Wednesday, May 31, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXII

 




Por Guillermo A. Belt

 

Había que aprovechar la traslación de las tropas españolas al territorio de Cienfuegos – obtenida por la rapidísima maniobra de retroceso – con una penetración a fondo en la provincia de Matanzas, adelantando cuanto lo permitiera la ausencia de obstáculos en la nueva dirección a Occidente.

Así describe Loynaz del Castillo el nuevo objetivo de la columna invasora. Partiendo de Aguada de Pasajeros, las fuerzas cubanas marchan con máxima celeridad hasta las diez de la noche cuando acampan en el ingenio Domínguez, inmediato a la población de Calimete. Y continúa el autor de Memorias de la guerra.

Era Calimete un punto de etapa en los continuos movimientos realizados por las columnas españolas, y lo ocupaban de continuo tropas considerables. Las que teníamos ahora al frente iban a probar que eran las de más alto temple desplegadas frente a la Invasión.

Ocupaba esta plaza el batallón español de Navarra, fuerte de ochocientos cincuenta soldados y una guerrilla de caballería, al mando del teniente coronel Perera, que gozaba merecida fama de habilidad y valentía.

Antes de salir el sol las tropas cubanas están en sus puestos de combate. Como de costumbre, al centro el General en Jefe Máximo Gómez con su Estado Mayor y escolta; a continuación, la infantería al mando del coronel Vidal Ducasse, parapetada en el ingenio; a la derecha, el Lugarteniente General Antonio Maceo, su Estado Mayor y escolta, con fuerzas de caballería; y a la izquierda de Gómez, el mayor general Serafín Sánchez, con su Estado Mayor, escolta y la caballería de Las Villas.

Las tropas españolas presentan batalla en tres grandes cuadros, asentados en las guardarrayas de los cuadriláteros de cañas. Sobre ellos se lanzó a la carga toda la caballería cubana; a la derecha, los generales Gómez y Maceo; a la izquierda, el general Serafín Sánchez.

Al lado del gran villareño me tocó cargar porque había ido a llevarle la orden del general Maceo. A escape, los machetes en alto, llegamos al cuadro y abrióse a nuestro empuje la brecha ensangrentada. Cuando parecía todo él desmoronarse, en confuso remolino de bayonetas y machetes, cortó nuestra acometida la columna española del general García Navarro, que llegaba a la carrera. Los pocos jinetes que penetramos al cuadro al lado del general Sánchez pudimos con dificultad retroceder, abriéndonos paso hacia los nuestros, que no lograron entrar.

El general Sánchez alinea de nuevo su caballería, pronuncia una breve arenga y la lanza de nuevo a la carga. Esta vez los jinetes cubanos llegan a dos metros del muro de bayonetas pero se ven obligados a retirarse ante numerosas bajas causadas a hombres y caballos por la fusilería enemiga. Loynaz del Castillo relata lo sucedido a continuación de esta segunda carga.

Rojo de ira, el general Sánchez rehízo a gritos y planazos su maltrecha caballería y a su frente, espoleando el caballo ya herido, se lanzó, delantero en la línea, como a buscar la muerte. Esta vez no llegaron tan lejos sus jinetes, desparramados por la fusilería. A contenerlos, a desplegarlos otra vez contra el cuadro mortífero, corrió el general Sánchez, frenético, pero a su lado llegaba al galope el teniente coronel Mariano Sánchez Vaillant, ayudante de Maceo, con la orden de desistir del nuevo asalto. Llovían los proyectiles enemigos. El teniente coronel Sánchez recibió uno en el pecho. La caballería villareña, desplegada en orden abierto, recibía sin contestarlas las descargas españolas. En aquel instante llegó allí el general Máximo Gómez, junto al caudillo de Las Villas: “Deje eso, General, ya se ha hecho bastante.” El general Sánchez hizo replegar su fuerza a más abrigado sitio, y, pie a tierra, aguardó nuevas órdenes.

Loynaz regresa a la casa del ingenio, donde Maceo refuerza con sus jinetes desmontados la infantería de los hermanos Ducasse, atrincherándolos frente al asalto de la infantería española. La carga de caballería de Gómez y Maceo se había estrellado ante el valladar de bayonetas, al igual que la de Sánchez. Comprendiendo que era inminente ahora una fuerte ofensiva del enemigo sobre la casa de ingenio, allí acumulaba el general Maceo toda la fuerza de que podía echar mano.

Los cubanos rechazan el ataque español, tras lo cual se produce una tregua para que ambos bandos puedan recoger sus muertos y heridos. Los españoles regresan a sus posiciones originales a la orilla de Calimete. Maceo reorganiza sus tropas, vuelve a montar sus improvisados infantes, y la columna invasora emprende la marcha por el camino real, ahora desguarnecido. Atrás quedan más de veinte muertos y más de ochenta heridos, presurosamente atendidos y alejados del combate.

Esta larga y sangrienta jornada terminó al acampar a las ocho de la noche en la finca Coabilla, de cuyas abundantes cañas se aprovisionaron las tropas cubanas, de temple férreo para resistir las marchas más agotadoras…Tal fue la jornada de Calimete, la más dura y reñida de toda la campaña de la Invasión.

Tuesday, May 30, 2023

Cora Montgomery, la filibustera: entre el anexionismo cubano y el expansionismo estadounidense

Les presentamos a continuación esta video conferencia de la investigadora Daylet Domínguez sobre el fascinante personaje de Jane McManus Storm Cazneau, quien bajo el seudónimo de Cora Montgomery participó activamente en el movimiento anexionista de la década de 1850 cuya figura más visible fue Narciso López. Fue ella junto a figuras tales como Cirilo Villaverde y Miguel Teurbe Tolón la principal animadora de La Verdad, la publicación que sirvió de portavoz a este movimiento. La conferencia es presentada por la artista Tania Bruguera y la profesora Marial Iglesias Utset oficia como moderadora.



Sunday, May 28, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXI

 Por Guillermo A. Belt 



En episodios anteriores del libro de Enrique Loynaz del Castillo, Memorias de la guerra, los generales Máximo Gómez, Antonio Maceo y Serafín Sánchez dirigen varias cargas de caballería contra el ejército español. Lo hacen galopando a la cabeza de sus tropas y atacando al enemigo a golpes de machete. Todo ello muy digno de alabanzas, pero podríamos pensar que sólo eso sabían hacer: enardecer a los soldados con su ejemplo de valor personal, montar a caballo muy bien, y dar machetazos. Nada más lejos de la realidad; veamos.

Durante la noche del 23, [de diciembre de 1895] acampados en Sumidero, conferenciaron ampliamente los generales Gómez, Maceo y Serafín Sánchez, la trilogía milagrosa de la Invasión.

Las informaciones recibidas acusaban la acumulación de formidables obstáculos en el camino natural de la Invasión. Desde Matanzas hasta Unión de Reyes, aprovechada la estrechez de la Isla, habíanse acumulado las divisiones de los generales Suárez Valdés, Aldecoa, Prats, Luque y Molina. Complicaba la magnitud del obstáculo interpuesto a la Columna Invasora la numerosa impedimenta de los heridos de los últimos combates. Situarlos en una zona de seguridad fue apremiante objetivo. Evadir la combinación de columnas enemigas que oponían un muro infranqueable de bayonetas, haciéndolas quedar a retaguardia, fue el otro inmediato objetivo.





