Sunday, May 31, 2020

NUEVO LIBRO DEL ACADÉMICO FEDERICO R. JUSTINIANI: PERSONALIDADES EN LA HISTORIA DE LA MEDICINA CUBANA 1760-1959



Este libro relata la historia de la medicina cubana desde la época colonial hasta 1959, mediante las biografías de sus ilustres protagonistas, descritas en riguroso orden cronológico por la fecha del nacimiento del biografiado. De este modo, el lector asiste a una narración que le da clara idea del desarrollo de las ciencias médicas en Cuba. El texto está ilustrado con fotografías del biografiado y otras imágenes pertinentes. El autor ha añadido una breve descripción de la historia de la Universidad de La Habana, su Escuela de Medicina y el Hospital Universitario "General Calixto García", como complemento histórico a esta narrativa. Según señala su autor “el objeto de escribir este libro es el de contribuir a perpetuar la memoria de estos ilustres galenos que le dieron brillo y prestigio internacional a la medicina cubana y entre los cuales se encuentran tres nominados al Premio Nobel.”



Federico R. Justiniani nació en La Habana, Cuba, en 1929. Se graduó de Doctor en Medicina de la Universidad de La Habana en 1954 con el segundo expediente de su curso. Se entrenó en Medicina Interna en el Hospital Universitario “General Calixto García” y ejerció su profesión en La Habana hasta que salió al exilio en 1964, estableciéndose en los Estados Unidos. Sirvió por segunda vez la residencia de Medicina Interna en el Mount Sinai Medical Center de Miami Beach y fue certificado en esa especialidad. En 1969 comenzó su carrera en esa institución donde ejerció hasta su jubilación en 2010. Sirvió de Director de Educación Médica por más de 25 años y fue miembro de la Facultad de la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami, alcanzando el rango de Profesor en 1990. Ha publicado en revistas científicas nacionales e internacionales, ha sido Profesor Invitado en numerosas instituciones de Latinoamérica y ha recibido múltiples honores por su excelencia en la enseñanza, incluyendo la prestigiosa designación de Master del  American College of Physicians. El Dr. Justiniani es miembro de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp.



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Saturday, May 30, 2020

Una carta olvidada de Martí

Por Enrique Del Risco

Una ejemplar muestra de la complejidad y el talento político de Martí es la ahora olvidada carta que le escribiera al New York Herald. Martí escribió la carta entre el 2 y el 3 de mayo de 1895 ya cerca de su muerte en la manigua y la firma junto al General en Jefe del Ejército Libertador Máximo Gómez. En su diario de campaña consigna el 3 de mayo: “Trabajo el día entero, en el manifiesto al Herald”. La carta que le consumió más de una jornada de trabajo en la manigua es ilustrativa sobre todo si se la compara con la famosa carta a Manuel Mercado. Aquella en que anunciaba que la guerra que había organizado estaba destinada a “de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América”. El contraste con la del Herald no puede ser mayor. Acá el objetivo declarado de la independencia cubana sería crear “la república independiente que ha de ofrecer casa amiga y comercio libre al género humano”. Y en el caso concreto del vecino norteño: “Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga lo que deba, estas legiones de hombres que pelean por lo que pelearon ellos ayer, y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad que ha de abrir a los Estados Unidos la Isla que hoy le cierra el interés español”.

Los destinatarios deberían importarnos si queremos entender el contenido de ambas cartas. En la del Herald Martí se dirige a la opinión pública norteamericana. En la que escribe a Manuel Mercado no debe olvidarse que el mexicano era, desde hacía trece años, subsecretario de Gobernación del dictador Porfirio Díaz y que la carta estaba encaminada, indirectamente, a pedirle ayuda a su gobierno en la empresa independentista. "Y México" dice en un pasaje menos citado de la famosa carta "¿no hallará modo sagaz, efectivo e inmediato, de auxiliar, a tiempo, a quien lo defiende?". Ni el antimperialismo demostrado de Martí le impedía apelar al pueblo norteamericano en nombre de mejorar lazos comerciales ni su intransigente republicanismo le impedía pedir ayuda a una dictadura. Mucho se resiste el que busca en el verbo cuasi bíblico de Martí un manual de instrucciones mesiánicas a notar las habituales exageraciones del político encaminadas a ganar el favor de un público concreto.


No debió ser Martí ni el vendedor de oportunidades económicas de la carta al Herald ni el furibundo antiamericano de la inconclusa carta a Mercado. Ni el cálculo económico pareció dominar su vida ni su sostenida crítica de la política o la vida norteamericana le impidió vivir en los Estados Unidos durante el último tercio de su vida o admirar sus instituciones. La carta al Herald es de una fineza política impresionante. Conocedor de las desoídas peticiones de ayuda que le habían dirigido generaciones de independentistas al gobierno norteamericano intenta ganarse el favor opinión pública sin a la vez dar espacio alguno a la causa anexionista. Son los representantes de un pueblo libre quienes le piden a otro pueblo igualmente libre “que haga lo que deba”. Una ambigüedad en la que puede caber cualquier cosa y que sus destinatarios deberán rellenar con las intenciones que quieran. Esa ambigua cualidad, la de los escritos de Martí, explica tanto la eficacia política de su prédica en aquellos días como el modo mesiánico en que todavía se le lee en los nuestros.

Los dejo con el texto íntegro de la carta:


Al New York Herald

Sr. Director
del “New York Herald”

The New York Herald ofrece noblemente la Revolución cubana por la independencia de la Isla y la creación de una República durable, la publicidad de su diario; y es nuestro deber, como representantes electos de la Revolución, vigentes hasta que ella elija los poderes adecuados a su nueva forma, expresar de modo sumario al pueblo de los Estados Unidos y al mundo las razones, composiciones y fines de la Revolución, que Cuba inició desde principio del siglo, que se mantuvo en armas con reconocido heroísmo de 1868 a 1878, y se reanuda hoy por el esfuerzo ordenado de los hijos del país dentro y fuera de la Isla, para fundar, con el valor experto y el carácter maduro del cubano, un pueblo independiente, digno y capaz del gobierno que abre la riqueza estancada de la Isla de Cuba, en la paz que sólo puede asegurar el decoro satisfecho del hombre, al trabajo libre de sus habitantes y al paso franco del Universo.

Cuba se ha alzado en armas, con el júbilo del sacrificio y la solemne determinación de la muerte, no para interrumpir con patriotismo fanático por el ideal insuficiente de la independencia política de España el desarrollo de un pueblo que hubiera podido llegar en paz a la madurez, sin estorbar el curso acelerado del mundo que en este fin de siglo se ensancha y renueva, sino para emancipar a un pueblo inteligente y generoso, de espíritu universal y deberes especiales en América, de la nación española, inferior a Cuba en la aptitud para el trabajo moderno y el gobierno libre, y necesitada de cerrar la Isla, exuberante de fuerzas naturales y del carácter creador que los desata, a la producción de las grandes naciones para mantener con el ahogo violento de un pueblo útil de América, el mercado único de la industria española, y los rendimientos con que paga Cuba las deudas de España en el continente, y sostiene en la holganza y el poder a las clases favorecidas e improductoras, que no buscan en el trabajo viril la fortuna rápida y pingüe que desde la conquista de España en América esperan un día u otro obtener, y obtienen de los empleos venales y gabelas inicuas de la colonia.

