Saturday, January 4, 2025

66 años en la oscuridad



Por Pedro Corzo

Recuerdo como si fuera hoy, el primero de enero de 1959 y días subsiguientes, acababa de cumplir 16 años y se apreciaba una histeria colectiva como bien la describiera el periodista e historiador Enrique Encimosa, en el documental “Al Filo del Machete” producido por Pedro Suarez “Tintín” y Luis Diaz y el escritor Jose Antonio Albertini en su más reciente publicación “Memoria Constante: Relatos verídicos”.
El fin de año,1958, estaba programado en el cine más moderno de Santa Clara, “El Cloris”, el estreno de la película “El Puente sobre el Rio Kwai”.
No creo que hubiera espectadores en esos días. Varios grupos rebeldes atacaron la ciudad llevando la guerra a las calles, aunque si recuerdo que pocos meses después, el cine y el edificio que lo albergaba, el Gran Hotel, la construcción más alta del interior del país, fueron confiscados por la revolución.
El antiguo propietario, Orfelio Ramos, era un emprendedor, como le gusta decir al dictador Miguel Diaz Canel, que había hecho su fortuna alquilando bicicletas y conduciendo ómnibus locales con tanto espíritu y talento, que llego a ser dueño de los autobuses que prestaban servicio urbano en la ciudad de Santa Clara.
La histeria había apresado tanto, a hombres como mujeres. En mi conocimiento, la mayoría de la población participaba en aquel carnaval que mezclaba esperanza para algunos y miedos para otros, a la postre, el férreo control social establecido por Fidel y Raúl Castro, aterrorizo a la población en un marco de ineficiencia colosal que ha conducido al país a una miseria espiritual y material sin precedentes.
La esperanza de un mundo mejor se frustro, solo quedo el miedo. Estos sentimientos tan contrarios fueron consecuencias del fanatismo de unos cuantos que, por destacarse en el torbellino revolucionario, protagonizaban un sectarismo del que era difícil librarse, aunque se poseyeran credenciales revolucionarias como le sucedió al dirigente insurreccional Pedro Barata, prisionero político por muchos años, cuando dio fe ante unos energúmenos que el sujeto que acusaban era inocente.
Recuerdo una consigna castrista que decía más o menos así, “No importa lo que hiciste, sino lo que estás haciendo” un mensaje claro a los nuevos y futuros cómplices de la destrucción de la Republica que perdimos.
La crispación de la sociedad se acentuaba cada día porque las detenciones arbitrarias y el estruendo del paredón nos amedrentaba y ensordecía. Los arrestos por meras sospechas o acusaciones infundades de colaboracionismo con el régimen derrocado, fueron factores que incentivaron a los oportunistas o a los más temerosos, a convertirse en acusadores ante tribunales revolucionarios que no buscaban justicia sino una cruel venganza, encubierta en un espurio proceso judicial.
La Revolución como fuente de derecho, pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de la República, como expusiera el doctor Ramon Barquín en un reciente artículo, le daba el tiro de gracias a la civilidad, incluyendo la conversión de los medios de información, hasta los privados, en instrumento de una propaganda atronadora que confundía hasta lo indescriptible a la ciudadanía que paulatinamente, pero de forma constante, se estaba transformando en masa al servicio de los Castro y criminal comparsa.
Por otra parte, la confiscación masiva de bienes, sin proceso judicial, despojo a muchas personas de patrimonios familiares bien habidos. Apresuradamente se creó un ministerio de Recuperación de Bienes Malversados, designando administradores incompetentes que destruyeron las propiedades, una especia de antecedentes de los nuevos ricos del presente, hijos de los moncadistas que en la actualidad disfrutan del poder y las riquezas de las que se apropiaron sus padres y abuelos.
Los días y las noches se sucedieron hasta acumular 66 años. Muchos han sido los cómplices del totalitarismo castrista, al régimen no le han faltado verdugos que, aunque no hayan disparado un fusil contra un semejante, son cómplices de las numerosas muertes y padecimientos sufridos por la población.
No obstante, para satisfacción de los hombres y mujeres con decoro, no han faltado compatriotas dispuestos a enfrentar el oprobio del castrismo con las dolorosas secuelas de exilio, cárcel y paredón, sin olvidar el exilio interno en el que viven muchos compatriotas, que, por diversos motivos, permanecen en la Isla.
Estoy seguro de que Cuba y los cubanos serán libres, pero hay que procurar justicia por esta vasta desolación de 66 años de espanto.

