Sunday, June 30, 2019

La poesía como resistencia: homenaje a Armando Álvarez Bravo (1938-2019)*



Por Pío E. Serrano
Armando Alvarez Bravo
Querido amigo y autor de esta casa, Armando Álvarez Bravo nació en La Habana el 5 de diciembre de 1938 y falleció en Miami el 22 de abril de 2019. Ha muerto en tierra extrajera quien siempre padeció el destierro como la expulsión de un Paraíso secuestrado: “Viví cuarenta años en  Cuba  sé lo que es vivir  en una sociedad totalitaria”. Fue profesor en la Universidad de La Habana y  perteneció a la dirección del Centro Cubano de Investigaciones Literarias de la Real Sociedad Económica de Amigos  del País, donde dirigió las colecciones Biblioteca Básica de Literatura Española, Biblioteca Básica de Autores Cubanos y la colección de Viajeros. Fue miembro de la Academia Cubana de la Lengua, correspondiente de la Real Academia Española y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española. Poeta, ensayista, traductor y crítico literario y de arte. Colaboró en numerosas publicaciones periódicas de Cuba y el extranjero. Su recopilación y prólogo de Órbita de Lezama Lima (1966) se convirtió en  consulta obligada de quienes quisieron explorar el hermético universo poético del autor de Paradiso.
         El miembro más joven de la generación del Cincuenta –llamada por él “la generación arrasada”-, en Cuba publicó dos libros de poesía El azoro (1964) y Relaciones (1973).  Al valorar ambos volúmenes y comentar las circunstancias de su recepción en la isla, el investigador Carlos Espinosa escribió: “Es  comprensible por eso que participen del refinamiento técnico, la apacible nostalgia y una poética desligada de cualquier inmediatez ideológica y social resaltados por los críticos en El azoro y Relaciones. Unos atributos distintos de los que entonces definían las normas de la poesía cubana de ese momento (las temáticas políticas y de actualidad, el coloquialisno, la afirmación), y que contribuyeron a que su  obra fuese un tanto marginada y escasamente  difundida” (El peregrino en comarca ajena, p. 116, 2001). De hecho, la edición de Relaciones fue secuestrada poco después de salir de imprenta.
         Con  su llegada al exilio madrileño en 1981, desarrolló una activa vida intelectual y continuó su impulso creador, siempre signada su poesía por una impronta confesional y meditativa, por el desgarramiento de la existencia y de sus dones, y una velada huella de ironía. Con Nietzsche, gustaba repetir: “He escogido el exilio para poder decir la verdad”. En 1981, con su  libro Para domar un animal, gana el Premio Internacional de Poesía “José Luis Gallego” (1981), y en 1982 publica Juicio de residencia que, al igual que El hombre junto al mar (Barcelona 1980) de Heberto Padilla, consagra la presencia de la poesía cubana en el exilio, donde la historia, la común y la propia intransferible, organiza un severo y lúcido testimonio sobre la exploración de la verdad, el cuidadoso cultivo de la memoria y la apasionada vocación por la palabra escrita..
         En  1985 se instaló en Miami para reencontrarse con su esposa Tania y sus hijas, Liana y Lourdes. Retomó su actividad universitaria, y ejerció como crítico literario y de arte para El Nuevo Herald. Fue uno de los fundadores del Pen Club Cubano del Exilio. Durante su exilio norteamericano, entre otros, publica El  prisma de la razón (1990) y Naufragios  y comentarios (1993), donde Espinosa “advierte la evolución de un creador cada vez más maduro, seguro de sí mismo  de su lenguaje, que aquí adensa y resume sus mejores virtudes” (ídem). En 1996 aparece Trenos, un volumen breve pero de gran intensidad expresiva, ilustrado con dibujos de Ramón Alejandro. Sobre Cuaderno de Campo (2009), Armando de Armas escribió: “es un libro abarcador de los temas que han obsesionado al poeta durante su existencia, un recuento, un  legajo notarial de la relación  del poeta con su conciencia, con la supraconciencia, con Dios”.
 Publicó dos volúmenes recopilatorios –A ras de mundo  (Verbum, 2007) y Siempre habrá un poema (Visor, 2012). Sobre el primero, Manuel Díaz Martínez escribió que en sus páginas: “cifra la gravitación humanista que el poeta  ha dado a su escritu
ra, esa escritura suya tan austera de lenguaje, cuanto espléndida en sutilezas, en la que me parece sentir los pasos, lejanos pero reconocibles, de San Juan de la Cruz y Antonio Machado, dos maestros españoles de  mi amigo y  míos”. En el prólogo al segundo título, el autor de Paso a nivel (Verbum, 2005) reconoce “la obra de un genuino e hipersensible creador como Armando Álvarez Bravo es un mosaico que crece sin pausa tramo a tramo, incorporando las porciones del mundo que el incesante azar le  va añadiendo”.
          Siempre pensé que sobre la existencia de Armando Álvarez Bravo, su imaginario proyecto vital, flotaba la imagen de aquel capitán de cargueros británicos, recio y tierno, un pesimista de arraigada sensibilidad humanitaria. Un severo marino que navegaba por los siete mares, al tiempo que observaba la especie humana con la curiosidad del que ausculta su fragilidad y su grandeza. Un escritor que concedía a algunos de sus protagonistas un breve puñado de virtudes, entre ellas, la fidelidad a unos pocos principios. Consideraba Joseph Conrad, y Armando tomaba nota, que esta fidelidad protegía al hombre ante la nada, la barbarie, la violencia, la corrupción, la ambición. Armando, un hombre de gabinete, conservó siempre un alma adolescente propicia a la ensoñación de una vida paralela anhelante de aventuras imposibles. De aquella ilusión, sin embargo, arraigó en él la heredad de un carácter, el compromiso de una fidelidad.  Y la calidad de una  mirada que huía de la complacencia.
Un escritor total. Leal a la amistad y a sus principios. Más allá del ruido y de las vanidades, deja una extensa obra ensayística, y una veintena de títulos poéticos que constituyen, junto a los de Heberto Padilla y Manuel Díaz Martínez, un excepcional cuerpo poético de belleza y resistencia.

*Texto aparecido en la página de la editorial Verbum.

Friday, June 28, 2019

Cuba, de la imaginación y lo corpóreo (Parte III y final)


Por Manuel Gayol Mecías

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Porque somos humanidad

¿Sería, entonces, necesario seguir definiendo nuestra mezcla?… Pienso que lo que sí viene a ser necesario definir es —y en ello acudo al conjunto de ideas que ha expresado quien fuera profesor de filosofía de la Universidad de La Habana, Enrique Patterson—21que, independientemente de la mezcla, entre los cubanos existen minorías que hay que tener en cuenta, me refiero a la negra y a la china. Minorías que son base medular e ineludible de una identidad para nuestros primeros tiempos. Lo que sucede es que, en mi criterio, con el tiempo y la entrada de nuevas y muchas razas, la identidad cubana se ha venido haciendo indefinida…



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En relación con las minorías, habría que decir que, aunque estemos mezclados, estas comunidades mencionadas necesitaban (y necesitan) su articulación, organización y respeto dentro de la sociedad cubana de todos los tiempos; quiero decir, desde antes de 1959 y después de ese año, y hasta posterior a un legítimo cambio en lo adelante. Hablo, repito, de que estas comunidades se organicen y fortalezcan como tales. Así veríamos la única forma de que en un futuro cambio (me refiero a un cambio verdadero en democracia, no me cansaré de repetirlo), se podrá trabajar en serio para eliminar el racismo del blanco hacia el negro; incluso, el racismo a la inversa: del negro que, por reacción, pueda discriminar al blanco, en caso de que en una época venidera ocurriera otro tipo de variante étnica y social, en que la población negra se hiciera mayoritaria y, al mismo tiempo llegara a tener una gran importancia económica y social.

