Monday, April 28, 2025

Un cubano en la OEA XVII

El presidente de Guatemala, Jorge Serrano Elías, a la derecha, da a conocer la disolución del parlamento de su país el 25 de mayo de 1993

Por Guillermo A. Belt

Guatemala

En la madrugada del 25 de mayo de 1993 el Presidente de Guatemala, Jorge Serrano Elías, expidió un decreto disponiendo la interrupción temporal de varios artículos de la Constitución, de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad, y de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Además, disolvía el Congreso, dejaba sin efecto la integración de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Constitucionalidad, y removía de su cargo al Procurador General de la Nación.

Golpe de estado, sin duda. “Estos acontecimientos, inesperados y alarmantes, en mi opinión configuraban una situación prevista por la Asamblea General.” Con estas palabras, referidas a la Resolución 1080 y tomadas de su libro Síntesis de una gestión, antes citado en estos recuerdos, calificó el Secretario General Baena Soares lo que terminaría siendo la aplicación más rápida y exitosa de dicha disposición.

Baena solicitó una reunión extraordinaria del Consejo Permanente para ese mismo día, y el presidente del cuerpo la declaró abierta a las cinco de la tarde. Tras escuchar el informe del Secretario General y las intervenciones de varios miembros, el órgano político aprobó por unanimidad una resolución deplorando los hechos y llamando al restablecimiento inmediato de las instituciones democráticas y el pleno respeto de los derechos humanos en Guatemala. Asimismo, convocó a una Reunión Ad Hoc de Ministros de Relaciones Exteriores, encargando a Baena fijar su sede y fecha, en consulta con los cancilleres.

Si bien hubo concordancia total del Consejo Permanente con la apreciación de los hechos por el Secretario General, el órgano político encargó a Baena encabezar una misión de averiguación de los hechos, dejando en sus manos la elección de los cancilleres que le acompañarían a Guatemala y la redacción de un informe para facilitar el trabajo de la Reunión Ad Hoc.

Esta demostración de confianza, sin precedentes en la no siempre cordial relación entre el Consejo Permanente y el Secretario General, nos recordaba a quienes llevábamos varios años en la OEA algunos choques verbales entre embajadores y antecesores de Baena Soares. Ahora, en cambio, los representantes de los Estados miembros confiaban una misión diplomática de gran importancia al funcionario que habían visto en el pasado como un simple administrador.

Al día siguiente Baena invitó a los señores Maurice King, Ernesto Leal y Sergio Abreu, Ministros de Relaciones Exteriores de Barbados, Nicaragua y Uruguay, para integrar la misión que más bien debió denominarse de constatación de los hechos, puesto que poco o nada quedaba por averiguar. Para el lector no familiarizado con el tema aclaro que la distribución geográfica es un principio rector en la composición de misiones de esta naturaleza. El Secretario General lo aplicó invitando al canciller de un país caribeño, a un canciller centroamericano – obviamente, tratándose de un asunto de especial interés para la región – y un ministro suramericano. Los tres cancilleres aceptaron, modificando sus agendas de trabajo para poder cumplir con el nuevo compromiso.


El tiempo apremiaba. En una semana y media los Ministros de Relaciones Exteriores debían reunirse en Managua. La sesión ordinaria de la Asamblea General de la OEA comenzaría el domingo 6 de junio, bajo la presidencia del Canciller de Nicaragua como anfitrión de sus colegas. Además, habría que celebrar la Reunión Ad Hoc antes de la Asamblea General. Por consiguiente, tras consultas urgentes a los cancilleres el Secretario General convocó a la reunión Ad Hoc para el jueves 3 de junio, en la sede de la OEA en Washington. De tal suerte que antes de viajar a Guatemala el viernes 28 de mayo, los integrantes de la misión sabían que debían tener su informe listo en pocos días para consideración de la Reunión Ad Hoc.

El sábado tuvo lugar en un hotel de la capital guatemalteca la reunión interna de la misión para acordar su plan de trabajo. Baena, siempre amable conmigo, me preguntó si yo tomaría notas de todas las reuniones. Contesté que sí. Complacido, el Secretario General me dijo que él también lo haría, como era su costumbre, y luego compararíamos nuestros resúmenes de lo conversado.

A continuación, la misión recibió a los Jefes de Misión de los países miembros de la OEA y países observadores acreditados en Guatemala, quienes estuvieron de acuerdo en que el país enfrentaba una crisis de gran magnitud de la que era imprescindible salir sin demora. Varios diplomáticos manifestaron su convicción de que era inminente un golpe militar a menos que se encontrara una solución a la crisis jurídico-política.

Yo diría que no quedó duda de que nosotros compartíamos el sentido de urgencia que nuestros interlocutores habían dado a su percepción de lo que había que hacer para evitar males mayores. Con estas palabras cierra Baena en su libro esta primera toma de impresiones.

Esa misma noche la misión visitó a Serrano Elías en la Casa Presidencial. Tras escuchar a sus visitantes, Serrano opinó que el país había llegado a una situación de descomposición social. Reconoció la posibilidad de un golpe de estado y afirmó que había pensado en renunciar, descartando esta posibilidad porque habría sido una muestra de cobardía. Afirmó que las medidas adoptadas significaban una interrupción parcial del orden institucional, pero no de la vigencia constitucional. Aseguró que no quería ser dictador, ni permanecer en la presidencia un día más de su mandato.

Baena, en sus propias palabras de nuevo: Serrano conocía bien los organismos internacionales. No dudo de que estaba al tanto de las actuaciones de la OEA en Panamá, Haití y Perú. La Organización había reaccionado con vigor en esos casos, aunque no siempre con iguales resultados. Serrano actuó conscientemente contra la Constitución, pensando, quizás, que podría navegar hasta puerto seguro en medio de la tormenta que él mismo había causado.

A primera hora del domingo la misión se reunió con el Procurador de los Derechos Humanos, licenciado Ramiro de León Carpio, quien el 26 de mayo había hecho una declaración rechazando absolutamente todas las medidas adoptadas por Serrano, y llamando al presidente a acatar lo resuelto por la Corte de Constitucionalidad, que el 25 de mayo había declarado inconstitucional el decreto presidencial de esa misma fecha. Pronto resultaría evidente el repudio general a la actuación de Serrano en los sectores más influyentes de la sociedad civil guatemalteca.

A lo largo de ese día y hasta altas horas de la noche la Misión del Secretario General se entrevistó con quince entidades y personalidades más, incluyendo a dirigentes políticos, líderes sindicales, altas autoridades militares, magistrados del Tribunal Supremo Electoral y de la Corte Suprema de Justicia, miembros de Colegio de Abogados y Notarios, profesores universitarios y miembros del Colegio de Periodistas. El lunes por la mañana se completó el total de veinte entrevistas, entre ellas las celebradas con el Presidente de la Corte de Constitucionalidad y el de la Conferencia Episcopal, antes de la segunda reunión con el Presidente Serrano al mediodía.

Tanto Baena como los tres cancilleres invitados por él estaban conscientes de la falta de mandato para negociar una salida a la crisis. Pero era evidente que la presencia de la OEA en el país había pasado a ser un factor decisivo para impulsar los mecanismos nacionales que en definitiva producirían una solución constitucional.

Los militares, sin apoyar a Serrano habían dado esa apariencia, pero a partir de su reunión con la Misión del Secretario General asumieron una actitud expectante, según trascendió en una declaración pública del Ministro de Defensa. En segundo lugar, a pesar de la fuerte censura de prensa comenzó a conocerse lo que ocurría en el país porque la prensa internacional informaba sobre las actividades de la misión. Por último, la misión insistió en que la solución a la crisis tenía que ser guatemalteca. A estos efectos sugirió la creación de un centro articulador de la propuesta política.

Al mediodía del lunes 31 de mayo la misión visitó a Serrano por segunda vez y le hizo un resumen de lo que le había sido expuesto en sus numerosas reuniones. Ante las reiteradas afirmaciones del presidente que decía contar con el apoyo militar, Baena relató la reunión con las autoridades de las fuerzas armadas y la impresión de que el futuro de Serrano era muy incierto. Esa tarde la misión regresó a Washington.