Friday, January 3, 2025

Jesús Jambrina: “… aunque no se haya contado antes no quiere decir que no sea verdad”

Jesús Jambrina

 Por Perla Rozencvaig*

El 14 de diciembre del 2024 el profesor Jesús Jambrina, invitado por la Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, conversó con los presentes en el William Musto Cultural Center en Union City, NJ,  sobre su libro más reciente Los judíos en Cuba: 1492-1902. El presidente de la Academia, el Dr. Octavio de la Suarée presentó al autor, y seguidamente él y yo tuvimos una conversación acerca de algunos de los temas que conforman el recorrido histórico cultural de la presencia judía en la isla durante los siglos que abarca la obra, sin duda, un referente imprescindible para cualquier estudio sobre este tema. A continuación, un resumen del diálogo.


La portada de tu libro es muy representativa del oficio de vendedor ambulante que algunos judíos realizaron desde su llegada a Cuba, y en la pag. 172 reaparece esa foto con un comentario que indica que eran los sefardíes los que primordialmente se dedicaban a esta práctica, ¿Qué te motivó para que, al hablar de la presencia judía en Cuba durante 4 siglos, eligieras esta foto para la portada del libro?


Cuando te refieres a “su llegada a Cuba” supongo que quieras decir en la primera década del siglo XX. Mi trabajo, sin embargo, comienza más atrás, en 1492 y en ese momento judío significaba algo diferente, es decir, era quien tuviese orígenes hebreos en España, básicamente judeoconverso, criptojudío o judaizante ¿Me explico? La definición de judío entre los siglos XIV y XIX, es decir entre la baja edad media y hasta el fin de la inquisición en el orbe iberoamericano es muy diferentes a la que tendremos en el siglo XX.

Los oficios de los judeoconversos y los criptojudíos en ese momento eran los mismos que los de los españoles y portugueses en las empresas colonizadoras del siglo XVI en el nuevo mundo. Como ellos, poblaron las Américas, realizaban las mismas labores, aunque sí es cierto que, siempre de acuerdo con la bibliografía y documentación consultada, había ciertos oficios relacionados con los judeoconversos como el de comerciante, escribano, médico, pero también, en algunos casos, funcionarios de la corona (el mismo Diego Velázquez de Cuellar o Inés de Bobadilla) e incluso eclesiásticos, el primer judaizante procesado en Cuba era un “judío español en hábito de cristiano”, en otras palabras, un monje. No es difícil imaginar que, avanzada la colonización, los hubiesen también en los estratos populares, aunque estos, como se sabe, entran menos en el archivo. 

Pero el motivo principal para usar la foto de la portada es porque, según Robert Levine, en su libro Tropical Diasporas, fue tomada alrededor de 1897, es decir antes de 1902 que es el límite temporal que me impuse en el libro. Los judíos modernos empezaron a asentarse en Cuba a principios del siglo XIX, por ejemplo, entre 1816 y 1821 vivió Moisés Elías Levy, contratista maderero para la corona, en 1838 la Casa Rothschild se establece en La Habana, en 1842 Pablo Lafargue nace en Santiago de Cuba, entre 1854 y 1862, el músico estadounidense Louis Moreau Gottschalk recorre Cuba dando conciertos y viviendo una temporada y en 1866 Carlos Roloff (Akiva Roland) se instala en Caibarién.
 

La venta ambulante, un oficio bastante común en todas las culturas, fue practicada también por los judíos, incluidos los sefardíes, en todos aquellos lugares donde vivieron. Hay muchos testimonios artísticos y gráficos de sefardíes en Marruecos, Grecia y los países balcánicos, incluso en Inglaterra en el siglo XIX, ejerciendo este oficio. Después he encontrado fotos similares de vendedores ambulantes en La Habana, pero ya a inicios del siglo XX, fotos en las que no se específica la identidad étnica de los vendedores, pero bien podrían ser tanto inmigrantes judíos como españoles, que también muchos llegaron después de 1902. 

Me pareció que la foto podría servir de puente entre los judeoconversos, criptojudíos y judaizantes de la época colonial y los sefardíes que llegaron a la isla en los primeros años del siglo XX, a fin de cuentas, pertenecían al mismo tronco lingüístico y cultural en la península ibérica.   

 Si nos concentramos en el testimonio religioso o literario de escritores judíos que mencionas en el libro, podríamos trazar la historia del pueblo judío en Cuba desde una multiplicidad de perspectivas que nos dan una visión compleja del pueblo judío. 

Empecemos por Luis Carvajal, el Mozo (1567-1596), considerado el primer escritor judío de las Américas.  En su testamento dejó escrito que "judaizar no es herejía sino hacer lo que manda Dios, nuestro Señor".  frase que podría considerarse el núcleo de la fe judaica entre los criptojudíos según Alicia Gojman.  ¿Podrías ahondar un poco en esta frase?

