Por Jesús Jambrina
Associate Professor of Spanish & History Viterbo University, La Crosse, Wisconsin
Antecedentes
Desde la llegada de los españoles y los portugueses al Nuevo Mundo, Cuba fue
receptora de numerosos judeoconversos. En referencia a estos años y los pocos
estudios dedicados a ellos, Enrique Soria Mesa escribe:
Surgirá ante
nosotros una América española llena de judeoconversos desde prácticamente los
primeros momentos de su descubrimiento y conquista. Mucho antes de la llegada
de los portugueses, los cristianos nuevos habitaban masivamente las Indias, y
conformaron con el tiempo un buen porcentaje de sus clases dirigentes (…) En
este colectivo hay que englobar al gobernador de Cuba Diego Velázquez de
Cuellar, parte de un extensísimo conjunto familiar de origen judaico, con
enormes y vitales ramificaciones en la historia de España, las que van desde la
alta burocracia de los Trastámara y Habsburgo a la alta nobleza, pasando por
ser nada menos que el entorno en el que se crio San Ignacio de Loyola” (157,
164, 165)
El primer judaizante de la isla fue Juan Muñoz, descrito en los legajos del
Archivo de Indias como “Yudio español que andaba en hábito de cristiano”, quien
fuera quemando en Santiago de Cuba en 1518, donde era dueño de minas de plata; sus
propiedades pasaron a manos del entonces regidor de la ciudad Gonzalo Guzmán
(García del Pino, Melis Cappa 3).
Desde 1516, el propio Bartolomé de las Casas había hecho referencia a los
judíos procesados por los eclesiásticos con poderes inquisitoriales en las
Antillas (Ortiz, Introducción, 17). El primer judaizante en México, Hernando
Alonso, fue arrestado y quemado en la hoguera en 1528, pero antes, entre 1517 y
1520, había vivido en Cuba, donde, según su propia esposa, Isabel Ruiz de
Aguiar, practicaba las tradiciones judías y, según otro testigo, Antón Ruiz de
Maldonado, había quitado la crisma a un niño bautizado, usando vino y recitando
el Salmo 114 (Bejarano Gutiérrez, 41-43)[1].
Durante todo el siglo XVI, se encuentran casos inquisitoriales de judaizantes
en Cuba, a donde, como los ha afirmado Fernando Ortiz, Manuel Moreno Fraginals
y César García del Pino, entre otros, los criptojudíos escapaban en busca de
libertad religiosa y comercio[2].
La tendencia se mantuvo durante el siglo XVII y uno de los casos más
renombrados de este siglo entre 1649 y 1652, muy bien estudiado por Eugenio Alonso
López, fue el de la mulata María Núñez, mercader de piñas en almíbar entre La
Habana y Yucatán, quien, aunque logró salvarse de la inquisición, perdió a una
parte de la familia en la hoguera. María, de padre canario y madre africana,
fue llevada a México por sus familiares para que estudiara la Ley de Moisés. (Alonso,
María Nuñez, a Cuban Mulatto…)
Los Díaz Pimienta
Pero quizás sea la familia de los Díaz Pimienta, quienes
mejor representan los ires y venires entre Cuba y España de los criptojudíos,
en concreto los canarios. El almirante Francisco Díaz Pimienta (hijo) nació en
La Habana en 1594, estando su padre, el capitán Francisco Díaz Pimienta y
Franco, regidor de La Palma, de paso por la ciudad – a todas luces una larga
estancia[3]
(Moreno Fraginals 76, García del Pino 60).
Los padres de Francisco Díaz Pimienta y Franco fueron D. Diego Díaz Pimienta y
Dña Mayor Franco, inmigrantes originarios del poblado de Cuba (Portugal) a La
Palma, Islas Canarias, estableciéndose en el siglo XV en Puntallana (Wanguemert
y Poggio 5). Hay que decir que estas islas fueron colonizadas en ese siglo por
población portuguesa y española, no poca de ella de origen judaico. El nombre y
apellido materno son de clara filiación hebrea, lo cual resonará, como veremos,
muchos años después en la vida de su nieto.
En el expediente a nombre del almirante, es decir
Francisco Díaz Pimienta, hijo, en 1642 para entrar a la Orden de Santiago
aparece como madre Dña Juana Pérez de Mendizábal (Wanguemert y Poggio 48), sin
embargo, sus biógrafos descartan que haya sido cierto porque, basado en
testigos en La Habana se afirma que
… el dicho Francisco Díaz Pimienta no
es caballero, ni limpio de sangre por padre ni por madre… es hijo de Fulano
Pimienta, de nación portugués, hebreo y descendiente de tales, aunque nacido en
Islas Canarias según la pública voz y fama que hay en la Isla, y en La Habana,
donde hubo al pretendiente por hijo, en una mulata esclava llamada Catalina (…)
(Wanguemert y Poggio 51)[4].
