Por Enrique Del Risco
A Arsenio Rodríguez Quintana lo conozco de toda la vida y aún así no deja de sorprenderme. Poeta, historiador, ensayista, narrador, bloguero, editor, sus intereses son tan variados como su bibliografía: La caída y otros deseos (cuento), Síndrome de Ulises (poesía), El Curso Délfico y Confluencias Musicales de José Lezama Lima, Los Acuartelados de San Isidro.Crónicas sobre la disidencia Artística en Cuba 1961-2021, entre otros. Conoce Barcelona, ciudad donde reside desde hace más de veinte años, tan bien como a su ciudad natal. Puedo dar fe de ello. Su libro Historia del malecón habanero es un regalo para los muchos amantes de la capital cubana¿Cuándo y cómo se te ocurrió la idea de escribir un libro sobre el malecón habanero?
Este libro comencé a escribirlo en 1995 en Cuba, donde investigué todos los archivos disponibles con información sobre la República cubana (1902-1959), pero sobre todo el Archivo Nacional de Cuba donde ejercía como historiador tras graduarme en 1994 en La Universidad de La Habana. En ese año la Junta de Andalucía hizo un asesoramiento técnico de la revitalización del Malecón y me encargó una investigación histórica sobre este conjunto arquitectónico que realicé para ellos, guiados por la oficina de Rehabilitación del Malecón de la Habana que estaba en Malecón, 17, en el edificio de Las Cariátides. Por encargo del director de esa oficina, el arquitecto andaluz José Ramón Morero, esto fue vital para comenzar la investigación del libro. Fue esta oficina la que me dio una carta y con este aval poder ir al ICAIC, y ver todos los filmes donde aparece el malecón. E ir a la Biblioteca Nacional y revisar todos los fondos a los que el público no tiene acceso.
Tengo entendido que el proyecto lo dejaste aparcado durante años ¿Por qué lo retomaste?
Bueno, comencé a investigar en 1995, y en 1999, llegué a París, luego Sevilla y al final Barcelona. Así es imposible una estabilidad y tú lo sabes. Cuando llegué a Barcelona comencé a leer y a escribir mucho publicando paralelamente en Encuentro de la Cultura Cubana invitado por Jesús Díaz, en 2005 publiqué Síndrome de Ulises, donde la nostalgia era el tema central. Dos años después leí un texto de Rafael Rojas donde hablaba de Heredia, Cirilo Villaverde, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Jesús Díaz, donde desmontaba todo el tema de los escritores del exilio que no pierden su identidad, justo lo que yo creí que me pasaba. Así que retomé mi investigación sobre la historia del malecón habanero ya con nacionalidad española y trabajo estable. Era consciente de la exaltación velada que hago de la República cubana, no porque quiero sino porque así fue la historia de este muro: la Revolución Cubana nunca lo habría podido hacer. De hecho, en 62 años no han publicado un libro histórico sobre el malecón, pues saben que, desde el primer tramo, todos los dibujos son de ingenieros americanos. Y precisamente en las dos intervenciones americanas de 1906, y 1909, el impulso al malecón fue capital.
¿De cuándo data el primer proyecto del malecón? ¿Hasta dónde pretendía llegar en ese primer momento?
Si hablamos de proyecto, hay que citar a Francisco Albear, que hizo un proyecto en tiempos de la colonia, del gobierno autonómico, que no llegó a nada. Se tiene noticias de un proyecto para un “Malecón” que fue “concebido” o esbozado por encargo al ingeniero cubano Francisco de Albear en 1870, quien planeó hacerlo desde el Castillo de la Punta hasta la Calzada de Belascoaín, frente al mar, con unas 250 bóvedas y cañones y arcos que distan mucho del malecón actual.
Ahora, los ingenieros norteamericanos cuando llegaron a Cuba en enero 1899, hasta mayo de 1902, fueron quienes trazaron el primer paseo desde el Castillo de La Punta a la calle Crespo. Coordinado con Carlos J. Finlay quien ya había descubierto la terrible relación de las inmundicias que se arrojaban en esta zona, que era el basurero de La Habana -en el libro muestro fotos- y los mosquitos que hacían proliferar la fiebre amarilla. Desde que se comenzó a construir el malecón, los casos de fiebre amarilla en La Habana disminuyeron.
¿Cuáles fueron los principales hitos de la construcción del malecón?
Para mí el esfuerzo mayor que hicieron los habaneros republicanos para dejarnos esta joya emblemática de La Habana, fue cuando al francés J.N. Forestier (el mago de los jardines urbanistas de París ) se le ocurrió hacer en 1926, o trazar el malecón del puerto, o sea, La Avenida del Puerto, y esa zona era bahía, o sea agua de mar. Todas las piedras de la Loma del Castillo del Príncipe (detrás del Monumento de la calle G hasta la facultad de letras, la montaña se abrió en dos) fueron trasladas hasta esa zona de la avenida del Puerto para que hiciese línea recta con el trazado en curva que allí comienza. La pérdida de la Glorieta en el ciclón del 26 ayudó.
Otro tramo difícil fue rellenar la Caleta de San Lázaro que también hubo que rellenar para hacer el que hoy conocemos como parque Maceo.
Por eso, muchos historiadores del Archivo Nacional, amigos, nos opusimos a Eusebio Leal, que comenzó a romper La Avenida del Puerto para hacer un fragmento de muralla para que aquello pareciera la colonia española, con el trabajo que se pasó en los años veinte para rellenar eso. Un personaje detestable para nuestra historia que convirtió La Habana Vieja en una metáfora de la colonia, con negras esclavas paseándose por allí incluidas.
¿Cuál fue para ti el hallazgo más sorpresivo durante la investigación para este libro?