El pensamiento superficial, o cierta especie de brutal desdén, deshonroso sólo -por la ignorancia que revela- para quien se muestra así incapaz de respetar la virtud heroica, puede afirmar, con increíble olvido de la pelea intelectual y armada de Cuba en todo este siglo por su libertad, que la revolución cubana es el purito insignificante de una clase exclusiva de cubanos pobres en el extranjero, o el alzamiento y preponderancia de la especie negra en Cuba, o la inmolación del país a un sueño de independencia que no podrán sustentar los que la conquisten. El hijo de Cuba, levantado en la guerra y en el trabajo de la emigración durante un cuarto de siglo, a tal plenitud moral, industrial y política, que no cede a la del mejor producto humano de cualquier otra nación, padece, en indecible amargura, de ver encadenado su suelo feraz, y en él su sofocante dignidad de hombre, a la obligación de pagar, con sus manos libres de americano, el tributo casi íntegro de su producción, y el diario y más doloroso de su honra, a las necesidades y vicios de la monarquía, cuya composición burocrática y perpetua privanza de los factores nulos y perversos de la sociedad, nacida en las encomiendas y mercedes de la América, le impide permitir jamás a la atormentada Isla de Cuba, que en la hora histórica en que se abre la tierra y se abrazan los mares a sus pies, tienda anchos sus puertos y sus aurígeras entrañas al mundo repleto de capitales desocupadas y muchedumbres ociosas, que al calor de la República firme hallarían en la Isla la calma de la propiedad y un crucero amigo.


Los cubanos reconocen el deber urgente que les imponen para con el mundo su posición geográfica y la hora presente de la gestación universal; y aunque los observadores pueriles o la vanidad de los soberbios lo ignoren, son plenamente capaces, por el vigor de la inteligencia y el ímpetu de su brazo, para cumplirlo; y quieren cumplirlo.

A la boca de los canales oceánicos, en el lazo de los tres continentes, en el instante en que la humanidad va a tropezar a su paso activo con la colonia inútil española en Cuba, y a las puertas de un pueblo perturbado por la plétora de los productos de que en él se pudiera proveer, y hoy compra a sus tiranos, Cuba quiere ser libre, para que el hombre realice en ella su fin pleno, para que trabaje en ella el mundo, y para vender su riqueza escondida en los mercados naturales de América, donde el interés de su amo español le prohibe hoy comprar. Nada piden los cubanos al mundo, sino el conocimiento y respeto de sus sacrificios, y dan al Universo su sangre. Un ligero estudio de la composición nacional de España y de Cuba, basta a convencer a una mente honrada de la justicia y necesidad de la revolución, de la incompatibilidad de carácter nacional, por sus raíces diversas y sus distintos grados de desarrollo, entre España y Cuba, de los objetos encontrados, y por tanto llamados a choque, de ambos pueblos en la sujeción violenta a la metrópoli europea y retrasada de la isla americana, contemporánea y laboriosa, y de la pérdida de energía moderna que envuelve la dependencia de un pueblo ágil y bueno, en la época más trabajadora y fraternal del mundo, de un trono obligado, por la viciosa constitución individual de sus mayores decadentes, a negar la maravilla natural de Cuba, y el factor enérgico del carácter cubano, a la obra unida, e idéntica sobre sus conflictos superficiales, de las nacionalidades del orbe.

Ligadas hace cuatrocientos años las regiones españolas, ásperas y celosas, contra el moro áspero afeminado en la molicie, vino, en mal hora para España, a cuajarse la monarquía y unificarse en la conquista, como todas las conquistas, fatal para el vencedor, de las tierras, desnudas de América. De sus productos se enriqueció, y con la posesión perenne de las Indias se aquietó y empleó, bajo los reyes, la población soldadesca y aventurera con que se fundó en España la nacionalidad; y a lo más leído era entregado, como menor oficio, el trabajo penoso de la tierra y las industrias, porque la tentación de América arrancaba lo más intrépido y capaz del país, y aun de las clases menores de las llanezas, creaba con la aspiración primero, y luego con la satisfacción, una como orden vagabunda y copiosa de caballería. Amor, peleas y letras, fueron siempre en el español, sobrio hasta hace poco, alimento bastante a su vida pródiga e imaginativa: y América vino a ser tan ancha abra de riqueza robusta o pasajero lucro, que a ella y a sus rendimientos fueron amoldándose en España la vida pública y tal carácter personal, que en la riqueza cubana, creciente por la solicitud del comercio, el privilegio de la esclavitud y la laboriosidad criollas, a pesar del gobierno predatorio, rehallaron las fuentes que con la pérdida de las colonias continentales les parecían cegadas. La imitación pegadiza, en la España reciente, de las formas suntuosas de la vida moderna, sin la industria y empuje que en los pueblos brillantes de Europa la crean y excusan, ha aumentado en el pueblo español las necesidades de la existencia, sin aumento correspondiente de las fuentes de producción. que en lo privado continúan siendo, en porción muy principal, las granjerías cubanas. España es ésta, en relación con Cuba.

¿Qué es Cuba en tanto?

Enamorada, a la guía de sus preclaros varones, desde la cuna liberal del siglo, de las ideas y ejercicios del mundo nuevo, y dotada la mente isleña de singular poder de análisis y moderación, buscó Cuba en las naciones pensadoras, y trajo de ellas, un ideal superior a la agria condición de factoría de siervos que envilecía rápidamente a los naturales; y cuando estas ansias de libertad fructificaron en la revolución de 1868, aquel pueblo de hombres verdaderos redimió en su primer acto de nación la esclavitud negra que le daba a la vez soberbia al amo y gozos de opulencia; y sus mujeres se fueron a los montes a acompañar vestidas de telas de árbol, a los maridos que peleaban por la libertad; y sus magnates incendiaron sonriendo las casas de sus pergaminos y señoríos. Los letrados regalones anduvieron diez años por el bosque con la República a la espalda, sin más alimento a veces que los animales desdeñados y las raíces salvajes. Los jóvenes elocuentes, con el rifle al hombro, buscaron tribuna a la sombra de los árboles. El petimetre enamoradizo aprendió, en un golpe de alma, a cercenar de un machetazo las cabezas de la tiranía. El marqués descalzo enterraba con sus manos, en el silencio de las selvas, a la compañera que trajo a cuestas a la sepultura. La república nació, imperfecta como un gigante niño, de aquellos ancianos solariegos y demócratas imberbes, y se ganaron batallas en que tres centenas de hombres dejaban por tierra a quinientos siete enemigos; y en los montes, fecundados por la revolución, surgían siembras, fábricas y talleres. Y cuando el hábito de localización, creado a favor de la inexperiencia de los héroes, aisló y vició la guerra, y la perturbó de modo que pudo disuadirla el español, continuó el pueblo de Cuba, audaz e inteligente, esparcido en los trabajos más diversos por los países hábiles de la tierra; vino en las personas de muchos de sus mantenedores a buscar en el goce y la práctica de la libertad en los pueblos americanos, el consuelo al eclipse de la propia, y en la fatiga de la vida reemplazó con la autoridad y sustancia del trabajo, la timidez y desconfianza que aún se notan, como elemento detractor y deprimente, y consecuencia de los privilegios de la esclavitud, en los elementos que se han criado más cerca del cadalso y del vicio oficial en la sociedad cubana. Los que vivían en Cuba, los veteranos y sus hijos o émulos, acumulaban en el dolor y laboriosidad inútil, y bajo el vejamen continuo, la indignación. que, con fuerza de carácter, estalla ahora, al llamamiento de los patricios de nuestra libertad. De la tradición de sus hombres, de lucidez propia y rebelde; de la veneración de los mártires de la independencia del largo ejercicio de la guerra y el destierro; del poder humano de abnegación y de creación, y del conocimiento y práctica de la vida liberal y trabajadora de las naciones ejemplares, surge a la vida política el hombre cubano verdadero, blanco o de color, con variedad de profesiones y sabiduría, con desusado despejo e inventiva, y con hábitos de tolerancia y convivencia que exceden, o por lo menos igualan, las fuentes de discordia, que si la guerra y el trabajo común hubieran ahogado tal vez una república constituida de súbito por la relación artificial política entre amos y siervos, sin la sanción y prueba lenta de la realidad gradual. Así, templado al fuego de la vida corriente, es el pueblo cubano. El conoce las fuerzas de la naturaleza, y ansía deshelarlas. El habla las lenguas vivas del mundo, y piensa con facilidad en las principales de ella. El brilla por su cultura superior, como quien, más, en los centros humanos, donde más se brilla, y en sus hijos humildes ya ha creado un carácter constante, moderado e iniciador. El ha alcanzado de si, frente a la sociedad apagada e incrédula, de la colonia, un pueblo sereno, que se ofrece sin miedo al examen de los hombres justos, seguro de su simpatía y aprobación. ¿Y este carácter nacional cubano vivirá atado por el permiso culpable de las naciones libres, a la necesidad española de demandarle tributo para mantener a sus clases perezosas, huidas del concierto humano, en la holganza y lucro que en los diez años de la guerra se tiñeron hasta la garganta, y pueden volver a teñirse ahora, con licencia o ayuda de repúblicas madres, en la sangre más pura de la nación cubana?
Monumento en el sitio de la caída en combate de Martí en Dos Ríos

