Dos meses después de la muerte de Martí en Dos Ríos el periódico The Globe de la ciudad de Nueva York publicó un artículo sensacionalista, sin firma, bajo el título “Marti as a Lover”. En el artículo del 18 de julio de 1895, reproducido en periódicos de otras ciudades de los Estados Unidos, su autor anónimo relata en tercera persona detalles entonces y por muchos años desconocidos sobre la vida de Martí, además de incluir dos fragmentos de cartas dirigidas por el presunto amante a una joven alumna suya, Marie Desquez, traducidos al inglés.
El profesor Jorge Camacho (University of South Carolina), en su artículo ¿Otra amante de Martí?, publicado en Diario de Cuba en 2011, traduce esos fragmentos al español, que sin duda habrá sido la lengua empleada por Martí al escribir las cartas. Camacho repara en que hay muchos tópicos en el artículo de The Globe, incluyendo las cartas, que se repiten en los poemas y otras cartas de Martí, “tales como el de la soledad, la angustia, la necesidad de amor, y el sacrificio por el deber.” Se pregunta además cómo pudo The Globe obtener tantos datos de la vida familiar del dirigente revolucionario cubano.
En 2015 Manuel A. Tellechea, en Cecil Charles Blog, afirma que la autora del artículo de marras fue Lily Curry, escritora oriunda de Wisconsin, trasplantada a Chicago y luego a Nueva York, tiene al menos dos novelas de su autoría: A Bohemian Tragedie y Drops of Blood.
Curry fue protagonista de un divorcio que acaparó las primeras páginas de los diarios de esta última ciudad en 1888. Lily conoció a Martí en Nueva York en 1890, nos cuenta Tellechea, cuando se matriculó en la clase de español que él impartía en el Central Evening High School. Además de alumna, Lily pasó a ser traductora de Martí, y en 1898 publicó la primera traducción al inglés de los Versos sencillos, bajo el seudónimo Cecil Charles y con el sugestivo título Tuya.
Tellechea no tiene dudas de que Lily haya sido el último amor del gran patriota y poeta. Disfrazada de Marie Desquez, figura como la destinataria de cartas de Martí que revelan ese amor no correspondido. O al menos así quiso representarlo Lily/Cecil/Marie. Esta es, hasta donde sabemos, la primera traducción íntegra del artículo al español.
MARTI COMO AMANTE
EL PATRIOTA CUBANO AMÓ IMPRUDENTEMENTE
REPORTADA SU MUERTE A MANOS ESPAÑOLAS
Ocurrió el mismo día en que la mujer por quien sentía devoción se casó con otro – La carrera romántica de este hombre.
El día en que según se dice cayó José Martí, el revolucionario cubano, con una enorme herida en la garganta, la mujer que él amó apasionadamente, pero sin esperanza contrajo matrimonio con otro.
La conoció por primera vez en la ciudad de Nueva York, donde ella fue una de sus alumnas. De ascendencia española, era huérfana, bien relacionada, música aventajada y aficionada a componer canciones. Martí, aunque recientemente designado cónsul de Argentina y Uruguay en Nueva York, continuaba enseñando historia y arte de España. La madre viuda y varias hermanas en Cuba dependían de él para el sustento, lo que lo obligaba a valerse de todos los medios para obtener ingresos suficientes.
Apenas se había familiarizado con sus obligaciones consulares cuando comenzó la agitación en favor de la revolución cubana. Se creaban clubes, se celebraban reuniones y Martí, lanzándose de lleno en este movimiento pasó a ser reconocido, casi inmediatamente, como su jefe y vocero. Entonces España demandó que las repúblicas suramericanas que habían nombrado cónsul a Martí tuvieran por representante a alguien que no fuese un agitador y líder de insurrectos cubanos. Advertido secretamente por un amigo, Martí presentó la renuncia antes de que ninguno de los dos países tuviera oportunidad de removerlo. “No represento más a ningún país”, dijo. “A partir de ahora sólo soy un patriota cubano.”
Fue entonces que Marie Desquez, la joven a que se hace referencia, no obstante su ascendencia española le demostró a Martí tanta simpatía que ganó su corazón. Desde el comienzo fue una pasión sin esperanza, y él tuvo que haberlo reconocido así. Tenía su mujer y un hijo en Cuba, y aunque estaba distanciado de ellos por muchos años, la joven, consciente de que él no era un hombre libre, tenía un alto concepto del honor que le impedía reciprocar su amor, en caso de haber sentido un afecto equivalente por él. No era este el sentimiento de ella. A lo largo de su relación con Martí estuvo atada a su viejo cariño por un hombre de quien se había alejado temporalmente y con quien posteriormente se casó.