Los generales cubanos consultan el mapa de la región, escuchan a los prácticos que conocen el terreno y acuerdan un aparente retroceso que lograría ambos objetivos a la vez. Ordenan cambiar el rumbo y marchar al sur hacia la ciénaga de Zapata, en cuyas vastas soledades amparo encontrarían nuestros heridos contras las ferocidades del enemigo, y de allí se tomaría dirección al Este en aparente retroceso ante el valladar encontrado…

En la madrugada del 24 se emprende la marcha al sur, multiplicando incendios y revelando al enemigo el rumbo de las tropas invasoras, como se había hecho desde el comienzo. Al propio tiempo, los mambises destruyen las vías férreas en grandes tramos.

Como la eficacia de la nueva maniobra exigía velocidad extrema, se marchó durante catorce horas continuas, acampando casi a media noche en la finca Crimea cerca de Jaguey Grande y ya en la costanera de la ciénaga.

Los numerosos heridos al cuidado del doctor Manuel Alfonso fueron internados en la ciénaga, aunque todos deseaban continuar en las filas, antes que exponerse a la ferocidad de los guerrilleros, perseguidores despiadados de nuestros hospitales.

El 26 de diciembre la columna invasora llega al río Hanábana, limítrofe con Las Villas, y entra de nuevo en este territorio abandonando todos los progresos alcanzados en Matanzas. Reanuda la marcha el 27, siempre al este, pero ahora no tan larga y penosa como las jornadas anteriores. Las tropas obtienen nuevas provisiones y reponen fuerzas.

La maniobra de retroceso y falsa retirada a Las Villas – así se nombra esta sección del libro de Loynaz – fue completamente exitosa. Con los heridos a buen recaudo, el alto mando, acampado en las inmediaciones de Aguada de Pasajeros, decide el nuevo asalto a la provincia de Matanzas por la brecha abierta a través del valladar de Jovellanos que la maniobra de aparente retroceso eliminó.

En efecto, las columnas allí acumuladas – más de doce mil hombres – a las que otras numerosas se agregaron, adelantáronse en la dirección seguida por nuestro movimiento de retroceso. Lejos de detenerse para atacar las fuerzas cubanas en retirada quisieron adelantársele en Las Villas para coparlas. Allí esperaban dar el golpe de gracia a la Revolución. El general Martínez Campos llegó a cablegrafiar al Gobierno de Cánovas que antes de cuarentiocho horas habría infligido un golpe decisivo con el copo de las gruesas partidas insurrectas.

Martínez Campos manda traer de Matanzas al territorio de Cienfuegos a todas sus tropas disponibles a fin de interponerlas en el camino de lo que creía ser el objetivo de los cubanos: la seguridad de la cordillera de la Siguanea. Mientras tanto, el ejército cubano descansaba la tarde y la noche del 27 en confortable campamento cerca de Aguada de Pasajeros.

El día 28 de Diciembre (día de los Inocentes), a las tres de la madrugada, los toques de diana y formación pusieron en pie y a caballo las fuerzas cubanas. Tras breve desayuno se dio el toque de marcha: ¡otra vez a Occidente!

Una nueva ruta había sido trazada en reservada conferencia que en la casa de vivienda del ingenio celebraron los generales Gómez, Maceo y Sánchez. Se volvió a cruzar el Hanábana y se adelantó con celeridad y sin obstáculo a través de la provincia de Matanzas, ahora desguarnecida.

Sin obstáculo alguno estaba ya realizada la afortunada maniobra de retroceso y nuevo avance sorpresivo. Frente a la maestría de esta maniobra contrasta la falta de coordinación de las columnas enemigas, que inutilizó la enorme superioridad numérica, sus vacilaciones y el aturdimiento con que se intentó el copo ante la falsa retirada, sin abrumar la retaguardia cubana con algunas columnas que impidieran la doble conversión de su marcha y la embestida definitiva a las provincias occidentales.

¡La Academia arrollada por el Genio!


Nunca mejor dicho.

Friday, May 26, 2023

Crean Red de editoriales cubanas independientes*


Por Carlos Cabrera Pérez

La Red de editoriales cubanas independientes (REDECI) fue promovida por diez editores, informó a CiberCuba, el poeta y editor exiliado en España, Felipe Lázaro; uno de los promotores de la nueva entidad literaria.

Almenara Press, Betania, Bokeh, Casa Vacía, Deslinde, Hypermedia, Ilíada Ediciones, InCUBAdora, Rialta Ediciones y Verbum son las casas editoriales promotoras del empeño, que hará su presentación oficial durante el congreso de Latin American Studies Association (LASA), que se celebra hasta el 27 en Canadá.

“Con identidades editoriales distintas, que abarcan desde la práctica literaria más contemporánea hasta la recuperación crítica de archivos o la investigación académica, los sellos que confluyen en la Red de Editoriales Cubanas Independientes se ocupan del campo cultural cubano y lo hacen, todos, fuera de los cauces de legitimidad y circulación del Estado”, avisan sus promotores en la estrenada web.

Pensar Cuba desde la diversidad de perspectivas, posiciones intelectuales y registros estéticos, es otra seña de identidad de la REDECI, que contará con sendos stand, físico y virtual, en el congreso de LASA, inaugurado este miércoles, en Vancouver.

Felipe Lázaro fundó Editorial Betania, en 1987, en Madrid, y se exilió en 1960, viajando a Puerto Rico, donde vivió hasta 1967, cuando se trasladó a España.

*Texto tomado de Cibercuba

Thursday, May 25, 2023

Desde el referente Cuba, una propuesta para la interpretación de la historia (II) II- La cultura, cuerpo y razón del movimiento social

Por Vicente Morín Aguado.

Cultura es un concepto amplio, con diversas acepciones, cuyo valor histórico vamos a definir. Los arqueólogos adelantaron la esencia del término al catalogar sus descubrimientos, por ejemplo, Cultura taina, identifica a los indios arahuacos agroalfareros, existentes en las Antillas a la llegada de los europeos. Los Tainos habitaron el oriente cubano en su expansión de este a oeste desde la amazonia, se estima unos mil años antes del presente. Era la más avanzada de las culturas aborígenes del arco antillano.


La cultura caracteriza a los pueblos, de entre muchas anécdotas aleccionadoras, recuerdo la siguiente:

Orestes Ferrara Merino fue un joven italiano que, entusiasmado por las aventuras libertarias de Garibaldi, desembarcó en Cuba, cruzó la peligrosa trocha de Júcaro a Morón, barrera fortificada española que pretendía aislar la insurrección cubana en el oriente del país, incorporándose a las tropas de Máximo Gómez en Las Villas.

Proclamada la República en 1902, Ferrara llegaría a Presidente de la Cámara de Representantes, siendo Jefe de Estado su amigo personal y compañero de la manigua mambisa, el General José Miguel Gómez. (Presidente 1909 a 1913)

En uno de los debates parlamentarios, alguien desde su púlpito expresó con vehemencia: “Cuba puede llegar a ser la Suiza de América.” A seguidas llegó la respuesta tajante: “Si claro, pero deberíamos empezar a importar suizos.”

