Wednesday, February 17, 2021

El poeta-patriota: entrevista a Ángel Cuadra Landrove[1]*

 Por Mariela A. Gutiérrez[2] 

      
Ángel Cuadra nace en La Habana, Cuba, un 29 de agosto de 1931. Graduado de Derecho de la Universidad de La Habana e integrante del grupo de poesía Renuevo es considerado en aquel entonces el poeta más significativo de la lucha contra el dictador Fulgencio Batista. Al triunfar la Revolución, publica su primer libro de poemas: Peldaño (1959). Como casi todos sus compañeros de lucha, paso a paso, va cayendo en desfavor ―primero en el Instituto de Reforma Agraria, como abogado de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba― por su firme rechazo a la sovietización del país y a la tiranía. Bajo el pseudónimo de Alejandro Almanza, escribe un importante ensayo histórico donde esboza la misión de la juventud latinoamericana ante las aspiraciones de sus pueblos y la amenaza del nuevo imperialismo, y por el que obtiene mención de honor en el concurso convocado en París por la revista Cuadernos en 1962. En 1964 lo obligan a bajarse del avión que lo conduciría a París, invitado por el Instituto de Cultura Hispánica. Finalmente, en 1967 es condenado a quince años de prisión.

Después de innumerables vicisitudes, continúa en silencio su labor poética y funda en su celda un pequeño taller llamado Víspera. Puesto en “libertad condicional” ―trabajando en los campos cubanos durante la semana― en diciembre de 1976, es encarcelado de nuevo al publicarse en Washington su poemario Impromptus (Solar 1977), escrito en su totalidad desde la prisión. A raíz de esto, y habiéndose negado a firmar un documento de rechazo a su obra poética, Amnistía Internacional lo adopta como prisionero de conciencia. Luego se publica Tiempo de hombre (Hispanova 1978), que recopila poemas de 18 años vividos en silencio forzoso. En julio de 1979, días después de haber logrado pasar el manuscrito de Poemas en correspondencia (desde prisión) /A Correspondence of Poems (from Jail) (Solar 1979) es trasladado a Boniato, la cárcel más remota y temida de toda la isla, donde, con una creciente imposibilidad de escribir y viviendo en condiciones que transgreden las reglas más elementales de los derechos humanos, permanece hasta 1982 con un centenar de otros prisioneros políticos. En octubre de 1980 el PEN Club de Suecia lo nombra miembro honorario. Después, en marzo de 1981 Amnistía Internacional lo selecciona, en Europa, preso del mes. Su condena original se cumple en abril de 1982, no obstante, de acuerdo con el Nuevo Código Penal vigente en Cuba la misma quedaría reducida a l0 años. A finales de 1979 la apelación de Ángel Cuadra es desestimada. Cabe decir que la Comisión Internacional de Juristas protestó por ello ante el régimen castrista, sin resultado alguno. El joven poeta, después de catorce años de prisión, permanece encarcelado. En el ínterin, su poesía, la que ha sido apreciada y antologada desde un principio, es traducida al ruso, al alemán y al inglés. En 1981 se publica en Alemania la segunda edición de su colección Poemas en correspondencia.

Ángel Cuadra se exilia en los Estados Unidos en 1985. Publica sus antologías Esa tristeza que nos inunda (Selección, España, 1985) y Fantasía para el viernes (EE.UU., 1985); Las señales y los sueños (Teruel, España, 1988); Réquiem violento por Jan Palach (EE.UU., 1989); La voz inevitable (Miami: Universal, 1994); Antología de la poesía cósmica de Ángel Cuadra (Miami, 1999); Diez sonetos ocultos (EE.UU., 2000); Los signos del amor (Teruel, España, 2002); De los resúmenes y el tiempo (Miami: Universal, 2003). También ha escrito varios ensayos de importancia y ha ganado múltiples premios literarios en Estados Unidos y España.

