Por Manuel Gayol Mecías
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Porque somos humanidad
¿Sería, entonces, necesario seguir definiendo
nuestra mezcla?… Pienso que lo que sí viene a ser necesario definir es —y en
ello acudo al conjunto de ideas que ha expresado quien fuera profesor de
filosofía de la Universidad de La Habana, Enrique Patterson—21que, independientemente de la mezcla,
entre los cubanos existen minorías que hay que tener en cuenta, me refiero a la
negra y a la china. Minorías que son base medular e ineludible de una identidad
para nuestros primeros tiempos. Lo que sucede es que, en mi criterio, con el
tiempo y la entrada de nuevas y muchas razas, la identidad cubana se ha venido
haciendo indefinida…
♦♦♦
En relación con las minorías, habría que decir que,
aunque estemos mezclados, estas comunidades mencionadas necesitaban (y
necesitan) su articulación, organización y respeto dentro de la sociedad cubana
de todos los tiempos; quiero decir, desde antes de 1959 y después de ese año, y
hasta posterior a un legítimo cambio en lo adelante. Hablo, repito, de que
estas comunidades se organicen y fortalezcan como tales. Así veríamos la única
forma de que en un futuro cambio (me refiero a un cambio verdadero en democracia,
no me cansaré de repetirlo), se podrá trabajar en serio para eliminar el
racismo del blanco hacia el negro; incluso, el racismo a la inversa: del negro
que, por reacción, pueda discriminar al blanco, en caso de que en una época
venidera ocurriera otro tipo de variante étnica y social, en que la población
negra se hiciera mayoritaria y, al mismo tiempo llegara a tener una gran
importancia económica y social.
Pienso
que uno de los grandes errores sociales de la dictadura castrista ha sido no
reconocer nunca a las minorías como tales, como minorías, en aras de
identificar la potencialidad y posibilidades de estas comunidades (negras,
chinas, judías, etc.) dentro del tejido social. Cada una de ellas podría
haberse desarrollado en función de lo que podría aportar a la sociedad, sin que
mediara, claro, ningún concepto racista, simplemente, por ejemplo, por las
tendencias sociales, laborales y profesionales a las que se inclinaran cada una
de estas razas vistas y organizadas como comunidades. Es este el factor que ha
primado en Estados Unidos, en relación con el enorme entramado de razas y
culturas que forman la sociedad estadounidense; y creo que asimismo funciona en
otros países europeos. Si los chinos, en los años 50, se especializaban en
lavandería y hortalizas, pues debió ayudárseles a desarrollar esa faceta; si
los afrocubanos se han inclinado siempre por el deporte, la música y la
medicina, pongamos por caso, pues ayudémosles de la misma manera a buscar los
caminos de esos empeños; si a los turcos, los rumanos, les gusta el comercio o
el laboreo, compra y venta del tejido de ropas, del trabajo con las telas y
alfombras, digamos, pues que así sea. Pero para ello tiene que haber en el país
no solo una organización industrial, sino además un reconocimiento de la
especialidad dentro de la diversidad. Si los judíos resaltan en las ciencias y
en el comercio, pues manos a la obra. Pero para ello se necesita asimismo que
el Gobierno tenga conciencia de la importancia de un orden comercial. Pero
nunca ha habido conciencia de la división del trabajo, de la profesionalidad,
de la vocación. Siempre en Cuba, al menos en esta etapa que va de 1959 hasta la
actualidad de 2019, se ha creído mal, o peor: no se ha querido creer en la
vocación, en la inclinación profesional que pueda tener cada persona y todo, en
este aspecto social y educacional, se ha manejado como un asunto masivo; como
lo que el Gobierno ha necesitado en determinado tiempo. (Lo que la necesidad
pida; si se necesitan médicos, para enviarlos alquilados a otros países y
explotarlos como si fueran entes robóticos, pues se lleva a que la mayor parte
de los estudiantes estudie medicina, y todo el mundo echado en el mismo saco).