Los demagogos populistas deben sentirse heridos por frases de esta naturaleza, a sus seguidores ingenuos les digo, amigos, no se trata de que los suizos sean superiores a los cubanos, todos las personas somo iguales, merecemos iguales derechos, INALIENABLES, incluyen lo mismo al asesino convicto que al médico salvador de vidas. La diferencia es el asunto que hoy nos motiva, La Cultura y la historia.

A través de una milenaria evolución, los humanos fueron desarrollando, principalmente debido al trabajo, facultades que les permitieron adaptarse al medio, transformarlo en parte o en mucho, y a la vez estaban cambiándose a sí mismos. Se trata de un conjunto de conocimientos, habilidades, herramientas materiales, tradiciones, comportamientos, que conforman una particular relación humana con la naturaleza y entre las personas.

El término incluye desde cómo arar la tierra, el hábito de ahorrar dinero, cuidar las infraestructuras comunes, diseñar con belleza los artículos y herramientas, las llamadas bellas artes, hasta la actitud hacia los líderes comunitarios, llegando a la forma de gobierno generalmente aceptada.

Aunque el hombre es parte de la naturaleza, tal cual otro mamífero gregario, dada su capacidad de conocer el mundo, se presenta ante ella como algo diferente. Es una valiosa cualidad adquirida, a la vez, peligrosa, porque cuando asoma la arrogancia, suele hacerle olvidar su indudable pertenencia al medio natural del cual es parte.

Ese conjunto de cualidades humanas, que se expresan en lo individual y a la vez en colectivos, es LA CULTURA. Otra característica significativa de tan importante término es su constante evolución, dada la capacidad humana de proponerse nuevos retos, buscando apasionadamente mejorar el bienestar alcanzado, sinónimo de algún éxito en nuestra diaria y obligada relación con la naturaleza, y vale reiterarlo, la relación es también entre nosotros.

Por tanto, no existe una cultura dada de por siempre, veamos otro ejemplo de nuestra historia:

Hombre premonitor, característica de los líderes, José Martí, apóstol fundador de nuestra República, al escribir las Bases del Partido Revolucionario Cubano (Año 1892), advertía:

“El Partido Revolucionario Cubano no se propone perpetuar en la República Cubana, con formas nuevas o con alteraciones más aparentes que esenciales, el espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia, sino fundar en el ejercicio franco y cordial de las capacidades legitimas del hombre, un pueblo nuevo y de sincera democracia, capaz de vencer, por el orden del trabajo real y el equilibrio de las fuerzas sociales, los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.” (Artículo No. 4)

Hay dos alusiones directas a la cultura predominante en la Cuba de entonces:

1-    El espíritu autoritario y la composición burocrática de la colonia.

2-    Los peligros de la libertad repentina en una sociedad compuesta para la esclavitud.

La nueva república nacería tras cuatro siglo de administración colonial, a escasos años de haberse abolido legalmente la esclavitud. Era evidente que ambas formas de enfrentar la vida laboral, las actuaciones en sociedad, la actividad política, pesarían en la conducta de los cubanos. Martí advertía sobre rasgos culturales negativos, que deberíamos erradicar para crear una nueva cultura de libertad, capaz de garantizarnos un mayor bienestar y éxito como nación.

El más brillante de nuestros próceres cayó en combate tres años después de suscribir esta premonición. ¿Logramos erradicar las malas costumbres?

La respuesta es un Si y un No. La evolución social transcurre en medio de contradicciones. Las sucesivas constituciones de 1901 y 1940, establecieron con claridad, sobre todo la segunda, la prevalencia de la igualdad de todos los cubanos ante la ley, los derechos de las minorías, y la plena prevalencia de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Otra cosa es la actuación de cada persona, de los diversos colectivos humanos, movidos por la voluntad de sus integrantes, en particular, bajo la influencia decisiva de los llamados líderes.

Por ejemplo, la campaña de saneamiento emprendida bajo la administración militar del general Wood, liderada por el sabio cubano Carlos Juan Finlay, además de erradicar la fiebre amarilla, dotó al país de una mejor red de caminos, mejoró la conducta de los ciudadanos en cuanto a la sanidad hogareña y en los espacios urbanos. El resultado: un cambio cultural beneficioso.

Sin embargo, todo movimiento social es en sí mismo contradictorio, las tradiciones, forma elemental de trasmisión de la cultura, suelen arraigarse y prevalecer mucho más tiempo del debido, cuando ya hay avances del conocimiento y experiencias válidas que indican la necesidad de ser cambiadas.

Hay una lucha incesante entre lo que está, es dado a una generación, y lo nuevo, lo que puja por nacer. No todas las tradiciones deben prevalecer, tampoco lo contrario. Este proceso mueve la sociedad más o menos rápidamente en un complicado cruce de direcciones, que tienden hacia un destino común, una flecha, diríamos un norte predominante, cuya ecuación final ha de ser el progreso.

Sin embargo, suelen existir equivocaciones colectivas, a partir de líderes carismáticos, que pueden llevarnos al borde de una catástrofe. Casos evidentes sobran, menciono la Alemania Hitleriana, el Japón de igual tiempo y, ya ustedes saben lo que ocurre ahora en nuestra patria, la querida Cuba.

De lo anterior se deduce otra conclusión, si bien la cultura es cambiante, a la vez está dada de por sí para una generación, en tiempo y espacio. La sociedad recibe esa herencia, que le es propia, y con ella actúa, creyendo que es la mejor forma de enfrentar los retos.

Volviendo a los suizos y los cubanos, es importante acotar otra particularidad de la historia, el desarrollo desigual. Suiza tiene una larga historia republicana que se remonta a la Edad Media, cuando aún Colón no había nacido. En Cuba diríamos de broma, cuando El Castillo del Morro era de yaguas. (La Yagua es una frágil hoja, desprendida de la porción alta del tronco de la Palma Real, árbol nacional cubano)

Mientras la esclavitud y el despotismo colonial corroían la sociedad nuestra, los suizos ejercitaban sus derechos en una república excepcional, enclavada entre los imperios europeos. Evidentemente, al hablar de cubanos y suizos, se trata de dos culturas distintas, con desiguales niveles de progreso social, y por tanto, este factor influye poderosamente en los resultados al enfrentar el medio que nos rodea.

Recordando a Cristoforo Colombo, el Gran Almirante de la Mar Océana, para muchos el marino mayor de todos los tiempos, al ejecutar su atrevida empresa marítima, sin preverlo, promovió con su voluntad y liderazgo, al mando de un puñado de hombres, la más grande revolución de la era moderna, redondeando definitivamente nuestro planeta a los ojos de sus habitantes, en especial, los gobernantes de las naciones existentes a finales del siglo XV.

Es triste apreciar el derribo populista de sus estatuas, culpando al excelso marino de la dominación colonial, incluyendo el genocidio sobre la población autóctona del Nuevo Mundo, sumada la esclavitud de los africanos al establecerse las plantaciones de cultivos de exportación en diversos parajes del inmenso territorio cuyo velo histórico descorrió el atrevido genovés.

Esclavitud, crueldad, guerras de conquista, genocidios, eran cosa común de la cultura euroasiática y africana desde mucho antes que Susana Fontanarrosa pariera a su hijo ilustre junto al mar de Liguria. Evidentemente Colón no estaba en la capacidad, tampoco formada parte de la cultura heredada de su tiempo, de irle a la contra al sistema de dominación imperante a finales del siglo XV.