La historia de Luis de Carvajal, el Mozo (1567-1596) la conozco bien por mi otra investigación en Zamora, España, sobre los judíos en la edad media. Él nació en Benavente, una ciudad zamorana, pero su familia se origina en Fermoselle, un pueblo en la frontera entre España y Portugal, igualmente en la provincia de Zamora. Salieron al lado portugués en 1492, a Sambade y Mogadouro, donde su abuelo Luis de Carvajal fue procesado por la inquisición; más tarde regresaron a Benavente, donde el Conde de mismo nombre daba refugio a muchos judeoconversos y además poseía tierras en toda la región, hasta Braganza, en Portugal. Eran lujos que la nobleza podía permitirse siempre y cuando no fuera contra los intereses reales.

Hasta donde he podido investigar, no hay una conexión directa entre este grupo familiar en estos años y Cuba. Sí es cierto, sin embargo, que hubo un Antonio de Carvajal, el viejo, originario de Toro, en Zamora, entre los primeros pobladores de la isla, quien acompañó a Hernán Cortés a México en 1521 y allí tuvo privilegios hasta su fallecimiento, y probablemente, estuviesen emparentados en algún punto.

Volviendo a Luis de Carvajal el Mozo y su familia, porque hay que recordar que toda su familia fue procesada por la inquisición y quemada en la hoguera en 1596 y después, es el epítome del criptojudaísmo de la época. Es decir, es un hombre que decide volver a la religión de sus ancestros y convertirse en el guía espiritual de su grupo familiar y de amistades.

Sin embargo, se trata de alguien con dudas y miedos, como todo ser humano con sentimientos contrarios al status quo, y por ello se retracta, involucra a decenas de personas que practicaban el judaísmo en secreto en el México colonial, es perdonado por la inquisición, pero reincide y entonces lo condenan a la hoguera.  

Durante todo el proceso, Carvajal el Mozo escribe cartas a sus hermanas y libros de oraciones, no hay que olvidar que pertenecía a una familia prominente de judeoconversos, se había educado con los jesuitas en Medina del Campo, una orden que aceptaba a descendientes de judeoconversos, y había sido parte de las más de 90 familias, varias criptojudías, que su tío trajo a fundar el Nuevo Reino de León en lo es hoy el noreste de México y el suroeste de Estados Unidos. Una historia que se conoce muy bien en esas regiones.


Manuscrito de Luis Carvajal

La frase que refieres es el núcleo de la fe criptojudía, es decir, estas eran personas que vivían en la Edad Media en la que la religión es todo para ellas y por otra parte pertenecen al segmento poblacional que también vivió alejado de los centros de poder urbano y donde la inquisición tardó en llegar y no sólo en México, donde el tribunal se establece oficialmente en 1569, sino en el propio Reino de Castilla y León, de donde vienen los Carvajal, son localidades lejanas, intrincadas, de difícil acceso para los inquisidores, mucha gente se convirtió formalmente, pero siguió practicando el judaísmo en privado.

Estamos hablando, por ejemplo, de la frontera entre el reino portugués y el castellano – leonés, con una topografía de montañas – las montañas de León a las que se refiere D. Miguel de Cervantes en el Quijote -, estas son gentes de costumbres y tradiciones acendradas por siglos, que se conocen muy bien los unos a los otros y saben cómo evadir las persecuciones inquisitoriales. Hay disímiles testimonios de cómo se organizaban para evadir las persecuciones y ralentizar los procesos. Por una persona capturada, decenas, sino cientos, quedaban seguras.

Al mismo tiempo, a medida que pasan los años, las leyes judaicas se van perdiendo y queda sólo la memoria ancestral del origen étnico religioso, mezclada con prácticas religiosas sincréticas, en este caso del catolicismo. Hay investigaciones, por ejemplo, sobre las oraciones criptojudías, la creación de santos y santas que no están en el santoral católico, como San Moisés, o Santa Esther, es decir, se crea un neo judaísmo que sobrevivió hasta inicios del siglo XX.

Todavía hoy los descendientes de estas personas se llaman a sí mismas judías y la cultura popular así las considera. El estigma hacia la autoidentificación judaica se ha ido perdiendo y aunque hoy muchas de estas personas no practiquen el judaísmo o ninguna otra religión, sin embargo, conservan esa consciencia cultural de venir de judíos porque sus padres y abuelos se lo trasmitieron, tenían prácticas familiares peculiares y en su fuero interno son judías y así se sienten.

Hay también quien ha olvidado esa historia o no les interesa, es algo de lo cual no se habla o enseña en las escuelas, aunque también es verdad que, a pesar de lo que vemos en los medios de comunicación españoles en estos días, España está llena de asociaciones y organizaciones que rescatan el legado judío del país, desde Cataluña hasta Galicia y desde el País Vasco hasta Andalucía.

