Por
Vicente Morín Aguado
La huida del dictador Fulgencio Batista, al
amanecer el primero de enero de 1959, es señalada como triunfo de la Revolución
Cubana, sin embargo, el proceso revolucionario caracterizado por la
implantación de un sistema totalitario socialista de corte soviético se inició
38 días después, entonces pues, nació verdaderamente ese cambio radical que hasta
hoy hace historia.
Comenzando el segundo mes de aquel año, después
de varias madrugadas de febril ajetreo entre lápices, folios y pistolas, a
escondidas en una casa de La Habana, ciertos doctores y milicianos terminaron
la redacción final de un documento cuyo título no ha sido debidamente valorado
en su dimensión fundacional: “Ley Fundamental de 1959”.
Publicada en la Gaceta Oficial de la
República de Cuba el 7 de febrero, bajo la firma autenticadora del abogado Dr.
Luis M. Buch, Secretario del Consejo de Ministros, merecen destacarse las
siguientes 18 palabras:
Título Noveno.
Del Poder
Sección Primera
Artículo 119.- El
Poder Legislativo se ejerce por el Consejo de Ministros.
Los menos familiarizados con la república
que dejaba de existir deben saber que dos días después de la huida del tirano, en
Santiago de Cuba, ante la mirada aprobatoria de Fidel Castro, asumieron sus
cargos de Presidente y Primer Ministro los Dres. Manuel Urrutia Lleó y José
Miró Cardona respectivamente.
Al menos en lo formal teníamos gobierno
civil, siguiendo los cauces de la Constitución de 1940, suspendida desde el 10
de marzo de 1952 cuando el General Batista, exhibiendo unos viejos tanques de
guerra fabricados en los Estados Unidos, asumió la magistratura superior del
estado.
La breve escena constitucional dirigida
por el auto titulado Comandante en Jefe del Ejército Rebelde había durado un mes
y días. No cuadraba con los planes del enérgico guerrillero de 32 años aquel
liderazgo que formalmente había autorizado a dos civiles ajenos a la Sierra
Maestra, mientras crecía su ya enorme popularidad, asegurada por la fidelidad
casi absoluta de un ejército mayormente formado por campesinos y demás
trabajadores humildes, absolutamente lejos de cualquier entramado legal.
Hasta entonces, en la historia de Cuba
poco habían ganado los pobres con las leyes. Les bastaba con su Jefe, por
cierto, también doctor universitario, pero de fusil al hombro, botas y uniforme
verde olivo. Para mandar él solo. Y lo hizo.
Lo hizo con celeridad, apenas guardando la
discreción mínima requerida para un acto trascendente: no se conoce en la
historia del mundo occidental la ejecución tan rápida como expedita, sin
formalidades jurídicas, de una reforma constitucional sencilla y profunda, que
dejó libre el camino para cambiar radicalmente los destinos de una nación.
Desde aquel 7 de febrero bastaban dos
tercios de un Consejo de Ministros designados por el propio Comandante para
imponer una nueva ley. Con tal poder legislativo vivimos 17 años de
provisionalidad gubernamental, otro registro asombroso para la historia
hemisférica, hasta la promulgación por referendo de la Constitución Socialista
de 1976.
El mencionado Dr. Buch, miembro del primer
gabinete “revolucionario”, recuerda el modus operandi de sus acólitos,
debatiendo cual sui-géneris asamblea constituyente, en secreto, una nueva
versión de la formalmente acatada Constitución de 1940.
Se cocinaba la ascensión de Fidel Castro a
la jefatura del estado, paso indispensable para comenzar a freír el plato
fuerte: una revolución socialista.