Celebro que al menos los marxistas ortodoxos cubanos no han decretado todavía el derribo de sus efigies, aunque lamentablemente echaron abajo otras igual de importantes para contar con objetividad la historia nacional, de entre varias, la de Tomás Estrada Palma, primer presidente de la República.

Al lado de los innegables méritos que avalan al Almirante genovés, deberían competir en ventaja, sin derribarle, esculturas de quiénes retaron con valor e inteligencia a la cultura dominante, contribuyendo a que la historia diera un paso más hacia la civilización.

Una contrapartida notable fue Bartolomé de Las Casas, compañero de viaje de Colón en su segunda incursión americana. El obispo de Chiapas se adelantó a su tiempo, demostrando la otra cara de la cultura, cuya expresión es la constante voluntad humana por cambiar para mejor la sociedad.

La honestidad política e intelectual de este hombre extraordinario se revela en dos vertientes: de un lado, respetó y admiró la obra del marino, hasta el punto de copiar para la inmortalidad su Diario de Navegación del primer viaje, salvando el único testimonio escrito de la hazaña. A la vez, comprendió la incongruencia entre el descubrimiento europeo y el genocidio de la población nativa, dedicando su vida a la redención de los llamados indios.

Ha de notarse que inicialmente propuso liberar a los indios sustituyéndolos por esclavos africanos, que según teorías erróneas, dados los limitados conocimientos biológicos, eran considerados físicamente más resistentes a la rudeza del trabajo. Nada para reprocharle, hombre de su tiempo, actuaba en pleno siglo XVI, no en la época en que Google, con su rápido motor de búsqueda, me ha permitido confirmar en un segundo, la pertenencia del valiente Fraile a la orden de los Dominicos.

Seguiremos escribiendo, la próxima vez abordaremos el desarrollo desigual de los pueblos.

 

 

 

Wednesday, May 24, 2023

Desde el referente Cuba, una propuesta de interpretación de la historia. (I) (I) Evolución, progreso, tiempo y espacio.

Por Vicente Morín Aguado.


La historia significa el pasado, es reconocer la existencia de un tiempo anterior al nuestro, diferente del presente. Suponer no es buena práctica cuando se trata del conocimiento, sin embargo, existe consenso en cuanto a que la evolución histórica representa una línea ascendente de progreso, de bienestar en general para la humanidad.

Igualmente hay acuerdo de que los beneficios alcanzados son desiguales, tanto en lo individual como al valorar las diversas agrupaciones humanas en espacio y tiempo. La determinación del progreso implica establecer parámetros porque obliga, de hecho, a comparar. A su vez, una comparación necesita precisar tiempos, espacios, es decir, delimitar un área definida, digamos, un contexto común denominador.

Veamos un caso cubano:
Al referirnos a la dominación española, la sociedad colonial es apreciada generalmente  como esclavista, sin embargo, aunque hubo esclavos africanos ya desde mediados del siglo XVI, no es hasta dos siglos después que empieza a conformarse un sistema de plantaciones, la caña de azúcar en primer lugar, que trajo consigo la importación masiva de esclavos africanos, convertidos en fuerza de trabajo decisiva para la economía.

Tal sistema entró en crisis durante la Guerra de los 10 Años, desapareciendo legalmente en 1886. Por tanto, el diagnóstico de un historiador sería que Cuba fue un país esclavista durante un siglo, mientras fue colonia española durante 4 siglos.

La conclusión anterior expresa la importancia de ubicar los acontecimientos, los conceptos, en tiempo y espacio. De esta máxima se deriva poder evaluar el progreso histórico.

Volvemos a nuestra patria:

Cuba en las décadas primera y sexta del siglo XX. El período inicial se precisa entre 1901 y 1910. El año 1901 está determinado por un suceso trascendental, la proclamación de nuestra constitución, que implicaba elecciones presidenciales, estableciendo la República, proclamada el 20 de mayo del siguiente año.

Sin embargo, al fechar el segundo período propuesto, hemos de invertir los términos, será desde 1950 hasta 1959. Sin ser especialista, un lector enterado coincidirá en que esta vez es imposible pasar más allá de 1959 porque, sencillamente, el cambio histórico fue tan brusco, relevante, que se impone establecer un antes y un después.

La conclusión es que, al estudiar el pasado, la medida del tiempo no es exactamente igual al simple conteo físico-matemático del mismo.

Apelando a un criterio más abarcador, agregamos que, entre 1901 y 1959, tenemos un gran período histórico, cuyas generalidades pueden concentrarse en La República, con dos constituciones (1901 y 1940). Según la tradición francesa serían la 1ra y la 2da repúblicas cubanas. Ambas tuvieron cartas magnas con notables diferencias, pero al igual con denominadores comunes, capaces de permitirnos englobar todo el período: pluripartidismo, elecciones directas presidenciales y de diputados, derechos humanos universales establecidos y entre ellos garantía al derecho de la propiedad privada junto a una economía de mercado.

El contexto internacional está signado por un lazo de dependencia directa, múltiple, con los Estados Unidos de América.

La revolución de Fidel Castro proclamó dos nuevas constituciones de carácter socialista, opuestas a los derechos y normas jurídicas propias de la democracia occidental, integradas en el concepto de República.  De igual forma continuó la dependencia a una superpotencia, la desaparecida Unión Soviética, con la notable diferencia de estar atado el país a un sistema totalitario comunista.

Establecidas las bases para una comparación, acudimos a varias enciclopedias, donde seleccionamos algunos indicadores básicos del bienestar:

Esperanza de vida al nacer, ingresos per cápita ajustados al costo de la vida, mortalidad infantil, escolaridad promedio de la población, desempleo promedio de la población laboralmente activa, criminalidad y población carcelaria, urbanización, derechos humanos reconocidos, igualdad étnica, leyes y regulaciones discriminatorias y, acepto en la mente del lector otros elementos de similar valor social.

Hemos de saltarnos las cifras con la certeza de que son innecesarias para asegurar, sin lugar a dudas, que al paso de medio siglo, la sociedad cubana experimentó un notable avance en términos de bienestar individual y colectivo, aún en medio de notorias desigualdades e injusticias.

La paradoja, esencial a la naturaleza humana, es que ningún progreso anterior paraliza las ansias de seguir avanzando. No porque en 1927 Charles Lindbergh voló sin escalas 6000 km entre Nueva York y París, perdimos el interés por alcanzar la Luna a 400 mil kilómetros en 1969, y ahora la meta está en los más de 60 millones de Km que nos separan de Marte.

Sin embargo, el llamado progreso social no es lineal, tampoco felicidad absoluta, se muestra en medio de notables contradicciones. Mientras la humanidad, a través del programa Apolo impulsado por los Estados Unidos, ponía un pie en otro cuerpo celeste, soldados de ese mismo país masacraban cientos de civiles en la aldea My Lai, Vietnam, en tanto era asesinado en Memphis el líder antirracista, Reverendo Martin Luther King Jr.


En Cuba felizmente el racismo legal estaba prescrito en todas las constituciones mucho antes que en países de notable éxito económico, político y social, como nuestro inspirador vecino mayor norteño, no obstante, el racismo persiste en la actuación de muchas personas de las más diversas maneras, cuya desaparición será tanto o más gloriosa que aterrizar en el planeta rojo.

