Monday, July 31, 2023

LOS DIOSES IMAGINARIOS. NUEVA OBRA DE MANUEL GAYOL MECÍAS

 

Acaba de aparecer un nuevo libro de Manuel Gayol Mecías, quien preside el Capítulo de California de nuestra institución. Se trata de una novela que tiene como subtítulo Historia mítica de un mundo paralelo. Marja y la Isla de Sin Al-Uz, cuya atmósfera de seguro identificarán, cuando no sentirán, los sobrevivientes del naufragio de la Historia en una Isla que muchos llevan grabada al dorso de la frente, para que sientan su tenaz presencia aunque haya pasado mucho tiempo desde que dejaran sus huellas huérfanas de yoes en el polvo del cual provinieron.

“Una mañana la Isla tembló porque los monstruos del averno se encarnaron en las mentes de muchas personas”, apunta el autor en este libro fascinante, repleto de humor, imaginación y aventuras. “Se convirtieron en locos enfurecidos que poseían el razonamiento de la maldad”, adiciona el narrador. Una novela en la que dioses y hombres actúan con la encarnizada intensidad de quienes, al borde del abismo, saben que un paso atrás significa desaparecer, caer para siempre en la insondable eternidad del olvido.

Con el sello editorial de Neo Club Ediciones y Palabra Abierta, el libro llama la atención por el acabado de su edición. Para más información y cómo adquirirlo, hacer click en el siguiente enlace de Amazon: https://www.amazon.com/Los-dioses-imaginarios-Historia-paralelo/dp/B0C9S7P5Y2


Sunday, July 23, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias. Epílogo

Por Guillermo A. Belt

 

Con las armas se defienden las repúblicas, afirma Cervantes en el capítulo XXXVIII de la primera parte del Quijote. En la disyuntiva entre las armas y las letras planteada en esa cita se inspiró el título de la serie de artículos publicados hasta la fecha sobre el sentir y pensar de Enrique Loynaz del Castillo, para conocimiento de las juventudes que dentro y fuera de Cuba tienen el derecho y el deber de llamarse compatriotas suyos.

Varios años han pasado desde que leí por primera vez Escambray: la guerra olvidada, de Enrique Encinosa, por recomendación de mi amigo Tony de la Cuesta, historiador y profesor universitario quien por sobre todo combatió sin tregua por la libertad de Cuba. En el prólogo de su segundo y más detallado esfuerzo de investigación histórica, como él mismo lo califica, Encinosa nos dice:

La guerra de guerrillas en Cuba –de 1959 a 1966- contra el régimen de Fidel Castro fue un conflicto que el mundo desconoce o ha ignorado y la historia – escrita por los vencedores- ha distorsionado.

Fue una guerra brutal y larga. En Cuba, desde mediados de 1959 hasta finales de 1966, unos cuantos miles de humildes – y mal armados- campesinos se enfrentaron, en lucha desigual, al poderío militar del régimen de Fidel Castro. Sin suministros adecuados, acosados por bien armadas huestes enemigas, los guerrilleros fueron eventualmente derrotados pese a la furia y tenacidad con que combatieron.

Pese a todas las dificultades, la etapa de los alzamientos guerrilleros merece ser estudiada profundamente. La guerra campesina abarcó las seis provincias de la Isla, siendo la campaña militar más extensa llevada a cabo en Cuba desde el inicio de la República en 1902. Desde los tiempos de los mambises nunca se había combatido con tanta fiereza en suelo cubano.

Mucho me temo que nuestros jóvenes compatriotas, tanto en Cuba como en el ya larguísimo exilio, saben muy poco, o nada, de los siete años de guerra de guerrillas documentados por Enrique Encinosa. Tampoco es probable que conozcan de la fiereza y el heroísmo de los mambises que pelearon en nuestras tres guerras por la independencia: la Guerra Grande, la Guerra Chiquita y la que Martí llamó la Guerra Necesaria.

Enrique Loynaz del Castillo tenía 14 años cuando conoció al general Serafín Sánchez, veterano de las tres guerras, estando ambos en el exilio. Tanto insistió en unirse a la expedición organizada por Máximo Gómez y Antonio Maceo en 1885 que Serafín Sánchez, obtenida la anuencia del padre del adolescente, aceptó incorporarlo como ayudante suyo. La esposa del general le confeccionó el uniforme: pantalones largos, los primeros que vestiría, y una chamarreta.

Fracasado el intento debido a complicaciones ajenas a los patriotas cubanos, Loynaz nunca dejó de trabajar por la libertad de Cuba. Recaudó fondos, escribió artículos, fundó clubes revolucionarios y periódicos en la República Dominicana y en Costa Rica. Apadrinado por Serafín Sánchez y por el general Francisco Carrillo viajó a Nueva York para conocer a José Martí, quien poco después lo envió a San José como secretario de Antonio Maceo. Allí Loynaz hace amistad con el héroe y con su hermano José, y salva la vida del vencedor de Peralejo cuando sufre un atentado a la salida del teatro en la capital costarricense.

Diez años más tarde Loynaz logra su propósito. Martí lo designa para acompañar a los generales Carlos Roloff y Serafín Sánchez en la expedición que los llevaría a desembarcar en Las Villas en 1895. El escritor y ahora guerrero, en su libro titulado Memorias de la guerra, recoge episodios vividos a lo largo de la contienda, primero como uno de los ayudantes de Maceo, luego en calidad de jefe del Estado Mayor del general Sánchez. En la presentación del libro, Dulce María Loynaz dice lo siguiente sobre las dotes de escritor de su padre:

No había olvidado su elocuencia, pero lo que me sorprendía era que sin la carga emocional del instante, del calor humano de las multitudes, ese combustible generador de tanto noble empeño, desprovisto de todo en la soledad de su vejez, era también capaz de cincelar un párrafo con elegancia casi clásica o llevarnos a presenciar un combate con el dinamismo de una cinta cinematográfica.

En la serie de artículos cito extensamente las palabras de Loynaz del Castillo describiendo combates, principalmente aquellos en los que participó, porque nos llevan a presenciar el heroísmo de las cargas al machete, así como la resistencia física y el valor de la infantería mambisa. Los guerrilleros del Escambray y los que combatieron en condiciones desiguales en las seis provincias contra el poderío militar de la dictadura también lo hicieron heroicamente, esta vez con revólveres y escopetas enfrentados a helicópteros, aviones, morteros y metralletas.

Los mambises del siglo 19 y sus sucesores en el siglo 20 dejaron lecciones de valor y perseverancia, tanto en el campo de batalla como en el exilio, que no debemos ni podemos olvidar. Valga el modesto esfuerzo de la serie sobre Memorias de la guerra como un aporte más a la memoria colectiva de los cubanos dispuestos a recobrar las libertades que nuestros mambises  defendieron con las armas.

Saturday, July 22, 2023

El improbable viaje de mi tío de la Cuba comunista a figura clave en el alunizaje del Apolo 11

Su fascinación por los viajes espaciales comenzó en Cuba y lo siguió hasta el exilio en Nueva York y Florida. Los héroes de este país vienen de todas partes.

Por Rick Jervis

No conocí muy bien a mi tío, Miguel Hernández, mientras crecía.

Vivía en Houston, Texas, que, para un niño cubanoamericano como yo que creció en Miami, era tan lejano y extranjero como Anchorage o Reykjavik. Sabía que era primo hermano de mi mamá y lo llamábamos “Chichi”. Visitaba Miami al menos una vez al año con su esposa, Tere, y sus dos hijos, Michael y Jorge Luis, que eran un poco mayores que yo. Todos jugábamos béisbol o íbamos a la piscina juntos, luego se iban de nuevo.

Sin embargo, para nuestra familia, Miguel era una leyenda viviente, alguien que trabajaba para la NASA, almorzaba con astronautas y se reunía con presidentes. Sin embargo, no fue hasta mucho más tarde que descubrí la profundidad de su papel en ayudar a los astronautas estadounidenses a llegar a la luna, y el camino improbable de La Habana a Houston que lo llevó allí.

Mientras celebramos el 50 aniversario del alunizaje del Apolo 11, que ocurrió hace 50 años el sábado, habrá películas y foros y merecidos elogios de nombres conocidos como Buzz Aldrin y Neil Armstrong. Pero una legión de ingenieros, matemáticos y el inmigrante cubano ocasional también ayudaron a realizar esa hazaña hercúlea.

“Nunca imaginé que estaría involucrado en este tipo de trabajo”, me dijo Miguel recientemente. “Pero siempre me interesó”.

Un ojo hacia las estrellas


Cuando era un niño que crecía en Cuba, hojeaba copias de Aviation Week & Space Technology, lo que despertó un interés temprano en los viajes espaciales. En 1959, poco después de que Fidel Castro se apoderara de la isla y comenzara a conducirla hacia el comunismo al estilo soviético, una réplica del Sputnik I soviético, el primer satélite en orbitar la Tierra, llegó en un barco al puerto de La Habana. Miguel, entonces de 17 años, se maravilló con la esfera de metal pulido con cuatro antenas que podría dar la vuelta a la Tierra.

Mientras Castro nacionalizaba empresas y se apoderaba de viviendas, Miguel, de 19 años, se volvió contra el gobierno, repartiendo panfletos anticastristas y denunciando al régimen. Cuando sus amigos activistas comenzaron a caer en prisión, Miguel huyó de Cuba, dirigiéndose primero a Miami y luego a la ciudad de Nueva York para vivir con familiares. Tenía $100 en el bolsillo y no sabía inglés. Su tía le prestó un abrigo, dos tallas más grande, para sobrevivir a los inviernos de Nueva York.