No
quiero decir, con lo que he explicado ahora, que los negros cubanos que hayan
querido estudiar veterinaria o genética clínica no lo puedan hacer. Al
contrario, debería dársele todas las facilidades posibles. Pero, por lo
general, cada minoría ha tenido sus inclinaciones profesionales, incluso
culturales. De ahí que se haga hincapié en ello. Es como ver que el que nació
con el talento de músico, posiblemente no va a ser un buen pintor o buen
abogado si se les obliga directa o indirectamente a estas profesiones. O como
el que nació para el deporte no va a ser bueno en otra cosa si no se le
facilita la posibilidad para el deporte.
Si
fuéramos a recomponer una historia de nuestra identidad, aun cuando el mismo
José Martí dijo que “ser cubano es más que negro, más que blanco, más que
mulato”, no podemos olvidar nunca —pensando en que cubano sea sinónimo de
humanidad— que el negro, el mulato, el chino y el blanco somos también nosotros
mismos en búsqueda recíproca, pero que además somos también cada uno en su
perspectiva; en la perspectiva de sus genes, en la perspectiva de su evolución.
Por este
mismo deseo martiano, que al mismo tiempo es un derecho y una aspiración, el
blanco, en la política social del futuro cubano, no puede desmembrarse de estas
etnias, debido a que son la relación natural y cultural de nuestro origen y
porque somos humanidad, en la práctica real, con los mismos derechos y las
mismas obligaciones. Creo que esto fue lo que quiso decir nuestro apóstol José
Martí. En este sentido, lo que quiero significar no es solo hablar del
reconocimiento del negro, el mulato y el chino, y todas las demás etnias
existentes en Cuba, sino además apoyarlos en sus reivindicaciones, porque somos
humanidad, porque los cubanos ni nadie debemos ser racistas y por el caudal de
explotación y discriminación históricas a que siempre estuvieron y han estado
sometidos los negros y los mulatos, incluso y en mucho, después de 1959.
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(o la definición de la indefinición)
Creo que lo primordial, si tenemos que exponer de
dónde venimos, diríamos que fue desde un punto dado en algún momento de la
historia, en que cuajaron los espermatozoides de los españoles con los óvulos
de las aborígenes, primero, y más tarde los espermatozoides de los españoles
con los óvulos de las negras africanas, y más acá los espermatozoides y óvulos
de los negros y los chinos, y de los demás que fueron llegando a la Isla. Y
todo esto fue incluso antes del Diluvio de 1959. Imagínense lo que ha sido más
tarde. El asunto es que no somos iguales, sino que somos diferentes y de todo
un poco, y venimos de la circunstancia del tiempo y del espacio; en todo caso,
hemos sido algo, somos algo que se constituye —me atrevo a decir— en una marca
profunda a fuego lento que se llama cubano, y que es una incisión tan honda que
aún no tiene conclusión, e intuyo que es porque se está rehaciendo en el
tiempo, porque hemos tenido el destino histórico, quizás, de que nos estuvimos
reconformando por las distintas épocas que hemos vivido en nuestras
circunstancias económicas, políticas y sociales; y por eso, porque nos estamos
rehaciendo siempre, no tenemos la definición final o tenemos la definición de
la indefinición.
La Isla
es el “crisol”, un recipiente muy fuerte donde caben nutrientes de muchos tipos
y resiste “la acción del fuego sin alterarse”, por lo mismo, quizás, no se ha
hundido en el mar, cierto. Por eso también somos un conjunto, a modo de
galaxia, que se dice y se desdice; somos pura contradicción; somos como el
aceite y el vinagre y de ahí su mezcla; el limón y el azúcar y al mismo tiempo
su agridulce; la sal y el azúcar y hacemos el salao con dulce. Así venimos
de los fondos de los fondos, de reminiscencias aborígenes (recuerden las
palabras batey, baracoa, güira, henequén, guano, bijirita, biajaca, colibrí,
arique, canoa, guayo, huracán, yagua, entre muchas; o frutas como la guayaba y
el mamey y viandas como la yuca); y entre los españoles también fueron los
andaluces (bacalao, candela, escarpín, chicharro, habichuela, cherna, bregar,
bravo, adición, prieto, andar, comer, juma, amarrar), y los extremeños
(carrilera, solfa, mollera, pelú, larguirucho, hoguera, desgañitar, flama,
encandilar, colar) y los de Castilla y León (con el castellano, que nos ha
dejado hacer nuestra norma muy singular) y todos ellos nos dieron su pinta,
ejemplo, los de Asturias y de Galicia; y bueno, es repetido eso de que venimos
un poco del pigmento negro (de Nigeria y Calabar) y mucho del pigmento blanco,
desde los tiempos del caucásico o indoeuropeo ligado con el norafricano y el de
la península arábiga, como que esto es una repetición, pero venimos de esas
razas, insisto, surgimos de la diversidad.
