Saturday, August 31, 2024

Construyendo La Habana por más de medio siglo

 

Corydon Purdy

Por Ernesto Fumero


Cuando se lee sobre los edificios que se construyeron en La Habana durante las primeras seis décadas del siglo XX hay un nombre que se repite constantemente y es el de la empresa constructora Purdy and Henderson. Esta era una firma de ingenieros con sede principal en New York y que en la capital cubana se convirtió en la contratista principal de muchas obras, algunas tan emblemáticas como el Capitolio o el Hotel Nacional.

El fundador de la compañía era Corydon Purdy, que había nacido en Wisconsin en 1859 y se había graduado como ingeniero civil en 1885. Inicialmente trabajó en el diseño de puentes y para 1889 se mudaba a Chicago donde fundaba una firma de consultoría con un socio. Esta era la época en que comenzaban a construirse rascacielos con estructuras de acero, como un esqueleto, (a diferencia de solo usar mampostería pesada) y Chicago era una de las ciudades más avanzadas en ese aspecto. Pronto la firma pasó, de puentes, a calcular las estructuras de los edificios y en este sentido Purdy trabajó con varios de los edificios más altos de la época. En construcciones de este tipo era muy importante tener en cuenta factores como vientos laterales, movimientos sísmicos, diferencias de temperaturas y otros donde los conocimientos de un ingeniero de estructuras era primordial. En 1893, tras perder dos socios consecutivos en corto tiempo, Purdy se asoció con Lightner Henderson, uno de sus mejores empleados, fundando así la Purdy and Henderson. Poco tiempo después la firma se mudaba a New York.

Inicialmente la compañía no fue recibida con brazos abiertos en esa ciudad. En New York los arquitectos acostumbraban a usar para las estructuras los diseños de las empresas proveedoras de acero y no era normal el uso de ingenieros civiles como consultores. Pronto los hábitos cambiaban y la empresa estaría a cargo de muchos proyectos. Uno de los más conocidos es el edificio conocido como Flatiron, un edificio muy estrecho de 22 plantas, terminado en 1902. Esta era la sede de la compañía constructora Fuller, con cercanos lazos a la Purdy and Henderson, y ellos estuvieron a cargo de la ingeniería de la estructura del especial edificio.

Para principios del siglo XX la firma tenía oficinas en ciudades como Seattle, Boston y Chicago. Aproximadamente en la época en que diseñaban la estructura del Flatiron abrían una nueva oficina, la primera fuera de Estados Unidos. Era la oficina en La Habana, un lugar donde se empezaba a construir de forma vertiginosa y donde las firmas norteamericanas eran bien recibidas. Sin embargo, en la capital cubana el trabajo abarcaba más allá del diseño de estructuras que hacían en su país y la firma se convirtió en una empresa constructora encargada de ejecutar un gran número de obras, en colaboración con muchos arquitectos, tanto norteamericanos, cubanos o de otros países.

Flatiron

El Flatiron (o sea, “la plancha”, por parecer una de las de aquella época), terminado en 1902 en el cruce que forman la Quinta Avenida y Broadway, en Manhattan. Con su forma estrecha el edificio no era muy pesado por lo que funcionaba como una vela en un barco ante los vientos laterales. Era entonces de vital importancia que el cálculo de la estructura fuese correcto. Muchas personas en New York no creían que se sostendría y las apuestas no eran si se caía o no sino cuán lejos llegarían los escombros al caerse. Ya han pasado casi 120 años y el edificio sigue allí.

En una de las fotos se muestra el proceso de construcción (donde puede verse parte de la estructura de acero) y en la otra, la obra ya terminada. Un dato curioso relacionado con el edificio era que, por su forma, creaba gran ventolera a sus costados. Eso hacía que en sus comienzos se apostaran muchos hombres en las cercanías para ver las pantorrillas de las damas cuando el viento les subía las faldas. La policía tenía que pasar constantemente para sacarlos del lugar.


Otro proyecto de estructuras en New York fue el del Metropolitan Life Tower que entre 1909 y 1913 fue el edificio más alto del mundo.


La primera sede de la Purdy and Henderson en La Habana fue este edificio, en la esquina de Empedrado y Aguiar. Más adelante se mudarían al edificio de la Metropolitana. Este edificio, frente a la Plaza de San Juan de Dios, se había transformado en mansión neoclásica en los 1850. Unas décadas más tarde comenzó a ser alquilado en otras funciones. Allí radicó, por ejemplo, la Diputación Provincial que además, por varios años, permitió que los locales fuesen usados por la Escuela de Artes y Oficios (hasta que esta se mudara al edificio en Belascoaín). Para principios del siglo XX era alquilada como oficinas para varias compañías, como la Purdy and Henderson. Para los años 30 eran principalmente abogados los que tenían allí su sede. Finalmente el edificio fue demolido en 1953 y en su lugar se construyó un nuevo edificios de oficinas (donde hoy radica el Ministerio de Finanzas y Precios). 

 


Este edificio, en Obrapía 257 entre Cuba y Aguiar, se construyó entre 1903 y 1904, y fue una de las primeras obras construidas por la Purdy and Henderson en la ciudad. Su arquitecto fue el cubano José Toraya Sicre. Fue construido como sede del Royal Bank of Canada que, desde 1899 se había asentado en la Isla, radicando en una discreta casa en la misma calle. Con el Royal Bank of Canada la firma ya había tenido varios proyectos en su país y la terminación de este inmueble le abrió muchas puertas a la Purdy and Henderson para otros proyectos. En 1919 el banco se construía una nueva sede, en Aguiar y Obrapía, y a este lugar se mudaba la Bolsa de La Habana, como puede leerse en la fachada. En la actualidad radica allí un comedor obrero en la planta baja. En el piso superior existen viviendas que, al parecer, se alquilan a turistas como hostal.

 


Otro edificio relacionado con las finanzas y construido en la primera década del siglo XX fue la sede del Banco Nacional en la esquina de Obispo y Cuba. Se terminó en 1907 y el arquitecto fue también José Toraya Sicre. En 1919 se le añadía un anexo lo cual fue nuevamente ejecutado por la Purdy and Henderson. Décadas más tarde el edificio se convirtió en la sede del Ministerio de Haciendas y, en décadas más reciente, del Ministerio de Finanzas y Precios. Como ya se ha contado, ese ministerio se mudó en el 2018 a Empedrado y Aguiar, casualmente la esquina donde la Purdy and Henderson tuvo su primera oficina en Cuba. Desde entonces este edificio está siendo remodelado para ser un hotel que se llamará Real Hacienda.