Sea cual fuere la actitud del revolucionario para con ella, la joven le aseguró en todo momento que nunca podría considerarlo más que un amigo. Hasta un día, cuando llegó a creer que la tristeza los alcanzaría si continuaban viéndose. Cuando él la visitó esa tarde ella le ordenó a la sirvienta decirle que había salido de viaje. Entonces se puso de pie y miró con ojos llorosos desde detrás de la cortina. No lo volvió a ver hasta dos años después, cuando se encontraron por casualidad en un lugar público y él le habló del trabajo que llenaba su vida, y de haber hablado en público, en inglés, en una de las grandes reuniones en Tampa. No sabía, dijo, cómo había logrado tener tantas fuerzas, pero creía que se debía a que había estado pensando en ella. “¡Yo te quiero, yo te quiero!”, exclamó, y se dijeron adiós por última vez. Pero en los meses en que se conocieron Martí le escribió muchas cartas bellas a la joven, las que aún traducidas revelan muchas características de su naturaleza refinada y poética. En una de ellas le dijo:
Tellechea no tiene dudas de que Lily haya sido el último amor del gran patriota y poeta. Disfrazada de Marie Desquez, figura como la destinataria de cartas de Martí que revelan ese amor no correspondido. O al menos así quiso representarlo Lily/Cecil/Marie. Esta es, hasta donde sabemos, la primera traducción íntegra del artículo al español.
MARTI COMO AMANTE
EL PATRIOTA CUBANO AMÓ IMPRUDENTEMENTE
REPORTADA SU MUERTE A MANOS ESPAÑOLAS
Ocurrió el mismo día en que la mujer por quien sentía devoción se casó con otro – La carrera romántica de este hombre.
El día en que según se dice cayó José Martí, el revolucionario cubano, con una enorme herida en la garganta, la mujer que él amó apasionadamente, pero sin esperanza contrajo matrimonio con otro.
La conoció por primera vez en la ciudad de Nueva York, donde ella fue una de sus alumnas. De ascendencia española, era huérfana, bien relacionada, música aventajada y aficionada a componer canciones. Martí, aunque recientemente designado cónsul de Argentina y Uruguay en Nueva York, continuaba enseñando historia y arte de España. La madre viuda y varias hermanas en Cuba dependían de él para el sustento, lo que lo obligaba a valerse de todos los medios para obtener ingresos suficientes.
Apenas se había familiarizado con sus obligaciones consulares cuando comenzó la agitación en favor de la revolución cubana. Se creaban clubes, se celebraban reuniones y Martí, lanzándose de lleno en este movimiento pasó a ser reconocido, casi inmediatamente, como su jefe y vocero. Entonces España demandó que las repúblicas suramericanas que habían nombrado cónsul a Martí tuvieran por representante a alguien que no fuese un agitador y líder de insurrectos cubanos. Advertido secretamente por un amigo, Martí presentó la renuncia antes de que ninguno de los dos países tuviera oportunidad de removerlo. “No represento más a ningún país”, dijo. “A partir de ahora sólo soy un patriota cubano.”
Fue entonces que Marie Desquez, la joven a que se hace referencia, no obstante su ascendencia española le demostró a Martí tanta simpatía que ganó su corazón. Desde el comienzo fue una pasión sin esperanza, y él tuvo que haberlo reconocido así. Tenía su mujer y un hijo en Cuba, y aunque estaba distanciado de ellos por muchos años, la joven, consciente de que él no era un hombre libre, tenía un alto concepto del honor que le impedía reciprocar su amor, en caso de haber sentido un afecto equivalente por él. No era este el sentimiento de ella. A lo largo de su relación con Martí estuvo atada a su viejo cariño por un hombre de quien se había alejado temporalmente y con quien posteriormente se casó.