Luis Buch |
“Una madrugada, al
terminar la sesión del Consejo de Ministros, miembros de este que pertenecían
al M-26-7 (Armando Hart, Faustino Pérez, Enrique Oltuski y Julio Camacho)
localizaron al Jefe de la Revolución, en el hotel Habana Hilton (hoy Habana
Libre), pero como el lugar donde estaban no era el más apropiado para hablar
del tema, Fidel planteó: "Bueno, vamos a reunirnos para discutir todo
esto. ¿Dónde nos reunimos?" Oltuski propuso su casa, en las márgenes del
río Almendares. Localizaron a varios compañeros, entre ellos a mí, y allí se
reunió la dirección del M-26-7. Esa fue la primera y más importante reunión después
del triunfo revolucionario, en la que se hizo un análisis político y social de
la nación.” (Citamos a Buch de Gobierno revolucionario cubano: génesis y
primeros pasos. Reproducido en Cubadebate. Referencia a “Fidel, soldado de las
ideas”.)
(M-26-7 era el Movimiento 26 de Julio,
organización fundada por Fidel Castro al salir amnistiado de la prisión de Isla
de Pinos en mayo de 1955)
El Comandante aceptó asumir los plenos
poderes de la nación, pero había un obstáculo legal: La nueva Ley Fundamental
copió textualmente el artículo 154 de la moribunda constitución, que planteaba
35 años como edad mínima para ser Presidente. Sin embargo, bastaban 30
tratándose del Primer Ministro.
Fidel contaba con 32 años de edad. ¿Sería
un premier subordinado al Jefe de Estado? Por supuesto que NO. Sigue contando
Buch:
“Antes de comenzar la sesión de ese día,
se analizó el requisito planteado por Fidel para desempeñar el cargo de Primer
Ministro. Esto dio lugar a un amplio debate. Buscamos la fórmula para modificar
el artículo 146 de la Ley Fundamental, cuya redacción era igual al artículo 154
de la Constitución de 1940. Su texto expresaba: "El Primer Ministro representará la política general del
Gobierno".
“El artículo 146 quedó redactado de la
forma siguiente: "Corresponderá al
Primer Ministro dirigir la política general del Gobierno, despachar con el
Presidente de la República los asuntos administrativos, y acompañado de los
ministros, los propios de los respectivos departamentos".
No es lo mismo 'representar' que
'dirigir'. Aclara el Dr. Secretario del gabinete en funciones.
Así las cosas, desde la casa del Ministro
Oltuski, al amanecer del 13 de febrero, el asunto estaba resuelto, tres días
después Fidel Alejandro Castro Ruz asumió el premierato, convertido en Jefe de
Estado.
Fidel Castro asume el cargo de Primer Ministro |
Lo que siguió fue un acelerado dictar de
leyes revolucionarias, entre ellas la estatización de todas las propiedades
extranjeras, de los bancos, de la industria nacional, de la tierra mediante dos
leyes de reforma agraria y, finalmente, hasta de los humildes puestos de venta
de frituras que calmaban hambre y sed a los transeúntes de las siempre agitadas
urbanizaciones del país.
¿Proceder genial de un iluminado
estadista? La paradoja es que el contubernio poderhabiente de tales prácticas
jurídicas no precisó usar su imaginación, calcó la ejecutoria del dictador a
quien acababan de destronar. Existe una prueba contundente: La Historia me
absolverá, alegato de Fidel Castro en el juicio seguido contra su persona, el
16 de octubre de 1953, consecuencia del ataque armado a la segunda fortaleza
militar del país, el Cuartel Moncada de
Santiago de Cuba.
Al ejercer su auto defensa, el joven líder
revolucionario enarboló en primer término una verdad jurídica: el derecho del
pueblo a la resistencia frente a un gobierno que ha usurpado la soberanía
popular, aplastando la constitución.
Cierto, El General Fulgencio Batista
Zaldívar, erigido Presidente de la República desde el 10 de marzo de 1952, publicó
un mes más tarde los llamados “Estatutos Constitucionales”. En su discurso,
programa fundacional de la futura revolución fidelista, se denunciaba con
pasión y fundamento:
“Los 'Estatutos' no llenan ninguno de
estos requisitos. Primeramente encierran una contradicción monstruosa,
descarada y cínica en lo más esencial, que es lo referente a la integración de
la República y el principio de la soberanía. El artículo 1 dice: 'Cuba es un
Estado independiente y soberano organizado como República democrática'… El
Presidente de la República será designado por el Consejo de Ministros.”