Esa composición del carácter del hijo de Cuba explica su capacidad para la independencia, que la respetará todo pueblo honrado que la conozca, y su apego tal a su emancipación, que no sería justo desdeñarlo u ofenderlo. Ella explica también la vaga tendencia de los cubanos arrogantes o débiles o desconocedores de la energía de su patria, a apoyar su sociedad naciente y el señorío social con que quisieran imperar en ella, en un poder extraño que se prestase sin cordura a entrar de intruso en la natural lucha doméstica de la Isla favoreciendo a su clase oligárquica e inútil contra su población matriz y productora, como el imperio francés favoreció en México a Maximiliano. Una república sensata de América jamás contribuirá a perpetuar así. con el falso pretexto de incapacidad de Cuba, el alma de amo que la sabiduría política y la humanidad aconsejan extirpar en un pueblo puesto por la naturaleza a ser crucero pacífico y próspero de las naciones.

Los Estados Unidos, por ejemplo, preferirían contribuir a la solidez de la libertad de Cuba, con la amistad sincera a su pueblo independiente que los ama, y les abrirá sus licencias todas, a ser cómplice de una oligarquía pretenciosa y nula que sólo buscase en ellos el modo de afincar el poder local de la clase, en verdad, ínfima de la Isla, sobre la clase superior de sus conciudadanos productores. No es en los Estados Unidos ciertamente donde los hombres osarán buscar sementales para la tiranía. Y esa capacidad plena del hijo de Cuba para su empleo y gobierno, y el servicio de los deberes que en movimiento ascendente de la humanidad tiene asignados su patria, se avivó y hubo de parar en el estallido definitivo de la guerra por el rebosante descontento con que el pueblo de Cuba, atado a un amo de constitución nacional incorregible, paga, con el producto casi total de sus frutos despreciados en la lucha sin término entre el interés español, impotente para cerrar el único mercado a España en la Isla, y las represalias de la Unión Americana, no sólo las obligaciones corrientes y oprobiosas de la ocupación rapaz del país por la codicia que lo estanca, sino la deuda que España contrajo para ahogarlo en sangre, en los diez años de la independencia de 1868 y los de todas las guerras que España ha emprendido en América, después de la independencia de sus colonias y los Estados Unidos, para restablecer en repúblicas libres americanas su dominio europeo y monárquico. Hasta los gastos de la colonia de Africa debe pagar Cuba, y a ese presupuesto confeso, mucho más amargo que el sello sobre el te que alzó en revuelta a Boston, únese el presupuesto silente de la Isla, que sus habitantes, cubanos y españoles, pagan a los encargados de la ley para burlarlas y hacer que se cumpla. Ni el derecho es en Cuba reconocido sin gabela, ni la culpa cae sobre el delincuente que puede comprar su rescate; y es tan familiar la inmoralidad pública, que la amistad íntima con el ladrón y la complicidad diaria con él, llegan a parecer actos sin mancilla a los que blasonan de honradez. Pudre la Isla el vicio español. Y el presupuesto del cohecho, de que se sustenta principalmente la clase política española, pesa sobre Cuba como el gravamen doble del desembolso y el deshonor. Es lícito desear que Cuba emplee en su desarrollo, con ventaja patente de los pueblos que la rodean, los caudales que paga para mantener sobre sí el gobierno que la corrompe, y acoger en su tierra propia, con exclusión forzosa de sus hijos, al español necesitado que huye a barcadas de su pueblo miserable para desalojar al cubano en Cuba de su mesa de artesano y de la propiedad de su suelo. Suspensa la guerra en Cuba en 1878 por su propia fatiga, los revolucionarios previsores entendieron que la constitución irremediable del pueblo español, basada en el goce de las colonias impediría de parte de España la concesión de ninguna de las reformas políticas extrañas a su naturaleza y hostiles a su interés, que en diez y siete años ha estado pidiendo, en vano, un partido de cubanos pacíficos, sin más éxito que las mudanzas de un consejo proponente en la Isla, sin autoridad ni sanción, y que por su composición principal de autoridades españolas privilegiadas y una acorralada minoría de entidades señoriales cubanas, jamás propondrá alivio alguno de la Isla en menoscabo del interés español, ni en merma de sus privilegios. La Revolución había venido preparando ordenadamente, con un partido elector de bases republicanas, todos los elementos vivos de la independencia de Cuba, a fin de tenerlos a punto de acción en el instante en que, vacía ya la esperanza de reformas españolas, estallase a una voz la revolución inmortal definitiva, sin retirada ni reserva. Las dos generaciones: la de los veteranos y la de sus hijos; las dos fuerzas de la independencia: la que combate en la Isla y la que de afuera le ayuda a combatir, se unieron durante tres años de ordenación en el entusiasmo del juicio y el poder de la disciplina, y la Isla entera, radicalmente convencida de la ineptitud de España para privarse de la explotación colonial que la sustenta, y dar vida de hombre y política mejor a los cubanos, se levantó en armas el 24 de febrero de 1895, para no envainarlas sino ante el triunfo de la república.

¿Qué obstáculo pudiera encontrar esta revolución nacida de la convicción del cubano de su aptitud para el trabajo y el gobierno; de la paga cruenta de su mejor sudor a los vicios políticos y desidiosos naturales de la nación que expulsa a los hijos del suelo para ocuparles el rincón con el español privilegiado; del recuerdo perenne, azuzado con las razones diarias de ira, de los hombres extraordinarios que redimieron del grillete el pie de sus, esclavos y se alzaron de su sillón de ricos a quebrar con las manos desnudas el cetro español; y del inefable anhelo del cubano piadoso por la integración espiritual del criollo inculto, en quien parece sin empleo la natural luz, o cuya familia desgreñada huye por el monte, del miedo de no haber pagado la cédula al tirano? La composición actual de los elementos de Cuba demuestra que la revolución magnánima, que verá con indulgencia la timidez de los cubanos lentos, y guardará el puesto a todas las fuerzas sociales,. llagará sin dificultad a la victoria, contra un enemigo cuyo ejército descontento e incompleto pelea de mal grado en una guerra contra la libertad, y cuyo tesoro no puede ya obligar, como hace, veinticinco años, a la Isla insuficiente ya para sus cargas ordinarias, ni acudir al español acaudalado, que ya niega hoy a la guerra la fortuna que puso en salvo en la metrópoli; ni echarse, como en 1868, sobre los bienes de los cubanos, ricos entonces y hoy empobrecidos. En Cuba hay población española y población cubana. De la población española es ya muerto por el despego de sus compatriotas liberales y acriollados al sistema de odio y castigo, el elemento que, preso por su riqueza en la súbita revolución de Yara, aprovechó para las masas, hoy menores, de voluntarios, el encono de los españoles ínfimos contra el criollo que los miraba de señor.

