Por Vicente Morín Aguado
Primero, aclarar que desde 1944 el país contó con una disquera de prestigio, Panart, cuyo sello difundió entre otros artistas a Nat King Cole, Josephine Baker, Miguelito Valdés, Barbarito Diez, la Orquesta América y La Sonora Matancera. Digamos, además, que sus estudios, nacionalizados fueron la base para crear la Egrem en 1964.
Siguiendo el hilo de nuestra reflexión, es evidente que el mensaje trasmitido predica el borrón para la historia prerrevolucionaria. Si alguien cree que es un desliz casual, lo invito a leer en la Enciclopedia cubana de la red (Ecured) la siguiente mención respecto a la Egrem:
“Todos han sido testigos del paso por sus cabinas” de figuras como: Nat King Cole, Josephine Baker, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Chucho Valdés, Sonia Silvestre—perdonen la reiteración— y revisemos la frase gratuita todos han sido testigos del paso por sus cabinas…
¿Cabinas de quién, de la Panart o de la Egrem?
Basta con una breve consulta cronológica y tendremos las respuestas. Evidentemente para su tiempo, el antiguo estudio discográfico habanero alcanzó un alto prestigio. De nuevo se presenta el intento por desconocer lo positivo del pasado, atribuyéndole, de hecho, al proceso revolucionario de 1959, todas las glorias y memorias de la nación.
Queda justificado lo que el cubano Jacobo Machover, Catedrático en lengua, literatura y civilización hispánicas de la Universidad de Aviñón, llama la Contra historia. Algunos llegan a nombrar esa manifestación de los estudios sobre el pasado como historia de los vencidos, en contraposición a la historia oficial, propia de un estado totalitario autoproclamado marxista-leninista.
Por cierto, en mis largas lecturas de Carlos Marx, Federico Engels y Vladímir Ilich Lenin, nada parecido encuentra sustentación teórica, todo lo contrario, la doctrina dice fundamentarse en lo mejor del pensamiento universal sin distinciones.
La práctica es otra cosa cuando los comunistas se tornan élite poderosa, terminan por coexistir dos historias posibles, nuestro país es un buen ejemplo que tanto preocupa a los investigadores honestos. Así lo plantea el Dr. Eduardo Lolo, presidente de la Academia de Historia de Cuba en el exilio:
“Ese registro de la memoria puede, incluso, aclarar, enmendar o refutar versiones de historiadores que, por padecer deficiencias en sus conocimientos o perseguir agendas políticas específicas, hayan pasado por alto, olvidado o escamoteado otros elementos de la historia, tales como, citando al clásico romano Cicerón, ser “testigo veraz de los tiempos, luz de la verdad, maestra de la vida”.
Un hecho reciente agrega ilustración, se trata de la siempre interesante crónica dominical de Ciro Bianchi Ross, en el vespertino impreso y digitalizado Juventud Rebelde, edición del presente 9 de marzo, titulada Intrigas del 10 de marzo:
“Amargado por su derrota electoral frente a Carlos Prío en las presidenciales de 1948, Eduardo Chibás se dejó seducir por la idea de llegar al poder mediante un golpe de Estado que orquestaba un grupo de militares jóvenes, con el capitán Jorge García Tuñón al frente, en consonancia con los profesores Roberto Agramonte, Herminio Portell Vilá y Rafael García Bárcenas, de la Escuela Superior de Guerra, y afines a las ideas políticas del líder ortodoxo.”
Sin pretender adjudicarle la verdad absoluta, viene al caso la opinión de Mario Rivadulla, colaborador cercano a Chibás en aquellos momentos:
“Tan absurdo como ridículo que Chibás anduviese en esos trajines de la mano de dos personas tan profundamente civilistas como Roberto Agramonte y Herminio Portell Vilá, que además no eran “figuras de acción”, salvo en el plano político. García Bárcenas tampoco era miembro del Partido Ortodoxo ni persona de la confianza de Chibás para un empeño de esa envergadura.”
“En todo caso, de haber pensado siquiera en esa posibilidad, Chibás hubiera contado con Luis Orlando Rodríguez, Juan Manuel Márquez y Orlando Castro, con quien mantuve la más estrecha y constante relación, y quienes sí eran figuras con probado pasado revolucionario en vez de Agramonte y Portell Vilá, además de contar con la mayor confianza de Chibás.”
Ciro escribe bien, pero sin oposición alguna. No dudamos que sea capaz de aceptar cualquier polémica, no obstante, tal posibilidad está vedada en Cuba para quienes escriban desde una óptica contraria a los preceptos ideo-políticos vigentes, incluso pesará aún más la biografía del posible polemista.
La Contra historia se está anotando puntos meritorios en el archivo escrito de nuestro devenir nacional, nos llevará algún día a la única historia posible. Ejemplos relevantes son los magníficos trabajos de Jacobo Machover, en especial sobre Batista, figura sesgada por la historiografía oficial, sin la cual es imposible entender el quehacer de Fidel Castro.
También nombramos Antes de “Cuba Libre”. El surgimiento del primer presidente de Cuba, Tomás Estrada Palma, de Margarita García; y El Ataque al Moncada, lástima hasta hoy en inglés solamente, del profesor Antonio de la Cova, insuperable por su exhaustiva investigación del crucial acontecimiento.
Fuera del país mantienen su quehacer asociaciones financiadas por sus miembros, sobresalen el Instituto de la Memoria Histórica del Pueblo Cubano contra el Totalitarismo y la mencionada Academia de Historia en el exilio.
No se trata de dos historias paralelas, es el recuento vivido por una familia, el Apóstol de la Patria toda viene en nuestro auxilio:
“El respeto a la libertad y al pensamiento ajenos, aun del ente más infeliz, es mi fanatismo: si muero, o me matan, será por eso”. JOSÉ MARTÍ
*Tomado de Havana Times
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