     Pienso que uno de los grandes errores sociales de la dictadura castrista ha sido no reconocer nunca a las minorías como tales, como minorías, en aras de identificar la potencialidad y posibilidades de estas comunidades (negras, chinas, judías, etc.) dentro del tejido social. Cada una de ellas podría haberse desarrollado en función de lo que podría aportar a la sociedad, sin que mediara, claro, ningún concepto racista, simplemente, por ejemplo, por las tendencias sociales, laborales y profesionales a las que se inclinaran cada una de estas razas vistas y organizadas como comunidades. Es este el factor que ha primado en Estados Unidos, en relación con el enorme entramado de razas y culturas que forman la sociedad estadounidense; y creo que asimismo funciona en otros países europeos. Si los chinos, en los años 50, se especializaban en lavandería y hortalizas, pues debió ayudárseles a desarrollar esa faceta; si los afrocubanos se han inclinado siempre por el deporte, la música y la medicina, pongamos por caso, pues ayudémosles de la misma manera a buscar los caminos de esos empeños; si a los turcos, los rumanos, les gusta el comercio o el laboreo, compra y venta del tejido de ropas, del trabajo con las telas y alfombras, digamos, pues que así sea. Pero para ello tiene que haber en el país no solo una organización industrial, sino además un reconocimiento de la especialidad dentro de la diversidad. Si los judíos resaltan en las ciencias y en el comercio, pues manos a la obra. Pero para ello se necesita asimismo que el Gobierno tenga conciencia de la importancia de un orden comercial. Pero nunca ha habido conciencia de la división del trabajo, de la profesionalidad, de la vocación. Siempre en Cuba, al menos en esta etapa que va de 1959 hasta la actualidad de 2019, se ha creído mal, o peor: no se ha querido creer en la vocación, en la inclinación profesional que pueda tener cada persona y todo, en este aspecto social y educacional, se ha manejado como un asunto masivo; como lo que el Gobierno ha necesitado en determinado tiempo. (Lo que la necesidad pida; si se necesitan médicos, para enviarlos alquilados a otros países y explotarlos como si fueran entes robóticos, pues se lleva a que la mayor parte de los estudiantes estudie medicina, y todo el mundo echado en el mismo saco).

     No quiero decir, con lo que he explicado ahora, que los negros cubanos que hayan querido estudiar veterinaria o genética clínica no lo puedan hacer. Al contrario, debería dársele todas las facilidades posibles. Pero, por lo general, cada minoría ha tenido sus inclinaciones profesionales, incluso culturales. De ahí que se haga hincapié en ello. Es como ver que el que nació con el talento de músico, posiblemente no va a ser un buen pintor o buen abogado si se les obliga directa o indirectamente a estas profesiones. O como el que nació para el deporte no va a ser bueno en otra cosa si no se le facilita la posibilidad para el deporte.

     Si fuéramos a recomponer una historia de nuestra identidad, aun cuando el mismo José Martí dijo que “ser cubano es más que negro, más que blanco, más que mulato”, no podemos olvidar nunca —pensando en que cubano sea sinónimo de humanidad— que el negro, el mulato, el chino y el blanco somos también nosotros mismos en búsqueda recíproca, pero que además somos también cada uno en su perspectiva; en la perspectiva de sus genes, en la perspectiva de su evolución.

     Por este mismo deseo martiano, que al mismo tiempo es un derecho y una aspiración, el blanco, en la política social del futuro cubano, no puede desmembrarse de estas etnias, debido a que son la relación natural y cultural de nuestro origen y porque somos humanidad, en la práctica real, con los mismos derechos y las mismas obligaciones. Creo que esto fue lo que quiso decir nuestro apóstol José Martí. En este sentido, lo que quiero significar no es solo hablar del reconocimiento del negro, el mulato y el chino, y todas las demás etnias existentes en Cuba, sino además apoyarlos en sus reivindicaciones, porque somos humanidad, porque los cubanos ni nadie debemos ser racistas y por el caudal de explotación y discriminación históricas a que siempre estuvieron y han estado sometidos los negros y los mulatos, incluso y en mucho, después de 1959.



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(o la definición de la indefinición)



Creo que lo primordial, si tenemos que exponer de dónde venimos, diríamos que fue desde un punto dado en algún momento de la historia, en que cuajaron los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las aborígenes, primero, y más tarde los espermatozoides de los españoles con los óvulos de las negras africanas, y más acá los espermatozoides y óvulos de los negros y los chinos, y de los demás que fueron llegando a la Isla. Y todo esto fue incluso antes del Diluvio de 1959. Imagínense lo que ha sido más tarde. El asunto es que no somos iguales, sino que somos diferentes y de todo un poco, y venimos de la circunstancia del tiempo y del espacio; en todo caso, hemos sido algo, somos algo que se constituye —me atrevo a decir— en una marca profunda a fuego lento que se llama cubano, y que es una incisión tan honda que aún no tiene conclusión, e intuyo que es porque se está rehaciendo en el tiempo, porque hemos tenido el destino histórico, quizás, de que nos estuvimos reconformando por las distintas épocas que hemos vivido en nuestras circunstancias económicas, políticas y sociales; y por eso, porque nos estamos rehaciendo siempre, no tenemos la definición final o tenemos la definición de la indefinición.

     La Isla es el “crisol”, un recipiente muy fuerte donde caben nutrientes de muchos tipos y resiste “la acción del fuego sin alterarse”, por lo mismo, quizás, no se ha hundido en el mar, cierto. Por eso también somos un conjunto, a modo de galaxia, que se dice y se desdice; somos pura contradicción; somos como el aceite y el vinagre y de ahí su mezcla; el limón y el azúcar y al mismo tiempo su agridulce; la sal y el azúcar y hacemos el salao con dulce.  Así venimos de los fondos de los fondos, de reminiscencias aborígenes (recuerden las palabras batey, baracoa, güira, henequén, guano, bijirita, biajaca, colibrí, arique, canoa, guayo, huracán, yagua, entre muchas; o frutas como la guayaba y el mamey y viandas como la yuca); y entre los españoles también fueron los andaluces (bacalao, candela, escarpín, chicharro, habichuela, cherna, bregar, bravo, adición, prieto, andar, comer, juma, amarrar), y los extremeños (carrilera, solfa, mollera, pelú, larguirucho, hoguera, desgañitar, flama, encandilar, colar) y los de Castilla y León (con el castellano, que nos ha dejado hacer nuestra norma muy singular) y todos ellos nos dieron su pinta, ejemplo, los de Asturias y de Galicia; y bueno, es repetido eso de que venimos un poco del pigmento negro (de Nigeria y Calabar) y mucho del pigmento blanco, desde los tiempos del caucásico o indoeuropeo ligado con el norafricano y el de la península arábiga, como que esto es una repetición, pero venimos de esas razas, insisto, surgimos de la diversidad.