Me siento privilegiada de conocer desde hace casi veinte años a Ángel Cuadra, pero sobre todo me honra el haber escrito mucho sobre su obra poética, narrativa y ensayística. Hoy, de nuevo, me siento honrada de poder entrevistar a este hombre de letras y de acción a quien tanto admiro. Cabe decir que Ángel Cuadra para llegar a este momento de su vida ha tenido que deambular mucho por este vasto mundo, y mil y una vez ha debido preguntarse si ha valido la pena o no el abandonar la tranquilidad del anonimato ciudadano para entregarse en alma y cuerpo a la lucha revolucionaria en defensa de la libertad de Cuba, su Patria, a la cual, desde su juventud, ha “sentido” encadenada. Un día, muy joven, salió a la calle, junto con otros tantos jóvenes y no tan jóvenes, lleno de sueños de libertad, a defender y rescatar el suelo patrio y aún, cincuenta y siete años más tarde, no ha regresado a casa.

Hoy por hoy “el individuo” en él podrá por fin preguntarse si lo que ha vivido ha sido lo que de verdad ameritaba ser vivido. Sin embargo, “el poeta” no está lejos de la verdad, de su verdad, porque al haber escogido al bardo, al luchador, al prisionero político, por sobre su “yo íntimo”, ha tenido que abandonar a jamás la tranquilidad que siempre conlleva el anonimato de una vida personal, privada. Sobre este tenor se basa mi conversación con este singular poeta-patriota, el carismático Ángel Cuadra.

Mariela A. Gutiérrez. Conocemos mucho, o al menos bastante, del Ángel Cuadra adulto, pero tu niñez permanece un misterio del cual sólo tenemos las evidencias de preciosas fotos de un niño muy lindo. ¿Cómo eras de niño? ¿Sabías ya lo que serías más tarde en la vida?

Ángel Cuadra Landrove. No, no lo sabía. De niño fui becado en una escuela del municipio de La Habana, llamada José Miguel Gómez; buena escuela. Yo diría que de educación integral. Había alumnos que dormían allí toda la semana, hasta el viernes. Otros estaban solo de día, y se les conocían como “externos”. Yo vivía a tres cuadras de la escuela. Almorzaba y comía allí solamente: era externo; entraba antes de las 8 de la mañana y salía a las 6 de la tarde.

Buena escuela. Gran director de la misma: Calixto Suárez. Además de las clases de instrucción general, en horas de la mañana, por la tarde teníamos talleres de carpintería, mecánica, agricultura y deportes, así como educación física. Y además, orientación cívica, moral y sentido de ciudadano; educación cristiana/laica y de responsabilidad comunitaria.

Claro, que no sabía aun lo que sería, o quería ser, en la vida. Entré en esa escuela, porque mi madre me consiguió una beca para la misma, y yo tenía seis años de edad; yo era entonces, el más pequeño de todos los alumnos. Al inicio se me hacía penoso aquellas tantas horas, metido en aquella amplia escuela, como en una cárcel triste. Con el tiempo, en el andar cotidiano, se me hizo como un hogar, que todavía recuerdo con cariño de hijo agradecido.

Desde aquel primer grado, me destacaba, de modo que cuando se hizo una fiesta de fin de curso, yo fui escogido para hacer uno de los personajes de la obra Blanca Nieves y los Siete Enanitos, llevada a escena. Tuvimos varios ensayos y, finalmente, pusimos la obra en el teatro del cine Tosca, que estaba en nuestra misma barriada.

Nada más pensaba esperar de la vida. Sino que me gustaba tener más libertad. Solo, después, cuando cursaba la Segunda Enseñanza, pasó por mi mente estudiar Derecho, sin mucho entusiasmo, aunque sí como la opción más inmediata. Pero la poesía era como una actividad que me atraía; desde los años iniciales de la escuela, o sea, a los seis años, de hecho, desde que aprendí a escribir, yo hacía versos; un poco antes de entrar en la citada escuela.

M.A.G. ¿Qué importancia tuvieron tus padres en tu niñez y adolescencia? ¿Eran aficionados a las artes?

A.C.L. Yo tuve unos padres magníficos. No eran específicamente aficionados a las artes. Ellos eran trabajadores. Mi madre trabajaba en una cigarrería, de una marca muy conocida en Cuba; mi padre en la fábrica de tabacos H. Upman. Luego, yo soy de una familia de tabaqueros, empezando por mi abuelo por parte de mi padre, el cual era un asturiano anarquista y tabaquero de oficio, en el cual orientó a todos sus hijos; o sea, simbólicamente, soy de una estirpe de humo… aunque nunca fumé.