Trabajó en la sala de correo de American International Underwriters (ahora AIG) en el centro y tomó clases de inglés por la noche. Pero su mente a menudo se desviaba hacia el cielo. En su tiempo libre, leyó cómo el cosmonauta soviético Yuri Gagarin se convirtió en la primera persona en viajar al espacio en abril de 1961, seguido unas semanas más tarde por el estadounidense Alan Shepard. Asistió al desfile de teletipos de la ciudad de Nueva York para John Glenn, el primer estadounidense en orbitar la Tierra. Se maravilló cuando, poco después, el presidente John Kennedy prometió que Estados Unidos sería el primero en poner un hombre en la luna.

"Dije: 'Estas personas están locas'", comentó.

Cuando aprendió suficiente inglés, Miguel asistió a la Universidad de Florida y se graduó en ingeniería mecánica. Cuando los reclutadores de la NASA visitaron su campus en 1966, aprovechó la oportunidad de trabajar en la agencia espacial. Fue asignado al recién inaugurado Centro Espacial John F. Kennedy cerca de Cabo Cañaveral, Florida, entrenando astronautas para las nacientes misiones Apolo. Miguel y un equipo de otros ingenieros se encargaron de aprender todos los sistemas necesarios para impulsar a un hombre al espacio y enseñárselos a los astronautas a través de simuladores. Su especialidad: propulsión y cohetes.

Un proyecto peligroso

Apenas unas semanas después de su nuevo trabajo, ocurrió una tragedia. Miguel observó con horror desde la sala de control cómo un incendio en la cabina arrasaba el módulo Apolo 1 durante un ensayo de lanzamiento de prueba, matando a los tres astronautas. “Eso tuvo un impacto terrible en todos”, dijo.

Las misiones continuaron y en 1969 aumentaba el rumor sobre el alunizaje del Apolo 11. Miguel se dejó llevar por el fervor. Él y su equipo trabajaron en turnos de 24 horas, verificando dos veces los sistemas y preparando a los astronautas para llegar a la luna. Mike Collins, el menos conocido de los tres pilotos del Apolo 11, fue el más amable, dijo Miguel, aunque los tres, Collins, Aldrin y Armstrong, apreciaron y absorbieron el entrenamiento.

"Había que tener la confianza de los astronautas", dijo. "No podías decirles en ningún momento algo que luego podría estar equivocado. Eso podría costarles la vida".

Miguel vio el alunizaje como millones de personas en todo el mundo: en un televisor en su sala de estar con su familia, y completamente asombrado. “Fue un logro para todo el mundo”, dijo. “Fue algo que no solo hizo Estados Unidos, fue algo que hizo la raza humana”.

Más tarde ese año, Miguel transmitió la misión Apolo 12 en español para la estación de radio La Fabulosa WFAB en Miami. También recibió la Medalla Presidencial de la Libertad por su papel en el espeluznante rescate de la misión Apolo 13 en 1970, que casi quedó varada en el espacio después de que explotara un tanque de oxígeno, paralizando un sistema clave. En total, entrenaría a los astronautas para las misiones Apolo 1, 7, 9, 11, 13, 15 y 17, tres vuelos de la estación espacial Skylab y las dos primeras misiones del transbordador espacial.

Quizás su mayor logro fue una ruptura considerable en la barrera de color de la agencia. En un momento en que las tensiones raciales aún estallaban en los EE. UU. y el movimiento por los derechos civiles estaba llegando a su cúspide, Miguel era el único latino en su departamento y el único que conocía en la NASA.

Dijo que nunca se sintió discriminado; todos estaban demasiado concentrados en las misiones para preocuparse por la raza o las nacionalidades. Aunque creo que eso es cierto, también creo que no siempre podría haber sido fácil ser un emigrado cubano en la década de 1960, trabajar junto a colegas hiperinteligentes que no se parecían ni hablaban como usted y comunicarse en un idioma que aprendió unos años antes.

Nada de eso se interpuso en su camino, por supuesto.

La frontera de la próxima generación

Miguel dejó la NASA en la década de 1980 y aprovechó su conjunto de habilidades y experiencia únicas en un negocio exitoso, Hernandez Engineering, que tuvo un contrato con la agencia espacial durante décadas. Hoy, con 77 años y jubilado, viaja por el mundo con su esposa y disfruta de las frecuentes visitas de sus hijos y cinco nietos.

Por suerte, ahora vivo en Austin, a dos horas en auto desde Houston. He llevado a mi esposa y a mis dos hijas a visitar a Miguel en su casa en el suburbio de Seabrook en Houston y en su rancho cerca de College Station. Me encanta verlo bromear con mis hijas, cocinarles la cena o ayudarlas a limpiar la maleza de su rancho.

Mi hija mayor, Elle, de 8 años, adquirió recientemente una fascinación incansable por el espacio exterior y los astronautas y espera ser el primer ser humano en Marte. Miguel le ha prometido acceso especial a las instalaciones de entrenamiento de la NASA y presentaciones a los astronautas la próxima vez que estemos en la ciudad, una perspectiva que hace que Elle se ría gozosa.

Un día, mientras gira suavemente en gravedad cero en la Estación Espacial Internacional, se asomará por una ventana y mirará hacia la Tierra y pensará en aquellos que abrieron su camino hacia las estrellas.

Friday, July 21, 2023

My tio's unlikely journey from communist Cuba to key figure in Apollo 11 moon landing

 His fascination for space travel began in Cuba and followed him into exile in New York and Florida. Heroes in this country come from all over.


By Rick Jervis

I didn’t know my tío, Miguel Hernandez, very well growing up.

He lived in Houston, Texas, which, for a Cuban American kid like me growing up in Miami, was as faraway and foreign as Anchorage or Reykjavik. I knew he was my mom’s first cousin and we called him “Chichi.” He would visit Miami at least once a year with his wife, Tere, and two sons, Michael and Jorge Luis, who were slightly older than me. We'd all play baseball or hit the pool together, then they were gone again.

To our family, though, Miguel was a living legend, someone who worked for NASA, lunched with astronauts and met presidents. It wasn’t until much later, however, that I discovered the depth of his role in helping U.S. astronauts reach the moon — and the unlikely path from Havana to Houston that got him there.


As we celebrate the 50th anniversary of the Apollo 11 moon landing — which occurred 50 years ago Saturday — there will be films and forums and well-deserved praise of household names such as Buzz Aldrin and Neil Armstrong. But a legion of engineers, mathematicians and the occasional Cuban immigrant also helped realize that Herculean feat.

“I never imagined I’d be involved in this type of work,” Miguel told me recently. “But I was always interested in it.”

An eye toward the stars

As a boy growing up in Cuba, he'd rifle through copies of Aviation Week & Space Technology, sparking an early interest in space travel. In 1959, shortly after Fidel Castro took hold of the island and began steering it into Soviet-style communism, a replica of the Soviet Sputnik I — the first satellite to orbit the Earth — arrived on a ship in Havana Harbor. Miguel, then 17, marveled at the polished metal orb with four antennae that could circle the Earth.


As Castro nationalized companies and seized homes, 19-year-old Miguel turned against the government, handing out anti-Castro pamphlets and denouncing the regime. When his activist friends began landing in prison, he fled Cuba, heading first to Miami and later to New York City to live with relatives. He had $100 in his pocket and knew no English. His aunt lent him a coat — two sizes too big — to survive the New York winters.


All it takes is a series of policies:Venezuela was my home, and socialism destroyed it. Slowly, it will destroy America, too.

He worked in the mailroom of American International Underwriters (now AIG) downtown and took English classes at night. But his mind often drifted skyward. On his spare time, he read of how Soviet cosmonaut Yuri Gagarin became the first person in space in April 1961, followed a few weeks later by American Alan Shepard. He attended the New York City ticker-tape parade for John Glenn, the first American to orbit the Earth. He marveled when, soon after, President John Kennedy promised that America would be the first to put a man on the moon.

"I said, 'These people are crazy,'" he said. 


When he had learned enough English, Miguel attended the University of Florida, graduating with a mechanical engineering degree. When NASA recruiters visited his campus in 1966, he jumped at the chance to work at the space agency. He was assigned to the newly-opened John F. Kennedy Space Center near Cape Canaveral, Florida, training astronauts for the nascent Apollo missions. Miguel and a team of other engineers were tasked with learning all the systems required to propel a man into space and teach them to the astronauts via simulators. His specialty: propulsion and rockets.

A dangerous project

Just a few weeks into his new job, tragedy struck. Miguel watched in horror from the control room as a cabin fire swept the Apollo 1 module during a test launch rehearsal, killing all three astronauts. “That had a terrible impact on everyone,” he said.

The missions continued and by 1969 buzz was mounting for the Apollo 11 moon landing. Miguel was swept up in the fervor. He and his team worked 24-hour shifts, double-checking systems and readying the astronauts to reach the moon. Mike Collins, the lesser known of the three Apollo 11 pilots, was the nicest, Miguel said, though all three — Collins, Aldrin and Armstrong — appreciated and absorbed the training.

50th anniversary:I worked on the Apollo 11 moon mission. Here's how a team of heroes achieved greatness.

"You needed to have the confidence of the astronauts," he said. "You couldn't at any moment tell them something that later turned out to be wrong. That could cost them their lives."


Miguel watched the moon landing like millions of others around the world: on a TV set in his living room with his family — and in complete awe. “It was an accomplishment for the whole world,” he said. “It was something not just that the United States did — it was something the human race did.”

Later that year, Miguel broadcast the Apollo 12 mission in Spanish for La Fabulosa WFAB radio station in Miami. He also received the Presidential Medal of Freedom for his role in the hair-raising rescue of the Apollo 13 mission in 1970, which was nearly stranded in space after an oxygen tank exploded, crippling a key system. In all, he would train astronauts for the Apollo 1, 7, 9, 11, 13, 15 and 17 missions, three Skylab space station flights and the first two Space Shuttle missions.

