En mi fin está mi comienzo. T. S. ELIOT
Al cumplirse dieciocho años del fallecimiento del poeta cubano José Mario (Güira de Melena, 1940 – Madrid, 2002) fuera de su patria, nada mejor que publicar una pequeña selección de su poesía, precedida por unas breves palabras introductorias, como sincero reconocimiento a su labor cultural en Cuba y en el exilio.
Inicios habaneros
José Mario |
Es en ese quinquenio inicial revolucionario que José Mario ingresa en
Por esos años, el joven poeta publica siete poemarios: El grito (1960), La conquista 1961), De la espera y el silencio (1961), Clamor agudo (1962), A través (1962), La torcida raíz de tanto daño (1963), Muerte de amor por la soledad (1965) y el libro de Teatro infantil Quince obras para niños (1961 y 1963).
El poeta Allen Ginsberg en La Habana con el editor argentino Miguel Grinberg |
Como ya comentamos, en su trayectoria habanera, el precoz universitario (1959) salta a joven poeta (1960) y, más tarde, a editor reconocido (1961-65), en medio de las grandes transformaciones socioeconómicas del país con la radicalización comunista de
El duro oficio del exilio
Su destierro se inicia casi tres años después de ser confiscada su empresa editora (1965), además, se convirtió en un proscrito en su país (después de su paso por
Su viaje hacia la libertad fue un rocambolesco trayecto que le lleva de
Ya asentado fuera de su país, se instala brevemente en Nueva York y recibe
En su destierro español, José Mario publica seis entregas poéticas: su ya citado No hablemos de la desesperación (1970 y 1983), Falso T (1978), Dharma (1979), Oración a San Lázaro(1980), 13 poemas (1988) y la antología poética El grito y otros poemas (2000) con prólogo del poeta cubano Nelson Simón González.
Pero el poeta díscolo que se instala en Madrid, como exiliado político, no era ya el mismo de sus rocambolescos años cubanos. Llegó traumatizado y destrozado por las múltiples detenciones, por su paso por el campo de concentración, por el presidio político (
Comparando la etapa cubana con la de su destierro español, se pueden observar fuertes contrastes. De
El legado de José Mario y de los autores de El Puente
A José Mario le tocó vivir una sociedad cubana que cambiaba vertiginosamente a golpes de las transformaciones dictadas por el torbellino revolucionario, aunque él con su carácter rebelde, supo sobreponerse con su criterio disidente, con su recorrido iconoclasta y logró provocar al nuevo régimen que se asentaba, convirtiéndose en un reconocido l’enfant terrible, en esos primeros años del gran cambio que sacudió a toda
Los puentistas fueron de los primeros escritores cubanos víctimas del castrismo (José Mario, Ana María Simo, René Ariza y Manuel Ballagas) y el ingreso del director de El Puente en
En esa Habana revolucionaria (1959-68) por la que transitaba José Mario de lujuria y protestas, de creación y persecuciones, el poeta se nos presenta como uno de los personajes más llamativos del mundillo literario de entonces, hasta transformarse en toda una leyenda de la bohemia poética para las más jóvenes generaciones.
Esas vivencias
habaneras -lúdicas y trágicas- contrastan con su posterior destierro madrileño
donde las penurias y las necesidades de todo tipo jamás le abandonaron. Solo le
acompañaba su permanente amor a Cuba. En tierra española murió solo, abandonado
por un exilio sordo a todo proyecto cultural, mientras, en su patria, se
prohibía su obra y era relegado al más criminal de los olvidos.
