Dr. Jorge Alfredo Belt Muñoz |
Por Guillermo A. Belt
Jorge Alfredo Belt Muñoz nació en La Habana el 4 de octubre de 1868, y seis días después Carlos Manuel de Céspedes dio comienzo a la Guerra Grande con el Grito de Yara. Vivió diez años de su niñez en guerra. Tenía 17 años a la muerte de su padre, y se hizo cargo de su madre hasta que ella murió. A la edad de 19 se graduó de Derecho en la Universidad de La Habana. Inmediatamente comenzó a ejercer la abogacía. Dos años después, el 30 de agosto de 1889, era juez del juzgado municipal de El Cerro.
Desempeñaba igual cargo en otro juzgado de la capital cuando, al inaugurarse la República de Cuba en 1902, el Presidente Tomás Estrada Palma lo nombró Secretario de la Presidencia. En 1906 se vio en la necesidad de regresar al ejercicio de su profesión para atender urgentes obligaciones familiares. Al aceptar su renuncia, Estrada Palma le dijo en una carta manuscrita:
Los dos podemos decir que estamos fundidos en una sola pieza, porque en el pensar i en el sentir recta i honradamente nos hallamos por completo identificados.
Fue abogado de Estrada Palma hasta la muerte del primer presidente de Cuba, que halló a don Tomás en una escasez de recursos, por no decir pobreza, nunca más conocida en nuestro país por sus exmandatarios. Representó a importantes compañías y entidades, nacionales e internacionales. Tuvo éxito profesional, gozó de excelente reputación como hombre de bien, y sobre todo fue un padre ejemplar.
Murió el 27 de octubre de 1932 de un paro cardíaco, en su casa de Paseo 4, El Vedado. Esa misma tarde tuvo lugar su entierro en el Cementerio Colón. El día siguiente, el diario The New York Times publicó la noticia del fallecimiento[1], dando cuenta en los dos párrafos finales de un dato curioso: los tres hijos del Dr. Jorge Alfredo Belt Muñoz habían asistido al sepelio en circunstancias extraordinarias.
Traduzco los párrafos finales mencionados:
Le sobreviven tres hijos, Alberto, Alfredo y Guillermo. En la actualidad, Alfredo se encuentra en la Legación de Panamá, donde solicitó protección como asilado político tras los asesinatos políticos recientes, y se dice que los otros hijos están escondidos.
Las honras fúnebres han tenido lugar esta tarde en el Cementerio Colón. Alfredo estuvo presente, acompañado por un funcionario de la Legación panameña para garantizar su condición de asilado, en tanto que los hijos más jóvenes recibieron garantías, según se dice, por parte de Orestes Ferrara, Secretario de Estado, que les permitieron estar presentes en el sepelio.
Lectores asiduos del Times habrán leído otro despacho desde La Habana, del 21 de octubre, publicado el día siguiente, sobre el motivo del asilo de Alfredo y el ocultamiento de Alberto y Guillermo. En un libro transcribí el texto de esta noticia, hallado en línea hace varios años, cuyo original lamentablemente he perdido. Lo copio a renglón seguido.[2]
The Panamanian Legation informed the Secretary of State today that Dr. Alfredo Belt, a son of the prominent Cuban attorney Dr. Jorge Alfredo Belt and an Opposition leader, had taken refuge in the legation. El Heraldo de Cuba on Sept. 29 reported that Dr. Alfredo Belt had been arrested as one of the assassins of Dr. Vasquez [sic] Bello, President of the Cuban Senate. The paper was suspended and its editor was held in jail for several hours. Dr. Belt is said to have gone in hiding at that time, together with his brothers Guillermo and Alberto.
El 27 de septiembre de 1932, alrededor del mediodía, el Dr. Clemente Vázquez Bello, Presidente del Senado y muy allegado al Presidente Gerardo Machado, salió del Habana Yacht Club rumbo a su casa. Viajaba en su automóvil, conducido por su chofer, en el asiento trasero junto a un policía que era su única escolta. Varios hombres de la organización clandestina ABC, opuesta a Machado, a bordo de otro automóvil alcanzaron el de Vázquez Bello, le dispararon desde atrás con escopetas recortadas y lo mataron.
El asesinato formaba parte de un plan tan espectacular que terminó siendo la trama de una película. Días antes, otros miembros del ABC, dando por sentado que el entierro del prominente político tendría lugar en el Cementerio Colón y que el Presidente Machado asistiría, habían colocado una gran cantidad de explosivos bajo el panteón familiar, utilizando el túnel de la cloaca que conducía al mismo. Situados a más de 700 metros y mediante un cable, los conspiradores provocarían la explosión con la que esperaban matar a Machado.
Aunque el plan basado en el asesinato de Vázquez Bello fracasó porque a última hora la familia del político decidió enterrarlo en su natal Santa Clara, y a pesar de que los explosivos sólo fueron descubiertos días después, la represalia por la muerte del íntimo amigo de Machado fue inmediata y brutal. Esa misma tarde, la porra, como se conocía la policía secreta de la época, mató a tiros y en su casa a los tres hermanos Freyre de Andrade, así como al Dr. Miguel Ángel Aguiar, miembro de la Cámara de Representantes.