Perhaps his greatest achievement was a sizable puncture in the agency’s color barrier. At a time when racial tensions still flared in the U.S., and the civil rights movement was reaching its apex, Miguel was the only Latino in his department and the only one he knew of at NASA.


He said he never felt discriminated against; everyone was too focused on the missions to care about race or nationalities. Though I believe that’s true, I also think it couldn’t have always been easy being a Cuban émigré in the 1960s, working alongside hyper-intelligent colleagues who didn't look or talk like you and communicating in a language you learned just a few years earlier.

None of that got in his way, of course.
The next generation's frontier

Miguel left NASA in the 1980s and parlayed his unique skill set and experience into a successful business, Hernandez Engineering, that contracted with the space agency for decades. Today, 77 and retired, he travels the world with his wife and enjoys frequent visits from his sons and five grandchildren.


As luck has it, I now live in Austin, a two-hour drive from Houston. I’ve taken my wife and two daughters to visit Miguel at his home in the Houston suburb of Seabrook and at his ranch near College Station. I’ve relished watching him joke with my daughters or cook them dinner or helping them clear brush on his ranch.


My eldest daughter, Elle, 8, recently acquired a tireless fascination with outer space and astronauts and hopes to be the first human on Mars. Miguel has promised her special access to NASA training facilities and introductions to astronauts next time we’re in town, a prospect that makes Elle giggle with delight.

One day, spinning gently in zero gravity in the International Space Station, she’ll peer out a window and look down at Earth and think of those who blazed her trail to the stars.

Rick Jervis is the Austin-based correspondent for USA TODAY. Follow him on Twitter: @MrRJervis.

Sunday, July 16, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXVII De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXVII

 Por Guillermo A. Belt

 

General Juan Bruno Zayas
A partir del mes de mayo de 1896 hay reveses muy serios en el intento del General en Jefe Máximo Gómez de enviar refuerzos al general Antonio Maceo, quien se batía exitosamente en la provincia de Pinar del Río a pesar de verse obligado a combatir con los pertrechos arrebatados al enemigo ante la falta de una expedición de auxilio.

El primer contingente de doscientos hombres al mando del general Mayía Rodríguez había sido detenido por orden del Consejo de Gobierno, ocasionando el primer conflicto entre el gobierno civil y la autoridad suprema del Ejército Libertador. Entonces Máximo Gómez dispone la marcha inmediata del general Juan Bruno Zayas al frente de una fuerza heterogénea, debilitada por su numerosa impedimenta. El 17 de mayo sufre una derrota en Matanzas, y el 20 de este mes otra, en la finca Carolina, donde pierde la vida el general Esteban Tamayo. Zayas se ve obligado a retroceder a la jurisdicción de Sagua con un contingente reducido a doscientos hombres.

Al frente de cien jinetes con cien tiros cada uno emprende Zayas su nueva marcha a Occidente. El 22 de junio entra en la provincia de La Habana. Todo el mes de julio lo pasa el general Zayas intentando rehacer su maltrecha brigada, reducida a menos de la mitad tras varios combates. El 30 de julio, a una legua de El Gabriel se enfrenta a una columna española de infantería y caballería y una poderosa guerrilla. Cercado, Zayas intenta saltar una cerca, su caballo queda detenido en ella, y batiéndose a pie, revólver en mano, el general cae muerto de una estocada que le atraviesa el cuerpo.

En un último esfuerzo Gómez recurre al Mayor General Mayía Rodríguez, quien inicia la marcha a Occidente el 3 de septiembre al frente de doscientos hombres con sesenta mil tiros. El 19 cruza la Trocha, y el 7 de octubre marcha hacia la vía férrea entre Sagua y Santo Domingo. Cuando la tropa hace alto en el batey del demolido ingenio Colorado para que descanse la infantería, aparece súbitamente la caballería española. Mayía Rodríguez ordena la carga y al frente de su escolta y del Estado Mayor obliga a retroceder al enemigo. La infantería española abre fuego y el general Rodríguez resulta herido de bala en una rodilla, la que le quedaba sana pues la otra la tenía anquilosada desde la guerra anterior por un balazo. En estas condiciones se dispone la retirada de los mambises hacia las lomas de Cienfuegos y Trinidad. Así terminó el último intento formal de llevar auxilios al general Maceo, nos dice Enrique Loynaz del Castillo en  Memorias de la guerra.

Otra gran pérdida para la causa de la libertad de Cuba es la muerte del general José Maceo. El 5 de julio de 1896 el León de Oriente cae combatiendo en la Loma del Gato, jurisdicción de Songo. Loynaz cita la Orden del Día expedida por Máximo Gómez al conocer la noticia:

“La suerte ha querido una vez más poner a prueba nuestros corazones de patriotas, y ha descargado el más duro golpe sobre uno de nuestros guerreros más esclarecidos y hermano de nuestro gran compañero de gloria y penalidades, el Lugarteniente General del Ejército. El Mayor General José Maceo, Jefe del 1º Cuerpo de Ejército, ha muerto el día 5 en la Loma del Gato. Los guerreros no lloran sus muertos y sí juran sobre sus tumbas imitar su ejemplo y levantar más alta la bandera que defendieron.”

General José Maceo

Recordemos que Loynaz del Castillo había hecho amistad con José Maceo cuando se habían conocido estando ambos en el exilio. Martí había enviado al joven Loynaz a Costa Rica como secretario de Antonio Maceo, quien le encargó convencer a su hermano para contraer matrimonio, lo que Loynaz logró. La muerte de José, como luego la del general Antonio, de la cual se enteraría tardíamente, habrán sido golpes muy duros en lo personal, además del impacto en el ánimo de sus compañeros de guerra. Pero aún faltaba el  golpe más duro de todos, la muerte de Serafín Sánchez, presenciada por su jefe de Estado Mayor.

Loynaz dedica cinco páginas de su libro a la figura de Serafín Sánchez. Había nacido Serafín Sánchez el 2 de julio de 1846 en la romántica Sancti Spíritus, la de ondulantes calles solitarias y colonial arquitectura, la de los vetustos guardapolvos que vieron asomar los angélicos rostros de la belleza criolla al paso de los recios caballeros de capa y espada. Cerca de la ciudad como digno marco de su grandeza empínase a los cielos la cordillera cuyo silencio de siglos iban a interrumpir los jinetes apocalípticos de la guerra.

Tuvo una niñez tranquila, nos dice Loynaz, en la finca de su padre, el rico hacendado don Joaquín Sánchez, y los estudios de primeras letras a cargo de su venerable madre, doña Isabel Valdivia, gran cubana, que como la ilustre madre de los Maceo dio en cada parto un paladín de la Patria. Fue su mentor aquel gran carácter, Honorato del Castillo, guía de la juventud espirituana, a cuyo frente se lanzó a la guerra al grito libertador de Yara.

Tenía 20 años Serafín Sánchez cuando comenzó a guerrear. En la batalla de Júcaro, a las órdenes del general Ángel Castillo, sucesor de Honorato, fue ascendido a capitán. Luego pasa a Camagüey. El día funesto de Jimaguayú, la última orden del general Agramonte la recibió el capitán Serafín Sánchez al frente de su compañía, desplegada en las lindes del potrero.

Muerto Ignacio Agramonte, el presidente Céspedes encarga el mando de Camagüey al general Máximo Gómez. A sus órdenes Serafín Sánchez combate en Palo Seco, Nuevitas, Santa Cruz, la Sacra, el Naranjo y las Guásimas. … el 6 de enero de 1876 forzando la Trocha penetró en Las Villas el general Máximo Gómez al frente de las tropas camagüeyanas y villareñas. Con ellas iba el ya comandante Serafín Sánchez. A las órdenes directas del general Gómez combatió en la Reforma, la Campana, Paso Cataño, el Jícaro y otras gloriosas acciones de guerra.

Lamentables divisiones y malquerencias entre cubanos, incluyendo rebeliones militares en Las Villas, Camagüey y Oriente, dan al traste con la República y se produce la capitulación del Zanjón. Serafín Sánchez empieza a conspirar para renovar la lucha por la libertad. Y así lo hizo, pues apenas transcurrido un año, levantóse en armas con Francisco Carrillo y Emilio Núñez, en el territorio de Las Villas en apoyo del movimiento revolucionario iniciado por José Maceo, Calixto García y Quintín Bandera en la plaza Dolores de Santiago de Cuba.

Al fracasar este nuevo intento, Serafín Sánchez y Francisco Carrillo, generales ambos, lograron refugiarse en el extranjero. En busca de trabajo para el sustento peregrinó el general Sánchez por distintos países con su inseparable amigo el general Carrillo. Tremendas vicisitudes no doblegaron aquellos espíritus animosos. En la casa del patriota don Eduardo Hernández hallaron albergue, pero tenían que turnarse para salir pues sólo poseían un par de zapatos entre los dos.

General Serafín Sánchez

Loynaz recuerda la frustrada expedición en 1884-85, planeada por Máximo Gómez y Antonio Maceo, en la que Sánchez y Carrillo estaban destinados a Las Villas. Fue entonces cuando conocí a esos dos excelsos cubanos los que a fuerza de ruegos insistentes consintieron en mi incorporación como ayudante del general Sánchez, en la intentada expedición, sobreponiendo mi fogoso entusiasmo a la inexperiencia de mis catorce años.

En 1895 Loynaz se encuentra nuevamente con Sánchez, radicado ahora en Cayo Hueso como escogedor de tabaco en la fábrica de tabacos del señor Hidalgo Gato… Ganaba cuatro pesos diarios, tres para su casa y uno para los fondos revolucionarios. Terminaba siempre temprano porque en sumando los cuatro pesos suspendía su trabajo. Mi objetivo, decía, no es el dinero, sino un medio de esperar el toque de llamada.