El martes 1 de junio el Ministro de la Defensa Nacional de Guatemala emitió un comunicado a la prensa sobre la decisión del ejército de publicar y ejecutar la sentencia de la Corte de Constitucionalidad del 25 de mayo, que en su parte pertinente dice así: Consecuentemente, procede declarar que los actos realizados por el Presidente de la República adolecen de nulidad ipso jure y, por lo tanto, carecen de toda validez jurídica… Agregaba el ministro que, enfrentado a la realidad, Serrano había optado por dejar su cargo. El vicepresidente había asumido temporalmente la presidencia, conforme a la Constitución, y luego había renunciado también. Poco después se supo que Serrano había salido de Guatemala rumbo a El Salvador.

El jueves 3 de junio comenzó en la sede de la OEA la Reunión Ad Hoc sobre Guatemala. Los cancilleres decidieron el regreso del Secretario General a Guatemala acompañado de los cancilleres que él eligiera para continuar apoyando los esfuerzos del pueblo guatemalteco. La Reunión Ad Hoc acordó reunirse en Managua el domingo 6 de junio para recibir el informe de la segunda etapa de la Misión del Secretario General.

Baena invitó al Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Diego Paredes, a acompañarlo. En esta ocasión no pudieron hacerlo los cancilleres de Barbados, Nicaragua y Uruguay debido a compromisos previos. La presión del tiempo iba en aumento. Quedaban dos días de trabajo, viernes y sábado. El domingo, en Managua, además de la reunión sobre Guatemala recién convocada, tendría lugar el diálogo informal de cancilleres, previo a la sesión inaugural de la Asamblea General, y el lunes 7 de junio sesionaría allí la Reunión Ad Hoc sobre Haití con la participación del Presidente Aristide.

Para cumplir con estas obligaciones, el viernes tomamos un vuelo de itinerario de Washington a Miami, y desde allí en un avión fletado viajamos a Guatemala, donde nos esperaría el avión para llevarnos a Managua a primera hora del domingo. Durante todo el día y la noche del sábado tuvimos reuniones con autoridades militares, judiciales, figuras políticas y representantes diplomáticos, así como con la Instancia Nacional de Consenso, grupo creado por diversos sectores del país.

El Congreso de Guatemala se reunió el sábado hasta altas horas de la noche, estando la misión en el país, y ante la falta absoluta de Presidente y Vicepresidente de la República, eligió a Ramiro de León Carpio para ejercer la presidencia del país. El Secretario General y el Canciller Paredes lo visitaron esa noche en su residencia, felicitándolo por el retorno al orden constitucional.

La misión viajó a Managua muy temprano el domingo. Ante un pedido del nuevo gobierno de Guatemala se postergó para el lunes la Reunión Ad Hoc a fin de recibir un mensaje de agradecimiento del Presidente De León Carpio. Baena termina así este relato: De esta manera, a los catorce días de planteada la crisis, se cerraba con éxito un capítulo en la historia del fortalecimiento de la democracia. En Guatemala respondieron con vigor las instituciones en que se asienta el sistema constitucional y democrático.

Saturday, April 19, 2025

Los perjuicios intangibles del Castrismo


Por Pedro Corzo

Hace unos días en una charla entre amigos comentábamos que los regímenes de fuerza, en particular los de corte totalitario o mesiánicos, causan en la sociedad numerosos y diferentes clases de daños.

Hablamos de los fusilados y muertos en combate en la lucha por la democracia. Los cientos de miles que pasaron largos años en la cárcel, la destrucción económica de nuestro país, el deterioro general de las edificaciones y los millones que debieron partir al exilio o decidieron emigrar, por la catastrófica situación que la dictadura ha generado.

Estábamos inmersos en esos aspectos cuando mi esposa comentó, "Ustedes hacen, justamente, al igual que la mayoría de los observadores y analistas, referencias a los perjuicios humanos y materiales, pasando por alto los intangibles, obviando que cada una de las personas a las que le cambió la vida o fue terminada por el régimen hubieran podido aportar a Cuba muchas cosas positivas".
Esta observación nos condujo a tratar aspectos que algunos de nosotros nunca habíamos considerado o abordado muy vagamente como cuanto habrían aportado a la Isla los dirigentes estudiantiles Pedro Luis Boitel, muerto en huelga de hambre en 1972 y Porfirio Ramírez, fusilado junto a cuatro compañeros en octubre de 1960, o el civilista Orlando Zapata Tamayo, también muerto en huelga de hambre en el 2010 en reclamo de sus derechos, en una Cuba democrática.

Pensamos también en los aportes a la Republica que los cientos de miles que pasaron por la prisión política y aún se encuentran en Cuba, como los exprisioneros Guillermo Fariñas, Félix Navarro y Jose Daniel Ferrer y las prisioneras políticas, entre muchas, Sally Navarro y María Cristina Garrido, si en nuestro país se respetase plenamente la dignidad humana.

Inmediatamente después la conversación se orientó al exilio, al éxito profesional de decenas de miles de compatriotas y al económico de muchos más. Los numerosos profesores universitarios y en otros niveles de la educación, así como la gran cantidad de trabajadores que desempeñan funciones importantes en todos los sectores de la sociedad, tales como las comunicaciones, la industria, la construcción y los servicios en general.

Por supuesto que la charla nos trasladó a la política y a los políticos cubanos que participan en esa actividad en Estados Unidos y otros países, los numerosos congresistas de origen cubano que han servido y sirven en la Cámara de Representantes y los que han integrado el exclusivo club de los 100 del senado estadounidense para terminar que dos cubanos participaron activamente en una campaña presidencial y que uno de los dos es Secretario de Estado, la posición no electa más importante de este gran país.

La charla se enriquecía mencionando a los políticos, cuando Luz Martínez, mi esposa, y Jose Antonio Albertini mencionaron al comisionado de la ciudad de Miami recientemente fallecido, Manolo Reyes. Debo decirlo, ahí todos callamos y rendimos con el silencio un modesto homenaje a una persona que se había ganado el respeto de todos nosotros por sus acciones y sencillez.

Manolo Reyes era un hombre respetable. Cordial y sincero, y todos coincidimos que en una “Cuba con todos y para el bien de todos” habría sido una cantera muy provechosa para la república. Manolo habría sido un excelente funcionario publico en cualquier instancia cubana y no dudamos de que hubiera sido un invaluable alcalde para la ciudad de Miami.

Hablando del fallecido, Daniel Pedreira, recordó a otro grande de los cubanos en la política estadounidense, el congresista Lincoln Díaz Balart, que recientemente partió al infinito. Un hombre que al igual que Reyes sentían por Cuba una gran pasión y se consideraban obligados a servirla en cualesquiera instancias en la que pudieran desarrollar sus talentos.

Desgraciadamente el totalitarismo castrista imposibilitó que estos dos hombres honestos y trabajadores, junto a otros con un profundo compromiso con la comunidad, también desaparecidos, en la Isla o fuera de ella, aportaran a la nación cubana su talento y dedicación. Esos daños intangibles del castrismo son tan o mas destructores que los otros que integran su trágico legado.

Thursday, April 17, 2025

Vargas Llosa y ese extraño imán que tiene la muerte


Por Luis Leonel León

El escritor y periodista peruano Mario Vargas Llosa, premio Nobel de Literatura 2010, falleció el domingo 13 de abril en Lima a los 89 años. Al último de los protagonistas del Boom Latinoamericano y uno de sus principales autores, cuya obra trascendió aquel fenómeno editorial (y en alguna medida también un movimiento cultural de acelerado crecimiento que entusiasmó al mundo entre 1960 y 1970) le conocí en Madrid, hace 20 años. Su obra la disfrutaba desde diciembre de 1985, cuando le compré a un vendedor de libros usados en la Calzada de Bejucal un ejemplar de La ciudad y los perros (1963), editada por Seix Barral, luego de ver su versión cinematográfica, premiada en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana de ese año, dirigida por el también peruano Francisco Lombardi, quien en 1999 llevó a la gran pantalla Pantaleón y las visitadoras

Nunca he olvidado sus amables palabras, ni aquella carcajada cómplice, pero sobre todo guardo las historias que no pudo dejar de contar. Con una disciplina inamovible durante más de 6 décadas, Vargas Llosa edificó un extenso y valioso corpus creativo, donde los grandes temas como la libertad y la opresión, el poder y el amor, el deseo y la identidad, viajan desde ambientes de la compleja y a veces increíble realidad peruana –y latinoamericana por extensión– hacia ese artefacto intelectual y sentimental que llamamos “universalidad” y al que suelen aspirar los grandes autores. En varios libros él lo consiguió. 

