Friday, January 13, 2023

De las armas y las letras: Un guerrero y sus memorias


 Por Guillermo A. Belt

I

 

…volvamos a la preeminencia de las armas contra las letras, materia que hasta ahora está por averiguar, según son las razones que cada una de su parte alega. Y, entre las que he dicho, dicen las letras que sin ellas no se podrían sustentar las armas, porque la guerra también tiene sus leyes y está sujeta a ellas, y que las leyes caen debajo de lo que son letras y letrados. A esto responden las armas que las leyes no se podrán sustentar sin ellas, porque con las armas se defienden las repúblicas, se conservan los reinos, se guardan las ciudades, se aseguran los caminos, se despejan los mares de corsarios, y, finalmente, si por ellas no fuese, las repúblicas, los reinos, las monarquías, las ciudades, los caminos de mar y tierra estarían sujetos al rigor y a la confusión que trae consigo la guerra el tiempo que dura y tiene licencia de usar de sus previlegios y de sus fuerzas. Y es razón averiguada que aquello que más cuesta se estima y debe de estimar en más.

 

            La alternativa entre dos cosas, por una de las cuales hay que optar, planteada en el Quijote (Primera Parte, Capítulo XXXVIII) la conoció sin duda Enrique Loynaz del Castillo, en la literatura como en la vida real. Muy joven debió enfrentarse a este reto, y superó la prueba con tan buena fortuna que tras alcanzar, combate tras combate, el grado de general de brigada del Ejército Libertador de Cuba nos dejó a generaciones de cubanos sus Memorias de la Guerra, editadas con esmero y devoción por su hija Dulce María Loynaz, de tanta gloria en las letras como su padre en las armas.

             Para el guerrero de temperamento impetuoso, como lo califica la hija poetisa, nada fácil habrá sido la tarea de recoger por escrito tantos hechos, recuerdos y emociones. Tampoco le fue fácil a Dulce María organizar los manuscritos para su publicación. Prueba al canto, en sus propias palabras al hacer la presentación del libro en La Habana el 27 de diciembre de 1986:

            Llegaron a mi casa estos originales después de haber muerto el autor. Gustaba él de leerme muchos de los pasajes allí vividos, y algo debe haberme ayudado este conocimiento previo.

            Pero ahora me enfrentaba por primera vez a la totalidad de las Memorias y su aspecto no podía ser más desconcertante. Revueltas estaban unas con otras, desprendidos muchos de sus pliegos, confusa la numeración de los capítulos.

            Años me llevó la labor en cuyo curso la lenta pero progresiva nublazón de mis ojos fue haciéndola paradójicamente más difícil cuanto más avanzaba en ella y más apremiaba el tiempo.

             En octubre de 1989 la Editorial de Ciencias Sociales publicó el libro. Su propósito, nos dice Dulce María, es dar a conocer “a los jóvenes de hoy una parte bastante ignorada de nuestra historia de sacrificios y gloria.” Han transcurrido más de tres décadas desde que la gran poetisa logró su noble empeño de rescatar historias de aquella guerra que hizo posible el nacimiento de la República de Cuba. La juventud de hoy, en la isla y fuera de ella, sigue ignorando casi toda la historia verdadera de nuestro país, relegada deliberadamente al olvido por el régimen totalitario impuesto por mentiras y engaños hace más de sesenta años.

             Hoy, Memorias de la Guerra, de Enrique Loynaz del Castillo, es un libro prácticamente imposible de encontrar en librerías. Sé de un ejemplar en la Biblioteca del Congreso que con mucha suerte y tiempo podría leerse allí mismo, sin que la augusta institución lo preste a ninguna otra biblioteca. Luego de indagaciones con compatriotas bibliófilos que son además buenos amigos, como Emilio Bernal Labrada y Alejandro González Acosta, éste muy dilecto amigo de Dulce María Loynaz y autor de La dama de América, fue Carlos Paldao, director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española, ANLE, quien me dio la gratísima sorpresa de regalarme un ejemplar, un tanto venido a menos pero perfectamente legible.

             Acudo de nuevo al Quijote: “Porque has de saber, Sancho, que la valentía que no se funda sobre la basa de la prudencia se llama temeridad.” Con temeridad rescato el propósito de Dulce María Loynaz, amparado en el parentesco familiar que para mi honra nos une, y me propongo presentar en una serie de artículos el sentir y pensar de Enrique Loynaz del Castillo, para conocimiento de las juventudes que dentro y fuera de Cuba tienen el derecho y el deber de llamarse compatriotas suyos.

3 comments:

  1. Magnífico, como siempre. Gracias, Guillermo Belt.

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  2. !Felicitationes!
    Gran mérito tiene el divulgar la obra y pensamiento de Enrique Loynaz del Castillo, no menos que el de su hija, la excelsa poetisa Dulce María.

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  3. Gracias por su blog. Me pregunto por qué no se puede hacer una nueva publicación, al menos digital, de un libro tan importante de la historia de Cuba. Memorias de la Guerra es una necesidad para recuperar esos pasajes de la última gesta independentista.

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