     Los aborígenes duraron poco. Por esa razón, los españoles trajeron a los negros esclavos22. Y a partir de ahí los gallegos empezaron a mezclarse (los cubanos le decimos “gallegos” a todos los españoles, como asimismo le decimos “chinos” a todos los asiáticos), y la cuestión es que esa mezcla nunca se agotó, y menos cuando vinieron otros, recordemos que los ingleses estuvieron un tiempo en La Habana, y hasta unos cuantos franceses y haitianos —como ya hemos mencionado—; los chinos también llegaron en cantidades importantes y se mezclaron; los estadounidenses, increíblemente, fueron más silenciosos pero también estuvieron; bueno, quiero decir: los anglosajones y hasta los nórdicos (creo que siempre han estado en Cuba, al menos, en los deseos de muchos, de tantos que creo podría decirse de una gran mayoría); los judíos se aparecieron después de la Segunda Guerra Mundial, probablemente fueron pocos pero se mezclaron; unas cuantas rusas, checoeslovacas y alemanas, a pesar de sus culturas extrañas para nosotros, vinieron con sus esposos cubanos y se quedaron (después del Diluvio de 1959 hasta los 90, más o menos), así como muchos cubanos anduvieron por allá; por Rusia y por Hungría y Rumania, y Polonia, y algunos se quedaron y otros regresaron, pero los cubanos siempre se mezclaron. Y las nuevas ligas y mezclas nos han venido ofreciendo algo, dándonos un grupito de genes, de neuronas y pigmentos, y la cadena del ADN se hizo más compleja, indiscutiblemente más compleja23. Después, en la medida en que el Diluvio del oprobio, la corrupción, la desfachatez y la falta de libertad se arraigaban más, nos desperdigamos por el mundo, principalmente por Estados Unidos y España (¡Siempre España! ¡Qué paradojas tiene la vida, caramba!; ¡para el cubano ahora España es como el Nuevo Mundo!), por Canadá, Gran Bretaña, Alemania y Francia, y hasta hemos ido a parar a Suecia, a Suiza, a Perú, a Venezuela, a Ecuador, a Chile, a Brasil y Argentina, y a Costa Rica y a Israel, y asimismo por el Amazonas, y no dudamos que hasta en el Polo Norte, o en la Luna o Marte aparezca un cubano algún día… Y la cadena se ha seguido haciendo más compleja, digo, indiscutiblemente más compleja; incluso, repito, mucho más después del año 1959, cuando poco a poco la gente tomó la decisión de irse; y resultó ser un proceso lento, pero aplastante, porque no solo se iba escapando el rico, sino el de clase media y también el puro prole, el mero pobre, todo el mundo que ha podido irse, pues lo ha hecho. Fue entonces cuando comenzó la devastación y el caos después del Diluvio (es decir, después de 1959)…



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De la mezcla a la utopía

de la imperfección



En realidad, lo otro que quiero expresar es que somos indefinidos, una manera sensible de ser, en gestación, en espiral (hacia adelante antes de 1959, y hacia atrás después de ese mismo año), probablemente nunca acabaremos de definir nuestra identidad si cuando suceda la verdadera transición; es decir, cuando se acabe de despertar de la pesadilla que ha embobado al isleño durante 60 años, aunque de una u otra forma, por fatum, por el azar o por el destino, por lo general nos seguimos mezclando, nos seguimos cruzando con una breve frecuencia. Así seguiríamos con nuestra perspectiva cultural como seres híbridos, como seres diversos. Ese ajiaco que definió Fernando Ortiz es eso, en lo biológico y lo cultural, sí, ajiaco de genes, pero un ajiaco, una mezcla que, a pesar de las fuerzas visibles e invisibles de las imposiciones, se va ampliando, se va complejizando, haciéndose cada vez más universal, más cósmico y espeso. Es como decir que somos la perfecta imperfección, lo que podría ser mi criterio personal de la utopía.

     Y aquí entramos en la manera de cómo vivir, incluso de cómo soñar, pues lo más importante es trazar nuestra línea de vida, como si fuéramos un nuevo Sísifo que, de tanto sacrificio, cargando siempre la misma piedra, ahora ya no sufrimos, porque hemos descubierto que, en realidad, la roca nunca es la misma.

     Hablar entonces de “la perfecta imperfección” es, a mi juicio, un tanto intentar volver a definir el concepto de “utopía”. Me baso en uno de los principios progresivos que nos legaron los griegos, el sentido del “mejoramiento constante”, lo que constituye un aserto para el desarrollo del hombre. Sabido es que para llegar al clásico concepto de utopía, habría que creer y lograr la finitud máxima del progreso, y esto también sabemos que es imposible (por eso a la perfección se le llama “utopía”). Una sociedad se encuentra en cambio constante si, al menos, intenta cumplir los principios económicos, jurídicos y políticos de un conglomerado social normal (ello, por supuesto, no es el caso de la Cuba de ahora; quiero decir, de la Cuba después de 1959). En fin, el ser humano, como especie social y en evolución, no admite estancamiento ni finitud; por tanto, su utopía como ser social es la continuidad, y para que exista continuidad tiene que existir la “imperfección”; es decir, el hombre tiene que superarse constantemente, y cuando de ello hace un objetivo y lo organiza, lo ordena, lo estabiliza y lo cuida, entonces en la dirección hacia adelante de su espiral puede decirse que su vertical es recia y apunta largo, y que su utopía es la “perfecta imperfección”24.





21 Consúltese: entrevista [a Enrique Patterson, por Encuentro en la Red]: “La ideología del calesero”, en Encuentro en la Red, viernes 3 de diciembre de 2004. También puede buscarse en Google o Yahoo!, poniendo el título de la entrevista.
    

22 Consúltese a Fernando Ortiz: Hampa afro-cubana. Los negros brujos, op. cit., p. 4.

23 Este problema de la complejidad se suscita por la rapidez con que el cubano o la cubana hacen los cruces en su transculturación. Pienso que debido a la psicología tendiente a lo sensual y al mismo tiempo a su proyección a crear familia, la ligazón de genes trae nuevas posibilidades hereditarias que vienen en aquel que de la pareja no es cubano. Esto hace que, en un proceso de tiempo prudencial, los cubanitos que nacen tengan diferentes disposiciones, rasgos y habilidades, y hasta quizás gustos que conforman nuevos planteamientos culturales.

24 Aunque todo se complicó, insisto, a partir de 1959, cuando el desarrollo de la “imperfección” se detuvo, porque no engranó con el supuesto acendramiento de un espejismo que se proponía “limpiar y purificar la sociedad toda con el nuevo pensamiento revolucionario”. Las ideas ilusorias de los mitos, ya degenerado en espejismo, nublaron las entendederas de una buena cantidad de cubanos, que se dejaron llevar por verdades a medias y falsedades disfrazadas de romanticismo, y que inconscientemente dejaron de moverse entre los umbrales del alma imaginaria y el ego corpóreo. De aquí que el progreso que venía de la imperfección se detuvo y dio paso al estancamiento y retroceso de la supuesta Revolución hacia el futuro que conocemos hoy en día… Fue el triunfo de un nefasto ego “revolucionario”, que es lo mismo que decir un “ego irracional involucionario”.



Thursday, June 27, 2019

Cuba, de la imaginación y lo corpóreo (Parte II)


Por Manuel Gayol Mecías

II.- Del ajiaco de los genes

(a la utopía de la imperfección)

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Antes de la hecatombe



Resulta bien complejo el hecho de comenzar a hablar de distintos aspectos de la historia de una nación o de un país… o bueno, de una Isla como la nuestra. Pero, como quiera que sea, Cuba empezó con la pura diversidad del aborigen, el caucásico y el africano, y después continuó con el mulato, el chino y muchísimos más que ya no son solo pintas genéticas, sino además categorías humanas de otras geografías que vinieron surgiendo a través del tiempo13.