Motivado por las causas sociales, presentes en sus libros, Vargas Llosa fue candidato a la presidencia de Perú en 1990. Aunque terminó derrotado por Alberto Fujimori, nunca dejó de ser el escritor más admirado en su país y uno de los más leídos en Hispanoamérica. "Fujimori me devolvió a la literatura", confesó. Su apoyo al neoliberalismo se hizo más fuerte cuando en el 2021, ante la amenaza del izquierdista Pedro Castillo, puso en primer plano la defensa de las ideas de libertad, apartó su rechazo de 30 años a la familia Fujimori y en un acto de campaña abrazó a la hija de su antiguo contrincante y dijo: "Le pido a Keiko salvar al país de un peligro enorme que es caer en manos del totalitarismo". 

Sus ideales y experiencias, expresados con claridad en sus libros y columnas, evolucionaron del coqueteo con el comunismo y la revolución cubana hacia el liberalismo clásico –sobre todo en lo económico y en las libertades fundamentales– y las más duras críticas al castrismo, el socialismo del siglo XXI y el separatismo español. "La libertad, según los liberales, es una sola y debe darse simultáneamente en el campo económico, político, social, individual. Y que todo lo que signifique mayor libertad es bueno para el conjunto de la sociedad", dijo en una entrevista con BBC Mundo en mayo de 2019. 

El golpe de timón ideológico de Vargas Llosa comenzó en la década de 1980 gracias a la Dama de Hierro. “Para mí fue importantísimo lo que significó en Gran Bretaña el gobierno de Margaret Thatcher”, confesó en una entrevista con Jorge Lanata. “Era un país adormecido por las reformas laboristas y el espíritu emprendedor de la revolución industrial se había apagado. Ciertamente había libertad pero parecía un país muerto en vida. Thatcher infundió en la sociedad británica el espíritu empresarial, obligando a las empresas a competir en ese sistema frío pero eficaz que es el libre mercado, eliminando a las empresas que no funcionaban y premiando a las que sí. E inundó otra vez al país con cultura democrática”, le dijo al periodista argentino en la Feria del Libro de Buenos Aires del 2018.

En los últimos años ha apoyado a políticos de derecha como Jair Bolsonaro en Brasil, Mauricio Macri y Javier Milei en Argentina, Sebastián Piñera y José Antonio Kast en Chile, Carlos Mesa en Bolivia, Rodolfo Hernández en Colombia. En España a José María Aznar, Albert Rivera y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a quien catalogó como símbolo de “resistencia liberal” e incluso la comparó con Ronald Reagan.

Pero a quien nunca soportó fue a Donald Trump. Su aversión era tal que llegó a decir que el presidente estadounidense era el mayor peligro para América Latina, cuando él mismo seguía denunciando que las peores pesadillas en nuestra la región se debían a las políticas socialistas. Antes de la llegada de Trump a la Casa Blanca, lo calificó de populista, demagogo, payaso, nacionalista, racista e irresponsable. Si bien es cierto que en ocasiones frases y poses –más que posturas y acciones concretas– no bien estructuradas por Trump han dado pie a esos y otros epítetos, el recio anti-trumpismo de Vargas Llosa y su incompleta comprensión del movimiento MAGA, lo arrastraron por un sendero equivocado, no exento de terquedad. “La corrección política es enemiga de la libertad”, apuntó, sin embargo, el novelista, quien experimentó no pocas contradicciones y virajes en su vida. Al menos en sus declaraciones públicas, jamás le dio una oportunidad a Trump. Al peruano no le fue bien en la política, no en balde llegó a decir: “La política es una forma de la maldad. El mayor error que he cometido en mi vida”. En cambio, fue un ilustre fabricante de ficciones.  

Desde joven he disfrutado de sus libros, primero leídos a hurtadillas y luego comprados en sus mejores ediciones, con la libertad que me ha traído el exilio, a pesar de que a veces funcione como una especie de cárcel abierta y transparente que también nos acompaña. Para Vargas Llosa, Cuba fue primero ilusión y luego desencanto. Aunque desde antes se había decepcionado por la creciente censura del dictador Fidel Castro y los campos de concentración conocidos como las UMAP (unidades militares de apoyo a la producción), Vargas Llosa rompió definitivamente con el castrismo en 1971 cuando Castro ordenó apresar y torturar al poeta disidente Heberto Padilla y su esposa, Belkis Cuza Malé, ambos acusados de “actividades subversivas”. Padilla permaneció 37 días detenido en una celda de la policía política, mientras que Cuza Malé fue liberada al tercer día. Padilla fue obligado a culparse por actuar en contra de la revolución comunista. La funesta operación castrista fue condenada en dos cartas abiertas, la primera publicada en francés en el periódico Le Monde el 9 de abril de 1971 y la segunda en el diario Madrid el 21 de mayo de 1971, ambas firmadas por intelectuales de izquierda y derecha de distintos países, entre ellos Vargas Llosa. Castro respondió fustigando a los firmantes, la mayoría de ellos hasta ese momento “amigos de la revolución”.

El 5 de mayo de 1971, el autor de Los jefes (1959) y El pez en el agua (1993) envió la siguiente carta a Haydée Santamaría, guerrillera comunista y presidenta de la Casa de las Américas: 

“Le presento mi renuncia al comité de la revista Casa de las Américas, al que pertenezco desde 1965, y le comunico mi decisión de no ir a Cuba a dictar un curso, en enero, como le prometí durante mi último viaje a La Habana. Comprenderá que es lo único que puedo hacer luego del discurso de Fidel fustigando a los escritores latinoamericanos que viven en Europa, a quienes nos ha prohibido la entrada en Cuba por tiempo indefinido e infinito. ¿Tanto le ha irritado nuestra carta pidiéndole que esclareciera la situación de Heberto Padilla? ¡Cómo han cambiado los tiempos!

Recuerdo muy bien esa noche que pasamos con él, hace cuatro años, y en la que admitió de buena gana las observaciones y las críticas que le hicimos un grupo de esos intelectuales extranjeros, a los que ahora llama canallas. De todos modos, había decidido renunciar al comité y a dictar ese curso desde que leí la confesión de Heberto Padilla y los despachos de Prensa Latina sobre el acto de la Uneac en el que los compañeros Belkis Cuza Malé, Pablo Armando Fernández, Manuel Díaz Martínez y César López hicieron su autocrítica.

Conozco a todos ellos lo suficiente como para saber que ese lastimoso espectáculo no ha sido espontáneo, sino prefabricado como los juicios estalinistas de los años treinta. Obligar a unos compañeros, con métodos que repugnan a la dignidad humana, a acusarse de traiciones imaginarias y a firmar cartas donde hasta la sintaxis parece policial es la negación de lo que me hizo abrazar desde el primer día la causa de la Revolución Cubana: su decisión de luchar por la justicia sin perder el respeto a los individuos. No es este el ejemplo del socialismo que quiero para mi país. Sé que esta carta me puede acarrear invectivas: no serán peores que las que he merecido de la reacción por defender a Cuba.

Atentamente, Mario Vargas Llosa".

Nueve días después, el 14 de mayo, Santamaría le respondió: “Usted no ha tenido la menor vacilación en sumar su voz —una voz que nosotros contribuimos a que fuera escuchada— al coro de los más feroces enemigos de la Revolución Cubana […] Cuando en abril de 1967 usted quiso saber la opinión que tendríamos sobre la aceptación por usted del premio venezolano Rómulo Gallegos, otorgado por el gobierno de Leoni, que significaba asesinatos, represión, traición a nuestros pueblos […] le propusimos que aceptara ese premio y entregara su importe al Che Guevara, a la lucha de los pueblos. Usted no aceptó esa sugerencia: usted se guardó ese dinero para sí, usted rechazó el extraordinario honor de haber contribuido, aunque fuera simbólicamente, a ayudar al Che Guevara”.