Cuando suena el toque, Loynaz acompaña a Serafín Sánchez: … desembarcamos en la noche del 24 de julio de 1895, natalicio del Libertador Simón Bolívar, dos centenares de expedicionarios y entusiastas, armados e instruidos en el ejercicio de maniobras militares…

Pisaban suelo cubano a una milla del puerto de Tunas de Zaza, y marcharían con rumbo a la ciudad de Sancti Spíritus, en cuyas inmediaciones se acampó.

Regresemos ahora a las operaciones militares del general Serafín Sánchez en Las Villas. Escribe a su esposa, Josefa Piña de Sánchez, encareciéndole que no cesara de pedir una expedición de 3,000 rifles y un millón de cápsulas que a su juicio bastarían para terminar la guerra. El 10 de noviembre de 1896, de regreso por las estribaciones de la cordillera, sostuvo el general Sánchez reñido combate en el Marino, finca inmediata a los Altos de Alberichs, o Boca de Toro, donde la columna invasora celebró gloriosa función de armas…Continuó la marcha el general Sánchez, por la cordillera de Banao, entrando en la llanura de Sancti Spíritus el 17 de noviembre. Con el general Sánchez venía el general Rosas, y con su brillante Estado Mayor y Escolta, el general Francisco Carrillo.

Al oscurecer y acampar en Manaquitas, las fuerzas mambisas son acometidas súbitamente por numerosa Guardia Civil. El general Sánchez encabeza la carga al frente de su Escolta y Estado Mayor, poniendo en fuga a la Guardia Civil. A un prisionero le dice Serafín Sánchez, según escribe Loynaz: Te pongo en libertad para que vayas enseguida a decirle al general López Amor que el mismo que le encendió la leva en Palo Prieto, el general Serafín Sánchez, va con una columna a Paso de las Damas. Que me siga.

A las once de la mañana del 18 de noviembre Sánchez llega a Paso de las Damas, magnífico potrero situado en la margen oriental del río Zaza. Sobre la escarpada margen del río, dominando el paso llamado de las Damas, colocó todo el regimiento de infantería de Remedios, al mando del brigadier José González Planas. Al otro lado del río situó una avanzada del mismo regimiento y una patrulla de jinetes exploradores, encargados de recorrer constantemente nuestro rastro, por donde, naturalmente, era de esperar el enemigo. La presencia de nuestro mejor regimiento de infantería sobre la empinada barranca del Paso de las Damas era suficiente garantía de seguridad hacia el rastro.

En la margen opuesta del Zaza sitúa un fuerte destacamento de caballería de la brigada de Sancti Spíritus, con orden de mantener parejas de exploración constante para impedir el acceso al Paso de la Larga. Fortalece así ambos pasos, situados a la izquierda y derecha en los extremos del frente de combate. Sánchez le encarga a Loynaz situar una tercera avanzada sobre el camino que debían seguir después del combate esperado. Cuando Loynaz regresa de cumplir esta orden encuentra a su general instalado en su tienda de campaña, junto al general Carrillo.


De repente, del otro lado del río, sonó un cañonazo, cuyo proyectil, a pocos metros de nuestra tienda de campaña, estalló. Enseguida, nuevas detonaciones de cañón y fusilería y gritos de nuestra gente: “¡A caballo, el enemigo!” …La agilidad mental del general Sánchez le permitió adivinar el verdadero objetivo del enemigo, que era forzar el Paso de la Larga, donde seguramente estaba llegando cuando rompió el fuego, en amago de finta, sobre el Paso de las Damas.

Sánchez, seguido de algunos ayudantes, galopa hacia el Paso de la Larga luego de ordenar a Loynaz que dirija a todos los hombres disponibles, sin esperar la formación de sus unidades, al Paso de la Larga donde el general los situaría. …Partí a escape hacia el Paso de la Larga. Llevaba en alto la bandera de Cuba que acababa de arrancar de la tienda de campaña.

Encontré al general Sánchez enojadísimo, porque el destacamento colocado sobre la alta cuesta del vado de la Larga había descuidado la exploración del lado opuesto del río y cuando sintió las detonaciones por el rumbo de las Damas fue que descubrió el grueso del enemigo vadeando ya el Paso de la Larga.

Sánchez establece un arco de resistencia que comprende una pequeña eminencia del terreno, donde se sitúa él junto con su escolta y Estado Mayor. También se sitúan allí los generales Carrillo y Rosas con sus ayudantes. A la derecha de esta posición están la infantería y caballería al mando del brigadier José Miguel Gómez, y a la izquierda, apostado sobre el Paso de las Damas, el regimiento de infantería de Remedios al mando del brigadier González Planas.

Luego de varias operaciones, incluyendo detener una carga temeraria y suicida de la escolta del general Carrillo, iniciada sin autorización, tras reforzar las líneas de combate de los mambises y siendo las cuatro de la tarde, se ve al enemigo desbordar la margen del río hacia las fuerzas cubanas, tras un fuego intensísimo. Loynaz obtiene autorización del general Sánchez para ponerse al frente de una compañía de infantería del brigadier González Planas, llegada para reforzar la línea de José Miguel Gómez, cuyos hombres han quedado sin parque.

A la carrera ocuparon los infantes, por mí conducidos, la posición que había defendido hasta su última cápsula el brigadier José Miguel Gómez. Al tenderlos en tierra ocupé la extrema izquierda de aquella línea desplegada a menos de cien metros de la infantería española que avanzaba impertérrita con vibrantes descargas…Minutos después vi tambaleándose mi caballo y me tiré de él antes de que me cayera encima. Otro caballo me envió enseguida el general Rosas…En lo más vivo del tiroteo, alcanzado por varios proyectiles, cayó también el 2º caballo que me envió el general Rosas, sin darme tiempo, esta vez, para evitar que me aprisionara debajo de él. Mientras unos infantes me extraían, sucedió algo inesperado, tremendo, abrumador…

El general Sánchez, que fijaba los anteojos en dirección de la lucha sostenida por nuestra compañía y acababa de ordenar al brigadier González que la reforzara ya con todo su regimiento, me vio caer sin levantarme, y dirigiéndose al teniente coronel Indalecio Salas, que estaba a su lado, le dijo: “Mataron a Enriquito. Lo siento por Juanita.” En esos instantes se estremeció: una bala le había entrado por el hombro izquierdo y salido por el derecho, destrozándole la aorta y con ella la vida del gran prócer de la Patria. Vacilando sobre su caballo exclamó: “¡Me han matado!” Arrojó un buche de sangre y aún pudo añadir: “Eso no es nada, siga la marcha.”

El general Carrillo asume el mando y ordena la retirada inmediata del cadáver del general Sánchez, junto con los cadáveres de los ayudantes y ordenanzas que habían caído defendiendo la vida de su jefe. Mientras la tremenda desgracia abatía la izquierda de la línea cubana, a la derecha llegaba el salvador refuerzo: toda la infantería del brigadier González Planas, recibida con aclamaciones y desplegada inmediatamente frente al enemigo.

Loynaz pregunta al brigadier si han matado a Serafín Sánchez. González Planas le contesta:

“Vaya para allá que hace falta. Déjeme esto a mí.” Nuestro autor describe muy emotivamente su encuentro con el cadáver del general que había aceptado llevarlo como ayudante, a los catorce años, en una expedición para liberar a Cuba del dominio español. Los hombres de González Planas resisten sin retroceder una pulgada hasta las siete de la noche, hora en que el grueso del enemigo se retiró para acampar junto al río… Ya el cadáver del general Sánchez había llegado a Pozo Azul, donde el general Carrillo dispuso acampar.

No muy lejos un carpintero construía su ataúd. Sobre la tapa de cedro esculpí con afilado cortaplumas estas palabras: “Mayor General Serafín Sánchez, Por Patria, 18 de noviembre de 1896.” A las seis de la mañana (del día siguiente), en silenciosa marcha, lo llevamos en hombros a enterrar en un áspero recodo de la finca Las Olivas. Contaba cincuenta años aquella noble vida, toda ofrendada a la libertad de Cuba.

Monday, July 10, 2023

Desde el referente Cuba, una propuesta de interpretación de la historia. (III)


Por Vicente Morín Aguado.

(III) El desarrollo desigual de la humanidad.

Si un acontecimiento de alcance universal muestra a todas luces el desarrollo desigual de la historia es el bien llamado descubrimiento, cuyo protagonista inicial fuera Cristóbal Colón, a quien igualmente le cabe en justicia el largo título que le adjudicaron los Reyes de España: Gran Almirante de la Mar Océana.

Si aceptamos que descubrir significa quitar el velo, la capa que oculta algo, no caben dudas de que eso hizo Colón para la mayor parte de humanidad, completando así, de forma efectiva, la comprensión de nuestro planeta como un mundo único, redondo cual enorme pelota celestial.

Ningún descubrimiento parte de cero, había sospechas de ese mundo ignoto antes del primer viaje colombino, sin embargo, no era noticia cierta, confiable y precisa. Menos aún, y este es el aporte principal del genovés, dar el viaje de ida y regreso en un tiempo razonable para las expectativas de su época, estableciendo así, para siempre, la conexión ecuménica del mundo.

Una pregunta viene al caso: ¿Por qué el descubrimiento se origina en Europa? La iniciativa, la dirección del suceso, vino de Este a Oeste y no al revés. La respuesta está en el desarrollo desigual de los pueblos, hasta hoy una constante de la historia universal.

Acudo al Padre Bartolomé de las Casas, quien copió y salvó para nosotros el Diario de Navegación del primer viaje de Colón. Un extracto del contacto inicial con los que luego serían llamados en su conjunto, americanos, dice:

“No tienen algún hierro: sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos, en esta isla». Todas son palabras del Almirante.” (www.librosmaravillosos.com Cristóbal Colón, Diario de abordo)

A pesar de la simplicidad de su vida, estos humanos ya experimentaban en carne propia el desafío de otros similares a ellos, que sin estar los europeos de por medio, venían a tomarlos por la fuerza.