Y en aquellas mismas masas, ese enojo social, base secreta de la ferocidad política, se ha amenguado si no desaparecido, con el sufrimiento común bajo la tiranía de los cubanos y españoles. De esa clase misma, mucha ha engranado ya en el corazón de Cuba, con la mujer y los hijos, y algún bienestar; y esos cubanos de adopción, si por temor injusto vuelven aún los ojos al Norte, como buscando amparo a las represalias, que no ocurrirán jamás, de la República de Cuba, ya no los vuelven, arrepentidos y avergonzados, al arma que habrían de poner contra el pecho de sus hijos. Los cubanos, en presencia de la guerra, se inclinan conforme a la ley general de la naturaleza humana, que conduce a los hombres generosos, cultos o incultos, del lado del sacrificio, que es el más puro goce de la humanidad, y retiene a los egoístas, que son las rémoras del mundo, del lado de los sacrificadores. Los nombres políticos son nuevas vestiduras de esa condición en que se apartan los hombres; y el triunfo de las religiones y de las repúblicas, que llevan en su piedad humana mucho del fuego religioso, enseña que el ímpetu tenaz de los desconsolados, y el juicio previsor que aprovecha esta fuerza que de otro modo acaso se desviaría, pueden siempre más que el asco de pudibundo a las llagas del pobre, y el apego de los hombres sedentarios a las sandalias del hogar y a las prebendas de la vida. Ni el cubano negro, que en su propia cultura y la amistad del blanco justo halla alivio al apartamiento social, que no divide más a blanco y a negros que en los pueblos viejos de la tierra dividió a nobles y villanos, sólo se alzará contra quien le suponga capaz de atentar, por la cólera que revelaría inferioridad verdadera, contra la paz de su patria.

La sublime emancipación de los esclavos por sus amos cubanos, borró, sobre la tierra fecunda por la muerte hermana de criados y dueños, el odio todo de la esclavitud. Es honor singular del pueblo de Cuba, del que ha de pedirse respetuosamente reconocimiento, el que, sin lisonja demagógicas ni precipitada mezcla de los diversos grados de cultura, presenta hoy al observador un liberto más culto y exento de rencor que el de ningún otro pueblo de la tierra. El campesino negro, más cercano a la libertad, vuela a su rifle, con el que jamás en diez años de guerra hirió a la ley, y sólo se le advierte el jubiloso amor con que saluda y la ternura con que mira al hombre de tez de amo que marcha a su lado, o detrás de él, defendiendo la libertad. De la justicia no tienen nada que temer los pueblos, sino los que se resisten a ejercerla. El crimen de la esclavitud debe purgarse, por lo menos, con la penitencia harto suave de alguna mortificación social. Desde los libres campos cubanos, al borde de la fosa donde enterramos juntos al héroe blanco y al negro, proclamamos que es difícil respirar en la humanidad aire más sano de culpa y vigoroso, que el que con espíritu de reverencia rodea a negros y blancos en el camino que del mérito común lleva al cariño y a la paz.

Con el poder de estas justicias: con la fuerza de indignación del hijo de Cuba bajo las vejaciones y gravámenes con que la diezmó España en la guerra de independencia, y le negó la más insignificante mejora en diez y siete años de política inútil de espera, y con la responsabilidad del deber de Cuba en el trabajo de liga y acción a que en la junta de los océanos se preparan los pueblos del orbe, han vuelto los cubanos, de un cabo a otro de su tierra, a demandar a la última razón de las armas, sin odio contra su opresor, y por los métodos estrictos de la guerra culta, el puesto de República que permitirá al hijo de Cuba el empleo de su carácter y actitud y el derecho de abrir su tierra cegada al trato pleno con las naciones a que las acercó la naturaleza y la atrae su capacidad común, y en el cubano a nadie superior para la altivez y el orden de la libertad.

Plenamente conocedor de sus obligaciones con América y con el mundo, el pueblo de Cuba sangra hoy a la bala española, por la empresa de abrir a los tres continentes en una tierra de hombres, la república independiente que ha de ofrecer casa amiga y comercio libre al género humano.

A los pueblos de la América española no pedimos aquí ayuda, porque firmará su deshonra aquel que nos la niegue. Al pueblo de los Estados Unidos mostramos en silencio, para que haga lo que deba, estas legiones de hombres que pelean por lo que pelearon ellos ayer, y marchan sin ayuda a la conquista de la libertad que ha de abrir a los Estados Unidos la Isla que hoy le cierra el interés español. Y al mundo preguntamos, seguros de la respuesta, si el sacrificio de un pueblo generoso, que se inmola por abrirse a él, hallará indiferente o impía a la humanidad por quien se hace.

En demostración de los altos fines y de los métodos cultos de la guerra de independencia de Cuba, y en testimonio de singular gratitud a The New York Herald,- suscriben aquí, como representantes electos, y hasta hoy vigentes, de la revolución, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano y el General en jefe del Ejército Libertador, en Guantánamo, a 2 de mayo de 1895.

El DelegadoEl General en Jefe
 José MartíMáximo Gómez   



Friday, May 22, 2020

CARTA DEL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, TEODORO ROOSEVELT, AL MINISTRO DE CUBA, GONZALO DE QUESADA*

Oyster Bay, septiembre 14 de 1906.

Mi estimado Sr. Quesada:
En esta crisis por la cual atraviesa la República de Cuba, escribo a Ud., no sencillamente por ser Ud. el Ministro de Cuba acreditado cerca de este Gobierno, sino porque Ud. y yo concurrimos íntimamente unidos a la misma labor, en aquella época en que, los Estados Unidos intervinieron en los asuntos de Cuba, con el resultado de convertirla en una nación independiente.
Usted sabe muy bien cuan sinceros son mis sentimientos de afecto, admiración y respeto hacia Cuba. Ud. sabe que jamás he hecho ni haré nada, tampoco, con respecto a Cuba que no sea inspirado en un sincero miramiento en favor de su bienestar. Ud. se da cuenta, asimismo del orgullo que he sentido por haberme cabido la satisfacción, como Presidente de esta República, de retirar las tropas americanas que ocupaban la Isla y proclamar oficialmente su independencia, a la vez que le deseaba todo género de venturas en la carrera que le tocaba emprender como República libre.
Yo deseo, por mediación de Ud., decir unas palabras de solemne advertencia a su pueblo, que tiene en mí a quien mejores intenciones pudiera abrigar en su favor.
Durante siete años Cuba ha disfrutado de un estado de paz absoluta y su prosperidad se ha desarrollado de una manera lenta, pero segura. Cuatro años también han transcurrido durante los cuales esa paz y esa prosperidad se consolidaban bajo su Gobierno propio e independiente. Esa paz, esa prosperidad y esa independencia se encuentran ahora amenazadas, porque, de todos los males que puedan caer sobre Cuba, es el peor de toda el de la anarquía, en que la precipitarán seguramente lo mismo la guerra civil que los simples disturbios revolucionarios.
Quienquiera que sea responsable de la revolución armada y de los desmanes que durante ella se cometan; quienquiera que sea responsable, en cualquier sentido, del actual estado de cosas que ahora prevalece, "es enemigo de Cuba"; y resulta duplicada la responsabilidad del hombre que, alardeando de ser el campeón especial de la independencia de Cuba, da un paso que puede hacer peligrar esa independencia.
Porque Cuba no tiene más que un medio de conservar su independencia, y es mostrar que el pueblo cubano puede continuar marchando pacífica y tranquilamente por la senda del progreso. Los Estados Unidos no le piden a Cuba sino que continúe desarrollándose como durante los siete últimos años pasados; que conozca y practique la libertad y el orden que proporcionará seguramente a la hermosa "Reina de las Antillas", en creciente medida, la paz y la prosperidad.
Nuestra intervención en los asuntos cubanos se realizará únicamente si demuestra Cuba que ha caído en el hábito insurreccional y que carece del necesario dominio sobre ella misma para realizar pacíficamente el gobierno propio, así como que sus facciones rivales la han sumido en la anarquía.
Solemnemente conjuro a todos los patriotas cubanos a unirse estrechamente para que olviden todas sus diferencias, todas sus ambiciones personales, y recuerden que el único medio de conservar la independencia de su República es evitar, a todo trance, que surja la necesidad de una intervención exterior para salvarla de la anarquía y de la guerra civil.
Gonzalo de Quesada
Espero ardientemente que estas palabras de apelación pronunciadas en nombre del pueblo americano, por el amigo más firme de Cuba y el mejor intencionado hacia ella que puede existir en el mundo, serán interpretadas rectamente, meditadas seriamente y que se procederá de acuerdo con ellas, en la seguridad de que, si así se hiciere, la independencia permanente de Cuba y su éxito como República se asegurarán. Según el Tratado que existe con vuestro Gobierno, yo tengo, como Presidente de los Estados Unidos, un deber que no puedo dejar de cumplir. El artículo 3° de ese Tratado da explícitamente a los Estados Unidos el derecho de intervención para el mantenimiento en Cuba de un Gobierno capaz de proteger la vida, las propiedades y la libertad  individual de los habitantes. El Tratado a que me refiero es la ley suprema da la nación y me confiere el derecho y los medios para llenar el cumplimiento de la obligación que tengo de proteger los intereses americanos.
Los informes que tengo a mi disposición demuestran que los lazos sociales, en toda la extensión de la Isla, se han relajado y que no hay ya seguridad para la vida, las propiedades y la libertad individual. He recibido noticias auténticas relatando perjuicios causados a propiedades americanas y hasta la destrucción de ellas en ciertos casos.
A mi juicio, es, pues, imperativo, para bien de Cuba, que las hostilidades cesen inmediatamente y que se haga un arreglo que asegure la pacificación permanente de la Isla.
Mando, al efecto, a La Habana al Secretario de la Guerra, Mr. Taft, y al Subsecretario de Estado, Mr. Bacon, como representantes especiales de este Gobierno, para que presten la cooperación que sea posible a la consecución de esos fines.
Esperaba que Mr. Root, Secretario de Estado, hubiera podido detenerse en La Habana, para hacer algo, a su regreso de la América del Sur; pero la inminencia de la crisis me impide demorar la acción por más tiempo.
Deseo por su mediación comunicarme de esta manera con el Gobierno y con el pueblo cubano. Y le envío, en su consecuencia, una copia de esta carta al Presidente Sr. Estrada Palma, ordenando al mismo tiempo la inmediata publicación de la misma.
De Ud. sinceramente,
TEODORO ROOSEVELT *Le agradecemos el envío de este texto a Guillermo A. Belt