     Así tenemos que, con los años, después de los canarios, andaluces y catalanes, encontramos a los gallegos y asturianos, y más tarde fueron haitianos, jamaiquinos, puertorriqueños, franceses, estadounidenses, ingleses, italianos, griegos, judíos, sirios, turcos, palestinos, armenios, polacos, rusos, alemanes y rumanos, entre tantos14; o sea, que nuestro país, al igual que Argentina, Brasil, Estados Unidos y otros en el planeta, ha sido un país de inmigrantes…15. Pero eso fue, más bien, durante la República hasta 1959. Posteriormente, Cuba pasó a ser un lugar de donde todo el mundo ha querido (y quiere) marcharse. 

     Por la razón de la diversidad, sabemos que el hecho de ser (existencia por sí misma) implica la pasión, la inteligencia, la intranquilidad y la paciencia; implica el amor y el odio; implica la pereza y el esfuerzo; la ignorancia y la sapiencia; la charlatanería y el respeto; implica la burla y la seriedad y, por encima de todo, implica la voluntad de querer ser y de querer ser mejor. De hecho, la imaginación y el empecinamiento se mezclaron con la nostalgia y los sueños de los cubanos.

     Pero también encontramos el miedo psicológico (que ya tenía sus hondas raíces desde la Conquista y la Colonia. Hay toda una historia del miedo de los cubanos que habría que estudiar para contarla; una historia que creo comenzaría desde la misma llegada de los españoles a esta tierra), el miedo a causa de la imposición, el miedo y la confusión a vivir sin identidad en un principio, el miedo a desaparecer como persona, a no ser nadie, a saber que la vigilancia un día puede tocar a la puerta y entonces ha de comenzar el horror, pero por sobre ello, a veces, en algunos —no en todos, por supuesto—, se ha dado la audacia irrefrenable, el hecho de sobreponerse a cualquier opresión y trance, y a no tener paz consigo mismo hasta alcanzar el horizonte desconocido… o perecer; perecer por el mismo miedo a vivir en opresión.

     Estas actitudes y supuestos se encuentran en el cubano, entre tantos otros aspectos buenos y malos; al menos, al cubano inmediato para un proceso cultural de 500 años y un poco más. La persona así puede recibir y entregar cultura por su riqueza antropológica. De esta riqueza étnica y cultural surgen proyecciones y reflejos genéticos de lo que puede ser capaz de gestarse en una sociedad multirracial y multicultural como esta, una complejidad antropológica que deja entrever los aspectos negativos —como en cualquier sociedad del mundo— al tiempo que va potenciando su progreso, en un avance lento pero innegable. Desde esta perspectiva, a mi modo de ver, y por encima de las adversidades humanas que ha conllevado a lo largo de la historia el hecho mismo de ser cubano, este de manera inconsciente se proponía una superación de sí mismo (esto podría verse más claro si se analizara, pienso, los años de la década del 50, y quizás también del 40, del siglo pasado; perspectiva para estos años que habría que buscar en las obras de don Fernando Ortiz, uno de nuestros más lúcidos pensadores); superación física y mental, una y otra vez, que hacía que el individuo avanzara a un estatus no solo de dinamismo y civilidad, sino de mayor identidad cultural, incluso para una perspectiva de nación16… Esto habría sido el cubano en una situación anterior a 1959, con sus problemas, hallazgos y deslices, pero siempre con una historia que venía en ascenso evolutivo, anterior a la Debacle, al Diluvio, a la Hecatombe.

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La carambola de la suerte, los seres de la

incertidumbre y el ser para sí



En el cubano interesan todas las posibilidades que conformaron su origen, porque nos consta como un problema siempre latente de identidad; sí, por la cruzada ascendencia multirracial que nos compete; por integración de genes e interrelación de culturas. Y es que conformamos un conjunto humano complejo, una especie de carambola de la suerte, para decirlo con un poco de sorna, debido a que somos seres de la incertidumbre y, de alguna forma, la interrogante del azar anda en nosotros; en otras palabras, que de tantas características que nos toca por nuestra historia biológica, también hay que añadir lo histórico, lo divino, lo cósmico y lo universal. Por ello, en cuanto a carácter y temperamento, y demás rasgos, claro que somos diversos y sorprendentes…  Eso sí, sorprendentes como cualquier pueblo, aunque nosotros mismos nos creamos diferentes.

    Pongamos un ejemplo de asombro: a simple vista, hemos hecho indagaciones y nos encontramos con estudios inesperados de antropología, y cuál es la sorpresa entonces si no es saber por un reciente ensayo, de buen carácter científico —al menos, eso parece—, que los británicos no vienen de los anglos y los sajones como se pensaba, sino de pescadores españoles, de las regiones de Galicia y la Cantabria, puesto que estos estuvieron en el Reino Unido hace unos 6,000 o 7,000 años. ¡Increíble!, ¿verdad? Este estudio lo aporta el antropólogo Bryan Sykes en uno de sus libros17, una investigación que desarticula la teoría de que los celtas vienen de Centroeuropa. Y, por otra parte, y tan despampanante como este hallazgo, vemos que en el mes de noviembre de 2007 el Centro Nacional de Genética Médica de Cuba dio a conocer —cosa rara, ¿verdad?; quiero decir, el hecho de que sea un centro oficialista el que lo diga— “que los cubanos tenemos en el código genético nacional un 73.8 % de herencia caucásica; es decir, europea; un 16.8 % de africanos y un 9.4 % de indocubanos y asiáticos”18. Este estudio habla de que unas siete generaciones (yo supongo que más) de cubanos hemos ido componiendo “el crisol de etnias” al que se refiriera el antropólogo cubano Fernando Ortiz. Y para mayor sorpresa añade su autora, la directora del centro oficialista en ese entonces, Beatriz Marcheco, que “los mestizos o mulatos poseen hasta un 64 % de legado genético europeo y un 31 % de origen africano, casi dos veces más de europeos que de africanos”. Pero lo que también este hecho corrobora, concluye la noticia sobre el estudio, es que en realidad en Cuba “el que no tiene de congo tiene de carabalí”.

     Lo que podría querer decir asimismo que del 9.4 % de indocubanos y asiáticos, muy probablemente un 5 % vendría de los siboneyes, nuestros nativos más originales, que pudieron habernos legado algunas de sus características como podrían haber sido las de la música y el baile (además de la fuerte herencia musical de los negros africanos), ya que, al parecer, algún que otro estudio histórico lo ha tenido en cuenta19, creándonos también la tentación de pensar que muy bien otras características estarían latentes en su diapasón de posibilidades.

     Pero, entre tantas cosas, lo que me interesa aquí es que, si nos vamos por ese camino de Sikes, ¿podríamos entonces decir que los cubanos también descendemos de los celtas? Y si esta idea tomara fuerza en las llamativas investigaciones de la Marcheco, no dudo que empezarían a aflorar ensayos y nuevos estudios en los que los cubanos encontrarían que los mambises eran tan valientes y caudillos porque, de alguna manera, ya traían el germen de esos conquistadores celtas. Por este sendero —un poco o bastante turbio, según cómo se mire— habría que hablar tanto de los romanos como también de los godos, visigodos y ostrogodos, a la manera de otra raíz ancestral de los isleños… Y que conste, sí, estoy hablando de esa pretensión (o del ombliguismo del mundo) tan connatural e histórica de la antropología que el cubano heredó de los españoles. En fin, que es un camino, como dije, tan sinuoso como un laberinto, pero que podría conducir a extraordinarias y funestas sorpresas, como sería el hecho de encontrar el enlace con el hombre-mono y hasta con el eslabón perdido.

