Monday, April 28, 2025

Un cubano en la OEA XVII

El presidente de Guatemala, Jorge Serrano Elías, a la derecha, da a conocer la disolución del parlamento de su país el 25 de mayo de 1993

Por Guillermo A. Belt

Guatemala

En la madrugada del 25 de mayo de 1993 el Presidente de Guatemala, Jorge Serrano Elías, expidió un decreto disponiendo la interrupción temporal de varios artículos de la Constitución, de la Ley de Amparo, Exhibición Personal y Constitucionalidad, y de la Ley Electoral y de Partidos Políticos. Además, disolvía el Congreso, dejaba sin efecto la integración de la Corte Suprema de Justicia y de la Corte de Constitucionalidad, y removía de su cargo al Procurador General de la Nación.

Golpe de estado, sin duda. “Estos acontecimientos, inesperados y alarmantes, en mi opinión configuraban una situación prevista por la Asamblea General.” Con estas palabras, referidas a la Resolución 1080 y tomadas de su libro Síntesis de una gestión, antes citado en estos recuerdos, calificó el Secretario General Baena Soares lo que terminaría siendo la aplicación más rápida y exitosa de dicha disposición.

Baena solicitó una reunión extraordinaria del Consejo Permanente para ese mismo día, y el presidente del cuerpo la declaró abierta a las cinco de la tarde. Tras escuchar el informe del Secretario General y las intervenciones de varios miembros, el órgano político aprobó por unanimidad una resolución deplorando los hechos y llamando al restablecimiento inmediato de las instituciones democráticas y el pleno respeto de los derechos humanos en Guatemala. Asimismo, convocó a una Reunión Ad Hoc de Ministros de Relaciones Exteriores, encargando a Baena fijar su sede y fecha, en consulta con los cancilleres.

Si bien hubo concordancia total del Consejo Permanente con la apreciación de los hechos por el Secretario General, el órgano político encargó a Baena encabezar una misión de averiguación de los hechos, dejando en sus manos la elección de los cancilleres que le acompañarían a Guatemala y la redacción de un informe para facilitar el trabajo de la Reunión Ad Hoc.

Esta demostración de confianza, sin precedentes en la no siempre cordial relación entre el Consejo Permanente y el Secretario General, nos recordaba a quienes llevábamos varios años en la OEA algunos choques verbales entre embajadores y antecesores de Baena Soares. Ahora, en cambio, los representantes de los Estados miembros confiaban una misión diplomática de gran importancia al funcionario que habían visto en el pasado como un simple administrador.

Al día siguiente Baena invitó a los señores Maurice King, Ernesto Leal y Sergio Abreu, Ministros de Relaciones Exteriores de Barbados, Nicaragua y Uruguay, para integrar la misión que más bien debió denominarse de constatación de los hechos, puesto que poco o nada quedaba por averiguar. Para el lector no familiarizado con el tema aclaro que la distribución geográfica es un principio rector en la composición de misiones de esta naturaleza. El Secretario General lo aplicó invitando al canciller de un país caribeño, a un canciller centroamericano – obviamente, tratándose de un asunto de especial interés para la región – y un ministro suramericano. Los tres cancilleres aceptaron, modificando sus agendas de trabajo para poder cumplir con el nuevo compromiso.


El tiempo apremiaba. En una semana y media los Ministros de Relaciones Exteriores debían reunirse en Managua. La sesión ordinaria de la Asamblea General de la OEA comenzaría el domingo 6 de junio, bajo la presidencia del Canciller de Nicaragua como anfitrión de sus colegas. Además, habría que celebrar la Reunión Ad Hoc antes de la Asamblea General. Por consiguiente, tras consultas urgentes a los cancilleres el Secretario General convocó a la reunión Ad Hoc para el jueves 3 de junio, en la sede de la OEA en Washington. De tal suerte que antes de viajar a Guatemala el viernes 28 de mayo, los integrantes de la misión sabían que debían tener su informe listo en pocos días para consideración de la Reunión Ad Hoc.

El sábado tuvo lugar en un hotel de la capital guatemalteca la reunión interna de la misión para acordar su plan de trabajo. Baena, siempre amable conmigo, me preguntó si yo tomaría notas de todas las reuniones. Contesté que sí. Complacido, el Secretario General me dijo que él también lo haría, como era su costumbre, y luego compararíamos nuestros resúmenes de lo conversado.

A continuación, la misión recibió a los Jefes de Misión de los países miembros de la OEA y países observadores acreditados en Guatemala, quienes estuvieron de acuerdo en que el país enfrentaba una crisis de gran magnitud de la que era imprescindible salir sin demora. Varios diplomáticos manifestaron su convicción de que era inminente un golpe militar a menos que se encontrara una solución a la crisis jurídico-política.

Yo diría que no quedó duda de que nosotros compartíamos el sentido de urgencia que nuestros interlocutores habían dado a su percepción de lo que había que hacer para evitar males mayores. Con estas palabras cierra Baena en su libro esta primera toma de impresiones.

Esa misma noche la misión visitó a Serrano Elías en la Casa Presidencial. Tras escuchar a sus visitantes, Serrano opinó que el país había llegado a una situación de descomposición social. Reconoció la posibilidad de un golpe de estado y afirmó que había pensado en renunciar, descartando esta posibilidad porque habría sido una muestra de cobardía. Afirmó que las medidas adoptadas significaban una interrupción parcial del orden institucional, pero no de la vigencia constitucional. Aseguró que no quería ser dictador, ni permanecer en la presidencia un día más de su mandato.