En cuanto al arte, fue mi hermana mayor la que nació con una sorprendente vocación al piano. Mi madre, entonces, forzó a la otra hermana, menor, a estudiar piano. Cada una tenía un piano, por lo que desde distintos lugares de la casa, casi siempre me seguía la música. Y yo nunca aprendí ningún instrumento.

Finalmente, en respuesta a la importancia de mis padres, ésta fue decisiva. Supieron darme cariño y ejemplo, pero también orientaron mi conducta con firmeza; la honradez y el deber me los sembraron con su ejemplo y exigencia y con ello me hicieron respetarlos y amarlos.

M.A.G. ¿Desde pequeño sentiste atracción hacia el teatro? ¿Cuándo se despertó el tespiano Ángel Cuadra en ti?

A.C.L. Sí, me interesaba el teatro, pero nunca como un oficio al que entregarme, aunque sí como una tentación circunstancial o reto. Así, sí; donde tuve ciertos asomos. Ya te expuse aquella obrita de la escuela primaria. También, cuando hacía mi preparatoria para ingresar en el Bachillerato (tenía yo 12 años), y, en una escuela intermedia, todos los viernes, como despedida de la semana, hacíamos una actividad, entre las cuales, con otros dos estudiantes, hacíamos un “sketch”, (no sé cómo se escribe) titulado “Tres grandes locos”, libreto breve que yo escribía, en burla a los personajes de Hitler, Mussolini e Hirohito, y algunos otros temas cómicos.

Ya en la Universidad, además de Derecho, yo matriculé en el Teatro Universitario. En La Habana Bussiness Academy, donde cursaba yo mecanografía, conocí al profesor Carlos González Elcid, al que quise como un amigo, a pesar de que por su edad podría ser mi padre. Él mismo escribía pequeñas obras de teatro para adolescentes estudiantes. Entre sus alumnas yo conocía a Elisa, una jovencita que tenía inclinación al teatro. Allí, como actividad extra, formamos una especie de Club de Artes Dramáticas, que yo dirigía, aun siendo alumno, pero bajo una especie de clase extracurricular del profesor González; pero era yo el que impartía algunos elementos de actuación y dirigía las obras que poníamos dos veces al año, en locales de la ciudad de La Habana. Así, el Sr. González pudo ver en escena, todas las obras que con tales fines había escrito.

Posteriormente, mi contacto con el teatro fue en la Universidad de La Habana. Primero, en las obras que el Seminario ponía para el público, con los estudiantes y artistas invitados. Pero ya graduado en Derecho, matriculé de nuevo Filosofía y Letras y allí, con un grupo de condiscípulos, fundamos el Grupo Germinal, cuya dirección del grupo se me encargó a mí. Llevamos a escena, en locales bien visitados por el público habanero, tres obras, dos de ellas cubriendo un proyecto de escenificar el teatro cubano. Era ya el año 1958, cuando se acabó todo en el país para dar paso al gobierno revolucionario.

En 1961, regresé al Teatro Universitario, para finalizar el último año de los tres que el curso comprendía. Ya graduados, y a nivel profesional, se creó la Sala Tespis, con una sala fija, sita en la céntrica Rampa, en Calle L y 23. Allí hice casi siempre papeles protagónicos. Comenzamos sus actividades con la comedia inglesa de Terence Rattigan, que protagonicé con Elisa. Protagonicé también, desde los inicios, en la comedia de Lope de Vega La Dama Boba, obra que estuvo varios meses en escena, y que compartí con la actriz Marta Llovio. También trabajé, como contrafigura, con la entonces famosa actriz Gina Cabrera. En fin, en dicha sala actué durante cinco años, en muchas de las obras famosas del teatro internacional (Debo señalar como detalle que, paralelamente, durante todo ese tiempo ejercía la profesión de abogado; era algo así como por el día vestir la solemne toga de Doctor, y por la noche la máscara intemporal del actor). 




