Respuesta a los discursos de investidura a la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp., de las doctoras Ellen Lismore Leeder y Mariela A. Gutiérrez, el martes 9 de enero de 2018 en la Universidad Rafael Belloso Chacín, situada en 2550 NW 100 Ave., (entrada por la 102 Ave), a las 7.00 pm.
Por Octavio de la Suarée,
Muy buenas tardes.
Es un honor para mí responder a estos discursos de investidura a la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp., dando así comienzo a este nuevo 2018 a la vez que vemos aumentar las filas de
nuestra organización con estas dos destacadas escritoras. Y como todo en esta vida nos viene en pares, cada destello de luz viene acompañado de su recogedora sombra, a la vez que les damos la más calurosa bienvenida a las doctoras Ellen Lismore Leeder y Mariela A. Gutiérrez y celebramos hoy junto con ellas, no podemos dejar de recordar que en este mismo acogedor recinto le dimos la bienvenida hace apenas un año al querido colega Salvador Larrúa-Guedes, ese Caballero de la Hispanidad, que acaba de fallecer prematuramente. Mas, si por un lado no podemos olvidarnos que hemos perdido en el hermano Salvador una parte integral de esta Academia, por otro, solo tenemos que mirar a nuestro derredor para comprender que aun así esta centenaria institución continúa su dedicada labor
de informar al pueblo cubano donde quiera que se halle de los hechos que forjan su historia, labor que se nos hará aún más fácil ahora con la adhesión de estas conocidas escritoras. Queremos asimismo señalar que con estas dos investiduras de hoy, la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp., no solo continúa reforzando su misión y expandiendo su alcance, sino que a la vez reconoce que casi la cuarta parte de su membresía reside o tiene relaciones estrechas con este Estado de la Florida, cuyo intercambio a través de los siglos –es interesante destacar-, informa muchos de los estudios del desaparecido colega.
Pasemos a responder estas provocadoras presentaciones.
Ellen Lismore Leeder
La Dra. Ellen Lismore Leeder, en su discurso titulado “Breve acercamiento a un suceso histórico cubano: La toma de La Habana por los ingleses”, nos informa de su decisión de haber escogido este tema para exponer algunos detalles de este extraordinario suceso “que considero de gran interés durante la época colonial de nuestra patria”. Comienza su estudio por recordarnos la importancia del marco histórico en que se encuentra este hecho al ser una de las principales batallas que tuvo lugar en la conocida “Guerra de los siete años” por control de la balanza política en Europa. La Habana, por supuesto, era una de las más codiciadas metrópolis del nuevo mundo con cuantiosos tesoros, y la más importante colonia española del Caribe. Por otro lado, La Habana también estaba bien fortificada, como señala la Dra. Lismore Leeder, debido a que por mucho tiempo la ciudad había sido objeto de ataques de corsarios –piratas y filibusteros--, algunos por iniciativa propia y otros “enviados por países europeos conocedores del botín que pudiera existir en el lugar”. La topografía del área, con sus alturas y valles e irregular disposición en general, no ayudaba a defender adecuadamente la ciudad. No obstante, La Habana se encontraba protegida por un casco amurallado –como indica la profesora Lismore Leeder--además del conocido Castillo del Morro, que situado a gran altura podía defender la ciudad de cualquier flota que hubiese intentado acercarse por mar. La batalla en si duró dos meses escasos, desde la llegada de la Fuerza británica el 6 de junio de 1762 con unos 30,000 hombres en más de 200 embarcaciones a cargo del Duque de Albermarle, jefe de la expedición, y del Vice Admiral George Pocock, comandante naval, hasta el 13 de agosto, cuando las baterías inglesas compuestas de 47 cañones, 12 morteros y 5 horowitzers comenzaron a bombardear la ciudad a una distancia de solo unos 500 metros.