La misiva de Santamaría manipula los hechos. Lo que ocurrió fue que cuando en 1967 Vargas Llosa ganó el premio literario Rómulo Gallegos con La casa verde (1966), consistente en $25,000, Santamaría le pidió donar ese dinero al Che Guevara, con la promesa de que se lo devolverían por debajo de la mesa, pues la supuesta donación no era más que una farsa para hacerle propaganda al castrismo y sus guerrillas en Latinoamérica. Castro y sus acólitos jamás lo perdonaron. De haberse prestado para aquella desvergüenza, Vargas Llosa hubiera quedado atrapado, quizás para siempre, en el chantaje del régimen de La Habana, como otros escritores y artistas. Y no hubiera sido el escritor ni el promotor del liberalismo clásico que fue. 

La venganza castrista contra Cabrera Infante

Esta es solo una de las historias de oposición al comunismo en que salió victorioso Jorge Mario Pedro Vargas Llosa, el hombre que este lunes 14 de abril fue velado en privado, por familiares y amigos, en su casa en el distrito limeño de Barranco. Sus restos, en un carro fúnebre negro, a la más clásica usanza moderna, fueron llevados al Centro Funerario y Crematorio del Ejército, ubicado en Santiago de Surco, en el sur de Lima. El autor de clásicos contemporáneos como Conversación en la catedral (1966), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000), dejó instrucciones a su familia sobre su funeral y pidió ser cremado luego de una ceremonia íntima. 

En señal de duelo nacional, Perú amaneció con las banderas a media asta en instituciones públicas, cuarteles militares y policiales. Muchísimas personas colocaron flores alrededor de la vivienda del autor de El hablador (1987). Cuentan que no pocas librerías abrieron el lunes colocando en primer plano en sus vitrinas los libros de Vargas Llosa, ofreciéndolos con descuentos. En el Colegio Militar Leoncio Prado, donde Vargas Llosa estudió y se ambienta la La ciudad y los perros, los cadetes rindieron homenaje formando filas humanas con las iniciales del más premiado de los autores peruanos: MVLL. 

“Vargas Llosa fue una figura significativa de la literatura y la cultura latinoamericanas. Su escritura refleja su profundo amor por la narrativa, caracterizada por la riqueza de su lenguaje y que abarca diversos géneros, desde libros autobiográficos y novelas históricas hasta ficción erótica y thrillers. Fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 2010 por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes agudas de la resistencia, la revuelta y la derrota del individuo”, destacó el Comité del Premio Nobel en X. 

La presidenta peruana Dina Boluarte, vestida con un traje negro, asistió al velorio y le dio el pésame a la familia a nombre del gobierno. Boluarte fue recibida en la puerta del edificio por el hijo mayor del escritor, Álvaro Vargas Llosa, cuyo abrazo, rodeados de la seguridad presidencial y periodistas, fue fotografìa principal en varios medios.  

"No tengo otra cosa que decir que Perú ha perdido a uno de sus mejores hombres y nosotros a un ser infinitamente querido al que vamos a echar de menos", declaró Álvaro, quien rápidamente comprendió, en buena medida gracias a las enseñanzas y experiencias de su padre, las esencias del totalitarismo cubano y en respuesta a la maquinaria propagandística y distorsionadora del castrismo, elogió el aplomo de sus exiliados dedicandoles artículos y un libro, El exilio indomable

La Vigía, Hemingway y la finca del castrismo

En los últimos meses, Vargas Llosa vivió en Lima, según varios medios y agencias, casi retirado, tras desarrollar una carrera que lo ubicó en los más altos peldaños de las letras hispanas. Se ha dicho que llevaba días sintiéndose mal, afectado por una fuerte neumonía de la que al final no se repuso, y que a la familia, ante el deterioro de su salud, no le sorprendió su muerte. Sin embargo, aunque la neumonía pudo haber influido su fallecimiento, el periodista peruano residente en Miami, Jaime Bayly, reveló que Vargas Llosa "sabía que se estaba muriendo, el mundo no lo sabía, nosotros no lo sabíamos”. Bayly contó en su programa, emitido a través de redes sociales, que un peruano residente en Madrid, de apellido Carrera, le envió un email en julio de 2024 contándole sobre la lucha de su esposa contra el cáncer y que se había encontrado con Vargas Llosa en el hospital Fundación Jiménez Díaz en Madrid, quien acudía a la zona reservada para pacientes que tienen cáncer hematológico”. De ahí la frase de Bayly: "murió de neumonía, pero no es exactamente cierto que estaba sano”. Sus hijos declararon que se fue en paz y rodeado del amor de sus seres queridos. 

Nacido en la sureña ciudad peruana de Arequipa el 28 de marzo de 1936, en una familia de clase media, fue educado por su madre y sus abuelos maternos en Cochabamba (Bolivia) y luego en Perú. Tras sus estudios en la Academia Militar de Lima obtuvo una licenciatura en Letras y dio sus primeros pasos en el periodismo, un oficio del que nunca se alejó y que influyó mucho en su literatura (y viceversa, como otros autores de los siglos XX y XXI). 

Sus exploraciones amorosas no fueron convencionales. Tampoco lo fue su literatura, aunque en sus experimentaciones, sobre todo en lo estructural y en la fusión de géneros, se arriesgara menos que otros del Boom como Julio Cortázar (sin dudas el que más lejos llegó), Carlos Fuentes, Augusto Roa Bastos y José Donoso. La pasión de Vargas Llosa por la historia y la política lo condujo a investigar temas, situaciones y personajes que, con su innegable talento y un oficio de hierro, convirtió en novelas que han seducido lo mismo al lector común que a los más exigentes críticos.  

Fue un autor que, en no pocos libros, indagó más en el erotismo y la sexualidad que en el amor. En sus novelas, el erotismo y el deseo sexual, bien facturados y no circunscritos a la descripción del acto físico, convergen con el poder, la violencia, la guerra, la política, la historia, los giros de la memoria. Vargas Llosa entendía que la mejor literatura erótica es aquella que se despliega en libros que no son sólo eróticos, tal como ocurre en grandes piezas de James Joyce, Gustave Flaubert o Anton Chéjov, donde el erotismo va a la par de los demás ingredientes y complejidades de la vida y la sociedad. Y eso fue lo que practicó en sus libros, no sólo en los que se lanzan directamente al erotismo como Elogio de la madrastra (1988) y Los cuadernos de Don Rigoberto (1997).

A comienzos de 1995 le dediqué a Elogio de la madrastra uno de mis primeros comentarios sobre libros en el programa radial A esta hora, que ese año fundé, junto a otros realizadores, en Radio Metropolitana, la emisora cultural de La Habana. Precisamente entre los bullets points del comentario estaban el tratamiento del sexo en la gran literatura, y los delicados márgenes entre lo erótico y lo pornográfico, tema que luego fue el centro del debate de la última hora del show que salía en vivo los domingos desde las 7 de la mañana hasta el mediodía. Recuerdo que la diferencia entre erotismo y pornografía fue lo que más llamó la atención de los directivos que estaban monitoreando el nuevo programa. Creo que no se dieron cuenta que la novela era de Vargas Llosa o no sabían quién era el autor. 

Su vida amorosa estuvo marcada por relaciones y rupturas con mujeres cercanas a su familia e incluso con una prima hermana. En 1959, mientras residía en París, se casó con su tía política Julia Urquidi, 10 años mayor que él y que luego le inspiraría para escribir La tía Julia y el escribidor (1977). Cuando años después rompió con Urquidi, se casó con su prima hermana y sobrina de su ex mujer, Patricia Llosa, con quien tuvo tres hijos, Álvaro, Gonzalo y Morgana. Tras iniciar en 2015, con casi 80 años, un romance con una conocida personalidad del mundo madrileño, Isabel Preysler, expareja del cantante Julio Iglesias, Vargas Llosa se divorció de Patricia luego de 50 años de matrimonio, uno de los acontecimientos más controversiales de su vida. Siete años después, en 2022, Preysler y Vargas Llosa anunciaron su separación. Su romance con la Preysler desató un fenómeno sociocultural, al principio sorprendente y raro, pero luego interesante. Pocos escritores serios han tenido la presencia en la llamada "prensa del corazón" (que en realidad es la prensa del chisme o el chisme trastocado en prensa) que la que tuvo Vargas Llosa gracias a la socialité española. Fue una etapa que a sus biógrafos les tocará investigar y relatar con la profundidad de una novela de tramas y pasiones furtivas. Al final de su vida regresó a Lima y se reconcilió con la madre de sus hijos. 