Durante milenios, las diversas culturas humanas practicaban, según sus posibilidades, la hoy detestable acción de someter a los vencidos a su arbitrio, obligándoles a trabajar para los vencedores. Aunque para los populistas que hoy  abundan, interpretando el pasado con los conceptos alcanzados hoy, la conquista y colonización significan un pasado horrendo y condenable, debemos decir que NO, fueron parte obligada de la forja que le ha permitido a la humanidad llegar hasta el presente. Lo repudiable es intentar seguir aplicando, cinco siglos después, lo que en su tiempo era inevitable.

El conocimiento de la conquista de América prueba que el asunto es parte reiterativa del desarrollo social de la humanidad. Los Aztecas, cito solo un caso relevante, etnia líder entre otras muchas rivales que habitaban el valle de México, crearon un estado que ejercía dominio sobre las poblaciones vencidas por ellos. Recibían tributos en especie, junto a cierto número nada despreciable de humanos privados de libertad, literalmente esclavos. Una parte de esta servidumbre era sacrificada a los dioses en liturgias que incluían el canibalismo.

La esclavitud pervivía en el medioevo, no fue una idea colombina, tampoco ajena a las culturas africanas al sur del Sahara. Está probado que unos africanos cazaban a otros, vendiéndolos por partidas a los comerciantes europeos, establecidos en la costa, lejos de los peligros múltiples de la selva.

No vamos a condenar ni a los aztecas ni a los reyezuelos africanos por tales prácticas, porque lo haríamos según la moralidad adquirida tras largos siglos de luchas sociales. Lo esencial es que, la idea de esclavizar, someter a los vencidos, tiene una muy antigua data, lo peor es que ha sobrevivido peligrosamente hasta hoy.

No obstante, sin lugar a dudas, la Europa del renacimiento, ya en pleno siglo XVI, debatiéndose entre La Inquisición y los adelantos de la Ciencia, contenía el mayor progreso alcanzado por la humanidad hasta entonces. Los Estados Nacionales, cimentados mediante el absolutismo monárquico, por muy antidemocráticos que fueran, representaban una unidad de poder, una organización coherente de seres humanos bajo leyes estatales, un aparato burocrático capaz de hacerlas cumplir, junto a un despliegue de la manufactura y el comercio, apoyados en la suma de lo más productivo de la ciencia y la tecnología del mundo conocido. 

Se agrega la experiencia histórica también acumulada, de guerras de conquista, así como de la administración y manejo de los sometidos. El conjunto significa en una línea cronológica no menos de un milenio de ventaja respecto a las relativamente muy jóvenes culturas del nuevo mundo que para ellos acabó por develar el Gran Almirante genovés.

La palabra Nuevo Mundo se ajusta perfectamente a su significado histórico. Los estudios recientes-ADN, fechados radio carbónicos, así como la acumulación de evidencias arqueológicas-, prueban que la presencia humana en la masa continental así llamada, se remontan a unos 30 o 40 mil años atrás. Para la arqueología es un breve espacio de tiempo si consideramos que la humanidad surgió en África en una escala del tiempo que supera ampliamente el millón de años.

La diferencia de un milenio en el desarrollo histórico y no el tan citado uso de las armas de fuego, explican mejor el éxito de un jefe hábil al mando de escasos cientos de hombres, digamos Hernán Cortés o Francisco Pizarro, derrotando a decenas de miles de combatientes, apoderándose de extensos territorios.

La experiencia histórica demuestra que allí donde ya existían formas primigenias de dominación, estados constituidos, ha subsistido hasta el presente la población autóctona. Parece una paradoja, pero la respuesta está en que los dominadores indígenas prefirieron un mínimo de privilegios en abierto o callado contubernio con el poderoso conquistador foráneo, facilitando la tarea de los invasores.

Al mismo tiempo, el estudio de las culturas del nuevo mundo arroja a todas luces que eran pueblos en franco proceso de desarrollo, capaces de conquistas científicas y técnicas de gran valor. La conquista y colonización no tienen justificación moral, se explican por la ley del desarrollo desigual de la historia.

La diferencia entre europeos y americanos está en el conjunto, se expresa en elementos básicos de la cultura humana: la escritura como forma básica de trasmisión de conocimientos, la agricultura apoyada en numerosos ingenios mecánicos; el empleo de animales de tiro como El Caballo; el uso de la rueda; la navegación de altura; la fundición metalúrgica, que permite fabricar no solo las tan citadas armas de fuego, sino todo tipo de artefactos de labranza y otras muchas máquinas; y por último, lo más importante: la organización social, basada en el Estado Moderno centralizado.

La religión, siempre controversial, jugó un gran papel, no puede soslayarse. Se trata de una ideología monoteísta, bien estructurada, con su propia organización, centralizada también, cuya doctrina básica es de fácil predicación y aceptación. La unidad estado-religión, era muy fuerte y se apoyaba en propósitos comunes bien identificados.

Junto al justo repudio por la conquista y la colonización, visto en el sentido de experiencia histórica que está fuera de lugar en la actualidad, el encuentro entre europeos, asiáticos y africanos de un lado, y los aborígenes del nuevo mundo del otro, dejó el saldo extraordinario de nuevas culturas. Surgieron los llamados “pueblos nuevos”, según el decir del antropólogo brasileño Darcy Ribeiro. El cristianismo acendrado en Las Américas, contrasta por el mayor número de fieles y su probada Fe, cuando se le compara con la pérdida de religiosidad de la sociedad europea contemporánea.

Por si fuera poco, Los Estados Unidos de América se convirtieron en la primera potencia mundial y líderes de una forma de gobierno, herencia de la Grecia clásica dos mil 500 años atrás, establecida por primera vez en el Nuevo Mundo, hoy extendida a todo el planeta como símbolo de la democracia. Ni siquiera los más autoritarios dictadores dejan de copiarla, por más que sea para ellos letra muerta o imagen pública de legitimidad necesaria.

Un simple repaso  a través de los últimos cinco milenios del devenir universal muestra, sin lugar a dudas, sucesivos momentos en los que unos pueblos estuvieron a la cabeza del progreso, cediendo luego ese sitios a otros. Los árabes, por ejemplo, sacudieron de la modorra medieval a la Europa rural, fruto de la desintegración del otrora poderoso Imperio Romano. Hoy sin embargo, el mundo musulmán se debate entre los que pugnan por dejar atrás reglas de un pasado ya inaceptable, y los que desean eternizar la discriminación de las mujeres, la organización en clanes familiares y hasta el gobierno teocrático, propio de un estadio social fuera de la modernidad.

La humanidad de estos tiempos ha sido capaz de crear una red de comunicaciones casi instantánea, uno de cuyos éxitos es la capacidad de acumular en el pequeño espacio material de un teléfono, todo el saber alcanzado durante cinco mil años desde que surgió la escritura.

A contrapelo, los genocidios étnicos no cesan, en unos países la gente vive regularmente más de 80 años, en tanto hay otros donde es difícil superar los 50. Para colmo, todavía persisten en sus empeños conquistadores trasnochados, tratando de retrotraer el mundo a los tiempos del nazismo.

En mi país, Cuba, un dictador marioneta ofende el título de presidente de una nación, intentando continuar la oscura saga de 60 años de violaciones de todos los derechos humanos, cuya Declaración Universal ha sido firmada desde 1948, y ratificada por sucesivos gobiernos cubanos, incluido el actual violador.

Lo peor es que, con tal de conservar el poder, en medio de la catástrofe nacional, quienes ahora desmandan buscan desesperadas alianzas con lo más retrógrado del universo político internacional, apoyando a Rusia en su inaceptable invasión a Ucrania.

Los retrocesos históricos también forman parte del desarrollo desigual, merecen un estudio aparte, porque hay doctrinas como la marxista, que afirman un determinismo lineal ascendente, ampliamente refutado por el decursar del tiempo.

Este ensayo continuará…

 

 

 

 


Wednesday, July 5, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias XXVI

Por Guillermo A. Belt

 


En octubre de 1896 el General en Jefe Máximo Gómez ordena al general Calixto García marchar a Camagüey. El 9 de octubre el general García parte del campamento de Moscones con un contingente de tres mil hombres y un convoy de 25 carretas y 80 mulas cargadas de armas y parque. En medio de un ciclón, nos relata Enrique Loynaz del Castillo en su libro, con sorprendente pericia militar, improvisando botes y balsas, cruza el río Cauto desbordado, sin perder ni un hombre ni un arma, y adelanta, a través de caminos inundados, con su larga columna de las tres armas. Esta notable marcha, a la que no pudo oponer el enemigo operación ninguna, fue objeto de inmediata comunicación del Capitán General al Ministerio de la Guerra.

Reunidos Gómez y García el 14 de octubre, tras cruzar éste el río Jobabo, acuerdan los detalles del ataque a Guáimaro, la plaza que fue la capital de la República el 10 de abril de 1869, y cuna de la primera Constitución revolucionaria de Cuba. En la mañana del 17 de octubre se disparó el primer cañonazo de las tropas cubanas. A las once y media de la mañana, obedeciendo órdenes del general García, el coronel Mario G. Menocal, al frente de una pequeña fuerza de infantería holguinera del regimiento Martí, se lanzó al asalto de la fortaleza, con tal coraje que la guarnición la abandonó para refugiarse en el fuerte de Las Tunas sobre el ángulo norte del cuadrilátero de fuertes.