 

Quizás el edificio más importante construido por la firma en esa primera década fue La Lonja del Comercio, inaugurada en 1909, tras dos años de construcción. El arquitecto fue el valenciano Tomás Mur, quien ganó el concurso lanzado para el proyecto. Mur colaboró con el cubano José Toraya que, como ya se ha mencionado, había trabajado antes con la Purdy and Henderson. El edificio, que ha sufrido transformaciones con el tiempo, se arrienda en la actualidad para oficinas, mayormente a firmas extranjeras radicadas en Cuba.

 


El edificio de Neptuno y Zulueta había sido construido en 1895. Para principios del siglo XX se le hizo una reconstrucción, ejecutada por la Purdy and Henderson, y en 1909 fue reinaugurado como Hotel Plaza. El edificio adquirió una nueva planta y un “roof garden”, muy de moda en esa época. Es posible que la transformación haya sido más profunda y se le haya cambiado la estrucura pues en un anuncio del hotel, de 1909, se describía con una nueva estructura a prueba de incendios. Tras un período cerrado (en los 70 y 80) reabrió sus puertas como hotel a comienzos de los 90.

 


Otro hotel construido por la Purdy and Henderson en esa época fue el Manhattan, inaugurado en 1910. Estaba en San Lázaro y Belascoaín pero no existe en la actualidad.

 


Quizás el proyecto más importante de la firma en la década de los 1910 fue el Centro Gallego. El edificio, diseñado por el belga Paul Belau, fue terminado alrededor de 1914. Uno de los mayores retos del proyecto fue integrar en su interior al Teatro Nacional (antiguo Teatro Tacón), aunque en realidad este fue prácticamente reconstruido, manteniendo la misma forma en su interior. En la actualidad el edificio, llamado Gran Teatro de La Habana “Alicia Alonso”, es la sede del Ballet Nacional de Cuba.

 


Otro edificio del mundo financiero construido por la firma fue el Banco de la Habana, inaugurado en 1915. El inmueble, situado en Cuba, entre Obispo y Obrapía, fue inicialmente construido por otra firma pero, a causa de incumplimientos del contrato, el proyecto fue otorgado a la Purdy and Henderson. Años más tarde el edificio fue sede del National City Bank of New York. Actualmente lo ocupa una empresa de seguros.

 


Como se ha contado, el Royal Bank of Canada volvió a cambiar de sede a la esquina de Aguiar y Obrapía. El diseño fue encargado al arquitecto Luis García Natte y como contratista el banco tomó nuevamente a la Purdy and Henderson. El edificio se construyó entre 1917 y 1919. Hoy en día es la sede del Tribunal Supremo Popular.

 


Otro edificio construido por la Purdy and Henderson en esa época fue el llamado Edificio Barraqué, mandado a construir por el abogado de ese apellido con el objetivo de tener allí su bufete y alquilar el resto de las oficinas. El arquitecto fue Manuel Gamba y está situado en la calle Cuba. Fue construido entre 1918 y 1919.

 


Otro inmueble construido con el objetivo de alquilar sus oficinas es el llamado Edificio Muñoz, por el apellido de su entonces dueño. Está en la esquina de Obrapía y Cuba y fue terminado en 1919, construido por la Purdy and Henderson. Actualmente radican allí diversas dependencias del Ministerio de Finanzas y Precios.

 


El edificio de la Cruz Roja se inauguraba alrededor de 1921, tras ser construido por la Purdy and Henderson. Ubicado en la calle Zulueta, entre Teniente Rey y Dragones, es hoy sede de un policlínico.

 


Otro edificio construido con el objetivo de alquilar sus oficinas fue el de la Metropolitana, en O’Reilly y Aguacate.  Estaba situado en los terrenos del antiguo Convento de Santa Catalina de Siena y la obra estuvo a cargo de la Purdy and Henderson. La construcción comenzó alrededor de 1924 que fue el año en que el viejo convento fue derribado. Esta era la sede de un grupo de compañías de seguro. En los años 30 la Purdy and Henderson tuvo su oficina en este edificio. En la actualidad está siendo reconstruido para convertirse en un hotel de nombre Metropolis.

 


Algo más lejos del centro histórico de la ciudad, en las playas de Marianao, se encuentra el edifico social del Havana Yacht Club, construido por la Purdy and Henderson entre 1922 y 1925, bajo la inspección del arquitecto mexicano Rafael C. Goyeneche. Posteriormente existió allí por décadas el Círculo Social Obrero “Julio Antonio Mella”. En la actualidad parece estar en proceso de renovación. 

 


Otro gran proyecto ejecutado por la empresa fue la construcción del Centro Asturiano, terminado en 1927. El Centro Asturiano había estado desde alrededor de 1890 en Obrapía entre Zulueta y Monserrate, compartiendo la manzana con el Teatro Albisu. Para 1914 el centro compraba la manzana completa y, en el lugar del Albisu construía un nuevo teatro llamado Campoamor. Pero este duró corto tiempo pues en 1918 un incendio destruyó al edificio social, aunque sin afectar al teatro. De todas formas, para substituirlo, se decidió construir la manzana completa. El bello edificio es hoy ocupado por el Museo Nacional de Bellas Artes que muestra en sus locales su colección internacional.

 


Otro sitio emblemático de la ciudad construido por la Purdy and Henderson es la escalinata de la Universidad de La Habana, terminada en 1928. En la foto de la izquierda puede verse el nombre de la empresa en una valla.

 


Probablemente la obra más importante construida por la firma en Cuba fue el Capitolio, terminado en 1929. De más está mencionar la envergadura de la empresa. En la foto de la izquierda, durante la construcción del Capitolio, puede verse al frente la demolición de otro edificio. Se trata de la antigua Estación de Villanueva, en la calle Dragones, que a pesar de haber dejado de funcionar como estación de trenes en 1912 continuó en el lugar hasta 1928.


 
Otra foto de la construcción del Capitolio, en 1928, donde puede verse parte de la estrucura del edificio.

 


Una foto con todos los que habían trabajado en la construcción del Capitolio. Como constructores se lee en el cartel la Purdy and Henderson. Los distintos oficios de trabajadores están agrupados y, aunque algunos pertenecían a otras firmas, se lee que carpinteros, albañiles, canteros, escultores, plomeros, entre otros, tienen en su cartel “P & H”, o sea Purdy and Henderson.