En la zona de donde era la familia Carvajal hay Museos, Centros culturales, congresos, publicaciones y en estos mismos días, el propio Fermoselle está recuperando su judería histórica y todo lo que refiera a esa parte de su historia.
 

Existía una gran presencia portuguesa en Cuba en el siglo XVII, lo cual era decir presencia judía.  Y en l608 se publica Espejo de paciencia de Silvestre de Balboa, poema que según Moreno Fraginals "es el primer poema cubano transculturado de la isla y que destaca la naturaleza del país de adopción".  Pero también, señala que Balboa escribió el poema para ocultar la realidad del contrabando en Bayamo.  Es decir, héroes y acusados son los mismos.  ¿Qué otra lectura podría tener el poema en cuanto a la alianza de los criollos y los judíos en la transgresión de la ley?

En efecto, en el mismo momento en que se escribe el poema, los oficiales tanto de la corona como los eclesiásticos estaban siendo investigados por tratos con el contrabando. Durante todo el siglo XVI, desde los primeros años de la colonización, vemos cómo este último se desarrolla tanto por iniciativas propias de los pobladores , incluidos obispos, como financiado por las potencias europeas enemigas de la monarquía hispánica – Inglaterra, Francia y luego Holanda. La piratería era común, tanto Santiago de Cuba como La Habana, las dos principales ciudades, fueron saqueadas por los piratas, que además eran contrabandistas.

Por ejemplo, Camaraco, conocida luego como Isla de Pinos, desde su descubrimiento por Colón en 1494, fue un punto de refugio para cosarios y piratas, fue además propiedad de familias judeoconversas de primeros pobladores de Cuba como los Rojas y los Pedroso. Los españoles le prestaron atención sólo en el siglo XIX ante la amenaza de Inglaterra de ocuparla si no paraban el contrabando en ella. El historiador César García del Pino dedicó un libro entero a documentar los ataques piratas en Cuba. Recomiendo su lectura porque ilustra muy bien ese tema en la historia cubana[1].    

Se tiende a pensar que la riqueza de Cuba fue construida a partir del desarrollo de las industrias azucarera y tabacaleras, pero estas se impulsan a finales del siglo XVIII y durante el XIX, antes era el contrabando uno de los que hoy se llamarían reglones más importantes de la economía. En el contrabando estaban involucrados todas las clases sociales, funcionarios de la corona, la iglesia, los vecinos de las villas, personas de todas las etnias y situación socioeconómica. Hay crónicas de cómo los contrabandistas eran recibidos por las poblaciones con las que comerciaban, en las crónicas se les llama herejes, luteranos y portugueses.

El episodio de San Juan de los Remedios narrado por Fernando Ortiz en Una pelea cubana contra los demonios, tuvo lugar en 1611 y ahí se comprueba toda la simbología del contrabando como demoniaco, el estigma inquisitorial de la época contra los judíos no permite que se pronuncie esa identidad religiosa, pero entre líneas sabemos que es de ellos de los que está hablando. Los contrabandistas hablaban castellano perfectamente. Por cierto, en la película de Tomás Gutiérrez Alea hay un personaje portugués interpretado por Reynaldo Miravalles, el único que se salva de toda la tragedia. Es una obra en la que tanto Ortiz como Gutiérrez Alea trabajan la historia involucrando la complejidad sociocultural de esos años coloniales.  

Fotograma de Una pelea cubana contra los demonios

Con respecto a los portugueses, estos llegan a Cuba con Cristóbal Colón, en el libro he subrrayado cómo junto con los primeros españoles desembarca un Juan Arias, portugués, como ves el nombre y el apellido son hispanos, pero el texto le llama portugués porque la gran mayoría de los judíos españoles salieron a Portugal, los cálculos son que más de la mitad de los hebreos de los reinos cristianos, en la banda centro occidental de la actual España, fueron al reino portugués, cuya población judía aumentó considerablemente. En otras palabras, decir portugués equivalía en este momento a decir judío. Además de Juan Arias vinieron dos más porque al llegar Colón a Madeira y Lisboa, primero que a Sevilla, el rey de ese país detiene a los navegantes portugueses, al menos dos más, que iban en la primera expedición.


Entre 1492 y 1497, los judíos pudieron vivir abiertamente en Portugal y hasta 1498 en el Reino de Navarra a donde también salieron. La expulsión portuguesa fue muy peculiar, el rey don Manuel mandó a reunir a todos los judíos del reino en Lisboa para supuestamente dejarlos embarcar al norte de África, pero en vez de eso, lo que hizo fue tirarles, literalmente, baldes de agua y así bautizarlos. Hubo violencia porque muchos no querían aceptarlo y huían, Samuel Schwarz cuenta cómo los judíos se lanzaban de los edificios, se suicidaban junto a su familia y muchos otros actos en contra del bautizo forzado[2], pero al final, la mayoría fue “bautizada” y se le permitió regresar a sus lugares de residencia en el reino.