Continúa razonando Fidel:
“¿Y quién elige el Consejo de Ministros?
El artículo 120, inciso 13: “Corresponde al Presidente nombrar y renovar
libremente a los ministros, sustituyéndolos en las oportunidades que proceda.”
¿Quién elige a quién por fin? ¿No es éste el clásico problema del huevo y la
gallina que nadie ha resuelto todavía?”
Podría ser suficiente, pero hay otros
elementos que al cabo de tantos años habrán de asombrar a las nuevas
generaciones, y por qué no, a muchos lectores entrados en años, pues bien se ha
encargado el aparato omnipotente de propaganda partidista de enrarecer los
estudios sobre el capítulo histórico que venimos comentando.
Párrafos abajo, quien posteriormente
encabezaría el movimiento anti batistiano precisa:
“Esta Ley Constitucional podrá ser
reformada por el Consejo de Ministros con un quórum de las dos terceras partes
de sus miembros.” Aquí la burla llegó al colmo. No es sólo que hayan ejercido
la soberanía para imponer al pueblo una Constitución sin contar con su
consentimiento y elegir un gobierno que concentra en sus manos todos los
poderes, sino que por el artículo 257 hacen suyo definitivamente el atributo
más esencial de la soberanía que es la facultad de reformar la ley suprema y
fundamental de la nación.”
Los textos hasta ahora citados son parte
íntegra de los documentos a los que se hace referencia. Cualquier coincidencia
con hechos y personajes de la realidad NO ES SIMPLE COINCIDENCIA, ES LA VERDAD
HISTORICA.
Ante lo inexorable del juicio impuesto por
el tiempo, primero unas palabras del protagonista principal. Corresponden a un
día de esos que están en la historia no por manida expresión de los cronistas,
fue el 16 de abril de 1961:
"Compañeros obreros y campesinos
-dijo Fidel- esta es la revolución socialista y democrática de los humildes,
con los humildes y para los humildes".
“Eso es lo que no pueden perdonarnos, que
estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución Socialista en
las propias narices de los Estados Unidos!… Esa Revolución no la defendemos con
mercenarios, esa Revolución la defendemos con los hombres y las mujeres del
pueblo”.
El ya Primer Ministro, de hecho Jefe de
Gobierno, en la esquina habanera de 23 y 12, con el cementerio de la ciudad de
fondo, despedía el duelo de quiénes el día anterior fueron víctimas de un
bombardeo a bases aéreas cubanas, ejecutado por aviones pilotados por
contrarrevolucionarios cubanos, armados y entrenados por el gobierno de los
Estados Unidos.
Desde ese día no nos abandonan estos
conceptos:
Socialismo es eternidad. Imperialismo, el enemigo mayor, igual a Los
Estados Unidos. Todos los opositores son mercenarios.
Y nos acompaña el ícono del Che Guevara,
fotografiado por Korda en la tribuna de ese día, hecho millones de copias,
equivalentes a dólares; operación mercantil de dudosa imagen revolucionaria.
Redondeando 60 años, se impone un examen
de la Cuba que sobrevivió a la revolución inventada por un grupo de
conspiradores durante varias madrugadas de insomnio en una casa de La Habana.
¿Valió la pena el artificio?
Vicente Morín Aguado
La Habana, 25 de junio de 2019
"no se conoce en la historia del mundo occidental la ejecución tan rápida como expedita, sin formalidades jurídicas, de una reforma constitucional sencilla y profunda, que dejó libre el camino para cambiar radicalmente los destinos de una nación."
ReplyDeleteNo estoy de acuerdo. Adolf Hitler hizo lo propio en 1933.