Baena, en sus propias palabras de nuevo: Serrano conocía bien los organismos internacionales. No dudo de que estaba al tanto de las actuaciones de la OEA en Panamá, Haití y Perú. La Organización había reaccionado con vigor en esos casos, aunque no siempre con iguales resultados. Serrano actuó conscientemente contra la Constitución, pensando, quizás, que podría navegar hasta puerto seguro en medio de la tormenta que él mismo había causado.

A primera hora del domingo la misión se reunió con el Procurador de los Derechos Humanos, licenciado Ramiro de León Carpio, quien el 26 de mayo había hecho una declaración rechazando absolutamente todas las medidas adoptadas por Serrano, y llamando al presidente a acatar lo resuelto por la Corte de Constitucionalidad, que el 25 de mayo había declarado inconstitucional el decreto presidencial de esa misma fecha. Pronto resultaría evidente el repudio general a la actuación de Serrano en los sectores más influyentes de la sociedad civil guatemalteca.

A lo largo de ese día y hasta altas horas de la noche la Misión del Secretario General se entrevistó con quince entidades y personalidades más, incluyendo a dirigentes políticos, líderes sindicales, altas autoridades militares, magistrados del Tribunal Supremo Electoral y de la Corte Suprema de Justicia, miembros de Colegio de Abogados y Notarios, profesores universitarios y miembros del Colegio de Periodistas. El lunes por la mañana se completó el total de veinte entrevistas, entre ellas las celebradas con el Presidente de la Corte de Constitucionalidad y el de la Conferencia Episcopal, antes de la segunda reunión con el Presidente Serrano al mediodía.

Tanto Baena como los tres cancilleres invitados por él estaban conscientes de la falta de mandato para negociar una salida a la crisis. Pero era evidente que la presencia de la OEA en el país había pasado a ser un factor decisivo para impulsar los mecanismos nacionales que en definitiva producirían una solución constitucional.

Los militares, sin apoyar a Serrano habían dado esa apariencia, pero a partir de su reunión con la Misión del Secretario General asumieron una actitud expectante, según trascendió en una declaración pública del Ministro de Defensa. En segundo lugar, a pesar de la fuerte censura de prensa comenzó a conocerse lo que ocurría en el país porque la prensa internacional informaba sobre las actividades de la misión. Por último, la misión insistió en que la solución a la crisis tenía que ser guatemalteca. A estos efectos sugirió la creación de un centro articulador de la propuesta política.

Al mediodía del lunes 31 de mayo la misión visitó a Serrano por segunda vez y le hizo un resumen de lo que le había sido expuesto en sus numerosas reuniones. Ante las reiteradas afirmaciones del presidente que decía contar con el apoyo militar, Baena relató la reunión con las autoridades de las fuerzas armadas y la impresión de que el futuro de Serrano era muy incierto. Esa tarde la misión regresó a Washington.

El martes 1 de junio el Ministro de la Defensa Nacional de Guatemala emitió un comunicado a la prensa sobre la decisión del ejército de publicar y ejecutar la sentencia de la Corte de Constitucionalidad del 25 de mayo, que en su parte pertinente dice así: Consecuentemente, procede declarar que los actos realizados por el Presidente de la República adolecen de nulidad ipso jure y, por lo tanto, carecen de toda validez jurídica… Agregaba el ministro que, enfrentado a la realidad, Serrano había optado por dejar su cargo. El vicepresidente había asumido temporalmente la presidencia, conforme a la Constitución, y luego había renunciado también. Poco después se supo que Serrano había salido de Guatemala rumbo a El Salvador.

El jueves 3 de junio comenzó en la sede de la OEA la Reunión Ad Hoc sobre Guatemala. Los cancilleres decidieron el regreso del Secretario General a Guatemala acompañado de los cancilleres que él eligiera para continuar apoyando los esfuerzos del pueblo guatemalteco. La Reunión Ad Hoc acordó reunirse en Managua el domingo 6 de junio para recibir el informe de la segunda etapa de la Misión del Secretario General.

Baena invitó al Ministro de Relaciones Exteriores del Ecuador, Diego Paredes, a acompañarlo. En esta ocasión no pudieron hacerlo los cancilleres de Barbados, Nicaragua y Uruguay debido a compromisos previos. La presión del tiempo iba en aumento. Quedaban dos días de trabajo, viernes y sábado. El domingo, en Managua, además de la reunión sobre Guatemala recién convocada, tendría lugar el diálogo informal de cancilleres, previo a la sesión inaugural de la Asamblea General, y el lunes 7 de junio sesionaría allí la Reunión Ad Hoc sobre Haití con la participación del Presidente Aristide.

Para cumplir con estas obligaciones, el viernes tomamos un vuelo de itinerario de Washington a Miami, y desde allí en un avión fletado viajamos a Guatemala, donde nos esperaría el avión para llevarnos a Managua a primera hora del domingo. Durante todo el día y la noche del sábado tuvimos reuniones con autoridades militares, judiciales, figuras políticas y representantes diplomáticos, así como con la Instancia Nacional de Consenso, grupo creado por diversos sectores del país.

El Congreso de Guatemala se reunió el sábado hasta altas horas de la noche, estando la misión en el país, y ante la falta absoluta de Presidente y Vicepresidente de la República, eligió a Ramiro de León Carpio para ejercer la presidencia del país. El Secretario General y el Canciller Paredes lo visitaron esa noche en su residencia, felicitándolo por el retorno al orden constitucional.

La misión viajó a Managua muy temprano el domingo. Ante un pedido del nuevo gobierno de Guatemala se postergó para el lunes la Reunión Ad Hoc a fin de recibir un mensaje de agradecimiento del Presidente De León Carpio. Baena termina así este relato: De esta manera, a los catorce días de planteada la crisis, se cerraba con éxito un capítulo en la historia del fortalecimiento de la democracia. En Guatemala respondieron con vigor las instituciones en que se asienta el sistema constitucional y democrático.

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