Los
aborígenes duraron poco. Por esa razón, los españoles trajeron a los negros
esclavos22. Y a partir de ahí los gallegos
empezaron a mezclarse (los cubanos le decimos “gallegos” a todos los españoles,
como asimismo le decimos “chinos” a todos los asiáticos), y la cuestión es que
esa mezcla nunca se agotó, y menos cuando vinieron otros, recordemos que los
ingleses estuvieron un tiempo en La Habana, y hasta unos cuantos franceses y
haitianos —como ya hemos mencionado—; los chinos también llegaron en cantidades
importantes y se mezclaron; los estadounidenses, increíblemente, fueron más
silenciosos pero también estuvieron; bueno, quiero decir: los anglosajones y
hasta los nórdicos (creo que siempre han estado en Cuba, al menos, en los
deseos de muchos, de tantos que creo podría decirse de una gran mayoría); los
judíos se aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial, probablemente
fueron pocos pero se mezclaron; unas cuantas rusas, checoeslovacas y alemanas,
a pesar de sus culturas extrañas para nosotros, vinieron con sus esposos
cubanos y se quedaron (después del Diluvio de 1959 hasta los 90, más o menos),
así como muchos cubanos anduvieron por allá; por Rusia y por Hungría y Rumania,
y Polonia, y algunos se quedaron y otros regresaron, pero los cubanos siempre
se mezclaron. Y las nuevas ligas y mezclas nos han venido ofreciendo algo,
dándonos un grupito de genes, de neuronas y pigmentos, y la cadena del ADN se
hizo más compleja, indiscutiblemente más compleja23.
Después, en la medida en que el Diluvio del oprobio, la corrupción, la
desfachatez y la falta de libertad se arraigaban más, nos desperdigamos por el
mundo, principalmente por Estados Unidos y España (¡Siempre España! ¡Qué
paradojas tiene la vida, caramba!; ¡para el cubano ahora España es como el
Nuevo Mundo!), por Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Francia, y hasta hemos ido
a parar a Suecia, a Suiza, a Perú, a Venezuela, a Ecuador, a Chile, a Brasil y
Argentina, y a Costa Rica y a Israel, y asimismo por el Amazonas, y no dudamos
que hasta en el Polo Norte, o en la Luna o Marte aparezca un cubano algún día…
Y la cadena se ha seguido haciendo más compleja, digo, indiscutiblemente más
compleja; incluso, repito, mucho más después del año 1959, cuando poco a poco
la gente tomó la decisión de irse; y resultó ser un proceso lento, pero
aplastante, porque no solo se iba escapando el rico, sino el de clase media y
también el puro prole, el mero pobre, todo el mundo que ha podido irse, pues lo
ha hecho. Fue entonces cuando comenzó la devastación y el caos después del
Diluvio (es decir, después de 1959)…
8
De
la mezcla a la utopía
de
la imperfección
En realidad, lo otro que quiero expresar es que
somos indefinidos, una manera sensible de ser, en gestación, en espiral (hacia
adelante antes de 1959, y hacia atrás después de ese mismo año), probablemente
nunca acabaremos de definir nuestra identidad si cuando suceda la verdadera
transición; es decir, cuando se acabe de despertar de la pesadilla que ha
embobado al isleño durante 60 años, aunque de una u otra forma, por fatum, por el azar o por el destino, por
lo general nos seguimos mezclando, nos seguimos cruzando con una breve
frecuencia. Así seguiríamos con nuestra perspectiva cultural como seres
híbridos, como seres diversos. Ese ajiaco que definió Fernando Ortiz es eso, en
lo biológico y lo cultural, sí, ajiaco de genes, pero un ajiaco, una mezcla que,
a pesar de las fuerzas visibles e invisibles de las imposiciones, se va
ampliando, se va complejizando, haciéndose cada vez más universal, más cósmico
y espeso. Es como decir que somos la perfecta imperfección, lo que podría ser
mi criterio personal de la utopía.