Los más de 100 dibujos y planos del muro y del trazado hasta el Almendares que hicieron desde ingenieros norteamericanos e ingenieros cubanos, 65 de ellos publicados en el libro, que encontré en el Archivo Nacional de Cuba, cuando me entregaron el Fondo para trabajar de las 5 mil cartas de la Presidencia de Tomás Estrada Palma (1902-1906). También saber que mi amigo, Cristóbal Díaz Ayala, “la biblia de la música cubana” que ya había reseñado la contracubierta de mi libro El Arte del Sabor, y nos leemos y enviamos proyectos de libros desde hace un tiempo, había vivido en el Malecón. Al leerse el libro me hizo un bellísimo texto sobre cada momento de su lectura que le emocionó, y a mí me dejó muerto, y me dio permiso para publicarlo como epílogo del libro, aquí un fragmento del maestro...
Acabo de leer tu libro, primera lectura....
Veo que de niño tuviste la dicha de vivir cerca del Malecón, visitarlo, usarlo como tu piscina... yo, más pequeño. Viví desde 1934 a 1938, (nací en 1930) En el hotel Vista Alegre, frente al Parque Maceo, con el mar en frente. Era un cuarto, séptimo balcón, de norte a sur... pero, además, me dormía mi padre, que se creía tenor. Empezaba siempre con La Paloma, pero me cantaba de Cuba, México, España...La farola del Morro en su círculo ininterrumpido, me iba durmiendo, hasta primero el fulgor, y después el estampido del cañonazo de las nueve, me llevaban al cuarto a la cama.
Como comprenderás, eso no se olvida, de ahí mi interés en tu libro…
Cristóbal Díaz Ayala, Puerto Rico.
El malecón es un lugar fundamental para la memoria afectiva de varias generaciones de habaneros ¿Cuál es para ti la importancia del malecón a la historia y la identidad de La Habana?
Primero que es la síntesis de los paseos marítimos de la misma que comenzó con La Alameda de Paula, en 1777. Para mí ahí comienza todo, asumir ese abrazo del mar como paseo en el siglo XVIII.
Mi libro comienza con una frase de Lezama: Es el abrazo del mar, es la “visión memorable “de la ciudad... el gesto creativo que la unifica y la hace “cantar.” En el libro mientras investigaba el carácter histórico del malecón, fui descubriendo que casi todos los escritores cubanos del siglo XX, habían citado el malecón en sus textos, y su grandeza como ícono de la ciudad era el imago de la misma, su referente. Virgilio Piñera, Alejo Carpentier. Luego me giré a la música, encontré canciones del malecón de todo tipo de géneros, transcribí Malecón de Isaac Delgado, y hay fragmento de "El Muro", de Varela o del hermano del autor del Manisero, Moisés Simons, Emilio, también compositor que un tiburón le comió parte de un brazo y una pierna en el malecón. Lo que me hizo advertir que no debería obviarlas y fue poniendo fragmentos, versos y poemas de algunos de los más importantes en el libro.
La importancia de un monumento emblemático de una ciudad viene dada no solo por su carácter de utilidad, sino su trascendencia en la memoria colectiva a través de la literatura. En los años que terminé de escribir este libro han sido los años que he visitado las capitales de los países más importantes de Europa, no solo continentales sino costeros, y créeme que no existe casi nada igual al malecón. Barcelona por citar una ciudad parecida, y mi segunda ciudad estrenó su paseo marítimo en 1992. Marsella, Cannes, Génova, todavía carecen de ellos.
¿Hubo intentos anteriores de historiar el malecón? ¿Cuál es la mayor contribución de este libro?
Que yo conozca, no. La oficina de rehabilitación del Malecón, que estaba bajo el mando de Eusebio Leal ha hecho folletos con varios autores, para afrontar una supuesta rehabilitación que no vemos, salvo el Hotel de Prado y Malecón, para mi criterio horrenda, que han hecho allí. Si haces una búsqueda en Google se advierte que solo aparece mi libro, y antes de él no hay otro.
Los primeros libros, de cualquier tema histórico que se escriba, siempre cargan con la ventaja de crear una referencia. Creo que ese es el primer valor. Al ser el primer libro tiene esa importancia. Además, entre las cartas de la república que tiene, algunas del Congreso, otras de la presidencia, además del mismo Estrada Palma, primer presidente de Cuba, junto a los dibujos y planos del muro de contención que ilustran la cubierta y son absolutamente desconocidos hasta la publicación de mi libro, son un gran aporte.
Luego, como historiador, y escritor, me tomé la licencia de poner muchos fragmentos de libros de ensayo arquitectónico, de novelas, de canciones, y sobre todo una cronología del sistema constructivo de todo el borde de la costa de la bahía hasta el Almendares que no creo que exista.
Creo que es un aporte a la historia de La Habana que era y es necesario y es claramente sublimado por La Revolución, pues no tuvo nada que ver en su desarrollo ni creación, y le da valor a una República denostada por ellos, que yo reivindico siempre.
El malecón ha sido vital en los dos estallidos sociales más importantes contra La Revolución cubana. Primero El Maleconazo, en 1994, el 5 de agosto, (que aparece en mi libro) y segundo, su réplica esta vez a nivel nacional el 11J, cuyas imágenes de Belascoaín y del Hotel Deauville eran casi calcadas, suceso que me impactó, pues viví en persona los sucesos de 1994, y ahí estaba el malecón para fijar estos sucesos en la memoria colectiva de los cubanos una vez más.
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ReplyDeletees un placer alucinante que me entreviste sobre el malecón, un escritor e historiador, y amigo, de toda la vida. Gracias por pensar en mi para esta entrevista.
ReplyDeleteOk GraciaS Arsenio
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