Wednesday, May 20, 2020

NO HABLEMOS DE LA DESESPERACIÓN (Homenaje a José Mario)


 
Felipe Lázaro
Por Felipe Lázaro
        

Un hombre es la lista de sus cosas hechas. GOETHE           

En mi fin está mi comienzo. T. S. ELIOT

Al cumplirse dieciocho años del fallecimiento del poeta cubano José Mario (Güira de Melena, 1940 – Madrid, 2002) fuera de su patria, nada mejor que publicar una pequeña selección de su poesía, precedida por unas breves palabras introductorias, como sincero reconocimiento a su labor cultural en Cuba y en el exilio.

Inicios habaneros

José Mario
José Mario se estrena como poeta con la publicación de El grito (1960) en las ediciones de la CTCR, empresa estatal dirigida por Virgilio Piñera, mientras estudiaba Derecho y Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana; estudios que abandona en 1962.  Con ese primer poemario se inicia una fulgurante y ascendente trayectoria que se vio relanzada, aún más, al fundar la más tarde conocidísima Ediciones El Puente (1961-1965); dando comienzo a su destacada labor de reconocido editor independiente. Esos pocos años, de poesía y ediciones libres, bastaron para consagrarlo como uno de los jóvenes de su generación que más sobresalieron en el ambiente cultural habanero de aquella época.

Es en ese quinquenio inicial revolucionario que José Mario ingresa en la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) con veintidós años, a petición de Nicolás Guillén, y suma a su tenaz trabajo como poeta y editor, una frenética actividad lúdica en la bohemia capitalina de entonces.  Pero lo más brillante de su itinerario en la Isla es que fue capaz -en las precisas condiciones imperantes en la sociedad cubana de esos años de cambios incesantes- de desarrollar un intenso trabajo literario que se reúne en ocho libros publicados, además de poemas publicados en diversas revistas literarias estatales, como La Gaceta de Cuba y Unión, y de sonados recitales de poesía en el club El Gato Tuerto de la capital cubana en 1964.

Por esos años, el joven poeta publica siete poemarios: El grito (1960), La conquista 1961), De la espera y el silencio (1961), Clamor agudo (1962), A través (1962), La torcida raíz de tanto daño (1963), Muerte de amor por la soledad (1965) y el libro de Teatro infantil Quince obras para niños (1961 y 1963). 
El poeta Allen Ginsberg en La Habana con el editor argentino Miguel Grinberg
Es célebre su detención cuando el poeta norteamericano Allen Ginsberg fue expulsado de Cuba, aunque ya había sufrido innumerables arrestos e interrogatorios durante esos años, hasta que en 1965, con la clausura de las Ediciones El Puente, es enviado a un campo de concentración: la mal llamada Unidad Militar de Ayuda a la Producción (UMAP). 

Como ya comentamos, en su trayectoria habanera, el precoz universitario (1959) salta a joven poeta (1960) y, más tarde, a editor reconocido (1961-65), en medio de las grandes transformaciones socioeconómicas del país con la radicalización comunista de la Revolución.  Mientras el régimen del 59 se lanzaba a expropiar las empresas privadas cubanas, José Mario fundaba las Ediciones El Puente, empresa privada que lógicamente se diferenciaba del tufillo socializante de esos años sesenta que terminó con la estatización total del comercio privado cubano con la disparatada Ofensiva Revolucionaria (1968)

El duro oficio del exilio

Su destierro se inicia casi tres años después de ser confiscada su empresa editora (1965), además, se convirtió en un proscrito en su país (después de su paso por la UMAP); terminando sus últimos días cubanos como un zombi disidente, deambulando por La Habana totalitaria. En el verano del mundialmente famoso 68, abandona definitivamente Cuba; perdiendo su casa editora, su apartamento habanero (confiscado por el Estado castrista) y a su país, aunque jamás a su patria, pues siempre la llevará consigo.



Su viaje hacia la libertad fue un rocambolesco trayecto que le lleva de La Habana a Praga, de la capital checa a París y, finalmente, a Madrid. Es decir, pasa de la represión totalitaria caribeña a la primavera de Praga, al pos-mayo francés y al Madrid de las manifestaciones estudiantiles contra el dictador Franco. Mientras, en su Cuba, dejaba no solo un importante legado como poeta, escritor y editor, sino que ya tenía toda una aureola de rebelde, de contestatario, de indomable que trascendía con múltiples anécdotas y leyendas que circulaban por una Habana que ya no volvería a ver jamás.

Ya asentado fuera de su país, se instala brevemente en Nueva York y recibe la Beca Cintas por dos años consecutivos. Con posterioridad, regresa a su adorado Madrid, donde prosigue con sus actividades culturales con la creación de dos casas editoras: Ediciones El Puente, donde publica dos poemarios vitales para la poesía cubana contemporánea, como: Lenguaje de mudos (1970) del poeta cubano Delfín Prats y No hablemos de la desesperación (1970) de su autoría y La Gota de Agua, donde edita Provocaciones (1973) de Heberto Padilla y tres poemarios de Isel Rivero: Nacimiento de Venus. Poema erótico (1980), Águila de hierro (1980) y El banquete (1981).  Pero su mayor proyecto y logro editorial fue publicar los 50 números de la revista literaria Resumen Literario El Puente (1979-1988), donde publica separatas de los poetas exiliados cubanos Roberto Cazorla, Elías Miguel Muñoz, Uva de Aragón, Arminda Valdés Ginebra, Mercedes Limón, Alberto Muller y Felipe Lázaro. Además, en dicha revista, colaboraron otros escritores cubanos del exilio, como: Gastón Baquero, Alberto Baeza Flores, Reinaldo Arenas, Ángel Cuadra, Pura del Prado, René Ariza, Guillermo Rosales, Martha Padilla, Orlando Rossardi, Amelia del Castillo,  Alberto Guigou, Juana Rosa Pita, Edith Llerena, Pío E. Serrano, Pancho Vives, Rita Geada, Vicente Echerri, Rolando Morelli, Luis Cartañá, Benita C. Barroso, Lilliam Moro, Daniel Morcate, entre otros, y contó con la colaboración de pintores reconocidos, como: Waldo Balart, Justo Luis, Ramón Alejandro, Eladio González, Jaime Bellechasse, Arturo Rodríguez, Miguel Cutillas, Lorenzo Mena,  Alfredo Alcain, Ceferino Moreno, José María Iglesias, etcétera.