Por su parte, Manuel Moreno Fraginals, en Cuba/
España, España/ Cuba (1996) afirma que
en el libro de bautismos del sagrario
de la catedral (única parroquia habanera que entonces existía) no aparece
ningún Francisco Díaz Pimienta y sí una inscripción del 19 de junio de 1594
(año de su nacimiento según el propio almirante) que dice ‘Francisco, hijo de
Catalina, criolla esclava del capitán Bernardo de Quiroz, de padre no
conocido’. Todos los datos concuerdan (76)
Empresas transatlánticas
Francisco Díaz Pimienta fue el único
hijo varón de su padre (el capitán Francisco Díaz Pimienta y Franco) y, aunque
lo tuvo fuera de su matrimonio con Beatriz Rodríguez de Acosta, su progenitor
le otorgó todos los derechos y Francisco hijo fue aceptado como miembro
completo de la familia paterna, disfrutando los rangos y bienes garantizados a
su estrato social[5].
En 1602 viajó a La Palma donde residió con su familia, en
1609 estudiaba el Bachillerato en un Colegio de los Jesuitas en Sevilla, todo
asumido por su padre. Según algunos testimonios del citado expediente para la
Orden de Santiago, se casó en Sevilla después de graduarse, pero no se conoce
el nombre de la esposa (Wanguemert y Poggio 102).
Según César García del Pino, alrededor de 1604, un Alonso Ferrara[6],
allegado del capitán general D. Pedro Valdés, se casó en La Habana con Juana
Díaz Pimienta, quien provenía de una “notable familia sefardita”. Y continua:
“Este clan de empresarios estableció en La Habana su centro de operaciones, que
se ramificaba en distintas direcciones, llegando hasta las remotas costas
asiáticas, en pos del rico y fructífero comercio del Oriente” (60, De la Fuente
89-90). Otros miembros de esta familia aparecerán igualmente documentados a
partir de este momento en los archivos de la isla[7].
En 1612, Francisco Díaz Pimienta (hijo de Díaz Pimienta y
Franco) se unió a la Marina española, en la cual
(…) tenemos que admitir todo lo que de
este particular se diga de D. Francisco Díaz Pimienta, y verle tan pronto
defendiendo el litoral de nuestra península, como internándose para escoltar
los galeones que traían el oro y la plata del Nuevo Mundo, y hasta formando
parte de la tripulación de los mismos. Así pasó el duro noviciado, cumpliendo
siempre órdenes que ponían en riesgo su vida, y cuanto más críticos fueron los
instantes, serenaba su alma con el temple de su corazón, para ir poco á poco
labrando, o mejor de mérito en mérito construyendo el pedestal de su fama, que
le designaría para la dirección de otras superiores empresas (Wanguemert y
Poggio 102)
En 1625 - 1626 ya tenía grado de capitán y construía en
La Habana dos barcos para la Armada de Indias (Wanguemert y Poggio 81-82),
aunque tenía residencia oficial en Sevilla:
Según el mismo testimonio, era dueño de un navío de 200
toneladas, que fabricó en el puerto de la Habana, denominado Nuestra Señora
de Aguas Santas y sabido es, que los propietarios de estos buques aunque
vistieran el uniforme de la armada, disfrutaban de libertad para trasportar
pasajeros y cargas de particulares, lo que proporcionaba a sus dueños grandes
rendimientos, igual que también eran muy bien remunerados los servicios, que
con los navíos particulares se prestaban al gobierno de la nación, lo que constantemente
acontecía, por no bastarse la marina militar para cumplir sus compromisos en
esta época de formación, y de gran penuria para el Tesoro público (Wanguemert y
Poggio 83)
De acuerdo con Moreno Fraginals, sin embargo, además de
trabajar para la monarquía, Francisco Díaz Pimienta fue contrabandista, práctica
muy común en los territorios de ultramar y de la cual se beneficiaban tantos
los cargos oficiales del gobierno insular como la población de la isla. Para
ello Díaz Pimienta construyó navíos con compartimentos no autorizados,
convirtiendo a estos en “galeones de carga con defensas” (77) que hacían la
ruta entre las Américas y Cádiz. Y prosigue Fraginals:
No obstantes las numerosas denuncias
presentadas sobre su contrabando en el comercio de Indias, no le removieron de
su cargo, en parte porque había anudado muchos intereses y, también, porque
hasta sus enemigos reconocieron su insuperable capacidad como navegante, su
habilidad excepcional en los enfrentamientos al enemigo, y un valor a toda
prueba que le hacían casi insustituible en medio de la gran crisis marítima
española de mediados del (siglo) XVII (77-78)
En los años
siguientes, siendo capitán, Francisco Díaz Pimienta participó en expediciones
contra corsarios y piratas, y holandeses (seguramente algunos judíos de La
Nação) en isla Tortuga, Venezuela, Honduras y Brasil, destacándose en todas
ellas y muy posiblemente, siguiendo los criterios de Manuel Moreno Fraginals y
César García del Pino, marcando el territorio de sus propios negocios frente a
otras redes comerciales de esos años.