Si los represores intelectuales del 65
quisieron justificar el miserable ataque totalitario a todo lo que representaba
El Puente -aún reconociéndolos como parte
de la nueva generación literaria posterior a la Revolución- con aquella infamia de ser “la fracción más
disoluta” o que eran “malos como artistas” (Jesús Díaz, dixit), las seis décadas pasadas han demostrado no solo lo
canallesco de esas frases, sino que la mejor respuesta ha sido precisamente la
amplia bibliografía acumulada y la abrumadora constancia de la trayectoria
literaria de todos los autores que publicaron en esa editorial habanera, como el
propio José Mario, Isel Rivero, Nancy Morejón, Belkis Cuza-Malé, Ana María
Simo, Reinaldo García Ramos, Manuel Ballagas, Miguel Barnet, Mercedes Cortázar, Héctor Santiago, Silvia
Barrios, Gerardo Fulleda León, Ana Justina Cabrera, Manolo Granados, Georgina
Herrera, Joaquín G. Santana, Rogelio Martínez Furé y una segunda oleada de
puentista, con Lilliam Moro, Pío E. Serrano, Lina de Feria, Guillermo Rodríguez
Rivera, Sigfredo Álvarez Conesa, Pedro Pérez Sarduy, entre otros.
No obstante, lo
que sí ha quedado patente es que José Mario junto a los poetas y escritores que
publicaron en El Puente habanero no han podido ser borrados de la Historia cultural cubana
y sus obras son cada vez más reclamadas y valoradas por los más jóvenes
lectores cubanos de la Isla
y del exilio.
La muerte en el destierro
El fundador de la
habanera y madrileña Ediciones El Puente fallece en su legendaria buhardilla de
la calle San Cosme y San Damián (Madrid, 2002) donde lo encuentra muerto su
amigo Waldo Balart. Dejaba inéditos tres libros: Swami y otros cuentos, la novela La Contrapartida (sobre
su experiencia en la UMAP
y de la cual su amigo Néstor Almendros intentó realizar una película) y el
libro de ensayos Crónica / Crítica y
Revolución cubana. Póstumamente se publicó la separata Dos poemas inéditos: In Memoriam (2003) con introducción del poeta
cubano León de la Hoz.
A su entierro, en
el cementerio madrileño de Carabanchel, solo asistimos seis amigos: Isel
Rivero, Waldo Balart, Pío E. Serrano, Andrés Lacau, Helen Díaz-Argüelles y un
servidor. En su sencilla lapida reza: José Mario Rodríguez Pérez. Poeta. (La Habana , 1940 – Madrid,
2002).
Aunque su intensa
trayectoria vital siempre estuvo salpicada de sexo y alcohol (tanto en La Habana como en Nueva York o
en Madrid) o teñida de desesperanza y cierta fascinación por la autodestrucción,
también en su vida se denota la visión trascendente del poeta con sus reflexiones
sobre la soledad y la muerte, sobre la esencia represiva de todo poder y la ansiada
libertad que él pudo disfrutar en el destierro hasta su muerte.
Ya hoy es
reconocida su pasión por la poesía y su gran amor a Cuba, que fueron dos
constantes en su atribulada vida, consagrada por entero a su buen quehacer
literario.
José Mario fue una víctima más de las
transformaciones revolucionarias de su país, como de los cambios ideológicos de
la Revolución
cubana. De, inicialmente, humanista a la
más burda copia del modelo soviético (leninista-estalinista). Fueron años de una
persecución implacable contra toda diferencia y de una combativa represión de
todas las voces plurales que no encajaban en un sistema totalitario que, desde 1959 a nuestros días,
acostumbra a aniquilar a la más mínima disidencia.
Toledo, 12
de mayo de 2020.
* * *
7 poemas de José Mario *
Bar
¿Cuál es su nombre, cuál es el nombre de ese sitio? ¿Cómo se llama?
Ni el aullido del agua entre sus ruinas ni la madera podrida de esos restos.
¿Cómo se llama el tiempo –cómo es-, cómo se dice?
Él habla de esos días, madera de esos bosques perdiéndose en el mar:
Discutimos, gritamos, nos fuimos a las manos y el tiempo era quien esperaba.
Ni tú ni yo: el tiempo.
Tan sólo los restos de ese sitio.
El lugar inevitable como otro cualquiera
donde algunos como tú y yo se dicen palabras que luego mueren:
“se fueron a los ojos,
se hundieron, se mataron, se hirieron”.
No cabíamos: ni tú en mí ni yo en ti.
Como las historias ridículas:
(Los personajes esos que gesticulan al fondo de alguna película cuya más importante
/escena está ocurriendo).
Los dos.
