Thursday, September 11, 2025

El Capitolio Nacional de Cuba: sus influencias estéticas*

Capitolio nacional en La Habana

Por Yaneli Leal
 
El Capitolio Nacional es una obra magnífica, un hito indiscutible de la arquitectura cubana del último siglo, faro de la República construida y de la que se aspiraba tener. Los detalles de su construcción valorizan aún más esta titánica obra, edificada con gran calidad técnica y artística en tiempo exprés. Sin embargo, con qué frecuencia se encuentra resumida su epopeya en el comentario "inspirado en el Capitolio de Washington"; frase que reduce al mínimo su empresa y lo deja como una copia china de un IPhone. Duele el profundo desconocimiento detrás de esta sentencia, porque el Capitolio de La Habana, como otros que existen en el mundo, es heredero de una tradición salida de la propia Roma, pilar de la cultura occidental.

Capitolio, del latín capitolium, fue el nombre dado en Roma a una de las colinas fundacionales, que cual acrópolis concentraba el poder religioso. Al expandirse el Imperio se dispuso que cada nueva ciudad tuviera su capitolio, entendido entonces como espacio urbano. De los edificios republicanos de la Colina Capitolina, apenas quedan las ruinas del Tabularium (78 A.C.), antigua biblioteca o archivo del Estado. En 1143 se construyó sobre él el Palacio Senatorio, sede del Gobierno municipal de Roma.

Palacio Senatorio de Roma

Muy transformado a lo largo de los siglos, el Palacio Senatorio actualmente conserva fragmentos de distintas etapas constructivas hasta el Renacimiento, periodo al que corresponde su señorial escalera de dos rampas construida por Miguel Ángel Buonarotti, entre 1542 y 1554; y su fachada principal remozada por Giacomo della Porta y Girolamo Rainaldi, en 1605. La relevancia simbólica de este inmueble y los íconos que lo acompañan asociados a la antigua Roma, hicieron que con el tiempo el vocablo Capitolio pasara a referirse al edificio gubernamental directamente, convirtiéndose en sinónimo de Palacio del Parlamento o del Congreso. Formas utilizadas indistintamente en varias ciudades del mundo.    

Por otra parte, aunque desde entonces estos edificios han empleado diversos estilos arquitectónicos, ha predominado el vocabulario clásico como expresión favorita de la Academia. Este lenguaje comunica con claridad un mensaje de poder, orden y equilibrio, mientras declara la herencia de las culturas grecolatinas en el arte, el derecho, e incluso en los principios del Estado republicano.

EEUU es un ejemplo notable, porque 39 de sus 50 estados nombran Capitolio al edificio de Gobierno y la gran mayoría tiene un diseño de raíz clásica. Las soluciones son de lo más diversas, conformando un amplio catálogo que merece la pena conocer más allá del coloso de Washington D.C. Cada uno muestra la gran riqueza creativa desarrollada en una misma tipología con referentes europeos bien definidos, a la vez que sirven de inspiración a inmuebles similares.

Capitolio de Virginia

Por ejemplo, el primer Capitolio, el de Virginia (1788), es de una pureza clásica extrema. En él, Thomas Jefferson reacomodó la tipología de templo romano a Palacio de Gobierno, quedando asumida la fórmula: escalinata más pórtico con columnas y frontón. Así el segundo Capitolio norteamericano, el de Maryland (1797), aunque tiene forma de palacio, cuenta con una escalinata y pórtico clásico a la altura de sus dos niveles. Este edificio incorporó la cúpula, elemento característico de la arquitectura romana, que ofrece un elemento vertical muy identificable en el perfil urbano. Caso interesante es que tuvo pararrayos, construido por su propio inventor Benjamin Franklin, ya que la cúpula estaba terminada antes de su muerte en 1790.

Capitolio de Maryland

Un total de 41 capitolios de EEUU tienen cúpula, 15 de ellas coronadas por una escultura, principalmente de La Libertad. Algunas guardan similitudes, pero su aspecto por lo general es muy variado y distintivo. Si buscásemos alguna que pudiera haber repercutido en el diseño del de La Habana, consideraría las de Maine (1832), California (1874), Mississippi (1903), Rhode Island (1904), Arkansas (1915), Utah (1916), Wisconsin (1917) y Oklahoma (1917), antes que la de Washington D.C. (1866), mucho más recargada en cada uno de sus niveles al igual que la de Texas (1888).

Panteón de París

Lo que unifica todas ellas, incluyendo el de La Habana, es que tuvieron un principal referente neoclásico: el Panteón de París (1790). La magnífica cúpula de esta edificación fue hasta la construcción de la Torre Eiffel el punto más alto de la capital francesa, por lo que resultaba más apropiada y atractiva a escala urbana que la de su precedente, originalmente romano, el Panteón de Agripa (126 d.C.). Ambos cuentan con el característico pórtico antes mencionado.

Capitolio de Kentucky

Por otra parte, si comparásemos el cuerpo horizontal de los Capitolios de Washington D.C. y La Habana observaríamos que no se parecen en el diseño de la escalinata, ni en la composición de sus volúmenes arquitectónicos. Más relación guarda el cubano con el de Kentucky (1910), Arkansas, Utah, Oklahoma, Missouri (1917) y, aunque terminados posteriormente, con el edificio legislativo de Olympia (1928) y el Capitolio de West Virginia (1932). Esto es considerando el volumen apaisado de planta rectangular con cuerpos ligeramente salientes al centro y en los extremos (pórtico y salones de las dos cámaras), y el diseño de fachada principal y posterior.

No obstante las coincidencias, cada edificio es auténtico en su concepción integral y en los detalles. Las semejanzas refuerzan la definición de una tipología que, utilizando un mismo lenguaje estético, encuentra múltiples variaciones y soluciones compositivas. Ejemplo singularísimo es el Capitolio de Wisconsin con una planta en cruz. El Capitolio de La Habana, por su parte, es el único que tiene dos semicírculos en los extremos, expresando de manera muy directa en el volumen arquitectónico la funcionalidad y distribución del espacio interior. Asimismo, es el único de los mencionados que incluye patios interiores, aspecto que sí tienen otros ejemplos latinoamericanos como el Capitolio de Colombia (1847-1926) y el Palacio del Congreso de Argentina (1906).

Capitolio de Washington


La verdadera conexión que tuvo el Capitolio habanero con EEUU fue su empresa constructora, Purdy and Henderson, que con gran eficiencia llevó a cabo los diseños trazados por los arquitectos cubanos. Según la arquitecta María Mestre, además aportaron otras ventajas "como la agilidad de organización y comunicación desde sus oficinas neoyorkinas para el pedido y gestión de materiales a cualquier parte del mundo" y la importación de la maquinaria y equipos más modernos para solucionar el gran reto de esta obra.

Sobre los detalles de su hazaña constructiva, que nos permitirán admirar mejor este hito arquitectónico por sus valores intrínsecos, hablaremos en nuestro próximo artículo.


*Tomado de Diario de Cuba

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