Si por un lado tenemos que admirar la estrategia empleada por los ingenieros ingleses para penetrar las fortificaciones españolas como asimismo el arrojo de las tropas invasoras, por otro lado, tenemos que reconocer que los españoles no se prepararon lo suficiente para tratar de evitar la captura de la ciudad, además de cometer graves equivocaciones. La primera se encuentra en la designación de Juan del Prado Portocarrero como Gobernador de La Habana y Capitán General de la Villa, quien sorprendido por el tamaño de la fuerza invasora –aunque esperaba el ataque-- adopta una estrategia defensiva de demora, esperando o bien que le llegasen refuerzos de sabrá Dios dónde (pues no se esperaba nada más de España) o que una epidemia de fiebre amarilla decimase a los invasores o que un ciclón viniese a salvar la situación. Por supuesto, ninguna de las tres plegarias llegó a su destino. El segundo error lo comete el mismo Prado Portocarrero con el asentimiento del comandante de sus fuerzas navales, Gutierre de Hevia, cuando ordena tender una gran cadena que enlace las dos puntas de la entrada de la bahía y hundir de seguido tres de sus naves de guerra previamente desmanteladas: “Asia, Europa y Neptuno”.
Nadie podría ahora entrar en la bahía de La Habana, pero al mismo tiempo, los veintidós buques de guerra de la marina española tampoco podrían moverse y quedaban acorralados en su lugar. Y ahora los españoles disponían de 3 buques de guerra menos.
Pasemos al tercer error. La Habana tiene uno de los puertos más agraciados de las Indias Occidentales, con apertura de 180 metros de ancho y con 800 metros de largo que puede acomodar fácil 100 barcos o más. La entrada la defienden por un lado, el muy sólido Castillo del Morro, situado en la cordillera de La Cabaña, en la parte norte de la entrada con 64 cañones y 700 hombres y, por otro lado, está el Castillo de la Punta en la parte sur, también muy protegido. Pues bien, resulta que el mismo rey Carlos III, desde el lejano Madrid, se había percatado de que el punto débil de la defensa de la isla se encontraba en el rocoso promontorio situado en la colina de la Cabaña, junto al Castillo de La Cabaña y le había encomendado a Prado Portocarrero que fortificase esa debilidad, expresa recomendación que fue ignorada por completo por el Gobernador debido bien a su ignorancia, su soberbia o su estupidez.
Y precisamente fue ahí mismo por donde el ingeniero inglés, Patrick Mackellar, comenzó la construcción de parapetos para bombardear el Castillo del Morro desde una muy cercana y excelente posición de unos 7 metros o 23 pies de altura más elevado que el mismo castillo. En dos ocasiones diferentes trataron los españoles de destruir los parapetos de Mackellar, pero ya era muy tarde y las dos veces fueron rechazadas las incursiones. Varios días después La Habana tuvo que rendirse.
Mariela A. Gutiérrez |
En el segundo discurso que escuchamos, “José Martí: Amor Devoto a la Patria y a su América”, la Dra. Mariela A. Gutiérrez nos presenta un interesante recorrido del desarrollo afectivo e intelectual del Apóstol desde el momento en que sale desterrado de la isla y pone pie en tierra en el continente americano.
Es ahí cuando el joven desterrado conoce íntimamente la flora, la fauna y en especial su gente, y cuando comienzan a evolucionar sus sentimientos de amor hacia todo ser humano, ya presentes desde su estadía en el presidio político en Cuba. Es a través de sus peregrinaciones por México y Centro América –como precisa la Dra. Gutiérrez--cuando Martí descubre una “naturaleza sublime y diferente” y al observar la fragilidad y la dolorosa realidad de las repúblicas americanas concretiza sus conceptos indigenistas. Es como si de repente tuviese una revelación y piensa como el Libertador Bolívar en términos colectivos mientras vibra dentro de él su pasión americanista.