 

A finales del 1929 comenzaba la firma la construcción del Hotel Nacional y 14 meses más tarde, en diciembre de 1930, quedaba este inaugurado.

 


Un proyecto que podemos mencionar en los 40 es el edificio de Radiocentro de la CMQ. Situado en La Rampa, el edificio fue terminado en 1947. Para su construcción fue necesario un permiso especial pues entre 1931 y 1953 las ordenanzas de construcción del Vedado no permitían edificios de más de cuatro plantas. El complejo proyecto incluía oficinas, estudios de radio y televisión y un cine para 1700 espectadores.

 


Uno de los últimos proyectos de la Purdy and Henderson fue el del Teatro Nacional. El proyecto se aprobó en 1951, como parte de los edificios de la Plaza Cívica José Martí. A mediados de 1952 comenzó la construcción con la Purdy and Henderson como contratista y el arquitecto Nicolás Arroyo como director técnico. Se esperaba concluir para julio de 1954 pero esto no ocurrió. En algún momento la Purdy and Henderson dejó de estar envuelta en el proyecto. Se desconoce si fue a causa de problemas con los presupuestos o si sencillamente la firma dejó de existir. No ha sido posible encontrar la fecha en que la empresa cerró pero algunos sitios aseguran que fue poco después de la muerte de Corydon Purdy, algo que había ocurrido en 1944. (Henderson había fallecido en 1916.) Lo cierto es que para 1959 faltaba bastante de la construcción del teatro. Para 1960, a pesar de que no estaba terminada, comenzó a usarse la Sala Covarrubias, pero la construcción del edificio continuó a un ritmo muy lento, detenido a veces por años, hasta que finalmente fue concluido en 1979. 

Friday, August 30, 2024

Evocación del prócer cubano José Martí en la Venezuela de María Corina Machado



Por Vicente Morín Aguado.

Millones de visitantes han visto a José Martí, su pecho ofrecido a las balas, jinete de un caballo con las patas delanteras en alto, símbolo de la muerte, última figura ecuestre esculpida por Anna Hyatt Huntington, regalo cubano al pueblo de los Estados Unidos de América, plantado en el lado sur del Parque Central de Nueva York.

Al pasar frente a la imponente escultura, el visitante puede leer la siguiente inscripción, incrustada sobre granito negro:

“José Martí: apóstol de la independencia / de Cuba guía de los pueblos / americanos y paladín de la / dignidad humana su genio / literario rivaliza con su / clarividencia política nació / en Habana el 28 de enero de / 1853. Vivio quince años de su / destierro en la ciudad de Nueva / York murió en el combate de / Dos Rios provincia de Oriente / el 19 de mayo de 1895”.

El único episodio de violencia debido a su voluntad, impuesto por los modales del siglo XIX, era tan extraño a la conducta de un poeta, que Rubén Darío, al conocer el sacrificio, exclamó: ¡Maestro, qué has hecho!

La frase, de poeta a poeta, tenía sus antecedentes en la trayectoria del cubano. Un año después de su desembarco en Manhattan, el 10 de enero de 1881, la Revista Ilustrada de Nueva York, publica un ensayo firmado por José Martí bajo el título Nuestra América, donde se adelantó a la epopeya de María Corina Machado al escribir:

“Una idea enérgica, flameada a tiempo ante el mundo, para, como la bandera mística del juicio final, a un escuadrón de acorazados.”

Suele citarse a Martí como si fuera un profeta bíblico, sin embargo, la frase antes copiada no es selección ocasional para un discurso, expresa un ideal político porque cuadra palabra a palabra, concepto a concepto, con la estrategia de la oposición venezolana frente a la dictadura de Nicolás Maduro, devenida en tiranía ya en su fase final autodestructiva.

La idea enérgica, probar el fraude electoral de cuya ejecución se sabía de antemano. A tiempo, porque las actas probatorias de la mentira se mostraron en menos de 24 horas después de la declaración pública del descarado anuncio del Consejo Nacional Electoral, anticipándose Ante el mundo, ya se sabe, al estar disponibles las actas de la verdad contra el fraude en una página de internet.

En cuanto a la bandera mística, miles de venezolanos han convertido en símbolo de sus reclamos de respeto a la soberanía popular una ceremonia peculiar: elevar al cielo en los parques de las ciudades, rosarios, rezando plegarias por la paz y la concordia nacional.

Sobre el escuadrón de acorazados, cualquier semejanza con la banda criminal que se ha apoderado del país, no es simple coincidencia, es un símil elocuente.

La idea martiana constituye uno de los pilares de lo que se ha dado en llamar “Una fuerza más poderosa”, título de un conjunto de publicaciones patrocinadas por The International Center on Nonviolent Conflict (ICNC), www.nonviolent-conflict.org cuya ejecutoria resume la experiencia histórica de luchas no violentas en el mundo.

Una serie de seis documentales, libros y otros materiales publicados por el centro de referencia, relatan entre otros casos, la independencia de la India, el fin del Apartheid en Sudáfrica, la lucha por los derechos civiles contra el racismo en Estados Unidos, la resistencia de los daneses a la ocupación hitleriana, el ocaso del comunismo totalitario en Polonia y el tránsito a la democracia en Chile.

José Martí vivió seis meses de su corta vida en Caracas, a donde llegó procedente de Nueva York el 21 de enero de 1881. Un amigo exiliado en la Gran Manzana, Nicanor Bolet Peraza, le había advertido sobre el autoritarismo reinante en su país, gobernado por Antonio Guzmán Blanco.

Escultura de Antonio Guzmán Blanco

Pudo más el deseo de encontrarse con Bolívar y su gente, recibido con inusual aprecio por la intelectualidad caraqueña dados sus escasos 28 años. Desde un balcón de la ciudad, pronunció un discurso interrumpido muchas veces con aplausos, donde parecía estar retratando el día de hoy:

“Caracas, la capital de la República, la Jerusalén de los sudamericanos, la cuna del continente libre, donde Andrés Bello, un Virgilio, estudió; donde Bolívar, un Júpiter, nació; donde crecen a Ia vez el mirto de los poetas y el laurel de los guerreros, donde se ha pensado todo lo que es grande y se ha sufrido todo lo que es terrible; donde la Libertad, de tanto haber luchado allí, se envuelve en un manto teñido en su propia sangre.”

