Thursday, March 3, 2022

José Martí le tenía pavor a la moringa (probablemente)*



Por Jorge Ignacio Domínguez

Nunca me había leído un diccionario así, de punta a cabo, como si fuera una novela de capa y espada de Dumas o la biografía soft-porn de Casanova. Pero el Diccionario provincial casi-razonado de vozes cubanas de Esteban Pichardo se puede leer de un tirón, porque algo tiene de aventura, aunque le falte lo de Casanova. Esteban Pichardo publicó la primera edición de su diccionario en 1836. La que me he leído es la "tercera edición, notablemente aumentada y corregida", de 1862. (La cuarta y última edición es de 1875.) Entre otras perlas, allí encontré, en la página 185, esta definición:

Moringa.—N. s. f.—Ente fantástico o coco, con cuyo nombre se atemoriza a los niños en la parte oriental. Ahí viene la moringa.

Pensé entonces que Martí tenía nueve años cuando se publicó esta edición, y me pregunté si, a pesar de vivir en La Habana y no en "la parte oriental", doña Leonor le habría dicho alguna vez a José Julián esa frase ("Ahí viene la moringa") para que se durmiera o hiciera las tareas de matemáticas.

Y en la página 120 hallé esta otra definición que no olvidaré jamás... o hasta que el Alzheimer nos separe (a mí y a mi memoria):

Guagua.—N. s. f.—Voz ind.—Introducida hace poco tiempo; pero tan generalizada que todo el mundo la usa aplicándola a cualquiera cosa que no cuesta dinero ni trabajo, o de precio baritísimo, y cuando se espresa en modo adverbial De Guagua, aumenta la significación como absolutamente de valde, sin costo ni trabajo alguno. [...] || Guagua.— N. s. f.—Especie de coche u ómnibus usados en la Habana para viajar a los suborbios por un estipendio tan barato que le ha merecido la aplicación de aquella palabra, o quizá por la Inglesa Wagon.

Y pensé entonces que el Apóstol, además de temer a la moringa en su infancia, probablemente también sintió en la adolescencia el horror que han provocado siempre las guaguas habaneras, y que yo hasta ese instante no puede imaginar que Martí hubiese conocido.

Pero de todas las definiciones que he encontrado en el Diccionario provincial casi-razonado de Pichardo, ninguna me ha gustado tanto como la del adjetivo "ético". ¿Qué entendían los habaneros del siglo XIX por "ético"?

Ético, ca.—N. adj.—vulgar—Tísico -ca. De aquí el verbo recíproco Eticarse o Estar picado de ético, esto es, declararse la tisis en una persona. Pasado, pasadito. Ya sin remedio o esperanza.

Así es, para el cubano del siglo XIX (¿Solo el del siglo XIX?) ético quería decir "ya sin remedio o esperanza". Y pensé que el Apóstol, de cuerpo pequeño y enjuto, habrá sido considerado por sus vecinos como un tipo ético, pero no por las mismas razones que uno se imagina.

Hace exactamente un siglo y medio, cuando se publicó la tercera edición del Diccionario de Pichardo que he leído, en esa Isla la gente se movía en carros tirados por caballos, los niños le tenían miedo a la moringa y ser ético significaba estar enfermo. Ojalá que el Diccionario de Pichardo, aunque es una lectura interesantísima, sea para nosotros cada vez más obsoleto.


*Publicado originalmente en el blog Tersites.

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