Sea cual fuere la actitud del revolucionario para con ella, la joven le aseguró en todo momento que nunca podría considerarlo más que un amigo. Hasta un día, cuando llegó a creer que la tristeza los alcanzaría si continuaban viéndose. Cuando él la visitó esa tarde ella le ordenó a la sirvienta decirle que había salido de viaje. Entonces se puso de pie y miró con ojos llorosos desde detrás de la cortina. No lo volvió a ver hasta dos años después, cuando se encontraron por casualidad en un lugar público y él le habló del trabajo que llenaba su vida, y de haber hablado en público, en inglés, en una de las grandes reuniones en Tampa. No sabía, dijo, cómo había logrado tener tantas fuerzas, pero creía que se debía a que había estado pensando en ella. “¡Yo te quiero, yo te quiero!”, exclamó, y se dijeron adiós por última vez. Pero en los meses en que se conocieron Martí le escribió muchas cartas bellas a la joven, las que aún traducidas revelan muchas características de su naturaleza refinada y poética. En una de ellas le dijo:
"En las oscuras esquinas de mi habitación parece susurrar, como si suavemente tratara de disputar con el aire vacío, una pequeña voz que me preocupa. Dentro de mí, como una canción, escucho una voz que ahora no volveré a dejar de escuchar. Conozco, ¡ay!, las realidades de la vida, y las terribles imposibilidades de acomodarla para que cumpla con los deseos de un alma noble; y un hombre compasivo puede vivir hasta mi edad sin estar agobiado por servidumbres y angustias. Pero sé también que la vida es imposible —y más espantosa de lo que puede ser ninguna muerte— si uno tiene que vivir con el alma en soledad, y con cada esperanza rota y cayendo a tierra, como una bandera rota en pedazos. Sé que si uno viviera la vida con dignidad hasta el final, aunque fuera sin llegar a conocer la mayor felicidad, necesitaría que otra alma llegara en la hora de la agonía y la desesperación, para consolarla y fortalecerla, y darle nueva vida. Yo no estaría ni un instante a tu lado si supiera que te hacía algún daño. Siento que te puedo sostener como un pajarito herido en las palmas de mi mano. Y de nuevo te veo como cuando nos vimos la última vez —caminando lento, lento, como si te negaras a dejarme, y cada paso tuyo es como un beso. Porque después de conocerme, has de sufrir menos; nunca, aun en tu soledad más grande, te sientas sola. Acude a mí y vivirás día y noche en mi corazón —como un pájaro en su nido. He visto los pájaros en sus nidos felices en lo profundo de nuestras montañas, y tú me los recuerdas. La vida más feliz que es posible en el mundo es la del amor y el trabajo. Esta vida, tan natural como la luz del sol: ¡hubiera podido ser nuestra! Pero todavía podríamos haberla conocido lo suficiente para sostenernos y darnos coraje por el resto de nuestras vidas. Tu deseo de verme hoy, tu deseo piadoso y elocuente, me revela que entre tú y yo hay ese poder extraño y divino, nacido solamente del intercambio y unión de dos almas que sufren. Tu cara está enfrente de mí, y parezco llenarme con la luz de tus ojos. Y aquí, con el alma nuevamente iluminada, aquí me siento en mi habitación vacía”.
Con experiencia en la vida y el mundo –en otras palabras, repleta de principios y de ideas decorosas sobre el mundo– la joven sintió que no podía permitirse el lujo de darle a este gran hombre ningún afecto que en cualquier momento pudiera interpretarse desfavorablemente para ella. Ella había tenido su propio romance y se había vuelto un tanto cínica e incrédula. Era capaz de hacer amargos comentarios ocasionalmente, aún a Martí, por quien sentía profunda reverencia. Nunca se casaría; jamás creería en ningún hombre como amante. Y con un sentido creciente de lo correcto y lo convencional, por parte de ella, y de desesperanza y sufrimiento por parte de él, el romance de José Martí se fue apagando. En la última carta que le escribió a ella le dijo: “Puede ser que llegues a amar a alguien. Puede incluso ser que te reconcilies con el novio que te causó tanto dolor antes de conocernos. Puede ser que le creas de nuevo, y consientas en unirte a él de por vida. Y cuando ese momento llegue —recuerda que te he dicho esto— yo estaré en la tierra, muerto, con una bala del enemigo en mi sufrido corazón. De modo que no lo lamentaré y tú podrás ser feliz”.
Conmovedor al llanto
ReplyDeleteTanto vuelo de un sufrido corazon con su alm rota: tiene el corazon alma
Siento en mi alma ese dolor
No de amor e incomprension
No.Es la distancia que muro se levanta
Son las noches de tormento sin su amor
Puntas agudas de lanzas!!!