Sin embargo, el cuadro histórico no le hace equivocar el rumbo, porque aquel 21 de marzo de 1881, el joven cubano advierte a los presentes: “a pedir vengo a los hijos de Bolívar un puesto en la milicia de la paz”.

El choque inevitable con el dictador llegó pronto, cuando el recién llegado visitó en un par de ocasiones al veterano educador Cecilio Acosta, renombrado en los medios docentes “filósofo forjador de conciencias”.

Cecilio Acosta era la personificación del apostolado martiano por la libertad, emblemático opositor a Guzmán Blanco, una de cuyas estatuas, erigidas sin pudor alguno por orden del autócrata, recibía en voz baja el mote popular de “El manganzón”, cuyo significado es personaje enriquecido sin trabajar.

La repentina muerte del veterano disidente motivó un artículo firmado por Martí, elogio público de las virtudes ciudadanas de Acosta. La respuesta del dictador fue exigir al cubano una retractación pública de lo escrito o abandonar el país.

A punto de tomar el barco de regreso a Los Estados Unidos, escribe al director del periódico La Opinión Nacional de Caracas, Fausto Teodoro Aldrey: “Deme Venezuela en qué servirla: ella tiene en mí un hijo.”



NOTA APARTE:

(Inscripción original en inglés, texto sobre granito negro, estatua de Martí)

“Jose Marti: apostle of Cuban independence leader of the peoples of America and defender of human dignity his literacy genius vied with his political foresight. He was born in Havana on January 28, 1853, for fifteen years of his exile he lived in the city of New York. He died in action at Dos Rios in Oriente province on May 19, 1895.”

 

 

Friday, August 16, 2024

Finlay y el Campamento Lazear


 Por Ernesto Fumero

Casi todo cubano conoce probablemente a Carlos J. Finlay, el médico que descubrió que la fiebre amarilla era transmitida a través de la picada de un mosquito. Finlay, quien había estudiado en Francia y Estados Unidos, había empezado a practicar la medicina en Cuba en 1857. Desde 1865 se había interesado en estudiar la fiebre amarilla y en 1879 acompañó a una comisión norteamericana que había viajado a la Isla a estudiar la enfermedad. Esos contactos despertaron en Finlay nuevas ideas que resultaron en la hipótesis del mosquito como agente transmisor de la enfermedad.

En junio de 1881 Finlay comenzó una serie de pruebas con soldados españoles como voluntarios. Varios de ellos contrajeron la enfermedad al ser picados por mosquitos que habían picado previamente a enfermos. Estos resultados fueron presentados en la Academia de Ciencias de La Habana en agosto de ese año. El descubrimiento fue, sin embargo, recibido con escepticismo. Una de las causas es que los experimentos de Finlay habían resultado en síntomas bastante leves y ningún caso de seriedad. Finlay no había tampoco tenido en cuenta el período de incubación de la enfermedad en los mosquitos por lo que sus experimentos no daban siempre resultados positivos. Como consecuencia, por el momento, el descubrimiento no había tenido mucha relevancia. Así y todo Finlay continuó sus estudios, en compañía de su colaborador Claudio Delgado, y paralelamente a su consulta médica.

La comisión Reed

Walter Reed

Casi 20 años más tarde, en 1900, Cuba estaba ocupada militarmente por Estados Unidos y los soldados americanos comenzaron a contagiarse, y a morir, de fiebre amarilla. El ejército estadounidense organizó una comisión para investigar la enfermedad. La comisión estaba encabezada por el doctor Walter Reed y también formada por los doctores James Carroll, Jesse William Lazear y Arístides Agramonte Simoni. Los apellidos del último médico parecen estar vinculados a la historia de Cuba y así lo es. Arístides era hijo del doctor Eduardo Agramonte, primo segundo del Mayor General Ignacio Agramonte. Su madre, Matilde Simoni era hermana de Amalia, la esposa del Mayor. El padre de Arístides se había también incorporado a la Guerra de Independencia en donde había ocupado altos cargos militares antes de caer en combate en 1872, siendo Arístides un niño.

Arístides había crecido en el exilio en New York, donde se había graduado de medicina en la Universidad de Columbia en 1892. En 1898, al entrar Estados Unidos en guerra con España, se había alistado como médico en el ejército norteamericano. Inicialmente la comisión lidereada por Reed se dedicó a investigar la hipótesis de moda en aquel momento presentada por un médico italiano de apellido Saranelli pero esta dio resultados negativos. Ya para entonces existían estudios que mostraban al mosquito como agente transmisor del paludismo así que decidieron estudiar las hipótesis de Finlay, aunque varios de ellos estaban escépticos.

Carroll, Agramonte y Lazear
El 1ro de agosto de 1900 fueron Reed, Carrol y Lazear a visitar al médico cubano a su casa en la calle Aguacate. Finlay les brindó con gran entusiasmo todos los datos de su investigación así como ejemplares y huevos del tipo de mosquito responsable de la transmisión. Pocos días más tarde el líder de la comisión tenía que viajar a Estados Unidos y el resto del grupo continuó con la investigación. De ellos era Lazear, familiarizado con trabajos sobre agentes biológicos, el encargado de criar los mosquitos y llevarlos al Hospital de las Ánimas para que picaran a enfermos de fiebre amarilla. Inicialmente los resultados fueron negativos y ninguno de los nueve voluntarios que habían recibido picaduras de mosquitos infectados habían enfermado. Unos días más tarde Carrol notó que uno de los mosquitos estaba muy débil y supuso que necesitaría sangre. Él era el que menos creía en la hipótesis de Finlay y se dejó picar por el mosquito para que siguiera viviendo, con el resultado de que enfermó de fiebre amarilla. Esto, junto a otros descubrimientos de la época relacionados a intervalos entre las infecciones, hizo razonar a Lazear de que debían existir ciertas condiciones -como tiempo de incubación o cantidad de pacientes previamente picados- para que la enfermedad se transmitiese.

Se hizo un nuevo experimento con un soldado voluntario y este sí enfermó. Lazear comenzaba entonces a estar seguro de que estaban por el camino correcto y eso le escribió a su esposa en una carta. Preparando una nueva serie de experimentos, estaba Lazear el 13 de septiembre en el Hospital Las Ánimas aplicando un tubo de ensayo con un mosquito en el abdomen de un paciente cuando un mosquito que estaba en la habitación se le posó en una mano. Inicialmente sintió el impulso de espantarlo pero, por no afectar la muestra que estaba tomando, se dejó picar. Cinco días más tarde desarrollaba un caso severo de fiebre amarilla y el 25 de septiembre fallecía. Tenía entonces 34 años.

