Por: Vicente Morín Aguado.
Cubadebate, el portal web
fundado por Fidel Castro, totalmente bajo el patrocinio del estado cubano,
publicó este 24 de julio el artículo titulado Los días en que se nublaron
los sueños. La primera intervención norteamericana, firmado por el Dr. en Ciencias
Históricas Eduardo Torres Cuevas.
Lo primero es lo primero,
por tanto, vamos a centrarnos en los preámbulos de esa intervención, asunto que
el Dr. Torres Cuevas soslaya, tal vez porque implica abordar verdades
incómodas, igual a desmentir falsedades que entrañan inconvenientes para un
intelectual probadamente fiel al Partido Comunista de Cuba (PCC), y por
supuesto, al omnipresente Comandante en Jefe de la Revolución Cubana, Fidel
Castro Ruz.
El profesor que escribe en
Cubadebate es uno de los autores de los libros de texto de la asignatura
Historia de Cuba en la enseñanza media. De los programas rectores para maestros
y alumnos, tengo a mano el de 11no grado, donde se dictamina:
“En la labor de auto
preparación para las clases de Historia, además de la bibliografía que se
recomienda en cada una de las unidades, constituyen fuentes fundamentales 5
textos de Fidel Castro muy valiosos por los aportes que hacen al análisis de
nuestra historia, son ellos:
• El análisis histórico de
la Revolución contenido en el Informe Central al Primer Congreso del Partido
Comunista de Cuba.” (Siguen otros 4 discursos en la lista)
Este documento, hecho
público al leerlo su autor en la sesión inaugural del 1er Congreso del PCC, 17
de diciembre de 1975, nos dice:
“España era entonces una
de las primeras potencias militares de Europa. Ningún pueblo de América luchó
en condiciones tan duras y difíciles por su independencia. Cuba fue el Vietnam
de fines del siglo pasado.”
Después de subirle la
parada a quien luego va a “derrotar”, el Comandante cuyas propias “batallas” no
pasaron de 300 hombres bajo su mando directo, continúa comentando
contradictoriamente:
“España estaba exhausta,
sin recursos ni energía para continuar la guerra. El ejército español ya sólo
controlaba las grandes plazas. Los revolucionarios dominaban todo el campo y
las comunicaciones interiores. Muchos prestigiosos generales españoles habían
sido derrotados a lo largo de la contienda.”
Los hechos no se ajustan a
esta última evaluación, y por supuesto, la alusión a Vietnam está fuera de
tiempo y espacio.
Para mejor comprensión del
lector, los cubanos alzados contra la monarquía colonialista, crearon de
inmediato una República en Armas, autoridad civil suprema, itinerante
por los campos del país, porque jamás tuvieron una población donde plantar de
forma estable sus oficinas.
La jefatura del ejército
libertador estuvo siempre sometida a este poder civil, sujeto a una Carta
Magna, de las que hubo cuatro, la última, conocida como Constitución de La
Yaya, regía en abril 24 de 1898, cuando España le declara la guerra a Los
Estados Unidos, recibiendo al día siguiente igual respuesta estadounidense.
Intentando acomodar su
relato, sin desentonar, cauteloso, Torres Cuevas explica que:
“Una vez concluida la
contienda con el triunfo del Ejército Libertador y pactadas las condiciones de
paz con España, se convocaría, según sus artículos 40 y 41, a una nueva
Asamblea Constituyente que elaboraría la definitiva carta magna para la
República de Cuba, independiente, democrática, laica y soberana. No fue lo que
ocurrió.”
SI y NO; hubo Asamblea
Constituyente, formada por 31 prestigiosos legisladores cubanos; y NO, verdad
incómoda, el ejército libertador cubano NO ganó la guerra y tampoco la guerra
estaba ganada.
Al iniciarse las
operaciones militares entre los Estados Unidos y España, comenzó “una nueva
guerra superpuesta” a la que ya libraban los patriotas independentistas, la
situación militar antes de esa intervención pudiera describirse con la frase un
equilibrio en precario.
(Las comillas porque se
trata de una opinión de Torres Cuevas, tomada de otros escritos suyos y la
comparto. Las negritas porque es mi propia opinión.)
Se trata de una situación
típica de las guerras irregulares, donde el bando refugiado en los campos no
puede ser desalojado por el ejército gubernamental, sin embargo, tampoco los
insurrectos, en Cuba les llamaron mambises, conseguían batallas decisivas
frente a su enemigo y mucho menos ocupar las ciudades.