Como si no fuéramos, ¿quiénes? Ni más ni menos que los dos.
Los dos grandes consumidores de nosotros dos para el olvido.
¿Y ahora?
¿Cuál es el nombre de este sitio? ¿Cómo se llama?
Fui lealmente mísero perro hambriento, alcé las patas del recuerdo.
Nada de lágrimas, nada de ladridos, nada de escenas.
Se hunde a pesar de nosotros.
Se va por el mar bote remado.
Se hunde en el mar como en nosotros.
Porque el tiempo lo esperaba –digamos- “más de prisa”.
Porque él sabía que nosotros éramos el pretexto de su vida.
Y que su nombre alguna vez buscaría detalles en nosotros.
¿Y ahora?
Ya no hay gramolas, ni canciones, ni discos de Vicentico Valdés,
Ni mesas de madera, ni taburetes, ni botellas de ron, ni Coca Cola,
Ni intervalos, ni el viejo camarero que entra cansado y se equivoca
y nos pregunta: ¿Algo más?”, ni yo que grito: “¡Quédate, quédate, quédate
/ conmigo!”,
Ni un vaso que se rompe. “No nada más; tráigame la cuenta”.
El Morro está a lo lejos
los barcos dispuestos a ser ingeridos de otra forma.
De allá a acá para siempre sin un sitio.
Al menos como éste que se hunde sin un nombre;
sin que él sepa el papel que representa:
Como no sabremos, el nuestro nosotros.
Como hemos sido en cuanto a lo que nos tocaba sin saberlo:
(“Vivir con las palabras es una cosa: vivir fuera de las palabras es otra.
Vivir con la vida es otro asunto. ¿Cómo vivíamos?
¿Se vive? ¿Es que se vive? ¿Qué es lo que se vive?”):
Una noche parece bastar para toda la vida:
Aquella después de ver
Te sentaste en el banco frente al palacio presidencial: llorabas.
¿Tú sabes lo que es eso a la una de la madrugada, debajo de esas luces
Donde se oye el rugido del mar sobre las rocas y la luna es tan tremenda?
Pues sí: lloraste.
Saldré a caminarte: La avenida del puerto.
Las llamas de la destilería.
Las luces contra el agua. Los destellos en las piedras.
Los instantes clavados en el cuerpo mientras me siento en el muro del malecón.
Saldré a hundirme con ese sitio.
Rodearé sus maderas y su nombre que no conozco.
La virgen negra que está enfrente.
Santa Bárbara que está a su puerta.
Las voces que suben al embarcadero o bajan a perderse
con la lluvia
o una botella de cerveza
o en otras voces que no sé si son esas u otras
que he oído hace mucho.
El agua que asiste a devorarnos.
Participación
Los ojos salen, buscan el techo de la casa de enfrente.
La antena del televisor. Las ventanas azules.
Como de otra época u otro principio esa misma mirada te recorre.
Hondo a tu cuerpo como si él no fuera otro como lo crees.
Pero eres tú mismo el que lo sabes,
el que te lo has repetido noches y semanas:
“Debe ocurrir, debe ocurrir”, que un día me desconozca.
Las cortinas estén descorridas y penetre el sol;
el sol de otra época que no haya sido ésta que te tocó vivir
y de la que sin embargo tú no te arrepientes.
No podrás arrepentirte como de tantos otros sucesos que no fueron por predestinación.
Donde tú andas sin nadie y te has acostumbrado;
a esta ciudad de
Esta ciudad a oscuras de tu alma en que creíste y ahora serás desterrado:
Viniste a conocer el odio, el miedo, la hipocresía;
las palabras benditas y las aborrecibles,
para que esta ciudad pueda vivir y tú obtengas el tacto seguro;
el dolor y la angustia por la que ella se hace conocer.
Llegaste en una época donde un mundo empezaba a consumirse
y había cosas esperando junto al fuego:
La palabra Revolución ardía.
Ardían las palabras como los muertos o torturados que viste al pie de cualquier esquina,
donde alguien jugaba al número de su suerte
sobre algún cadáver que todos habíamos provocado.