El Campamento Lazear

Para entonces Walter Reed estaba bastante convencido de la veracidad de la hipótesis del mosquito pero necesitaba realizar una serie de pruebas más conclusivas. Para esto solicitó del Gobernador General de Cuba recursos para la construcción de una estación experimental. El gobernador era el general Leonard Wood quien también era médico y brindó todo su apoyo. A solicitud de Agramonte la estación experimental se ubicó en los terrenos de una quinta cercana al Campamento Columbia donde Finlay también había conducido experimentos varios años antes. El área fue alquilada a los dueños de la finca y en ella se estableció el campamento experimental que recibió el nombre de su colega fallecido: era el Campamento Lazear.

Croquis del "campamento Mosquito"



El campamento contaba con siete casas de campaña militares. Allí vivían los voluntarios que eran militares americanos y algunos voluntarios españoles. También se construyeron dos casetas para efectuar experimentos. En la caseta número 1 se probó si la enfermedad podía transmitirse por las “miasmas”. En la habitación se colocó una estufa que daba un calor tropical y estaba además llena de pestilentes ropas y pertenencias de pacientes de la enfermedad, embarradas de sangre, saliva o excrementos. Los voluntarios deberían vivir en ese ambiente, durmiendo con sábanas y almohadas de enfermos que podían estar embarradas de su sangre y vómito. En ese ambiente, sofocante y francamente asqueroso, vivieron los voluntarios por varios días pero no contrajeron la enfermedad.

Nombres de los participantes en los experimentos

En la caseta número 2 se probaba la hipótesis del mosquito de manera controlada. La caseta se dividió en dos áreas separadas por una tela metálica fina. En una de las áreas un voluntario se dejó picar durante poco más de una hora por 15 mosquitos infectados. Del otro lado de la tela metálica dos voluntarios permanecían en la misma habitación pero sin ser picados por los mosquitos. El voluntario que recibía las picaduras enfermaba de fiebre amarilla. Esto no ocurría a los que no eran picados.

Campaña de fumigación en Santiago de Cuba
La comisión efectuó otra serie de experimentos con sangre inyectada, fresca o filtrada. Los resultados de los experimentos confirmaron las hipótesis de Finlay con el mosquito Culex (hoy llamado Aedes Aegypti) como agente transmisor. También demostraron la necesidad de un período de incubación de 12 días en el mosquito para la transmisión y que el agente productor de la enfermedad era un virus y no una bacteria. Además, probaron que la enfermedad no se transmitía a través de ropas contaminadas o cosas por el estilo. Finlay elogió el trabajo riguroso de la comisión y el heroísmo de los voluntarios. A partir de los resultados obtenidos en el Campamento Lazear, y siguiendo recomendaciones presentadas anteriormente por Finlay, se comenzaron labores de saneamiento en La Habana y el resto del país que en pocos meses eliminaron la fiebre amarilla, una enfermedad que había sido endémica allí por más de un siglo y que había acabado con miles de vidas. Poco tiempo después los conocimientos fueron también aplicados en Panamá permitiendo la construcción del canal en esa nación, algo que había sido muy difícil anteriormente a causa del elevado número de muertes entre los trabajadores.

Monumento a Finlay en Panamá

El Parque Lazear

Así pasaron 40 años y nadie se acordaba de aquel campamento. Sin embargo, un doctor americano, llamado Hench, que era admirador de la obra de Finlay se puso a averiguar sobre el lugar. Acompañado de aquel voluntario que se había dejado picar por los mosquitos en la caseta número 2 visitó La Habana y buscó el sitio. Inicialmente hubo cierta confusión pues el gobierno cubano había creído que las pruebas se habían hecho en un área del Campamento Columbia, que habían marcado como tal, pero en realidad allí lo que había estado era el hospital de campaña de los enfermos de la enfermedad.

Estado de la caseta hacia 1940

Por fin, con la ayuda del viejo voluntario y otras personas dieron con el sitio. La caseta número 2, la de las pruebas con mosquitos, había desaparecido durante el Ciclón del 26 pero la otra caseta seguía en pie y Hench se dedicó a repararla. Tras una propuesta durante un congreso nacional de historia de la medicina en 1944 se consideró declarar a la caseta monumento nacional y esa propuesta fue aprobada en 1947 por medio de un decreto presidencial. La caseta fue restaurada totalmente y en el lugar se inauguró un parque el 3 de diciembre de 1952.

En el parque había una pared de piedra con medallones de bronce con los rostros y nombres de Finlay, su colaborador Claudio Delgado, el gobernador Leonard Wood y los miembros de la comisión: Reed, Carroll, Agramonte y Lazear. También había tarjas con los nombres de los voluntarios. El lugar, que recibió el nombre de Parque Lazear, fue inaugurado por figuras como el entonces Ministro de Salubridad y el alcalde de Marianao, con la presencia de varios descendientes de los homenajeados. El parque sigue existiendo, en el barrio de Pogolotti, aunque muchos habaneros desconocen de su existencia o lo que allí se hizo.

Por muchos años el parque estuvo en muy mal estado y la caseta estaba casi desaparecida. A comienzos de este siglo el parque fue reparado y una nueva versión de la caseta fue reconstruida, sin embargo, poco después la caseta desapareció nuevamente del lugar. Sus tablas podían identificarse en varios proyectos constructivos en el barrio.

Estado del parque Lazear hace unos años, antes de que desapareciese la caseta 

Legado

A partir de 1901 el descubrimiento del mosquito como agente transmisor de la fiebre amarilla fue un hecho conocido en todo el mundo. Inicialmente el mérito se le otorgó solamente a la comisión americana, dejándose a un lado el papel crucial de Finlay. A esto puede haber contribuido de cierta forma la actitud de Walter Reed que, aunque siempre agradeció a Finlay, destacaba solamente la labor de la comisión por él lidereada. En 1903 los miembros de la comisión: Reed, Carroll y Agramonte, fueron nominados al Premio Nobel de Medicina, pero no lo ganaron. Esto hace de Agramonte el primer cubano en ser nominado a ese premio. Reed, sin embargo, no volvió a ser nominado pues había muerto a finales de 1902. Agramonte y Carroll serían nominados otras veces.