Preocupado como está por el destino tanto de su patria como de la América Latina en general, el Apóstol pasa revista al pasado americano, evalúa el presente y considera su porvenir. Siguiendo su pensamiento a través de su penetrante y esclarecedor ensayo “Nuestra América”, la profesora precisa que es en el pasado de esta América hispana donde Martí encuentra los graves errores que sentaron la base de muchos de los problemas que padece el continente hoy día, a saber: la discriminación hacia el aborigen primero y hacia el negro después, forzado a vivir aquí contra su voluntad. Critica fuertemente Martí las guerras de conquista contra las culturas indígenas por innecesarias en la gran mayoría de los casos y a la vez la deleznable trata de esclavos durante siglos por conseguir mano de obra barata, sin pensar en las consecuencias que traería la esclavitud para esa sociedad en un futuro no muy lejano. Por último, critica la tendencia eurocentrista no solo de los extranjeros, sino de los mismos criollos que se dejan deslumbrar por todas las novedades creadas en el exterior, a la vez que rechazan cualquier característica autóctona del país natal.
Como consecuencia de todo lo anterior, no es de sorprender que este héroe americano considere tanto la falta de libertad como la negación de la dignidad humana las dos consideraciones apremiantes en la América Hispana de su tiempo, privación de derechos humanos del hombre que continúa en boga aún hoy día. El Apóstol también pasa revista a tres naciones en las que había vivido después del destierro forzado de su patria por las autoridades coloniales españolas y de las cuales tiene que salir rápidamente auto desterrándose por similares razones. En México, con la llegada de Porfirio Díaz al poder, Martí se percata rápidamente de que el nuevo gobernante no es más que otro caudillo lleno de ambiciones personales que va a proteger los intereses económicos extranjeros y que por igual va a demoler todo lo que es generador de progreso para el aborigen mexicano. Esta revelación continúa haciéndose más intensa cuando pasa a Guatemala y vive más cercano de los indios. Ahí comprende la necesidad de educar a los indios para lograr un cambio social y económico en el nuevo continente y para que no continue en existencia una América dividida.
Los indios –explica-- son seres humanos, la raíz primigenia del Continente y hay que amarlos y respetarlos. Termina auto desterrándose de Guatemala, al igual que antes lo hiciera de México y poco después de Venezuela.
Martí llega a la conclusión –como sesudamente apunta la profesora--que los problemas de la América Hispana no son simplemente raciales, sino más bien de naturaleza social y económica, y que hoy día en América lo que existe no es más que una falsa democracia, llena de corrupción y de autoritarismo, sin sentido alguno ni de justicia ni de sensibilidad moral. Por todo lo anterior es imperativo acabar con las guerras civiles, tomar consciencia de lo que somos, salirse de la inanición y construir un porvenir colectivo en América. Ser un verdadero americano es aceptar la huella del indígena y la transmigración del africano. Y como recalca la profesora Gutiérrez citando al Apóstol: “En los países de indios, los gobernantes aprenden indio”.
Podemos decir, a manera de resumen, que Jose Martí se inspira en la filosofía de la Americanidad, donde es necesario corregir los errores del pasado, heredados en su mayoría de España, e ir aproximando lo que en últimas instancias ha de ir juntándose. O sea, alcanzar la nivelación deseada, como apunta nuestro escritor, mediante la propagación de un ideario común, político, social y económico, para que concluyan las divisiones existentes y la América Latina termine siendo una sola entidad que refleje las aspiraciones de su pueblo.
Por último, como especifica el Apóstol en su esclarecedor estudio, “Nuestra América”, el pluralismo o el multiculturalismo de América, como diríamos hoy día, le permitirá levantarse como un continente unido y fuerte en un futuro no muy lejano.
Queremos expresar nuestro agradecimiento a las dos presentadoras– y ahora colegas- por su visión y sus contribuciones a la historiografía cubana de este exilio, a la vez que les damos nuestra más cordial bienvenida. ¡Muchas felicidades!
Muchas gracias.
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