Y aquí
entramos en la manera de cómo vivir, incluso de cómo soñar, pues lo más
importante es trazar nuestra línea de vida, como si fuéramos un nuevo Sísifo
que, de tanto sacrificio, cargando siempre la misma piedra, ahora ya no
sufrimos, porque hemos descubierto que, en realidad, la roca nunca es la misma.
Hablar
entonces de “la perfecta imperfección” es, a mi juicio, un tanto intentar
volver a definir el concepto de “utopía”. Me baso en uno de los principios
progresivos que nos legaron los griegos, el sentido del “mejoramiento
constante”, lo que constituye un aserto para el desarrollo del hombre. Sabido
es que para llegar al clásico concepto de utopía, habría que creer y lograr la
finitud máxima del progreso, y esto también sabemos que es imposible (por eso a
la perfección se le llama “utopía”). Una sociedad se encuentra en cambio
constante si, al menos, intenta cumplir los principios económicos, jurídicos y
políticos de un conglomerado social normal (ello, por supuesto, no es el caso de
la Cuba de ahora; quiero decir, de la Cuba después de 1959). En fin, el ser
humano, como especie social y en evolución, no admite estancamiento ni finitud;
por tanto, su utopía como ser social es la continuidad, y para que exista
continuidad tiene que existir la “imperfección”; es decir, el hombre tiene que
superarse constantemente, y cuando de ello hace un objetivo y lo organiza, lo
ordena, lo estabiliza y lo cuida, entonces en la dirección hacia adelante de su
espiral puede decirse que su vertical es recia y apunta largo, y que su utopía
es la “perfecta imperfección”24.
21 Consúltese:
entrevista [a Enrique Patterson, por Encuentro
en la Red]: “La ideología del calesero”, en Encuentro en la Red, viernes 3 de diciembre de 2004. También puede
buscarse en Google o Yahoo!, poniendo el título de la entrevista.
23 Este problema de la complejidad se
suscita por la rapidez con que el cubano o la cubana hacen los cruces en su
transculturación. Pienso que debido a la psicología tendiente a lo sensual y al
mismo tiempo a su proyección a crear familia, la ligazón de genes trae nuevas
posibilidades hereditarias que vienen en aquel que de la pareja no es cubano.
Esto hace que, en un proceso de tiempo prudencial, los cubanitos que nacen
tengan diferentes disposiciones, rasgos y habilidades, y hasta quizás gustos
que conforman nuevos planteamientos culturales.
24 Aunque todo
se complicó, insisto, a partir de 1959, cuando el desarrollo de la
“imperfección” se detuvo, porque no engranó con el supuesto acendramiento de un
espejismo que se proponía “limpiar y purificar la sociedad toda con el nuevo
pensamiento revolucionario”. Las ideas ilusorias de los mitos, ya degenerado en
espejismo, nublaron las entendederas de una buena cantidad de cubanos, que se
dejaron llevar por verdades a medias y falsedades disfrazadas de romanticismo,
y que inconscientemente dejaron de moverse entre los umbrales del alma
imaginaria y el ego corpóreo. De aquí que el progreso que venía de la
imperfección se detuvo y dio paso al estancamiento y retroceso de la supuesta
Revolución hacia el futuro que conocemos hoy en día… Fue el triunfo de un
nefasto ego “revolucionario”, que es lo mismo que decir un “ego irracional
involucionario”.
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