Entra en juego la actitud del historiador, que es un profesional, cual médico, abogado o periodista, cuyo objetivo es la verdad, más allá de ideologías doctrinarias, religiones, partidos políticos o intereses personales.

Carlos Marx “anduvo de prisa y como en la sombra”, sentenció el apóstol de nuestras libertades, José Martí, al relatar desde Nueva York la noticia de su muerte. El alemán pretendió igualarse a Darwin, de quien el propio cubano había dicho que su frente era “como una montaña”.

El aludido aparece porque Marx aseguró haber descubierto las bases para una interpretación científica de la historia, capaces de prever resultados inexorables, equiparables a los corolarios de la física, la química y la biología.

Incontrastables evidencias han demostrado que su cientificismo terminó en doctrina, cual religión apologética.

De prisa, en la sombra, obsesionado por la grandeza de su contemporáneo Darwin, este barbudo se había refugiado en los derechos establecidos por el liberalismo inglés, contagiado de determinismo científico, reforzado por los éxitos del imperio británico en tiempos de la Reina Victoria.

Circulaban los textos de Newton, Darwin y Smith, entre muchos aportes al conocimiento universal, obra de auténticos gigantes del pensamiento. Con el patrocinio de poderosas instituciones estatales bajo el manto de la monarquía británica, florecían los proyectos de investigación, abriéndose al público centros culturales abarcadores del saber, como la biblioteca y el museo británicos, donde Marx apolilló miles de pliegos de documentos, sintetizados en algunas páginas brillantes de su prolífera pluma, recuerdo el capítulo XXIV del tomo I de Das Kapital.

El determinismo de este pretendido Prometeo fue su mayor error, el movimiento social contiene tantas variantes que es imposible predeterminarlo. Las ciencias van degradándose en su precisión desde las matemáticas, la mayor abstracción y exactitud, hacia la física, la química, la biología, la geografía, y así hasta la historia y las artes.

La física debió aceptar el principio de la indeterminación que le valió un Nobel al ilustre Heisenberg. En términos químicos aparecen variantes, sin poder medir exactamente el alcance de algunas reacciones. La biología muestra un grado aún mayor de inexactitud, por solo sitar un caso, la predicción o desarrollo del cáncer. Ya en geografía, huracanes, terremotos y el tan polémico cambio climático, escapan con mucho a la predicción mínima que desearíamos.

Qué decir de la Historia, sencillamente es en esencia imprevisible. La teoría del dominó no funcionó con la ficha Cuba. La ficha Vietnam, después de una larga y sangrienta guerra con los Estados Unidos, ofrece hoy un rostro impensable si tratamos de explicar el resultado utilizando las ideas marxistas.

El llamado socialismo científico terminó siendo reversible a pesar de repetirse hasta la saciedad lo contrario; por su parte, países como El Japón y la Alemania capitalistas, exhiben índices de desarrollo humano, no digo yo de desarrollo material, impensables para Lenin cuando en 1916 escribió un opúsculo de amplia difusión titulado El Imperialismo, fase superior del capitalismo, pronosticando su crisis general, cuya consecuencia sería transitar hacia el socialismo.

La explicación de tan caprichosa realidad está en el factor Voluntad Humana, cuya expresión primaria son los líderes. Los humanos, mamíferos dotados por un largo proceso evolutivo, de la capacidad para conocer y transformar, mediante el trabajo, el mundo del cual somos parte, nos caracterizamos por ser gregarios. Vivimos en colectivos, nos agrupamos por naturaleza y necesidad. Los colectivos, de cualquier clase, exigen líderes y crean naturalmente personas que mueven con su propia voluntad a los demás agrupados.

La escala de los colectivos, de los grupos, es diversa en todos los sentidos: localización geográfica, actividades, necesidades, anhelos, creencias, prejuicios, etc.; y esta compleja combinación de voluntades conforma el organismo social, que inevitablemente está siempre en movimiento. Ojo, moverse no significa obligatoriamente progreso, no olvidar que hay parámetros según épocas, sujetos al desarrollo científico técnico y la acumulación de experiencias.

Los cubanos de 1900 no tenían los mismos conceptos a la hora de valorar qué estaba bien o mal a su alrededor, si los comparamos con sus descendientes de 1959. El héroe de nuestra independencia, Máximo Gómez, falleció en 1905 debido a una infección generalizada, cuya erradicación era un procedimiento de rutina en cualquiera de los muchos hospitales del país medio siglo después.

Deducimos dos principios:

1ro. – El progreso histórico es medible, determinado por parámetros, cuya selección obedece al nivel de los conocimientos en un momento histórico determinado.

2do. – Los conceptos, el juicio histórico, se ajusta en tiempo y espacio, conformando un contexto. Fuera de tal contexto, carece de sentido interpretar los acontecimientos.

Estamos en camino de adentrarnos en el siguiente tema, dedicado a explicar cómo los humanos hacemos historia, es decir, el proceso mismo del movimiento social, cuya expresión es LA CULTURA.

(Este breve ensayo, con el referente Cuba, continuará.)

 

Tuesday, May 23, 2023

· León Ichaso o el arte de cumplir los sueños

 (Como homenaje al recién fallecido director de cine León Ichaso publicamos aquí la entrevista que le hiciera el miembro de la AHCE Luis Leonel León para el Anuario de la misma  institucion correspondiente al 2018)

Por Luis Leonel León

          Fue en 1963 cuando llegó a Estados Unidos junto a su madre. Había cumplido los 14 y ya, gracias a su padre, quien demoró unos años en tomar el mismo rumbo, tenía conocimientos de cine y televisión. Pero fue aquí donde formó como cineasta, en el exilio. Primero en Miami, ciudad de la que literalmente huyó, y luego en New York. Desde hace más de una década, entre producciones de Hollywood y aventuras independientes, vive en California. Aunque soñaba con ser corredor de motocicletas o guitarrista de rock, León Ichaso es el cineasta cubanoamericano que mayor éxito ha logrado en Estados Unidos. El Súper, Azúcar amarga, El cantante, Crossover Dreams, Piñero, Paraíso, y muchas otras de sus películas, así lo demuestran. A sus 70 años dice no querer serlo, pero sigue siendo un artista irreverente. Tiene más de un mundo que contar y le encanta hacerlo. Esta fue una de esas ocasiones.  

No pocos te catalogan como un cineasta del exilio cubano. ¿Lo eres? 

Definitivamente mi carrera comenzó aquí en el exilio, aunque desde Cuba, más o menos ya yo me estaba formando, sobre todo viendo a mi padre, Justo Rodríguez Santos, trabajar en cine y televisión. Pero sí, yo diría que soy un cineasta del exilio. Así nos conocen.

¿Y qué significa ser un cineasta exiliado?: ¿etiqueta, fatalidad, una carga pesada?

Una carga pesada porque no tienes país. Eres un cineasta sin cine. Sobre todo cuando hay festivales o se ponen las películas, o se pregunta la ficha de la película, pues todo el mundo tiene su país. Yo técnicamente quedo como un cineasta sin país. Por ejemplo, Azúcar amarga es una película americana, El Súper es una película americana. El cine cubano que se reconoce es el que hacen los que viven en Cuba. El cubano exiliado, el cine exiliado, es otra cosa, y no es oficial para ellos. Y de contra ya piensan que si el cine es exiliado es un cine derechista, o un cine retrógrado, o algo de eso, por lo que significa Miami para mucha gente, que es el exilio. Cuando salió Azúcar amarga, me di cuenta cómo nos miraban a los que éramos en realidad cineastas del exilio: como gusanos.