     El asunto es que, en el caso del cubano, una de sus características notorias, es que le gusta estar en todo lo que parezca de gran importancia. Una cuestión puramente egotista. Para nosotros ha sido necesario que esa presencia esté en el centro de la importancia. Pero esto ha sido siempre un arma de doble filo: “el estar en todo” implica el querer ser el bueno y el malo de la historia, no importa, uno u otro, pero “ser” o “estar”; el estar aquí o allá, pero “estar”; llegar o irse, pero “dejar una marca” de su presencia. De manera indiscutible, esto que ya va siendo un ego que tiende a lo irracional.

     En realidad, es algo bueno, por lo “emprendedor”, por lo “activo” para ocupar espacios; pero al mismo tiempo es malo, por lo de “abarcador”, por lo de convertirse en alguien negativamente individualista al que no le importa separarse de su sociedad, de su prójimo. En relación con esto hay un dicho que ha tenido resonancia en Cuba también, y es ese de que “el que mucho abarca poco aprieta”. Es bueno ser así cuando las causas son justas, pero es como todo: “abarcar” también significa “rebasar nuestras propias posibilidades”. Lo que sucede es que el cubano, verdaderamente, a la hora de hacer o de ser, pues no toma en cuenta hasta dónde llegan sus posibilidades. Se podría decir que, a la hora del cuento, no le importa que hablen bien o que hablen mal, sino que hablen, que lo mencionen, que al menos él aparezca en la película. ¿Es un tanto, tal vez, el síntoma de Donald Trump? (aunque este de cubano no parece tener nada, bueno, realmente, en su gestualidad de discursos sigue una rima parecida a la de Fidel Castro). Esta alternativa de contradicciones es una de las tantas cosas que podría hacer del cubano un ser extraordinariamente complejo; y es lo que supongo, también de alguna manera, ¿haría del isleño, por lo general, un bipolar? No obstante, podríamos hacer una comparación del cubano, por épocas, y tendríamos quizás el acierto de confirmar que, en realidad, el cubano venía en progreso cambiante desde que salió de la Colonia a la República, y hasta que llegó al año 195920.

     Cuando un cubano, de estudio o ignorante, se deja llevar por su tendencia irracional es entonces que añora escuchar los discursos violentos; se regocija con los escándalos públicos; no le interesa en lo más mínimo las normas de la cortesía; busca centrar todos los ojos de los demás en él; y cae con una extrema facilidad en el abuso, en la vociferación constante de improperios, en descalificativos, en su juntarse con otros como él para sentirse más fuerte y lo que quiere es agredir, dar golpes y producir odio. Porque este se hace así el ingrediente esencial de su ego. Y este ego se fue a las nubes; no le importa ya estar separado de lo constructivo; del ego necesario para enfrentar la vida o, digamos mejor, las circunstancias. Esta instancia violenta del cubano se ha incentivado mucho a partir de la “Revolución”, cuando los dictadores Fidel y Raúl Castro et al lo incorporaron como estrategia de intimidación, principalmente, en su control de las calles y de mantener coartada la voluntad democrática del pueblo.

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El “ego de ser para sí mismo, por encima de todas las cosas o tener para poseer más poder” nunca intenta sacrificar nada, sino más bien tiende a poseer, sobre todo, sin importarle el daño que pueda hacer a su alrededor. Incluso no le importa su propio dolor, si a ese dolor le puede sacar determinados momentos de protagonismo. Este ego en su acción, en su conducta, puede parecer superficial, aun fácil de criticar; pero en su interior hay toda una complejidad en su relación imaginación-corporeidad. Encontramos una realidad de imaginación falseada porque, en esencia, no hay una sustentación corpórea, física, que en su problemática apunte a lo social.

     De esta manera, la imaginación-corporeidad debe ser una relación armónica, verdadera; una imaginación que esté acorde con la realidad física de lo que rodea a la persona o a la sociedad en un país, en su momento preciso. Este entrelazamiento, individual y social, es la garantía de que nuestra manera de pensar debe estar en consonancia directa con lo que se encuentra pasando a nuestro alrededor. Los hechos, sus relevancias, también entran activamente en nuestra imaginación.

     Cuando la realidad física no está en relación con la imaginación; es decir, la relación se encuentra desfasada, la imaginación está falseada; la imaginación (tanto del individuo como de la sociedad en su conjunto) se hace falsa; es una imaginación confusa que da cabida a mitos negativos; simplemente porque no está sustentada por una base real de sólidos hechos concretos, que es como decir que la realidad física, las circunstancias objetivamente sociales andan por caminos muy distintos.  


Wednesday, June 26, 2019

Cuba, de la imaginación y lo corpóreo (Parte I)


(Estos ensayos son partes del libro 1959. Cuba, el ser diverso y la Isla imaginada, presentado en Miami durante el Festival VISTA del mes

de diciembre del año 2019)



Por Manuel Gayol Mecías



1

Contexto, circunstancia y materia



La Imago es algo muy diferente a lo corpóreo. Son límites paradójicos. Lo corpóreo, físico o material es como la suma de las posibilidades más extremas ante la Imago, pero que hasta ahora no han logrado alcanzar el umbral de la transición, que nada más podrá darse en algún momento futuro de la evolución mediante la poesía-fe-espiritualidad.

     La Imago, entonces, es la suma de la inteligencia y la sensibilidad, de los puntos espaciales y el destiempo, y asimismo es el sentido de la ubicuidad; es todo el sentido energético de lo imaginario. La Imago así resplandece como esperanza de transformación; es la posibilidad de volver a retomar el camino que venía del origen; a que haya un paso real hacia Dios (o hacia el universo o hacia el centro de sí mismo), aun cuando muchos seguirán pensando en sus dioses, pero serán, todos, la reconformación de un solo Dios (o de ese cosmos exterior o interior).  

     Para ello lo corpóreo tiene que regresar a su latencia en conexión con lo imaginario. Y la imaginación tendrá que volver a su movimiento positivo que la hace contactar con lo físico. Entonces la imagen del poeta que somos otra vez será auténtica.

     La Imago permite regresar de la oscuridad negativa a través de la experiencia, que está relacionada con el hecho de decir que conocimos la terrible soledad de la Nada. En la asimilación de esta larga y cruenta experiencia se encuentra la fuerza (paradoja al fin, la Nada nos da la fuerza), y esa fuerza de la experiencia tiene que ser comprendida y valorada como tal. Nuevas generaciones tendrán que luchar contra sí mismas, para no dejarse llevar otra vez, por imágenes virtuales, por luces ficticias que envuelven la verdadera oscuridad de esa vacuidad devoradora.

     El cubano deberá crear entonces, con sus mil formas diferentes, la posibilidad de volverse a conectar con su centro, que es la imaginación en su juego perdurable con lo corpóreo (contexto, circunstancia y materia), y para ello, el cubano tiene que regresar a la poesía en su expresión más libre, vinculándose estrechamente con el mundo de las luces y las sombras, que van y vienen, que entran en lo físico y entran en el espíritu, y forman el presente que no puede detenerse. Siempre ha de estar en movimiento perpetuo, que es cambio (por supuesto —en el caso de los creyentes— hasta su unión con Dios, que es movimiento y quietud al mismo tiempo y que, por ende, es ubicuidad).

