Por María Nöllmann
LA NACION
Goar Mestre conoció a Fidel Alejandro Castro Ruz mucho antes de que fuese reconocido mundialmente como “Fidel”, a secas. El joven revolucionario, entonces de rostro imberbe y pelo corto, se acercó una tarde de 1955 a la oficina del empresario mediático para rendirle gratitud. “Señor Mestre, le vengo agradecer lo que usted y sus hermanos hicieron por mí”, expresó él. Acababa de ser liberado de la condena que cumplía en prisión hacía dos años, por el sangriento asalto al cuartel Moncada, en el que había intentado detentar el poder del dictador Fulgencio Batista.
Los tres hermanos Mestre, propietarios del conglomerado mediático más importante de Cuba, habían sido en gran parte los responsables de la liberación de Castro. Mientras el revolucionario todavía estaba preso, ellos habían iniciado una campaña en sus medios de comunicación -nueve radios y siete canales de televisión- para exigir del liberación de quien consideraban un preso político.
“Mira Fidel, tu cabeza huele a pólvora. Yo que tú, me voy de Cuba”, le dijo Mestre en aquella primera reunión. Castro efectivamente se fue de la isla, pero no para abrirse de la lucha armada, sino todo lo contrario: desde el exilio, en México, junto a Ernesto “Che” Guevara, planeó el regreso a su tierra natal y la instalación de una base guerrillera en la Sierra Maestra.
“Éramos una familia feliz”, recuerda Ani Mestre, la hija menor de Goar y Alicia MartínFabian Marelli - LA NACION
En esos años de lucha constante, Mestre no solo apoyó la revolución, creyendo que restauraría la democracia, sino que también ayudó a financiarla, donando a la causa varios miles de dólares. Pero, apenas Fidel llegó al poder, el empresario se dio cuenta de que se había equivocado.
Para el tiempo en que ocurrió su segunda reunión, los roles se habían invertido. Ahora, era Castro, devenido en comandante, quien trataba de “tú” a Mestre. Desde una sala del Habana Hilton, el empresario le pidió que liberara a uno de sus periodistas, que había sido encarcelado por expresar su opinión. Pero el nuevo jefe no prestó mucha atención al reclamo: ya barbudo y con uniforme de fajina, se concentró, en cambio, a hacerle entender, con pocas palabras, cómo iban a ser las cosas de ahí en adelante. Tal como Mestre no se cansaría de repetirle a su familia desde el exilio, “era otro Fidel”. Al despedirse, Fidel tomó la birome Cross de oro que el empresario le había prestado momentáneamente y, con una sonrisa, remató: “Esta Cross es mía”.
“Si vamos a morir, lo haremos de pie”
La hija menor de Mestre tenía 10 años cuando su familia huyó de Cuba. Fue entre 27 y el 29 de marzo de 1960, poco más de un año después del comienzo del gobierno revolucionario. Goar, la cara visible del emporio mediático del Grupo Mestre, sabía de antemano que, en algún momento, él y su familia tendrían que precipitarse al aeropuerto. Estaba preparado para ese día: había enviado a sus tres hijos mayores a estudiar a colegios pupilos de Estados Unidos y tenía un pasaje abierto a Miami guardado en su billetera.
La familia Mestre, a pleno, en el mar Caribe, poco antes de abandonar definitivamente CubaFabian Marelli - LA NACION
“La situación se puso cada vez peor. Hubo reforma agraria, fusilamientos, censuras a los medios…Me acuerdo que había milicianos armados fuera de casa. Mis padres hablaban las cosas importantes en el jardín, porque tenían miedo de que nos estuvieran grabando”, retrata Ani.
“Si vamos a morir, lo haremos de pie”. Esa fue la postura que decidieron tomar los hermanos Mestre cuando un periodista de CMQ, su canal más escuchado, les pidió permiso para anunciar que el programa siguiente desenmascararía la verdadera ideología del comandante Castro. Al próximo día, el periodista fue impedido de estacionar frente al noticiero: en la calle, frente al canal, se habían instalado decenas de manifestantes alineados con el gobierno, que arengaban sin cesar: “CMQ confiscación”; “CMQ intervención”.