Por otra parte, el rey Manuel prohibió que la iglesia los molestara y aunque hubo episodios de violencia contra conversos portugueses en 1506, una gran parte se retiró al noreste y es allí donde surge con fuerza el marranismo o en la retórica eclesiástica de la época, los nuevos cristianos. 

Esta fue una población distintiva que había traído oficios y saberes de los reinos vecinos, además de cantidad de población, lo cual la ayudó a fortalecerse económica y financieramente, no tenía más remedio si quería sobrevivir. La inquisición no llegó a establecerse en Portugal hasta 1536 y en ese momento ya los conversos habían establecido redes comerciales dentro y fuera de Portugal. En 1531 Carlos V autoriza el asentamiento de portugueses en Cuba y en 1566 tenemos noticias de una portuguesa llamada Luisa Melena, residente de La Habana, a quien se le entrega un arma para defender la ciudad de los ataques de los piratas.  

En 1580 los reino portugués y español se unifican y es cuando los portugueses pueden asentarse libremente en todos los territorios españoles y como las Américas eran el sitio para crecer económica y financieramente, muchos se vienen al nuevo mundo.

En el asalto de Jacques de Sores a La Habana en 1555 mueren 10 portugueses que el pirata había secuestrado en La Española, el piloto de la nave en que vino era un Pedro Bras, portugués, y su segundo en la piratería era un Juan Navarro. Esto demuestra lo expandida que estaba la presencia portuguesa en la región durante esos años. 

 En 1602 la inquisición procesa en La Habana a un Manuel Tavares portugués, en 1605 a otro llamado Samuel de Araujo, residente de Baracoa, acusado de ayudar a los contrabandistas, y entre 1606 y 1607, el gobernador de la isla Pedro de Valdés censa a los portugueses en el territorio, quejándose de que eran “cristianos nuevos”, superaban a los castellanos en residencia y controlaban el comercio de la ciudad. El 1613, el gobernador de La Habana acusa al de Santiago de Cuba de cobijar a portugueses de alto poder financiero, lo cual en parte era cierto, pero César García del Pino consideró que estas no eran más que pugnas por el control del contrabando, que era donde estaba el juego económico de la época.

A mediados del siglo XVII, entre 1636 y 1649, a través de la documentación de los casos inquisitoriales, se sabe que en La Habana había una comunidad criptojudía que realizaba ceremonias judaicas y que varios portugueses, residentes en la ciudad, fueron procesados por la inquisición en Cartagena de Indias que era donde se encontraba el tribunal. A partir de esas fechas, las colonias holandesas se abren al asentamiento de familias judías en
Curação, Surinam, donde se podía vivir sin la persecución inquisitorial.   


Auto de fe presidido por
Santo Domingo de Guzmán
”,
por Pedro Berruguete, 1475

Por otro lado, los “nuevos cristianos” se había establecido también en Jamaica que, como sabemos, era feudo de la familia Colón emparentados con la casa de Braganza, portuguesa, pues bien, ellos acogen a mucha de esta población luso-española desde antes de 1536, cuando se establece la inquisición en Portugal. Esta es la misma población, sus descendientes, que, en 1655, cuando Jamaica pasa a la corona inglesa, va a Santiago de Cuba, Bayamo y eventualmente a lo que hoy es Las Tunas y Holguín. En Bayamo hubo un barrio llamado, precisamente, Portugal.

Como anécdota hay que decir que, con el desarrollo de las pruebas de ADN, muchos cubanos están descubriendo que tienen altos porcientos de portugués y, como nunca se ha contado esta historia de las inmigraciones de los “nuevos cristianos” , marranos o criptojudíos pues se asombran o lo encuentran fuera de lugar, sin embargo, una vez más se demuestra que, aunque no se haya contado antes no quiere decir que no haya sucedido o no sea verdad.

Estos “nuevos cristianos” o marranos intentaron salir de Portugal a toda costa después de 1536, fueron ellos los que fundaron las comunidades sefardíes en Ámsterdam, Recife, Curazao y posteriormente Nueva York. Se esparcieron por todo el Caribe y varios de sus descendientes se establecieron en Cuba por diferentes vías. Hay muchos apellidos portugueses en Cuba todavía hoy como Acosta, Araujo, Barreto, Báez, Ferreira, Fonseca, Lima, Matos, Melo, Pereira, Pinto, Pires, Silva y muchos otros.      

En 1762 con los ingleses en la Habana, año próspero desde el punto de vista económico para la isla, se establecen contactos comerciales entre judíos y criollos como Hernando de Castro, judío y padre de la industria azucarera cubana radicado en la isla de Guadalupe. 

