el legado positivo de la república de ayer a la república de pasado mañana. Lejos de la tierra que nos viera nacer, debemos ser parte activa en la fundación de la República que debió ser y sólo lo sería a medias hasta 1959 para dejar de serlo del todo desde entonces, convertida en feudo de oligarcas totalitarios aupados ‒utilizando el léxico martiano‒ por petimetres prebendados, pensadores canijos y bribones inteligentes, tanto criollos como de nacionalidades múltiples. En el exilio, aliados a los que luchan en el insilio, tenemos la posibilidad de asentar las bases de la constitución de otra Cuba; la Cuba martiana pospuesta. Es tarea de todos los cubanos dignos aunar voluntades en un mismo esfuerzo fundacional para que la república de pasado mañana llegue sin engaños y nuevas falsificaciones a la tierra libre que nos ha sido negada.
Sí, el 20 de mayo de 1902 fue la culminación de un sueño sublime que se convirtió en pesadilla. En este nuevo 20 de Mayo, sigamos militantes en la consecución del sueño y esquivemos la pesadilla. Decía Calderón de la Barca en uno de sus títulos que “la vida es sueño”. Invirtamos los términos y comencemos un nuevo amanecer histórico en que el sueño sea vida. Por Cuba siempre.
¡Soñemos!
Nueva York, primavera de 2017.
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