Edificio de Tammany Hall en la calle 14 |
Por Enrique Del Risco
Tammany Hall, más que la sede de una sociedad afín al Partido Demócrata fue, en la corrupta política neoyorquina del siglo XIX y principios del XX, sinónimo de tráfico de influencias y clientelismo político. La Tammany Society, fundada en 1786 y consolidada tres años más tarde, tuvo varias sedes antes de poner la primera piedra de un nuevo edificio el 14 de julio de 1867 en el 141 East 14th Street, entre la tercera y la cuarta avenidas. “Mucho puede Tammany Hall entre los electores de New York, y muy bien organizados los tiene” comentaba Martí en uno de los varios artículos que le dedicara a dicha sociedad. Desde las varias sedes que tuvo la Tammany Society controló la vida política de la ciudad durante casi un siglo y en cierta medida, la del país. Según Martí Tammany Hall “disponía del voto de la ciudad que es más importante que el del resto del Estado” e “imponía sus candidatos al partido” por lo que no podía “haber ahora Presidente sin el voto de New York” ni “podía aparecer candidato democrático a la Presidencia a menos que no consintiese de antemano en servir los intereses de Tammany Hall”. No le salía gratis ese poder sino provenía de una metódica negociación con sus caciques electorales y sus votantes: de “los candidatos que sacaba electos, sabíase ya que entraban a sus oficios públicos obligados a repartir puestos y ganancias con los miembros de la asociación: de estos empleos mayores obtenía los menores con que tenía sujetos a los votantes” explica el cubano.
Tammany Hall, más que la sede de una sociedad afín al Partido Demócrata fue, en la corrupta política neoyorquina del siglo XIX y principios del XX, sinónimo de tráfico de influencias y clientelismo político. La Tammany Society, fundada en 1786 y consolidada tres años más tarde, tuvo varias sedes antes de poner la primera piedra de un nuevo edificio el 14 de julio de 1867 en el 141 East 14th Street, entre la tercera y la cuarta avenidas. “Mucho puede Tammany Hall entre los electores de New York, y muy bien organizados los tiene” comentaba Martí en uno de los varios artículos que le dedicara a dicha sociedad. Desde las varias sedes que tuvo la Tammany Society controló la vida política de la ciudad durante casi un siglo y en cierta medida, la del país. Según Martí Tammany Hall “disponía del voto de la ciudad que es más importante que el del resto del Estado” e “imponía sus candidatos al partido” por lo que no podía “haber ahora Presidente sin el voto de New York” ni “podía aparecer candidato democrático a la Presidencia a menos que no consintiese de antemano en servir los intereses de Tammany Hall”. No le salía gratis ese poder sino provenía de una metódica negociación con sus caciques electorales y sus votantes: de “los candidatos que sacaba electos, sabíase ya que entraban a sus oficios públicos obligados a repartir puestos y ganancias con los miembros de la asociación: de estos empleos mayores obtenía los menores con que tenía sujetos a los votantes” explica el cubano.
En otro sitio añade Martí: “Es sencilla, curiosa esta máquina de Tammany. Todos trabajan para encumbrar a uno, pero éste reparte luego entre todos las ganancias del encumbramiento”. Para tener una idea de hasta donde llegaba la corrupción promovida desde Tammany Hall piénsese en el caso de la construcción de la sede del tribunal del condado de Nueva York. Empezó a construirse en 1861 y costó el doble de la compra de Alaska al gobierno ruso seis años más tarde. Y la causa del costo de construcción tan desorbitado radicó en parte en los salarios absurdos que se pagaron para justificar el desvío de fondos. Por ejemplo, a un carpintero le pagaron el equivalente a $4.9 millones de dólares actuales por un mes de trabajo y un yesista recibió $1.82 millones por apenas dos días de labor.
Por otra parte Tammany Hall permitió la incorporación a la vida política de la ciudad a generaciones de inmigrantes, fundamentalmente irlandeses. A los asociados al Tammany Hall el futuro Apóstol de la independencia cubana los describía así:
“espaldudos, ventrudos, carnazas, de sombrero de pelo, con la mano en el chaleco público, el palillo entre los dientes, las mozas en mantón, y la nuca de tres buches, fofa y rapada. Se sacan a puñados los billetes, y son vanos y topos, sin más arte que el que les viene de conocer la desvergüenza por ser de ella, y buscarles el precio a los pícaros a la hora del voto”.
