Monday, January 30, 2023

De las armas y las letras III

Por Guillermo A. Belt



Extraterritorialidad


1. desus. Int. púb. Teoría ya superada y descartada que fundamentaba los privilegios e inmunidades propios de una misión diplomática o consular acreditada en terceros países en que estas constituían una proyección del territorio del Estado acreditado.

Diccionario panhispánico del español jurídico, Real Academia Española

Cubanet. GUANTÁNAMO, Cuba. ─ Este 5 de junio se cumplen 150 años del nacimiento del insigne patriota cubano Enrique Loynaz del Castillo, General de Brigada del Ejército Libertador y también padre de la poetisa Dulce María Loynaz, Premio Cervantes de Literatura. Loynaz del Castillo nació en 1871 en Puerto Plata, República Dominicana, cuando sus padres cubanos residían en el exilio, en una casa de la delegación revolucionaria de esa ciudad.

Enrique Loynaz del Castillo nació en Cuba, de haberse aplicado con generosidad la entonces vigente teoría de la extraterritorialidad a la casa de la delegación de los patriotas que en Puerto Plata luchaban por la independencia de Cuba. Digo generosidad porque ni su padre ni su abuelo estaban acreditados ante el gobierno de la República Dominicana como miembros del servicio diplomático o consular de la República de Cuba en armas. Además, el nacimiento del niño se produjo en 1871, un 5 de junio, cuando la primera guerra por la independencia, la Guerra Grande, llevaba poco menos de tres años de iniciada. Era demasiado pronto para que países amigos establecieran las relaciones diplomáticas que habrían permitido considerar la casa natal del futuro guerrero como territorio cubano.

En Memorias de la guerra su autor explica brevemente la razón de ser de Puerto Plata, y en pocas palabras describe la casa donde nació:

Entre los recién llegados había numerosas familias cubanas, casi todas las del Camagüey, que no pudiendo sostenerse en Nueva York, buscaban nuevo campo de trabajo en la hospitalaria República Dominicana. En la casa de don Martín del Castillo, agente de la Revolución, flotaba la bandera de Cuba, junto a la dominicana acogedora, que alza la cruz de la redención entre los campos rojos y azules del sacrificio y el ensueño.

Poco después de cumplir cinco años de edad, el niño Loynaz del Castillo tiene su primer encuentro con la guerra. Su padre, junto con su tío Carlos, habían instalado en las inmediaciones de la bahía de Puerto Plata el primer ingenio de máquina de vapor, que luego fuera destruido “en una de tantas guerras civiles…”. El general, ya retirado de las armas pero nunca de las letras, nos lo cuenta así:

Precisamente, de la destrucción del ingenio es el primer recuerdo de mi vida. Al despertar en trágica madrugada, con la noticia de la aproximación de fuerzas revolucionarias, la familia apresuradamente envolvió en grandes líos sus ropas y efectos; con ellos abandonó el batey y no paró hasta un espeso bosque a la orilla del puerto. Como se hiciera demasiado ruidosa mi alegría al perseguir en la arena los cangrejitos, más de una vez fui reducido al silencio. Durante horas estallaron las detonaciones de cañón y fusilería.

Enrique juega en la arena de Puerto Plata al son de cañones y fusiles. El estruendo de las armas pasaría muy pronto a ser parte de su vida.

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