Tu padre integró el grupo Orígenes, fue escritor, realizador, publicista. ¿De qué manera te influyó todo eso? 

Fue una influencia completamente natural y completamente agradecida. Mi padre fue un hombre muy divertido. Era como un hippie en Cuba. Era fotógrafo, escritor, un poeta conocido. Hacía televisión experimental en el Teatro Experimental del Aire, en Cuba. Y me llevaba con él a todos lados. Yo aprendí cine en los estudios de CMQ, viajando con mi padre cuando él filmaba escenas para Historias de la Revolución, o me llevaba a conocer al Indio Fernández, el director mexicano. Eso todo fue ocurriendo como automáticamente y yo ni sabía que tenía eso en mí. Nunca fui al colegio a estudiar cine. 

¿Cómo fue aprender cine haciendo cine?

Así mismo. Llega un momento, más o menos 1967, cuando había un cine que se llamó underground, que empecé a hacer cine con mis propias cámaras pequeñas, de 8 milímetros. Y eso se convirtió después en trabajar en comerciales con mi padre. Trabajé muchos años haciendo comerciales con él, y todo eso me llevó a hacer mi propia película, El Súper. Me dije: voy a fabricarme aquí mi propia puerta para entrar en este negocio, no voy a esperar a un título de una universidad, ni a que me llamen. Así fue cómo ocurrió lo que tú dices: estudiar cine haciendo cine. 

Con una súper 8 hiciste tu primera película, Aluminio, en Miami.

Y muchas otras después. Era la época en que esa alternativa existía. En el año 1969 tuve un show que me organizaron Dolores Prida y Mercedes Cortázar, dos muchachas cubanas que tenían una revista que se llamaba La Nueva Sangre. La revista hizo en Nueva York una muestra de mis películas. Se llamó Cinema 69. Y se dio, fíjate qué cosa más curiosa, en el espacio de Waldo Díaz-Balart, que era el cuñado de Fidel Castro. Y allí se dio mi primera exhibición. Y esas peliculitas underground se veían. 

¿Cómo era entonces el mundo intelectual? 

Yo estaba fuera de Miami. Había explorado Nueva York. En Miami pasó una cosa que fue bastante ridícula. En Miami, a todo el que se dejaba el pelo largo o la barba o usaba sandalias, le decían comunista. Estar en Miami era muy desagradable si tú estabas como yo en el 67, con el pelo largo y las sandalias y fumando marihuana y lo que fuera. Eso era un pecado mortal. Hasta me cayeron a golpes en Lincoln Road una pila de cubanos imbéciles que pensaban que yo era un comunista. Ya Miami no me hacía ninguna gracia. Porque lo que pasaba es que ya no aceptaban nada que se fuera del guetto cubano y yo estaba desesperado por escaparme de eso, a través de los años 60, de los Beatles, de los Rolling Stones, del ácido y de lo que fuera. Eso no se aceptaba.

¿Y llegas a la Gran Manzana?

La primera noche que llegué Nueva York empecé a trabajar en un restaurante que se llamaba Max’s Kansas City, que convirtió en un lugar de encuentro de poetas, músicos, pintores, políticos, en los años 60 y 70. Iban Andy Warhol, Lou Reed, Jimi Hendrix y mucha gente. Yo trabajaba ahí de bus boy y empecé a conocer ese cine y otro mundo diferente, más interesado en cosas universales, que no tenían que ver ni con Cuba ni con nada. Y conocí ese mundo y me quedé en Nueva York, formé parte de ese movimiento y me quedé viviendo en Nueva York.

En 1978 fuiste a ver la obra off-Broadway de Iván Acosta, El Súper, estrenada a finales de 1977. ¿Recuerdas qué sentiste al verla?

Yo era amigo de Iván Acosta. Había ido con Iván a algunas de las protestas del grupo Abdala. Incluso filmé unas de las manifestaciones en la calle 43 y la octava avenida. Me acuerdo que nos cayeron a palos y tuvimos que salir corriendo. Iván me invitó a la primera presentación del Centro Cultural Cubano de Nueva York (CCCNY). Llevé Aluminio, y como no tenía más nada, también llevé el documental de Orlando Jiménez Leal, PM, y esa fue la noche de cine en el CCCNY, aquella gran noche en la Catedral Saint John the Divine. 

Según me ha contado Iván fueron miles de personas durante una semana de arte cubano. 

Fue mucha gente. Una cosa completamente nueva. Se pusieron obras de teatro, películas, exhibiciones de pintura, poesía, libros. Fue muy interesante. Allí Iván y yo nos hicimos amigos. Y en la obra El Súper actuaba Reinaldo Medina, que también está en la película como Pancho, que por entonces estaba haciendo comerciales con Orlando y conmigo, y ya estaba transformado en Pancho y me dijo, con la voz del personaje: “si tú no vas a ver esta obra te mato”. Y yo me dije: si no voy a ver esta obra el loco este es capaz de cualquier cosa. Creo que la fui a ver con Manolo Arce, que después la reescribió y produjo conmigo, y con Camilo Vila, que también es otro director cubano. Y en el intermedio de la obra le dije a Iván: yo voy a hacer de esto una película. Y así fue.



Para trasladar la obra al cine la llevaron a un sótano real, donde vivía un súper real. 

Encontramos ese sótano en la 190 y Broadway. El sótano de un súper puertorriqueño. Y en el filme mantuvimos la mayoría del elenco de la pieza, con pequeños cambios como usar a Elizabeth Peña para el papel de Aurelita, y se cambió al personaje del puertorriqueño, yo traje a un actor-director puertorriqueño, Efraín López Neri. Pequeños cambiecitos. Lo bueno que tenía el proyecto era que todo estaba ensayado, muy bien escrito, y con tremendas actuaciones de Raimundo Hidalgo Gato, Zully Montero, Reinaldo Medina y los demás. 

Inmediatamente comenzaste a producir segmentos para el popular programa Saturday Night Live

Es que la película tuvo mucha acogida. Se estrenó en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MOMA) y después ganó muchos festivales. Lo que me llevó a mí a empezar estos segmentos de Saturday Night Live, que eran películas cómicas cortas, de más o menos 5 minutos. Hice una de un torero en Nueva York, Pepe González, el único torero de la ciudad. Otra de un safari para matar cucarachas. Cosas así. 

El humor, incluso insertado en dramas impactantes, siempre está presente en tus obras.

Siempre hay humor sí, al menos siempre hay su chiste, medio escondido o explícito. Lo que pasa es que mí me encanta la comedia. Y El Súper es una comedia diferente. 

Tragicomedia, diría yo. Un término, por cierto, que en gran medida define a los cubanos. 