Guáimaro estaba protegida por un cinturón de defensa formado por ocho fuertes. Fuera del cinturón de baluartes y sobre la loma de Gonfau al norte del pueblo se hallaba el fuerte Mella, el más formidable de todos, y por consiguiente primer objetivo del ataque. Tomado éste, Calixto García, que había rodeado de trincheras el pueblo, dictó una orden del día disponiendo el asalto simultáneo de los fuertes el 27 de octubre. Así se hizo, y los cubanos conquistaron todos los objetivos señalados después de un barraje con su único cañón. El acta de rendición se firmó el día siguiente. Este importantísimo hecho de armas…afirmó de nuevo la actividad de la guerra en el territorio camagüeyano e inauguró una nueva etapa de la Revolución en la que entraban en acción los cañones insurrectos para destruir las plazas fortificadas del enemigo.

El enemigo siguió a Cascorro, cuya guarnición pudo levantar, incendiando el pueblo y emprendiendo retirada en dirección de San Miguel de Nuevitas… No sólo fue el abandono de Cascorro la consecuencia de la toma de Guáimaro; simultáneamente fueron abandonados los recintos fortificados  de Las Yeguas, Vertientes, la Unión, Contramaestre y la Caridad, quedando todo el territorio de Camagüey, exceptuando la ciudad y sus dos puertos de Nuevitas y Santa Cruz en poder del Ejército Libertador.

Máximo Gómez envía a Calixto García a Oriente para activar las operaciones y además para que le envíe pertrechos que permitan a Gómez emprender su marcha definitiva en auxilio de Maceo. La columna del general Mayía Rodríguez, batido y herido en el combate de Colorado, no había podido llegar, como tampoco el contingente del general Juan Bruno Zayas, muerto el 30 de julio en combate. Calixto García cumple el encargo de Máximo Gómez y reanuda sus operaciones militares en Oriente.

El general García recibe informes de una poderosa columna española que conduce un convoy en el camino de Bayamo a Manzanillo y decide hostilizarla. El 17 de diciembre se intensifica el combate sobre el campo de Peralejo, inmortalizado por Antonio Maceo. Entonces Calixto García hace lo que tan bien supieron hacer muchos generales mambises.

Allí, renovando el denuedo de los orientales de Maceo, y poniéndose al frente de su Estado Mayor y Escolta y de un grupo de jinetes, se lanzó el general García sobre los cuadros enemigos. Llevaba apenas doscientos hombres; pero el arrojo los llevó hasta la línea española, envuelta en fuego. Una cerca de alambre, invisible al iniciar la carga, se interpuso entre el enemigo y los machetes cubanos. Ordenando el despliegue, para ofrecer menos blanco a ese fuego a boca de jarro, sostuvo el general García, con tremendo riesgo de su vida, aquella línea temeraria antes de disponer su retirada. El combate terminó con aquel lance; las fuerzas contendientes durmieron a poca distancia sobre el mismo campo de batalla. Por la mañana, al toque de diana y formación, supo el general García que la columna se retiraba en dirección de Bueyecito. Explorado el campo se encontraron muchos muertos, abandonados por aquella columna de cerca de cinco mil hombres bajo la presión de setecientos soldados cubanos.  

 

 

Monday, July 3, 2023

FALLECE EL COLEGA RAFAEL E. SAUMELL


Con profunda tristeza damos a conocer el fallecimiento de nuestro colega Rafael E. Saumell (1951-2023). Al momento de su deceso, y entre otros galardones, era Miembro Numerario de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio y Miembro Correspondiente de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Llegado al exilio en 1988 luego de sufrir los rigores del Presidio Político castrista, escribió y publicó un libro icónico de la historiografía cubana del destierro: La cárcel letrada: narrativa carcelaria cubana (2012) además de otra obra de narrativa histórica: En Cuba todo el mundo canta. Memorias noveladas de un expreso político (2008), ambos seleccionados entre los mejores libros de autores cubanos exiliados en los años de sus primeras ediciones. Además de ello, decenas de trabajos suyos individuales han sido publicados en revistas, compilaciones y antologías de carácter académico y en la prensa cubana de la diáspora. Paralelamente a su labor de escritor, desarrolló una exitosa carrera profesoral en varias universidades de los EE.UU., por la cual recibió diversos premios. Al morir, ostentaba el título de Profesor Emérito de Español, concedido por la Houston State University, de Texas. 

Vaya hasta su familia y sus colegas texanos nuestra solidaridad ante tamaña y prematura pérdida, que es también pérdida de nuestra institución y del Exilio cubano todo. Otro cubano más que habrá de yacer en una tumba incómoda, como es toda sepultura fuera de la Patria. QPD.

 

Dr. Octavio de la Suarée, presidente AHCE              Dr. Eduardo Lolo, secretario AHCE

 

 

A continuación, el Blog de nuestra organización reproduce un importante trabajo de Rafael E. Saumell, publicado en el Anuario Histórico Cubanoamericano No 4 (2020): 210-224.

 

 PROPAGANDA ENEMIGA


Rafael E. Saumell


¿Qué es un escritor? Una persona que escribe libros. La respuesta no es original. ¿Qué es un censor literario? Un funcionario que los prohíbe por diversas razones: porque se trata de su empleo, para evitar la contaminación de ciertas ideas que no deben circular pero sí perseguir, para prevenir que la indecencia y la pornografía se apoderen de las mentes sanas. ¿Qué es un crítico? Una persona que señala lo bien y lo mal hecho. ¿Qué es un juez? Alguien que sentencia a favor de la legalidad cuando ni el escritor, ni el censor, ni el crítico se ponen de acuerdo. ¿Qué es un policía? Una persona que puede encarcelar al escritor, al censor, al crítico y al juez. ¿Quién arresta al policía? Otro policía con la ayuda del juez que firmó la orden para detener a todos los anteriores.

Ya casi estamos de acuerdo. Sin embargo, hay un elemento nuevo: la propaganda enemiga. Dice el Código Penal de Cuba:



Artículo 103-1. Incurre en sanción de privación de libertad de uno a ocho años el que:

a) incite contra el orden social, la solidaridad internacional o el Estado socialista, mediante la propaganda oral o escrita o en cualquier otra forma;

b) confeccione, distribuya o posea propaganda del carácter mencionado en el inciso anterior.

2. El que difunda noticias falsas o predicciones maliciosas tendentes a causar alarma o descontento en la población, o desorden público, incurre en sanción de privación de libertad de uno a cuatro años.

3. Si para la ejecución de los hechos previstos en los apartados anteriores, se utilizan medios de difusión masiva, la sanción de privación de libertad es de siete a quince años.

4. El que permita la utilización de los medios de difusión masiva a que se refiere el apartado anterior, incurre en sanción de privación de libertad de uno a cuatro años.



Yo soy un escritor aislado, individual, refugiado en una biblioteca polvorienta, anónima y casi privada. Mejor dicho, soy el escritor de un libro de cuentos que no es propaganda. ¿Qué es propaganda? Podría redactar un texto filosófico, sociológico, político, amigo o enemigo del tema. Haré más sencillo el asunto. El Diccionario de la Real Academia Española (RAE) dice:



“Del lat. mod. [Congregatio de] propaganda [fide] '[Congregación para] la propagación [de la fe]', congregación de la curia romana encargada de las misiones, que fundó Gregorio XV en 1622.

1. f. Acción y efecto de dar a conocer algo con el fin de atraer adeptos o compradores.

2. f. Textos, trabajos y medios empleados para la propaganda.

3. f. Asociación cuyo fin es propagar doctrinas, opiniones, etc.

4. f. Rel. En la Iglesia católica, organismo de la curia romana encargado de la propagación de la fe”.

Hay un vocablo sinónimo: propalar, es decir, divulgar una cosa oculta. Falta el sustantivo adjetivado enemigo: “Del lat. inimīcus. Sups. irregs. enemicísimo, p. us., inimicísimo, desus.; reg., enemiguísimo.

1. adj. contrario (‖ que se muestra completamente diferente).

2. adj. Dicho de una persona o de un país: Contrarios en una guerra. U. t. c. s. m.

3. m. y f. Persona que tiene mala voluntad a otra y le desea o hace mal.

4. m. Conjunto de personas o de países contrarios a otros en una guerra.

5. m. En el derecho antiguo, hombre que había dado muerte al padre, a la madre o a alguno de los parientes de otro dentro del cuarto grado, le había acusado de un delito grave, etc.”


El diccionario no sirve para explicar qué me pasó. Había escrito un libro de cuentos y unos cuantos poemas, todos permanecían inéditos. Sólo los habían leído unos cuantos amigos, pero uno de ellos no lo era tanto y por eso actuó como censor, delator y crítico. Me denunció ante la policía, me detuvieron, fui presentado al Tribunal Provincial de La Habana, Sala de los delitos contra la Seguridad del Estado. Me condenaron a cinco años de cárcel.

Leo la sentencia diecinueve de mil novecientos ochenta y dos emitida por los cinco jueces: “…[el acusado] se dedicaba a escribir materiales de contenido contrarrevolucionario, vejaminosos y denigrantes contra figuras del Estado y del Partido Comunista de Cuba e incitan contra el orden social, la solidaridad internacional y el Estado socialista, conservando en su poder muchos de dichos materiales, que le fueron ocupados en su domicilio…tales como los intitulados “Historia de una infamia”, “El automóvil”, “Cirilo el jefe”, “Emilio parodia mal a Baudelaire”, “Me voy de viaje” y otros con ese carácter, que no se han probado otros hechos que, digo, ni que ocurrieran en otra forma distinta a la narrada”. Incitar, ¿qué significa ese verbo en las mentes de un policía y de un juez? No lo sé, pero en el diccionario se lee: “Del lat. Incitāre.tr. Inducir con fuerza a alguien a una acción.”

¡Ya! Según esos señores yo moví o estimulé a alguien, ¿a quién?, para que ejecutara una cosa, ¿cuál? Bueno, comprendo, a ciertos lectores, digamos Máximo Palenzuela, mi lector-delator, a Adolfo Martí Fuentes y a José Martínez Matos, uno poeta el otro cuentista, ambos peritos literario-policiales, para que colaboraran con la policía, indignados como estaban por el contenido de mis “materiales contrarrevolucionarios”, persuadieron a los militares sobre la peligrosidad de mi obra, convencieron a los jueces que escucharon el caso y contribuyeron a que los magistrados me privaran de libertad.