M.A.G. Si tuvieras que escoger entre el teatro y la poesía, ¿cuál escogerías?

A.C.L. Entre el teatro y la poesía, sin duda escogería la poesía, aunque ambas tienen bastantes puntos en común.

M.A.G. ¿Cuál es la diferencia, si la hubiera, para ti, entre el teatro y la poesía? ¿Qué te ha aportado espiritualmente cada una?

A.C.L. ¡Diferencias entre el teatro y la poesía! Para exponerlas mejor, es más atinado señalar sus coincidencias, para desde este segundo peldaño apreciar esto mejor. El teatro es la vida rehaciéndose en el escenario; en la poesía van las cosas de la vida narrándose en la voz del autor del poema. En el teatro lo metafórico se acompaña de la acción del autor; la poesía tiene solo la palabra, por lo que lo metafórico se da en una relación callada entre el poeta y el lector. Son dos modos de movimiento: en el teatro, en lo exterior; en la poesía, en nuestro interior. Los dos nos enseñan cosas pero por diferentes vías. Si como expuso Enrique Anderson Imbert, la poesía es un modo de asomarse a las cosas; el teatro se asoma también a las cosas, pero desde otra perspectiva.

Ambos, teatro y poesía me han aportado cosas. El teatro, entender un poco más las relaciones humanas y colateralmente la pérdida del miedo escénico; por ejemplo, para desenvolverme y para actuar como abogado en los juicios y en las comparecencias verbales ante los jueces y tribunales. La poesía, por el descubrimiento de espacios internos, a través de la intuición, que es el mecanismo esencial de la poesía.

M.A.G. ¿Quiénes fueron las figuras señeras durante tus años de formación?

A.C.L. En la vida, los ideales, el mundo, el patriotismo: José Martí. En la poesía, por orden en el tiempo: Enrique González Martínez (mexicano), Miguel Hernández (español) y Pablo Neruda (chileno).

M.A.G. Si la historia no hubiese sido como ha sido y hubieses podido hacer una vida normal en tu Cuba amada, ¿cómo crees que se hubiera desarrollado tu vida? ¿Habrías sido poeta, actor de teatro, político, u otra cosa? ¿Hasta qué punto es tu vida diferente por las circunstancias históricas que han ocurrido?

A.C.L. La respuesta es difícil. Primero hubiera tenido que vivir, esto es, ganarme la vida, como abogado. Porque estudié y me gradué en esa profesión y a mis padres sé que les complacía, aunque ellos siempre me dejaron mi libre albedrío. Incluso, uno de mis cuñados, muy allegado a mí, ejercía la profesión. En fin, creo que la vida me hubiera obligado, a ejercer la abogacía.

M.A.G. Se te ha llamado “genuino intelectual anti bárbaro”, a la manera de Bernard-Henri Lévy, quien nunca se dejó abrumar por la fatalidad, quien nunca renunció a la palabra libertad durante tantos años de prisión, escudándote en tu poesía, recóndita y libérrima, la que siempre ha volado más allá de los ámbitos de la rebeldía y del odio; se ha dicho que “no ha habido celda que reprimiera tu verbo”. ¿Qué me puedes comentar al respecto?

A.C.L. ¿Argumentar? Mucho; lo que tomaría mucho espacio. Creo que es cierto lo que expones en la pregunta; halago que me haces y agradezco. Desde luego, a la libertad no se renuncia, a no ser a quien se le ha marchitado el alma. Ésta es libre, y como patrimonio del alma la libertad se escapa a las rejas. Martí escribió al respecto: “El hombre ama la libertad aunque no sepa que la ama”. Luego, ella está en una zona del ser más allá de lo “inteligencial”, esto es, en la intuición. La poesía, que tiene su primera vislumbre en los planos de lo intuitivo, en la prisión tiene su mejor aliado en lo esencial del alma y, como dices en la pregunta, “no había celda que la reprimiera”. Por último, baste agregar que la poesía en aquellos momentos tan difíciles, fue el último refugio y la última acción en nuestra lucha. De modo que la misma sirvió, además, para sacarme de la celda al mundo, y también como última arma para luchar por la libertad, en aporte a la lucha por la democracia en nuestro país.