Arístides Agramonte se quedaría a vivir en Cuba donde ejercería como médico y profesor. Ocupó además distintos cargos dentro de la Salud Pública del país, incluido el cargo de Secretario de Sanidad. Con el tiempo el mundo comenzó también a comprender el papel de Finlay en el descubrimiento y ya para 1905 era nominado a recibir el distinguido premio sueco. Hasta su muerte, en 1915, recibiría nominaciones a ese premio en siete ocasiones. Y no ganaría el Nobel pero sí recibió distintos reconocimientos en varios países, desde medallas en Francia o Inglaterra a monumentos en Panamá. También recibiría justo reconocimiento en Cuba y durante los primeros años de la República tendría importantes cargos dentro de la salud pública del país.

Thursday, August 15, 2024

Reinaldo García Ramos o la salvación por la memoria



Por Enrique Del Risco

Los pueblos ya vienen de por sí olvidadizos. Por eso cuando un estado totalitario acomete su habitual borrado de la memoria colectiva no hace más que acentuar un proceso natural, si es que hay algo natural en lo que respecta a los pueblos y su memoria. Son por lo general esos seres melancólicos llamados intelectuales —cuando no cosas peores— los que se empeñan en dejar por escrito el testimonio de un pasado que no le importa a casi nadie hasta que es demasiado tarde y no queda más remedio que convertirlo en mito.

En cuestiones de memoria los cubanos hemos ido mejorando nuestra suerte. Desde que Aldo Baroni —en un libro que muchos citan el título pero que pocos parecen haber leído— definiera la isla como “Cuba, país de poca memoria” en 1944 se ha avanzado bastante en la restitución del pasado. Sobre todo, a través de la palabra escrita como en buena parte de la obra de Guillermo Cabrera Infante, uno de los primeros en darse cuenta luego del “Affaire PM” de que ese presente que se deshacía en las manos para convertirse instantáneamente en pasado merecía ser retenido a través de la literatura.

Los soviéticos resumieron muy bien la arbitraria administración de la memoria por un régimen comunista con la frase: “nadie sabe el pasado que le espera”. Bastante sabían ellos de eventos desvanecidos en las cronologías, personajes que desaparecían de fotos icónicas o de la misma memoria colectivizada en diccionarios o relatos oficiales después que el pelotón de fusilamiento, el Gulag —cuando no el exilio en el caso de los afortunados— hubiera dispuesto de la materia inservible para la historia oficial. No es casual que sea la generación de Mariel —la primera en constituirse como grupo de resistencia literaria y cultural contra el asedio totalitario— la que con más conciencia se empeñó en dejar constancia casi notarial del pasado escamoteado a todos. No solo pienso en Reinaldo Arenas y su famosa autobiografía Antes que anochezca. También está José Abreu Felippe y su pentalogía “El olvido y la calma”, un quinteto de novelas que abarca desde la infancia del protagonista en la década de los cincuenta hasta entrados los ochenta cubanos. O su hermano Juan que con sus memorias Debajo de la mesa y la suerte de diario que tituló A la sombra del mar donde reconstruye su vida desde su infancia hasta los durísimos años setenta, esos en que de ocuparle aquellos escritos en el fondo de una gaveta podía haberle acarreado unos cuantos años de cárcel. (Lo anterior me hace recordar otro chiste soviético. Aquel en que en una conversación de condenados en el Gulag le preguntan a un recién llegado cuál es su condena. “Diez años” responde este. “Y ¿por qué estas preso?”. “Por nada” vuelve a responder. “Mientes”, le dicen “porque por no hacer nada solo te meten cinco años”. Igualmente, en los años en que Juan Abreu escribe las páginas que luego irán a parar a A la sombra del mar no hacer nada era un delito que la famosa Ley contra la Vagancia castigaba con el envío a un campo de trabajo conocido entonces con el bucólico nombre de “granja”. Por escribir te tocaba un poco más).

Ahora Ediciones Furtivas nos trae una reconstrucción arqueológica de hace más de medio siglo con el libro Una amiga en París (Cartas 1968-1972) de Reinaldo García Ramos. García Ramos es una figura clave de la generación de Mariel, recordado tanto por sus poemarios como por su participación en la revista que recogiera el nombre del éxodo que el castrismo había convertido en carne de infamia. Lo natural es que las páginas de Una amiga en París se hubieran perdido entre otras tantas que los cubanos nos hemos exprimido dentro y fuera de la isla con la misma vocación de náufragos. Porque lo que recoge García Ramos en Una amiga en París es una selección de 33 de las más de doscientas cartas que este le escribiera a la poeta Ana María Simo miembro de la generación agrupada alrededor de Ediciones El Puente, la editorial fundada por el también poeta José Mario y una de las tantas víctimas del ansia castrista de control absoluto. Simo es la amiga en París a que se refiere el título y a quien García Ramos le escribía para coordinar las gestiones para sacarlo de Cuba, la isla donde la homofobia de Estado y la persecución ideológica la habían vuelto inhabitable para el autor de las cartas.

Las cartas de Una amiga en París van desde abril de 1968 hasta septiembre de 1972. Son años de triste recordación que incluyen la mencionada Ofensiva Revolucionaria; el escándalo que fueron objeto los libros Fuera del juego de Heberto padilla y Los siete contra Tebas de Antón Arrufat tras recibir los Premios UNEAC de 1968; la devastadora Zafra de los Diez Millones; la detención del propio Padilla por la Seguridad del Estado; el feroz Congreso de Educación y Cultura de 1971 y el subsiguiente proceso de “parametración” con que expulsaron del mundo de la cultura a todo el que no les pareciera lo suficientemente adecuado política, sexual o estéticamente. A todos estos sucesos se refiere García Ramos en medio de sus tribulaciones burocráticas ya sea para gestionar su salida como para encontrar algún oasis en el desértico mundo laboral cubano, árido sobre todo para aquellos de quienes se sospechaba poca simpatía por el régimen o “desviaciones” ideológicas o sexuales que por aquellos años venían a ser más o menos lo mismo.