Lamentablemente, con semejantes entuertos yo aún no sé en qué consiste la propaganda enemiga, aunque sí sé muy bien lo que me vino encima. Para imaginarlo basta con que alguien haya visto la adaptación cinematográfica de El proceso de Franz Kafka hecha por Orson Welles. Me despertaron bien temprano, empecé a escuchar un montón de preguntas, me sacaron de la casa hacia Villa Marista, sede de los servicios de contrainteligencia. Allí me hicieron la acusación oficial: propaganda enemiga, ¡Cuidado!

Dormía al lado de mi esposa Manena. En el cuarto de al lado estaban nuestros hijos, Abdel, seis años, Michael, unos dos meses. Nos despertaron unas voces irreverentes. Abrí los ojos, me levanté para ver quiénes llamaban. Cuatro policías, tres de uniforme y otro de civil: me mostraron una orden de registro en busca de propaganda enemiga.

Pensé, creo: Rebelión en la granja, 1984, La gran estafa, Mi lucha, Discurso de la Cortina de Hierro, Tratado de Sociología General, El estado burocrático, La doctrina del fascismo, La decadencia de Occidente, Fuera del juego, Tres Tristes Tigres, Eros y la civilización, Los guerrilleros en el poder, Cuba, est-elle socialiste?, Desde mi silla de ruedas, Les temps modernes, Selecciones del Reader’s Digest, Vanidades, Proceso, Diario de las Américas, Mundo Nuevo, Le Point, L”Express, The Washington Post, The New York Times, Cambio 16, El País, Films and Filming


¿Qué rayos es propaganda enemiga? Mi esposa Manena y yo tuvimos que desalojar el cuarto. Los niños podían continuar en sus camas. Un policía se sentó a la mesa del comedor donde ya estaban mi cuñado y su esposa. Menos el agente uniformado, todos nos veíamos desaliñados y desconcertados. El de civil dirigía la requisa. Libro por libro, página por página, papel por papel, gaveta por gaveta, escondrijo por escondrijo, lámpara por lámpara, bombillo por bombillo, cinta por cinta, revista por revista, periódico por periódico, archivo por archivo, lápiz por lápiz, bolígrafo por bolígrafo, armario por armario, ojo por ojo, diente por diente.

Me asomé a la ventana del comedor que tiene rejas gruesas, tantos como los barrotes de una cárcel. Miré hacia lo alto, hacia la luz y las puertas cerradas de las casas de mis vecinos. Las detallé como si fuese un escritor barroco, a lo Carpentier y a lo Lezama, porque no sabía cuándo volvería a verlas. Me sabía condenado aunque nadie me hubiera dicho nada, aunque ninguno de los guardias me lo hubiera gritado a la cara, aunque no existiera aún la acusación del fiscal, aunque no hubiera juicio oral por el momento, aunque no decretaran sentencia, aunque aún no conociera aún las puertas selladas con planchas metálicas, ni las paredes de estuco, ni las literas de hierro, ni las celdas sin ventanas, ni las letrinas turcas, ni los trajes amarillos sin mangas, ni los silbidos de los escoltas, ni la severidad del interrogador, ni los cuartitos de inquisición con aquella luz blanca, ni las sillas para detenidos, ni el terror, ni los pasillos largos, mudos e interminables de Villa Marista.

“Historia de una infamia” es el relato de un oportunista con suerte, escritor y diplomático que deserta durante una misión en el exterior, pero resulta secuestrado por un grupo de opositores al gobierno que aparenta representar. Lo toman de rehén a cambio de la liberación de presos políticos. El hombre muere a manos de sus captores después de sufrir y de confesar su verdadera identidad a quienes lo ejecutaron.

“El automóvil” se basa en la descripción del vehículo donde viajaba Anastasio Somoza, hijo, de quien se decía que había probado él mismo la calidad del blindaje de su coche con una potente ametralladora. No se le ocurrió utilizar una bazuka.

“Cirilo el jefe” se inspira en la historia de un “tapadito”, un simulador, dirigente sindical que salió de Cuba por el puente de El Mariel cuando los demás lo creían ocupado en atender la salud de su esposa.

“Emilio parodia mal a Baudelaire” reproduce el monólogo de un intelectual que se aburre en una reunión de obreros donde la mayoría de sus colegas repiten como loros un discurso en el cual no creen.

“Me voy de viaje” tiene que ver con la traición, la pusilanimidad y la sorpresa extrema que recibe un hombre el día en que se arriesga a escapar de un mundo que aborrece.

En esos relatos había puesto las vidas mías y de mis amigos, hermanos y detractores, de los ilusos y de los crueles, de quienes blasfemaron contra aquéllos que hasta el día anterior habían sido vecinos, compañeros de oficina, de taller, de ómnibus, de barras, de colas, de expectativas y angustias.

Titulé la colección con un préstamo tomado a Vicente García de Diego y de su poema “El juego inacabable de la mar”, que reproduzco a continuación:



Dos tiempos es uno

Lo que fue vive en mí de tal manera

Que es vivir de verdad, no recordar;

No es eso que de pronto viene a verme

O toca con su dedo en mi cristal.

Lo que se fue ha quedado en mí infundido

Y casi todo lo que él fue soy yo;

Creo que es mañana lo que pasa ahora

Y no recuerdo bien si se marchó

Dudo si es él, que al fin se ha detenido,

O si yo, confundido, vuelvo atrás

Y miro con los ojos el pasado

Y es la memoria la que ha de mirar

Vivir entre dos tiempos es hermoso:

Es no sentirse nunca en soledad,

Es el alma entre calmas y mareas,

El juego inacabable de la mar

Casi todo sucede así en la vida

Y es como un entremijo cada ser

Un adobado extraño el de las cosas,

Uno solo el ahora y el ayer.



En 1980, a partir de los sucesos de la Embajada del Perú y el éxodo del Mariel, el país, o sea, los amigos y los enemigos, todos nos habíamos partido en dos, un sector de la población desfilaba y vociferaba contra la otra a lo largo de la quinta avenida, en jornadas que nunca debieron producirse. Unos lanzaban piedras, papas, huevos, insultos contra los que querían emigrar. A veces los forzaban a arrodillarse, a besar los testículos de cartón de un muñeco llamado Tío Sam. La ira oficial ocasionó lesionados y muertos. Mis ojos, mi piel, mis vísceras, mi corazón y lucidez registraron esas conductas. Yo quise escribirlas y perpetuarlas para exorcizarme y liberar las penas de aquellos meses.

No tenía por qué pedir autorización para hacer versos y cuentos sobre aquellos días terribles. O los escribía o no valía la pena ser escritor. En la celda cuatro de Villa Marista seguí armando poemas que ya he olvidado. Uno se llamó “Te amaré”, declaración de amor a mi esposa, abandonada y casi enloquecida, tan parecida a la Jeanne de Modigliani. Dediqué cánticos a mis hijos, a mi padre, a mi madre, al joven Ramón, con quien compartía aquel cementerio de vivos.

La noche en que me condujeron a la fortaleza-prisión de La Cabaña había jaleo en las galeras de los presos comunes. Se entretenían con un campeonato de boxeo mientras yo iba perdiendo las señas de hombre civil en el lapso de un pestañear: la melena de caracoles, la barba, la ropa civil. Me impusieron un uniforme gris, con rayas negras al costado de los pantalones. Me dieron un número de presidiario, 736193. Me llevaron a una zona de la penitenciaría más oscura que las otras, con cuatro grutas bien húmedas donde vivían cientos de hombres, algunos de los cuales nunca saldrían de allí con vida porque se suicidarían, morirían de vejez, de infartos o de balas por fusilamiento. Otros enloquecerían, se volverían decrépitos.

Viví entre espías, ex oficiales del ejército, la marina, la aviación y la policía de Batista, guerrilleros del Escambray, de Sierra Maestra, del llano, de los movimientos 26 de julio y 13 de marzo, del partido comunista de Blas Roca y los hermanos Escalante, antiguos colaboradores de Castro en el asalto al cuartel Moncada y en el desembarco del yate Granma, ex-jueces, ex-fiscales, ex-abogados, conspiradores, saboteadores, piratas del mar y del aire, marineros de esquinas o de botes, antiguos exiliados sacados de embajadas, propagandistas de rumores, de noticias censuradas, de chistes, de malos pronósticos, de versos, de diarios con citas no citables, de poemas, de novelas, de ensayos, de caricaturas humorísticas.

Eran parte del mismo país dejado atrás, silenciados por la prensa única. Podría hacer una lista larga de nombres y apellidos, basta con recordar la extensión de la desgracia con la cifra de presidiario que me tocó, 736193, y que ha seguido creciendo hasta nuestros días.

Lejos y cerca de nosotros se hallaba la otra nación: la participante en zafras azucareras, los estudiantes de las escuelas en el campo, los obreros y los militares internacionalistas, médicos y enfermeras, atletas célebres, informantes de los comités de defensa de la revolución y de la policía política, de escritores y artistas que sirven a los aparatos de represión.

Los familiares de los presos asisten a las visitas programadas, cargan jabas con galletas de sal y de dulce, barras de guayaba, turrones, caramelos, bolígrafos, jabones, desodorantes, talcos, revistas y libros autorizados. ¿De dónde habrán sacado tales mercancías? Van a reunirse con hijos, hermanos, padres, esposos. Se someten a requisas implacables.