Recorte del New York Herald |
En su local del 141 East 14th Street sus salones eran alquilados para diferentes eventos y entre ellos figuraron varios organizados por la comunidad exiliada cubana de la ciudad. El propio Martí fue orador principal de una de ellas, la del 10 de octubre de 1884, en el décimo sexto aniversario del inicio de la guerra de independencia cubana. Fecha principal del calendario de los exiliados cubanos, ese año el evento tuvo una significación especial. Luego de varios años de paz se hacían nuevos preparativos para librar a la isla del dominio español en lo que se conocería como Plan Gómez –Maceo. Dicho plan agitó a la emigración cubana por los siguientes dos años antes de ser abandonado por falta de recursos. Esa noche se aprovechó el evento patriótico para dar la bienvenida a los dos principales generales del Ejército Libertador: el dominicano Máximo Gómez y Antonio Maceo, quienes habían llegado a la ciudad nueve días antes, el 1ro de octubre. El acto fue presidido por Juan Arnao, veterano de las conspiraciones y expediciones anexionistas de Narciso López 35 años antes y de la guerra independentista de 1868. El orador principal fue el propio José Martí quien se perfilaba como figura civil del plan insurreccional. Fue “un discurso muy elocuente” al decir del periodista Enrique Trujillo y "florido y elocuente" según el New York Herald, pero del que lamentablemente no quedan transcripciones.
En aquellos meses se hallaba en Nueva York Antonio Zambrana quien fuera representante de la Asamblea de Guámaro en 1869 y redactor, junto a Ignacio Agramonte, de la primera constitución de la República en Armas. Radicado en Costa Rica desde 1876 había alcanzado allí gran prestigio como profesor, jurista y diplomático y fue representante de este país ante el gobierno de Nicaragua. Según su biógrafo costarricense Armando Vargas Araya “Concluido su encargo diplomático, Zambrana viajó a la Unión Americana a título de comisionado del gobierno de Nicaragua”. Allí se había encontrado en junio con Martí “en la casa neoyorquina del patriota para tratar la situación de la Isla” y participó al mes siguiente en la celebración del centenario del natalicio del libertador venezolano Simón Bolívar. Desde las páginas de la revista La América, que dirigía por entonces Martí, este lo presentó como tribuno “de nombre ilustre que él aún enaltece”. Aunque para entonces según su biógrafo Zambrana era “un reformista confeso” al encontrarse con el nuevo proyecto independentista se dejó atraer por la “tentación insurreccional”. Entonces “creyó entrever la posibilidad de asumir la conducción política del Plan Gómez-Maceo”, puesto al que se creía destinado en aquel entonces el propio Martí. De ahí que aquella reunión patriótica estuviera, pese al fervor de los concurrentes, cargada de tensiones que estallarían poco después.
Antonio Zambrana |
El periodista Enrique Trujillo describió así aquella reunión en el Tammany Hall:
El 10 de Octubre de ese año se celebró el aniversario de la Revolución de Yara con un gran meeting en Tammany Hall. Después del Zanjón no se había visto fiesta política más concurrida ni más entusiasta. Se envió una comisión á buscar á Gómez para que fuera al salón y otra á Zambrana excitándole á que hablase. Gómez asistió, pero Zambrana se negó á complacer al pueblo.
Apenas ocho días después de este acto estalló la crisis. En una visita de Martí al Hotel Griffou donde se alojaban los generales Gómez y Maceo ocurre un desencuentro entre estos y Martí se retira indignado. Un par de días más tarde, el 20 de octubre le escribiría a Gómez la famosa carta en que rompe con el proyecto insurreccional diciéndole: "Un pueblo no se funda, General, como se manda un campamento". Dicha carta, según escribiría el propio Gómez, "antes de enviarla a mi residencia" Martí "la dio a leer a Antonio Zambrana, Leandro Rodríguez y otros".
Existe otro incidente asociado con el Tammany Hall y los cubanos que, aunque reproducido en multitud de sitios, incluida la edición de las obras completas de Martí, debe ser tomado con extrema reserva. Es el que refiere 48 años más tarde el capitán del Ejército Libertador Alberto Plochet. El cuidado con que debe ser tomado este testimonio se deriva de tres razones: la muy tardía aparición del testimonio, en época en que ya no podía contrastarse con otros testigos del supuesto evento; ciertos errores e inconsistencias del mismo (como la propia fecha en que ubica los hechos, 1885 que de acuerdo a los personajes envueltos solo podría haber ocurrido un año antes); y la ausencia de cualquier otro documento, testimonio o noticia periodística que corrobore que una reunión posterior a la que acabamos de mencionar siquiera ocurrió. Que ni siquiera el periodista Enrique Trujillo mencionara tal reunión en sus detallados "Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895" publicado en 1896 es razón suficiente para cuestionar que una segunda reunión tuvo lugar ese año en Tammany Hall.
