Por Antonio Gómez Sotolongo
Mis
padres, con los juguetes que los Reyes Magos me dejaban debajo de la cama, me
hacían una fiesta durante todo el día, y una buena parte de esa fiesta la
ocupaba mi madre en hacerme fotos con su propia cámara fotográfica, «de cajón»,
o contratando los servicios de un fotógrafo profesional.
Los magos de Oriente,
según el evangelio de san Mateo, fueron tres sabios peregrinos que siguieron
una estrella hasta Belén, en Judea, para regalarle oro, incienso y mirra al
recién nacido Jesús. La tradición convirtió en reyes a los magos de
Oriente y sus nombres aparecieron por primera vez en una iglesia del siglo VI
en Ravena, Italia.
Durante los últimos
cinco siglos, es decir, desde el momento mismo de la colonización, comenzó a
trasladarse a América la costumbre de recibir la visita de los reyes magos, la
que se celebra el 6 de enero en las Iglesias anglicana, ortodoxa y católica.
En Cuba, como en todos
los países de habla hispana, la costumbre era esperar a los tres Reyes Magos:
Melchor, Gaspar y Baltasar, durante la noche del 5 al 6 de enero, y en la
mañana, debajo de la cama o en el arbolito de navidad aparecían los regalos que
ellos habían dejado, pero hoy esa costumbre está congelada, se quedó en una cápsula
desde que en la década del sesenta el 6 de enero dejó de ser un día feriado y
los juguetes entraron en la lista de los artículos deficitarios y pasaron;
primero, a ser «repartidos» mediante una libreta de racionamiento -en colas
interminables, imposible de ocultar a los ojos curiosos de los niños que muy
rápido comprendieron que no podían vivir de «ilusiones» y comenzaron ellos
también a ayudar a sus padres en la épica misión de obtener los juguetes
asignados-; que en los últimos tiempos, se trasladaron al mercado en «moneda
convertible», mucho más prohibitivo que el mercado existente antes de 1959.
También, en época de
reyes salían en Cuba los cabildos en desfiles o procesiones, fiestas que con el
tiempo originaron entre otras tradiciones las comparsas de los carnavales.
Estos cabildos tuvieron su origen durante el siglo XVI en Sevilla, y fueron
cofradías de negros horros que en un principio se reunían bajo la advocación de
Nuestra Señora de los Reyes, hermandades, que al tener en sus altares a los Tres
Reyes Magos, mezclaban las tres razas: negra, blanca y amarilla, y con los
debidos permisos se reunían en los días de fiestas, sobre todo en Corpus
Christi para bailar al ritmo de bandurrias y tambores. Estas asociaciones se
trasladaron a Cuba a principios del mismo siglo XVI, y ya en 1520 habían
llegado a Santiago de Cuba, y en 1570 estaban en La Habana donde muy pronto sus
salidas comenzaron a hacerse también durante la Epifanía.
Durante el siglo XX los
cabildos fueron desapareciendo pero no el fundamento religioso que los mantenía
unidos y de donde surgieron en el siglo XIX las diferentes manifestaciones
religiosas que hoy existen en Cuba: La Regla de Ocha o Santería, Las Reglas de
Palo Monte, la Regla practicada por los Arará, y la Sociedad Secreta Abakuá.
De lo que mi memoria
recuerda, y según las fotos que se conservan en los álbumes que mi madre
confeccionó con mucho cuidado durante mis primeros años de infancia, el día de
reyes era una fiesta de fantasías; pero eso, en mi país, ha cambiado mucho. Mis
padres, con los juguetes que los Reyes Magos me dejaban debajo de la cama, me
hacían una fiesta durante todo el día, y una buena parte de esa fiesta la
ocupaba mi madre en hacerme fotos con su propia cámara fotográfica, «de cajón»,
o contratando los servicios de un fotógrafo profesional.
En un artículo titulado
«El Día de Reyes», publicado en la revista La Habana Elegante el 9 de enero de
1887, el escritor Ramón Meza describió así aquella fiesta:
Luego
salían del Palacio para dejar espacio a otros e iban desfilando, en perfecto
orden, los congos y lucumíes con sus grandes sombreros de plumas, camisetas de
rayas azules y pantalón de percal rojo; los ararás con sus mejillas llenas de
cicatrices de cortaduras y de hierro candente, repletos de caracoles, colmillos
de perro y de caimán, cuentas de hueso y de vidrio ensartadas y sus bailadores
metidos hasta la cintura en un gran rollete formado con un aro cubierto de
fibras vegetales; los mandingas, muy lujosos con sus anchos pantalones,
chaquetillas cortas y turbantes de género de seda azul o rosa, y bordeados de
marabú; y tantos otros, en fin, de nombre enrevesado y caprichosos trajes que
no estaban hechos enteramente al estilo de los de África, sino reformados o
modificados por la industria civilizada. En los barrios extremos y calles menos
concurridas, campaban por sus respetos los ñáñigos cubiertos de un capuchón de
burdo género, algo parecido al de los sayones del Santo Oficio... Las demás
tribus llamaban la atención por lo pintoresco y exótico de sus cantos, trajes y
bailes...
Desde hace más de
medio siglo el castrismo repudia con firmeza cualquier celebración pública del
Día de Reyes y creó por decreto el día del niño, en una fecha de julio que
nunca consiguió arraigo en la ciudadanía, pero del Día de Reyes aún quedan los
recuerdos y las fotos.
Así como el Vesubio
sepultó las ciudades de Pompeya y Herculano, el castrismo cubrió con un manto
de lava esa y muchas otras tradiciones y costumbres, y aunque entiendo que los
daños han sido irreversibles, algún día, como resurgieron de entre las piedras
volcánicas las maravillas que sepultó el Vesubio, renacerán en Cuba los
hábitos, las tradiciones y las costumbres que distinguieron a los cubanos y
formaron parte siempre de una marca, de una nacionalidad.
Este artículo fue
publicado el 4 de enero de 2019 en el blog del autor. En línea: https://eltrendeyaguaramas2epoca.blogspot.com/2019/01/el-dia-de-reyes-en-cuba.html
Muy interesante y muy triste como nos quitaron hasta la risa, aun asi eligen a la izquierda...INCOMPRENSIBLE!!!
ReplyDeleteLos Reyes Magos volverán a Cuba. Es cuestión de tiempo!
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