El Heraldo de Cuba, periódico favorable a Machado y vocero del gobierno, recibía información confidencial de personeros del régimen. A la 1 de la tarde del 27 de septiembre la edición del Heraldo circuló con esta noticia, que copio del libro antes citado, p. 161. Evidentemente se trataba de una filtración puesto que el asesinato de los Freyre ocurrió dos horas más tarde, el de Aguiar un poco después, y el del Dr. Ricardo Dolz no se produjo porque el catedrático universitario y exsenador logró escapar gracias al aviso de un amigo influyente que le aconsejó huir de inmediato ese mismo día. El Heraldo, en su afán de primicia, había dado cuenta de asesinatos que aún no habían ocurrido.
El lector comprenderá que los tres hermanos Belt se hayan ocultado después del 29 de septiembre, cuando el Heraldo publicó la noticia del arresto de Alfredo Belt, hijo mayor del Dr. Jorge Alfredo Belt Muñoz, como uno de los asesinos de Vázquez Bello. Que la noticia fuera falsa no representaba ninguna garantía para Tío Alfredo, como tampoco para Tío Alberto ni para mi padre. También comprenderá que un poco después Alfredo Belt haya recurrido al asilo político.
En una historia como esta no puede faltar mi madre, testigo y mucho más de algunos de los acontecimientos aquí relatados. De sus memorias, que ella modestamente tituló Apuntes y garabatos, escritas a mano en la década de 1980, tomo los párrafos pertinentes.[3]
Al regresar a La Habana (de la luna de miel) nos encontramos con que nuestra Villa Mar-y-Sol aún no estaba terminada y por tanto fuimos a vivir a Paseo 4, la casa de mi suegro, Jorge Alfredo Belt. ¡Qué hombre tan gentil, tan sonriente, tan encantador!...
Por fin nos instalamos en nuestra propia casa, esa Villa Mar-y-Sol, tan llena de recuerdos, tan parte de mi vida…Íbamos Guillermo y yo en su automóvil hacia La Habana cuando al pasar por Calzada, en El Vedado, vimos varios automóviles estacionados en la acera donde vivían los hermanos de Carmen Freyre (abuela hoy día de nuestros nietos Lamadrid). “Veamos qué sucede”, dijo Guillermo, dando la vuelta y parando junto a la entrada. En ese momento salía Alberto Mendoza y Freyre y al vernos se acercó y le dijo bajito a Guillermo: “No te bajes, vete de aquí. Acaban de asesinar a mis tres tíos.” (Fernando, Gonzalo y Guillermo Freyre de Andrade.) “La porra sólo buscaba a uno de ellos, pero al no saber quién era quién, asesinó a los tres.”
Otro acontecimiento de mi primer año de casada, que ocurrió acabado de mudarnos y estando yo en las primeras semanas de gestación, fue una especie de Huida a Egipto
Estábamos almorzando en casa (recuerdo el pijama de satín azul que yo llevaba puesto) cuando llegó, agitadísimo, José, el jardinero gallego de Paseo 4. “Váyase, huya, señorito Guillermo, que la policía secreta lo anda buscando”, nos dijo, casi sin poder respirar.” Salté la tapia del fondo para venir a avisarle”, susurró.
Acababan de asesinar a Vázquez Bello…En la confusión de las primeras horas se pensó en el hijo de Alfredo Belt, el revolucionario antimachadista, y ése debía ser, por deducción errónea, Guillermo. En aquellos días de la porra machadista, ser acusado era ser sentenciado. Por lo tanto, la única defensa era la huida. Nos montamos en el pequeño Ford de Guillermo – el bellísimo Pearce Arrow que mi padre me había regalado quedaría en el garaje – y tomamos a toda velocidad la carretera hacia Arroyo Arenas, sin rumbo fijo.
De pronto se nos ocurrió un refugio: el central Pilar, del General Rafael Montalvo, íntimo amigo de mi suegro y de mi padre, que era su abogado. Llegamos a la reja del batey, cerrada por lo incierto del clima revolucionario de entonces, y un ayudante de Montalvo nos preguntó quiénes éramos.” El Dr. José Agustín Martínez y su señora”, respondimos. Aún sin abrir la verja, regresó el Coronel Consuegra. “El Dr. Martínez está en Europa con su esposa”, nos dijo severamente (lo cual era cierto). Montalvo, curioso, salió a ver quiénes éramos. Comprendió al instante y nos hizo pasar. “Bien”, nos dijo, “quédense aquí. Diré a todos que son ustedes sobrinos míos, venidos de Chile, ya que tratar de esconderlos sería imposible y contraproducente.”
Allí en el Pilar estuvimos hasta octubre, cuando mis padres ya estaban de regreso. De pronto, una llamada de Papá. Alfredo Belt acababa de sufrir un ataque al corazón. Partimos inmediatamente para Paseo 4, donde murió a los pocos minutos de llegar nosotros. Fue una profunda pena para Guillermo, y también para mí, porque conocer a Alfredo Belt era quererlo, y yo lo quería muchísimo.
Tiempos turbulentos, aquellos que les tocó vivir en Cuba a nuestros mayores. Los recordamos aquí con escuetas noticias de la prensa nacional y extranjera, enriquecidas por la crónica de mi madre, testigo de excepción y valiente protagonista a lo largo de la vida de mi padre. Para ellos, mis abuelos y tíos son estas líneas en prenda de admiración.
[1] A mi hermano Juan y su esposa Elizabeth debo esta noticia, así como todas las citadas o copiadas aquí de The New York Times.
[2] Belt, Guillermo A. Tiempo para todo bajo el sol/A Time to Every Purpose, 163. Colección Pulso Herido, Academia Norteamericana de la Lengua Española, 2020.
[3] Martínez Viademonte de Belt, Elisa. Apuntes y garabatos. McLean, Virginia, 2007. Publicadas privadamente.
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