Según El País, el escritor fue diagnosticado con una grave enfermedad en el verano del 2020. Cuando se enteró de que para su enfermedad no existía cura, pero sí tratamientos para retrasar la muerte, redactó una carta para sus hijos, Álvaro, Morgana y Gonzalo, explicándoles la situación. “No quiso hacerlo público, pero su entorno más íntimo lo sabía. Sus últimos meses de vida los dedicó a visitar los escenarios de algunas de sus novelas más celebradas”, asegura el periodico español. Quiso esperar el final cerca del mar y que sus cenizas fueron esparcidas en la bahía de Paracas. Sus hijos cumplieron sus últimas voluntades. Lo planificó todo tal como si se tratara de una novela. La novela de los últimos días de su vida. 

Vargas Llosa fue un maestro de la novela. No por casualidad o por meras operaciones de mercadotecnia vendió millones de libros por los que recibía, por concepto de derechos de autor, miles de euros cada mes. A lo largo de su carrera, de más de seis décadas, creó una impresionante y bastante fiel comunidad de lectores, no solo en Hispanoamérica, pues sus libros fueron traducidos a más de 30 idiomas. Desarrolló una obra no sólo muy particular y valiosa, sino también muy prolífica y diversa, cautivando a los lectores de disímiles generaciones y a la crítica, lo mismo con novelas, cuentos y ensayos, que con piezas teatrales y artículos periodísticos. Fue un escritor total. 

Aunque le pude ver una vez en la Feria del Libro de Miami, donde le conocí fue en la Casa América de Madrid en noviembre de 2004. Durante una semana presenté allí el ciclo de cine Otras imágenes posibles, que por primera vez mostraba en Europa una veintena de películas documentales y de ficción realizadas de manera independiente, la mayoría por estudiantes de cine y jóvenes cubanos, junto a otras que, aunque producidas dentro del sistema, abordan críticamente la realidad cubana a pesar de la censura. La última tarde, Vargas Llosa presentó su libro La tentación de lo imposible, sobre Los miserables y Victor Hugo. Yendo a su sala nos encontramos y alguien de la institución le mencionó  mi ciclo. Me saludó cordialmente y cuando escuchó mi nombre me dijo: “Todo con ele”. Le dije algo que aún suelo repetir: “Era la única letra que estaban dando ese día” y él soltó una carcajada. Me dijo que le hubiera gustado haber visto algunos de los filmes y le hice una síntesis veloz. 

Desde esta ventana*

Como me presentaron como el curador de la muestra, al principio creyó que yo era un crítico, pero alguien le explicó que era cineasta y que tenía un documental sobre La Habana. No sé si me equivoqué al leer en sus ojos una mezcla de sentimientos: curiosidad, nostalgia, desconsuelo y quizás incluso hasta esperanza. O al menos fue lo que quise ver en su expresión. Me comentó que Habaneceres le gustaba como título. Le conté que gracias a la biblioteca de la Fundación Alejo Carpenter había leído varios de sus libros, proscritos en la isla y que sabía que su posición ante el caso Padilla había ayudando a que esas otras verdades de la revolución se conocieran un poco, pues el mito lamentablemente persistía. No olvido una frase tan amable como inspiradora: “Estoy seguro de que tu documental, como otros de los que has traído, también ayudarán a desmitificar la revolución cubana”. Tenía que irse a presentar su libro y no pudimos hablar mucho más que eso. Fueron unos 5 minutos. Un breve e inolvidable encuentro. Recuerdo que cuando se apagaban las luces en mi sala y comenzaba un cortometraje, yo me escapaba a su sala para escucharle y regresaba sólo para presentar el próximo. Lo mismo hice una o dos noches antes con Caetano Veloso, que también tuvo allí una presentación aquella semana, no tan interesante como la de Vargas Llosa, pero igualmente a sala repleta. 

Casi 5 años después me reencontré con Vargas Llosa en el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico por la Libertad (CEDICE) en Caracas, en el Encuentro Internacional Libertad y Democracia. Había mucha tensión, Vargas Llosa fue retenido en el aeropuerto por la dictadura chavista, pero de todos modos fui al evento con un par de amigos del equipo de producción del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC) que yo dirigía en Venezuela. Por desgracia tuvimos que irnos antes de tiempo cuando uno de mis colegas detectó entre el público a un agente cubano. No quisimos arriesgarnos a un interrogatorio ya que nos habíamos llevado la cámara del ICAIC para filmar un evento antichavista. Pero alcancé a saludar a Vargas Llosa, quien se acordó de mí. Allí conocí a Antonio Ledezma, alcalde de Caracas, con quien después hablé en otras dos ocasiones, con mucho cuidado de no ser visto por la policía política y los chivatos cubanos y venezolanos. A los pocos días del encuentro en el CEDICE, coincidí en el bar Rajatabla, al lado del teatro Teresa Carreño, con la abogada neoyorquina prochavista Eva Golinger, quien me habló horrores de Vargas Llosa y de otros de los excelentes panelistas de aquél evento. Entre tragos y una música altísima hice una defensa de la escritura de Vargas Llosa, le dije que era una de las voces cardinales del Boom y que incluso había influenciado a autores cubanos jóvenes. Por aquellos tiempos Eva solía pasar por el Rajatabla. Como un año antes, una amiga común, también estadounidense de izquierda, nos había presentado y de pronto sentí que, sin variar su posición, Eva bajó el tono y reconoció los valores literarios del peruano. “De la que me libré”, pensé al día siguiente, cuando los efectos del ron Pampero se habían esfumado y la concupiscencia de la madrugada era sólo un recuerdo. 

¿Qué hubiera dicho o escrito Vargas Llosa sobre aquello? A veces me lo he preguntado. Nunca lo entrevisté, pero me hubiera gustado mucho hacerlo. Además de un excelente escribidor, era muy buen respondedor. Agudo y simpático. No olvido y aun me sigo riendo de la cara y la sonrisa de Vargas Llosa al escuchar uno de los comentarios más desatinados del periodista Jorge Ramos –por aquellos momentos en Univisión– cuando, en una entrevista en la Feria del Libro de Miami, le propuso a Vargas Llosa utilizar el “lenguaje igualitario”, basándose en que si de pronto ellos se encontraban entre un grupo de 5 o 6 mujeres por qué no decir “todes” en vez de todos o nosotros. Al escritor, conocedor de nuestra lengua, ante tamaña aberración no le quedó otro remedio que decirle a Ramos que eso era estupidez que de ninguna manera él iba a aprobar. Es mi último recuerdo de Vargas Llosa en un evento público en Miami.

Se ha ido uno de esos autores que son una biblioteca. De sus ensayos, recomiendo La orgía perpetua. Flaubert y Madame Bovary (1975), el primero que leí, a finales de los ochenta en La Habana. También La verdad de las mentiras. Ensayos sobre la novela moderna (1990), Cartas a un joven novelista (1997), El viaje a la ficción (2008), La civilización del espectáculo (2012) y Medio siglo con Borges (2020). De su obra periodística, para comprender el viaje de sus ideas, vale la pena leer los tres volúmenes de Contra viento y Marea. En cuanto a teatro, La Chunga (1986) y Los cuentos de la peste (2015). Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981) y La fiesta del chivo (2000) están consideradas sus piezas maestras. De sus novelas, recuerdo otras, menos celebradas, como El paraíso en la otra esquina (2003) y Travesuras de la niña mala (2006), las últimas que leí en Cuba. Al llegar a Estados Unidos compré su nueva novela, El sueño del celta (2010). Todos sus libros no han causado el mismo impacto ni todos sobresalen de igual modo, pero todos tienen su marca y todos están muy bien escritos. 