Hay que pedir préstamos en el exterior para el desarrollo de la industria en Cuba, en ausencia de un banco comercial en la isla.  Los judíos tienen un papel protagónico como intermediarios para conseguir dichos préstamos, lo cual tiene consecuencias en el surgimiento del estereotipo que los define como mercaderes cuyo principal interés era el enriquecimiento personal. ¿Cómo afecta todo esto la convivencia entre cristianos y judíos?

Los primero es aclarar que, como se ha dicho antes, técnicamente hablando, no había judíos en Cuba, en todo caso cripto judíos y como demuestran algunos casos inquisitoriales, judaizantes.  Es decir, no había sinagogas u cualquier otro tipo de asociación pública que fuese judía. Sencillamente estaba prohibido por las leyes.

El imperio español era monárquico y católico, ninguna otra religión estaba permitida en sus territorios y para asegurarse de ello estaba la inquisición que, como se sabe, no sólo perseguía a los seguidores de la Ley de Moisés, sino también a los de la “secta” de Mahoma -lenguaje de la época-, los luteranos, los alumbrados (o místicos), las herejías (ateísmo, blasfemias, brujerías), los llamados solicitantes (de sexo, especialmente los sacerdotes), adivinos y, por supuesto, aquellos que leían libros prohibidos indizados por la iglesia. Todo esto está detallado en el Edicto que se publica en 1610 cuando se crea el tribunal de Cartagena de Indias.

Lo que pasa es que, como explica Stephen Silverstain en su libro sobre los mercaderes de La Habana[3] a finales del siglo XVIII y sobre todo inicios del XIX, debido al flujo de inversiones y la necesidad de liquidez financiera a través de los bancos extranjeros, se reactivan los viejos estereotipos antijudíos con raíces en la Edad Media, el de la usura, la ambición, extranjería, etcétera, lo cual, mezclado con el surgimiento de una clase criolla, deseosa de diferenciarse nacionalmente en una cultura católica, hace que emerja el fantasma del judío. Es decir, lo que es judío es todo aquello que obstaculiza el desarrollo de la maquinaria esclavista del momento, aprobada tanto por la monarquía como por la iglesia, propiedad de una clase que ya empieza a mirar a la metrópoli como un estorbo.

Es una mentalidad que culpa al Otro judaico de lo que ella misma está llevando a cabo para así limpiar su culpa. Al no haber un banco nacional cubano, los préstamos debían venir de prestamistas extranjeros para enriquecer a los criollos y, como también demuestra Silverstain en su libro, los intereses a los préstamos eran iguales en todos los bancos fuesen quienes fuese los dueños. Lo judío más que los judíos, que no existían, por lo menos como comunidad legal y pública, empiezan a ser usados como chivo expiatorio de todos los males “nacionales”. Es lo que después veremos con el nazismo y los fascismos (Franco, Mussolini), es una vuelta de tuerca más entre el antijudaísmo y el antisemitismo. 

Por cierto, que la Otredad de lo judío en ese momento, como también lo escribe Silverstain, es compartida con los pardos, es decir los mulatos, grupo social este último que era mucho más visible que los judíos mismos que sólo existían en la imaginación de los criollos.    

¿Podrías aclarar la diferencia entre antijudío y antisemita?

El antijudaísmo español tiene sus raíces en la edad media en la era de las conversiones masivas, es decir 1391 y 1492, la iglesia se oponía al judaísmo en tanto y cuando significaba una amenaza al dominio cristiano de las almas, si la persona se convertía, aunque hubiese sido judía, se consideraba cristiana y si volvía al judaísmo se le procesaba como hereje cristiano o apóstata, no como judío. Hubo judíos muy respetados en sus comunidades que se convirtieron sinceramente al cristianismo y nunca fueron molestados. Luego, en el antijudaísmo el conflicto se mantiene al nivel religioso, al menos teológicamente, en la realidad las fronteras eran difíciles de delimitar, pero, en rigor, si la persona se convertía no era molestada a menos que hubiese sospechas o denuncias en su contra por judaizante.

Sin embargo, después de la rebelión conversa en Toledo en 1453, se impusieron las llamadas Leyes de limpieza de sangre, las cuales estipulaban que por 3 generaciones los hijos de conversos no podían acceder a cargos reales y/o eclesiásticos, es decir, en este caso, ya no es sólo el aspecto religioso el definitorio de cómo se percibe a una persona, sino que la etnia misma te marca por un largo período de tiempo, lo cual, en realidad, es toda una vida para 3 generaciones. Esto es ya antisemitismo puro y duro. Lo único que salva que no se extienda drásticamente es la famosa práctica hispana de que “las leyes se acatan, pero no se cumplen”. Es decir, la presencia judeoconversa estaba tan extendida en la sociedad hispánica que era prácticamente imposible hacer cumplir las leyes de limpieza de sangre y al final se terminaban aplicando sólo a los estratos más pobres mientras que los estamentos más elevados, los nobles, los altos cargos de la iglesia y por supuesto la emergente clase comerciante, pasaba de una ley absurda que no tenían ningún sentido. 