En su destierro español, José Mario publica seis entregas poéticas: su ya citado  No hablemos de la desesperación (1970 y 1983), Falso T (1978), Dharma (1979), Oración a San Lázaro(1980),  13 poemas  (1988) y la antología poética El grito y otros poemas (2000) con prólogo del poeta cubano Nelson Simón González.

Pero el poeta díscolo que se instala en Madrid, como exiliado político, no era ya el mismo de sus rocambolescos años cubanos. Llegó traumatizado y destrozado por las múltiples detenciones, por su paso por el campo de concentración, por el presidio político (La Cabaña) y por las persecuciones que muchas veces no se debieron a sus ideas políticas, sino a su condición de homosexual. Se sentía no solo despojado de su empresa y de su apartamento de La Habana, sino, sobre todo, de su seña de identidad. Si bien reanudó su actividad editorial, casi de forma artesanal, jamás logró una cierta estabilidad económica, pero ni siquiera se lo propuso. En realidad, siempre fue más un editor cultural que comercial. Situación personal que estuvo marcada por una tendencia autodestructiva, iniciada en el exilio; como secuela de sus sufrimientos en la Isla y de la traumática ruptura que significó su atormentado destierro, destruyéndole la vida para siempre.


Comparando la etapa cubana con la de su destierro español, se pueden observar fuertes contrastes. De 1961 a 1965, el poeta-editor, consiguió dos logros importantes: primero, afianzar las Ediciones El Puente en la Habana revolucionaria, precisamente en los años “duros” del establecimiento del “socialismo” en Cuba, cuando casi todas las empresas privadas estaban siendo confiscadas sin indemnización, incluidas las imprentas, y segundo, mantener su editorial como entidad autónoma e independiente durantes esos cinco años de fervoroso estalinismo, a pesar de ciertas maniobras para integrar su casa editora a la UNEAC. Esos años cubanos (que vivió frenéticamente, totalmente entregado a sus actividades culturales, desarrollando una intensa vida literaria como poeta, además de promotor de otros autores, aunque también como bohemio al fin, participando en la dolce vita de esos años y con un tren de vida poco usual para aquella inicial época de la ortodoxia estalinista en Cuba) se diferencian notablemente de su precaria situación de exiliado, con todo tipo de necesidades económicas. Coyuntura que pudo solventar gracias al apoyo de los suscriptores de sus proyectos y a la constante ayuda de sus amigos más solidarios, como los mecenas cubanos Víctor Batista Falla, el escritor Pancho Vives (hijo de María Luisa Gómez Mena) y el pintor Waldo Balart, entre otros, o la ya mencionada Beca Cintas de Nueva York que le permitió comprarse su buhardilla madrileña.

El legado de José Mario y de los autores de El Puente

A José Mario le tocó vivir una sociedad cubana que cambiaba vertiginosamente a golpes de las transformaciones dictadas por el torbellino revolucionario, aunque él con su carácter rebelde, supo sobreponerse con su criterio disidente, con su recorrido iconoclasta y logró provocar al nuevo régimen que se asentaba, convirtiéndose en un reconocido l’enfant terrible, en esos primeros años del gran cambio que sacudió a toda la Isla  y que ha terminado -después de seis décadas- en un trasnochado y fracasado régimen totalitario .

Los puentistas fueron de los primeros escritores cubanos víctimas del castrismo  (José Mario, Ana María Simo, René Ariza y Manuel Ballagas) y el ingreso del director de El Puente en la UMAP solo vislumbraba la larga lista de autores cubanos que serían perseguidos y condenados en décadas posteriores (Léase: Heberto Padilla, Reinaldo Arenas, Reinaldo Bragado Bretaña, Raúl Rivero, María Elena Cruz Varela, Ángel Santiesteban Prats y un largo etcétera que llega hasta nuestros días con la actual represión a periodistas independientes, como Roberto de Jesús Quiñones, entre otros).

En esa Habana revolucionaria (1959-68) por la que transitaba José Mario de lujuria y protestas, de creación y persecuciones, el poeta se nos presenta como uno de los personajes más llamativos del mundillo literario de entonces, hasta transformarse en toda una leyenda de la bohemia poética para las más jóvenes generaciones.

Esas vivencias habaneras -lúdicas y trágicas- contrastan con su posterior destierro madrileño donde las penurias y las necesidades de todo tipo jamás le abandonaron. Solo le acompañaba su permanente amor a Cuba. En tierra española murió solo, abandonado por un exilio sordo a todo proyecto cultural, mientras, en su patria, se prohibía su obra y era relegado al más criminal de los olvidos.

 Si los represores intelectuales del 65 quisieron justificar el miserable ataque totalitario a todo lo que representaba El Puente  -aún reconociéndolos como parte de la nueva generación literaria posterior a la Revolución-  con aquella infamia de ser “la fracción más disoluta” o que eran “malos como artistas” (Jesús Díaz, dixit), las seis décadas pasadas han demostrado no solo lo canallesco de esas frases, sino que la mejor respuesta ha sido precisamente la amplia bibliografía acumulada y la abrumadora constancia de la trayectoria literaria de todos los autores que publicaron en esa editorial habanera, como el propio José Mario, Isel Rivero, Nancy Morejón, Belkis Cuza-Malé, Ana María Simo, Reinaldo García Ramos, Manuel Ballagas, Miguel Barnet,  Mercedes Cortázar, Héctor Santiago, Silvia Barrios, Gerardo Fulleda León, Ana Justina Cabrera, Manolo Granados, Georgina Herrera, Joaquín G. Santana, Rogelio Martínez Furé y una segunda oleada de puentista, con Lilliam Moro, Pío E. Serrano, Lina de Feria, Guillermo Rodríguez Rivera, Sigfredo Álvarez Conesa, Pedro Pérez Sarduy, entre otros.

No obstante, lo que sí ha quedado patente es que José Mario junto a los poetas y escritores que publicaron en El Puente habanero no han podido ser borrados de la Historia cultural cubana y sus obras son cada vez más reclamadas y valoradas por los más jóvenes lectores cubanos de la Isla y del exilio.

La muerte en el destierro

El fundador de la habanera y madrileña Ediciones El Puente fallece en su legendaria buhardilla de la calle San Cosme y San Damián (Madrid, 2002) donde lo encuentra muerto su amigo Waldo Balart. Dejaba inéditos tres libros: Swami y otros cuentos, la novela La Contrapartida (sobre su experiencia en la UMAP y de la cual su amigo Néstor Almendros intentó realizar una película) y el libro de ensayos Crónica / Crítica y Revolución cubana. Póstumamente se publicó la separata Dos poemas inéditos: In Memoriam (2003) con introducción del poeta cubano León de la Hoz.

A su entierro, en el cementerio madrileño de Carabanchel, solo asistimos seis amigos: Isel Rivero, Waldo Balart, Pío E. Serrano, Andrés Lacau, Helen Díaz-Argüelles y un servidor. En su sencilla lapida reza: José Mario Rodríguez Pérez. Poeta. (La Habana, 1940 – Madrid, 2002).

Aunque su intensa trayectoria vital siempre estuvo salpicada de sexo y alcohol (tanto en La Habana como en Nueva York o en Madrid) o teñida de desesperanza y cierta fascinación por la autodestrucción, también en su vida se denota la visión trascendente del poeta con sus reflexiones sobre la soledad y la muerte, sobre la esencia represiva de todo poder y la ansiada libertad que él pudo disfrutar en el destierro hasta su muerte.
Ya hoy es reconocida su pasión por la poesía y su gran amor a Cuba, que fueron dos constantes en su atribulada vida, consagrada por entero a su buen quehacer literario.

 José Mario fue una víctima más de las transformaciones revolucionarias de su país, como de los cambios ideológicos de la Revolución cubana.  De, inicialmente, humanista a la más burda copia del modelo soviético (leninista-estalinista). Fueron años de una persecución implacable contra toda diferencia y de una combativa represión de todas las voces plurales que no encajaban en un sistema totalitario que, desde 1959 a nuestros días, acostumbra a aniquilar a la más mínima disidencia.