¿El odio? Con Martí se aprende que “No hay perdón para los actos de odio”, dijo él. En cuanto a mí, reproduzco estos versos de uno de mis poemas. “Me odio porque la palabra mañana esta inviolada en mí”. Luego, espero que el futuro pueda ser mejor o más bien esperanzador, y tendrá, por tanto, que agenciarse con lo mejor del pasado, para ayudar a construir el futuro. Ortega y Gasset dijo, más o menos, esto: que al pasado hay que acudir para ver no sólo lo que hicimos mal y rehacerlo, sino también lo que debimos hacer y no hicimos.

Completo la pregunta: conocí a muchos en la prisión política; tan adversa circunstancia fue, al cabo, una enseñanza para fortalecer o descubrir en uno mismo lo mejor del ser humano. En muchos de nosotros el dolor y la situación robustecieron muchos de los valores positivos de nuestra humanidad.

M.A.G. ¿Cuál es la diferencia para ti entre la poesía y la barbarie de nuestros tiempos?

A.C.L. Creo que la mejor respuesta a esta pregunta, con mucho de sabiduría y alguna ingenua grandeza, la da José Martí: “La poesía que congrega o disgrega, que fortifica o angustia, que apuntala o derriba las almas, que da o quita a los hombres la fe y el aliento, es más necesaria a los pueblos que la industria misma, pues ésta les proporciona el modo de subsistir, mientras que aquélla les da el deseo y la fuerza de la vida”. Y complementando la respuesta a esta pregunta de tal vaguedad, como pueden serlo el anhelo y el pronóstico desesperado para los tiempos que corren, te diré que es posible que la poesía “anide” (como si tratásemos de un libro de augurios) en la contratapa de la “barbarie”; en el cansancio y desaliento que ésta deja a su paso, y la urgente necesidad de volver el rostro en la búsqueda de otro paisaje en donde es aún posible el milagro.

M.A.G. ¿Podrías contarme cómo hacías para escribir en la prisión sin que te descubrieran, sin que te molestaran?

A.C.L. Había momentos o períodos en los que los guardias nos dejaban más tranquilos. Así era entonces que los guardias no entraban apenas a las galeras (galeras en el caso de la prisión de La Cabaña, prisión antigua y sombría) o en las barracas en otras prisiones; sólo lo hacían para los dos conteos diarios del personal preso, o cuando venían en tropa a hacer requisas generales, y lo registraban todo, rompían cosas (las pocas que teníamos), mientras nos sacaban a todos para el patio general. En esos momentos o períodos podíamos hacer cierta vida de relaciones culturales entre nosotros (conferencias, charlas), y escribir en los papeles que podíamos obtener, entre ellos los forros de las cajetillas de cigarros, papel higiénico, o pedazos de cartuchos. Todo eso galera adentro, donde la producción artística, rudimentaria, se propiciaba. Ahora, el problema era, esconderla para que no la cogieran los guardias en las requisas, y más difícil aún como sacarla en los días de visita, para entregársela a los familiares.

M.A.G. En tu poema “Carta a Donald Walsh (In Memoriam)” hablas de Walt Whitman y de José Martí, anudados, en el idioma de la poesía. ¿Por qué ellos, y cuál es la temática que los une en tu pensamiento?

A.C.L. El poeta norteamericano Donald Walsh tradujo al inglés mi libro escrito en prisión “Poemas en Correspondencia”. En mi poema a Walsh menciono a Walt Whitman, como símbolo intelectual y literario de los Estados Unidos, y a José Martí como símbolo cubano en ese mismo campo de la poesía y la cultura. A ambas altas figuras las vislumbro uniendo las manos en un saludo simbólico, emblemático, pues no había sino una simbología en dicho acto, ya que nunca se saludaron Martí y Whitman, como tampoco pudimos saludarnos en un apretón de manos Walsh y yo. Él enfermó y falleció sin que pudiéramos realizar ese encuentro, lo que era como unir en un saludo fraterno las manos de dos pueblos. Y en Martí, como en Whitman, se encuentra el eslabón coincidente de la libertad en sus respectivas obras poéticas. Por su parte, Donald Walsh sacaba mi poesía a la libertad en el mundo, en idioma inglés.