     Cuando el cubano alcance este estado de ser otra vez, empatará el ciclo roto de la espiral y su identidad empezará a avanzar de nuevo. El reino de lo corpóreo-imaginario es la naturaleza misma del cubano; es su Realidad. El centro que siempre ha ejercido su fuerza centrípeta. Es el manantial del ámbar como fuerza transparente, netamente invisible pero sentida. Es el andar poético en el que la noche del trópico resplandece otra vez, y las ciudades, los montes y el mar de la Isla recuperan su imagen anterior, quizás idílica pero auténticamente zalamera, tierna, inteligente y apasionada a la vez, por la simple razón de que van a ser nuevamente valorados y disfrutados por quienes nunca han dejado de tener derecho a ellas.

     En el trópico de la Imago la noche es fiesta. Es La Habana de Guillermo Cabrera Infante con su algarabía de danzas y música incesantes. Es la iluminación de los cabarets, las modelos, el ir y venir de los turistas, es la atmósfera de un sueño que sueña la noche entre bailes y risas, danzones y boleros, jazz y poesía, música de cámara y concierto, música de ópera y ballet; volverán así las viejas voces y se conocerán las nuevas, y la ciudad de Santiago se inundará también de las presencias recordadas, de las vivas y las muertas. La nostalgia aquí es sana, porque es vitalidad sin soledad, con los visos de lo nuevo. La Imago es poesía y es una verdadera danza perpetua. Y habrá música clásica, culta, de concierto, en la posibilidad de situarse entre los peldaños más altos de la armonía, sin que sus creadores tengan que buscar otros horizontes y la música sea, toda, un manantial de vibraciones nuevas.

     Y si la Imago es recuerdo, nostalgia, pasado, es también, y mucho más, presente, futuro y la combinación del juego artístico, en el cambio constante. El cambio es algo intrínseco en este reino; no puede ser de otra manera. El cambio es la acción que siempre se espera pero que nunca se puede saber qué es.







2

Libertad y unidad

(En el profundo cielo de la Imago)



Desde una perspectiva global, digamos, al cubano —a partir de 1959— como ser específico dentro de la generalidad humana, le pasó lo que a todo occidental cuando la cultura, debido al cisma del cristianismo, perdió una enorme parte de su sensibilidad imaginaria, al desprenderse de valores de la civilización oriental10.

     La pérdida de “saberes” imaginarios y espirituales trajo el predominio del mundo corpóreo, creando un vacío de potencialidad imaginativa en el ser pensante occidental. De ahí que cuando surgió la imagen de una supuesta gesta emancipadora, en todos los órdenes de la vida, la imaginería del cubano, por estar inmerso en la tradición occidental, llenó sus huecos con un sistema de imágenes que se contradecía con lo que sucedía en la realidad concreta; en otras palabras, las imágenes que se creaban en la mente de los cubanos eran falsas, espejismos que provenían de sus deseos y no de sus circunstancias económica, política y social. Si empezaron a darse los fusilamientos, los encarcelamientos indiscriminados, la tortura y un discurso de la violencia, la cerrazón y el totalitarismo, la imaginación en las mentes creaba una dimensión épica de lucha contra un aparente mundo viejo, lleno de asesinos y esbirros, de contrarrevolucionarios, de “gusanos”, un mundo anacrónico y malvado que había que superar y eliminar a toda costa. Y esto era la locura quijotesca de un pueblo, de no reconocer qué ni cómo la verdadera realidad circundante se estaba engendrando. Dicho de otra manera, el cubano —por el mito y el espejismo— se había cegado ante su circunstancia visible y le había dado paso a otro mundo pleno de egolatrías y fantasmagorías medievales, producto de un impresionismo mental. De este modo puede decirse que la Imago ya se había esfumado.

      Ah, pero aun cuando pareció haberse ido, la Imago siempre tiene el recurso de aparecer otra vez, o de dejarse atrapar de nuevo. Es el reino del retorno, conseguido por la inflexión de una duda creativa. Y las primeras dudas que saltan después de tantos años de estancamiento son las que pretenden saber: “¿quiénes somos más allá de la materia?”; o si “¿más que carne somos espíritu?”; o es que “¿somos imágenes de algún dios?”; y es que entonces “¿podemos imaginar la libertad y la unidad?”. Y nos damos cuenta de que “libertad y unidad” son las palabras clave para que la Imago resurja. Al pronunciar “libertad y unidad”, al pensar “libertad y unidad”, al sentir “libertad y unidad” se abren las puertas, y el sendero se va cuesta arriba, hacia un lejano reino que se vislumbre en el horizonte. Y la primera verdad que surge es que la Imago se puede alcanzar, y en uno de sus niveles altos se encuentran los dioses y la poesía, y más allá, al final, en el mismísimo profundo cielo de la Imago, estaría la fe del cubano que deberíamos ser.



3

La Isla Imaginada

y el origen de sus mitos



Los mitos políticos son creadores de imágenes y esas imágenes, interrelacionadas, dan lugar a espejismos. El espejismo de la “Revolución” cubana empezó con los cinco mitos fundacionales: el de “Robin Hood” y el de la “Isla de la Utopía”, el de “David contra Goliat”, el de la “isla bloqueada por el imperio” y el del “invencible Comandante en Jefe”; posteriormente continuó en la reproducción de todo un discurso revolucionario basado en nuevos mitos, lemas y eslóganes9.

     El mito, como imaginación histórica y sustento de nuestros arquetipos ancestrales, es provechoso para la cultura de cualquier nación. Lo que sucede es que los mismos mitos que nutren el inconsciente colectivo de un país no dan señales nunca de cuándo se van a convertir en mitos políticos, para ser usados en nombre de una ideología o de un partido y ser esgrimidos en contra de su oposición.

     Los mitos, los lemas y eslóganes, como imaginaciones políticas, son dañinos cuando se busca con ellos la persuasión y, al mismo tiempo, la imposición de determinadas ideas sobre un pueblo o sobre un partido o grupo de hombres que puedan dirigir un país. En este caso, lo que constituye la esencia de estas ideas es su función de falsedad para engañar a sus receptores; su significado mentiroso para conseguir apropiarse de las mentes de grandes mayorías, a las que convierte en masas.

     El mito político así no solo es estrategia (porque conforma un plan que hay que seguir para obtener su objetivo), sino además es un arma que habilidosamente usada sirve para obnubilar y embelesar las mentes. Lo que convierte al país — regido por una fuerte plataforma política— en un lugar superficial y fantasioso, donde la verdadera realidad no está presente, haciendo que lo que dicten las leyes no sea la lógica objetividad de la justicia, sino los caprichos y conveniencias de un caudillo, de un dictador o tirano. Los Gobiernos y sociedades populistas y socialistas se caracterizan por ser países con una historia llena de mitos, estereotipos y lemas políticos, la mayoría de ellos totalmente obtusos. Y la enorme cantidad de estos falsos recursos políticos que constituyen a un país como Cuba (podríamos añadir a Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, entre otros más, quizás) dan lugar a la creación de un gigantesco conjunto de mentiras, a tales extremos que pudiéramos utilizar el término del Espejismo (con mayúscula en su carácter importante de sustantivo), para identificar a Cuba y a ese conjunto de países mencionados que están orbitando —como satélites— alrededor de ella.