En 1634 estuvo convaleciente en la península y en 1635-36 se casó con Doña
María Alfonsa Jacinta de Vallecilla en Portugalete (Vizcaya), nacida en 1621.
(Wanguemert y Poggio 96). Entre 1639 y 1641 hay noticias de él otra vez en el
Caribe, habiendo sido nombrado en 1641 General y Almirante de la Real Armada de
las Indias. En esas fechas rescató para España de los ingleses las islas Santa
Catalina y Providencia por lo que el rey le otorgó el hábito de Santiago.
En 1643 parte nuevamente para el Nuevo Mundo para participar en una expedición
al Golfo de Baja California.
Francisco de Goya:
Por mover la lengua de otro modo.
En 1646 participa en la batalla de Lérida contra los franceses, desembarcando
con 1500 infantes en Vinaroz. Después de esta acción se fue a Cádiz donde fue
visitado por el Conde Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV y defensor
del trato con los “portugueses”, es decir los sefardíes que por esos años
controlaban el comercio – legal e ilegal- tanto en el Caribe holandés, inglés y
francés, así como con las colonias españolas e incluso Europa, sobre todo Ámsterdam.
Entre 1647 y 1648 estuvo en Nápoles y Sicilia conteniendo
revueltas populares en esos territorios españoles. Poco tiempo después, el 30
de agosto de 1652, “murió de un arcabuzazo en el sitio de Barcelona”
(Wanguemert y Poggio 223).
Un alma revuelta
Continuando, o en
este caso confirmando, el origen judío y comercial de la rama habanera de esta
familia, se conoce también el caso de José (Abraham) Díaz Pimienta, quien fuera
llevado a la hoguera en un Auto de Fe en Sevilla en 1720 bajo el cargo de “pro
hebreo y apóstata”.
José nació en San Juan de los Remedios alrededor de 1684, su familia fue
igualmente influyente, lo cual seguramente ayudó a que entrara en el Seminario
del que luego escapó. En la crónica de su vida publicada en la American
Historical Jewish Society por Richard Gottheil en 1901 de dice que “no hubo
delito que no cometiera” y que su vida podría servir de inspiración para una
historia de jóvenes de alma revuelta (20).
José Díaz Pimienta podría calificarse de aventurero proto-romántico: fue
sacerdote, rechazó el bienestar de hogar acomodado, viajó por México,
Venezuela, Jamaica, y Colombia, vivió con piratas y contrabandistas –
posiblemente también lo haya sido- y en el 21 de mayo de 1715 se convirtió al
judaísmo en Curação, adoptando el nombre de Abraham, circuncidándose, usando
tefilín y orando en hebreo. Durante sus estudios comentó a los rabinos que toda
su familia era judía y que su madre le había dicho que él tenía que vivir entre
los judíos (Gottheil 22).
Más tarde, todo indica que en dependencia del sitio donde estuviese, volvió a
decir que era católico. Fue apresado en Río de la Hacha, actual Colombia, en
junio de 1715 y procesado por la Inquisición de Cartagena; en 1718 fue enviado
a Sevilla. En esta última ciudad trató de comunicarse con la comunidad
criptojudía de Cádiz y Jerez, pero no recibió respuesta. Luego de varias
retractaciones en una y otra dirección, no logró convencer al tribunal de la
inquisición de su verdadera inclinación religiosa y fue condenado por hereje el
25 de Julio de 1720 en Sevilla (Caro Baroja, 134-36)
La vida de José (Abraham) Díaz Pimienta no es muy diferente de la de otros
criptojudíos iberoamericanos de los siglos XVI y XVII que pasaron por
experiencias similares en cuanto a la fluidez y contradicciones de sus
filiaciones espirituales, entre ellos Luis de Carvajal, el Mozo (Josef
Lumbroso), Juan de la Ysla (Abraham Abzaradiel), Francisco de San Antonio
(Abraham Rubén) o Lope de Vera y Alarcón (Judá Creyente), entre otros.
Bibliografía
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Mabrid, Silex Ediciones, 2014.
Alonso López, Eugenio A. "Historias recuperadas de
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los fondos del Archivo Histórico Nacional de Madrid del Tribunal de Cartagena
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------------ “María Nuñez, a Cuban Mulatto Before the Mexican Inquisition and
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de próxima aparición en Zamora en el mapa de Sefarad, Actas de los
Congresos Internacionales, 2013-2020)
Bejarano Gutiérrez, Juan Marcos, Jewish Conquistadores in the New World, the
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Caro Baroja, Julio, Los judíos en la España moderna y Contenporánea, Vol
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Cornide Hernández, María Teresa, De La Habana,
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De la Fuente,
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University of North Carolina, 2008.