Aprovechó el boom del Boom y, sin vender su alma al diablo del enfermo y vulgar izquierdismo latinoamericano, como hizo Gabriel García Márquez, le sacó provecho, casi como el autor de Cien años de soledad (1967), la obra más reconocida de su amigo y de la generación del Boom. Tuvo la gran suerte de trabajar en lo que de verdad le gustaba y, con tonos altos, bajos y medios, como todo autor, no paró de escribir, lo mismo en su eterna ciudad, Lima, que en París, Londres, Nueva York, Punta Cana y Madrid. 

A propósito de su fallecimiento, el diario español El País publicó un artículo titulado “Mario Vargas Llosa, el más español de los escritores latinoamericanos”. Aunque desde 1993 adquirió la nacionalidad española y pasó mucho tiempo viviendo en la madre patria, Vargas Llosa siempre escribió y vivió como lo que era: un escritor peruano, un autor cardinal del boom latinoamericano, sin nada que ver con el provincianismo que flota en ese ridículo y falso titular de El País, un medio que con los años ha venido a menos, muy distante a aquellas páginas de los años noventa y comienzos de este siglo donde brilló la columna de opinión, Piedra de Toque, del autor que acaba de fallecer en su querida Lima, con los suyos. 

Con sus análisis y sobre todo con sus novelas, Mario Vargas Llosa, el escritor peruano que mejor retrató el Perú del siglo XX, hizo crecer en nuestra lengua el universo de la literatura, eso que él llamó “la verdad de las mentiras”. Fue muy leído, reverenciado y exitoso. Ganó, entre muchos otros premios, el Príncipe de Asturias de las Letras (1986), el Planeta (1993) y el Cervantes (1994). Fue académico de la RAE y casi al final de su vida, en 2023, fue también premiado con su incorporación a la Academia Francesa. La literatura fue su pasión y su adicción perenne. En 1981, a propósito de la presentación en Madrid de su novela La guerra del fin del mundo declaró: “La pasión por la literatura, como todos los buenos vicios, se acrecienta con los años, y con el tiempo se descubre que lo importante no son los libros que se escriben, sino el hecho de escribirlos, el tránsito hacia el libro”. 

Intentar hacer un resumen de la obra de Vargas Llosa no es tarea imposible, pero siempre resultaría un río de omisiones y descartes de imágenes, personajes, diálogos e historias que –como ocurre con los clásicos, según Borges– no pocos leerán y volverán a leer. Y por estos días, por ese extraño imán que tiene la muerte, con mucha más intensidad y una inevitable maleta de nostalgias. 

Tuesday, April 15, 2025

Un cubano en la OEA (XVI)

 Por Guillermo A. Belt

Perú


El 5 de abril de 1992, diez meses después de aprobada la Resolución 1080 y por segunda vez, el Secretario General  invocó este mecanismo para la protección de la democracia en los Estados Miembros de la OEA. El presidente del Perú, Alberto Fujimori, quien había sido electo el año anterior con un amplio mandato popular, ante la aguda crisis de terrorismo y violencia sufrida por el país por más de una década suspendió temporalmente el Parlamento, el Poder Judicial, la Contraloría General y otras instituciones fundamentales.

El Secretario General Baena Soares consideró que estas medidas configuraban una interrupción del proceso político institucional democrático en Perú, una de las situaciones previstas en la resolución citada. Por consiguiente, solicitó inmediatamente una sesión extraordinaria del Consejo Permanente, el cual, reunido el día siguiente, deploró los hechos, instó a las autoridades  a restablecer de inmediato la absoluta vigencia de las instituciones democráticas y el pleno respeto a los derechos humanos, y convocó a una reunión ad hoc de Ministros de Relaciones Exteriores.

El lunes 13 de abril se reunieron en la sede de la OEA en Washington los cancilleres de los países miembros y eligieron al Dr. Héctor Gros Espiell, Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, para presidir los trabajos de la reunión. Para hacer un relevamiento de la situación Gros Espiell viajó a Lima el 20 de abril, invitando a Baena Soares a acompañarlo. El Secretario General a su vez me invitó a participar en esta visita al país.

El martes 21 Gros y Baena se reunieron con Fujimori. Yo quedé en la antesala como dispone el protocolo pues el presidente se reunía él solo con los dos funcionarios principales. Terminada la reunión supe que el presidente les había expuesto el esquema de cronograma que se proponía adoptar: una consulta popular el 30 de junio sobre las medidas adoptadas el 5 de abril, y tras varias etapas, elecciones el 1 de marzo de 1993 para integrar la Cámara de Senadores y la de Diputados, con instalación del nuevo Congreso el 1 de abril.

En Perú estábamos ante una situación muy distinta de las encaradas anteriormente en Panamá y Haití, donde la OEA se enfrentó con golpes de estado llevados a cabo por los generales Noriega y Cédras, respectivamente. Ahora se trataba de lograr que un presidente elegido democráticamente y con gran popularidad rectificara medidas por él adoptadas, que si bien respondían a una indudable situación crítica no dejaban de representar una interrupción del proceso democrático.

Para mí, cubano exiliado por motivos políticos, el respeto a las instituciones democráticas me tocaba de cerca. Las numerosas reuniones con autoridades peruanas en esta primera visita, en las que tuve el privilegio de participar junto con diplomáticos de trayectorias tan destacadas como las de Gros Espiell y Baena Soares, fueron una cátedra en el arte de la negociación diplomática y política.

Fujimori  estrecha la mano de Héctor Gros Espiell el 5 de mayo de 1992 en Lima,  mientras João Clemente Baena Soares  Secretario General de la OEA, observa.

Para dar una idea de lo valiosa que fue esta experiencia ofrezco la relación de las entrevistas realizadas en Lima entre el martes 21 y el jueves 23 de abril.

Primer Ministro Oscar de la Puente Raygada y otros miembros del gabinete del Presidente Fujimori.

Miembros del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.

Primer Vicepresidente del Perú Máximo San Román (quien había expresado públicamente su oposición a las medidas del Presidente Fujimori).

Presidente del Senado y Presidente de la Cámara de Diputados.

Fiscal de la Nación.

Vocales Titulares de la Corte Suprema de Justicia.

Contralora General de la Nación.

Arzobispo Primado de Lima.

Presidente de la Conferencia Episcopal.

Dos ex Presidentes de la República.

Dirigentes y representantes de los partidos políticos.

Personeros de varios organismos no gubernamentales.

Representantes de los medios de comunicación.

Al concluir esta primera etapa Gros Espiell y Baena Soares decidieron que convendría llevar a cabo una segunda visita cuanto antes. A estos efectos Gros Espiell invitó a los cancilleres de Argentina, Canadá, Honduras y Paraguay para unirse a la misión en esa visita.

El 4 de mayo comenzó en Lima la segunda visita y se acordó pasar a una etapa de acción, es decir, promover de inmediato gestiones para establecer el diálogo propuesto por la reunión ad hoc. Tres ideas básicas fueron propuestas por la misión: restablecimiento de la democracia representativa antes de finales de 1992, modificaciones constitucionales mediante un proceso compatible con las normas de la democracia representativa, y participación de la OEA en el restablecimiento de la plena democracia constitucional.

La misión llevó a cabo nuevas reuniones con las personas e instituciones de la primera visita. El resultado de este esfuerzo se resume en palabras del Embajador Baena Soares, tomadas de su libro antes citado:

En cada reunión de nuestra segunda visita habíamos presentado ideas de aproximación de las posiciones que pudieran abrir un campo  de entendimiento para el restablecimiento del orden institucional democrático; pero al concluir la segunda etapa de la Misión se pudo constatar una profunda separación de concepciones sobre el contenido y la vigencia de las instituciones de democracia representativa en el Perú.