Surge el horror que pueden tus ojos y el recuerdo
-presa su imagen- indefinible.
Surge tu soledad como una espada o una hoja de papel dispuesta
a ser usada, escrita, o si es posible: rota.
Anti-clímax
Entro en
Me acompañan dos amigos. El mar crece a lo lejos.
La noche pone su dedo sobre el puerto:
en esto un árbol yacía entre mis párpados
me soné la nariz y apareció un bosque
“carta blanca con ginger” abrimos las tres bocas
me abro la cabeza y un puñal pequeño me atraviesa.
Por la mañana tengo el primer vómito de sangre
de aquel bosque arranqué lágrimas que tuve
mucho tiempo sobre el pecho estaba desnudo y me
miraba otra piel y un diente pequeño nacía de mi frente
tuve un miedo terrible a no ser ya yo mismo.
Por la mañana mi madre me echa en cara todos mis defectos
sólo es que tengo miedo de ser descubierto y castigado
de por vida me desmayo escupes
sobre mis labios en silencio sobre el resto de mis días
hasta que te arrancas caes sobre mí que voy a morir en ti ahora
me doy cuenta que se trata de un día de septiembre
finalmente me arranco los ojos y pongo tu nombre
entre las cuencas vacías.
Por la tarde tengo el segundo vómito de sangre.
A esto se le llama morir por amor a lo Margarita Gautier
si me tomo una cerveza estoy completamente seguro
de que voy a ver a Dios golpeo sobre la barra
te busco en una pareja que baila
porque sé que te he perdido entre tantos
mis dos amigos se matan a arañazos
una piedra suena sobre el bosque como una piedra
y otros me buscan como yo a ti te amo
desde mi pecho crece un buitre
te amo dolor mío todo empieza a morir
te amo amanece.
Mi madre hace la historia de todos los que han muerto en mi familia.
Por la noche tengo el último vómito de sangre
como en aquella historia que recuerdo
no sin algo de susto y vértigo a la vez.
Mi madre habla constantemente de los ojos azules de mi tío
te cuento aquella historia de mi padre irrumpo a llorar
salvajemente una curiosa me mira tú me aprietas las manos
descubres que me quieres o me tienes lástima
estoy asustado de tanta mentira,
pero me he salido con la mía y ya me perteneces
vivos afuera suenan la lluvia y el viento.
Mi madre copia estas palabras mientras vienen a buscarme.
Visto
Me he dado cuenta que ya no amo
No me ha dolido ni un rasguño no me lo noto por ninguna parte
Me busco en los brazos toco el cuerpo y ni una marca
Toda hacia dentro se me vuelca el alma
Me pasa como aquel que no conoce dice y no lo siente
No sé qué soy conmigo dónde he estado si vuelvo o si regreso
Me pesa un sol la vida
Me hieren como a un ciego las palabras
Hay nombres que se clavan en mis dedos: lugares órdenes venganzas
Nadie me escucha y ando corro estoy cayendo y mi enemiga la muerte
/se me acerca
Estoy tan solo que no hace falta que lo diga: basta con mirarme
En mi haber
-Ha habido desde que soy consciente
tantos decididos almuerzos, tanta delicia falsificada,
tanto darme cuenta del engaño de todos nosotros.
Nadie me ha querido: ni un relámpago ni un poco de agua,
ni la goma con que borro mi nombre,
ni los horrores que son tan míos y sólo yo los compadezco,
ni la máquina de escribir ni el automóvil,
ni la luz que sabe su último momento
cuando observa que voy a echarme para vencer el tiempo,
comerlo –destruirlo en mí- para ponerme luego a lamentarme,
a decir: “¿Qué he hecho?” “¿Dónde he estado?” “No lo merezco”.
Quisiera entonces espiar en cualquier parte donde se diera un beso,
donde alguien corriera su mano sobre un cuerpo hermoso,
donde alguien proclamase que se ha acabado todo y nos vemos:
sin señas sin subterfugios sin agonías
sin nadie con una mancha de penumbra y sangre entre los labios.
Pero estamos ciegos,
desde el principio estamos ciegos y compadecidos;
por lo que no conocemos y hemos creado con nuestro maldito miedo.
