Por Ernesto Fumero
Casi todo cubano conoce probablemente a Carlos J. Finlay, el médico que descubrió que la fiebre amarilla era transmitida a través de la picada de un mosquito. Finlay, quien había estudiado en Francia y Estados Unidos, había empezado a practicar la medicina en Cuba en 1857. Desde 1865 se había interesado en estudiar la fiebre amarilla y en 1879 acompañó a una comisión norteamericana que había viajado a la Isla a estudiar la enfermedad. Esos contactos despertaron en Finlay nuevas ideas que resultaron en la hipótesis del mosquito como agente transmisor de la enfermedad.
En junio de 1881 Finlay
comenzó una serie de pruebas con soldados españoles como voluntarios. Varios de
ellos contrajeron la enfermedad al ser picados por mosquitos que habían picado
previamente a enfermos. Estos resultados fueron presentados en la Academia de
Ciencias de La Habana en agosto de ese año. El descubrimiento fue, sin embargo,
recibido con escepticismo. Una de las causas es que los experimentos de Finlay
habían resultado en síntomas bastante leves y ningún caso de seriedad. Finlay
no había tampoco tenido en cuenta el período de incubación de la enfermedad en
los mosquitos por lo que sus experimentos no daban siempre resultados
positivos. Como consecuencia, por el momento, el descubrimiento no había tenido
mucha relevancia. Así y todo Finlay continuó sus estudios, en compañía de su
colaborador Claudio Delgado, y paralelamente a su consulta médica.
La comisión Reed
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Walter Reed |
Casi 20 años más tarde, en 1900, Cuba estaba ocupada militarmente por Estados Unidos y los soldados americanos comenzaron a contagiarse, y a morir, de fiebre amarilla. El ejército estadounidense organizó una comisión para investigar la enfermedad. La comisión estaba encabezada por el doctor Walter Reed y también formada por los doctores James Carroll, Jesse William Lazear y Arístides Agramonte Simoni. Los apellidos del último médico parecen estar vinculados a la historia de Cuba y así lo es. Arístides era hijo del doctor Eduardo Agramonte, primo segundo del Mayor General Ignacio Agramonte. Su madre, Matilde Simoni era hermana de Amalia, la esposa del Mayor. El padre de Arístides se había también incorporado a la Guerra de Independencia en donde había ocupado altos cargos militares antes de caer en combate en 1872, siendo Arístides un niño.
Arístides había crecido
en el exilio en New York, donde se había graduado de medicina en la Universidad
de Columbia en 1892. En 1898, al entrar Estados Unidos en guerra con España, se
había alistado como médico en el ejército norteamericano. Inicialmente la
comisión lidereada por Reed se dedicó a investigar la hipótesis de moda en
aquel momento presentada por un médico italiano de apellido Saranelli pero esta
dio resultados negativos. Ya para entonces existían estudios que mostraban al
mosquito como agente transmisor del paludismo así que decidieron estudiar las
hipótesis de Finlay, aunque varios de ellos estaban escépticos.
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Carroll, Agramonte y Lazear |
Se hizo un nuevo
experimento con un soldado voluntario y este sí enfermó. Lazear comenzaba
entonces a estar seguro de que estaban por el camino correcto y eso le escribió
a su esposa en una carta. Preparando una nueva serie de experimentos, estaba
Lazear el 13 de septiembre en el Hospital Las Ánimas aplicando un tubo de
ensayo con un mosquito en el abdomen de un paciente cuando un mosquito que
estaba en la habitación se le posó en una mano. Inicialmente sintió el impulso
de espantarlo pero, por no afectar la muestra que estaba tomando, se dejó
picar. Cinco días más tarde desarrollaba un caso severo de fiebre amarilla y el
25 de septiembre fallecía. Tenía entonces 34 años.
El Campamento
Lazear
Para entonces
Walter Reed estaba bastante convencido de la veracidad de la hipótesis del
mosquito pero necesitaba realizar una serie de pruebas más conclusivas. Para
esto solicitó del Gobernador General de Cuba recursos para la construcción de
una estación experimental. El gobernador era el general Leonard Wood quien
también era médico y brindó todo su apoyo. A solicitud de Agramonte la estación
experimental se ubicó en los terrenos de una quinta cercana al Campamento
Columbia donde Finlay también había conducido experimentos varios años antes.
El área fue alquilada a los dueños de la finca y en ella se estableció el
campamento experimental que recibió el nombre de su colega fallecido: era el
Campamento Lazear.
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Croquis del "campamento Mosquito" |
El campamento contaba con siete casas de campaña militares. Allí vivían los voluntarios que eran militares americanos y algunos voluntarios españoles. También se construyeron dos casetas para efectuar experimentos. En la caseta número 1 se probó si la enfermedad podía transmitirse por las “miasmas”. En la habitación se colocó una estufa que daba un calor tropical y estaba además llena de pestilentes ropas y pertenencias de pacientes de la enfermedad, embarradas de sangre, saliva o excrementos. Los voluntarios deberían vivir en ese ambiente, durmiendo con sábanas y almohadas de enfermos que podían estar embarradas de su sangre y vómito. En ese ambiente, sofocante y francamente asqueroso, vivieron los voluntarios por varios días pero no contrajeron la enfermedad.