Yo creo que sí. Igual que a los italianos, que hacían aquel cine, muy parecido en ese sentido. Es aprender a reírse también de la desgracia que nos ocurre. El afiche de El Súper que yo hice cuando la película se estrenó, y que muy poca gente conoció, es un afiche en blanco y negro, donde sale Raimundo Hidalgo Gato parado frente su casa, ante toda esa nieve, que no puede ni caminar, y arriba dice en inglés: Cuando te puedes reír de la tragedia de estar completamente desplazado, estás salvado. Y eso es más o menos de lo que estamos hablando. Después ese afiche se cambió porque la distribuidora americana quería algo más chistoso. Y se hizo otro que decía “de la misma gente que le trajeron los Ricky Ricardo, los tabacos cubanos, los watergate plumbers”. Se hizo una cosa diferente, la Estatua de la Libertad aguantando una herramienta y adentro el súper siendo aprisionado por esa llave inglesa que usan los plomeros.

¿Cómo fue recibida El Súper entre exilio cubano?

Fue muy interesante. Al principio hubo gente que estaba muy disgustada con la película porque pensaban que se metía con Bahía de Cochinos, que se burlaba de Pancho, que si no estaba “clara” la película. Pero eso fueron cuatro gatos. Porque cuando se estrenó fue como una catarsis. El exilio necesitaba reírse. Necesitaba ya darse cuenta de que a lo mejor no se volvía más nunca. Pero había que parar de vivir con esa seriedad y esta ilusión, casi que le prohibía a uno moverse. Han pasado ya 40 años. Fue la primera película que habló de eso, que presentó una cosa tan simple como los cubanos refugiados. 

He hablado en New York con dominicanos, boricuas y otros hispanos, gente de aquellos tiempos y más jóvenes, y se han visto reflejados en la película, pues no sólo habla de exiliados sino también de emigrantes. 

El Súper tiene una cosa muy universal. Ese fue uno de sus éxitos. Una de las cosas que hice con el guión, junto con Manolo, cuando reescribimos la obra de Iván, fue quitarle la política y hacer del enemigo de El Súper no tanto Fidel Castro como el elemento de estar desplazado, la nieve, el inglés, los americanos. Las cosas que él no comprendía se convierten en un enemigo más efectivo. En la obra él tenía pesadillas con Fidel Castro que se le colaba en el basement. Y todo eso estaba muy bien, pero hubiera retenido la película y nuestro mensaje y presencia en el cine precisamente con una película de cubanos exiliados, lo que somos. Y creo que de ese modo lo logramos. 

Con Azúcar amarga fue todo lo contrario. 

Ahí sí me lancé con una pistola en la mano. Ahora, con El Súper había que tener un poco más de cuidado. Era la primera. Además, no había necesidad, la película decía tanto en contra de aquel régimen y de aquel hombre, que no había que abusar. Eso creo que hizo a la película mucho más popular. 

Siendo estudiante de cine de Cuba, en los años 90, vi con unos amigos, de manera clandestina, Azúcar amarga. Fue el encuentro con un cine de denuncia que me interesaba, pero que sólo era posible hacer fuera de Cuba. 

Por supuesto. Azúcar amarga incluso acaba con el personaje principal tratando de matar a Fidel Castro. Y te cuento algo, todo el mundo, más que nada del mundo americano, del cine de arte, me decían: ese final es lo que la echa a perder. Y soy consciente de eso. Si hubiera acabado en un momento en que hay un close up después de que su novia se ha ido de Cuba en una balsa y él se queda ahí solo, destruido, oyendo de lejos el eco de la voz de Fidel dando un discurso, hubiera sido un final artístico brillante y poderoso. Pero honestamente yo quería que alguien tratara de meterle un tiro a Fidel Castro. Y me la jugué con ese final. 



Eso era lo que más preocupaba a los censores y a la policía política en Cuba, que al final la película decía que para acabar con el problema cubano no quedaba otra vía que matar a Fidel Castro.

Claro que la película se hizo con esa intención. Era el momento en que todos estaban regresando a Cuba. Con todos, quiero decir, Leonardo Dicaprio, Jack Nicholson. Todo el mundo estaba descubriendo a Cuba como el nuevo vacilón y eso a mí me volvió loco, y me dije: coño, tengo que tratar de parar esto un poquitico. Así y todo la película fue super popular. Yo no me lo podía creer. Se estrenó en México en siete salas. Se estrenó en España, en Madrid, como en ocho salas también. Se puso por todos lados. Y mandé para Cuba como 50 casetes VHS. Poquito a poco. 10 por aquí, 15 por allá, para que la trataran de ver allí. 

Durante años navegaste a contracorriente en muchas cosas: los exiliados, los emigrantes, los hispanos en EEUU, que tienen fuerte presencia en tu cine. ¿Cómo surgió Crossover Dreams? 

Sucede que en Nueva York estás más en contacto con la música nuestra, que en esa época se le llamaba “salsa”. Y entonces había como un renacimiento de cosas puertorriqueñas y latinas en Nueva York, que yo estaba presenciando, viviendo. Iba a esos conciertos, a ver a Héctor Lavoe, Eddie Palmieri, Oscar D’ León. Y la idea de esos músicos que iban corriendo de un night club a otro, del Bronx a Brooklyn, a Manhattan, en una noche, para ganarse cuatro kilos, tocando esa música tan nuestra en medio de las nevadas más brutales del mundo, me di cuenta que era una cosa de lo más interesante. Tú salías a la acera y el mundo se está cayendo de nieve y dentro de los clubs las palmas, salsa y la gente sudando. Qué interesante. Y todos esos músicos latinos abrazaban el sueño de cantar y hacerse conocidos también en inglés. De ahí viene el término Crossover Dreams. Todos habían hecho su disco en inglés y casi todos habían fallado. Entonces me lució algo muy interesante, y que era una película que yo podía hacer, de nuevo, como El Súper, con poco dinero. Y ya había conocido a Rubén Blades. 

Que se estrenó como actor contigo en Crossover Dreams. 

Y en ese momento no le podía ir mejor, pero me dijo esta frase: “El sueño mío es ser actor, escríbeme algo”. Y así fue. Yo estaba conectado con todo ese mundo de músicos que ya conocía, de llamarlos para hacer, con mi padre, comerciales de Café Bustelo, del Banco de Ponce. Cuando llegó el momento de hacer la película no era un desconocido que se estaba lanzando, yo los llamaba por teléfono, oye fulano, voy a hacer esto, ¿me ayudas? Crossover Dreams tuvo la oportunidad de estrenarse también en el MOMA y después en el Festival de Cannes. De Nueva York fuimos varias personas al festival, imagínate, una cosa muy especial.

En tu cine confluyen dos espíritus: el aliento del cine de arte y la energía del cine popular. ¿Es a propósito?

Creo que ocurre de manera natural. Yo no soy un tipo bien artístico y pesado. Soy un tipo de calle. Lo que vengo también de una familia muy culta y muy preparada. Mi tío Paco Ichaso [fundador del grupo Minorista] era un periodista de nombre, mi padre un poeta y un gran escritor, mi madre Antonia Ichaso también escribía novelas. Mi hermana igual, escritora. Eso está ahí. Pero de mi familia yo soy el más lanzado a la calle. Y quizás eso es Nueva York. Porque en Miami no vas a salir a caminar a la calle ni vas a conocer a un puertorriqueño que canta, ni nada de eso. En Nueva York te tropiezas con esa gente. Vas caminando y ves un concierto de salsa en el Parque Central y dices “mira quién está ahí”. Es la única ciudad del mundo donde se ven estas cosas. Eso yo creo que me dio a mi más acceso. Definitivamente Miami estaba completamente en bancarrota en cuestiones espirituales o educacionales. Y Nueva York era una abundancia de todo ese tipo de cosas que incluía el mundo de la calle. Y lo he mantenido siempre en mis proyectos.