Pido un árbol donde recostar mi cabeza.
Segundo poema a C
Además de que sepamos que todo pasará:
Que el mundo tal y como lo hemos pensado
puede que sea un error
-un débil error de nuestras mentes-:
A pesar de que mañana nos levantaremos
para olvidar (a mañana
cuando haya pasado mucho tiempo me refiero);
para olvidar las tristes camas
que deshicimos algunas noches;
para amar y marcharnos temprano.
Con agonía y sin miseria
pero con un dolor tan serio
como de creernos que habíamos nacido
con esa intensidad de sufrimiento:
“Nos buscaremos más allá de nosotros
pero nuestra comunicación es un misterio
que muere a cada palabra
y
luchamos ferozmente por no reconocerlo”.
Por eso no sabemos
si somos la vida
o el propósito de
serla: un acto, una mirada;
andar callados o
engañarnos
con decir frases
triviales,
ola batalla o la
pasión de conocer
que un día:
Ya nada nos
importe:
Ya todo sea un
poco de lluvia que se pierde:
Ya nada ni nadie
nos sostenga.
Primer pequeño testamento
Estoy tan solo
como la muerte
Haberlo
comprendido me ha hecho poderoso
Las palabras que
solemos decir no son las justas
Justas son
nuestras acciones que todo lo demuelen
El pasado y mis
enemigos me han enriquecido
He aprendido el
amor como quien busca cactus espinosos
He llorado la
sangre de mis dedos y las heridas me suenan como
una guitarra milagrosa.
* Estos poemas fueron
seleccionados por Felipe Lázaro de la antología poética El grito y otros poemas (Betania, 2000), 128 pp. Prólogo de Nelson Simón González.
Bibliografía mínima:
ABREU ARCIA, Alberto: “Ediciones El Puente. Los juegos de
ALFONSO, María Isabel: Dinámicas culturales de los años 60 en Cuba. El Puente y otras zonas creativas de conflicto. Tesis Doctoral: Universidad de Miami (Coral Gables, 2007).
ÁLVAREZ AMELL; Diana: “La pavorosa transparencia. La poética de José Mario”, en
ARANGO, Arturo: “Josefina Suárez, la memoria de El Puente”, en
- “Con tantos palos que dio la vida: poesía, censura y resistencia”, en Criterios (
BARQUET, Jesús J. (coord.): Ediciones El Puente en
CUZA MALÉ, Belkis: “José Mario: ¿nuestro Rimbaud?” en El Nuevo Herald (Miami, 8 de noviembre de 2002.
DE FERIA, Lina: “En los días de El Puente”, en Matanzas 6.2-3 (2005).
DÍAZ, Jesús: “Respuesta a Ana María Simo”, en
FORNET, Ambrosio: “El Puente”, en
GARCÍA MÉNDEZ, Luis Manuel: “El Puente, la poética de la libertad. Entrevista con Jesús J. Barquet”, en Cubaencuentro, Madrid, 4 de octubre de 2011: http://www.cubaencuentro.com/entrevistas/articulos/el-puente-la-poetica-de-la-libertad-268902.
GARCÍA RAMOS, Reinaldo y SIMO, Ana María: Novísima Poesía Cubana (
GARCÍA RAMOS, Reinaldo: “Otro paseo por El Puente, con nuevos transeúntes”, en Diario de Cuba: www.ddcuba.com (7 de enero de 2012).
- “Ese deseo permanente de libertad. Conversación con José Mario e Isel Rivero en Madrid el 4 de octubre de
-“José Mario, el entusiasmo esperanzado”, en
GRANT, María: “Nancy Morejón sobre El Puente”, en
HERRERA, Georgina: “El Puente es también la altura”, en
HURTADO, Rogelio Fabio: “Otra vez El Puente”, en Diario de Cuba: www.ddcuba.com (Madrid,3 de mayo de 2015).
LÁZARO, Felipe: “José Mario, l’enfant terrible de la poesía cubana”, en Revista Hispano Cubana (Madrid: Nº 15, invierno 2003; pp. 91-98).
