El doctor Rafael Garesse Alarcón, rector de la Universidad Autónoma de Madrid, destacó los valores de una de las bandas de música más antiguas de Cuba que tuvo entre sus primeros directores a un célebre español: el valenciano de Alcoy, Ernesto Jarque Gómez.
Caibarién, un pueblo del norte de Cuba es cuna de grandes músicos como Manuel Corona, que lo ha hecho célebre con «Longina», una de sus canciones más universales. Y lo es también por la Banda de Conciertos de la ciudad, que tuvo entre sus más célebres directores al valenciano Ernesto Jarque Gómez, un emigrado de Alcoy a la isla a principios del siglo XX.
Este martes 8 de junio, el libro sobre la historia de la mítica agrupación, contada con precisión tras muchos años de investigación por el clarinetista, profesor y director de orquesta cubano-español, Alberto Rodríguez Acuña (1950), fue presentado en Madrid en una cuidada edición de RoqueLibros, el sello editorial que en el último año se viene especializando en la promoción de historias de la vida cultural cubana.
Su editor, Juan Carlos Roque García, ha exaltado los valores de identidad de
"Banda de conciertos de Caibarién: Un ícono de la música cubana”, y el esmerado trabajo de investigación de su autor en el volumen de 230 páginas.
En la velada de presentación, el doctor Rafael Garesse Alarcón, rector de la Universidad Autónoma de Madrid, tuvo elogios para el profuso trabajo que Alberto Rodríguez consigue reunir con la historia de más de un siglo de la banda de su pueblo. Y reconoció “una labor de investigación admirable.”
Rodríguez Acuña radicado en España hace más de tres décadas, es hoy por hoy un consumado músico, laureado clarinetista y director de orquesta que atesora una prolífica carrera que tuvo sus emprendimientos a la luz de los años dorados de la Academia de la propia banda ahora hecha historia.
Alberto Rodríguez está considerado como uno de los clarinetistas más representativos del panorama musical europeo. En Praga fue clarinete solista de la Orquesta de la Ópera Mozart y de la Orquesta Sinfónica Bohemia, y cada año figura en el plantel de músicos de los festivales internacionales en la capital checa. Es destacado también por su labor pedagógica en la formación de nuevas generaciones de músicos.
Sus años españoles han sido imprescindibles para completar su historia y la figura particular del valenciano Ernesto Jarque, el prolífico segundo director de la agrupación después que el maestro cubano José Pilar Montalván Raimundo la fundara en 1904.
En marzo último, “Banda de conciertos de Caibarién: Un ícono de la música cubana” (RoqueLibros), llegaba al mercado editorial de Amazon en dos versiones: la impresa y en versión kindle
para ebook.
En la presentación del libro en Madrid, además de las exposiciones del autor, se escucharon intervenciones virtuales desde Caibarién, Cuba, por la clarinetista Angela Sañudo Rodríguez, actual directora de la banda y del saxofonista Julio Rodríguez Elí, uno de los músicos más antiguos en la plantilla de la laureada formación, que ya en 1911 cuando la integraban noveles músicos ganó el premio del Concurso Nacional de Bandas bajo la batuta de Jarque con la brillante ejecución de las oberturas “Si yo fuera rey”, de Adams y “Obertura 1812”, de Tchaikovsky. “Todos cuantos oyeron a la simpática Banda en las piezas que tocaron se hacen lenguas de su magistral interpretación”, relataron las crónicas de la época.
Más de un siglo después, el virtuosismo de la historia musical de Caibarién retumbó el martes en el Salón Príncipe de Asturias del Centro Asturiano de Madrid -que acogió la presentación- con la fabulosa interpretación de la épica “Longina” de Corona por la soprano checa-española Eva Novotná y la magistral ejecución del piano por el maestro Alberto Joya.
El director del Centro Asturiano, Valentín Martínez-Otero, agradeció el acontecimiento en la sede de los astures, entre rigurosas medidas preventivas por la pandemia.
El libro de Alberto Rodríguez Acuña quedará como un testamento imperecedero de los años de gloria de la Banda de conciertos de Caibarién, que al otro lado del océano sigue siendo aplaudida como un icono incuestionable, cada vez que el plantel de sus músicos desenfundan sus instrumentos y llenan con su armonía adorable un rincón cubano junto al mar.
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