Por Guillermo A. Belt
Perú
El 5 de abril de 1992, diez meses después de aprobada la
Resolución 1080 y por segunda vez, el Secretario General invocó este mecanismo para la protección de la
democracia en los Estados Miembros de la OEA. El presidente del Perú, Alberto
Fujimori, quien había sido electo el año anterior con un amplio mandato popular,
ante la aguda crisis de terrorismo y violencia sufrida por el país por más de
una década suspendió temporalmente el Parlamento, el Poder Judicial, la
Contraloría General y otras instituciones fundamentales.
El Secretario General Baena Soares consideró que estas
medidas configuraban una interrupción del proceso político institucional
democrático en Perú, una de las situaciones previstas en la resolución citada.
Por consiguiente, solicitó inmediatamente una sesión extraordinaria del Consejo
Permanente, el cual, reunido el día siguiente, deploró los hechos, instó a las
autoridades a restablecer de inmediato
la absoluta vigencia de las instituciones democráticas y el pleno respeto a los
derechos humanos, y convocó a una reunión ad hoc de Ministros de
Relaciones Exteriores.
El lunes 13 de abril se reunieron en la sede de la OEA en
Washington los cancilleres de los países miembros y eligieron al Dr. Héctor
Gros Espiell, Ministro de Relaciones Exteriores del Uruguay, para presidir los
trabajos de la reunión. Para hacer un relevamiento de la situación Gros Espiell
viajó a Lima el 20 de abril, invitando a Baena Soares a acompañarlo. El
Secretario General a su vez me invitó a participar en esta visita al país.
El martes 21 Gros y Baena se reunieron con Fujimori. Yo quedé en la antesala como dispone el protocolo pues el presidente se reunía él solo con los dos funcionarios principales. Terminada la reunión supe que el presidente les había expuesto el esquema de cronograma que se proponía adoptar: una consulta popular el 30 de junio sobre las medidas adoptadas el 5 de abril, y tras varias etapas, elecciones el 1 de marzo de 1993 para integrar la Cámara de Senadores y la de Diputados, con instalación del nuevo Congreso el 1 de abril.
En Perú estábamos ante una situación muy distinta de las encaradas anteriormente en Panamá y Haití, donde la OEA se enfrentó con golpes de estado llevados a cabo por los generales Noriega y Cédras, respectivamente. Ahora se trataba de lograr que un presidente elegido democráticamente y con gran popularidad rectificara medidas por él adoptadas, que si bien respondían a una indudable situación crítica no dejaban de representar una interrupción del proceso democrático.
Para mí, cubano exiliado por motivos políticos, el respeto a las instituciones democráticas me tocaba de cerca. Las numerosas reuniones con autoridades peruanas en esta primera visita, en las que tuve el privilegio de participar junto con diplomáticos de trayectorias tan destacadas como las de Gros Espiell y Baena Soares, fueron una cátedra en el arte de la negociación diplomática y política.
Fujimori estrecha la mano de Héctor Gros Espiell el 5 de mayo de 1992 en Lima, mientras João Clemente Baena Soares Secretario General de la OEA, observa. |
Para dar una idea de lo valiosa que fue esta experiencia ofrezco la relación de las entrevistas realizadas en Lima entre el martes 21 y el jueves 23 de abril.
Primer Ministro Oscar de la Puente Raygada y otros
miembros del gabinete del Presidente Fujimori.
Miembros del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Primer Vicepresidente del Perú Máximo San Román (quien
había expresado públicamente su oposición a las medidas del Presidente
Fujimori).
Presidente del Senado y Presidente de la Cámara de
Diputados.
Fiscal de la Nación.
Vocales Titulares de la Corte Suprema de Justicia.
Contralora General de la Nación.
Arzobispo Primado de Lima.
Presidente de la Conferencia Episcopal.
Dos ex Presidentes de la República.
Dirigentes y representantes de los partidos políticos.
Personeros de varios organismos no gubernamentales.
Representantes de los medios de comunicación.
Al concluir esta primera etapa Gros Espiell y Baena
Soares decidieron que convendría llevar a cabo una segunda visita cuanto antes.
A estos efectos Gros Espiell invitó a los cancilleres de Argentina, Canadá,
Honduras y Paraguay para unirse a la misión en esa visita.
El 4 de mayo comenzó en Lima la segunda visita y se
acordó pasar a una etapa de acción, es decir, promover de inmediato gestiones
para establecer el diálogo propuesto por la reunión ad hoc. Tres ideas
básicas fueron propuestas por la misión: restablecimiento de la democracia
representativa antes de finales de 1992, modificaciones constitucionales
mediante un proceso compatible con las normas de la democracia representativa,
y participación de la OEA en el restablecimiento de la plena democracia
constitucional.