-“Homenaje a José Mario (10º Aniversario de su muerte)”, en el blog EBETANIA: http://ebetania.wordpress.com (Madrid, 20 diciembre 2012). Ver etiqueta: José Mario.
-“Recordando a José Mario en el Décimo Aniversario de su muerte. (Selección de pomas)”, en Revista Hispano Cubana, (Madrid: Nº 45 , enero-abril 2013; pp. 183-191).
- “Cuando la palabra revolución ardía, José Mario pasó de
MARIO, José: El grito (
-La conquista (
- De la espera y el silencio (
-Clamor agudo (
-A través (
-15 obras para niños.(Teatro)Tomo I. (
-Muerte del amor por la soledad (
-“Novísima Poesía Cubana” en Mundo Nuevo (París, Nº 38 ; pp. 48-54).
- No hablemos de la desesperación (Madrid: Ediciones El Puente, 1970 y 1983; 44 pp.
- Trece poemas (Madrid, Betania, 1988; 40 pp.).
- El grito y otros poemas. Antología poética.(Madrid: Betania, 2000; 128 pp.). Prólogo de Nelson Simón González.
-“La verídica historia de Ediciones El Puente, 1961-
pp. 89-99.
- “Allen Ginsberg en
Publicado por primera vez en Mundo Nuevo (París, Nº 34; pp. 48-54).
-Dos poemas inéditos (In Memoriam). Introducción de León de
MISKULIN, Silvia Cezar: Os intelectuais cubanos e a política cultural da Revoluçao (1961-1975). (Sau Paulo: Alameda/Fapesp, 2009).
- “La labor editorial de José Mario en El Puente”, en
PAHLENBERG, Marlies: Un Puente Contracorriente. Ediciones El Puente: Un esfuerzo literario dentro y fuera de Cuba. (Madrid: Betania, 2014; 104 pp.).
PONTE, Antonio José: “Un puente de silencio”, en Cubaencuentro 21 de marzo de 2006 (Madrid: http://www.cubaencuentro.com/cultura/articulos/un-puente-de-silencio-13840).
RIVERO, Isel: “Los primeros años”, en
-“Conversación de octubre”. Poema, en Revista Hispano Cubana (Madrid, Nº 15, enero-abril 2003.
RODRÍGUEZ RIVERA, Guillermo: “Carta para volver a pasar El Puente”, en
SANTIAGO RUIZ, Héctor: “José Mario: El Puente de una generación perdida”, en El Ateje 2.6(2003): www.elateje.com/0206/ensayos02603.htm
SERRANO; Pío E.: “José Mario, adolescente ardiente”, en Revista Hispano Cubana (Madrid, invierno de 2003; pp. 99-104).
SIMO, Ana María: “Respuesta a Jesús Díaz”, en
ZURBANO, Roberto: “Re-pasar El Puente”, en
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Felipe Lázaro (Güines, 1948). Poeta y editor cubano. Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por
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Muy bueno tu ensayo. Muy lúcido. Me lo leí completo, querido Felipe. Muy claro. Pude ver tu dolor por esta pérdida, de un poeta que tuve el gusto de conocer en persona, pues asistió con toda su humildad a la presentación de mis libros en España gracias a ti y a Pio. No los olvido. Gracias por este aporte a la literatura. Abrazo.
ReplyDeleteIsmael Sambra
ReplyDeleteMuy sentido trabajo del gran editor cubano Felipe Lázaro. Un justo homenaje a un poeta de fuste. Tuve el gusto de conocer y leer sus poemas y departir en algunas veladas con él, Waldo Balart,Pio Serrano y otros literatos cubanos.me emociona que Felipe que nos haya recordado, dieciocho años después, a José Mario. Hay que agregar que en Madrid, personas con ideas muy diferentes a las de José Mario, disfrutabamos de la conversación, de la poesía y del vino, obviando que todos teníamos nuestros traumas y frustraciones, unos causados por dictaduras capitalistas de derecha y otros por los efectos en su vidas del régimen cubano. Pero por encima de todo estaba la amistad, la cultura y la fraternidad caribeña.