El segundo exilio
14 años después de haberse instalado en Buenos Aires, Goar y su mujer enfrentaron un segundo exilio, esta vez sin sus hijos, que ya eran mayores y tenían sus propias familias. La mudanza a Uruguay ocurrió después de que el gobierno de María Estela Martínez de Perón lo despojara de Canal 13 y Proartel, en 1974.
Mestre ya había tenido problemas con el peronismo incluso antes de vivir en la Argentina. De viaje en Buenos Aires, en 1948, durante una Asamblea de la Asociación Internacional de Radiodifusión -Mestre era parte del consejo directivo- el empresario caribeño escribió una carta dirigida al entonces presidente Juan Domingo Perón destacando la falta de libertad de expresión que existía en el país y explicando los problemas que ello implicaba para el correcto funcionamiento de una democracia. A los pocos días, fue citado por el canciller Bramabuglia, quien, luego de una larga discusión, lo habría amenzado: “Váyase de Buenos Aires lo antes posible porque, si se queda, lo puede pasar mal”.
Era de esperarse que con el regreso de Perón al poder, en 1973, siendo ya Goar Mestre el empresario mediático más importante de la Argentina, la relación entre ambos se volviera a tensar. Fue finalmente tras la muerte del mandatario, en 1974, que la flamante presidenta terminó de poner fichas en el asunto. Luego de reiterados conflictos e intervenciones, el titular del Comité Federal de Radiodifusión se presentó en las oficinas de Canal 13 y Proartel para oficializar la estatización de las dos empresas, acompañado de oficiales policiales y de militantes, que, con bombos y pancartas, coparon la zona.
“Papá se fue a su casa a iniciar las acciones legales -recuerda su hija menor-. Nunca más recuperaron las empresas. En la Argentina, la guerrilla y los secuestros estaban bravos. Entonces, él se fue con mi mamá para Uruguay. Durante años no volvieron”.
Goar, de ya 61 años, se recluyó con su esposa en su casa de verano, en Punta del Este. Pero, aunque hubiese sido lógico que él decidiera, en esa instancia, poner un punto final a su vida profesional, no lo hizo.
Años antes de partir de la Argentina, el empresario se había preparado para ello. En 1962, tras presenciar el golpe militar al presidente Arturo Frondizi y el combate en las calles de las dos fracciones de las Fuerzas Armadas, azules y colorados, Goar tomó la decisión de dejar de apostar 100% en la Argentina. Según escribiría Pablo Sirvén en El Rey de la TV, Mestre inició un “operativo audaz de autosalvataje”, al desprenderse de parte de sus acciones de Proartel, para obtener efectivo y poder resguardarlo en un lugar lejano y seguro.
“El tiempo que estuvieron en Uruguay no fue tanto. La Argentina estaba convulsionada, pero no fue un exilio como el de Cuba. No fue tan duro, aunque le habían vuelto a sacar su canal, que era su pasión”, suma su hija, quien define a su padre como un hombre de principios, inteligente, emprendedor y sumamente simpático.
En Uruguay, Mestre se asoció al grupo constructor Safema. Junto a ellos, empezó a construir edificios en Montevideo y Punta del Este. No era un rubro desconocido para él. En su cuba natal, también había sido socio de una constructora. “Los de Safema le dieron la sorpresa de ponerle nombres que hicieran referencia a Cuba a algunos edificios , como Malecón y Varadero. Después el grupo siguió y él se abrió. Pero estuvo muy entretenido”, recuerda Ani.
Goar Mestre falleció en Buenos Aires en marzo de 1994, a los 81 años, siete días antes que su esposa.
En esos años de lucha constante, Mestre no solo apoyó la revolución, creyendo que restauraría la democracia, sino que también ayudó a financiarla, donando a la causa varios miles de dólares. Pero, apenas Fidel llegó al poder, el empresario se dio cuenta de que se había equivocado.
