Por Pedro Corzo
Al totalitarismo castrista indudablemente más severo que el marxista, nunca le han faltado defensores o quienes al menos, pretenden hacer menos notables sus crímenes y desaciertos.
El castrismo desde el primer día de gobierno logró extender sobre sus numerosos crímenes, encarcelamientos sin el debido proceso, fusilamientos, persecución a los homosexuales, confiscación de medios informativos y otras empresas, una especie de manto que impedía a sus partidarios nacionales y extranjeros ver la realidad de lo que acontecía en Cuba.
Todavía hoy, a casi 64 años después, esa alfombra mágica persiste para no pocas personas, que no solo pasan por alto el verdadero acontecer insular, sino que promueven la ignorancia de lo que ha significado la tragedia del totalitarismo castrista para Cuba y los cubanos, sin que falten aquellos que, sin defender la dictadura, buscan esfumar la lucha que un amplio sector de la población ha protagonizado contra el régimen.
Es penoso apreciar como hay sujetos que se empecinan en disminuir los padecimientos de los cubanos, ignorando a voluntad acontecimientos que reflejan la alta criminalidad e ineptitud de un régimen de oprobio, que ha sumido al país en la destrucción.
Recientemente la profesora Susan Ecktein presentó su libro “Cuban Privilege, the Making of Immigrant Inequality in America”, en el que afirma que los inmigrantes cubanos en los Estados Unidos no son auténticos refugiados ni exiliados, una falta absoluta de respeto a la verdad histórica como demostró el doctor Orlando Gutiérrez Boronat, quien con hidalguía y argumentos contundentes, rebatió la afirmación de una académica, que por suerte para ella, no ha tenido que padecer la servidumbre totalitaria.
Desgraciadamente no son pocos los cubanólogos, algunos nacidos en la Isla, que en diferentes etapas de su vida han servido consciente o inconscientemente al castrismo, aunque de seguro que no faltan quienes prestaron servicios por motivos ideológicos, privilegios o beneficios económicos, objetivos para los cuales se creó el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, una dependencia de la cual han disfrutado muchos intelectuales y políticos latinoamericanos como en su tiempo lo hicieron los desaparecidos Salvador Allende y el poeta Mario Benedetti, quien llego a decir que “Matar es un agrio deber revolucionario”.
En honor a la verdad el régimen cubano creo a muchos artistas e impulsó la carrera de no pocos políticos y dirigentes sociales, también de más de un intelectual que bajo la sombra del castrismo cosecharon méritos a través, como afirma el escritor José Antonio Albertini, de una especie de Club de la Mutua Alabanza, que pagaba el pueblo cubano en las cárceles y paredones, aunque más de un doctor, licenciado o PhD, lo ignore.
Al parecer la mayoría fueron cautivados por el supuesto David, amparado por la Unión Soviética, que retaba a Goliat. Ingenuos idealistas, también hubo muchos oportunistas, que se creyeron el cuento del trabajo voluntario, que los bienes eran del pueblo y que las vitrinas del castrismo, educación, salud y deporte, eran ciertas, cuando en realidad lo poco verdadero de esa propaganda, fueron consecuencias del subsidio multimillonario de la URSS, no por la capacidad de crear riquezas del castrismo.
Es imposible entender cómo a pesar de sucesos como el hundimiento del remolcador 13 de marzo y el más reciente naufragio provocado por un guardacostas cubano de una lancha que transportaba personas hacia Estados Unidos, causando la muerte de varias personas, entre ellas una niña de dos años, todavía existan personas que no entiendan la realidad cubana.
Sin embargo, para beneficio de la causa democrática cubana y para continuar honrando a nuestros numerosos mártires contamos con hombres como Orlando Gutiérrez, un intelectual sólido que cumple el precepto martiano de “Es criminal quien sonríe al crimen; quien lo ve y no lo ataca; quien se sienta a la mesa de los que se codean con él o le sacan el sombrero interesado; quienes reciben de él el permiso de vivir”.
Es nuestro deber demostrar constantemente que no hemos abandonado nuestro país para buscar una vida mejor sino porque vivir en Cuba, como afirma nuestro himno nacional, “En cadenas vivir es vivir en afrenta y oprobio sumido”. La tiranía debe terminar y es hora que los ciegos y sordos empiecen a ver y escuchar.
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