     En este sentido el Espejismo provoca la “ilusión” de la utopía; una ilusión metafórica de una realidad que ha sido totalmente distorsionada; una realidad que es netamente un oxímoron, como en estos ejemplos de: “Cuba, el paraíso”, o “Cuba, potencia médica”, o “Cuba, faro de América Latina” o “Cuba, territorio libre de América”, como ya dijimos que fue el segundo mito fundacional del Espejismo.

     Por otra parte, se sabe que hay ideas que posibilitan la fabricación de estas falacias; es decir ideas que, en un momento determinado, pasan a ser un mito en sí mismas, según el nivel de importancia que un caudillo logre imponerle, como era esa de que “el poder político de una nación solo se podía tomar mediante la lucha armada”. Falso. La historia contemporánea ha demostrado que ha sido un engaño, un fraude, un embuste, una trampa esgrimida principalmente en muchos discursos de Fidel Castro, siguiendo —según él— lineamientos del marxismo-leninismo, y los manuales revolucionarios del Departamento de Orientación Revolucionaria (DOR) del Partido Comunista de Cuba.

     Esa idea constituyó un mito fabricado por la mente de Castro, quien pensó que lo que él había logrado con su rebelión, era lo que había que hacer en América Latina para quitarles el poder a los Gobiernos que representaban a las oligarquías10. Esta idea la desarrolló también el Che Guevara, cuando en la Tricontinental afirmó que había que crear “dos, tres, muchos Vietnam”11.



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Es provechoso considerar el estudio que hacen Axel Kaiser y Gloria Álvarez en su libro El engaño populista… (ver en la Bibliografía general), en el que se reconoce cómo ya desde el siglo XVI, con Michel de Montaigne y después con Jean-Jacques Rousseau, toda la política y la historia de la izquierda revolucionaria se comenzó a proyectar de una manera cada vez más clasista y utópica hasta dar lugar a la base, supuestamente científica, del marxismo-leninismo.

     Los autores de El engaño populista… descubren uno de los mitos de Montaigne que catalogan del “más destructivo”, y es aquel en que “el beneficio de unos es el perjuicio de otros”12. Esta idea es realmente la plataforma del marxismo en cuanto a —como dicen los autores nombrados— que “la acumulación de capital basada en la propiedad privada de los medios de producción es el resultado de la explotación del empresario”. Ya, desde aquí, podríamos decir que comienza a crearse la imagen de un mito fabricado.

     Pero el marxismo, primero, y el marxismo-leninismo después, basado en la lucha de clases y en la toma del poder a través de las armas y la revolución es la historia contemporánea que ya hemos conocido, sufrido y a la que no le queda nada más por hacer y decir, pues ha sido y es uno de los hechos históricos más evidentes de un fracaso colosal que le ha costado al mundo millones de millones de muertos y países destruidos, ejemplos extremadamente dramáticos como fue la Unión Soviética, China (que aún persiste, con su capitalismo de Estado), Cuba (con ya 60 años de miseria material y espiritual) y la más reciente de Venezuela, con 18 años de autoritarismo, y que es el ejemplo más fehaciente de la catástrofe “revolucionaria”, por ser uno de los países más ricos de América Latina y que, dicho sea de paso, nunca ha tenido un bloqueo ni embargo y, como es un país de amplias fronteras, en pocos años han sido millones de seres humanos los que han huido y continúan escapando.

     Pero en mi criterio, actualmente el mayor peligro no radica en el socialismo del siglo XXI, aplicado a estos países, en los que habría también que nombrar a Bolivia, Nicaragua (en franca explosión popular en estos momentos en que escribo) y Ecuador, que se ha desconectado políticamente de un expresidente retórico, arbitrario y aspirante a dictador perpetuo como Rafael Correa.

     No obstante, el riesgo se encuentra realmente en el gramscismo, que se ha desarrollado solapadamente en las universidades, instituciones y organizaciones sindicales de muchos países latinoamericanos, en toda Europa y hasta en Estados Unidos.

     Este es el verdadero agujero negro que, desde hace muchos años, meticulosa y silenciosamente, ha venido socavando las bases de muchas sociedades democráticas, como de hecho planteaba Antonio Gramsci, uno de los intelectuales de izquierda del siglo XX que, paralelo al mismo marxismo, trazó las coordenadas de una proyección neomarxista. Es decir, su concepción, mucho más brillante que la de Marx, por ser de naturaleza solapada, paciente y organizada, de tomar el poder no a través de la lucha armada, de la violencia, como se hizo en Francia cuando la Bastilla o en la Rusia de los zares, cuando se llevó acabo la toma de palacio, o en la misma Cuba que se tomó el poder mediante una rebelión armada, sino mediante la apropiación de la conciencia social. Era (y todavía lo es) el hecho de lograr la hegemonía de la cultura. Y esto, realmente, fue su mayor genialidad, porque no solamente con ello daba (y da) al traste con la democracia, sino que además le da a la ideología y a la política una investidura netamente intelectual, centrando toda la preocupación de sus presupuestos en alcanzar el control total de la civilización, que es como decir apoderarse de la conciencia social y política del mundo occidental.

     A mi modo de ver, esta “concientización” de la sociedad, de los intelectuales y de la política es lo que ha hecho que, en países latinoamericanos, de endebles estructuras institucionales, la “izquierda más agresiva” (que es como decir la izquierda más populista de todas las izquierdas) se haya hecho fuerte durante muchos años y haya tenido tantos logros populistamente políticos. Incluso, recordando algunas de mis conversaciones con mi amigo, el Dr. Pedro Coutín, este me amplió la idea de que no solo ello sucede en los países latinoamericanos. “En realidad”, me añadió, “el estado actual de los medios y la educación monopolizados por la ‘izquierda ‘, también revela su terrible hegemonía aquí en Estados Unidos y en Europa”, que es donde menos se hubiera creído.

     Después de que, en el proceso político de América Latina, la violencia revolucionaria se hubo de venir depauperando y su mito de la toma del poder por las armas se hubo de desplomar, Fidel Castro cambió su estrategia, porque le daba, ciertamente, un lugar de sabio consejero y maestro de todos los movimientos comunistas, y se dedicó a proyectar la hegemonía de sus ideas políticas con todo un andamiaje de nuevas argumentaciones, nuevos mitos e influencias en América Latina. De aquí que se pueda decir, casi de una manera literal, que la Isla se haya estado proyectando durante muchos años como un faro político para los otros países del Caribe y del continente sudamericano, incluso, usando como plataforma el famoso Foro de Sao Paulo, Brasil, en julio de 1990.





10 Como ilustración de este fenómeno, cito de nuevo a la ensayista Ivette Fuentes en su trabajo mencionado: “Noticias de la Quimera: avisos de mística sufí en la poesía de Eliseo Diego”: 
El gran cisma dentro del cristianismo, que permitió rupturas y conmociones que aún hoy siente y padece toda la cultura de occidente, trajo como resultado una grave escisión en el pensamiento universal con la consecuente pérdida de valores de la que derivó, entre otros desaciertos, el desgajamiento de los elementos de las civilizaciones orientales y de este modo se desvirtuó el significado real de la cultura apreciada como el gran cúmulo integral de sabiduría, conocimientos y modos de ser del hombre, en toda su dimensión. De superar su terrible suficiencia el hombre occidental, sus “saberes” —como perfecto poliedro— pudieran completarse con las aristas que la cultura oriental brinda para abismarse en recodos que hace tiempo olvidara, atendido más a los conocimientos permitidos por la “razón” y olvidado de la introspección en sí mismo que se busca en la voz de sus sentidos y, a través de estos, de su corazón.