Esa era, a grandes rasgos, la diferencia.   

Tanto la Declaración de la Independencia de las Trece Colonias (1776) como la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789) abren los caminos para la aceptación de diferentes grupos de personas en Francia con sus resonancias en otros lugares. Se crea en Francia el Sanedrín en 1807, la base del judaísmo moderno en Francia.

¿Cuáles son sus repercusiones en Cuba, si las tuvo? 

Las hubo en tanto formaban parte de la ilustración y su influencia llega sólo a las clases más altas que viajan y se empapan de la nueva cultura europea, la ilustración, el romanticismo, la centralidad del individuo, el triunfo de la razón frente a la religión. No hay que olvidar que, a finales de siglo XVIII, Cuba está iniciando su propia revolución económica, impulsada por la producción de azúcar, basada en la esclavitud, lo cual ralentiza la puesta en práctica de cualquier idea libertaria. A medida que las independencias latinoamericanas se imponen en el continente, Cuba se convierte en la receptora de toda la mentalidad conservadora, España se aferra a la isla al tiempo que enfrenta sus propios retos liberales en la península.

Es un mundo de contradicciones, las grandes revoluciones del momento, la americana, la francesa y la latinoamericana no parecen llegar a Cuba, pero al mismo tiempo se sienten sus efectos, por ejemplo, el fin de la esclavitud y de la inquisición en Latinoamérica dinamizan el continente; con respecto a los judíos, desde mediados del siglo XVII,
Curação y Jamaica son los grandes enclaves sefarditas con ramificaciones por todo el Caribe (México, Colombia, Venezuela) y con contactos clandestinos en las todavía colonias españolas de Cuba y Puerto Rico. En la expedición de Narciso López vienen judíos a Cuba y luego en la primera guerra de independencia también participan algunos.

Es decir, Cuba resiste a los influjos libertarios de la época, pero eso no la exime de recibir las influencias en el lado psicológico, cultural y poco a poco también el económico en tanto se flexibilizan las relaciones con las nuevas naciones en el continente.    


En la literatura cubana del siglo XIX hay indicadores según el crítico de literatura Stephen Silverstein de referencias antijudías muy claras en la novela Cecilia Valdés de Cirilo Villaverde, en Sab de Gertrudis Gómez de Avellaneda por mencionar solo dos ejemplos, sin embargo, la balanza se equilibra al recordar al Obispo Espada y sus textos en defensa de los judíos, presente también esa defensa en Félix Varela y en José María Heredia.  ¿Algunas referencias a la imagen del judío en Cuba a principios del siglo XX?

 

Desde finales del siglo XVIII, sobre todo después de la revolución francesa cuando se le otorga ciudadanía a los judíos, es decir dejan de ser ciudadanos de segunda clase para convertirse en miembros de plenos derechos de la nación, gesto político que repercutió en que, poco a poco, los judíos ganaran los mismos derechos en otros países, el judaísmo en general comenzó a ser aceptado como una religión culturalmente válida en occidente, algo que anteriormente disfrutaba sólo el cristianismo en sus dos variantes principales, catolicismo y protestantismo.

 Los judíos ya no tienen que simular su identidad verdadera, pero al mismo tiempo, al poder ser ciudadanos completos, se produce un giro existencial mediante la “ilustración” de estilo judío llamada “haskala” a través de la cual, básicamente, los judíos se asimilan a las naciones de residencia, abandonan la religión y surge lo que hoy llamamos el laicismo, no sólo entre los judíos, sino entre los cristianos también, es decir, las creencias religiosas dejan de ser el factor definitorio de la persona y ahora lo será el raciocinio, la mentalidad científica, la religión pasa a ser un recuerdo, una memoria, un origen ancestral si se quiere, pero no fundamento de verdad, lo que Nietzsche a finales del XIX llamaría la muerte de Dios.

Como bien apuntas, el judaísmo y los judíos en la literatura cubana del momento comienzan a ser representados a ambos lados del espectro de aceptación, aunque hay que decir que, en rigor, nunca hubo un movimiento antijudío en Cuba en esos años, por el contrario, debido a la intercepción entre derechos ciudadanos y lucha anticolonial, entre los cubanos independentistas y los judíos hubo sintonía ideológica y también, al ser sefardíes muchos de los judíos asentados en el Caribe, también sintonía cultural, tanto unos como otros estaban en contra del dominio español metropolitano.