El tiempo apremiaba. La Reunión Ad Hoc había acordado celebrar una nueva sesión el 17 de mayo, la que tendría lugar en Nassau donde se reuniría la Asamblea General de la OEA en su sesión ordinaria de 1992. El 13 de mayo el Canciller Gros Espiell, encontrándose en Barcelona en misión oficial, recibió una llamada telefónica del Ministro de Economía del Perú solicitándole viajar urgentemente a Lima para reunirse con el Presidente Fujimori sobre importantes ajustes al cronograma propuesto originariamente por el primer mandatario.

Gros y Baena Soares acordaron telefónicamente que el canciller uruguayo viajaría a Lima y de allí a la capital de Las Bahamas, donde el Secretario General debía llegar el 15 de mayo para participar en las sesiones de la Asamblea General, la Reunión Ad Hoc sobre Perú y otra Reunión Ad Hoc sobre Haití. Por razones presupuestarias y también para no recargar excesivamente las agendas de los cancilleres, la OEA celebraba en 1992 tres reuniones consecutivas a nivel ministerial en una misma sede.

El sábado 16 de mayo, en su reunión con Gros, Fujimori le expresó que estaba dispuesto a anunciar un programa para la democratización, modificando sustancialmente los criterios expuestos en las dos visitas anteriores de la misión, y le entregó un documento con las ideas esenciales de ese programa. Un Congreso Constituyente Democrático, producto de una elección popular libre y directa, redactaría y aprobaría enmiendas a la Constitución de 1979, que luego serían sometidas a referéndum de ratificación.  Además, habría elecciones generales parlamentarias y presidenciales.

El Primer Ministro del Perú había asumido la cartera de Relaciones Exteriores desde la segunda visita de la misión. Se hallaba en vuelo de Lima a Nassau cuando recibió una llamada del Presidente Fujimori quien “ponía a consideración de la OEA la posibilidad de su presencia personal en este tan importante foro para no solamente exponer la viabilidad de un programa de retorno inmediato a la legitimidad constitucional, sino venir a hacerlo él mismo, para contraer con la OEA el compromiso personal del inmediato retorno a la legitimidad constitucional.”

Las palabras citadas las pronunció el canciller peruano al intervenir en la sesión de la Reunión Ad Hoc en horas de la noche del domingo 17 de mayo, según consta en actas. El Canciller Gros, por su parte y en calidad de presidente de la reunión, informó que Fujimori acababa de llegar a Nassau y que el canciller peruano solicitaba que la exposición de su presidente se realizara el día siguiente. Así se acordó.

Permítame el lector benevolente un paréntesis en la narración. En mi calidad de director de la Secretaría de la Asamblea General, la Reunión de Consulta, el Consejo Permanente y las Conferencias me correspondía dirigir la preparación y el desarrollo de las sesiones de la Asamblea y las reuniones sobre Haití y Perú, todas consecutivas en Nassau. Así lo hice. Además, a falta de normas de protocolo para el recibo de un Jefe de Estado en una Reunión Ad Hoc, fui designado para acompañar al Presidente Fujimori en su camino de ingreso al salón de sesiones. Hubo muchas fotos de su espectacular llegada, de las que lamentablemente no obtuve copia.

Vayamos nuevamente al libro de Baena Soares, quien cita las palabras de Fujimori:

Mi presencia aquí es, supongo, una sorpresa para todos ustedes. Pido mil disculpas a esta ilustre Asamblea por ello y dejo sentado que no ha sido mi intención alterar su desenvolvimiento normal. Pero en vista de la trascendental importancia que ella tiene para el Perú, he querido utilizar este elevado foro de manera inédita en toda la historia de la OEA para ofrecer con mi presencia la garantía del sólido compromiso que ha adquirido mi Gobierno con el pueblo peruano y con el Hemisferio, respecto de un retorno a la institucionalidad de mi país.

El presidente del Perú concluyó su discurso invitando a la OEA a participar en el proceso y supervisar el tránsito a la plena democracia. Asimismo solicitó el asesoramiento de la OEA en materia electoral y la presencia en todos los actos de observadores de la Organización.

Una de las cualidades más admirables del Embajador Baena Soares es su modestia, tan evidente en el párrafo con el que cierra este capítulo de su libro:

Dejo librado al juicio histórico el dictamen sobre la actuación de la OEA en el caso peruano. En lo personal me siento satisfecho de haber cumplido con la difícil tarea que nos encomendaron los Cancilleres y de haber contribuido, junto con ellos, al restablecimiento de la institucionalidad democrática.

Día del Preso

Por Pedro Corzo

El 5 de abril ha sido la fecha escogida por los prisioneros y exprisioneros políticos cubanos para conmemorar el Día del Preso, una jornada muy especial que conduce al más ilustre y digno de todos nuestros compatriotas, el apóstol Jose Martí.

Ese día de 1870, un joven que apenas había cumplido 17 años, fue transportado a las canteras de San Lázaro, próximas a la barriada del Vedado, para sacar piedras de un inhumano farallón.

Pelado al rape, con el número 113 y un grillete atado a un tobillo inicio una vida que jamás le amilanó, al extremo, que en la foto que envió a su madre perpetuando el momento, escribió,” Mírame madre, y por tu amor no llores: Si esclavo de mi edad y mis doctrinas, tu mártir corazón llené de espinas,
Piensa que nacen entre espinas flores”.

El presidio político cubano contra el totalitarismo, siguiendo las huellas indelebles del apóstol, asumió el 5 de abril, fecha de su encarcelamiento, para evocar su sacrificio y testimoniar que su heroica gesta es repetida en la Isla por hombres y mujeres que creen fielmente en su apostolado.

Este pasado domingo el Presidio Político Histórico Cubano, bajo la presidencia de Ángel Pardo Mazorra y el liderazgo de Luis González Infante, Enrique Ruano y Jose Luis Fernández convocaron como todos los años a la comunidad a rememorar la fecha para rendir tributo a la memoria del maestro y al mas del millar de compatriotas que, aunque tras las rejas, no cesan en su resistencia a la tiranía.

La continuidad del Presidio ha sido tan intensa que debemos recordar que cuando el exprisionero político Oscar Elías Biscet nació, nuestro héroe Roberto Martín Pérez estaba preso, cuando nació el también ex prisionero político José Daniel Ferrer el mártir, 44 años preso en dos etapa, Armando Sosa Fortuni estaba cumpliendo su primera condena, cuando nació el también mártir Orlando Zapata Tamayo estaban cerrando el presidio de Isla de Pinos y cuando vino al mundo la heroica Sayli Navarro, todavía restaban prisioneros de los históricos Plantados.

El presidio político cubano es el más longevo y diverso de América, además el más numeroso, en particular el de las mujeres, las féminas cubanas sumas miles de años tras las rejas, algunas cumplieron más de 15 años de cárcel como la heroína Cary Roque y más de un centenar de hombres superaron las 25 navidades encarcelados, con al menos tres que batieron todas las marcas, Ignacio Cuesta Valle, 29 años y Mario Chanes de Armas y Miguel Diaz Bouza con más de 30 años de prisión.

En Cuba antes del establecimiento del totalitarismo no llegaban a una docena las prisiones, décadas después habían más de 300 las cárceles y campos de trabajo forzado que podían rivalizar por la crueldad de los esbirros que allí vigilaban, con sus iguales de la Alemania nazi, de la Unión Soviética, China o Corea comunista.

Por las cárceles castrista en estos 66 años ha pasado más de medio millón de hombres y mujeres a los que les ha sobrado voluntad para pagar el alto precio de ser libres y ciudadanos de pleno derecho.

El acto estuvo cargado de emociones como era de esperar. La exprisionera Angelica Garrido, 36 meses en la cárcel por participar en las protestas cívicas del 11 de julio, los hermanos Fidel y Raúl Castro solo estuvieron 22 meses después de causar decenas de muertos por el ataque al Cuartel Moncada. Angélica, a pesar de tener a su hermana, María Cristina, en prisión, reclamó confrontar la dictadura como fuera preciso, repitiendo el clamor mambí, “Corneta, toca al degüello”.