El personaje de Croosover Dreams no es un músico famoso. Como pasa en El Súper y Piñero. Son historias de antihéroes, con finales no especialmente felices, que buscan retratar la crudeza de la vida.

Mucha gente me decía: con tanto cubano rico y con tanto cubano que le ha ido bien, chico, tú tuviste que hacer la película de un guagüero. Pero yo pienso que es mucho más interesante que haga la película del guagüero que la de un señor que tiene un banco en la calle Flagler. Eso es lo que me ha interesado, mucho más que lo pulido de las cosas, que todo esté perfectico. Eso nunca me ha gustado. 

La fotografía y la edición de tus películas también van por ese sendero. 

Creo que también pasa porque cuando me meto en un proyecto estoy desde que el primer tiro de la cámara hasta que se pone en un cine. Hacer cine independiente te obliga a tener cuatro sombreros. Yo aprendí a editar cuando hacía comerciales, aprendí a fotografiar cuando faltaba un fotógrafo. Uno se pone a hacer de todo.  

¿Qué tal te fue con Piñero

Fue una experiencia increíble. Un personaje que yo conocía muy poco. Lo conocía cuando él escribía para Miami Vice, que yo dirigía, y era un tipo al que uno tenía que salirle corriendo. Tú estabas sentado diez minutos al lado de Miguel Piñero y te robaba la cartera, te quitaba el dinero y te la colocaba otra vez. Pero lo encontré interesante. Era un gran poeta y dramaturgo. A esa película no le fue muy bien en Miami. Volvemos a eso. Porque si no era cubano, no funcionaba, al menos entonces. Y me pasó eso. “¿Qué hago yo haciendo una película sobre un puertorriqueño tecato, poeta, bandido?”, me decían. Son pequeñas desilusiones que también recibes, que son parte de la vida en que yo me he metido. Porque ya yo mañana no puedo salir de aquí. Ya estoy muy viejo, no puedo decir me voy a meter a manejar un taxi. Ya es o retirarme o seguir haciendo cine. Estoy trabajando en un proyecto que me gustaría hacer con el actor cubano Adrián Mas, sobre un cubano que le mete un tiro a otro en una gasolinera en una discusión de política. Un cubano que le grita a otro “balsero de mierda” y le pega un tiro. Basado en un hecho real. 



Tu última película es Paraíso, rodada en 2008 en Miami, a donde has retornado a filmar más de una vez.

Paraíso la ha visto muy poca gente y yo creo que es una de mis mejores películas, y una de las más serias, con un mensaje devastador y una crítica muy fuerte a los de allá, pero también a los de aquí, a todo. El personaje es un animal, un salvaje, y a la misma vez es un muchacho que está perdido, que no está preparado para sus sueños. Un tipo que ha soñado todo el tiempo con venir para acá y cuando llega, no sabe qué hacer. Es la construcción del hombre nuevo de la revolución, que yo conocí y me di cuenta que era un fenómeno que se merecía pensarlo y dedicarle un proyecto. Y ahí está Paraíso, hasta el momento mi última película.

Luego intentaste hacer, también en Miami, la película La última noche

Eso fue otra cosa. Esta era sobre un actor al que la familia lo mete en una casa de viejos. Pero la película se cayó a pedazos, no la terminé. Sucede que con los proyectos latinos, cubanos, que a mí me encantan, te matas con deudas tratando de hacerlos, y de pronto, ya la película te la robaron. No se ha estrenado y ya te la piratearon. Entonces te dices, ok, esta me la piratearon, vamos a intentar otra. Y luego pasa otra cosa. Eso sumado a que la gente ya no va al cine, dicen que la ven cuando salga en DVD. Entonces piensas para qué me voy a matar una vez más. Mi madre me lo suplicaba, me decía: “no más, mi hijito, que tú sufres mucho”. Hay muchas cosas que te frenan. Y tampoco puedo llegar muerto de hambre a mi vejez tratando de hacer películas que son muy bonitas, que me encantan, que tienen las mejores críticas del mundo… y que nadie las vio.

Una pregunta final. Aunque se le ha hecho muchas veces a los cineastas siempre me seduce hacerla: ¿Qué es el cine para ti?

Nunca me lo he cuestionado mucho, pero es una pregunta interesante. Trabajar en el cine tiene una cosa que es como trabajar en muchas cosas de una manera muy especial. Cada proyecto nunca es el mismo. Tú puedes ser un día un salsero, al otro puedes ser un asesino, al otro día puedes estar con una guitarra eléctrica con Jimi Hendrix al lado, puedes estar cerca de Mohamed Ali. Hay un aprendizaje y una compañía. Siempre sentí que haciendo cine tenía como una gran familia, que me gustaba. A lo mejor no veía a este fotógrafo en 4 años, a lo mejor nos encontrábamos en otro proyecto. Hay una película que yo vi en Cuba, Trapecio, de Burt Lancaster y Tony Curtis, sobre un circo. Recuerdo que me impresionó tanto, cómo vivía esa gente, los veía ensayando en el circo, y sentí que quería estar en ese mundo. Eso se sumó a lo que veía con mi padre, trabajando con creadores impresionantes, el ambiente de la CMQ, el canal 4. Había como una gran familia dentro de eso, que era muy especial. No es como si me sintiera llamado a hacer cine, como una vocación por algo sagrado, como un cura. Pero me gustaba inmortalizar ciertas cosas que yo pensaba que nadie más se iba a preocupar por ellas. Creo que Iván Acosta cuando escribió El Súper no se imaginó el interés que ese encargado de un edificio iba a tener. Algo así sucede. Y de pronto, ya no conocía otro mundo. En esto también puedes poner tus dos centavos por aquí, por allá, conocer personas increíbles. La música de El Súper la hizo Enrique Ubieta, que escribió varios de los himnos de la Revolución, un músico que luego fue ultrajado y destruido por Fidel Castro. Lo conocí en Nueva York, mi padre me lo presentó: era un genio. Y después trabajar con Rubén Blades, o con músicos panameños que hicieron la música de Crossover Dreams. En El cantante, eso fue un derroche de música. Yo había conocido a Héctor Lavoe cuando había un restaurante en la Octava avenida en Nueva York que se llamaba El Asia, y ahí entrabas y veías en un domingo aburrido a Tito Puente, a Machito, a Miguelito Valdés, que le decían Mr. Babalú, y veías a Héctor Lavoe. Veías a todo el mundo ahí cuando nadie era famoso. Y después todos estos mundos se reúnen y los vuelvo a ver. Ha sido para mí una cosa muy interesante. Porque el cine te deja hacer una cosa que es muy interesante. Por ejemplo, yo soy como un rockanrolero de closet. Eso es lo que me hubiera gustado ser a mí. Antes quería ser campeón de motocicletas. No hubiera sido nunca ni campeón de motocicletas ni guitarrista famoso. Ahora, en el cine, puedo tener una escena donde hay una motocicleta y puedo envolverme en la música que me gusta. Yo lo he hecho. He tenido la gran dicha de trabajar con músicos fenomenales. Y el cine me ha ayudado a cumplir todos esos sueños.