M.A.G. ¿Crees tú que la poesía logra que el hombre de todos los días pueda trascender “lo inmediato exterior”, como bien ejemplificas en tu antología La voz inevitable, para (y cito) “llevar al poema su acontecer personal interno o la creación de un mundo fabuloso y, por tanto, intemporal”?

A.C.L. Esta pregunta tiene dos partes. Primero trata de la trascendencia de lo inmediato de la poesía. Sí estimo que la cotidianidad del hombre puede trascender la inmediatez por la poesía, porque por medio de ella han quedado grabados hechos, culturas y hasta soluciones filosóficas que son las interrogantes de los seres humanos a través de los tiempos. En tales casos la poesía, el poema, logra lo intemporal. Un ejemplo muy simple, “cualquier tiempo pasado fue mejor”; ya la gente repite este verso independizándolo del poeta Manrique. Ya la frase es anónima; pertenece a todos. Trascendió.

Sobre la otra parte de la pregunta, que enlaza lo anterior con mi libro “La Voz Inevitable”, ese libro recoge mi poesía civil, testimonial o política. Sus poemas fueron escritos en cuatro circunstancias distintas: 1) durante los días de acción clandestina dentro de Cuba, contra el régimen castro-comunista; 2) en los años de prisión; 3) ya excarcelado, pero en Cuba, durante los tres años en los cuales el gobierno me impidió irme del país y 4) en el exilio.

Este tipo de poesía es generalmente pasajera o transitoria. Sólo si tiene calidad estética y asuntos y enfoques que van más allá de la inmediatez, ese poema podría lograr la intemporalidad. (Ojalá que algunos de los poemas de este querido libro mío alcancen esta ilustre categoría).

M.A.G. ¿Por qué llamas “peculiares” a las manifestaciones artísticas, el desarrollo de las posibilidades estéticas y la capacidad de derivar el dolor en la dirección de la belleza durante el largo, cruel y masivo presidio político cubano desde 1959 hasta el presente?

A.C.L. La producción poética escrita en la prisión política cubana, en especial el presidio de los primeros 25 años (más o menos) de la dictadura castro-comunista, tiene precisamente esa peculiaridad: fue escrita por prisioneros puramente políticos. Casi ninguno había antes andado por los caminos de la creación poética; y allí, bajo el dolor y la situación aquella, se les despertó (a algunos para siempre) la inclinación o vocación creadora. Esta es la insólita peculiaridad de esas manifestaciones estéticas. En algunos, esa inclinación cesaría cuando dejaran atrás las circunstancias que le motivaron la incursión en la poesía, como una canalización de la adversidad. Pero otros, como si aquello fuese el descubrir en uno mismo la presencia de una vocación que estaba latente, echaron a andar por caminos líricos para siempre.

M.A.G. Si volvieras a vivir todo lo que has vivido desde tu niñez hasta hoy día, ¿qué cambiarías? ¿Qué omitirías? ¿Qué agregarías?

A.C.L. Dedicarme más a la literatura, y a la poesía; y soslayar más lo accesorio de la vida, en lo que pierde el tiempo el creador literario. A la vez, darme más al calor de la vida familiar.

M.A.G. En tu conferencia “Luces entre sombras: La creación literaria en el presidio político cubano”, que luego fue publicada en 2001 por el Instituto de la Memoria Histórica Cubana Contra el Totalitarismo, pronunciaste que dentro del encierro físico y anímico que padecen los hombres en las cárceles del totalitarismo la creación literaria se convierte en “una canalización psicológica, como purga aliviadora de la comprensión interior”. ¿Podrías extenderte en este punto en relación a tu propia experiencia en las cárceles cubanas?