Simón Bolívar, por ejemplo, recibió ayuda de muchos judíos sefardíes, y años después sucederá lo mismo con José Martí, los sefardíes de Jamaica, por ejemplo, apoyaron la independencia cubana, los hermanos Córdoba, fundadores de uno de los periódicos más influyentes de la isla, apoyaron la visita de Martí a Jamaica, y, como seguramente sabes, Horacio Rubens, el abogado del PRC, era judío, como el general Carlos Roloff y otros oficiales del ejército libertador. Es decir, entre los cubanos independentistas y los judíos hubo empatía mutua, algo que, como sabes, Jaime Einstein, aborda muy bien en su novela La isla de Abraham.  

Hay un ensayo muy ilustrativo de la investigadora Maritza Corrales acerca de la relación de José Martí con los valores judíos, Martí estudió hebreo en Zaragoza como parte de sus estudios de filosofía y letras; entre sus textos más relevantes está una crónica de la celebración de Janucá, aquí en Nueva York, en el año 1882, donde incluye la famosa frase: “de la patria puede tal vez desertarse más nunca de su desventura” que representa muy bien el sentir de los exiliados políticos. En ese texto de Martí puede intuirse esa sintonía entre los judíos y el deseo independentista de los cubanos en el siglo XIX.

Con respecto a inicio del siglo XX habría que decir que los judíos sefardíes que están en Cuba en ese momento, unos 500, según algunos historiadores, están totalmente aplatanados, se reconocen en términos de origen hispano hebreo vía Ámsterdam,
Curação, Jamaica, y otros sitios, pero no hay sinagoga ni institución de ningún tipo. Por ejemplo, en una fecha tan temprana como 1875 había una sastrería en la calle Obispo que tenía en la vidriera una foto de Maimónides, una tradición judía sefardí que ofrecía a los desconocidos una señal de acogida, los hermanos Barouch, sefardíes turcos, llegan en 1899, y la familia Lobo, por ejemplo, en el año 1900.

Hay que considerar que un buen número de los soldados norteamericanos que llegaron a Cuba en 1898 eran judíos y se estima que alrededor de 1000 se establecieron después de la guerra, y alguno que otro movió sus negocios a la isla. Ese es el grupo que se conoce como los americanos antes de la llegada masiva de sefardíes de Turquía en 1906. En general, estos primeros años del siglo XX en Cuba son bastante efervescentes y no conozco ningún estudio que se haya concentrado en esos primeros momentos después de la independencia en 1902. 


Tú señalas la participación de los judíos en la Guerra de Independencia de 1895, ¿Podrías señalar muy brevemente qué sucede después de la guerra en cuanto a sus efectos en la comunidad judía y su diario vivir en la isla?


Carlos Roloff

Carlos Roloff, que luchó en las dos guerras de independencia cubanas, fue tesorero de la República y realizó el padrón de los soldados del ejército libertador, falleció en Guanabacoa en 1905.

Horacio Rubens mantuvo casa e intereses económicos en Cuba hasta la caída de Marchado, donó un tren a la presidencia del país, hoy expuesto en La Habana Vieja, y construyó un palacio con rasgos mudéjares cerca del Mariel, hoy en desuso y deteriorándose; falleció en Nueva York en 1941.  

Los hermanos Eduardo y José Steinberg, que llevaron a Martí a Cayo Hueso y fundaron el Club Abravanel, se mudaron a Cuba después de la independencia y en 1950 José recibió un homenaje organizado por la Logia Bene Brith.

Del capitán Kaminski y el mayor Schwartz no he podido encontrar nada más que las referencias en un artículo de Jaime Sarusky, incluidas en el libro.

La comunidad de los americanos llegados después de 1898 no era particularmente religiosa, se movía entre los dos países y ayudaron a los inmigrantes sefardíes y más tarde a los askenazíes de Europa del Este a establecerse en la isla, pero había diferencias lingüísticas y culturales muy marcadas y muy pocos de este grupo se aplatanaron, por lo menos en estos primeros años del siglo XX.

 



* Perla Rozencvaig, profesora jubilada de español, Literatura y Cultura Hispanoamericanas en Barnard College y en Columbia University. Autora de Reinaldo Arenas: Narrativa de Transgresión y co-editora de Reinaldo Arenas: Alucinaciones, Fantasías y Realidad. Sus estudios sobre la obra de Enrique Labrador Ruiz, Virgilio Piñera, Zoé Valdés y Jaime Einstein han aparecido en revistas especializadas de los Estados Unidos y Europa.

 

[1] Corsarios, piratas y Santiago de Cuba, La Habana, Editorial Ciencias Sociales, 2009

[2] Os Cristãos-Novos em Portugal no Século XX, Lisboa, 1925.

[3] The Merchant of Havana: The Jew in the Cuban Abolitionist Archive, Vanderbilt University Press, 2016