De acuerdo al testimonio de Plochet, en dicha reunión que se celebró ("en un día otoñal del año 1885" dice Plochet, "a mediados de noviembre" de acuerdo con el biógrafo de Zambrana) en el propio Tammany Hall Antonio Zambrana aprovechó la oportunidad para atacar a Martí. De acuerdo con Plochet, que a la sazón contaba con quince años, (o 14, si se tiene en cuenta el error de fecha), esa misma mañana “había salido de la casa de Madame Griffou” con Gómez, Maceo y Flor Crombet “para visitar en la redacción del periódico The Sun, a su editor propietario Charles A. Dana, con el fin de alquilar los salones de Tammany Hall, para celebrar por la noche una junta magna patriótica”. (Se puede objetar que tenía poca lógica arreglar el asunto en el periódico en lugar de las oficinas de Tammany Hall, mucho más cercanas al hotel donde residían los jefes mambises. No obstante también pueden tenerse en cuenta las buenas relaciones que tenía el dueño del periódico tanto con el independentismo cubano y con la directiva de Tammany Hall, a quien le había comprado el local donde se ubicaba entonces su periódico). Allí, en la sede de The Sun los generales se encontraron con Martí y a pesar de su abrupto distanciamiento cuenta Plochet que “ Martí y los tres jefes se abrazaron con desbordante efusión y cariño”.
Existe otro incidente asociado con el Tammany Hall y los cubanos que, aunque reproducido en multitud de sitios, incluida la edición de las obras completas de Martí, debe ser tomado con extrema reserva. Es el que refiere 48 años más tarde el capitán del Ejército Libertador Alberto Plochet. El cuidado con que debe ser tomado este testimonio se deriva de tres razones: la muy tardía aparición del testimonio, en época en que ya no podía contrastarse con otros testigos del supuesto evento; ciertos errores e inconsistencias del mismo (como la propia fecha en que ubica los hechos, 1885 que de acuerdo a los personajes envueltos solo podría haber ocurrido un año antes); y la ausencia de cualquier otro documento, testimonio o noticia periodística que corrobore que una reunión posterior a la que acabamos de mencionar siquiera ocurrió. Que ni siquiera el periodista Enrique Trujillo mencionara tal reunión en sus detallados "Apuntes históricos. Propaganda y movimientos revolucionarios cubanos en los Estados Unidos desde enero de 1880 hasta febrero de 1895" publicado en 1896 es razón suficiente para cuestionar que una segunda reunión tuvo lugar ese año en Tammany Hall.
De acuerdo al testimonio de Plochet, en dicha reunión que se celebró ("en un día otoñal del año 1885" dice Plochet, "a mediados de noviembre" de acuerdo con el biógrafo de Zambrana) en el propio Tammany Hall Antonio Zambrana aprovechó la oportunidad para atacar a Martí. De acuerdo con Plochet, que a la sazón contaba con quince años, (o 14, si se tiene en cuenta el error de fecha), esa misma mañana “había salido de la casa de Madame Griffou” con Gómez, Maceo y Flor Crombet “para visitar en la redacción del periódico The Sun, a su editor propietario Charles A. Dana, con el fin de alquilar los salones de Tammany Hall, para celebrar por la noche una junta magna patriótica”. (Se puede objetar que tenía poca lógica arreglar el asunto en el periódico en lugar de las oficinas de Tammany Hall, mucho más cercanas al hotel donde residían los jefes mambises. No obstante también pueden tenerse en cuenta las buenas relaciones que tenía el dueño del periódico tanto con el independentismo cubano y con la directiva de Tammany Hall, a quien le había comprado el local donde se ubicaba entonces su periódico). Allí, en la sede de The Sun los generales se encontraron con Martí y a pesar de su abrupto distanciamiento cuenta Plochet que “ Martí y los tres jefes se abrazaron con desbordante efusión y cariño”.