El Presidio Político Cubano, aunque es consecuencia de la lucha contra la tiranía tiene vida propia. En las cárceles se resiste al igual que lo hacen miles en las calles, lo mejor de todo, cuando estos hombres y mujeres son excarcelados no salen quebrados, se sienten más comprometidos, más respetuosos de sus obligaciones, razón por la cual siguen actuando contra el régimen y mostrando su orgullo por haber estado en las ergástulas castrista, hoy vigiladas por Miguel Diaz Canel.

Todos reflejan el compromiso contraído con la libertad y los derechos humanos. La cárcel los preparó para ser mejores ciudadanos, para sentir y mostrar con orgullo su condición de expresos políticos cubanos.
 

Monday, April 7, 2025

El antiguo distrito financiero de La Habana*

Banco Metropolitano en La Habana, ex First National City Bank de Nueva York

Por Yaneli Leal

El puerto de La Habana fue durante mucho tiempo la llave de la economía de la ciudad. Vehículo de comercio fundamental, definió su desarrollo urbano, industrial y cultural. Su entorno fue el hogar de las principales compañías comercializadoras del país, de agencias de seguro y, a inicios del siglo XX, de la banca. Entonces resultaba más que conveniente instalar oficina donde se efectuaba la mayor parte de los negocios. Por lo que, a medida que la clase alta trasladaba su domicilio lejos de la vorágine del centro histórico, crecía el número de compañías que establecían allí su sede. A escala urbana esto tuvo su expresión en la sustitución de viviendas y comercios por monumentales edificios de emporios financieros. Los nuevos bancos y comercios revalorizaron el espacio colindante al puerto, perfilando aún más su carácter.

La gran inyección de capital que recibió la industria cubana al iniciar la República, multiplicó la presencia de sucursales bancarias cubanas y extranjeras, que facilitaron el crédito para poner en marcha nuevos espacios productivos y modernizar los existentes. Así empezó a crecer en altura La Habana Vieja, mucho más de la cota que habían marcado los palacetes decimonónicos.
Una buena parte de las instituciones asumieron la forma del rascacielos norteamericano y sus sistemas constructivos, mostrándose como verdaderos alcázares financieros que dominaron la ciudad. De conjunto definieron una especie de distrito entre las calles O'Reilly, Compostela, Amargura y Mercaderes, destacando la calle Aguiar como pequeño Wall Street habanero con una docena de instituciones financieras en solo cinco cuadras, entre Empedrado y Amargura.
Banco H. Upmann

El primero construido fue el banco H. Upmann (1902-1904), en la esquina de Mercaderes y Amargura. Respondía a los bancos propiedad de comerciantes que, como consecuencia natural de sus operaciones, daban crédito a sus clientes —por lo general hacendados— para la compra de los productos que ofrecían, cuyas deudas eran saldadas después de la cosecha. Otros comerciantes-banqueros fueron Narciso Gelats, quien venía de la industria naviera, y las familias Pedroso, Mendoza, Astorqui, Zaldo y Gómez Mena. En el caso del asturiano Juan Antonio Bances, fue a la inversa, provenía de la banca, instaló oficina en 1853 en Obispo 117-119, y terminó invirtiendo en la industria tabacalera con reconocidas marcas de puros. Se dice que su oficina fue la primera en sistematizar el envío de remesas hacia Asturias en el siglo XIX.

Algunos se instalaron en viviendas que remozaron como casa bancaria, otros rentaron oficinas dentro de otras sucursales y otros construyeron su propia sede, en las que no escatimaron en usar materiales modernos y lujosos, y una iconografía asociada a la función que representaban. Cada uno es expresión del crecimiento del negocio familiar expandido hacia la banca, cuyo éxito a veces conllevó la construcción de otra sede más grande y moderna. Es el caso del Banco Pedroso, cuyo primer inmueble, de 1913, es el edificio de dos plantas de Aguiar 305, entre Obispo y O’Reilly, con iconografía clásica para distinguir el poder económico, la seguridad y estabilidad de la compañía. En la década de 1950 fue sede del Banco Hispanocubano, pues el Banco Pedroso se había construido otro edificio racionalista en Aguiar y Empedrado. Con él ganaba amplitud, se actualizaba a los códigos modernos y permanecía en el centro neurálgico del comercio. En 1958, estableció una sucursal dentro del hotel Havana Hilton.

Antigua sede del Banco Pedroso


En las dos primeras décadas del siglo XX, era importante que el edificio bancario manifestara desde su fachada el poder y seguridad de la compañía. Por eso se emplearon códigos clásicos dentro de un diseño ecléctico que hizo recurrente el uso de frontones, columnas, medallones, cornucopias, etc. Incluso pueden verse arcos de triunfo conformando la fachada de la primera sede del Royal Bank of Canada (1903-1904), luego Bolsa de La Habana en Obrapía 257; y en la portada del Banco de La Habana (1915), en Cuba 314.

Todo ello unido al empleo de materiales lujosos que hacían referencia al poder económico de la institución. Fue notable la herrería de hierro forjado, los lucernarios, los pavimentos de mármol, la luminaria de bronce, los bellos mostradores de maderas preciosas y las majestuosas puertas. Las del Banco H. Upmann, por ejemplo, están elaboradas en una sola pieza de caoba, traída especialmente del Cauto.

Como este, otros bancos se integraron a la escala de la ciudad decimonónica con un diseño apaisado: la Bolsa de La Habana (1904), el Banco Gelats (1908-1910), The Trust Company of Cuba (1911-1913), el Banco de La Habana (1913-1915), el Banco Mendoza (1915) y The National City Bank of New York (1923-1925). Otros optaron por ganar en altura, beneficiándose de una mejor iluminación y ventilación y sacando provecho de las parcelas con múltiples espacios de alquiler, todo convenientemente conectado por modernos ascensores eléctricos de tecnología estadounidense. Sin embargo, crearon un desbalance a escala urbana, al no existir correspondencia entre la altura del edificio y el ancho de la calle.



Incluso estas torres asumieron la estética clasicista, haciendo énfasis en la decoración de la planta baja y del cornisamento. A manera de columna, el cuerpo central quedaba despejado, marcado por el ritmo de las ventanas. Entre estos exponentes herederos de las escuelas de Chicago y Nueva York estuvieron el Banco Nacional de Cuba (1907-1909), The Bank of Nova Scotia (1914), The Royal Bank of Canada (1917-1919), el Banco Gómez Mena (1918), el Banco de La Libertad (1918-1919), el Banco Comercial de Cuba (1918-1921) y The Canadian Bank of Commerce (1923).

Durante la primera mitad del XX, algunos bancos se refundieron pero los inmuebles siempre mantuvieron su función original. La crisis de 1920 hizo quebrar algunos como el Bances y el Banco de La Habana, antes de Zaldo y Cía. La sede de este último fue comprada por The National City Bank of New York, quien al igual que otras empresas extranjeras mantuvieron su poder financiero en una época tan difícil para la economía cubana. Este banco no solo compró el inmueble, sino que le hizo reformas, y en 1925 se construyó su casa matriz en O’Reilly entre Compostela y Aguacate, donde antes estuvo el convento Santa Catalina.



De más está decir que este movimiento económico pereció hace muchas décadas, en las que estas joyas de la arquitectura habanera han sobrevivido con distinto grado de conservación, y salvo casos excepcionales han conservado las funciones bancarias (H. Upmann, Gelats y The Trust Company). Algunas han sido adaptadas con fines muy diversos, como el Banco Pedroso, por mucho tiempo policlínico y hoy Dirección Municipal de la Vivienda y albergue; el Banco de La Habana, como Empresa de Seguros Internacionales de Cuba (ESICUBA); y el Banco Nova Scotia, actualmente Fiscalía General de la República. Otros han sido rehabilitados como instituciones culturales, como el Banco Mendoza, actual museo Numismático, y el Gómez Mena, sede del Instituto Cubano del Libro.


Por otra parte, la fiebre hotelera del grupo empresarial de la Fuerzas Armadas, GAESA, ha puesto su garra sobre antiguos colosos del centro histórico como las antiguas sedes del Banco Nacional de Cuba y el National City Bank of New York. Hoy son manifestación de un emporio bien distinto, que lamentablemente no tributa ni al desarrollo de la bahía ni de la ciudad.

*Tomado de Diario de Cuba