Gracias a la sensibilidad y a la acuciosa disciplina con que García Ramos reporta desde las incidencias del Salón de Mayo en La Habana hasta un artero ataque de ladillas nos vamos haciendo una idea íntima y tremendamente compleja de aquellos años. García Ramos no es lánguido burgués de Memorias del subdesarrollo y cuyo distante reporte se interrumpe en la Crisis de los Misiles de 1962. El protagonista de Memorias al menos vivía de las rentas y sus amoríos eran vistos con cierta comprensión por los mismos encargados de vigilarlo. El reportaje de García Ramos viene de años tan terribles como los de Memorias pero todavía más oscuros, menos iluminados por el recuerdo colectivo. Encima, en su doble condición de “gusano” y homosexual, García Ramos era doblemente marginado, vigilado y sus aventuras sexuales debían ser tan clandestinas como sus lecturas. Uno puede entender lo importante que fueron para el autor estas cartas donde podía expresarse con una libertad y una lucidez imposibles en su vida cotidiana. Lo mismo da cuenta de las últimas medidas tomadas por el gobierno para apretar las clavijas económicas o políticas que de su propio embrutecimiento y alienación y del “espectáculo de mi propia depauperación individual”.      

Se puede pensar que cualquiera con dos dedos de frente y con ojos y oídos para percibir lo que ocurría a su alrededor podría haber escrito una crónica honesta de aquellos años. Pero sucede que no. Donde los Carpentier, los Vitier o los Eliseo Diego sobornados por las imposiciones de la Historia o incluso los Lezama o los Piñera, atenazados por el miedo, no se atrevieron a confesar en sus cartas más íntimas lo que sentían y pensaban, la coherencia intelectual y la integridad ética de un García Ramos (auxiliado por cierto candor juvenil) fue capaz de dar cuenta honesta de tiempos en que tantos aplaudían a los verdugos de su libertad. Aún consciente del peligro de hablar por lo claro (“No puedo manifestar ni un segundo, con nadie, mis preferencias políticas o sexuales, por ejemplo. Me liquidarían sin contemplaciones”) el autor de las cartas no incurre en el pecado mayor de mentirse a sí mismo y rechaza el régimen en el que sobrevive no por sus fallas circunstanciales sino por su propia esencia: la de “encasillar en patrones abstractos los deseos y necesidades de millones de criaturas vivas y darles (o pretender darles) a todos ellos por igual, la misma supuesta satisfacción”. 

La estrecha vigilancia ética a la que García Ramos somete al régimen que lo constriñe se redobla cuando juzga sus propias tácticas de supervivencia. Reconoce que por mucho que se refugie en su ironía y sus lecturas

cuando llega la hora de celebrar chistes y comentarios mediocres, cuando es preciso perder tiempo y hacer concesiones (porque hacer lo contrario, rebelarse, carece absolutamente de sentido), todas esas lecturas se van a la mierda. y un diálogo genial de una obra de Camus no penetra sino nominalmente en nuestra sensibilidad y sólo tenemos escasamente unos segundos para darnos cuenta, con un estremecimiento de sorpresa y de confirmación a la vez, que estamos siendo tragados por ese personaje que nos hemos visto obligados a inventar, y que nuestros actos ya no se corresponden ni en lo más mínimo con nuestro ser más íntimo ni con nuestras aspiraciones ni con nuestra inteligencia.

Hundido en los intestinos del castrismo García Ramos no renuncia a entender el régimen más allá de sí mismo. Sobre todo en relación con el mundo occidental que todavía veía el comunismo con simpatía. Pero no por ello acepta el relativismo “de que la existencia es prácticamente insoportable en cualquier parte” para hacer de su vida en Cuba algo más aceptable. En los mismos días en que Michel Foucault se declara admirador de Mao Zedong en el París al que García Ramos sueña escapar, el cubano acepta con orgullo su condición de desertor de la Gran Marcha de la Humanidad hacia el Porvenir. Al escribir estas cartas se resiste a que su experiencia sea reducida a lo que aparezca en “los sesudos ensayos de periodistas ladinos y experimentados, ni en los discursos, ni en las estadísticas, ni en los libros de historia académica, vida que sólo se puede captar por la expresión desgarrada del que la sufre”. El corresponsal se resiste a ser mero objeto de la descripción de los que peregrinan al paraíso revolucionario. Como Padilla en su famoso poemario García Ramos se sale del juego en el que solo tienen derecho a ser escuchados los devotos de la religión del progresismo. “Quizás, sí, me he convertido sin remedio en un reaccionario ajado y sin gran dosis de vitalidad: no me importa. No es de los libros ni de las creencias políticas en boga de donde tengo que sacar una verdad; es de mí mismo, de lo que con mi torpe existencia pueda llegar a descifrar”.  

En todo caso, a pesar de contar con todas las disculpas posibles Una amiga en París evita caer en el patetismo. El humor que recorre estas cartas se lo impide. Un humor entendido no como el impulso de tirar a broma incluso lo más terrible sino el esfuerzo por distanciarse de su propio sufrimiento para poder apreciar mejor el profundo sinsentido que lo produce. Al fin y al cabo la tragedia siempre termina dignificando sus causas. En cambio, todo el acoso y la marginación por los que pasa García Ramos no le impiden apreciar la ridiculez y el absurdo del régimen que lo oprime. Comprende, por ejemplo, que de aceptar los principios sobre los que erige el “hombre nuevo” guevariano él mismo quedaría despojado de todo rastro de dignidad.

Digámoslo: sobrevivimos sólo para que sobre nuestros huesos pasen las sonrosadas piernecitas de estos gozadores del futuro. Ellos son la pureza. Ellos son la garantía de una salvación. Nosotros no; nosotros somos un rebaño de seres monstruosos y deformes, viles y cínicos, que apenas logramos por momentos convencernos de nuestra inservible condición histórica. Por eso estamos (sí, desde luego, dichosa y divinamente) preparados para desaparecer. [...] Somos criaturas, repito, convencidas de su próxima, necesaria e inexorable desaparición.

En el episodio más humillante que recogen estas cartas, el del interrogatorio por el que debe pasar su autor sobre sus preferencias sexuales conducido por militares que supuestamente evalúan su incorporación al Servicio Militar Obligatorio, termina convertido en una falsa teatral titulada El golpetazo del oprobio. En dicha farsa, mientras que el autor se reserva el papel de “El Incomprendido”, le asigna a sus interrogadores personajes nombrados “Primera Señora” y “Segunda Señora”. No obstante, las hilarantes escenas que describe no le ahorran al lector lo vejatorio de una situación que incluye parlamentos (tomados del natural) dignos del orwelliano interrogador de 1984:

Aquí tenemos nosotros toda la información, pero queremos que seas tú mismo el que nos hables del asunto y ver hasta qué punto podemos confiar en ti. Nosotros no queremos destruirlos a ustedes [los homosexuales, se sobreentiende], sino ayudarlos. Cuando tú termines de hablar, nosotros te vamos a dar un consejo. Nosotros no hacemos nada con pasar este expediente tuyo al departamento de lacras sociales…