La misión llevó a cabo nuevas reuniones con las personas
e instituciones de la primera visita. El resultado de este esfuerzo se resume
en palabras del Embajador Baena Soares, tomadas de su libro antes citado:
En cada reunión de nuestra segunda visita habíamos
presentado ideas de aproximación de las posiciones que pudieran abrir un
campo de entendimiento para el
restablecimiento del orden institucional democrático; pero al concluir la
segunda etapa de la Misión se pudo constatar una profunda separación de
concepciones sobre el contenido y la vigencia de las instituciones de
democracia representativa en el Perú.
El tiempo apremiaba. La Reunión Ad Hoc había acordado
celebrar una nueva sesión el 17 de mayo, la que tendría lugar en Nassau donde
se reuniría la Asamblea General de la OEA en su sesión ordinaria de 1992. El 13
de mayo el Canciller Gros Espiell, encontrándose en Barcelona en misión
oficial, recibió una llamada telefónica del Ministro de Economía del Perú
solicitándole viajar urgentemente a Lima para reunirse con el Presidente
Fujimori sobre importantes ajustes al cronograma propuesto originariamente por
el primer mandatario.
Gros y Baena Soares acordaron telefónicamente que el
canciller uruguayo viajaría a Lima y de allí a la capital de Las Bahamas, donde
el Secretario General debía llegar el 15 de mayo para participar en las
sesiones de la Asamblea General, la Reunión Ad Hoc sobre Perú y otra Reunión Ad
Hoc sobre Haití. Por razones presupuestarias y también para no recargar
excesivamente las agendas de los cancilleres, la OEA celebraba en 1992 tres
reuniones consecutivas a nivel ministerial en una misma sede.
El sábado 16 de mayo, en su reunión con Gros, Fujimori le
expresó que estaba dispuesto a anunciar un programa para la democratización,
modificando sustancialmente los criterios expuestos en las dos visitas
anteriores de la misión, y le entregó un documento con las ideas esenciales de ese
programa. Un Congreso Constituyente Democrático, producto de una elección
popular libre y directa, redactaría y aprobaría enmiendas a la Constitución de
1979, que luego serían sometidas a referéndum de ratificación. Además, habría elecciones generales
parlamentarias y presidenciales.
El Primer Ministro del Perú había asumido la cartera de
Relaciones Exteriores desde la segunda visita de la misión. Se hallaba en vuelo
de Lima a Nassau cuando recibió una llamada del Presidente Fujimori quien “ponía
a consideración de la OEA la posibilidad de su presencia personal en este tan
importante foro para no solamente exponer la viabilidad de un programa de
retorno inmediato a la legitimidad constitucional, sino venir a hacerlo él
mismo, para contraer con la OEA el compromiso personal del inmediato retorno a
la legitimidad constitucional.”
Las palabras citadas las pronunció el canciller peruano
al intervenir en la sesión de la Reunión Ad Hoc en horas de la noche del
domingo 17 de mayo, según consta en actas. El Canciller Gros, por su parte y en
calidad de presidente de la reunión, informó que Fujimori acababa de llegar a
Nassau y que el canciller peruano solicitaba que la exposición de su presidente
se realizara el día siguiente. Así se acordó.
Permítame el lector benevolente un paréntesis en la
narración. En mi calidad de director de la Secretaría de la Asamblea General,
la Reunión de Consulta, el Consejo Permanente y las Conferencias me
correspondía dirigir la preparación y el desarrollo de las sesiones de la
Asamblea y las reuniones sobre Haití y Perú, todas consecutivas en Nassau. Así
lo hice. Además, a falta de normas de protocolo para el recibo de un Jefe de
Estado en una Reunión Ad Hoc, fui designado para acompañar al Presidente
Fujimori en su camino de ingreso al salón de sesiones. Hubo muchas fotos de su
espectacular llegada, de las que lamentablemente no obtuve copia.
Vayamos nuevamente al libro de Baena Soares, quien cita
las palabras de Fujimori:
Mi presencia aquí es, supongo, una sorpresa para todos
ustedes. Pido mil disculpas a esta ilustre Asamblea por ello y dejo sentado que
no ha sido mi intención alterar su desenvolvimiento normal. Pero en vista de la
trascendental importancia que ella tiene para el Perú, he querido utilizar este
elevado foro de manera inédita en toda la historia de la OEA para ofrecer con
mi presencia la garantía del sólido compromiso que ha adquirido mi Gobierno con
el pueblo peruano y con el Hemisferio, respecto de un retorno a la
institucionalidad de mi país.
El presidente del Perú concluyó su discurso invitando a
la OEA a participar en el proceso y supervisar el tránsito a la plena
democracia. Asimismo solicitó el asesoramiento de la OEA en materia electoral y
la presencia en todos los actos de observadores de la Organización.
Una de las cualidades más admirables del Embajador Baena
Soares es su modestia, tan evidente en el párrafo con el que cierra este
capítulo de su libro:
Dejo librado al juicio histórico el dictamen sobre la
actuación de la OEA en el caso peruano. En lo personal me siento satisfecho de
haber cumplido con la difícil tarea que nos encomendaron los Cancilleres y de
haber contribuido, junto con ellos, al restablecimiento de la institucionalidad
democrática.
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