Para el tiempo en que ocurrió su segunda reunión, los roles se habían invertido. Ahora, era Castro, devenido en comandante, quien trataba de “tú” a Mestre. Desde una sala del Habana Hilton, el empresario le pidió que liberara a uno de sus periodistas, que había sido encarcelado por expresar su opinión. Pero el nuevo jefe no prestó mucha atención al reclamo: ya barbudo y con uniforme de fajina, se concentró, en cambio, a hacerle entender, con pocas palabras, cómo iban a ser las cosas de ahí en adelante. Tal como Mestre no se cansaría de repetirle a su familia desde el exilio, “era otro Fidel”. Al despedirse, Fidel tomó la birome Cross de oro que el empresario le había prestado momentáneamente y, con una sonrisa, remató: “Esta Cross es mía”.
Goar Mestre junto a su hija menor, Ani, en Cuba; "Mi padre trabajaba mucho. Pero cuando volvía a casa todas las noches nadaba y pasaba tiempo con nosotros", recuerda ellaFabian Marelli - LA NACION
“Lo primero que le sacó fue su birome -cuenta Ani Mestre (72), la hija menor de Goar-. A la Cross de oro le siguieron todas sus empresas”. Desde el living de su departamento, en Recoleta, la menor de los Mestre recuerda con una memoria inquebrantable la vida de su familia en Cuba, su riesgosa huida del régimen cubano y, especialmente, a ese hombre, su padre, fundador de Canal 13, bautizado en el mundo mediático como el “padre de la televisión latinoamericana”. Aquel hombre que sobrevivió a dos exilios y eligió reinventarse una y mil veces.
“Lo primero que le sacó fue su birome -cuenta Ani Mestre (72), la hija menor de Goar-. A la Cross de oro le siguieron todas sus empresas”. Desde el living de su departamento, en Recoleta, la menor de los Mestre recuerda con una memoria inquebrantable la vida de su familia en Cuba, su riesgosa huida del régimen cubano y, especialmente, a ese hombre, su padre, fundador de Canal 13, bautizado en el mundo mediático como el “padre de la televisión latinoamericana”. Aquel hombre que sobrevivió a dos exilios y eligió reinventarse una y mil veces.
“Si vamos a morir, lo haremos de pie”
La hija menor de Mestre tenía 10 años cuando su familia huyó de Cuba. Fue entre 27 y el 29 de marzo de 1960, poco más de un año después del comienzo del gobierno revolucionario. Goar, la cara visible del emporio mediático del Grupo Mestre, sabía de antemano que, en algún momento, él y su familia tendrían que precipitarse al aeropuerto. Estaba preparado para ese día: había enviado a sus tres hijos mayores a estudiar a colegios pupilos de Estados Unidos y tenía un pasaje abierto a Miami guardado en su billetera.
La familia Mestre, a pleno, en el mar Caribe, poco antes de abandonar definitivamente CubaFabian Marelli - LA NACION
“La situación se puso cada vez peor. Hubo reforma agraria, fusilamientos, censuras a los medios…Me acuerdo que había milicianos armados fuera de casa. Mis padres hablaban las cosas importantes en el jardín, porque tenían miedo de que nos estuvieran grabando”, retrata Ani.
“Si vamos a morir, lo haremos de pie”. Esa fue la postura que decidieron tomar los hermanos Mestre cuando un periodista de CMQ, su canal más escuchado, les pidió permiso para anunciar que el programa siguiente desenmascararía la verdadera ideología del comandante Castro. Al próximo día, el periodista fue impedido de estacionar frente al noticiero: en la calle, frente al canal, se habían instalado decenas de manifestantes alineados con el gobierno, que arengaban sin cesar: “CMQ confiscación”; “CMQ intervención”.
Tras el exilio, Ani, ex presidenta de la Cooperadora de Acción Social (COAS), volvió cuatro veces a Cuba; “La isla era y es divina, más allá de la destrucción que causó el régimen”, diceFabian Marelli - LA NACION
Era Viernes Santo. Los tres hijos mayores de Goar, la cara visible del Grupo Mestre, habían viajado a Cuba para pasar el receso escolar. En dos días, y sin que el gobierno se enterara, su padre y su madre, la argentina Alicia Martín, prepararon la huida familiar. “Mi viejo se jugó a que el vuelo saliera antes que la noticia de su arresto. Nunca pensamos que nos íbamos para toda la vida. Estábamos seguros de que el gobierno ese no podía durar mucho, estando a 90 millas de Estados Unidos”, acota Ani. En su departamento guarda una colección de marfiles de sus padres, unas de las pocas pertenencias que sobrevivieron a la huida de Cuba. “Cuando se murieron mis viejos, con mis hermanos decíamos que los objetos como estos, además de un precio de tasación, tenían un valor extra, porque eran salvados del naufragio”, suma ella, con una sonrisa.