No obstante esa noche, durante el acto celebrado nuevamente en el Tammany Hall, tuvo lugar un el incidente que, según Plochet, le revelaría el carácter de Martí. “Presidía el meeting Máximo Gómez, ocupando asientos a su alrededor Antonio Maceo, Flor Crombet y los demás jefes y oficiales que los acompañaban” cuenta Plochet añadiendo que “había un público desbordante, de todas partes habían acudido los cubanos para conocer a los jefes mambises y para contribuir con su óbolo”. (Aquí también podría cuestionarse la presencia de ese "público desbordante" en una reunión concertada apenas unas horas antes). En el relato de Plochet, Antonio Zambrana, al hacer uso de la palabra y aludiendo el retraimiento de Martí ante el Plan Gómez-Maceo, “fustigó implacablemente a su actitud pasiva, calificándolo de pusilánime, y llegando al extremo de decir, ‘que los cubanos que no secundaban ese movimiento debían usar sayas’”. Plochet relata:
"Martí estaba parado junto a la entrada del gran salón, y cuando se oyó aludido se encaminó precipitadamente hacia el escenario. […] Los pasillos estaban llenos de gente, así es que Martí tuvo que empujar y apretujar a los que le estorbaban el paso para llegar al escenario. […] Lo que salió de aquel rincón, fue un bólido. Martí llevaba su bombín (derby) agarrado con ambas manos y apoyado sobre el pecho, y se abrió camino como un proyectil lanzado por una catapulta. […] Cuando subió al escenario le dijo a Máximo Gómez, interrumpiendo al orador, que había sido aludido y que quería hablar. Flor Crombet se levantó y le brindó su asiento, mientras Máximo Gómez le decía, que esperara a que terminase de hablar ‘el cubano que estaba en el uso de la palabra’. Y habló Martí, y ni aun cuando le decía a Antonio Zambrana, vuelto hacia él mirándolo cara a cara, que "era tan hombre que apenas si cabía en los calzones que usaba; y eso lo pruebo yo aquí y donde quiera"Como me comenta el historiador Jorge Ignacio Domínguez "no me imagino a Martí diciendo tales cosas delante de mujeres", siempre presentes en los eventos patrióticos cubanos. Pero si nos pareciera cuestionable el relato entonces deberíamos reconocer la imaginación narrativa de Plochet quien agrega esta otra anécdota.
Gómez y Martí en 1894 |
"Sucede que un tabaquero, cuyo nombre no recuerdo, había iniciado la colecta de prendas y dinero en una bandeja grande que había cogido del bar del salón, y cuando llegó a donde estaban sentados Antonio Maceo, Flor Crombet y demás jefes y oficiales, estos se despojaron de cuanta prenda y dinero llevaban encima y las echaron en la bandeja que ya estaba colmada; le tocó el turno a Máximo Gómez, y éste dijo: "Yo no tengo encima más que cobre y hueso, pero no quiero salir abotonado de aquí". La bandeja llegó frente a Martí, que estaba sentado junto a Máximo Gómez, y yo, que iba ayudando a ese tabaquero, noté que Martí se había levantado como para abrazar a Máximo Gómez, pero la bandeja le estorbó en su intención, se quedó parado […] y mirando a Gómez y a Maceo, murmuró: 'Yo tampoco puedo salir de aquí abotonado, cuando Gómez y Maceo salen desabotonados'".
Sea o no cierto el relato de Plochet el biógrafo de Zambrana cuenta que semanas después, a fines de ese mismo año Antonio Zambrana viajaría a México “comisionado por Gómez quien le encargó unas armas que Maceo recogería en Veracruz”. Sin embargo con los meses Zambrana se fue desentendiendo del encargo hasta que “decidió abandonar la revolución del todo e incorporarse al Partido Autonomista que aspiraba a mantener la soberanía española sobre la Isla, con un gobierno autónomo a la manera de Inglaterra con Canadá”.
Por su parte Martí en los próximos dos años se retraería de participar de toda actividad política en los dos años siguientes (a excepción de un encuentro con la inmigración que convocó en julio de 1885 en Clarendon Hall para hacer frente a insistentes rumores sobre las causas de su retraimiento). Así hasta el 10 de octubre de 1887 cuando pronunciaría un discurso durante la conmemoración de un nuevo aniversario del Grito de Yara y que marcaría su regreso a las labores patrióticas. Y todavía tardaría un lustro para que Martí y Gómez acordaran participar juntos en los preparativos de la última contienda independentista.
La sede de Tammany Hall fue se mantuvo en dicho edificio hasta 1927 en que fue vendido para que en su lugar fuera construido el Consolidated Edison Building.Consolidated Edison Building |
Ultima sede de Tammany Hall |
Día 12, llegamos a New York. Los comisionados de París [Flor Crombet y Eusebio Hernández]no han sacado nada positivo pues tuvieron la fatalidad de no alcanzar allí al General Gregorio Luperón, que era mi principal esperanza. No tengo pues dinero ni aún para pagar el hospedaje; ya nos hemos reunido varios. Ocurro [¿recurro?] a los cubanos, i ni uno sólo atiende a mi reclamo — todos nos han dado la espalda. Hasta los que antes parecían más, dispuestos. Nos vemos en la triste necesidad de empeñar nuestras prendas — la situación que se presenta es triste i difícil. El trato de España con los Estados Unidos ha borrado un poco el entusiasmo que había en los cubanos.— Es un pueblo triste. Sin embargo yo no desmayo —tengo algo de esperanzas. No está por eso perdida la causa. Con miles apuros i compromisos personales — por fin logro despachar al General Crombet a Panamá a levantar el espíritu allí i al Doctor Hernández a Cayo Hueso con el mismo fin. Yo regreso con Rodríguez a New Orleans.
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