A.C.L. Ya gran parte de esta pregunta está sintetizada en una pregunta anterior. En cuanto a mí, sí opino que la nueva circunstancia del encierro carcelario ─el contacto con aquellos hombres de lucha, del que, al cabo, uno llega a sentirse vitalmente incluido, o sea, parte de dicho grupo humano─ nos lleva a la canalización psicológica; es purga aliviadora el tratar a los demás, de igual a igual, en lo que podemos decir la desnudez humana, donde todos éramos iguales, y no teníamos superioridad vana de fortuna, título, jerarquía, más que los verdaderos valores humanos de cada quien. Todo eso aumentó la temática de mi poesía, al ampliarme la visión de la vida. Aunque, por otro lado, me limitó el campo de expresión, y las oportunidades de asumirla en el enorme camino de la experiencia general de las relaciones humanas.

No obstante, agrego que las circunstancias del país, el nuevo medio social, nos obligó a abordar otros temas sociopolíticos, que nutren los temas de “La Voz Inevitable”. Y finalmente, me propició el calificarme como hombre de mi tiempo y del espacio que me tocó vivir. Reto que acepté, en ese “compromiso con la vida” ─de mi país y del mundo─, ante lo que se encuentra convocado el escritor.

M.A.G. En mis trabajos sobre tu obra yo he llegado a la conclusión de que tu poesía “amatoria”, como yo misma la he encasillado, sufre y goza de la misma trayectoria que la del apóstol de Cuba y América, José Martí, elevándose en prisión a esferas más etéreas, más espirituales, dejando lo carnal aparte para convertirse en la herramienta de lo trascendental divino, como tú mismo has dicho: “Pero el reto que más se impone al prisionero en su mundo inmediato ─su submundo, mejor─, amurallado infierno donde la cotidianidad se hace eterna”. ¿Me equivoco en mi apreciación de lo que acabo de expresar?

A.C.L. Esto es tema para meditar, y para entrar en una dimensión muy íntima: en el mundo interior de uno, en donde la imaginación y la evidencia se confunden. Ya muchos aspectos de lo demandado en esta pregunta se encuentran tocados de alguna forma en el contexto general de este cuestionario. Luego, extraigo de esta pregunta lo que no se ha tratado hasta ahora, como cuando señalas, como rozando sólo sus fronteras, mi poesía “amatoria”, de la que supones, y así lo dices, que en prisión dicho tema se eleva a esferas “más etéreas, más espirituales”, hasta entrar a “lo trascendental divino”. Esto no es por efecto de la prisión. Una relación amorosa tiene lo esencial en sí misma. La prisión lo que nos da es tiempo y propicia el meditar en esa relación, y encontrarle ‑si es que lo tiene‑ las afinidades entre los protagonistas de la aventura amorosa; los episodios vividos que, a veces, pueden parecer predispuestos por algo que no es el azar, y en el reposo de la meditación, descubrirle a aquella relación otras connotaciones, que solo en ese tipo de evocación le encontramos. Y así con lo que una relación tiene en sí misma y lo que nuestra evocación le inventa como hermoso aditamento, podría consumarse en nuestro espíritu, lo que tú llamas “trascendental divino”. ¡Qué otra cosa, si no es lo que hemos expuesto, hizo escribir a André Breton este verso: “Al conocerte, ¿te reconocí?”. (Me atrevo a apoyar lo antes expuesto, con parte de un poema mío, en el que dije: “y los destellos / de irracional verdad que te atribuyo”).

M.A.G. Nunca escribiste poesía infantil, ¿por qué no?

A.C.L. No; nunca escribí poesía infantil, salvo un poemita sobre un ratón llamado Emiliano, para ser utilizado, en las brigadas provinciales de Teatro Infantil. Fuera de eso, nunca me sentí motivado por ese género de poesía.

M.A.G. ¿Te sientes satisfecho de tu vida, de tu obra? ¿Cambiarías algo?

A.C.L. No; no estoy satisfecho de ninguna de las dos; aunque de la vida no me arrepiento de aquella parte en la que entregué tanto tiempo y energías en la lucha por la democracia para mi país. De poder volver a vivir la misma vida, claro que cambiaría muchas cosas.

M.A.G. Desde 1985 vives en los Estados Unidos, treinta y un años; ¿sientes que tu palabra desde un país libre tenga la misma resonancia y alcance que aquella palabra tuya lanzada desde la tenebrosa cárcel de Boniato, en Cuba?