Goar huyó en el mismo avión que dos de sus hijos, que ya tenían un pasaje para volver a sus internados en Estados Unidos, el domingo de Pascua. Dos días después, ya con las cuentas bancarias congeladas, viajaron su esposa y sus otras dos hijas. Antes de subir al avión, las desnudaron: tenían que controlar que no llevaran consigo más dinero del permitido: 5 dólares por persona.
Era Viernes Santo. Los tres hijos mayores de Goar, la cara visible del Grupo Mestre, habían viajado a Cuba para pasar el receso escolar. En dos días, y sin que el gobierno se enterara, su padre y su madre, la argentina Alicia Martín, prepararon la huida familiar. “Mi viejo se jugó a que el vuelo saliera antes que la noticia de su arresto. Nunca pensamos que nos íbamos para toda la vida. Estábamos seguros de que el gobierno ese no podía durar mucho, estando a 90 millas de Estados Unidos”, acota Ani. En su departamento guarda una colección de marfiles de sus padres, unas de las pocas pertenencias que sobrevivieron a la huida de Cuba. “Cuando se murieron mis viejos, con mis hermanos decíamos que los objetos como estos, además de un precio de tasación, tenían un valor extra, porque eran salvados del naufragio”, suma ella, con una sonrisa.
Goar huyó en el mismo avión que dos de sus hijos, que ya tenían un pasaje para volver a sus internados en Estados Unidos, el domingo de Pascua. Dos días después, ya con las cuentas bancarias congeladas, viajaron su esposa y sus otras dos hijas. Antes de subir al avión, las desnudaron: tenían que controlar que no llevaran consigo más dinero del permitido: 5 dólares por persona.
Los primeros medios de los Mestre en ser intervenidos por el régimen fueron Circuito CMQ y Radio Reloj, el 12 de septiembre de 1960; para el 5 de octubre, todo su patrimonio había sido confiscado
A la Argentina Goar llegó con 48 años. Pero, lejos de pensar en abandonar el mundo mediático, como hizo su hermano Abel al llegar, días más tarde, a Miami, él decidió empezó de cero en el rubro. Desde antes del exilio, el empresario mediático ya había empezado un negocio en la Argentina. Cuando llegó, tenía todo preparado para fundar, junto a socios argentinos, la productora televisiva Proartel, que vendía contenido a Canal 13. Al tiempo, fue nombrado presidente de la productora y director del canal.
“Era un osado. La plata que papá tenia afuera de Cuba la invirtió entera en Canal 13. Por suerte, el canal empezó a ganar plata enseguida”, suma Ani. Su padre nunca más volvió a Cuba después del exilio. Ella y sus hermanos, en cambio, viajaron varias veces. La primera vez que lo hicieron fue a 25 años de su exilio. Para hacerlo, tuvieron que afrontar meses de trámites y hasta una entrevista en la Embajador de Cuba en la Argentina, quien intentó convencerlos de que, al llegar, notarían en seguida los “logros de la Revolución”.
A la Argentina Goar llegó con 48 años. Pero, lejos de pensar en abandonar el mundo mediático, como hizo su hermano Abel al llegar, días más tarde, a Miami, él decidió empezó de cero en el rubro. Desde antes del exilio, el empresario mediático ya había empezado un negocio en la Argentina. Cuando llegó, tenía todo preparado para fundar, junto a socios argentinos, la productora televisiva Proartel, que vendía contenido a Canal 13. Al tiempo, fue nombrado presidente de la productora y director del canal.