                                                                      

Toledo, 12 de mayo de 2020.


                                                *   *    *


                                                                                                                                                                                                                                            7 poemas de José Mario *





Bar



¿Cuál es su nombre, cuál es el nombre de ese sitio? ¿Cómo se llama?

Ni el aullido del agua entre sus ruinas ni la madera podrida de esos restos.

¿Cómo se llama el tiempo –cómo es-, cómo se dice?

Él habla de esos días, madera de esos bosques perdiéndose en el mar:

Discutimos, gritamos, nos fuimos a las manos y el tiempo era quien esperaba.

Ni tú ni yo: el tiempo.

Tan sólo los restos de ese sitio.

El lugar inevitable como otro cualquiera

donde algunos como tú y yo se dicen palabras que luego mueren:

“se fueron a los ojos,

se hundieron, se mataron, se hirieron”.

No cabíamos: ni tú en mí ni yo en ti.

Como las historias ridículas:

(Los personajes esos que gesticulan al fondo de alguna película cuya más importante

                                                                                                /escena está ocurriendo).

    Los dos.

Como si no fuéramos, ¿quiénes? Ni más ni menos que los dos.

Los dos grandes consumidores de nosotros dos para el olvido.

    ¿Y ahora?

¿Cuál es el nombre de este sitio? ¿Cómo se llama?

Fui lealmente mísero perro hambriento, alcé las patas del recuerdo.

Nada de lágrimas, nada de ladridos, nada de escenas.

Se hunde a pesar de nosotros.

Se va por el mar bote remado.

Se hunde en el mar como en nosotros.

Porque el tiempo lo esperaba –digamos- “más de prisa”.

Porque él sabía que nosotros éramos el pretexto de su vida.

Y que su nombre alguna vez buscaría detalles en nosotros.

    ¿Y ahora?

Ya no hay gramolas, ni canciones, ni discos de Vicentico Valdés,

Ni mesas de madera, ni taburetes, ni botellas de ron, ni Coca Cola,

Ni intervalos, ni el viejo camarero que entra cansado y se equivoca

y nos pregunta: ¿Algo más?”, ni yo que grito: “¡Quédate, quédate, quédate

                                                                                / conmigo!”,

Ni un vaso que se rompe. “No nada más; tráigame la cuenta”.

El Morro está a lo lejos

los barcos dispuestos a ser ingeridos de otra forma.

De allá a acá para siempre sin un sitio.

Al menos como éste que se hunde sin un nombre;

sin que él sepa el papel que representa:

Como no sabremos, el nuestro nosotros.

Como hemos sido en cuanto a lo que nos tocaba sin saberlo:

(“Vivir con las palabras es una cosa: vivir fuera de las palabras es otra.

Vivir con la vida es otro asunto. ¿Cómo vivíamos?

¿Se vive? ¿Es que se vive? ¿Qué es lo que se vive?”):

Una noche parece bastar para toda la vida:

Aquella después de ver La Strada en Bellas Artes.

Te sentaste en el banco frente al palacio presidencial: llorabas.

¿Tú sabes lo que es eso a la una de la madrugada, debajo de esas luces

Donde se oye el rugido del mar sobre las rocas y la luna es tan tremenda?

Pues sí: lloraste.

Saldré a caminarte: La avenida del puerto.

La Iglesia de Paula.

Las llamas de la destilería.

Las luces contra el agua. Los destellos en las piedras.

Los instantes clavados en el cuerpo mientras me siento en el muro del malecón.

Saldré a hundirme con ese sitio.

Rodearé sus maderas y su nombre que no conozco.

La virgen negra que está enfrente.

Santa Bárbara que está a su puerta.

Las voces que suben al embarcadero o bajan a perderse

    con la lluvia

    o una botella de cerveza

    o en otras voces que no sé si son esas u otras

            que he oído hace mucho.

El agua que asiste a devorarnos.







Participación





Los ojos salen, buscan el techo de la casa de enfrente.

La antena del televisor. Las ventanas azules.

Como de otra época u otro principio esa misma mirada te recorre.

Hondo a tu cuerpo como si él no fuera otro como lo crees.

Pero eres tú mismo el que lo sabes,

el que te lo has repetido noches y semanas:

“Debe ocurrir, debe ocurrir”, que un día me desconozca.

Las cortinas estén descorridas y penetre el sol;

el sol de otra época que no haya sido ésta que te tocó vivir

y de la que sin embargo tú no te arrepientes.

No podrás arrepentirte como de tantos otros sucesos que no fueron por predestinación.

Donde tú andas sin nadie y te has acostumbrado;

a esta ciudad de La Habana y su noche rota de una pedrada dentro de ti.

Esta ciudad a oscuras de tu alma en que creíste y ahora serás desterrado:

Viniste a conocer el odio, el miedo, la hipocresía;

    las palabras benditas y las aborrecibles,

    para que esta ciudad pueda vivir y tú obtengas el tacto seguro;

    el dolor y la angustia por la que ella se hace conocer.

Llegaste en una época donde un mundo empezaba a consumirse

     y había cosas esperando junto al fuego:

     La palabra Revolución ardía.

Ardían las palabras como los muertos o torturados que viste al pie de cualquier esquina,

     donde alguien jugaba al número de su suerte

     sobre algún cadáver que todos habíamos provocado.

Surge el horror que pueden tus ojos y el recuerdo

       -presa su imagen- indefinible.

Surge tu soledad como una espada o una hoja de papel dispuesta

       a ser usada, escrita, o si es posible: rota.





Anti-clímax





Entro en La Habana a un bar que le llaman El Pastores.

Me acompañan dos amigos. El mar crece a lo lejos.

La noche pone su dedo sobre el puerto:

    en esto un árbol yacía entre mis párpados

    me soné la nariz y apareció un bosque

    “carta blanca con ginger” abrimos las tres bocas

    me abro la cabeza y un puñal pequeño me atraviesa.



Por la mañana tengo el primer vómito de sangre

     de aquel bosque arranqué lágrimas que tuve

     mucho tiempo sobre el pecho estaba desnudo y me

     miraba otra piel y un diente pequeño nacía de mi frente

     tuve un miedo terrible a no ser ya yo mismo.

Por la mañana mi madre me echa en cara todos mis defectos

     sólo es que tengo miedo de ser descubierto y castigado

     de por vida me desmayo escupes

     sobre mis labios en silencio sobre el resto de mis días

     hasta que te arrancas caes sobre mí que voy a morir en ti ahora

     me doy cuenta que se trata de un día de septiembre

     finalmente me arranco los ojos y pongo tu nombre

     entre las cuencas vacías.

Por la tarde tengo el segundo vómito de sangre.

A esto se le llama morir por amor a lo Margarita Gautier

     si me tomo una cerveza estoy completamente seguro

     de que voy a ver a Dios golpeo sobre la barra

     te busco en una pareja que baila

     porque sé que te he perdido entre tantos

     mis dos amigos se matan a arañazos

     una piedra suena sobre el bosque como una piedra

     y otros me buscan como yo a ti te amo

     desde mi pecho crece un buitre

     te amo dolor mío todo empieza a morir

     te amo amanece.

Mi madre hace la historia de todos los que han muerto en mi familia.

Por la noche tengo el último vómito de sangre

     como en aquella historia que recuerdo

     no sin algo de susto y vértigo a la vez.

Mi madre habla constantemente de los ojos azules de mi tío

     te cuento aquella historia de mi padre irrumpo a llorar

     salvajemente una curiosa me mira tú me aprietas las manos

     descubres que me quieres o me tienes lástima

     estoy asustado de tanta mentira,

     pero me he salido con la mía y ya me perteneces

     vivos afuera suenan la lluvia y el viento.

Mi madre copia estas palabras mientras vienen a buscarme.