A.C.L. Estimo que nunca tendría mi palabra ni tanta resonancia ni tanto alcance como la que dirigí al mundo desde las cárceles políticas en mi país.

M.A.G. Has sido encarcelado y maltratado, has sido galardonado y aplaudido muchas y tan merecidas veces, has sido y eres respetado y admirado, por poeta, por preso político y luego exiliado político. ¿Valió la pena, Ángel, todo lo que hiciste, todo lo que escribiste, todo lo que viviste y sufriste?

A.C.L. Creo que sí valió la pena todo lo que hice, viví, escribí y padecí, en última instancia, como consuelo y recompensa moral, aunque sea por aquello que dijo Martí sobre que “En el mundo ha de haber cierta cantidad de decoro…cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en sí el decoro de muchos hombres… En esos hombres… va un pueblo entero, va la dignidad humana”. De modo que respondo a la pregunta, de nuevo, sí valió la pena, por ocupar, aunque sea un espacio modesto, pequeñito, entre esos otros hombres (en lo tocante a mi patria) que señaló Martí. Y, como Martí le dijo al General Máximo Gómez al invitarlo de nuevo a la guerra, aunque no tenga otra remuneración que recibir, en cambio, que “la ingratitud probable de los hombres”.

M.A.G. ¿Tienes planes para el futuro? ¿Crees que el pueblo cubano logrará volver a su Tierra Prometida del Caribe?

A.C.L. Aspiraciones siempre se tienen mientras tengamos una vida consciente. Propósitos, también, aunque a veces se confundan con la fantasía. En cuanto a si el pueblo cubano volverá a un momento de esplendor… aquí se abre una gran interrogación. Llenémosla con la esperanza, de que sea, al menos, mejor que la situación actual, al desaparecer el régimen que tenemos hoy.

M.A.G. ¿Qué recomiendas a todos los que esperan, como tú, por la libertad? ¿Seguirás escribiendo para mantener la fe de todo un pueblo en alto?

A.C.L. Recomendar no debo, pues cada cual encontrará su modo de hacer por la libertad, y la lucha o labor en favor de ésta, que encuentra en la acción misma su recompensa. En cuanto a si seguiré escribiendo en modesto obsequio de nuestro pueblo, siempre que pueda, lo haré. 



[1] “Ángel Cuadra Landrove: El poeta patriota”. Entrevista de la Dra. Mariela A. Gutiérrez, publicada originalmente en RANLE (Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española), sección Ida y Vuelta. Volumen VI No. 11, 2017), pp. 66-79. Esta entrevista de la Dra. Gutiérrez al eminente poeta cubano Ángel Cuadra, quien acaba de fallecer en Miami, Florida, el pasado 13 de febrero, 2021 ha sido autorizada para su publicación en el blog de la AHCE por el Dr. Carlos Paldao, director ejecutivo de la revista RANLE de la Academia Norteamericana de la Lengua Española.

[2] Dra. Mariela A. Gutiérrez. Ensayista, conferencista, investigadora y crítica literaria. Profesora titular del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Waterloo, en Ontario, Canadá. Se especializa en los estudios afro-hispánicos (principalmente Cuba) y en la literatura femenina latinoamericana del siglo XX y es la principal especialista de la obra de la ilustre autora cubana Lydia Cabrera. Autora de ocho libros y ciento diez artículos y ensayos. Merecedora de siete premios internacionales y numerosos premios nacionales entre los que se encuentran la Medalla de Honor de Bagnère de Bigorre (2004, Pirineos Franceses), el University of Waterloo Award for Excellence in Research (2006), el University of Waterloo Distinguished Professor Award (2009), el Premio Educadora del Año 2011 de la National Association of Cuban American Educators (NACAE). Es Miembro Numerario de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (ANLE) y Miembro Correspondiente de la Real Academia Española de la Lengua (RAE), Es Miembro Pleno de la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Corp. (AHCE).

*La entrevista apareció originalmente en Revista de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, sección "Ida y Vuelta". (Volumen VI No. 11, 2017, pp. 66-79) y ha sido reproducida por cortesía por el editor de la revista Carlos Paldao y de la autora, la doctora Mariela A. Gutiérrez.

 

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