En el salón los presos aguardan vestidos con sus mejores uniformes, afeitados, pelados, sonrientes, bromistas, angustiados, inquietos, preocupados, deseosos de hablar, preguntar, indagar, para dejar de sufrir por un par de horas hasta que los guardias ordenan el fin de aquello, sin cesar de caminar y de escudriñar a cada persona, civil y recluso, repitiendo que se acabó la visita entre adioses, tristezas, abrazos, besos, lágrimas, nerviosismos, por los años de los años.

Regreso al mundo de las huelgas de hambre, de los alimentos mal cocinados y magros, del spaghetti blanco e insípido, de los plátanos hervidos y con sabor a plástico, de los huevos salcochados, del arroz con gorgojos, de granos de soya nadando en un líquido indefinible, de pescados sin masa pero con espinas. Vuelta a la atmósfera de las pesquisas sorpresivas, los soldados cayendo en aluviones sobre las celdas. Hurgan para descubrir lo ocultado. Se llevan libros, diccionarios, diarios de apuntes, fotos. En las celdas el paisaje es una perfecta ruina.

De pronto uno se entera que han fusilado al hermano de un compañero y al esposo de su sobrina. Es el hombre que compone décimas, te las ha dado a leer para que revises la ortografía. A veces te ha confiado una carta escrita a la esposa, también sentenciada. Es mediodía, a unas horas de la ejecución ocurrida en la madrugada. Das el pésame, decides no almorzar, aunque te mueres de hambre, te acuestas bajo el peso del silencio que ha reprimido las energías de todos, recuerdas a otros muertos en los fosos de La Cabaña, por ejemplo, Juan Clemente Zenea, recitas en voz tenue sus versos originalmente anotados sobre un pañuelo, con el aceite de la lámpara que iluminaba sus últimos momentos:“¡Y ninguno, ninguno se ha lanzado/A arrebatar la víctima indignado/ ¡De los brazos horribles de la muerte!”

No recuerdo cuándo decidí suicidarme. Comencé a juntar pastillas de psicofármacos, las trituraba con el tacón de mis botas, pacientemente. Me hice de frasquitos de cristal, robados de la enfermería, los molía a pisotones, evitaba los ruidos y las sospechas de los insomnes que apenas descansaban a partir de las 10 p.m. pues andaban afiebrados por la zozobra de las condenas que pendían sobre ellos.

La noche arribó súbita al final de aquel año húmedo. Después de que el oficial de guardia ordenó silencio apagaron los televisores de las galeras. Algunos formaron pequeños grupos en los pasillos que median entre las literas y se dedicaron a conversar de cualquier asunto. Esperé y cuando no pude aguantar más me levanté de la cama.

Empecé a tragar el polvo de las tabletas. A cada sorbo pensaba en mis hijos Abdel y Michael, en Manena, en mis padres, en la vida que iba dejando, en los fulgores del tiempo ido y la miseria del futuro, en la vergüenza de mi acto, en el estupor de mis compañeros al hallarme muerto a la mañana siguiente justo antes del recuento, en la reacción de los guardias, en el impacto que tendrían las cartas que había preparado para mi esposa, las autoridades de la cárcel, los hombres de la galera dos, zona uno, prisión de San Carlos de la Cabaña.

Las ingerí hasta que no quedó más que el papel de los envoltorios. Me dirigí al baño con una cuchilla de afeitar, nueva, entre las manos, que había escamoteado al jefe de la galera a la hora en que mandaron a rasurarnos. Me agaché, me corté el lado izquierdo del cuello con suavidad. Me fijé en el clavo de unas dos pulgadas de largo que servía para cerrar la puerta. En el lugar de la herida introduje el clavo y raspé la piel abierta. La sangre brotaba con fluidez, me sentía débil y mareado.

Con esfuerzo salí de la letrina y me metí en la cama. Me tapé con una colcha, anudé una toalla alrededor del cuello para que nadie se percatara de la sangre derramada. Sin embargo, mi vecino de los altos había venido observando mis pasos, no pasó mucho rato para darse cuenta de lo que sucedía. Gritó bien alto, despertó a todos. Ahora recuerdo en penumbras que alguien me conducía a la enfermería ubicada en la zona de los presos comunes.

Allí había un médico-recluso, el doctor Mario Zaldívar Batista. Al despertar me habían hecho un lavado de estómago y taponado la herida sin coserla hasta que un médico-militar mandó a cerrarla unas seis horas después. Un preso-enfermero, habituado a lidiar con caras sajadas, puñaladas y pinchazos, cerró la zanja del cuello. Quiero repetir unas palabras del Apocalipsis: “El mar entregó sus muertos y el reino de la muerte entregó los muertos que había en él; y todos fueron juzgados, cada uno conforme a lo que había hecho.” Aunque sobreviví algo se había marchado y se fue desde entonces.

Qué poemas escribiría, de qué clase de vida haría cantos, el pasado en fuga, el presente enterrado en una mazmorra, el futuro a cargo de los perros que caminarían entre las alambradas, los reflectores de las garitas, soldados que portarían fusiles con balas prestas a segar la libertad de quienes osaran escapar. De retorno a la galera nadie me trató como víctima, nadie me reprochó por cobarde, pero yo sabía que era un ladrón como afirmó el poeta.

En qué país viviría, en qué calles, cuáles olores abundarían, cómo serían La Habana y Santiago de Cuba, las gentes, las muchachas embarazadas, los primos de la infancia, las avenidas sucias y llenas de baches, los edificios y las casas del barrio, las guaguas, las oficinas, los estudios de radio y televisión donde había trabajado, los hijos, la mujer, este destierro en el hogar sólo visto por los ojos de la memoria, cantando bajito aquel son antiguo: “Oh, La Habana, Oh, La Habana, quien no la ve no la ama”.

Una vez inventé un personaje suicida que apuntó en su cuaderno estas meditaciones: “Con los años he buscado siempre la eternidad, lo que pudiera escapar al tiempo sin envejecer, más allá de la propia vida que nos ha tocado. Un poeta, digamos Lezama Lima, ha creído en la resurrección porque es imposible, sabiendo que la imagen poética es el único don concedido al hombre para alcanzar la fijeza. Es la vía para saldar las deudas con los vivos y con los muertos que forman nuestra existencia, siempre dentro de los límites de la fugacidad (“ah, que tú escapes…”), dando cuerpo y alma a criaturas que luego de estar entre nosotros pasan adentro, llenando con sus voces y sus maneras de ser nuestro universo creador.”

“No puede haber juicio concluyente sobre nadie hasta que la vida no haya sido borrada. Cuánto dejamos, cuál testimonio, ésa es la eternidad, ésa es la poesía, la respuesta a la muerte, la derrota a la vejez y al tiempo devorador, por la intemporalidad de la poesía, hecha en el lapso de una existencia se ha prolongado a sí misma con la sola juventud de la creatividad permanente”.

Poesía de lo sucedido, de lo anterior para anclar en la identidad extraviada, por la responsabilidad violenta de la literatura, capaz de convertir a una persona en un reo no metafórico de sus palabras. Reconquistar lo acontecido hasta que el futuro se imponga y haga la justicia, compartir el hambre, la soledad, las golpizas, los insomnios, el encierro, la incomunicación, la rabia, las furias, los rencores, las polémicas, los ríos divisorios.

Hasta que esa verdad no se asiente como la prueba de lo ocurrido y señal de lo evitable, no aceptar la concordia ni permitir que la vida se falsee ni se esconda en versos clandestinos. ¿Qué me propongo? No traicionarme para no ser traicionado. Seguir la espiral de las imágenes hasta el punto en que la vida merezca ser elogiada y no lamentada, forcejear con mi pasado para no hincarme de rodillas ante el presente y entregar los hilos del mensaje que estoy obligado a tejer para mis relevos.

Ésa es la lección de mi muerte truncada, esos los signos del compromiso. Vencer, incluso, el rencor para poder conversar con el funcionario que proclama: “nadie estuvo preso, jamás, por su obra.” Convencerlo de que miente y engaña, porque aquí más de una ha ido a la cárcel con su dueño. Un verso, una novela, un dibujo, un cuadro, un filme, una sinfonía pueden trastornar a burócratas y delatores.

La evidencia de que una persona escribe sobre estas melancolías es prueba de que el crimen ha sido cometido muchas veces. La propaganda enemiga no existe en materia de creación literaria o artística. No hay excusas para atropellar la razón ni la polémica. La nación pide que no se estanquen las ideas en las oficinas de unos pocos funcionarios jamás elegidos.

La propaganda enemiga promueve la autocensura, el miedo, los exilios internos y externos. Son propagandistas enemigos quienes se confieren la potestad de acallar a quienes discrepan, quienes pretenden imponer de qué forma y fondo son los versos y los destierros.

En una ocasión leí que en Latinoamérica la entrada de un escritor a la prisión constituye un natural accidente de trabajo. Es cierto. Acá, en Cuba, donde la veleidad institucional es la norma, donde los ministros cambian como los partes meteorológicos, nada resulta más permanente que un calabozo. Hágase la estadística y se comprobará que desde 1959 en la Unión de Escritores y Artistas ha habido más bajas, proporcionalmente, que en las unidades militares y policiales.

No nos engañemos. Ni los escritores ni los artistas hacemos propaganda enemiga. Ésa es una clasificación del poder para atemorizar a los que ejercen el pensamiento independiente. Hay muchas incongruencias en Cuba: se fundan editoriales al mismo tiempo que se construyen prisiones, se abren las puertas al turismo extranjero, pero no a las ideas; se inauguran escuelas y se siembra el país con agentes policiales; se repudian la tortura y la pena de muerte en congresos internacionales y se practican ambas detrás de nuestras propias murallas; se cierran cuarteles, pero se levantan unidades militares.

Quienes promueven la propaganda enemiga son los mismos fabricantes de las desigualdades señaladas arriba. Las amparan los colaboracionistas que callan o aplauden el encarcelamiento de un disidente. Felizmente, el pueblo de Cuba no está casado con el gobierno actual hasta que la muerte los separe.