Las columnas españolas, al
moverse de un lugar a otro, eran emboscadas con frecuencia, sufriendo
importantes bajas, nutriendo a los rebeldes de municiones y otras vituallas.
Es intencionalmente
desmedido decir que “el ejército español solo controlaba las grandes plazas”,
porque durante los 3 años de guerra, en una ocasión, por apenas 6 días, los
independentistas tomaron una ciudad de relativa importancia, sucedió el 30 de
agosto de 1897, cuando unos 1200 mambises, al mando del mayor general Calixto
García, asediaron y ocuparon Victoria de Las Tunas*, retirándose 6 días
después, no sin antes reducirla a escombros por las llamas.
¿Cuál era el tamaño real
de esta ciudad?
Fundada en 1796, el censo
de población de 1887 indica 12049 habitantes para el ayuntamiento de Las Tunas,
cifra que incluye a la mayoritaria población rural, en tanto el censo de 1899
contabilizó 19984 pobladores en el Municipio de Puerto Padre, al cual
pertenecía Victoria de Las Tunas.
La pequeña villa tomada
por los libertadores no aparece en el listado de las ciudades con más de 10 mil
habitantes en los censos citados. La urbanización de la región oriental no
superaba el 20% según la estadística de 1899.
Sin embargo, este hecho de
armas tuvo una notable repercusión mediática, tanto en España como en la joven
potencia al Norte de Cuba, porque el genocida gobernador de la colonia,
Valeriano Weyler, había proclamado con soberbia triunfalista, la pacificación
del territorio bajo su omnímodo mando, como resultado de la llamada “reconcentración”,
consistente en obligar a la población rural a trasladarse hacia los poblados,
con el objetivo de privar a los rebeldes de recursos alimenticios y humanos.
La tragedia recurrente
aumentaba porque el fuego destructor se convirtió en un arma de guerra para los
cubanos alzados contra España. El General en Jefe Máximo Gómez ejecutaba con
esmero La Tea Incendiaria, es decir, una antorcha vegetal aplicada a los campos de caña de azúcar, fábricas, y
en general a toda instalación capaz de proporcionar ingresos a la monarquía
ibérica.
Este último factor es
omitido por Torres Cuevas al valorar las causas del calamitoso estado de la
Isla antillana al iniciarse la dominación de los Estados Unidos.
La dimensión de los
combates ha de tenerse en cuenta al valorar las derrotas encajadas a
prestigiosos generales, porque durante los tres años de guerra, los cubanos
juntaron más de mil hombres en un combate solamente en dos ocasiones. La
primera en Mal Tiempo, 17 de diciembre de 1895, durante la invasión de oriente
a occidente, en las cercanías de Cienfuegos, donde pelearon unos 2500 hombres
del bando libertador frente a una cifra indeterminada, superior al millar, por
la parte española.
El encuentro resultó una
breve escaramuza porque el objetivo estratégico de los rebeldes era continuar
hacia Matanzas y La Habana, provincias ricas y pobladas, aún no incorporadas a
la guerra.
La inferioridad numérica
de los españoles destaca, incorporando al análisis bélico un factor poco
comentado, pero frecuente en las campañas militares caracterizadas por
enfrentamientos repetidos a lo largo del tiempo, casi siempre con la victoria
de uno de ellos, sin llegar al aniquilamiento del otro.
Sucede que el bando en
desventaja va acostumbrándose, por así decirlo, a las cargas del enemigo y cada
nuevo encuentro será más reñido. Los testimonios de Mal Tiempo apuntan en esa
dirección. Otras evaluaciones militares, lejos del apasionamiento, lo
confirman.
José Miró Argenter,
catalán de nacimiento, jefe del estado mayor del titán de piel oscura Antonio
Maceo, al mando de la caballería en Mal Tiempo, dejó en su diario de guerra un
breve recuento del combate:
"Firme aún, la
infantería española, rodilla en tierra, resistió con un fuego mortífero y las
puntas de las bayonetas, para que nadie pasara. Al grito de "arriba
Oriente, al machete, viva Maceo", abren brecha los orientales y acuchillan
sin piedad durante quince minutos. No duró más tiempo el drama.”
Otro general cubano presente,
Enrique Loynaz del Castillo, padre de la célebre poetiza, premio Cervantes,
Dulce María Loynaz, evaluó así los hechos:
"La jornada de Mal
Tiempo probó una vez más la capacidad del soldado español, mucho mejor armado
como estaba, y más disciplinado para vencer en el campo abierto a tropas sin
ninguna experiencia previa en combate."
