Monday, June 17, 2019

Cuba: ‘a la tercera va la vencida’

Por Roberto Alvarez Quiñones

Un antiguo adagio viene hoy como anillo al dedo a lo que puede ocurrir en Cuba cuando los chavistas salgan del poder en Venezuela: “a la tercera va la vencida”
Esa expresión, de polémico origen (que algunos remontan hasta la Roma imperial), al parecer se arraigó en la cultura occidental en los tiempos del Derecho Penal de los siglos XVI y XVII cuando eran condenados a muerte quienes robaban por tercera vez.
No obstante, aquí con dicha expresión no quiero sugerir que al caer el régimen de Nicolás Maduro –no sabemos cuándo y cómo, pero caerá--en Venezuela, mecenas de Cuba, morirá también la dictadura cubana, no.
Lo que todo indica que va a suceder es que será imposible mantener en Cuba el modelo estalinista centralizado, causante de que el cubano sea hoy unos de los pueblos más pobres de Occidente, luego haber sido antes del diluvio castrista uno de los que más alto nivel de vida tenía en toda América.
Ese absurdo sistema económico ha cambiado muy poco desde que fue montado por el Che Guevara, cuando él desde la Junta Central de Planificación (hoy Ministerio de Economía) y el Ministerio de Industrias dirigía la economía cubana.
A propósito, casi nadie sabe hoy en la isla que fue el comandante argentino, y no Fidel Castro, quien diseñó e instaló el sistema de economía centralmente planificada, y basándose en el modelo estalinista de los años 30 y 40 en la Unión Soviética.
Con una más sólida formación teórica marxista-leninista que Fidel, pero sobre todo como admirador confeso de Stalin, el Che no aplicó el modelo del cálculo económico que había en la URSS desde la muerte de Stalin porque lo consideraba una variante “vergonzante” de capitalismo. El más importante economista marxista del gobierno entonces, doctor Carlos Rafael Rodríguez, sí era partidario del cálculo económico, pero el Che convenció a Fidel Castro de que era muy peligroso.
En la URSS con el cálculo económico las empresas estatales tenían bastante autonomía en su gestión y obtenían un porcentaje de las utilidades si cumplían el plan trazado. Las empresas decidían los surtidos a producir y las inversiones a realizar. Y los trabajadores recibían primas en dinero y obtenían parte de las ganancias si lograban reducir los costos de producción, o lo mantenían bajo.

Fidel y el Che, más maoístas y trotskistas que leninistas


Lo mismo se hizo en todas las naciones comunistas europeas. En forma más atrevida en Alemania Oriental con sus combinados industriales, que pude conocer de cerca cuando visité la República Democrática Alemana. En Yugoslavia el mariscal Tito fue más lejos y creó cooperativas que gestionaban las empresas y obtenían parte de las ganancias. Claro, nada de aquello salvó de su derrumbe apoteósico al “socialismo real”.

Che Guevara saluda a Mao Zedong durante su visita a China en 1960
Para el dueto Castro-Guevara la autonomía empresarial y los estímulos en dinero eran una traición al socialismo. Ambos comandantes eran más maoístas y trotskistas que leninistas. Lenin, pese a la fuerte oposición de Trotski, fue más lejos que el cálculo económico cuando en 1921 lanzó la “Nueva Política Económica” que restableció en pequeña escala la economía de mercado en la Rusia bolchevique, hasta que Stalin la desmanteló luego de la muerte de Lenin.
En Cuba pasaron décadas hasta que por fin se flexibilizó el centralismo, pero muy poco. Los “Lineamientos…” del último congreso del Partido Comunista (2016) dejaron intacta la intromisión del plan central en todo el quehacer económico. De ese tutelaje estatal solo escapa muy tangencialmente el cuentapropismo (pequeños negocios familiares), y en cierta medida los campesinos individuales, pero solo ligeramente en cuanto al plan central, pues su actividad comercial y productiva sigue siendo controlada por el Estado.