9 A partir del triunfo de la rebelión, y de los cinco mitos fundacionales ya citados, nuevos mitos, lemas y consignas fueron dados a través, principalmente, de los discursos de Fidel Castro: “El genio está en las masas. El genio es masivo”; “patria o muerte, venceremos”; “al socialismo le debemos todo lo que somos hoy”; “a la Revolución no hay quien la detenga”; “toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo”; “vamos a crear riqueza con la conciencia y no conciencia con la riqueza”, entre muchísimos más.



10 Pura contradicción también, porque han sido solo él, su hermano y el minoritario grupo de sus “generales históricos, incluyéndo al Che Guevara” los que han mantenido el poder durante años y años y años. Además de que su sentido de lucha por el dominio y control total (de él y sus “históricos”) ha estado siempre inspirado en una naturaleza violenta, represiva, guapetona y mafiosa.

11 Ernesto “Che” Guevara: “Mensaje a los pueblos del mundo a través de la Tricontinental”, en forma de folleto como suplemento de la revista Tricontinental [órgano del Secretariado Ejecutivo de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL), La Habana, 16 de abril de 1967].


12 Michel de Montaigne: Essays of Montaigne, vol. I, p. 239. También por Google a través de [https://www.gutenberg.org/files/3600/3600-h/3600-h.htm].


Monday, June 24, 2019

Definición de Destierro

Por Hugo J. Byrne

Dedico este trabajo "in memoriam" a mi amigo el Capitán Piloto René García, héroe de la Brigada 2506 y del Congo en 1963-64, donde los guerreros de Cuba Libre batieron a los terroristas de Guevara. 

Cuando en septiembre de 1961 arribé por la vez primera a esta tierra norteamericana, el primer exiliado político que me encontré era un antiguo compañero de luchas. Este viejo amigo irradiaba optimismo y confianza en el futuro de Cuba, los que se manifestaban en su pensamiento: "Nunca te preocupes por lo que haga el prójimo, cumple siempre tu obligación cubana y olvídate del resto. Yo procuro que no pase un sólo día sin hacer algo práctico contra el régimen." Y con convicción firme, agregaba: "Si todos y cada uno de aquellos que abandonamos Cuba por oposición a la tiranía hacen otro tanto, los días de Castro están contados"
Este patriota de cuerpo entero no imaginaba que alguien abandonara Cuba solamente para escapar del oprobio totalitario. El exilio presumía para mi amigo una decisión colectiva, no sólo de escapar de un sistema que sofocaba la esencia fundamental del ser humano, sino al mismo tiempo un paréntesis vital, una retirada estratégica que garantizara la supervivencia y por consiguiente la habilidad de luchar por la libertad de la patria una vez más.
Este cubano, quien pasó a la historia hace muchos, años era un verdadero exiliado político. ¿Lo es quien escribe estas líneas? ¿Lo es Vd., amable lector?
Tratemos de definir serenamente, sin ánimo ofensivo ni divisionista, la frase "exilio político." Y aprendamos si esa definición de veras se nos aplica, pues es fundamental saber si realmente somos exiliados, o sólo creemos serlo, sin actuar como tales. Actuar es en este caso como en todos, el verbo que define. Aceptemos que solamente la acción nos cambia. El pensamiento nos deja en el mismo lugar en el espacio, pero la actividad nos mueve. Nos avanza si inteligente y práctica y nos retrocede si festinada y estúpida, pero siempre nos mueve. ¿No ha conocido el lector una persona de esas que se pasa la vida soñando proyectos brillantes, los mismos que nunca lleva a cabo? La vida se le termina cuando aún alimenta esas quimeras, las que permanecen para siempre quimeras.
La actuación en el caso del exiliado político siempre entraña sacrificio. Pues, ¿cómo es posible hacer algo práctico contra la tiranía, sin dedicar el tiempo necesario para esta actividad? Y ¿cómo es posible que podamos "encontrar el tiempo necesario" si nuestro día, nuestra semana, nuestro mes, los últimos cinco años fueron totalmente consumidos por nuestras obligaciones laborales y familiares? Este es un argumento poco válido.
Seamos honestos en la respuesta a estos interrogantes; durante todos estos años, ¿nunca tomamos vacaciones, ido al cine, a la playa, a un museo, nunca nos ocupamos en alguna actividad ajena a las obligaciones cotidianas? Durante ese tiempo, ¿nunca encontramos unos minutos para mantener, en beneficio de nuestra conciencia, la honrosa condición de exiliados?
Existe otro argumento totalmente espurio que pretende justificar la inacción de quien lo esgrime y que sólo resulta en insulto a la inteligencia de quien lo escucha: "¡Que me llamen cuando se unan! ¡El exilio está totalmente dividido y lleno de individuos que engañan a todo el mundo con promesas incumplidas y que pintan situaciones que no responden a la realidad!
¿Qué relación existe entre la división del exilio o las inconsistencias de otros y la pasividad e inactividad de esos presuntos exiliados? ¿Es este un argumento legítimo? No. Es sólo una pobre excusa nacida del deseo de auto justificación.
Si realmente deseamos la unificación del exilio, ¿por qué no trabajamos para alcanzar ese objetivo? ¿Es quizás que nos hemos cansado? Félix Varela, José A. Saco y Francisco Aguilera nunca se cansaron. Ciertamente Martí nunca se cansó. Gracias a su perseverancia se logró la República. Mientras dure la tiranía el exiliado no tiene derecho a cansarse. Martí, quien como nosotros pasó en el destierro más de la mitad de su vida, definió ese deber así: "De la patria puede tal vez desertarse, pero nunca de su desventura."
Recuerdo un individuo quien sostenía que el ser humano tiene que imitar lo que hacen quienes lo rodean: "Si estoy en la administración pública y veo que todo el mundo roba, yo robo también. Y si Vd. se cree por encima de eso y se encuentra en la misma situación, verá que Vd. también roba." Le respondí que sólo los carneros hacen lo mismo que ven hacer a sus semejantes y que yo era hombre, no carnero. Le dije que gracias a Dios y a mis padres, poseía una conciencia moral y que trataba que esa conciencia presidiera mi vida.
La definición más adecuada al exilio político la da la firmeza y continuidad de ese exilio. Si Vd. amable lector abandonó el territorio cubano como protesta al régimen que lo destruye y como vía para obtener la desaparición de ese régimen, mientras ese último objetivo no se logre Vd. debe permanecer en el exilio, para poder llamarse exiliado. Quien abandona esa posición visitando Cuba bajo Castro, simplemente renuncia a ser exiliado. Eso no quiere decir que quien lo haga sea necesariamente malvado. Conozco emigrantes económicos que son muy buenas personas y mejores amigos. Este cronista no trata de decirle a nadie lo que tiene que hacer. Dios me libre de semejante pretensión. Ese debate dfícil es esencialmente entre cada cubano y su conciencia.
Por lo que a mí respecta, tengo problemas circulatorios para los que estar mucho tiempo sentado no ayuda a los 84. Pero no puedo escribir en mi PC de otra manera. Viene a la memoria un aforismo del forjador de nuestra nacionalidad José Martí, quien parece haber previsto muchos de los tristes derroteros de nuestra historia: "Mientras un pueblo no tenga conquistados sus derechos, el hijo suyo que pisa en son de fiesta la casa de quienes se lo conculcan, es enemigo de su pueblo".


Pasadena, 6/22/ 2019