El propio Miró Argenter
comentó que Maceo se quejaba de la imposibilidad de una batalla decisiva que
jamás llegó a producirse, llamándola “el Ayacucho cubano”.
Un factor no menos
importante al caracterizar esta guerra es que los mambises carecían de
artillería, el Mayor General Calixto García, al tomar Las Tunas el 30 de agosto
de 1897, utiliza por vez primera varios cañones de mediano calibre. El ejército
mambí empleó esta vez unos 1200 soldados.
Tampoco los cubanos
contaban con fuerzas navales, únicamente algunas expediciones con refuerzos en
armas y hombres, llegadas desde el vecino norteño, lograron burlar la
vigilancia de la armada peninsular.
No menos significativo es
el hecho igualmente probado por la historiografía militar, de la presencia
activa de un número de cubanos cifrado en 30 mil según datos conservadores,
combatiendo en calidad de voluntarios y guerrilleros, alzando la bandera española.
La guerra de Cuba, como se le llamó en la península, era de hecho una
guerra civil.
Al momento de licenciarse,
el ejército libertador contaba con 59 104 combatientes, según el registro
oficial a cargo del mayor general Carlos Roloff, inspector principal.
Solo unos 25 mil del total
estaban realmente armados, listos para entrar en combate, divididos en 6
cuerpos de ejército, a su vez formando concentraciones menores, debido a
razones elementales de subsistencia dado el dominio español de las ciudades,
puertos y centros de abastecimiento en general, conjugado con la ruina
prevaleciente en los campos.
John Lawrence Tone, autor
de Guerra y genocidio en Cuba, 1895-1898 y Fernando J. Padilla en su tesis
Volunteers of the Spanish Empire (1855-1898), coinciden en que del total de
combatientes registrados en el bando insurrecto, como mínimo el 25 %, se
incorporó al final de la contienda, cuando la intervención de los Estados
Unidos hizo predecible la segura derrota española.
Por si fuera poco, la
fiebre amarilla, por entonces una pandemia equivalente al Covid-19 de hoy,
diezmaba a la población. La conjunción de los factores antes citados, determinó
la muerte de unas 200 mil personas en menos de dos años.
La hazaña militar de
conducir un ejército guerrillero del oriente al occidente de una isla estrecha,
atravesando 1200 kilómetros, combatiendo y evadiendo a decenas de miles de
soldados enemigos, y sobre todo la tragedia humanitaria prevaleciente, fueron
ampliamente divulgadas por la prensa norteamericana.
El hecho de llamársele
prensa amarilla a la cadena del magnate Hearst, un pro imperialista declarado,
no cambiaba la dramática situación en la Isla, que originó una creciente
solidaridad del pueblo estadounidense hacia los desvalidos cubanos.
Los Estados Unidos fueron
desde antes de estallar la guerra, el refugio principal de los cubanos
perseguidos por el despotismo monárquico, a la vez que destino mayoritario de
una emigración patriótica, base social del movimiento independentista fuera de
Cuba.
En tierras norteamericanas
vivió y predicó durante una década el bien llamado Apóstol de nuestra
independencia, José Martí, fundando el Partido Revolucionario Cubano (PRC), la
organización unificadora de los patriotas, responsable de la guerra del 95,
bajo el ideal de fundar una república democrática.
Tampoco el Congreso de
Washington podía eludir su compromiso con el sistema político imperante en su
país, expresado en el preámbulo de la célebre Joint Resolution, firmada en
vísperas de la intervención:
“El pueblo cubano es, y de
derecho debe ser libre e independiente.”
Al paso de un siglo y
cuarto, del cual llevamos ya 71 años de dictadura continuada entre Fulgencio
Batista, Fidel Castro, su hermano Raúl y el designado de hoy, la tragedia ha
crecido exponencialmente desde aquel 10 de octubre de 1868, cuando Carlos
Manuel de Céspedes inició nuestras guerras por la independencia, alzándose en
armas al conocer una orden de detención contra su persona por “infidelidad” a los
gobernantes.
NOTAS:
*Victoria de Las Tunas era
el nombre dado por los españoles en 1869 a la villa, fundada en 1796. Estuvo
dos veces en manos cubanas, en 1876 y en 1897. En ambas ocasiones incendiada
antes de ser abandonada por los patriotas. Los españoles se atribuyeron una
“victoria” cuando en 1869, fuerzas libertadoras se retiraron a las puertas de
la ciudad, desestimando la posibilidad de tomarla.
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