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García del Pino,
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1957
Wanguemert y Poggio, José, El almirante D. Francisco Díaz Pimienta y su
época, Madrid, Revista de Archivos, 1905.
[1] Aunque existe debate
acerca de la credibilidad de los testimonios extraídos por la inquisición de
sus procesados, denunciantes y testigos, dada la especificidad de algunos de
ellos, así como la aceptación de sus creencias por parte de los acusados, en
este caso nos es dado pensar que las declaraciones son verosímiles y concuerdan
con el grado de contradicción religiosa y espiritual en que vivieron los
criptojudíos en aquellos sitios donde la inquisición estaba presente.
[2] La cultura criptojudía estuvo presente durante toda la
época colonial tanto en España como en Portugal, así como en sus posesiones
americanas. Tiene su origen en las conversiones forzosas que comenzaron en la
península ibérica en el siglo VII bajo los visigodos y continuaron sucediéndose
de forma más o menos continua, dependiendo de las regiones, hasta el siglo XV,
con un momento importante en 1391 cuando miles de judíos se convirtieron al
cristianismo intimidados por los ataques a las juderías y aljamas de los reinos
cristianos. Otros lo hicieron durante las predicaciones de Vicente Ferrer entre
1411 y 1412. En 1492, ante la disyuntiva de la expulsión, muchos judíos se
convirtieron para conservar sus propiedades y sus familias mientras que otros
salieron a Portugal de donde en 1497 también fueron expulsados, pero muchos fueron
convertidos forzosamente por la monarquía portuguesa, dando lugar a los
marranos, otra forma de llamar a los criptojudíos. Esta fue una población que
se insertó en toda la estructura social, incluida la iglesia, la economía y la
cultura de la época a ambos lados del atlántico, siempre con el apoyo y la
ayuda de la comunidad sefardí con la que nunca perdió el contacto en la
diáspora. Los criptojudíos tenían una vida pública cristiana, pero en la
intimidad de sus hogares continuaron practicando la Ley de Moisés, lo cual en
gran parte se conoce por los casos
inquisitoriales donde se documentaba la vida de estas personas, a veces durante
años. Los criptojudíos estuvieron presente en toda la América española y
portuguesa y fueron perseguidos hasta que las independencias latinoamericanas
eliminaron la inquisición en las nuevas naciones. Referencias en el estudio de
los criptojudíos son Cecil Roth, A History of the Marranos, 5th edition,
NY, 1992 y varios de los libros de David M. Gitlitz, especialmente Secreto y
engaño, la religión de los criptojudíos, Junta de Castilla y León, 2003.
[3] La primera referencia a
Francisco Díaz Pimienta y Franco aparece en 1586, para detalles de la red
comercial entre La Palma (Gran Canaria) y La Habana, véase De la Fuente 89-90
[4] Hay
que recordar que la inquisición, para certificar la limpieza de sangre de los
aspirantes a los cargos públicos o entrada en órdenes religiosas, basaba sus
veredictos en investigaciones realizadas en las localidades donde los
candidatos habían vivido por un tiempo considerable ya fueran estas residencias
en España o en las Américas. Ver Bottcher, Nikolaus, “Inquisición y limpieza de
sangre en Nueva España”, en Bottcher, Nikolaus, Bern Hausberger, y Max S.
Hering Torres, El peso de la sangre: limpios, mestizos y nobles en el mundo
hispánico, Colegio de México, 2011, pp. 187-217.
[5] Su
hermanas por el lado paterno fueron Lucía e Inés Díaz Pimienta Rodríguez de
Acosta, la primera tuvo una larga descendencia y la segunda ninguna.
[6] Alonso
Ferrara era el yerno de Francisco Díaz Pimienta y Franco, esposo de su hija
Juana. Ver De la Fuente 90 y García de Pino, Documentos 126-136.
[7] De
hecho, César García del Pino incluye al médico Luis Díaz Pimienta y Valdés (1853-1892)
en su libro Mil criollos del siglo XIX, p. 70, aunque sin hacer ninguna
referencia a su origen familiar. Asimismo,
M.T. Cornide menciona al alférez Juan Díaz Pimienta quien junto a D. Juan
Munive, donó la hacienda Munive a los jesuitas habaneros, la cual fue luego
adquirida por Pedro Beltrán de Santa Cruz alrededor de 1762 (127-28). Por su
parte, Arriaga Mesa menciona al mercader Juan Pimienta en 1597, en La Habana, quien
debió pagar por algunas mercancías como telas, sombreros, manteles, pasamanos
de oro y cuchillos (171).
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