Visto







Me he dado cuenta que ya no amo

No me ha dolido ni un rasguño no me lo noto por ninguna parte

Me busco en los brazos toco el cuerpo y ni una marca

Toda hacia dentro se me vuelca el alma

Me pasa como aquel que no conoce dice y no lo siente

No sé qué soy conmigo dónde he estado si vuelvo o si regreso

Me pesa un sol la vida

Me hieren como a un ciego las palabras

Hay nombres que se clavan en mis dedos: lugares órdenes venganzas

Nadie me escucha y ando corro estoy cayendo y mi enemiga la muerte

                                                                       /se me acerca

Estoy tan solo que no hace falta que lo diga: basta con mirarme






En mi haber



   

-Ha habido desde que soy consciente

tantos decididos almuerzos, tanta delicia falsificada,

tanto darme cuenta del engaño de todos nosotros.

Nadie me ha querido: ni un relámpago ni un poco de agua,

ni la goma con que borro mi nombre,

ni los horrores que son tan míos y sólo yo los compadezco,

ni la máquina de escribir ni el automóvil,

ni la luz que sabe su último momento

cuando observa que voy a echarme para vencer el tiempo,

comerlo –destruirlo en mí- para ponerme luego a lamentarme,

a decir: “¿Qué he hecho?” “¿Dónde he estado?” “No lo merezco”.

Quisiera entonces espiar en cualquier parte donde se diera un beso,

donde alguien corriera su mano sobre un cuerpo hermoso,

donde alguien proclamase que se ha acabado todo y nos vemos:

sin señas sin subterfugios sin agonías

sin nadie con una mancha de penumbra y sangre entre los labios.

Pero estamos ciegos,

desde el principio estamos ciegos y compadecidos;

por lo que no conocemos y hemos creado con nuestro maldito miedo.

Pido un árbol donde recostar mi cabeza.





Segundo poema a C





Además de que sepamos que todo pasará:

Que el mundo tal y como lo hemos pensado

puede que sea un error

-un débil error de nuestras mentes-:

A pesar de que mañana nos levantaremos

para olvidar (a mañana

cuando haya pasado mucho tiempo me refiero);

para olvidar las tristes camas

que deshicimos algunas noches;

para amar y marcharnos temprano.

Con agonía y sin miseria

pero con un dolor tan serio

como de creernos que habíamos nacido

con esa intensidad de sufrimiento:


      “Nos buscaremos más allá de nosotros
       pero nuestra comunicación es un misterio
       que muere a cada palabra
       y luchamos ferozmente por no reconocerlo”.

Por eso no sabemos si somos la vida
o el propósito de serla: un acto, una mirada;
andar callados o engañarnos
con decir frases triviales,
ola batalla o la pasión de conocer
que un día:
Ya nada nos importe:
Ya todo sea un poco de lluvia que se pierde:
Ya nada ni nadie nos sostenga.


Primer pequeño testamento


Estoy tan solo como la muerte
Haberlo comprendido me ha hecho poderoso
Las palabras que solemos decir no son las justas
Justas son nuestras acciones que todo lo demuelen
El pasado y mis enemigos me han enriquecido
He aprendido el amor como quien busca cactus espinosos
He llorado la sangre de mis dedos y las heridas me suenan como
     una guitarra milagrosa.




* Estos poemas fueron seleccionados por Felipe Lázaro de la antología poética El grito y otros poemas (Betania, 2000),  128 pp. Prólogo de Nelson Simón González.







Bibliografía mínima:



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- “Con tantos palos que dio la vida: poesía, censura y resistencia”, en Criterios (La Habana, 15 de mayo de 2007 pp. 1-43. www.criterios.es/pdf/aragontantospalos.pdf.



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DE FERIA, Lina: “En los días de El Puente”, en Matanzas 6.2-3 (2005).



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-“José Mario, el entusiasmo esperanzado”, en La Habana Elegante: http://www.habanaelegante.com/Fall-Winter2002/BarcoRamosSerranoLago.html.



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-“Homenaje a José Mario (10º Aniversario de su muerte)”, en el blog EBETANIA: http://ebetania.wordpress.com (Madrid, 20 diciembre 2012). Ver etiqueta: José Mario.



-“Recordando a José Mario en el Décimo Aniversario de su muerte. (Selección de pomas)”, en Revista Hispano Cubana, (Madrid: Nº 45 , enero-abril 2013; pp. 183-191).



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MARIO, José: El grito (La Habana: Imprenta CTC Revolucionaria, 1960).



-La conquista (La Habana: El Puente, 1961).



- De la espera y el silencio (La Habana: El Puente, 1961).



-Clamor agudo (La Habana: El Puente, 1961).



-A través (La Habana: El Puente, 1962).



-15 obras para niños.(Teatro)Tomo I. (La Habana: El Puente, 1962).



-Muerte del amor por la soledad (La Habana: El Puente, 1965).



-“Novísima Poesía Cubana” en Mundo Nuevo (París, Nº 38 ; pp. 48-54).



- No hablemos de la desesperación (Madrid: Ediciones El Puente, 1970 y 1983; 44 pp.



- Trece poemas (Madrid, Betania, 1988; 40 pp.).



- El grito y otros poemas. Antología poética.(Madrid: Betania, 2000;  128 pp.). Prólogo de Nelson Simón González.



-“La verídica historia de Ediciones El Puente, 1961-1965”, en Revista Hispano Cubana Nº 6  (Madrid: invierno 2000;

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- “Allen Ginsberg en La Habana” en Revista Hispano Cubana Nº 15 (Madrid: invierno 2003; pp. 73-85.

Publicado por primera vez en Mundo Nuevo (París, Nº 34; pp. 48-54).



-Dos poemas inéditos (In Memoriam). Introducción de León de la Hoz. (Madrid: Betania, 2003, Colección Separatas Nº 1; 8pp).





MISKULIN, Silvia Cezar: Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revoluçao (1961-1975). (Sau Paulo: Alameda/Fapesp, 2009).



- “La labor editorial de José Mario en El Puente”, en La Habana Elegante: http://habanaelegante.com/Fall-Winter2002/BarcoAmellRiveroAlfonsoMiskulin.html.



PAHLENBERG, Marlies: Un Puente Contracorriente. Ediciones El Puente: Un esfuerzo literario dentro y fuera de Cuba. (Madrid: Betania, 2014; 104 pp.).



PONTE, Antonio José: “Un puente de silencio”, en Cubaencuentro 21 de marzo de 2006 (Madrid: http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/un-puente-de-silencio-13840).



RIVERO, Isel: “Los primeros años”, en La Habana Elegante Nº 19-20 (2002). http://www.habanaelegante.com/FallWinter2002/BarcoAmellRiveroAlfonsoMiskulin.html.



-“Conversación de octubre”. Poema, en  Revista Hispano Cubana (Madrid,  Nº 15, enero-abril 2003.



RODRÍGUEZ RIVERA, Guillermo: “Carta para volver a pasar El Puente”, en La Gaceta de Cuba (La Habana, enero-febrero 2006; pp.36-37.



SANTIAGO RUIZ, Héctor: “José Mario: El Puente de una generación perdida”, en El Ateje 2.6(2003): www.elateje.com/0206/ensayos02603.htm



SERRANO; Pío E.: “José Mario, adolescente ardiente”, en Revista Hispano Cubana (Madrid, invierno de 2003; pp. 99-104).



SIMO, Ana María: “Respuesta a Jesús Díaz”, en La Gaceta de Cuba (La Habana, junio-julio de 1966).



ZURBANO, Roberto: “Re-pasar El Puente”, en La Gaceta de Cuba (La Habana, núm. 4, 2005).





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Felipe Lázaro (Güines, 1948). Poeta y editor cubano. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid  y graduado de la Escuela Diplomática de España- En 1987 obtuvo la Beca Cintas y fundó la editorial Betania en España, donde reside. Sus últimos libros publicados son: Tiempo de exilio. Antología poética, 1974-2014  (2016), el libro de relatos Invisibles triángulos de muerte. Con Cuba en la Memoria (2017) y la 5º edición del libro de entrevistas Conversaciones con Gastón Baquero (2019)  cuyo ejemplar impreso  se puede adquirir en AMAZON: www.amazon.com

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