Sin cash regalado no hay plan central estalinista


La economía socialista basada en un plan central único nace ya con el ADN de la improductividad y el fracaso. Por eso en Cuba solo ha sobrevivido financiada con dinero regalado. El país produce tan poco que se crea un círculo vicioso fatal: hay que importarlo casi todo, pero no se generan los recursos para ello.
El régimen castrista necesita entre 16,000 y 17,000 millones de dólares anuales para mantener un pobrísimo nivel de vida pero sin llegar a la miseria de una profunda crisis, el llamado “período especial”. Sin Maduro, Cuba apenas contará con la mitad de esa cifra, o menos.
El cash que recibirá Cuba en el postchavismo será el de las remesas, exportación de bienes (en 2018 no llegaron ni a $1,700 millones), la expoliación de los médicos que le queden en el extranjero (que serán muchos miles menos que ahora), y las pocas divisas netas que capta del turismo, pues hay que gastar en importaciones para esa industria 65 centavos de cada dólar bruto recibido.
Además, con la caída de Maduro a La Habana se le acabará el narcotráfico y lavado de dinero que ya se sabe realiza desde territorio venezolano en contubernio con las guerrillas de las FARC y el ELN.
Cuando Raúl Castro promovió el “diálogo” entre la dictadura de Maduro y la oposición en Noruega lo hizo con la pretensión de que en un gobierno de transición en Venezuela haya chavistas suficientes que le garanticen la entrega de petróleo, si no gratis, bien barato, y mantener a los médicos con una reducción del actual despojo de un 75% de sus salarios.

La fórmula ‘salvadora’ de dictadura arriba y capitalismo abajo

Pero no es sensato creer que un nuevo gobierno provisional venezolano, aun con chavismo incrustado, pueda regalar petróleo y divisas a Cuba. Surge entonces la pregunta de cajón: ¿qué hará la dictadura cubana para sobrevivir y mantenerse en el poder?
Desgraciadamente sí tiene para dónde mirar: la dictadura china. Allí ostenta el poder el mismo Partido Comunista (PC) que mató a 65 millones de personas. China ha mostrado que arriba se puede mantener en el poder una dictadura comunista si abajo libera las fuerzas productivas. Y Vietnam hizo lo mismo.
En 1978, dos años después de morir Mao Tse Tung, el mismo PC chino, ya con un nuevo liderazgo, lanzó las reformas capitalistas y se atornilló en el poder con la consigna antimarxista de “enriquecerse es glorioso”, acuñada por el número uno del país, el “liberal” Deng Xiaoping, a quien no le tembló la mano para ordenar en 1989 la masacre de miles de jóvenes que en la Plaza Tiananmen pedían libertades democráticas.

Con aquel monstruoso genocidio la comunidad internacional se molestó un poquito, pero como China era ya un paraíso para los inversionistas de Occidente nadie hizo nada para castigar a Pekín. Hoy Tiananmen sigue dominada por la foto gigante de Mao. Y la dictadura china es cada vez más represiva, y no menos.

Letal falacia china: la falta de democracia garantiza el desarrollo

Lo peor de todo, el Partido Comunista, ahora con el autócrata y ególatra dictador Xi Jinping al frente, le vende al pueblo chino y al mundo entero una idea letal, muy preocupante, que puede hacer mucho daño en naciones en desarrollo. Según Pekín la falta de libertades democráticas paradójicamente es un factor sine qua non para lograr el desarrollo económico y la estabilidad político-social de un país.
Lo mismo dicen los jerarcas de Vietnam. Y es también la fórmula que en buena medida se aplica en Rusia con su “democracia controlada”. Con todos estos antecedentes el “socialismo de mercado” chino y vietnamita es bien atractivo para la mayor parte de la élite castrista. Más atractivo que el modelo “putinista”, que implica más libertades civiles y políticas, a las que el castrismo teme como Drácula a la cruz.
El problema es que las reformas en Asia y Europa las lanzaron nuevos líderes y en Cuba sigue al mando la vieja guardia jurásica de hace 60 años, que se niega a traicionar el legado estalinista de Fidel y cree que la libre empresa arruinaría sus planes de capitalismo de Estado controlado por las fuerzas armadas

La caída de Maduro cambiará muchas cosas

Pero la caída de Maduro obligará a hacer reformas en Cuba. Será cuestión de vida o muerte para la economía y para la salud política del castrismo debido a los efectos psicológicos desestabilizadores que causará allí el fin de la “revolución bolivariana” .
Castro II y sus dinosaurios tendrán un dilema: o liberan ellos mismos las fuerzas productivas, o los menos trogloditas jerarcas los presionarán para que las hagan, so pena de ser “invitados” a la jubilación.
No importa si iguales o no a las de China y Vietnam, o parecidas a las de Putin, las reformas deberán poner fin al abrumador centralismo estatista y conceder más espacio a la propiedad privada y el mercado.
Es ese solo un escenario probable. Como sucede frecuentemente con los pronósticos, puede que surjan otros que podrían írseles de las manos a la mafia que de hecho ha acabado con Cuba. Ojalá.

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