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Nombres de los participantes en los experimentos |
En la caseta
número 2 se probaba la hipótesis del mosquito de manera controlada. La caseta
se dividió en dos áreas separadas por una tela metálica fina. En una de las
áreas un voluntario se dejó picar durante poco más de una hora por 15 mosquitos
infectados. Del otro lado de la tela metálica dos voluntarios permanecían en la
misma habitación pero sin ser picados por los mosquitos. El voluntario que
recibía las picaduras enfermaba de fiebre amarilla. Esto no ocurría a los que
no eran picados.
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Campaña de fumigación en Santiago de Cuba |
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Monumento a Finlay en Panamá |
El Parque Lazear
Así pasaron 40
años y nadie se acordaba de aquel campamento. Sin embargo, un doctor americano,
llamado Hench, que era admirador de la obra de Finlay se puso a averiguar sobre
el lugar. Acompañado de aquel voluntario que se había dejado picar por los mosquitos
en la caseta número 2 visitó La Habana y buscó el sitio. Inicialmente hubo
cierta confusión pues el gobierno cubano había creído que las pruebas se habían
hecho en un área del Campamento Columbia, que habían marcado como tal, pero en
realidad allí lo que había estado era el hospital de campaña de los enfermos de
la enfermedad.
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Estado de la caseta hacia 1940 |
Por fin, con la
ayuda del viejo voluntario y otras personas dieron con el sitio. La caseta
número 2, la de las pruebas con mosquitos, había desaparecido durante el Ciclón
del 26 pero la otra caseta seguía en pie y Hench se dedicó a repararla. Tras
una propuesta durante un congreso nacional de historia de la medicina en 1944
se consideró declarar a la caseta monumento nacional y esa propuesta fue
aprobada en 1947 por medio de un decreto presidencial. La caseta fue restaurada
totalmente y en el lugar se inauguró un parque el 3 de diciembre de 1952.
En el parque
había una pared de piedra con medallones de bronce con los rostros y nombres de
Finlay, su colaborador Claudio Delgado, el gobernador Leonard Wood y los
miembros de la comisión: Reed, Carroll, Agramonte y Lazear. También había
tarjas con los nombres de los voluntarios. El lugar, que recibió el nombre de
Parque Lazear, fue inaugurado por figuras como el entonces Ministro de
Salubridad y el alcalde de Marianao, con la presencia de varios descendientes
de los homenajeados. El parque sigue existiendo, en el barrio de Pogolotti,
aunque muchos habaneros desconocen de su existencia o lo que allí se hizo.
Por muchos años el parque estuvo en muy mal estado y la caseta estaba casi desaparecida. A comienzos de este siglo el parque fue reparado y una nueva versión de la caseta fue reconstruida, sin embargo, poco después la caseta desapareció nuevamente del lugar. Sus tablas podían identificarse en varios proyectos constructivos en el barrio.
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Estado del parque Lazear hace unos años, antes de que desapareciese la caseta |
Legado
A partir de 1901
el descubrimiento del mosquito como agente transmisor de la fiebre amarilla fue
un hecho conocido en todo el mundo. Inicialmente el mérito se le otorgó
solamente a la comisión americana, dejándose a un lado el papel crucial de
Finlay. A esto puede haber contribuido de cierta forma la actitud de Walter
Reed que, aunque siempre agradeció a Finlay, destacaba solamente la labor de la
comisión por él lidereada. En 1903 los miembros de la comisión: Reed, Carroll y
Agramonte, fueron nominados al Premio Nobel de Medicina, pero no lo ganaron.
Esto hace de Agramonte el primer cubano en ser nominado a ese premio. Reed, sin
embargo, no volvió a ser nominado pues había muerto a finales de 1902.
Agramonte y Carroll serían nominados otras veces.
Arístides
Agramonte se quedaría a vivir en Cuba donde ejercería como médico y profesor.
Ocupó además distintos cargos dentro de la Salud Pública del país, incluido el
cargo de Secretario de Sanidad. Con el tiempo el mundo comenzó también a
comprender el papel de Finlay en el descubrimiento y ya para 1905 era nominado
a recibir el distinguido premio sueco. Hasta su muerte, en 1915, recibiría
nominaciones a ese premio en siete ocasiones. Y no ganaría el Nobel pero sí
recibió distintos reconocimientos en varios países, desde medallas en Francia o
Inglaterra a monumentos en Panamá. También recibiría justo reconocimiento en
Cuba y durante los primeros años de la República tendría importantes cargos
dentro de la salud pública del país.
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