“Era un osado. La plata que papá tenia afuera de Cuba la invirtió entera en Canal 13. Por suerte, el canal empezó a ganar plata enseguida”, suma Ani. Su padre nunca más volvió a Cuba después del exilio. Ella y sus hermanos, en cambio, viajaron varias veces. La primera vez que lo hicieron fue a 25 años de su exilio. Para hacerlo, tuvieron que afrontar meses de trámites y hasta una entrevista en la Embajador de Cuba en la Argentina, quien intentó convencerlos de que, al llegar, notarían en seguida los “logros de la Revolución”.
El segundo exilio
14 años después de haberse instalado en Buenos Aires, Goar y su mujer enfrentaron un segundo exilio, esta vez sin sus hijos, que ya eran mayores y tenían sus propias familias. La mudanza a Uruguay ocurrió después de que el gobierno de María Estela Martínez de Perón lo despojara de Canal 13 y Proartel, en 1974.
Mestre ya había tenido problemas con el peronismo incluso antes de vivir en la Argentina. De viaje en Buenos Aires, en 1948, durante una Asamblea de la Asociación Internacional de Radiodifusión -Mestre era parte del consejo directivo- el empresario caribeño escribió una carta dirigida al entonces presidente Juan Domingo Perón destacando la falta de libertad de expresión que existía en el país y explicando los problemas que ello implicaba para el correcto funcionamiento de una democracia. A los pocos días, fue citado por el canciller Bramabuglia, quien, luego de una larga discusión, lo habría amenzado: “Váyase de Buenos Aires lo antes posible porque, si se queda, lo puede pasar mal”.
Era de esperarse que con el regreso de Perón al poder, en 1973, siendo ya Goar Mestre el empresario mediático más importante de la Argentina, la relación entre ambos se volviera a tensar. Fue finalmente tras la muerte del mandatario, en 1974, que la flamante presidenta terminó de poner fichas en el asunto. Luego de reiterados conflictos e intervenciones, el titular del Comité Federal de Radiodifusión se presentó en las oficinas de Canal 13 y Proartel para oficializar la estatización de las dos empresas, acompañado de oficiales policiales y de militantes, que, con bombos y pancartas, coparon la zona.
“Papá se fue a su casa a iniciar las acciones legales -recuerda su hija menor-. Nunca más recuperaron las empresas. En la Argentina, la guerrilla y los secuestros estaban bravos. Entonces, él se fue con mi mamá para Uruguay. Durante años no volvieron”.
Goar, de ya 61 años, se recluyó con su esposa en su casa de verano, en Punta del Este. Pero, aunque hubiese sido lógico que él decidiera, en esa instancia, poner un punto final a su vida profesional, no lo hizo.
Años antes de partir de la Argentina, el empresario se había preparado para ello. En 1962, tras presenciar el golpe militar al presidente Arturo Frondizi y el combate en las calles de las dos fracciones de las Fuerzas Armadas, azules y colorados, Goar tomó la decisión de dejar de apostar 100% en la Argentina. Según escribiría Pablo Sirvén en El Rey de la TV, Mestre inició un “operativo audaz de autosalvataje”, al desprenderse de parte de sus acciones de Proartel, para obtener efectivo y poder resguardarlo en un lugar lejano y seguro.
“El tiempo que estuvieron en Uruguay no fue tanto. La Argentina estaba convulsionada, pero no fue un exilio como el de Cuba. No fue tan duro, aunque le habían vuelto a sacar su canal, que era su pasión”, suma su hija, quien define a su padre como un hombre de principios, inteligente, emprendedor y sumamente simpático.
En Uruguay, Mestre se asoció al grupo constructor Safema. Junto a ellos, empezó a construir edificios en Montevideo y Punta del Este. No era un rubro desconocido para él. En su cuba natal, también había sido socio de una constructora. “Los de Safema le dieron la sorpresa de ponerle nombres que hicieran referencia a Cuba a algunos edificios , como Malecón y Varadero. Después el grupo siguió y él se abrió. Pero estuvo muy entretenido”, recuerda Ani.
Goar Mestre falleció en Buenos Aires en marzo de 1994, a los 81 años, siete días antes que su esposa.
*Tomado de La Nación
No comments:
Post a Comment