Hay que agradecer la escritura, rescate y publicación de estas cartas de cuya importancia el autor estaba consciente incluso a medida que las redactaba. En algún momento, García Ramos al revisar correspondencia acumulada reconoce quedar impresionado por su volumen: “¿es así como se escriben esos enormes libros que leemos? ¿Esas novelas alemanas interminables? […] ¿Te imaginas que en esas trecientas cuartillas puede haber por lo menos cien de un interés más permanente?”. La edición de estos cinco años de confesiones epistolares, interrumpidas por el traslado de la destinataria a Estados Unidos, suma 161 páginas que nos traen, junto con noticias fresquísimas del pasado, una pequeña epopeya de la dignidad humana. La de un escritor que, abandonada toda esperanza de expresarse públicamente, no renuncia al deber fundamental de todo ser humano de ser honesto consigo mismo, cualesquiera que sean las circunstancias. Y pocas circunstancias pueden ser más asfixiantes que las de un ser inteligente, honesto, independiente y sensible en medio de una sociedad que ha optado por la necedad y la obediencia.

Interrumpida la correspondencia en 1972 a García Ramos todavía le faltarían ocho años para poder escapar de Cuba a través del éxodo de Mariel. Uno puede lamentar la pérdida de lo que el autor pudo haberle contado a su confidente en aquellos años pero también vale preguntarnos si estamos dispuestos a padecer tanta verdad.


Monday, August 12, 2024

Conversatorio con Ranfis Suarez sobre su conferencia "La zorra al mando del gallinero: la infiltración comunista en los grupos insurreccionales antibatistianos"


 

PUBLICACIÓN DE DOCUMENTOS OFICIALES SOBRE LAS UMAP



Por José Raúl Gallegos

En el link de la carpeta que aparece al final de esta publicación encontrarán seis documentos relacionados con los campos de trabajo forzado cubanos denominados Unidades Militares de Apoyo a la Producción, más conocidos por sus siglas UMAP. Fueron redactados entre los años 1966 y 1968, extraídos por esas fechas de unidades militares de la antigua provincia de Camagüey y mantenidos a resguardo hasta hoy.
Me fueron entregados por una fuente que pidió su publicación y solo puso dos condiciones: anonimato y acceso abierto. Están disponibles sin marcas de agua, obligatoriedad de registro, ni pagos, para que puedan ser difundidos, leídos y usados por ciudadanos, periodistas e investigadores, con el objetivo de que sean analizados y contextualizados para una comprensión más certera y situada de la información que aportan. Así mismo, se autoriza a que sean alojados en otros sitios webs, respetando estas condiciones de acceso abierto, para evitar que puedan ser eliminados. Son documentos que forman parte de la historia de nuestro país, de la memoria histórica de la nación y deben estar disponibles a todos los cubanos y personas interesadas.
Su contenido corrobora parte de lo narrado por las víctimas de las UMAP, ya que el horror y los atropellos fueron mucho más allá de lo que aparece en estos textos, y confirma el carácter homofóbico, discriminatorio y violatorio constituido en política oficial, del cual han intentado desligarse las principales figuras del régimen cubano y sus voceros.
El contenido resumido de los documentos es el siguiente:
1. UMAP Plan Homosexuales: Propone la creación de un “Centro Modelo” para restructurar el Servicio de Homosexuales del Ministerio del Interior, cuyos objetivos eran “borrar todo comportamiento amanerado o antisocial”, “desarrollar su conciencia político-social para que siendo homosexual en nada contravenga a los planes de prevención de la homosexualidad. (en particular en lo concerniente a menores)”, “Darle orientación profesional con base en el plan presentado al Comité Central sobre profesiones vetadas a los homosexuales” y “Detectar los casos de posible cura para remitirlos a los organismos competentes”. No incluye referencias al autor, ni fecha.
2. Anexo 1 Entrevista. El documento es una entrevista realizada en 1966 a un recluso de las UMAP, al parecer perteneciente a la compañía 2 del campamento La Riviera. Está enfocada en sus preferencias y comportamiento sexuales. Al parecer, formaba parte de un documento mayor que incluía otras entrevistas. Es el único archivo que fue intervenido para ocultar la identidad del entrevistado y de una de sus parejas. Se desconoce la identidad del entrevistador.
3. Sugerencias Escuelas Pre-Militares. Documento fechado el 4 de abril de 1967, firmado por el soldado Enrique González Suárez y dirigido a la jefatura de las UMAP. Propone la creación de Escuelas Pre-militares para homosexuales, en los cuales estos serían clasificados por tipologías (A, B y C) según sus “manifestaciones homosexuales” y su disciplina. Entre los objetivos de estos centros estaba “la desaparición de las manifestaciones externas de la homosexualidad” a través del castigo, la emulación, la presión del grupo, actividades militares, políticas, productivas, culturales y deportivas, estas últimas porque “constituyen un medio eficaz para combatir los gestos y poses feminioides”.
4. Actividad práctica y procesos psíquicos: Se trata de un “ensayo” de corte psicológico, sobre cambios en las motivaciones. Para calzar los argumentos, el autor usa como ejemplo el cambio en las motivaciones de los reclutas para hacerlos cortar caña, a partir de un sistema de estímulo con los pases. No incluye referencias al autor, ni fecha.
5. Informe Religiones I: Extenso documento sobre las religiones católica y protestante (bautistas, adventistas del séptimo día y metodistas). Incluye referencias históricas internacionales y nacionales sobre el surgimiento y funcionamiento de estas religiones, así como de su relación con el poder estatal a partir de 1959. No incluye referencias al autor, ni fecha.
6. Informe Religiones II: Similar al documento anterior, pero centrado en el Concilio Cubano de Iglesias Evangélicas, Testigos de Jehová, Bando Evangélico Gedeón y las fraternidades Masones, Odd Fellows y Caballeros de la Luz. En el caso de las fraternidades, la información es mucho más escueta. El documento no incluye referencias al autor, ni fecha.

Enlace:

https://drive.google.com/drive/folders/1YumVggGRWk9HWXcLvlKAwdUeze0jQD1j?fbclid=IwY2xjawEnJahleHRuA2FlbQIxMAABHY7XZi7GRpSAG-OxMkGudphroAoCYghqCcV3c7aYMuWJyQ0JTZknqFk3fw_aem_ewai5DuXEPpYFsQTVtY0eA